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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.27 no.53 Bogotá Jul./Dec. 2008

 

El lugar como política y las políticas de lugar

Place as Politics and Politics as Place

MARÍA ANGELÍCA GARZÓN*

* María Angélica Garzón. Colombiana. Socióloga y maestra en Sociología. Investigadora del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos (Iesco), de la Universidad Central. Correo electrónico: magarzom@gmail.com

 

 

Recibido: Marzo 11 de 2008 Aceptado: Mayo 2 de 2008

Submission date: March 11th, 2008 Acceptance date: May 2th, 2008


Location, territory, or space in our global era seems to have lost its importance vis-à-vis the hegemony of time. Yet, the experiences of contemporary social movements and their practice are firmly anchored to a particular place (Escobar, 1996), thus showing that the category (space-place-location) is still in force. Hence, space, as seen from the former perspective, would not contribute to explaining such practices because it is too abstract a category to take into account the links between territory, culture, identity, and power. Thus, what we call the policies and politics of place come to the surface, a notion that allows for a novel look at spatial reconfigurations; i.e., the local dynamics, and their connections with the global milieus, and help us understand better why some political and epistemological proposals are made possible by the place, for the place, and from the place or locality. The purpose of this paper is to trace the background of politics and policies of place, and to put forward its political and theoretical possibilities.

Keywords: Place, location, policies and politics of place, global-local relationship, spatial turn, local or site epistemology.


El espacio, en la era global, parece haber perdido su importancia frente a la hegemonía del tiempo. Sin embargo, las experiencias de los actuales movimientos sociales y sus prácticas ancladas al lugar (Escobar, 1996 ) demuestran que esta categoría aún mantiene su vigencia. Ahora bien, el espacio, desde esta perspectiva, no permite explicar dichas prácticas puesto que resulta una categoría abstracta que no da cuenta de los vínculos entre territorio, cultura, identidad y poder. Emergen entonces, las políticas de lugar, noción que permite un estudio novedoso de la reconfiguración espacial, las dinámicas locales, sus relaciones con los ámbitos globales y el entendimiento del porqué ciertas apuestas políticas y epistemológicas son posibilitadas por el lugar, para el lugar y desde el lugar. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es rastrear los antecedentes de las políticas de lugar, describirlas y exponer sus potencialidades teóricas y políticas.

Palabras Clave: Lugar, políticas de lugar, relación global-local, giro espacial, epistemología situada.


Origen del artículo

El presente artículo hace parte de la construcción teórica que se realizó durante la investigación: Gestión Cultural y Políticas de lugar: enfoques alternativos al desarrollo, del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos IESCO de la Universidad Central y COLCIENCIAS en 2007-2008

 

Herramientas para pensar el lugar

Las políticas de la resistencia son mucho más que transformar el poder, tienen que ver con cambiar y crear un nuevo conocimiento

Anna-Kaisa Kuussito

Al escribir esta introducción me encuentro a la vez "chateando" con mi primo Daniel, quien está en Melbourne (Australia) frente a su computador. Él me comenta que está "haciendo pereza", recién levantado, el sábado en la mañana. Mientras tanto, yo, el viernes en la noche, me encuentro cansada después de todo un día de trabajo y anhelo irme a mi cama a descansar. Daniel se levanta el sábado y yo voy a acostarme el viernes en la noche. Yo me encuentro en su ayer y él en mi mañana. A pesar de la distancia entre los dos, y de no contar con un presente juntos (él siempre va un día adelante), nos mantenemos al día respecto a sus estudios, los nuevos amigos que ha hecho, el clima y los canguros. Ahora que estamos lejos, paradójicamente, estamos más informados de la vida del uno (Daniel) y de la otra (yo).

La anterior experiencia parece confirmar una vez más la hegemonía de la globalización. Gracias a las actuales tecnologías las distancias son irrelevantes, no existen espacios infranqueables, la vida fluye a través de redes, puedo hablar y ver cuando quiera a Daniel por mi webcam. Entonces, ¿por qué lo extraño y me emociono tanto cuando en la pantalla de mi computador aparece una carita feliz anunciando que Daniel se conectó al chat? Porque, a pesar de todo, las distancias sí existen y la experiencia vital de Daniel se localiza a miles de kilómetros de mi experiencia vital localizada en mi casa, en Bogotá, en Colombia, en Suramérica.

