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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.27 no.52 Bogotá June/June 2008

 

Prólogo

Sonoridades y oralidades: Pensar la dimensión sonora de la cultura

 

En una entrevista reciente acerca de las Adoraciones del Niño Dios (celebraciones tradicionales negras del suroccidente colombiano que combinan música y danza), una octogenaria cantadora del municipio caucano de Villarrica trataba de explicarme los detalles de este evento que ocurre a principios de cada año.

- Yo estoy en esto de las Adoraciones desde que tengo uso de razón –afirmó orgullosa la señora Ana Tulia Olaya, “Manato”.

- Pero cuénteme una cosa doña Nato, ¿Las Adoraciones son los cantos o son las fiestas? –inquirí buscando ingenuamente tipologías claramente diferenciadas.

- La Adoración es lo que uno canta, con tambora y con música de viento cuando se puede. Yo soy encoradora, yo canto el verso y las muchachas me responden.

- Ah, bien, entiendo…

- Y la Adoración también es la fiesta; eso sí, con bastante comida y aguardiente, porque ¡ah músicos pa´ ser bebedores!

- Pero entonces, doña Nato…

- Mejor dicho, la Adoración son las dos cosas.

La respuesta de Manato, toda una institución de la tradición musical y oral en el Norte del Cauca y sur del Valle, nos remite a un asunto que se mantiene vigente en los debates contemporáneos sobre música y oralidad: las múltiples relaciones que existen entre los hechos sonoros y los grupos humanos dentro de los cuales ocurren. Las discusiones al respecto se han planteado en distintos campos y disciplinas del conocimiento interesados en la dimensión sonora de la cultura como los estudios en comunicación, la musicología, y la antropología. En los dos primeros el tema cobra mayor relevancia en tanto que no sólo tiene implicaciones epistemológicas y metodológicas (al establecer las características de aquello que se quiere estudiar), sino pedagógicas, pues se trata de campos donde no sólo se reflexiona sobre lo sonoro sino que también se hace lo sonoro (pensamos aquí en instrumentistas, arreglistas, locutores, productores audiovisuales y los respectivos estudiantes, por nombrar algunos).

Conscientes de la importancia de estos debates dentro del panorama de las ciencias sociales contemporáneas, presentamos el número 52 de Signo y Pensamiento bajo el título de “Sonoridades y oralidades: Pensar la dimensión sonora de la cultura”, con una compilación de escritos que abordan, cada uno a su manera, esta compleja relación entre lo sonoro y lo social.

Centrándonos en la cuestión epistemológica, iniciaremos esta edición con un breve comentario crítico a los enfoques que insisten en una separación entre los aspectos estético-formales y los aspectos sociales de las prácticas sonoras, y proponemos un enfoque que posibilite el estudio integrado de ambos aspectos.

Por motivos personales la reflexión tiene un marcado sesgo hacia el estudio del quehacer musical, pero consideramos que plantea puntos que pueden ser válidos –o al menos provocadores- para el análisis de otras prácticas como las dinámicas de la oralidad, las tecnologías de comunicación basadas en lo sonoro, y en general con la investigación, la docencia y el desempeño profesional dentro de la vasta dimensión de la sonoridad humana.

Lecturas fragmentadas de la sociedad sonora: una crítica desde la teoría

En una completa revisión de literatura antropológica y sociológica, Wuthnow y Witten (1988:53) establecen cuatro categorías donde clasifican los estudios sobre productos culturales de acuerdo con sus referentes empíricos. Según estos autores, para finales del siglo xx la mayoría de estudios giraron en torno a (a) significados subjetivos de los productos culturales, (b) patrones o estructuras observables entre los productos, (c) funciones comunicativas de los productos dentro de contextos sociales, y (d) contextos de producción, distribución y circulación de los productos.

