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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam.  no.48 Bogotá Jan./June 2006

 

Cuando los periodistas colombianos salieron a la calle

 

When Colombian Journalists took to the streets

 

* Maryluz Vallejo Mejía

Comunicadora social-periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y Doctora en Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra. Profesora del Departamento de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana y directora de la revista Directo Bogotá. Correo electrónico: maryluz.vallejo@javeriana.edu.co. Este artículo hace parte del libro A plomo herido. Una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980), publicado por la autora en febrero de 2006, Bogotá, Planeta. (Permiso de reproducción otorgado por Planeta Colombia s. a.).

Recepción: 5 de octubre de 2005 Aceptación: 10 de noviembre de 2005

Submission date: october 5th 2005 Acceptance date: november 10th 2005


 

Aquí se rastrean los orígenes y la evolución de los géneros informativos -la noticia y la entrevista- en los inicios de la modernidad del periodismo en Colombia, a finales del siglo xix, jalonados por los desarrollos tecnológicos y hasta por las guerras, de donde emergieron los primeros corresponsales. Las agencias de noticias también surgieron en este escenario de confrontación, que reñía con la objetividad del modelo periodístico anglosajón.

Palabras clave: Periodismo, historia del periodismo, entrevistas, agencias de noticias, periodismo anglosajón.

 


Here we attempt to trace the origins and evolution of two main news genres, i.e., the news story and the interview, at the outset of journalistic modernity in Colombia in the late 19th century, staked out and pulled by technological developments (and even wars), from which the first reporters and correspondents emerged. The first news agencies cropped up too in the midst of this confrontational scenario at odds with the model of objectivity championed by Anglo- Saxon journalism.

Keywords: Journalism, news stories, interviews, technological development, news agencies, Anglo-Saxon objectivity.

 


Surgimiento de los reporters y de la interview

En una crónica de viaje escrita en 1887, Salvador Camacho Roldán (1973, p. 112) se queja de la plaga de interviewers, "más temible que los zancudos en el Magdalena", que lo azotaron durante el viaje en barco por Estados Unidos. Y habla de esa costumbre singular de los periodistas yanquis de informarse con los viajeros sobre lo que ocurría en otros países, mientras hacían rápidos apuntes taquigráficos.

Joseph Pulitzer fue el primero en enviar a la calle a los redactores de su periódico The World para que consiguieran historias sobre los hechos que sucedían. Y mientras los diarios de Estados Unidos podían leerse rápidamente gracias a los socorridos headings, modelos de claridad y concisión redactados por especialistas, nuestros diarios de estilo doctrinario estaban repletos de prosa difícil de engullir.

Tan sólo en las últimas décadas del siglo xix empezó a asomarse tímidamente el estilo informativo en El Telegrama (1886), que publicaba los cables de las agencias internacionales de noticias, sorteando toda clase de obstáculos geográficos. En 1887, El Sol, de Jorge Pombo y R. de Narváez, promete ofrecer noticias de todos los puntos de Colombia que dispongan de oficina telegráfica: "Nos envanecemos de ser los introductores de esta utilísima idea, para cuya realización hemos encontrado galante y decidido apoyo de sus señorías, los ministros de Guerra y de Fomento" (1887, 19 de mayo). Sin embargo, ese astro rey se apagó pronto.

Fue El Correo Nacional, de Carlos Martínez Silva, el que introdujo en 1890 la modernidad periodística al anunciar en el primer editorial su adscripción a los dos valores fundacionales de la prensa moderna: la objetividad y la independencia:

El periodismo moderno no vive ya de disertaciones ni de filosóficas elucubraciones, sino de hechos y noticias de actualidad. La doctrina política y filosófica conservará siempre su importancia capital, pero ella ha de venir a propósito del hecho del día [...]. Persuadidos de este axioma, trataremos, en vez de disertar largamente, de averiguar y de decir cuanto ocurra, penetrar en todos los rincones de la vida cotidiana: en las oficinas administrativas, juzgados, tribunales, inspecciones de policía, dirección de las empresas industriales, salones clubs y lugares de espectáculos, templos, hospitales y lugares de cuarteles. Sólo nos detendremos ante las puertas del hogar doméstico. (Guevara, 2002, p. 100)

En 1898 apareció El Reporter, que desde el cabezote legitima al nuevo especialista en la información. En el primer número anuncia su norte editorial:

El Reporter se dedica principalmente á toda clase de informaciones de interés local y general, y contendrá secciones de política, literatura, noticias departamentales, locales, extranjeras y variedades. Una reseña de la prensa bogotana y un folletín traducido ó escrito expresamente para sus columnas […]. La índole de esta hoja periódica es netamente informativa. Seremos simples observadores, cronistas fieles. No somos abanderados de ningún bando político; misión tan augusta ésta desempeñada por varios de nuestros respetables colegas que sirven a los intereses de sus respectivos partidos.

De la pieza dramática a la epístola del corresponsal

En la columna de calogramas de El Telegrama, se registra así un hecho originado en Nueva Delhi: "Populacho todavía muy exaltado; sentimientos hostiles entre himalayas y mahometanos. Mucha gente continúa reuniéndose en las calles. Agitación causada por haber sido asesinados mahometanos en el jardín de la Reina a principios de mes" (1886, 16 de octubre). Como se ve, el primer diario informativo no tenía unos criterios muy claros de relevancia, pero ya manejaba el estilo telegráfico.

Pocos años después, en El Correo Nacional aparecen relatos que respondían a un nuevo esquema noticioso con estilo preciso y lujo de detalles, que dividía la noticia en secciones con intertítulos, siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos como si se tratara de una pieza dramática. Así lo ilustra esta noticia del 9 de octubre de 1890:

Atentado Alevoso

nueve disparos hechos a un caballero

Ayer, a las 3 pm, en una casa situada en la carrera 12 (antigua Calle de los Curas) y que de tiempo atrás ocupaban por concesión gratuita del dueño, señor Julio J. Dupuy, los señores Mamerto y Pedro Cortés con su familia ocurrió el siguiente.

lamentable suceso

Necesitando el señor Dupuy sacar algunos materiales que tenía depositados en la casa referida, se dirigió a ella en unión del Doctor Carlos Esguerra y al llegar vio con extrañeza que los ocupantes de la casa habían hecho una profunda excavación, con el objeto de buscar un supuesto tesoro.

El señor Dupuy hizo notar á la señora, que apareció en ese momento, lo perjudicial y absurdo de tal obra, con tanta mayor razón cuando esto comprometía la solidez de un edificio ocupado gratuitamente. Al decir estas palabras el señor Dupuy, salió el mayor de los hermanos Cortés y aseveró a aquel que había pagado los arrendamientos de la casa. Como el señor Dupuy desmintiera el hecho su interlocutor.

sacó el revólver y disparó a quemarropa cuatro tiros sobre el señor Dupuy, uno de los cuales fue desviado por la oportuna intervención del Doctor Esguerra. Mientras esto sucedía apareció en la escena, armado también de revólver, el otro hermano Cortés quien en persecución de Dupuy salió hasta la calle disparando cuatro o cinco tiros más.

Afortunadamente el agredido, que arrostró con perfecta serenidad tan imprevisto ataque, no recibió más lesión que una en el pie derecho.

la bala entró por el borde externo; siguió hacia adelante y quedó enclavada entre la cabeza articular del quinto metatarsiano y la falange del dedo pequeño, habiendo interesado la piel y las capas subcutánea y muscular. Cuatro o cinco proyectiles perforaron el vestido del señor Dupuy; de modo que sólo a una rara casualidad se debe el que no hubiera perdido la vida este apreciable caballero.

los médicos legistas acudieron pocos momentos después del suceso a hacer el reconocimiento correspondiente, prontitud que revela el esmero con que se atiende hoy al buen servicio en este ramo.

la extracción del proyectil se llevará a efecto hoy por determinación de los Doctores Esguerra y Putnam. Los agresores fueron aprehendidos y trasladados a la Inspección de Policía.