La anécdota anterior reitera que los espacios en la actual era global son más importantes que nunca. Muestra de ello ha sido el interés generado por el estudio de lo local promovido desde el "giro espacial" (Fredric Jameson), la renovación de la geografía política (Jhon Agnew y Doreen Massey), la reflexión respecto a las geopolíticas del conocimiento (Mignolo) y la propuesta surgida desde los movimientos feministas de una epistemología de posicionamiento (Haraway, Harding, Fox-Keller). Todas estas propuestas tienen un punto en común: reconocer el espacio como elemento configurador de la vida social. Este postulado en la actualidad resulta novedoso, porque, para varias de las corrientes de la teoría social contemporánea, la desaparición del espacio frente a la aldea global era un "hecho" sin discusiones. Ahora bien, del "giro espacial" me interesa rescatar en este artículo la discusión por el lugar y sus posibilidades analíticas y políticas.

Siguiendo las propuestas de Arturo Escobar y Wendy Harcourt sobre las prácticas ancladas al lugar promovidas por movimientos sociales, específicamente el de mujeres, indago por la noción de políticas de lugar, noción que considero pertinente a la hora de analizar las relaciones entre lo global y lo local, porque provee pistas respecto a esta relación y permite superar la visión dual desde la cual ha sido estudiada. Para esto me propongo realizar una conceptualización respecto a las políticas de lugar exponiendo las innovaciones que encuentro en esta noción, específicamente la forma en que, por medio de ella, se puede vincular el carácter político del lugar con su carácter epistemológico. El recorrido que planteo es el siguiente: exponer la importancia del espacio en la era global, hablar del tránsito analítico del espacio hacia el lugar, para, finalmente, entrar en las políticas de lugar.

Tiempo vs espacio

El tiempo y el espacio son categorías que fácilmente pueden ser definidas de forma casi dialéctica: el tiempo no existe sin el espacio y éste no existe sin el tiempo. Sin embargo, y a la luz de los cambios que propone la sociedad global, el espacio parece estar relegado a un segundo plano y destinado a desaparecer (A. Giddens, D. Harvey, P. Virilio):

Cuando yo era niño (y eso ocurrió en otro tiempo y otro espacio), era común escuchar la pregunta ¿ a cuánto queda este lugar de aquel otro ?, y la respuesta era: "a una hora, o menos, si uno camina rápido". Y en una época muy anterior a la de mi infancia, la respuesta, supongo, hubiera sido: "si parte ahora, llegará allí alrededor de medio día". En la actualidad, se puede escuchar ocasionalmente respuestas similares. Pero normalmente estarán precedidas por un pedido de especificación: ¿tiene auto, o irá a pie? (Bauman, 2002, p. 118 )

El tiempo en la modernidad es el principal aliado en la producción de capital, de allí la sentencia de Benjamín Franklin: "el tiempo es oro". Así, su hegemonía sobre el espacio en la sociedad contemporánea parece irrefutable: "el espacio ya no limita la acción ni sus efectos, y cuenta muy poco o nada en absoluto. Ha perdido su valor estratégico, como dirían los expertos militares" (Bauman, 2002, p. 126). Entre otros, la pérdida del valor del espacio en la modernidad radica en su concepción esencialista como entidad fija y estable que se reduce a un recipiente que da marco a las relaciones sociales:

La modernidad supuso que los espacios estaban con anterioridad a las prácticas que en ellos se realizaban. De esta manera pudo imaginar los territorios como algo dividido en regiones, localidades, como si éstos hubieran nacido antes de quienes granaron la tierra. (Rodríguez y Alvarenque, 2008, p. 16)

Sin embargo, la hegemonía del tiempo sobre el espacio se ha puesto en duda por medio de propuestas teóricas que desde la década de los setenta del siglo XX problematizan el espacio como una elaboración social compleja e importante, dando paso a lo que Fredric Jameson (1991) denominó giro espacial. Entonces, el espacio emerge como un producto social configurado por medio de la yuxtaposición de recorridos, desplazamientos, discursos, prácticas, etc., configurando a la vez dinámicas sociales. Así, el espacio comienza a ser entendido como parte constitutiva de la vida colectiva y no solamente como marco estático de ésta.