Esta categorización puede comprenderse de dos formas. Por un lado, da cuenta del apreciable nivel de especialización alcanzado en el análisis de la producción cultural, entendida aquí en el sentido restringido de “creación de productos artísticos e intelectuales” (Wade 1999:268). Vista desde otro lado, muestra una situación preocupante en la cual la producción cultural es leída como un conjunto de parcelas individuales, lo que eventualmente termina afectando la comprensión completa de los fenómenos en estudio. El antropólogo Peter Wade, en un artículo acerca de organizaciones juveniles en sectores deprimidos de Cali, llama la atención sobre las implicaciones de estos enfoques fragmentados:

Corrientes recientes en antropología y otras ciencias sociales, bajo la influencia del posestructuralismo y el posmodernismo suelen entender la identidad [cultural] como una construcción discursiva, una representación, un ensamblaje de significados, que lucha muchas veces desde una posición subalterna en un mundo de otras representaciones y discursos. Pienso que esta perspectiva margina la materialidad de la identidad y además consolida la antigua división conceptual entre la significación y la acción. [1999:263]

En el caso de la música y de otras manifestaciones culturales basadas en lo sonoro como el habla cotidiana, la comunicación radial, y la recuperación de lenguas ancestrales (por mencionar sólo algunas) la división entre significación y acción de la que habla Wade puede entenderse en términos de una separación entre aspectos estético-formales y aspectos materiales de producción y consumo. En este caso la separación es particularmente problemática dada la relación estrecha entre los hechos sonoros y las prácticas y contextos sociales en los cuales son generados e interpretados.1 McLeod lo expresa de forma muy precisa con ejemplos desde la etnomusicología:

Es casi imposible definir la música como una entidad aparte de otros fenómenos sonoros sociales. El haka entre los Maori es hablado y aun así se considera música; el Corán es cantado pero no es música. La diferencia entre rituales cantados y rituales hablados es casi imperceptible en el caso de las Iglesias Bautistas Negras del sur de Estados Unidos, donde el sermón se mueve entre unos y otros sin división evidente. [1974:107]

Para volver al caso del Norte del Cauca, insistir en esta separación, así sea con fines heurísticos, equivale a exigirle a doña Nato que defina de una buena vez (mea culpa) si la Adoración es canto o es fiesta, excluyendo la posibilidad de que sea ambas cosas al tiempo, hecho sonoro y hecho social (algo que pude constatar tiempo después en un evento en Villarrica).

La tendencia a realizar lecturas restringidas al enfoque estético-formal es mayor entre algunos trabajos de musicológicos –y posiblemente de algunos lingüistas también- con marcado interés semiótico. Aquí se asume una posición estética kantiana que busca, como dice Mahon en un texto que reproducimos en el presente número (2000:478), un análisis de la belleza y las artes separadas de preocupaciones morales y económicas, a partir de la idea de que “la producción artística [es] un campo autónomo con valores intrínsecos, independiente de la vida cotidiana”. El resultado en muchos casos son estudios donde los textos líricos y musicales son desarmados para develar sus patrones y estructuras, pero donde la pregunta de quiénes los consumen y para quiénes significan queda relegada a un segundo plano (Cohen 1993:126).

Del otro extremo encontramos estudios que asumen la dimensión sonora en toda su complejidad como una metáfora de procesos sociales, una reducción muy frecuente entre algunas corrientes antropológicas influenciadas por la economía política (Martin 1995; Feld y Fox 1994:34). Aunque pueden encontrarse alusiones al contenido textual y, en raras ocasiones, a las estructuras líricas y armónicas (en el caso de producción musical), el principal interés es la forma como las personas utilizan los productos culturales sonoros y las prácticas asociadas para construir, articular y comunicar ideas sobre “identidad, comunidad, diferenciación social, nación y filiación política” (Mahon 2000:469). Esto ha conducido a una generalizada preocupación en el campo por “las funciones sociales de lo sonoro”, que llevada al extremo termina ignorando el valor del hecho sonoro per se. Peor aun, termina cayendo en un extremo instrumentalista, donde elementos como la música y las prácticas musicales son vistas como mero reflejo de estructuras sociales, económicas y políticas. Algo parecido puede decirse, sin duda, de ciertos estudios sobre las lenguas nacionales o la construcción de nociones de género a través del lenguaje: lo importante deja de ser la lengua o el discurso y pasa a ser los intereses de quienes hacen uso de ellos.