Pocos días después, los implicados en el incidente rectificaron la información, lo que habla del nulo ejercicio de verificación en la época.

Otra noticia por el estilo se presenta bajo el título de "Una historia sangrienta" y en el primer párrafo se lee como en cualquier pieza dramática: "Un drama que comienza en la calle de los Tres Puentes del barrio Las Nieves y termina en el puerto del Callao. Desastroso fin de una familia colombiana" (El Correo Nacional, 1890, 19 de febrero). Como en el caso anterior, se va narrando con los intertítulos, en clave de suspenso.

Unos años más tarde, en La Crónica (1897) se encuentran otros elementos noticiosos interesantes y más refinados que los de su antecesor. En este bisemanario liberal se nota la mano del director-fundador José Camacho Carrizosa en la casi totalidad de los textos. Completaban la redacción Daniel Arias Argáez, a cargo de la información social, con su deliciosa frivolidad; José Manuel Pérez Sarmiento, el cazador de noticias, el reporter que hacía hablar al diplomático, al banquero o a la actriz recién llegada a la ciudad, y Esteban Rodríguez Triana, que se convertiría en maestro de periodistas a la vuelta del siglo.

Los colaboradores -en su mayoría espontáneos lectores de distintas regiones del país- solían enviar noticias relacionadas con hechos de sangre, aunque el género narrativo predilecto para estos casos de policía era la crónica. En una noticia titulada "Sucesos de Ibagué: muerte del jefe de la Gendarmería. Los liberales amenazados de muerte", se atribuye la fuente de la información a "la carta de una persona respetable de Ibagué". Después de los hechos de sangre ocurridos en la chichería, el alcalde declaró que vengaría la muerte del gendarme matando a cuatro rojos, según se lee al final en un claro preludio de la violencia política que reventaría con la guerra de los Mil Días. En La Tribuna, bajo el titular "Espantoso crimen en Barbacoas", se ofrece el relato detallado de una persona respetable que llegó a Bogotá proveniente de esa población de Santander (1903, 16 de noviembre).

La escasa profesionalización del oficio se aprecia en los periódicos de las primeras décadas porque cualquier ciudadano podía asumir el papel de reportero. Es el caso de siniestros o tragedias que terminaban por cubrir los telegrafistas, los médicos de turno o las autoridades lugareñas. Y si los telegrafistas, por ejemplo, se ausentaban de sus puestos en ese precario andamiaje informativo, dejaban desinformado al país, como cuando el telegrafista de Tulcán (Ecuador) se enroló con los revolucionarios que luchaban contra el gobierno ecuatoriano y por ello no hubo noticias sobre el convulsionado sur de Colombia. Y así reza el despacho noticioso de un telegrafista de Girardot, luego de que ocurriera una tragedia, según lo publicó el Gil Blas: "Enero 6. 1917. Acaba de estallar caldera principal talleres del Ferrocarril. Hay desgracias personales y heridos. Ignóranse detalles. Prodújose incendio casa vecina, fuego conjurado inmediatamente en pueblo. Telegrafista subjefe".

El Sol de Medellín publicó una carta al director sobre la catástrofe de Andes (Antioquia), con "detalles interesantísimos". En el primer párrafo el reporter dice que cumple la promesa de narrarle la tragedia que cobró la vida de seis personas. Habla de los muertos y del entierro, y de lo que decían los campesinos supersticiosos sobre el hecho, dando sus opiniones con todo desenfado. En el penúltimo párrafo escribe: "Olvidaba decirle, Sr. director, que el siniestro pareció obedecer a un movimiento de la tierra". Y en el último párrafo se despacha con "Consuela sí, Sr. Director, que estos sucesos desgraciados no obedecen a descuidos sociales ni a manos homicidas, sino a manifestaciones irónicas de la naturaleza" (El Sol, 1913, 23 de octubre).

Ahora bien, en el periódico satírico Comentarios (1911) vuelve a aparecer la estructura de tipo dramático en la noticia de sucesos, sin duda heredera del arte escénico, teniendo en cuenta que desde finales del siglo xix el teatro era uno de los principales entretenimientos de los colombianos -y particularmente de los bogotanos- de toda clase y condición. Aquellas noticias se leían como un libreto:

incendiarios de babero

Los niños Jesús María Méndez y Domingo Ávila, de cinco y seis años de edad respectivamente armados de una caja de cerillas pegaron fuego a la casa en que habitaba la familia del último, en el barrio Egipto. Afortunadamente, el peligro se notó a tiempo. Se dio el aviso respectivo y la Policía, con gran actividad, acudió al sitio y dominó el fuego.

El reporter: narrador desde la barra

El género de la interview se descubrió tempranamente en Estados Unidos. En el Herald de Nueva York, fundado por el gran diarista James Gordon Bennet, se entrevistó por primera vez a una persona anónima en 1836. Un reportero reprodujo exactamente el diálogo que tuvo con la dueña del burdel donde se había asesinado a una joven prostituta. Los lectores, acostumbrados a las fuentes oficiales, se llevaron la gran sorpresa con el nuevo estilo de informar, que legitimaba la voz de los marginales.

Pero la entrevista llegó bastante tarde a Colombia, y es en El Correo Nacional donde se encuentran sus huellas más claras como herramienta imprescindible del reporter, personaje enviado por el director a hablar con personalidades para preguntarles sobre asuntos de actualidad. Tan claro tenía el periódico su aporte al periodismo informativo colombiano, que en la edición del 16 de octubre de 1890 incluye una definición del reporter y de sus funciones:

El reporter de un periódico, institución esencialmente americana, es un sujeto encargado de ver y oír lo que pasa, y de comunicar al público sus impresiones personales. Tiene él la obligación de ser veraz, diligente, observador, pero no ser un narrador frío y absolutamente desapasionado. Es un hombre, como todos, que tiene sus simpatías y antipatías y su modo propio y peculiar de ver y entender las cosas […]. Tampoco es el reporter un notario que presta fe pública, y por lo mismo, cuando relata, v. gr., una sesión de las cámaras, no está obligado a decir todo lo que oyó ni a dar cuenta de todos los incidentes ocurridos. Referirá lo que le llama más la atención, lo que pica su curiosidad, lo que cree que pueda interesar más al público lector del periódico á que sirve. Sus notas son tomadas á la ligera, y forma sus impresiones como cualquier hijo de vecino. (Guevara, 2002, p. 100)

El reporter viene a ser un ciudadano común y corriente encargado por un periódico de dar cuenta de los sucesos que pudieran interesar a sus conciudadanos, sin contraer obligaciones con nadie, salvo con los lectores y el director del periódico. Este último asignaba fuentes y temas a los reporters, que salían a la calle acreditados con sus carnés. Claro que los reporters -o publicistas, como también eran conocidos en el medio- no eran muy bien vistos en la época. El Doctor Mirabel escribió en El Gráfico:

Por supuesto que yo no sirvo para reporter. Ese oficio requiere audacia, gran sagacidad, golpes de fino ingenio [...]. A la madrugada va á ser guillotinado un prójimo. El reporter de un periódico matinal y el de uno meridiano, pretenden cada cual servir más conmovedora, más fresca y más detallada, si se puede, la noticia. El reporter del diario mañanero hila delgado: consigue á fuerza de astucia y moneda sustituir al verdugo, se viste la ropa de éste; se pinta la cara hasta conseguir un parecido admirable y se presenta sin miedo á ejercer la penosa función. El reporter del periódico meridiano hila más fino: logra introducirse en el calabozo, reportea completamente al sentenciado, le proporciona la fuga y lo sustituye por los mismos procedimientos de pintura y cambio de traje. (1911, 2 de diciembre)

Según este cuadro, un tanto exagerado, el afán de sensacionalismo enajenaba las mentes de aquellos reporteros sedientos de crónicas folletinescas.