Ahora bien, si se piensa en la vida de cualquier persona en cualquier ciudad del mundo, no resulta exagerado decir que esta persona podrá elegir entre diferentes variedades de comida (china, mexicana, francesa, etc.), y se decidirá finalmente por McDonalds, ver un partido de fútbol de la liga inglesa, tararear "Hips don't lie" de Shakira, vestir con un Versace y comunicarse con su familia vía correo electrónico. Entonces, ¿qué relevancia tiene preguntarse por lo espacial frente a la inminente existencia de lo global? La respuesta nos la proporciona la geógrafa feminista Doreen Massey, por medio de un ejemplo de las paradojas que enfrenta el mundo globalizado:

Imagine for a moment that you are on a satellite, further out and beyond all actual satellites; you can see planet earth from a distance and, unusually for someone with only peaceful intentions, you are equipped with the kind of technology which allows you to see the colours of people's eyes and the numbers on their numbers plates. You can see all the movement and turn in to all the communication that is going on. Furthest out are the satellites, then aeroplanes, the long haul between London and Tokio and the hop from San Salvador to Guatemala City. Some of this people moving, some of it is physical trade, some is media broadcasting. There arefaxes, e-mail, film-distribution networks, financial flows and transactions. Look in closer and there are ships and trains, steam trains slogging laboriously up hills somewhere in Asia. Look in closer still and there are lorries and cars and buses, and on down further, somewhere in sub-Saharan Africa, there's a woman amongst many women on foot, who still spends hours a day collecting water. (Massey, 1994)

Esta paradoja demuestra que pese a la inminente globalización, el espacio sigue siendo un elemento importante para explorar la sociedad contemporánea. Revela, además, la necesidad de pensar en términos locales, reconociendo la existencia de diferencias ambientales, económicas, políticas, culturales, etc. En últimas, la postulación del espacio como categoría fundamental para explorar la vida en sociedad.

La opción por el lugar

Pese al nuevo reconocimiento que hace la teoría social del espacio, éste enfrenta una crítica insuperable proveniente de la teoría feminista: mantener la ilusión de lo desincorporado y deslocalizado (Walsh, 2002, p. 2), lo que le confiere un carácter abstracto, universalizante y androcéntrico. Se promueve, entonces, el tránsito analítico del espacio al lugar:

Mientras que la especialidad desterritorializada concibe las subjetividades estructuradas en términos bipolares (hombre-mujer, blanco-negro, productivo-improductivo) y equivalencias, la especialidad antropológica está en sintonía con la apertura de la subjetividad a la convivencia de los otros y opera bajo la lógica de la diferencia y no de la equivalencia. (Rodríguez y Alvarenque, 2008, p. 31)

Etimológicamente, la palabra lugar hace referencia a un espacio que puede ser ocupado por un objeto. En esta medida, el lugar también es una fracción del espacio. Ahora bien, desde una perspectiva sociológica, el lugar puede considerarse, en un primer momento, como un territorio que es ocupado por una serie de relaciones entre individuos (Simmel, 1939). Sin embargo, al explorar el contexto social, esta primera definición debe ser ampliada a la luz de la siguiente consideración: el lugar no es sólo un territorio determinado por límites geográficos, es también imaginado como parte de una experiencia vital, donde las relaciones entre individuos generan formas de actuar, habitar, pensar, sentir y conocer. Entonces, el lugar debe ser entendido más allá de las interacciones que en él se producen a escala territorial; para su definición se deben tener en cuenta otras dimensiones de la vida en sociedad (cultural, económica, política, etc.). Así mismo, los aspectos más puntuales de estas dimensiones reflejadas en la cotidianidad. Es decir, el lugar como producto tanto de experiencias individuales como colectivas.

En concreto, el lugar puede ser comprendido a partir de tres elementos propuestos por el geógrafo británico Jhon Agnew para caracterizarlo: localidad, ubicación y sentido de lugar. El primer elemento hace referencia a los marcos en los que se inscriben las relaciones sociales cotidianas; el segundo, corresponde a un espacio geográfico concreto, y, el tercero, a la orientación subjetiva que se deriva de vivir en un lugar particular (Agnew citado en Oslender, 2000, p. 32). A partir de esta caracterización, la producción del lugar puede relacionarse con lo territorial, lo identitario (sentidos de pertenencia) y lo cotidiano, convirtiéndose en una noción interesante para el estudio de la acción social.