Una mirada integral: lo sonoro como práctica social y material

Las limitaciones de ambos enfoques han motivado la búsqueda de lecturas integradas. En lo que a estudios musicales respecta, el giro ha sido más claro en la etnomusicología, donde desde finales de los ochenta varios autores propusieron pasar de una lectura de la música como reflejo de la sociedad, a una de la música como un espacio donde se hace sociedad (Feld y Fox 1994:38; Horner 1998:160). La introducción de Anthony Seeger a su texto sobre la música de los indígenas Suyá brasileros (publicado dentro de la prestigiosa serie Cambridge Studies in Ethnomusicology que reunió varios trabajos de esta corriente), sintetiza el nuevo enfoque:

En lugar de estudiar la música en la cultura… la antropología musical estudia la vida social como una performance. En lugar de asumir la existencia de una matriz social y cultural previa dentro de la cual la música es ejecutada [y consumida], se examina la forma como la música es parte intrínseca de la construcción e interpretación de las relaciones y procesos sociales. [1987:xiii-xiv]

Un segundo referente es el trabajo de otro musicólogo, Bruce Horner, que hace un llamado para emprender el estudio de la música como una práctica social material:

Asumir la música como una práctica social material reemplaza la concepción generalizada de la música como un objeto –el ”trabajo musical”- producido con fines “artísticos”, con una concepción distinta de la música como una actividad con referentes sociales, definida en términos materiales e históricos específicos. [Horner 1998:161]

Desde Colombia el musicólogo Egberto Bermúdez propone una posición similar:

Si queremos analizar históricamente un producto material o intelectual de un grupo social –y la música lo es- no se puede prescindir de esos grupos, de su articulación, de la actividad productiva y de las tensiones y conflictos entre ellos y ésta. [Bermúdez 2002:9]

A partir de estos planteamientos, ponemos a disposición de los lectores una serie de artículos que incluyen elementos para el estudio integrado de la dimensión sonora de la cultura en sus diferentes manifestaciones, y que pueden catalogarse dentro de dos líneas epistemológicas principales y complementarias. Primero, la idea de Seeger de pensar el hecho sonoro como un campo de reproducción social compuesto por los productores (músicos, cuenteros, locutores, todo aquel que habla…) y por sus interlocutores y audiencias, superando el reduccionismo de la forma o, en el otro extremo, la instrumentalización de lo sonoro. Esto permite emprender estudios acerca de los cambios y continuidades en oralidades y sonoridades a lo largo de periodos variables. En esta dirección encontramos el artículo de Mónica Rector sobre lenguaje, corporalidad y ritmo en la capoeira brasilera, las reflexiones de Alexander Díaz acerca de las renovadas dinámicas en torno a la cuentería en Colombia, y las de Ómar Rincón y Carolina Forero respecto a los aspectos sonoros de las expresiones visuales mediáticas contemporáneas. Esta perspectiva permite también aproximarse a la relevancia que tuvieron productos sonoros hoy desaparecidos como las radionovelas, que gozaban de un espacio social privilegiado en tiempos de la naciente televisión, según narran Adriana Rodríguez y sus colegas en el artículo sobre la llegada de este medio a Cali. La idea de lo sonoro como espacio de reproducción social también abre una alternativa para comprender las transformaciones y apropiaciones por parte de distintos actores sociales, configurando dinámicas de producción y consumo que merecen ser analizadas. En esta línea están los artículos de Emma Rodero y Gotzon Toral Madariaga et. al acerca de los retos de la educación a través de la radio y en la radio, y de Massimo Cannevacci sobre la resignificación de espacios urbanos en Roma a través de eventos musicales masivos.