Chivas y metidas de pata

Nuestros diaristas primero rindieron culto a la prensa parisina: las noticias y la cultura llegaban de París. Luego, sin abandonar del todo el modelo francés, empezaron a asimilar el estadounidense, con títulos más breves y eficaces, leads y síntesis de la información. El periodista del nuevo siglo tuvo que ocupar menos tiempo en bordar el artículo de fondo para dedicarse a buscar la noticia, "inflar"1 los telegramas y confeccionar títulos atractivos.

Quizá la primera chiva del siglo xx la dio el periódico semioficial El Orden Público -el único bogotano que circuló durante la guerra- y fue sobre el incendio de las Galerías Arrubla, situadas en la plaza de Bolívar, el 20 de mayo de 1900. En tres ediciones el periódico informó sobre la tragedia capitalina en la cual murieron 27 personas y hubo pérdidas materiales por cinco millones de pesos. Señaló como culpable de provocar el incendio al alemán Emilio Streicher, dueño de una sombrerería en el área comercial del edificio. Sin embargo, el 23 de mayo se publicó una rectificación del inculpado, quien se acercó al periódico a aclarar que desde Semana Santa no encendía la estufa; y los editores le creyeron. Cuando la posterior investigación de los hechos demostró que el alemán sí había provocado el fuego para cobrar el seguro, éste ya había huido.

El Nuevo Tiempo -fundado en 1902 y adquirido en 1905 por el conservador Ismael Enrique Arciniegas- continuó con la contratación de reporteros asalariados en su planta de escritores y con el uso extensivo de la interview. En la primera época del periódico era ostensible la falta de olfato periodístico, sobre todo para la información internacional. Es así como la noticia de la casi desaparición de la isla de Martinica por la erupción de un volcán, en mayo de 1902, apareció en una columna perdida, cuando habían perecido 48.000 personas de una población de 200.000, según informaron los cables. En cambio, Arciniegas comprendió rápidamente que el negocio estaba más en la información que en los comentarios, por eso El Nuevo Tiempo empezó a manejar la noticia como chiva.

A comienzos del siglo xx el pionero de la prensa informativa fue Enrique Olaya Herrera, fundador de El Comercio (1903), El Mercurio (1904), Gaceta Republicana (1908) y El Diario Nacional (1915), aunque se trata de periódicos que todavía tenían un fuerte componente de opinión en sus escasas páginas. El Comercio fue el primero en publicar una edición extraordinaria con la noticia del atentado contra Rafael Reyes, ocurrido el 10 de febrero de 1906.

A partir de la segunda década, el bicho dañino de la chiva empezó a picar con más fuerza en el medio periodístico. A dos años del asesinato del general Rafael Uribe Uribe, el Gil Blas anunció en primera plana: "El auto de proceder fue notificado a los responsables esta tarde, en el panóptico. Gil Blas publica esta sensacional pieza primero que todos los demás colegas". Claro que no siempre las primicias estaban confirmadas. En 1920 El Espectador fijó en sus tableros2 la noticia de que tropas venezolanas atravesaron la frontera e invadieron a Colombia, y que soldados del general Eustaquio Gómez pasaron por las armas a ciudadanos indemnes. Bogotá Cómico difundió la falsa chiva que quedó eternizada en su edición impresa. Y el 17 de mayo de 1922 el Gil Blas informó sobre la fuga de Galarza y Carvajal del panóptico. La noticia fue desmentida por el general Juan B. Tovar, y El Diario Nacional envió a un reporter para entrevistar a los célebres reos que seguían pagando condena por el asesinato de Uribe Uribe.

El Diario Nacional dio a luz la figura del llamado corresponsal nacional. El director situó corresponsales permanentes en los principales departamentos del país e hizo viajar a sus redactores a todas las regiones para que escribieran sobre sus necesidades y hablaran sobre la agricultura, el comercio, el desarrollo urbanístico de las ciudades y las vías de comunicación. El ex ministro de Relaciones Exteriores se remangaba los puños para acomodar los lingotes, dictar al linotipista la noticia de última hora, la chiva de la tarde que ponía a temblar a otros diarios. "¿Qué noticia trae usted hoy?, así recibía Olaya Herrera a los reporters cada mañana, entre los que se contaban Guillermo Pérez Sarmiento, ‘el más hábil fabricador de noticias que haya cruzado por las redacciones de los diarios bogotanos’, además del entrevistador Juan C. Martínez, Juancé, iniciador de las interwiews fáciles y amenas; Lucio Sorel y Roberto Liévano", según recuerda Carlos E. Lasprilla, un viejo colaborador (El Diario Nacional, 1935, 14 de septiembre).

Mundo al Día, del hábil empresario Arturo Manrique, Tío Kiosko, acostumbraba informar sobre sus chivas y sobre sus ediciones extraordinarias. Vendió 16.000 ejemplares el 16 de junio de 1928 cuando publicó la primicia de la tragedia del barco cañonero Hércules en la que murieron varios miembros de la Armada, con las primeras fotografías del siniestro cedidas por La Prensa de Barranquilla. El ministro de Guerra acusó al diario de tendencioso por hablar del mal estado del barco, pero Mundo al Día mantuvo sus críticas al gobierno.

El gran "cubrimiento"3 de Mundo al Día fue la hazaña del aviador colombiano Benjamín Méndez, quien por primera vez voló en un hidroavión de Nueva York a Colombia. El promotor del vuelo -que con sus escalas se prolongó de septiembre a diciembre de 1928- fue Carlos Puyo Delgado, representante de Mundo al Día en Nueva York. Lindbergh era el pionero de los vuelos transoceánicos, pero en América Latina apenas existían los vuelos nacionales. La United Press (up) con Guillermo Pérez Sarmiento, su representante en Colombia, cubrió diariamente todos los incidentes del vuelo. Como patrocinador del evento, la atención del diario de Arturo Manrique estuvo absorbida durante esos meses por el teniente Méndez, y apenas mencionó la masacre de las bananeras con un breve comunicado oficial.

Alfonso Fuenmayor recuerda dos chivas históricas en La Prensa, de Gabriel Páez Reina, editor del diario barranquillero. En 1932 llegó a Barranquilla en una frágil canoa un grupo de franceses fugados de la Isla del Diablo, donde purgaban penas por crímenes atroces. Páez Reina, que era políglota, los localizó y tuvo varias entrevistas con el jefe, Pierre Belbenoit, y las publicó en La Prensa. "Años más tarde cayó en mis manos el libro Dry Guillotine (Guillotina seca), que tenía como autor a Belbenoit, quien relataba las peripecias de su fabulosa fuga. Allí, en ese libro, Gabriel Páez Reina es citado repetidamente". Otro día, a mediados de febrero de 1936, Páez Reina escuchó en una distante estación de radio la noticia de que el ex presidente Olaya Herrera acababa de morir en Roma, donde era embajador. "Ordenó la suspensión del tiro y redactó con la mayor cantidad de detalles que pudo allegar la sensacional noticia. La Prensa fue el único periódico de Colombia que dio, ese día, la noticia" (Fuenmayor, s. f., p. 151).

Y a la vuelta de los años registramos el testimonio de Guillermo Gómez Moncayo -ex director de El Siglo y director de El Diario Gráfico, vespertino de los Gómez-, para quien en 1952 salió publicada la mejor noticia del diario desde su fundación, en 1950, donde advertía "al joven que fue mordido el 30 de enero por un perro en tal calle, que el animal estaba rabioso". La víctima alcanzó a leer la noticia y salvó su vida.

Otra gran chiva o "batatazo" de este diario fue el cubrimiento de la Vuelta a Colombia en Bicicleta en 1953, "en la cual el personal del periódico trabajó con propulsión a chorro, logrando así que el vespertino saliera a la calle con la choz del momento, un cuarto de hora después de la llegada de los primeros corredores. Todos trabajaron como hormigas, sudaron y se esforzaron por dar la chiva" (Semana, 1953, 1.º de septiembre). En la redacción tenían listas diversas crónicas sobre la llegada de los routiers y daban como vencedor a Ramón Hoyos. Sólo esperaban la llegada de Hoyos para chuzar el ombligo de la rotativa, ponerla a funcionar y dar a los lectores la noticia caliente, pero el escarabajo de la montaña sufrió un calambre. Después de media hora de sufrimiento se produjo el milagro y Diario Gráfico salió con la portada del vencedor.