Ahora bien, pensar en el lugar y desde el lugar en un mundo globalizado no significa convertirlo en algo esencial, netamente local u opuesto al espacio; es más bien una red que se encuentra en interrelación con redes mayores, que entran en interlocución y se determinan mutuamente: "el espacio se constituye a través de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo ínfimo de la intimidad" (Massey citada en Rodríguez y Al varenque, 2008, p. 16). Entonces, la opción por el lugar debe estar dirigida a descifrar las relaciones globales-locales en la sociedad contemporánea y su injerencia en marcos sociales concretos.

El lugar del lugar

El giro espacial ha llamado la atención sobre la necesidad de incorporar la dimensión espacial en los análisis sociales y políticos contemporáneos. Tarea que ha sido adelantada por diversos autores (as) y corrientes de pensamiento. Entre ellos encontramos la obra de Arturo Escobar, que evidencia la potencialidad analítica y transformadora del lugar:

Intelectualmente, es importante aprender a ver las prácticas culturales, ecológicas y económicas basadas-en-lugar como fuentes importantes de visiones y estrategias posibles para la reconstrucción de mundos locales y regionales. Políticamente, es necesario pensar las condiciones para que la defensa de un lugar específico sea un proyecto realizable. (Escobar, 2005, p. 140)

Al explorar las relaciones entre países desarrollados y no desarrollados, Arturo Escobar encuentra que dicha relación no es tan lineal, extendida y dominante como se ha propuesto. En su investigación argumenta que los movimientos sociales ejercen prácticas respecto al saber, ser y hacer que retan las ideas surgidas desde el proyecto moderno y movilizadas gracias a la globalización. En consecuencia, este autor define cuatro elementos en los que convergen las luchas de los movimientos políticos que ha investigado: 1. Una fuerte defensa de lo local como prerrequisito para articularse con lo global. 2. Autocrítica de la situación, valores y prácticas del grupo como forma para clarificar y fortalecer la identidad. 3. Oposición al desarrollo modernizante. 4. Formulación de visiones y propuestas concretas (Escobar, 1996, p. 423).

Nombra, también, las estrategias que siguen estos grupos: se basan en el lugar, es decir, en la defensa de modelos locales de naturaleza y prácticas culturales; mantienen un compromiso creativo y activo con fuerzas externas (por ejemplo, los discursos sobre biodiversidad, propiedad intelectual, etc.) y establecen como acción política vínculos entre identidad, territorio y cultura frente a contextos mayores, como la región o la nación (Escobar, 2005, p. 139).

De esta forma, las luchas adelantadas por grupos subalternos (indígenas, afro, mujeres, etc.) en contra de procesos modernizantes encuentran un común denominador: se despliegan en un lugar que no sólo hace referencia al territorio, sino a un contexto social más amplio, la dinámica local, que se convierte en interlocutora activa frente a procesos globales, asignándoles un sentido relevante al territorio y la cultura en cuanto elementos políticos para desafiar, asociarse o distanciarse de los discursos hegemónicos provenientes de la modernidad. De ahí que el lugar en tanto territorio, naturaleza e identidad adquiera un papel político para los movimientos sociales, ya que sus luchas no sólo surgen de ideas políticas, sino de los contextos que las posibilitan.1

Entonces, el lugar adquiere una relevancia política: el lugar por el que se lucha y el lugar donde se ubica esta lucha, que lo convierte en un referente importante para la acción política y su entendimiento: "Los lugares reales, tanto en la experiencia como en la imaginación, sirven para anclar percepciones sobre cómo se estructura políticamente el mundo, quién está a cargo, dónde y con qué efectos y qué nos preocupa en este lugar" (Agnew, 2006a, p. 55).

La anterior cita nos lleva a pensar en el carácter político del lugar, pero también en su papel respecto a la producción de conocimiento, es decir, su carácter epistemológico. Dicho carácter es fácilmente reconocible por medio de las críticas que hace la epistemología feminista de posicionamiento a los modelos de conocimiento patrocinados desde lo androcéntrico, lo dualista y lo universalizante. Aquí, aportes como los de Donna Haraway o Sandra Harding, quienes advierten sobre las consecuencias epistemológicas, metodológicas y políticas de la ficción de la "mirada que representa y no puede ser representada" (Haraway, 1991, p. 70), son fundamentales para entender el carácter epistemológico del lugar y la importancia de revelarlo. Así mismo, su argumento de que la producción de conocimiento pasa por maneras de ver y de organizar el mundo, que el poder y el conocimiento están entrelazados y que para lograr cambios en estas concepciones se deben retar lógicas y estructuras androcéntricas, lleva no sólo a reconocer el carácter epistemológico del lugar, sino a vincularlo estrechamente con su carácter político.

