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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam.  no.48 Bogotá Jan./June 2006

 

Dos buenas razones para leer a Maigret

Éric Maigret. Sociología de la comunicación y de los medios. Fondo de Cultura Económica, Méxixo df, 2005, 494 p.

Hay dos razones por las cuales la cartografía de la investigación en comunicación social formulada por Éric Maigret, con el título de Sociología de la comunicación y de los medios, resulta sumamente interesante. La primera tiene que ver con el hecho de que esta cartografía está planteada en tres dimensiones que podrían ser definidas de la siguiente manera: una histórica, una epistemológica y otra geográfica. La segunda razón es más de orden político y está relacionada con la importancia que tiene la selección de los espacios desde los cuales se realiza la demarcación de las trayectorias investigativas, pues ello puede llevarnos a reflexionar sobre el sentido que cobra la investigación de la comunicación de América Latina en la definición del mapa que referencia el campo de estudios comunicativos.

En cuanto a la primera hay que decir que el trabajo propuesto por Maigret es exhaustivo, en cuanto a que no sólo examina las fuentes más profundas desde las cuales han sido planteadas las distintas teorías de la comunicación social, sino que, además, hace un intenso recorrido por las motivaciones y los problemas que en cada ámbito geográfico y en cada momento histórico llevaron a un particular desarrollo de la investigación en comunicación.

A este respecto puede agregarse además que, como ocurre en pocas publicaciones de este tipo, el libro de Maigret está lleno de innumerables detalles que hacen coherente el relevo de unas escuelas de pensamiento por otras y de unos autores por otros. Pero esa coherencia también es el resultado de una magnífica estructuración de los distintos capítulos que integran las tres partes en las que está dividida esta sociología de la comunicación y de los medios.

No obstante, y aunque el propósito fundamental del libro parece ser una minuciosa referenciación de la investigación de la comunicación en los Estados Unidos y Europa, lo cierto es que sus páginas no se agotan en este propósito y logran plantearse asuntos tan fundamentales como los problemas que hicieron difícil el despegue de una investigación en comunicación en la Europa de principios del siglo xx, y que Maigret, contrario a lo que comúnmente suele pensarse, ubica no en las circunstancias generadas por las dos guerras mundiales, sino en el escepticismo que autores como Marx, Tocqueville, Weber, Durkheim y Simmel habían sembrado en las ciencias sociales, con respecto a las promesas que el desarrollo de la modernidad traía consigo.

Evidentemente, la contraparte del escepticismo y la crítica europea la constituye un desarrollo de la investigación de la comunicación en Norteamérica, donde la inspiración en el pragmatismo hizo posible no sólo el florecimiento de una investigación de la comunicación que diera repuestas a las demandas del gobierno, los empresarios y los políticos, sino, en general, a una mirada mucho más optimista frente a la relación que se establece entre medios de comunicación y sociedad.

En todo caso, las diferencias que pueden observarse desde el inicio del siglo xx, a uno y otro del Atlántico, serían el preludio de las particularidades que caracterizarían a todo el desarrollo de la investigación en comunicación en los contextos norteamericanos y europeos y que dan cuenta de la incidencia que tiene el espacio social sobre el tipo de investigación que se lleve a cabo.

Esta observación nos lleva, necesariamente, a la segunda razón por la cual la lectura de este libro se hace interesante; esto es, la inquietante ausencia de una referencia explícita a los estudios de comunicación en América Latina. Un espacio geográfico que desde la década de los setenta viene siendo abordada por la investigación en comunicación, no sólo para intentar aportar salidas políticas al problema del subdesarrollo, sino, también, para generar conocimientos sobre la constitución política de los actores populares, el funcionamiento de la ideología y las industrias culturales en el contexto de la hegemonía norteamericana, las mediaciones culturales, las relaciones entre medios y audiencias y un largo etcétera.

A este respecto, lo que indica la ausencia de una referencia explícita a la investigación en comunicación en América Latina no es sencillamente un olvido, un eurocentrismo declarado o un problema de demarcación de las trayectorias que definen el campo de estudios de la comunicación, sino, más bien, un problema de reconocimiento y de legitimidad que atraviesa de principio a fin nuestra producción intelectual y que, indudablemente, no podemos seguir desatendiendo si realmente queremos que nuestros trabajos cobren validez más allá de nuestras propias fronteras, no solo geográficas, sino, también, académicas. Por eso, el trabajo de Maigret es sumamente importante, no sólo para pensar el campo, sino para pensar más profundamente en el tipo de investigación que hacemos.

Mirla Villadiego Prins
Departamento de Comunicación

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