Semana le dedicó portada al redactor político y económico de El Espectador, Darío Bautista Olaya, considerado "el zorro" de la entrevista y de la chiva. Una de sus primeras chivas fue cuando dio a conocer al país la nueva consigna de Laureano Gómez a sus colegionarios: "Acción intrépida" contra el gobierno liberal. El reportero de El Espectador logró infiltrarse en la convención azul y los dejó rojos de la ira. Para conseguir la primicia hizo equilibrios en la chimenea y en la mansarda de la casa contigua a la del directorio conservador, donde anotó fielmente todos los detalles. Este joven opita se convertiría pronto en uno de los más inteligentes y hábiles reporteros de la prensa colombiana. El sucesor de Alberto Galindo en El Espectador resumía así el secreto de su oficio: "El reportero debe tener dominio, en lo posible, de la psicología. La noticia viene más a golpes de astucia que de inteligencia. El periodista tiene que darle al entrevistado siempre la sensación de confianza. De otra manera, se le corre". Gracias a él el periódico cobró fama de ser el más "chiviador" (1955, 14 de marzo).

Debut temprano de la entrevista como género

Aparte de la interview como herramienta reporteril del periodista, está la entrevista como género periodístico, que tuvo sus cultores desde finales del siglo xix. En su Antología de grandes entrevistas colombianas, Daniel Samper Pizano ubica la primera entrevista en la revista El Gráfico del 15 de julio de 1911, como una "conversación", entre el reportero y un párroco boyacense acusado de falsificación de billetes (2002, pp. 157-160). Pero en esta exploración encontramos que el género adquirió carta de ciudadanía más tempranamente en la prensa colombiana, a finales del siglo xix, y bajo la denominación exacta de entrevista. Entonces los periodistas estaban fuertemente influidos por la prensa extranjera, y en publicaciones como la Revue des Deux Mondes, aparecían con frecuencia entrevistas realizadas por los reporters.

"Lo que dice Mr. Wyse sobre el Canal", se titula la entrevista que apareció el 1.º de septiembre de 1890 en El Correo Nacional, protocolariamente introducida: "Con la tarjeta que me acredita como reporter de El Correo Nacional, me presenté en la casa del señor Luciano B. Wyse, y le manifesté mi deseo de obtener noticias sobre puntos concernientes a la grande obra del Canal de Panamá. El señor Wyse se mostró deferente á mi deseo, y con la mejor voluntad contestó á las preguntas que le hice. Reporter: ¿Pudiera Ud. decirme cuál es la situación financiera de la Compañía del canal?" (1890, 16 de septiembre). Y sigue un cuestionario muy preciso, sin impresiones adicionales del reportero.

Al día siguiente el periódico ofrece una entrevista con Mr. Cherry sobre el avance de las obras del Ferrocarril del Cauca. Otro reportero de El Correo Nacional confiesa en el primer párrafo que hace su debut en estas lides, y aclara que buscó al personaje en el Hotel Sucre: "No obstante que el Sr. Cherry es americano y, por consiguiente, persona habituada á su paisana institución de los reporters de la prensa, el representante de nuestro naciente diario no dejó de sentir cierto embarazo al tener que llamar á la puerta del cuarto número 3". Para no ocultarle nada al lector, cuenta que por primera vez llevaba en su cartera la tarjeta credencial de comisionado de la prensa que lo autorizaba para estas invasiones de la intimidad.

En La Crónica (1897) se publican entrevistas con el mismo formato pregunta-respuesta, una presentación breve del personaje que justifica el interés, y como novedad, impresiones sueltas del reporter. A partir del 15 de agosto de 1897 aparece la sección "Entrevista política", inaugurada con el jefe del liberalismo, Aquileo Parra, quien afirma a su entrevistador que con la creciente represión que se vive en el país lo mejor es abstenerse de participar en política. "La prensa misma, llamada en todas partes a ilustrar la opinión, no expresa todo el pensamiento de los periodistas porque se teme incurrir en castigos desconocidos", sostiene Parra con valentía en este diálogo.

La sección conservó su espíritu pluralista y por ella pasaron los más conspicuos personajes de los dos partidos, como Carlos Martínez Silva. En la presentación se lee: "Le encontramos á las seis de la tarde recostado en su silla de estudio, con el gorro turco que usa siempre entre casa calado hasta las orejas, leyendo el último número de la Revue des deux Mondes". Un cuestionario brillante permite confrontar el ideario de un conservador que se considera "liberal moderado" y que habla de la libertad de sufragio (1897, 22 de agosto).

A los pocos días, la sección se abrió a intelectuales y artistas, como el pintor Ricardo Acevedo Bernal, cuya entrevista se publicó en forma de relato, a diferencia de las anteriores (1897, 20 de agosto); también pasaron por esta sección el impresor y periodista Medardo Rivas, liberal militante, y Diego Mendoza, periodista liberal de muchos quilates, entre muchas otras figuras. La técnica de las entrevistas es precisa y la fórmula de presentación incluye apuntes sobre la trayectoria del personaje. Pero algunas rompen el esquema frío de cuestionario y arrancan con un largo retrato del entrevistado: temperamento, aspecto físico, porte, filosofía, trayectoria. Como dato curioso, en una de las entrevistas con el escritor Teodoro Valenzuela, el reporter lamenta no haber estado provisto de "un fonógrafo" para no dejar perder detalle de la apasionante conversación.

Lo destacable es que los últimos cinco interrogantes son invariables en cuanto responden a un claro propósito editorial: "¿Qué opina usted de los derechos políticos del clero? ¿Es usted partidario de la instrucción primaria obligatoria? ¿Cree usted que sería ventajoso en este país la implantación del sistema parlamentario? ¿Considera bien resuelta la llamada cuestión religiosa con la Constitución de 1886? ¿Cree usted que la raza chibcha está en capacidad de aportar al desarrollo político del país?". Tal es el éxito de estas entrevistas de La Crónica que se compilaron en un libro publicado en 1897 en la editorial de Medardo Rivas, el primero en este género del que se tenga noticia en Colombia.

El Autonomista, la competencia más enconada de La Crónica, también publicaba entrevistas, toda vez que su director, el general Rafael Uribe Uribe, estaba al tanto de los nuevos desarrollos periodísticos en el mundo. Él mismo cultivaba el género con la fluidez de una sabrosa conversación, como lo demuestra la entrevista que le hizo al presidente Sanclemente (1899, 24 de enero).

Ya entrado el siglo xx, aparecen con regularidad en El Nuevo Tiempo entrevistas con personalidades de la política, en formato pregunta-respuesta, pero se presentan como "reportajes". Desde su primer número del 12 de septiembre de 1915, el suplemento literario La Semana, de El Espectador, comenzó a publicar la sección "Visitas de la semana", a cargo del reportero Fernando Isaza, que entrevistó a personalidades como Alfonso Castro y Fernando González.

Pero es en las revistas gráficas donde el género adquiere mayor presencia. El Gráfico inicia en marzo de 1915 la sección de entrevistas, y la primera es del reporter Gonzalo París con el periodista y crítico literario antioqueño Antonio José Restrepo, Ñito. Otros entrevistadores son Armando Solano y Roberto Liévano. Este último hace una amena interview al gran cronista bogotano José María Cordovez Moure. En La Gaceta Gráfica, el 3 de agosto de 1915, se publica una entrevista exclusiva -digna de figurar en una antología- con Galarza y Carvajal: "El cronista de La Gaceta es el primer periodista que habla con ellos desde su incomunicación. Se hallan satisfechos y gordos", reza el sumario. En el primer párrafo se lee: "El sábado asistimos a la visita de cárcel debido a la galantería del Juez 2.º Superior, Julio C. Garzón. Así pudimos introducirnos en el panóptico donde están recluidos los procesados, Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, autores del asesinato de Rafael Uribe Uribe, el día 15 de octubre del año pasado". La entrevista alterna opiniones y descripciones detalladas del periodista sobre el aspecto físico, la indumentaria y el comportamiento de los presidiarios con sus respuestas cortantes y rápidas.

