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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.27 no.52 Bogotá June/June 2008

 

Entrevista

“Despuntar de un sueño”

* Luis Ignacio Sierra.

Colombiano. Profesor Titular del Departamento de Comunicación, Facultad de Comunicación y Lenguaje, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Doctor en Ciencias de la Comunicación, UNISINOS, Sâo Leopoldo, Brasil (2006). Magíster en Comunicación, Universidad Católica de Lovaina la Nueva, Bélgica (1992). Director de la Revista Signo y Pensamiento de la Facultad de Comunicación y Lenguaje, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Correo electrónico:lisierra@javeriana.edu.co

 


Este número, dedicado a la temática oralidades y sonoridades, es el escenario más propicio para formalizar y reactivar la sección Entrevista, que había aparecido esporádicamente en números anteriores. Tenemos para esta ocasión un invitado especial, el padre Luis Carlos Herrera Molina, S. J., quien además de ser profesor e investigador de la Pontificia Universidad Javeriana, tiene el mérito y el honor de haber sido el fundador de la revista Signo y Pensamiento de la entonces Facultad de Comunicación Social. Él accedió amablemente a colaborar con esta entrevista. Su testimonio es una parte importante del rescate de la memoria de nuestro medio oficial de difusión de conocimiento sobre la comunicación.

Luis Ignacio Sierra (LIS): Padre Herrera, cuéntenos brevemente los rasgos más destacados de su biografía.

Luis Carlos Herrera (LCH): Lo más destacado de mi biografía es mi vocación a la Compañía de Jesús. Era un muchacho que terminaba la primaria, e inicié así mis estudios de bachillerato en el seminario menor de los jesuitas, en Albán, luego en Zipaquirá, por los años 1941 a 1944. Allí cursé tercero y cuarto de bachillerato. Entonces aprendí de memoria los sonetos de José Eustasio Rivera, que me gustaban por su perfección y sonoridad onomatopéyica. Estudié latín y griego con una excelente metodología para entrar en la cultura grecolatina. Hice un doble bachillerato, el civil y el clásico, con dos carreras: Filosofía y Letras, y luego Teología, en la Pontificia Universidad Javeriana.

Al terminar la carrera, después del sacerdocio (1959), he dedicado mi vida a la investigación y a la docencia literaria, en la formación de los jesuitas. Para ello fue necesario especializarme en Literatura y realicé estudios de Doctorado en Europa. Me matriculé en la Universidad Central de Madrid, donde obtuve el título de Doctor en Filología Románica, con una tesis que titulé José Eustasio Rivera, poeta de promisión, bajo la dirección del doctor Ángel Valbuena Prat y de Jean Guillaume, discípulo de Pierre Guiraud y autor del método de investigación sobre Le mot-théme.

Continué con la formación de los jóvenes jesuitas, y tuve que enseñar a Pombo y a Barba Jacob, al Quijote y a José Eustasio, a Unamuno, a Eduardo Caballero Calderón y García Márquez… Di clases a muchos de los actuales periodistas, hombres y mujeres, sobre Rivera y García Márquez. Por esos tiempos tuve la fortuna de especializarme en Cine y TV, y después en Ética de la Comunicación, que apliqué a Cien años de soledad, y que constituyen los tres últimos capítulos de mi libro Profetas de nuestro tiempo.

También fui invitado a representar la Facultad en congresos de prensa católica, en Brasil, Quito y Lima, lo mismo que en Viena y Roma. Obtuve la tarjeta profesional de periodista y fui codirector de la Revista Javeriana, en la sección de “Artes y Letras”, como “Pensamiento cristiano en diálogo con el mundo”. Fui colaborador de El Tiempo, de El Espectador, La Patria y de revistas y periódicos. En ese ambiente fue creada la Revista…

Finalmente, tuve la experiencia de dos rectorías en los colegios de Manizales y Barranquilla, San Luis Gonzaga y San José, donde la literatura estuvo siempre en mis preocupaciones. En Manizales tuve una columna semanal en La Patria y fui presentado como candidato al Premio Simón Bolívar, de Prensa, y galardonado en 1986.

LIS: Cuéntenos, P. Herrera, sobre el origen hace 25 años de nuestra revista Signo y Pensamiento.

LCH: La revista Signo y Pensamiento nació en un momento crucial para la Facultad de Comunicación Social. Digamos una palabra sobre su gestación en los años ochenta de mi decanatura. Por primera vez la Facultad tenía Decano del Medio, y tuve el gusto de servir durante más de diez años en esa dinámica y promisoria Facultad. El trabajo fue arduo, pero teníamos un equipo de profesores excelentes. El Dr. Gil Tovar había creado el periódico Signo, diez años antes, junto con el profesor Miguel A. Ramón Cabrera y el Dr. Recasens.

Vino un complemento, un periódico mural que se cambiaba con frecuencia. Finalmente se empezó a publicar una serie cultural de folletos, de trabajos de profesores. Entre los años 1980 y 1981 se publicaron dos, Senderos y Sueños, y el inmediatamente anterior a la Revista, un folleto de la serie cultural que llevó su nombre: Signo y Pensamiento, que fue el anuncio de la Revista definitiva.