Así, el lugar adquiere un lugar en la teoría social contemporánea en cuanto escenario válido para la producción de conocimientos y la movilización de luchas sociales: "El punto central de las perspectivas epistémicas alternas es el lugar epistémico de enunciación, esto es, la localización geopolítica y corpo-política del sujeto que habla/ enuncia en las coordenadas del poder global" (Grosfoguel, 2007: 100 )

Políticas de lugar

Hasta el momento he venido exponiendo el argumento de que la opción por el lugar se encuentra, hoy por hoy, en plena vigencia; además, que el lugar cuenta con posibilidades epistemológicas y políticas importantes. Ciertamente, el "giro espacial" es una muestra de la importancia que adquiere el lugar como unidad de análisis en los debates contemporáneos que controvierten la hegemonía de la globalización y las posturas epistemológicas derivadas de la modernidad. Así mismo, las luchas localizadas de los actuales movimientos sociales son clara muestra de las apuestas políticas que nacen desde el lugar para el lugar.

Estas luchas, según Arturo Escobar, son acciones políticas basadas-en-lugar, que se caracterizan por la vinculación identidad-cultura-territorio (Escobar, 2005, p. 139 ). Ahora bien, ¿cómo podemos relacionar dichas acciones políticas (identidad-cultura-territorio) con la opción por el lugar en el marco de la globalización ? Por medio del concepto de políticas de lugar.

El origen de este concepto puede rastrearse en los diálogos sostenidos entre las propuestas de la ecología política (Lipietz, O'Connor, Días) y la epistemología feminista (Haraway, Harding, Fox-keller), que cuestionan dos temas frente a la relación global-local: el espacio como una categoría en desuso y la simetría entre espacio y lugar.2 Este concepto es introducido por Arturo Escobar (2005) para dar cuenta de la forma como los movimientos sociales retan lógicas hegemónicas por medio de su relación con el territorio, la identidad y la cultura. Otros autores, como Wendy Harcourt, introducen más dimensiones al concepto de políticas de lugar, al hablar no sólo del territorio, sino del cuerpo, el hogar y las relaciones público-privadas. De esta forma, las políticas de lugar han permitido indagar la relación entre lugar, género y política, y sus posibilidades para retar lógicas económicas derivadas de la sociedad global. Desde esta perspectiva, las políticas de lugar han sido entendidas como las arenas que son defendidas por las mujeres (el cuerpo, el hogar, el ambiente y su comunidad) frente a las lógicas homogeneizantes provenientes de la globalización.

Así, puede decirse que las políticas de lugar "plantean formas alternativas para entender la globalización reconociendo las diversas manifestaciones de la globalización misma" (Escobar y Harcourt, 2002, p. 6), puesto que se inscriben en sus mecanismos para proponer cambios respecto a la sociedad global. Es decir, las políticas de lugar en cuanto defensa del lugar (en la era global) implican resistencia, reapropiación, reconstrucción y reinvención; en últimas, la creación de nuevas posibilidades de ser en el lugar y ser en redes globales (Escobar y Harcourt, 2002, p. 3). Las políticas de lugar serán, entonces, las disputas por la validez de ciertos lugares en un contexto globalizante.

La anterior definición me permite introducir tres elementos constituyentes de las políticas de lugar, en los que, para mí, radica su potencia e innovación: la descentralización de la producción de conocimiento, la acción política y la relación global-local.

Descentralización de la producción de conocimiento

Reconocer el papel del lugar en la producción de conocimiento significa un giro epistemológico importante. Giro que me interesa rescatar desde las epistemologías feministas de posicionamiento (Haraway y Fox-Keller), por medio de la discusión de tres aspectos constituyentes de la noción de políticas de lugar:

1. La epistemología situada o de posicionamiento descentra el papel de la academia en la producción de conocimiento, al reconocer una relación horizontal y no lineal entre investigador(a) y sujeto investigado(a). Además, debate su presunción de universalidad al postular los límites de la producción de conocimiento: "Si asumimos que las construcciones (ontológicas) están ancladas en un lugar particular, la tarea (epistemológica) de definirlas, más que relativa, será siempre limitada. Limitada por aquello que somos" (Flórez, 2007, p. 93). Es decir, la producción de conocimiento es localizada, no universal ni exclusiva de la academia.