-¿Es verdad que a ustedes los bañan?

-No, señor, nos bañamos cuando queremos.

-Entonces ¿no sufren malos tratos en el panóptico?

-No, absolutamente, se nos trata muy bien, porque no damos lugar a quejas.

-¿Han estado enfermos alguna vez desde su ingreso a la penitenciaría?

-No, gozamos de excelente salud. Tenemos buen apetito y buena digestión.

-Están ustedes gordos.

(Los presos sonrieron y callaron).

La extensa entrevista termina con una fotografía de los cautivos tomada por Mirós, que se publicó en la primera página. Como se ve, el periodista no utiliza el género para poner contra las cuerdas a los victimarios; por poco los victimiza con tanta zalema.

En la Gaceta Gráfica (1915, 9 de septiembre) aparece una entrevista con la infanticida María Fuertes, una joven campesina que mató a su bebé porque no tenía cómo alimentarlo. El reporter la somete a un interrogatorio preciso y no exento de juicios morales. Después de que ella cuenta cómo le apretó el "pescuecito al criaturo", le pregunta:

-¿En ese momento no sintió usted algo en el corazón, como un dolor o una pena?

-No, señor; yo estaba muy enferma.

-Después, ¿qué hizo usted?

-Cogí mi sombrero, me cobijé un chanchito de pañolón, agarré al muertecito y salí con dirección a la quebrada de Cachimbulo. Allí me dio como un desvanecimiento y me senté un poquito. Después escarbé la tierra y enterré al difunto.

-¿Y no rezó cuando hubo tapado la sepultura?

-No, señor; yo estaba muy enferma.

Y continúa con preguntas propias de confesor:

-¿No le pesa haber matado a su hijo?

-Es que no tenía para mantenerlo, y como el padre me abandonó sin dejarme ni un centavo, no pude hacer otra cosa.

"A nuestra última pregunta no sacamos una contestación precisa, tal vez por ser demasiado violenta. Cuando nuestro fotógrafo Mirós fue a operar, María se cobijó bien, se arregló el peinado, se quitó el sombrero y adoptó pose", concluye el reporter queriendo mostrar que la vanidad femenina no conoce de valores morales.

En 1918 Gaceta Republicana inaugura la sección "Entrevistas importantes", que siempre van firmadas por Mario García Peña y se hacen en "la casa de habitación" del personaje. Y es en El Sol, el periódico de tintes socialistas de Luis Tejada y José Mar, donde se realiza un experimento nuevo de entrevista en la sección democráticamente nombrada "La entrevista de todos". La primera es del 5 de diciembre de 1922, con el auriga Ramón Carvajal. En el primer párrafo el editor justifica la selección de personajes anónimos, cuando los entrevistados siempre habían sido personajes de la vida pública; una ruptura en la rutina profesional tendiente a darles cabida a todas las voces de la sociedad:

No entendemos nosotros la razón que haya para que el radio de sujetos reporteables deba circunscribirse a los políticos, los toreros y los financistas. Dentro de su esfera natural de movimiento cada cual es un personaje: lo mismo la modista que el usurero, el eclesiástico humilde que el universitario, el presidente que el auriga trasnochador. Un periódico bien puede recoger en sus columnas la palpitación genuina, fresca, de todas las capas sociales. La sección en que lo haga tendrá un interés vivo, sencillo, fecundo. Será la parte más justiciera, más generosa de todo su contenido. El Sol la abre placenteramente.

Con este sentimiento nos dirigimos ayer a la plaza de Bolívar, lugar de reunión de los aurigas. Buscamos entre ellos el tipo más característico, el que podría darnos una impresión más total y más honda de la vida que llevan. Ramón Carvajal nos dijo llamarse un hombre de unos cuarenta y cinco años, auriga de un coche viejo, número ciento y pico.

A partir de la segunda década comenzaron a aparecer publicadas, a manera de entrevista, las audiencias y las indagatorias de tribunales seguidas con interés por el público. En unas ocasiones los interrogatorios se vertían en forma de relato y en otras se reproducían textualmente. Según Samper Pizano, "las indagatorias y careos judiciales fueron una de las bisagras que abrieron la puerta a las entrevistas de prensa en el siglo xix" (2002, p. 63). Entre las audiencias más esperadas, que captaron la atención de los capitalinos, están las realizadas en 1918 por el caso de "El hombre fiera", un ex trabajador del canal de Panamá, autor de 35 homicidios, publicadas en su totalidad por la Gaceta Republicana.

A partir de los años veinte se consolidan las secciones de entrevista en algunos suplementos literarios, como Lecturas Dominicales de El Tiempo, donde Alberto Lleras Camargo creó la exitosa sección de entrevistas "Una hora con", en 1923. En esta misma sección, entre 1926 y 1927, aparecen las entrevistas de Eduardo Castillo, El Caballero Duende. Uno de sus personajes más difíciles de convencer fue Luis Cano, quien expresó en este diálogo sus reservas frente al género de la entrevista, "por lo que hay en ella de demasiado íntimo y personal" (Samper Pizano, 2001, p. 41). Y Castillo tiene que ponerse a convencerlo de que "en este género frívolo y ligero, lo que precisamente les agrada a las gentes es eso: lo personal".

-Al público, que en el fondo es niño -le replicó-, no le importa lo que el reporteado piensa. Y si yo le interrogase a usted sobre sus ideas filosóficas o sobre lo que piensa de la situación política europea, se me acusaría de haber escrito una página aburrida y narcotizante. En cambio, a los lectores de periódicos les apasiona saber cómo viven sus hombres dilectos, qué versiones les agradan más, qué fruta o qué perfume prefieren y cuál es el tipo de mujer que más seducción ejerce sobre ellos.

Con este argumento, que no convenció a don Luis, dejó clara la intencionalidad del género periodístico de moda.

En cuanto a la estructura formal, aunque algunos entrevistadores se toman más libertades al ambientar el lugar y el personaje, se sigue empleando la preguntarespuesta con la consabida fórmula de entrada, como se aprecia en esta entrevista de Rafael Vásquez de El Gráfico (1926, 11 de septiembre):

-Sí señor. Si está -se me responde.

-¿Puedo hablar con él?

-Cómo no, me contesta una voz afable. Usted es… Se me hace pasar al cuarto de trabajo de José. Un elegante escritorio. Retratos y reproducciones de artistas célebres. Libros. Autores: Garofalo, Ferri, Santo Tomás, Carrara, Pareto, Platón, Quevedo, France. Sobre todo, comentadores de derecho.

En el umbral aparece Camacho Carreño. Apretón de manos. Le informo de mis propósitos…

En estos años la revista El Gráfico empezó a enviar a sus reporteros fuera de Bogotá para realizar entrevistas con personalidades, como Carlos E. Restrepo y Tomás Carrasquilla. Y Cromos no se quedó atrás, con entrevistadores de la casa, como Miguel Santiago Valencia, Luis Enrique Osorio y Lucio Sorel, todos con la frescura del trazo a vuelapluma y con impresiones vivas, a falta de magnetófono.

