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Universitas Humanística

Print version ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.85 Bogotá Jan./June 2018

https://doi.org/10.11144/javeriana.uh85.rcse 

Reseñas

Reseña

Carmine Pinto1 

1 Ph.D. Profesor de historia contemporánea, director del centro de investigación sobre conflicto y del doctorado internacional, Università degli Studi di Salerno, Italia. Università degli Studi di Salerno (Italia) cpinto@unisa.it

Revoluciones y Conectividad. De la Bastilla a la Plaza Tahrir. ., , Salazar, Boris. Cali: :, Universidad del Valle, ,, 2016. ., 302p. pp.


¿Por qué las revoluciones empiezan en un cierto momento y no en otro?, ¿cómo se desarrollan desde la aparente nada y se convierten en fracturas radicales? Este es el doble problema del que se ocupa el texto de Boris Salazar, quien además se pregunta: ¿tiene sentido hablar de revoluciones con una dinámica coyuntural?, ¿es posible hablar de revolución en el siglo XXI? El autor sostiene que sí. De acuerdo con su trabajo, los acontecimientos de los últimos años desmienten la hipótesis del final de un cierto tipo de conflictividad política, cercado por la victoria del mercado y de la democracia electoral.

Salazar adjudica un rol central a la conectividad social, a la existencia de redes y de relaciones múltiples, a saber, de lazos que se crean entre grupos de nivel laboral, social, familiar, político, y que se desarrollan de forma autónoma. Estas dinámicas son la clave para explicar las rupturas revolucionarias que han caracterizado los tiempos de la historia contemporánea. Salazar analiza una serie de casos, entre los eventos más importantes de los últimos dos siglos, para comprender la validez de su tesis. El libro se aproxima al momento revolucionario como un proceso independiente. Un fenómeno que puede detonar a través de una peculiar autonomía de los factores políticos, económicos, sociales e internacionales que, en las visiones clásicas, o en aquellas más recientes, vienen siendo utilizadas para explicar las grandes rupturas que conllevan las revoluciones.

De hecho, Salazar, para cumplir con su objetivo, parte desde uno de los dirigentes revolucionarios del siglo XX, León Trotsky, el primer intelectual capaz de tomar los aspectos de interacción entre estos procesos autónomos que se desarrollan en la sociedad y los demás actores sociales, capaces de crear las condiciones y los mecanismos funcionales a los procesos revolucionarios. El autor discute las diversas teorías sobre las revoluciones, analizando el contraste sobre los mecanismos que pueden explicar el carácter imprevisible que entraña el análisis ex post. Así, sostiene que con mayor conciencia y profundidad han sido revisadas las dinámicas que explican el desarrollo de las revoluciones mismas, a través de modelos comparativos (las condiciones de Skocpol), que versan sobre las situaciones revolucionaras de Tilly y el análisis económico y demográfico de Goldstone.

De este modo, queda abierto el problema del por qué: ¿qué es lo que permite la revolución? Una vez más la conectividad social es la respuesta, entendida esta como la creación de elementos particulares de autonomía social y política que se forman al interior de la estructura de un país. Esto no sucede siempre, ni se da por descontado que estos procesos sobrevivan en cada caso. La revolución se hace posible cuando estos lazos se refuerzan y se juntan, multiplicándose y sosteniéndose mutuamente. El núcleo original es entonces confrontado con posturas abiertas al encuentro de la sociología, la antropología y hasta la física. Según el autor, el modelo de Ising ayuda a entender los parámetros que facilitan el cambio revolucionario, a través del análisis de la formación de la identidad y las relaciones autónomas de la sociedad. Así, el modelo permite separar la potencialidad revolucionaria: las sociedades que poseen fuerzas autónomas más frágiles, producen revoluciones más frecuentes, pero menos sólidas o capaces de desarrollarse plenamente y con continuidad. En cambio, cuando se presentan en sectores con mayor capacidad de producir autonomía social, son más difíciles de lograr los momentos revolucionarios, pero, a su vez, cuando estos se dan, tienen mayor posibilidad de desarrollarse en el tiempo.

La hipótesis de fondo es que una revolución está siempre vinculada a las fuerzas características potencialmente autónomas que se desarrollan en la sociedad en la fase precedente a su estallido. Estas fuerzas pueden confluir, desencadenar el momento revolucionario y luego, a su vez, sumarse a nuevas dinámicas desencadenadas por la fractura misma, determinando de esta manera el desarrollo de su éxito. Estos procesos revolucionarios se pueden clasificar según su trayectoria como expansivos o como cambiantes. En el primer caso, los fenómenos reflejan esquemas que se reproducen con continuidad, a través de mecanismos bien definidos, hasta cuando alcanzan, como en el caso iraní o el alemán, un momento irreversible. Por otro lado, los fenómenos cambiantes son aquellos en los cuales se modifican las coaliciones y las acciones revolucionarias, sustituyendo una ruptura con otra, como en el caso de la revolución francesa.

El análisis de algunos de estos casos, si bien presentados rápidamente, le permite al autor proponer un modelo general. En el caso francés, el paso fundamental y el tránsito de las ideas y las propuestas del iluminismo más radical de Rousseau, de los clubs de debate y los salones, hasta los sectores sociales y políticos que detonaron la ruptura de 1789. Caso que demuestra la precariedad de la conectividad revolucionaria, con la ausencia de un sujeto capaz de cimentar los componentes. Por otra parte, y en contraste, el autor profundiza en la revolución cubana (con el antimperialismo) y en la revolución rusa, a través del partido. El primer caso es significativo, en la lógica del libro, porque permite identificar, en el conflicto permanente, la capacidad de resolución de los movimientos sociales. Estos emergen también en el más reciente caso boliviano, donde las agregaciones emergen de la respuesta a las dinámicas políticas propias de los presidentes liberales. Entre estos casos, el autor mira con una cierta admiración el iraní, y lo pone como ejemplo de una potente conversión de diversos actores, en una combinación de conectividades sociales progresivas que determinaron el acontecimiento revolucionario.

Por lo tanto, esta serie de experiencias, concluye el autor, confirman la tesis de que son las fuerzas autónomas de la sociedad las que producen el acontecimiento revolucionario. Una vez que esta emerge, multiplica su fuerza, transformándose en un proceso sin marcha atrás. En conclusión, solo las precondiciones maduradas en una sociedad permiten un evento que se puede definir como revolucionario. Esto incumbe también a los procesos actuales, donde las dinámicas electorales más recientes pasan por el proceso revolucionario, pero no lo llevan a ningún fin. El autor construye así un modelo de un notable aparato teórico, que demuestra un largo trabajo de conceptualización y preparación. Al mismo tiempo, más condicionado por una lectura que por la voluntad de la construcción de un modelo, termina por dejar de fondo los grandes procesos políticos, militares e institucionales que han determinado las rupturas analizadas. Las revoluciones del 2011 han sido más la excepción que la regla, en un mundo que conoce cada vez más una progresiva estabilización de los países democráticos y una creciente disminución de la violencia y de la guerra. No es casual el número de dictaduras que caen, desde los tiempos de la Guerra Fría hasta hoy (el único caso de dictadura de los tiempos recientes es el de la Venezuela de Maduro), mientras el acontecimiento de la democracia electoral parece ser siempre más fuerte. Un tema que podría entrar en debate con el modelo propuesto por Salazar.

Cómo citar esta reseña Pinto, C. (2018). Reseña del libro Revoluciones y Conectividad. De la Bastilla a la Plaza Tahrir, de Boris Salazar. Universitas Humanística, 85, 403-406. http://doi.org/10.11144/Javeriana.uh85.rcse

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