La carátula era un rostro humano de expresión misteriosa, debido a la plumilla de Juan Rosillo. Detrás de esa cara estaba el hombre, origen de la comunicación: “Nada sale a los labios, a los ojos, a la acción que no esté primero dentro del hombre mismo y la cara es el espejo de la interioridad”, se decía en el prólogo. Era un homenaje de una Facultad humanística al origen de la comunicación en el mundo. Según el mensaje de S. S. Juan Pablo II, en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en mayo de ese año: “El hombre, también respecto de los mass media, está llamado a ser él mismo: es decir, libre y responsable, usuario y no objeto, crítico y no secuaz ciego”. Ese fue el origen de la Revista, que ha sostenido el impulso inicial hasta la fecha, y tuve el gusto de fundar como director. Era ya decano académico el P. Joaquín Sánchez, S. J., quien nos dio todo su apoyo.

Cuando escogíamos el título, sacado del alma del signo, daba información, hacía reflexión y engendraba pensamiento y aparecían las nuevas posibilidades de comunicación para la Facultad. Por ese tiempo representé en Roma a la Facultad, en un Congreso de Prensa que me dio la oportunidad de visitar también Grecia. Como profesor de literatura, recuerdo una anécdota en que descubrí la fuerza y el sentido de la palabra metáfora, que era un nombre alternativo, que no fraguó. Quedó la fuerza metafórica… Pude experimentar entonces la barrera que ponen las palabras a la comunicación y cómo con la fuerza metafórica del signo se rompen las barreras.

En ese ambiente descubrí qué significa la palabra metáfora, en griego meta-fero, metaforeo, significan llevar, cargar, trastear… Confieso que el sentido de la palabra se esclareció al llegar al aeropuerto de Atenas, quise entender los signos y las palabras que aparecían y me propuse comprenderlas a plenitud. La primera fue eixodos, que entendí perfectamente, no sólo por el griego, sino por la Biblia: éxodo, salida. El segundo letrero no estaba en griego, sino en un lenguaje universal, en un aviso inmenso: Coca-Cola. Pero el tercero me pareció desconcertante, era el título de un carro viejo que llevaba un trasteo, y confieso que aunque desconcertante, encontré el sentido profundo de metáfora… Es el trasteo de un vocablo hacia otro significado, donde se dice una palabra-signo, portadora potente de la idea que se quiere expresar.

Queríamos que las palabras signo y pensamiento, como título; su carátula y el contenido, suscitaran todo lo que sucedía en nuestra Facultad, la reflexión que bullía en todos, alumnos y profesores, ansiosos de comunicación. Así retornaba la metáfora a su profunda dignidad y nos daba en el título, lo que intentábamos expresar: no solamente el signo; queríamos entregar su relación con el pensamiento. Que portara la fuerza comunicativa de la palabra y de la imagen. Por eso la carátula, llena de signos metafóricos, preñados de sentido, que gritaba el deseo y la necesidad de expresar la totalidad de lo que era la Facultad. También queríamos decir que una Facultad de Comunicación sin Revista era una contradicción y que el signo, toda clase de signos, era la potencialidad comunicativa de nuestro continuo reflexionar, de nuestro pensamiento.

LIS: ¿Qué relación existió entre el periódico de la Facultad Signo y el origen de la Revista?

LCH: El periódico Signo ambicionaba ser vínculo con los egresados de la Facultad, impulsar los ideales de investigación y dar a conocer una Facultad creadora de cultura, trasmisora de ciencia que quería difundir su pensamiento. Así lo expresábamos en el segundo folleto de la serie cultural que inicié el año anterior a la creación de la Revista. Era imposible lograr esto en un periódico. Esto nos dio el impulso e hizo que fuera unánime la decisión. La Revista nació en octubre de 1982. En el prólogo del folleto 2 de la serie cultural dimos cuenta de lo que queríamos lograr con títulos como estos: “La comunicación social ¿para qué?”, “¿Qué es ser periodista?”, “La investigación y el periodismo”, “Comunicación social y periodismo”, “Desafíos contemporáneos”, “El periodista es comunicador”, “Valores, técnica y comunicación”, “Ética y publicidad”, “Formación integral”, “Mensaje de la Iglesia sobre el tema”.

LIS: ¿Qué significa para usted la temática central de este número de la Revista: oralidad, sonoridad y comunicación?

LCH: El signo hoy ha multiplicado sus posibilidades de comunicación. Siempre la palabra y la imagen serán vehículos del mensaje, pero la música, el tono de la voz y su infinita variación hace insospechadas las posibilidades. Gracias a los medios podemos extender casi sin límites la difusión de los mensajes: llegar al corazón, suscitar la respuesta, y la adhesión y el compromiso serán el fruto de la palabra oral, acompañada de la música con sus infinitos sonidos son la riqueza de la comunicación. Habrá que leer este número de la revista para aprender nuevos caminos y nuevas potencialidades de la comunicación. Felicito a la revista Signo y Pensamiento por el desarrollo y el esfuerzo continuado con que ha logrado 25 años de supervivencia con la calidad excelente de sus trabajos de investigación y de colaboración universal que ha logrado con su generosidad al acoger a tantos investigadores y pensadores sobre el tema. Gracias a los medios podemos extender casi sin límites la difusión de los mensajes a través de la oralidad y sonoridad de la creatividad humana. Siempre es el hombre la causa, el centro, la fuente y el destino del proceso de comunicación.

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