Con motivo de la apoteósica gira de Carlos Gardel por Colombia, en 1935, y a su paso por Bogotá -antes de emprender el viaje fatal a Medellín-, varios reporters fueron a entrevistar al cantante argentino al Hotel Granada. Por El Diario Nacional acudió Cristine, quien comienza así su texto: "Cordial y gentilmente fui recibida en el Hotel Granada por el señor Gardel, un perfecto gentleman", y continúa con el cuestionario muy enfocado a los afectos del cantor. En cambio, El Caballero Duende, de Cromos, se presentó a la entrevista en actitud displicente, molesto por tanta alharaca que había despertado la visita de Gardel -cuando a Bogotá habían llegado cantantes excelsos de fama mundial, como Tita Rufo y Lázaro-, y tituló la nota: "Diez minutos con Carlos Gardel". Lo acompañaron a la entrevista una "estenógrafa" (taquígrafa que le evitaba la molestia de tomar notas) y un fotógrafo, que luchaba con su aparato de magnesio reacio a funcionar (1935, 17 de junio). Los tres quedaron en la foto. Hacia los años cuarenta se hicieron famosas en El Espectador las entrevistas de Darío Bautista, que manejaba con soltura el género y salpicaba su crónica parlamentaria con punzantes diálogos. Otro famoso entrevistador fue Luis Eduardo Nieto Caballero, quien firmaba como El Cronista Espejo; pero el 3 de agosto de 1946 publica "La muerte del Cronista Espejo" (1946), y decide comenzar a firmar con otro de sus numerosos seudónimos: Ángel Díaz, el interlocutor de sus autoentrevistas. Y en los cincuenta sobresale Luis Enrique Osorio con las entrevistas de Lecturas Dominicales.

También en esta época aparecieron publicadas en el semanario Sábado y La Calle las entrevistas imaginarias de Lucas Caballero Calderón, Klim, que hacían las delicias de los lectores. En Sábado, sostiene diálogos con los pétreos bustos de prohombres, como Rafael Núñez o Marco Fidel Suárez hasta bajarlos de su pedestal. En La Calle entrevista a personajes que están vivitos y coleando, como el "gran repatriado" Laureano Gómez. Hasta monseñor Miguel Ángel Builes pasó por la irreverencia del entrevistador de La Calle. En esta zumbona entrevista deja caer críticas que le habrán costado la maldición eterna de monseñor:

Su Exma. no es tan sólo devoto de los Osos (de Santa Rosa). Parece que, igual que el Poverello de Asís, conversa a menudo con toda suerte de animales. Los llama hermanos e inconfirmadamente se dice que algunas veces se le ha oído platicar con algunos de ellos. Con el Hermano León, pero no con León María Lozano. Con la Hermana Culebra, porque la diócesis dizque está muy endeudada, y con los Hermanos Pájaros. Además, con el Hermano Rojas Pinilla, perdón, por el lapsus, con el Hermano Lobo [...]. El Hermano Lauro, su aliado de otros tiempos y la mejor fruta del conservatismo, se ablandó con los años y permitió que se le introdujera pérfidamente, como un pálido gusano a una guayaba, Alberto Lleras. (1957, 13 de diciembre)

A finales de los años cincuenta, el periodista Miguel Zapata Restrepo hizo la que podría considerarse la primera entrevista a un jefe guerrillero, El Capitán Franco, que tenía su base de operaciones en Urrao, Antioquia. Miguel Zapata Restrepo, de El Colombiano, fue contactado por un emisario del guerrillero que sólo confiaba en él para dar una entrevista antes de que lo mataran. Cuando informó a las autoridades civiles y militares del departamento sobre su encuentro con El Capitán Franco y pidió la suspensión de escaramuzas militares en la zona, alguien le dijo que lo que pensaba hacer era ilícito, porque no se podía erigir a la categoría de personaje a un bandido. Lo cierto es que Zapata Restrepo se movilizó en bus hasta el lugar acordado y tuvo un diálogo extenso con el suboficial retirado del Ejército sobre su militancia, sus enemigos, sus amigos y los jefes liberales que lo habían traicionado (Zapata Restrepo, 1973, pp. 473-487).

Los primeros corresponsales en las trincheras

El Telegrama, que como vimos inauguró en 1886 el servicio de noticias por cable con información llegada de Europa y de América, alcanzó un tiempo récord de cuatro días de retraso con respecto a los hechos. La iniciativa surgió de Nicolás Krohne, un funcionario de la Legación Británica que ofreció al director Jerónimo Argáez la comunicación diaria, por cable, entre Europa y Bogotá. El cuerpo consular de Bogotá respaldó la propuesta y se asociaron las distintas legaciones para asumir los gastos de la empresa.

Hasta entonces los reporteros tenían que esperar las revistas y periódicos del extranjero, que podían tardar un mes. Con este avance nuestro país salió por fin de la insularidad. A diferencia de los otros 15 diarios que circulaban en Bogotá y de los regionales, la sección de calogramas de El Telegrama abría la edición y ocupaba la mayor parte del espacio; pero a partir del octavo número la publicidad se tomó la primera página y desplazó la información.

Fue justamente en El Telegrama donde un conocedor de la prensa inglesa rindió tributo al primer corresponsal de guerra en el mundo. En tres entregas consecutivas, a partir del 26 de diciembre de 1886, publicó un artículo sobre el periodismo en Inglaterra, el más avanzado en el mundo por la importancia que daba a los hechos del exterior. Y destacó la figura de Archibald Forbes, reporter excepcional y escritor militar, corresponsal del Daily News, quien desde 1870 cubrió más de diez campañas. Forbes tenía esta capacidad de narrar y de encontrarse infaliblemente donde era necesario: "Permanece 48 horas a caballo sin reposar un instante, todo lo ve, y ha atravesado, sin un araño, las escenas de carnicería más temibles para escribir después sobre la cabeza de su silla un artículo de tres columnas que es una obra maestra y partir a rienda suelta matando diez caballos, si es necesario, para asegurar la transmisión de su telegrama", cuenta el articulista. Cuando Forbes marchó a la guerra franco-alemana tuvo la audaz idea de transmitir sus cartas militares por cable submarino, en lugar de conformarse con enviar el extracto en lacónicos telegramas. Y el director del Daily News, F. R. Robinson, acogió la iniciativa. El público del Daily se acostumbró a estas cartas diarias, que fueron un éxito y derrotaron a la competencia. En adelante todo lo que tuviera más de 24 horas era una antigualla para el lector.

Volviendo a Colombia, en la guerra de los Mil Días El Orden Público cubrió el conflicto desde sus inicios, en noviembre de 1899. Enviaba a sus reporters a la zona de combate para entrevistar a los altos mandos del Ejército, aunque la mayoría de los cables sobre la guerra provenía de los mismos generales que tenían el deber de escribir relaciones de hechos sobre sus contiendas. De ahí que se pueda reconstruir una historia magnífica de la guerra con los cables de esta gaceta oficial, aunque desde las versiones convenientes y sesgadas de triunfalismo. En El Orden Público aparecen, además, los telegramas que se cruzaban los generales con los ministros de Guerra y de Gobierno, y con el presidente Sanclemente, quien respondía desde su sede en Anapoima.

El Colombiano (1900), del general Daniel Angulo, también informó sobre los avances de la guerra con los cables de los generales conservadores. Carlos Matamoros, Ramón González Valencia y Pedro Nel Ospina fueron algunos de los asiduos corresponsales. El 22 de febrero de 1901 se publicó el parte del general Matamoros:

Sr. Ministro de Guerra. Complázcome en comunicar á S.S. que anteayer, después de dos horas de combates intensos, nuestras fuerzas ocuparon a Marta, puerto sobre el Sogamoso. Se le causaron al enemigo 30 bajas, 29 por muerte, y se le tomaron varios prisioneros, armas y monturas. De nuestra parte hubo 5 bajas (febrero 5 de 1901).

Además de los generales, se dio el caso singular del doctor Carlos Putnam4, quien publicó una "Conmovedora relación de la batalla de Palonegro", que Enrique Gaviria, director de El Cascabel, ofreció en siete entregas a partir del 31 de julio de 1900. El doctor Putnam era jefe de ambulancias del Ejército del Norte, del gobierno, y narra sin tintes patrióticos los horrores de la guerra en Bucaramanga. Habla en esta serie de los héroes de la batalla (médicos, enfermeras, capellanes, hermanas de la caridad) que ofrecen su ayuda a los heridos; del tipo de heridas producidas por balas de rifles Remington y Grass que terminan en amputaciones; de las imágenes más dolorosas en los campos de batalla. Del 11 de mayo al 31 de julio pasaron por la enfermería 1.200 soldados heridos, de los cuales murieron 36. Y como además de galeno se ocupaba de administrar los escasos recursos, Putnam registra el recibo de 43.000 pesos enviados por el ministro de Guerra para los gastos urgentes en los hospitales.