Una segunda línea se deriva de la idea de Horner y Bermúdez, en la cual puede adivinarse la fuerte influencia del materialismo cultural2, pues resaltan la importancia de entender las implicaciones y transacciones materiales inherentes a la actividad dentro de la dimensión sonora. Este enfoque permite analizar las tensiones en torno a la producción y consumo cultural sonoro, algo que encontramos en los artículos de Carolina Santamaría sobre el bolero en el Medellín de los años 30, de Alexander Buendía et. al acerca del papel de las radios comunitarias en Popayán, de Paloma Muñoz sobre las actividades de los pisteros en el ámbito de la música popular caucana, y de Nina Cabra acerca de la comunicación oral al interior de las diversas estructuras organizacionales. Al llamar la atención sobre el contexto y los intereses que condicionan la producción sonora, esta perspectiva permite realizar una lectura distinta al tema del soporte tecnológico, como lo hace Juan Carlos Valencia para la radio digital. Sobresale también en esta línea el artículo de Fabio Josgrilberg, que hace una propuesta metodológica acerca del uso de entrevistas y grupos focales (recursos de investigación eminentemente sonoros) a partir de una revisión de los planteamientos sobre fenomenología de Merleau-Ponty.

Finalmente, como una guía acerca de enfoques y campos de estudio sobre la producción cultural –que involucra lo sonoro de forma directa e indirecta- hemos decidido reproducir la completa revisión bibliográfica de Maureen Mahon, considerando que brinda referentes importantes desde la antropología, la sociología, los estudios de medios y los estudios culturales para emprender y continuar el trabajo sobre la trayectoria de las oralidades y las sonoridades en la sociedad actual.

***

Hace exactamente diez años, Signo y Pensamiento dedicó su edición 33 a un tema similar al que hoy presentamos. Bajo el título de “Radio-grafías”, la prologuista de entonces formulaba preguntas acerca del papel de la radio ante la llegada del nuevo siglo e insistía en que “la radio no puede agotarse en algunas técnicas de emisión y producción…, sino que debe extenderse hacia los contextos y escenarios en los que la comunicación radiofónica se produce y se recibe” (Lalinde 1998:10). Con un ánimo similar, el fundador de Signo y Pensamiento, Padre Luís Carlos Herrera S.J., afirma en la entrevista que publicamos aquí que “siempre la palabra y la imagen serán vehículos del mensaje, pero la música, el tono de la voz y su infinita variación hace insospechadas las posibilidades de comunicación”.

El presente número comparte estas posiciones y amplía la discusión a otros ámbitos sonoros de la sociedad, con la convicción firme de que en un mundo donde, en apariencia, predomina lo visual, aun queda mucho, mucho por escuchar.

Manuel Sevilla

Referencias

Bermúdez, Egberto. 2002. La musicología y la investigación en los archivos musicales. II Encuentro de Archivos e Investigación, Noviembre de 2003. Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá.

Cohen, Sara. 1993. Ethnography and Popular Music Studies. Popular Music, Vol. 12, No. 2. (May, 1993), pp. 123-138.

Feld, Steven y Aaron Fox. 1994. Music and language. Annual Review of Anthropology, Vol. 23. (1994), pp. 25-53.

Horner, Bruce. 1998. On the Study of Music as Material Social Practice. The Journal of Musicology, Vol. 16, No. 2. (Spring, 1998), pp. 159-199.

Lalinde, Ana María. 1998. A nuestros lectores: Radio-grafías. Signo y Pensamiento, Vol. 17, No. 33.

Mahon, Maureen.2000. The Visible Evidence of Cultural Producers. Annual Review of Anthropology, Vol. 29. (2000), pp. 467-492.

Martin, Peter. 1995. Sounds and society: Themes in the sociology of music. Manchester, Manchester University Press

McLeod, Norma. 1974. Ethnomusicological Research and Anthropology. Annual Review of Anthropology, Vol. 3. (1974), pp. 99-115.

Seeger, Anthony. 1987. Why Suyá sing: a musical anthropology of an Amazonian people. Cambridge, Cambridge University Press.

Wade, Peter. 1999. Trabajando con la cultura: Grupos de rap e identidad negra en Cali. En Camacho, Juana y Eduardo Restrepo (ed), De montes, ríos y ciudades: Territorios e identidades de la gente negra en Colombia. Bogotá, Icahn.

Wilson, Scott. 1995. Cultural materialism: Theory and practice. Oxford, Oxford University Press.

Wuthnow, Robert y Marsha Witten. 1988. New Directions in the Study of Culture. Annual Review of Sociology, Vol. 14. (1988), pp. 49-67.

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