Desde la trinchera liberal, uno de los pocos generales que narraron sus combates fue Lucas Caballero, jefe del Estado Mayor de Benjamín Herrera. En 1902 Caballero redactó el acta de paz que se firmó en el vapor Wisconsin. En el diario liberal El Comercio también se publicaron relaciones de la campaña en el Tolima, apuntes y documentos de los generales liberales que luego fueron compilados en un libro (La guerra en el Tolima, 1904). Con este material, el periódico de Olaya Herrera buscaba mostrar la desigualdad de condiciones en que lucharon los ejércitos del gobierno y de la revolución. Los militares del gobierno estaban bien provistos de armas, equipos, víveres, dinero, uniformes, y llevaban a las trincheras a la infeliz soldadesca; mientras, los militares revolucionarios iban desprovistos de todo e ingresaban a las guerrillas liberales por sus ideales, no por reclutamiento forzado.

Valga aclarar que la guerra de los Mil Días no fue cubierta -informativa y objetivamente hablando- por la prensa nacional, excepción hecha de los generales-reporters. No se puede desconocer que la mayoría de los escritores públicos estaban disparando desde trincheras reales y que las empresas periodísticas amenazaban ruina. Pero la principal razón de las pocas noticias era la fuerte censura impuesta por el gobierno de Marroquín. Sólo se encuentra el relato de un reporter estadounidense, corresponsal de The New York Herald, quien vio trasladar al anciano presidente Manuel Antonio Sanclemente en una jaula por caminos intransitables, desde su casa de Villeta, Cundinamarca, hasta su hacienda en el Cauca. La crónica fue publicada en ese diario el 30 de septiembre de 1902. A propósito, se pregunta el escritor de Cromos que recuperó la historia: "¿Cuántos documentos humanos como éste sobre la contienda fratricida pudieron escribirse en Colombia? ¿Preferían los periodistas de entonces los artículos candentes de política a narrar lo que tenían ante los ojos?" (1937, 11 de diciembre).

El cubrimiento de las discusiones sobre el canal de Panamá en el Congreso de Estados Unidos fue el trabajo más destacado del grupo de corresponsales internacionales de El Nuevo Tiempo. Para entonces se habían abaratado los costos de transmisión en una tercera parte, debido a que en 1902 comenzó a funcionar la red telegráfica Lima-Quito-Bogotá. A finales de 1903 este periódico contrató los servicios de cable para cubrir la guerra ruso-japonesa. En 1905, Ismael E. Arciniegas se abonó al primer servicio de noticias internacional de cable con el diario The New York Herald. Pero con todo y los corresponsales en Europa y en América, las noticias del exterior llegaban diez días tarde, y las nacionales, cuatro o cinco días después de ocurrido el hecho.

Y aunque se suponía que el telegrafista Mafla -un modesto funcionario que durante años manejó los hilos del cable submarino para transmitir las noticias desde Buenaventura a la prensa del interior- era el colombiano mejor informado, lo "chiviaron" con la noticia de la separación de Panamá. En la sección de correo de las brujas de El Orden Público, apareció un telegrama que envió el telegrafista de Cali a su homólogo en Buenaventura pidiéndole información sobre los alarmantes hechos ocurridos en el istmo de Panamá. Y Mafla respondió categóricamente: "Nada más infundado que aquellas noticias que circulan en esa ciudad sobre graves sucesos ocurridos en Panamá. Por mi parte, sólo sé que reina la tranquilidad en aquel departamento, y que nada hay capaz de perturbarla". Este cruce de telegramas se publicó el 21 de noviembre de 1903. ¡Sólo el 26 de noviembre se vino a divulgar la noticia de la separación de Panamá, que se produjo el 3 de noviembre!

Con motivo de la Exposición del Centenario, que se realizó en 1910 en el Parque de la Independencia de Bogotá, se abrió un pabellón para la prensa como en cualquier evento de talla internacional. Y en 1911 el Ministerio de Relaciones Exteriores asumió el control del servicio del cable, que puso a competir a nueve periódicos capitalinos por las noticias. Mientras se extendía y democratizaba esta tecnología, el telegrafista Mafla dio a conocer la actualidad de Europa y América y divulgó la noticia del hundimiento del Titanic, en 1912.

A partir de 1914, periódicos como El Liberal, El Tiempo, El Nuevo Tiempo y Gaceta Republicana adoptaron un nuevo estilo de hacer periodismo bajo las presiones informativas de la Primera Guerra Mundial. Hacia 1912, La Unidad, de Laureano Gómez, publicó el servicio alemán-oficial de noticias de la guerra que vendía con el siguiente reclamo publicitario: "Suscríbase Ud. si quiere tener una información exacta y nunca desmentida de los sucesos europeos".

Cuando estalló la Gran Guerra, los diarios bogotanos dependían en el extranjero de los corresponsales de Quito y de Guayaquil, y publicaban los sucesos de la guerra con dos o tres días de diferencia. Por ello, El Diario Nacional contrató los servicios cablegráficos con Panamá, lo que le permitió publicar antes que ningún otro periódico las primeras noticias de la hecatombe. Según cuenta Guillermo Pérez Sarmiento, entonces reporter del diario, "las noticias llegaban de Panamá en pequeños sobres azules que yo abría con el corazón en la boca". Como gesto de imparcialidad se publicaban simultáneamente noticias de francófilos y germanófilos, lo que indignaba al maestro Arciniegas, cuyas campañas aliadófilas eran de fama. "Arciniegas manejaba la guerra a su antojo, y al arreglar los telegramas causaba más bajas en los ejércitos austroalemanes que los cañones de los aliados" (El Diario Nacional, 1935, 14 de septiembre, p. 7).

Gaceta Republicana, que compró Arturo Manrique a Olaya Herrera, también dio un cubrimiento excepcional a la Primera Guerra, y en el último año del conflicto abría todos los días primera plana con una o varias fotografías y el recuento de los sucesos.

El conflicto bélico del que sí emergió la figura del corresponsal de guerra nacional fue el fronterizo de Colombia con el Perú, entre 1932 y 1933. Por primera vez los periódicos conservadores y liberales compartieron el mismo entusiasmo patriótico y enviaron corresponsales a la olvidada zona. El presidente Olaya Herrera le confió a Felipe Lleras Camargo -entonces secretario de Gobierno de Bogotá- su representación en el frente de batalla. Desde diciembre de 1932 y durante siete meses, Lleras Camargo mantuvo esta corresponsalía en El Tiempo y cubrió los combates de El Algodón y Tarapacá. Tal como se ve en las fotos, el reportero se calzó las botas, se metió en el traje de fatiga y se terció el rifle para escribir la crónica alineado con las fuerzas del gobierno, sin abandonar tampoco su posición de periodista de izquierda que se refiere a los combatientes como sus "camaradas" y está contagiado del virus nacionalista, como casi todos los colombianos en ese momento. Apoyado en cajones que contenían material de guerra escribió sus primeras líneas, "para tranquilidad de los patriotas exaltados que desconfían de que el gobierno no haya organizado las cosas bien". Con ese tono optimista siguió reportando los avances de la expedición colombiana hacia la frontera con el Perú.

El Tiempo también contrató los servicios del reportero-sargento Antolín Díaz y publicó comentarios y noticias de la guerra de los corresponsales Simón Prieto Solano y el veterano Carlos Puyo Delgado.

Las primeras agencias de noticias; los primeros manuales de redacción

Guillermo Pérez Sarmiento fue uno de los primeros corresponsales colombianos en Estados Unidos para Mundo al Día y El Gráfico, y allí se actualizó en los avances del periodismo moderno. En 1924 inició su representación para Colombia de la agencia up, donde trabajó 25 años. De esta manera, los periódicos colombianos lograron tener un servicio noticioso de todo el mundo (con una cuota de 500 palabras los vespertinos y 1.200 los matinales). Otro corresponsal en Nueva York de El Tiempo, Mundo al Día y La Prensa de Barranquilla fue Carlos Puyo Delgado, que luego hizo escuela del estilo informativo en nuestras redacciones.

En 1927, Pérez Sarmiento fundó la primera agencia noticiosa del país, Servicio Informativo Nacional (sin), con una simple financiación: el canje de noticias por avisos. Se afiliaron en exclusiva los diarios Colombia y El Colombiano, lo que indignó a la prensa liberal. El Diario, de Medellín, denunció: "Ese servicio es muy sospechoso para los lectores y se presta a que cada socio diga todas las mentiras que le da la real gana, mentiras que sumadas a las del servicio, constituyen un récord [...]. Gracias a Dios que pagamos corresponsal propio". Natural reacción de desconfianza en un medio tan politizado donde todavía costaba entender el periodismo como una industria.

Gracias a la abundante información que suministraban las agencias de noticias internacionales, los lectores se familiarizaron con el escenario geopolítico antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Claro que los periodistas dormían sintonizando la bbc, de Londres, y las estaciones de radio de Estados Unidos, para no perderse de nada. Fue así como Álvaro Pachón de la Torre, jefe de redacción de El Liberal, escuchó la noticia de la invasión a Polonia, la tradujo de inmediato y a las cinco de la mañana salió el periódico con la primicia nacional y una nota editorial de Hernando Téllez titulada "La voz de la barbarie". Con estos cronistas-radioescuchas insomnes, que pasaban de la redacción del periódico a la cabina de radio para duplicar sus notas, la información internacional de El Liberal fue sobresaliente durante la guerra. Tampoco se quedaba atrás su principal contendor, La Razón, de Juan Lozano y Lozano.

Sin duda, la Segunda Guerra Mundial incrementó el interés por la información internacional y en especial por las noticias del frente. Valga mencionar las crónicas del escritor John Steinbeck, publicadas en exclusiva por el semanario Sábado en 1943, y las de la corresponsal de la Agence France-Presse (afp), Anna Kipper, exiliada polaca que fundó en Bogotá la oficina de dicha agencia en 1943 y pronto se convirtió en maestra de la información internacional. Junto con ella trabajaron Carlos Villar-Borda y José Umaña Bernal. En los años cuarenta, la transmisión de noticias de la afp se hacía desde París por el sistema morse y las noticias se recibían por los marconis en Telecom. Cuenta Carlos Villar-Borda:

En esa época las noticias llegaban por radiotelegrafía, en clave morse y en inglés, y eran recibidas por unos operadores que terminaban su vida medio sordos [...]. El texto venía ultracomprimido, como se solían redactar los telegramas, de manera que no se trataba solamente de traducirlos, sino de ‘inflarlos’, dándoles contexto y muchas veces una coherencia que no aparecía a primera vista. En El Tiempo se recibía el servicio de la agencia Havas y posteriormente el de la up, y los primeros traductores e ‘infladores’ de cables fueron Alberto Lleras, los hermanos Francisco y José Umaña Bernal y Gilberto Owen, nombres que indican la importancia que se atribuía a esa tarea. (2004, pp. 92-93)

También a comienzos de los años cuarenta el Diario Popular, periódico de la izquierda revolucionaria, contrató los servicios exclusivos de Supress y de Intercontinent News, así como información gráfica de Sovfoto. De esta manera sus lectores pudieron tener acceso a lo ocurrido en la guerra y a las revoluciones y luchas obreras que no registraba la prensa nutrida por las agencias tradicionales.

Y si de guerras se trata, qué escenario más convulsionado que el de nuestro país en el llamado periodo de la Violencia. Del quincenario Crítica extractamos el testimonio de un corresponsal extranjero, Leslie Carter, sagaz periodista a quien sus jefes de Nueva York le reprochaban no haber hablado más que de muertos durante los dos años de su estadía en Colombia: "Nos tiene bajo una ducha de sangre", decían ellos, y el corresponsal argumentaba, "los colombianos no tienen más oficio que el de dispararse a la barriga o el de encender fuegos" (1949, 21 de mayo). Carter cuenta que sus jefes creían que lo habían mandado a un país tranquilo, dedicado a cosechar café, a recitar versos y a hablar mal de los gringos de la Standard Oil. Por ello le piden que diga claramente si es que "en esa tierra del diablo andan los rojos o es que hay guerra civil".

En 1949, cuando el presidente Ospina Pérez protestó por la mala imagen del país que estaban dando los corresponsales extranjeros, funcionaban varias agencias en Bogotá, entre ellas la up, Reuters, afp, Time, ap y el Internacional News Service. La up adquirió el primer teletipo en 1949, que para Carlos J. Villar-Borda era como una máquina de escribir que escribía sola. El Espectador fue el primer diario en instalar el teletipo en 1952, y en la provincia fue El Correo de Medellín, en 1953, que también inauguró el servicio de radiofoto. Los teletipos multiplicaron el poder de transmisión de la información instantánea durante las 24 horas del día, y a partir de los años cincuenta las redacciones se convirtieron en sitios bastante ruidosos debido a las campanillas de los teletipos que vomitaban constantemente los despachos de las agencias noticiosas.

Pero sin duda el medio que contaba con el mayor servicio informativo de Colombia y el mundo era El Diario Oficial, fundado por Rojas Pinilla en 1956, con una difusión de 100.000 ejemplares que lo situaba por fuera de la competencia. En 1956 José María Romero fundó Colombia Press, con ocho redactores y 22 medios de comunicación abonados. Y tres años después surgió Prensa Latina como resultado de una alianza entre periodistas y financistas latinoamericanos deseosos de transmitir información objetiva sobre la realidad de los países latinoamericanos. Abrió oficina ese mismo año en Colombia y Plinio Apuleyo Mendoza y Gabriel García Márquez vinieron del exilio venezolano a asumir el mando de la agencia.

En 1946 el ex presidente Alberto Lleras Camargo fundó la revista Semana -inspirada en el modelo informativo de las revistas estadounidenses Time y Newsweek-, cuyo éxito se prolongó durante 15 años. El propio Lleras Camargo introdujo el primer manual de estilo que se conozca en la redacción de El Liberal hacia 1938. Se trajo el folleto de la Universidad de California, y Álvaro Pachón de la Torre -formado como periodista en la Universidad de Nueva York- fue el encargado de traducirlo. De esta manera, se difundieron las normas que hasta entonces sólo se seguían intuitivamente.

En 1949 Luis Vásquez Quiros, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana, publicó un manual de periodismo titulado El cuarto poder, que serviría de texto guía para los cursos de periodismo. Cabe anotar que la Javeriana fue la primera en abrir estudios de periodismo, en 1935. Y la segunda universidad que los ofreció en Bogotá fue la de América (1956), orientada por Jaime Posada hasta su cierre, en 1970. En la década de los cincuenta, Álvaro Gómez escribió otro manual de redacción para los periodistas de El Diario Gráfico, titulado "Cuadernos de formación para redactores y corresponsales". Y hacia 1958, el mismo hijo de Laureano Gómez comenzó a sacarle tiempo a su actividad en el Senado y escribió una cartilla de 28 páginas como manual de estilo de El Siglo, que comenzaba con el clásico epígrafe: "Si un perro muerde a un hombre, no es noticia. Si un hombre muerde a un perro, eso es noticia".

 


1. Redondear y dar contexto a la historia que ofrecían los telegramas con mínimos datos.

2. Pizarrones que se colgaban en los balcones de los periódicos donde aparecían las últimas noticias, que el público chiflaba o aplaudía según su interés.

3. Término que comenzaba a utilizar este diario y que hacía referencia a un trabajo completo de reportería, con seguimiento noticioso, en el lugar de los hechos.

4. Posiblemente el mismo doctor Putnam que socorrió al señor Dupuy, herido en atentado, según la noticia narrada en la página 6.


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