2. Esta epistemología evidencia que la producción de conocimiento es un ejercicio permeado por factores asociados con la raza, el género, la clase, etc. Es decir, rescata el papel de la diferencia y las paradojas que éstas generan como elementos constituyentes del campo social (Flórez, 2007, p. 106).

3. Vinculación de la producción de conocimiento con apuestas políticas. Presentar la producción de conocimiento de forma localizada y hablar de las diferencias y paradojas que lo constituyen como situado permite, además, identificar que dicha / producción está atravesada por múltiples relaciones de poder. Aquí no solamente se está hablando de marcas identitarias particulares, sino de las estructuras que las posibilitan: andrócentricas, eurocéntricas, duales, etc., y de las responsabilidades políticas frente a estas posturas. Así, como lo señala Juliana Flórez: "[ ...] si ese saber está interesado en la tarea {política) de tender puentes con otros saberes [ lo que Haraway llama conexiones parciales] , tendrá que aceptarse y declararse, ya no parcial, sino parcializado" (2007, p. 93).

Los debates anteriores me permiten hablar del carácter epistemológico del lugar, en cuanto reconocimiento de que los movimientos sociales, los colectivos sociales, las redes, etc., producen conocimientos en términos diferentes a los académicos, y que la academia produce saberes "situados", producto de sentimientos, decisiones, pasiones y posiciones. En últimas, el conocimiento como fruto del lugar: "aunque sea la historia universal de Hegel, la historia universal es universal en el enunciado, pero local en la enunciación" (Mignolo citado en Walsh, 2002, p. 3). Ahora bien, este reconocimiento visibiliza luchas por la validación del conocimiento situado y de las prácticas políticas derivadas de éste:

A partir de estos desarrollos, se abre una posibilidad de acción política y de formas de intervención/articulación desde posiciones situadas, parciales, […] hay fundamentos parciales, producto de conocimientos situados y fijaciones momentáneas que nos permiten guiar una acción política hacia la transformación de situaciones que son vistas, desde posiciones concretas, como problemáticas. (Montenegro y Pujol, 2003, p. 10)

Entonces, al proponer que el conocimiento se produce desde diferentes lugares y que esta producción genera posicionamientos (protección, resistencia y negociación) frente a lógicas unlversalizantes, estoy haciendo una vinculación entre el carácter epistemológico del lugar con su carácter político. Relación que me permite hablar de las políticas de lugar como disputas epistemológicaspolíticas.

Acción política

Postular el lugar como una construcción social en la que se ponen en juego proyectos colectivos es entenderlo, también, como constituido por relaciones de poder y antagonismos. En este sentido, las prácticas surgidas en el lugar y dirigidas a la construcción de éste adquieren carácter político. Me interesa resaltar este carácter porque considero que las políticas de lugar no sólo permiten una mirada crítica a los discursos hegemónicos, sino que dan cuenta de otros proyectos sociales impulsados desde las localidades en el marco de la globalización:

Al construir redes y localidades propias, incluso articuladas con redes dominantes, los movimientos sociales contribuyen a democratizar las relaciones sociales, a debatir las visiones de la naturaleza (como los debates sobre la biodiversidad), a desafiar las tendencias actuales tecnocientíficas (como la agricultura transgénica y los organismos genéticamente modificados OGM), e incluso a sugerir que la economía puede ser organizada de manera diferente [ ...] . (Escobar, 2005, p. 140)

Así, el lugar se convierte en la arena que permite movilizar diversas formas de acción frente a modelos de mundo universalizantes y totalitarios. También, en herramienta política y analítica para examinar las relaciones entre redes locales y globales, la emergencia de identidades, la producción de conocimiento y la apropiación del territorio; en últimas, el lugar como apuesta política de posicionamiento, enunciación, acción y transformación. En este marco, las políticas de lugar hacen referencia a nuevas formas de hacer política en los entramados local-global-local, es decir, son estrategias políticas ancladas al lugar, que buscan, desde su transformación, controvertir imposiciones globales:

En vez de aceptar pasivamente el sistema capitalista o a los sistemas sociales y culturales homogeneizados como verdades naturales e inevitables, que escapan a su control y sobre las que no se pueden decidir, los grupos políticos de mujeres y otros movimientos sociales están trabajando para formar lo que hemos identificado como políticas de lugar [ ...] estos movimientos sociales están trabajando para imponer sus propias visiones, luchar por la justicia e influir en los procesos globales. (Escobar y Harcourt, 2002, p. 12)

En general, las políticas de lugar, al hablar de la forma en que se configura y reconfigura el lugar mediante diferentes disputas, evidencian la relación entre cultura y poder validando luchas en torno al cuerpo, el habitar, el hogar, etc.: "problemáticas y perspectivas que no eran consideradas políticas, o que se ubicaban en la esfera privada, separadas de lo público y social" (Escobar y Harcourt, 2002, p. 9). Ciertamente, la noción de políticas de lugar amplía las visiones respecto a lo político y la política, entendiéndolos como apuestas y prácticas surgidas de condiciones particulares en las que entran a participar aspectos considerados del ámbito privado "no político". Aquí, desde las decisiones en torno a la asignación quirúrgica de un sexo hasta el derecho por permanecer en un territorio ancestral, adquieren dimensiones políticas: proyectos personales o colectivos que entran en disputa para determinar formas de organización de la vida social.

Ahora bien, este reconocimiento a las nuevas formas y términos de las luchas sociales no desconoce las relaciones de poder que se dan en lo global. Así, las políticas de lugar también permiten una visión novedosa a la relación entre lo global y lo local.

Relaciones global-local

Aunque las políticas de lugar privilegian la escala local para el estudio de la dinámica social, no desconocen que de esta dinámica se nutre y nutre la dinámica global. De esta forma, el lugar no es sinónimo de tradición, esencia o aislamiento; lo contrario, es el escenario de las vivencias cotidianas relacionadas con contextos mundiales. Entonces, las políticas de lugar permiten pensar en términos de cultura local y política localizada en un marco de redes globales, de allí su planteamiento novedoso frente a las formas en que se han considerado las relaciones global-local.

Dichas relaciones han sido pensadas como duales, unidireccionales e inequívocas, de polos opuestos, donde el poder reside en el ámbito global despojando a lo local de toda posibilidad de interacción, dejándole solamente la opción pasiva de buscar "una mejor incersión en lo global" (Escobar y Harcourt, 2002, p. 4). Con las políticas de lugar estas visiones son cuestionadas a partir de tres enunciados:

1. La experiencia de los actuales movimientos sociales demuestra que las dinámicas locales no buscan mejores incersiones en lo global, sino incersiones creativas, alternativas a estas incersiones o no inserciones. Al respecto, Escobar y Harcourt comentan: "[ los movimientos sociales] actúan en redes a nivel local y transnacional, con el doble objetivo de defender sus lugares y transformar las relaciones sociales de desigualdad que estos encierran" (2002, p. 5).

2. El poder es relacional, por lo tanto, no se encuentra sólo en lo global o sólo en lo local, sino en las redes que se tejen entre estos dos ámbitos. Aquí, el aspecto novedoso reside en hacer una lectura de lo local como investido de poder frente a lo global y no como simple receptor de éste. Lo anterior avanza de una visión unidireccional de lo global hacia lo local, hacia una visión activa y creativa de redes que se tejen en varias direcciones, de local a global, de global a local o de local-global-local.

3. Reconocer que en el lugar también existen relaciones de poder y proyectos antagónicos es reconocer que el lugar no es un escenario neutral o que estás exento de conflicto. El lugar no es un "paraíso" de acuerdos colectivos, es una arena de lucha, de apuestas colectivas, de inclusiones, de exclusiones; es dinámico y cambiante.

Estos enunciados permiten pensar en una relación activa local-global y global-local. Relación conflictiva, de negociaciones, disputas, paradojas y resistencias. Aquí, las políticas de lugar resultan una propuesta interesante para entender dichas relaciones, porque advierten de su construcción a partir de lugares de enunciación; es decir, posiciones desde las cuales se movilizan prácticas y proyectos políticos que entran en una interlocución con lógicas provenientes de la globalización, y, por lo tanto, generan transformaciones tanto en lo local como en lo global.

***

El lugar, entendido como la ubicación en el espacio de dinámicas sociales (de acción política y producción de conocimiento), ha sido retomado, a partir del giro espacial, como un punto importante tanto para la enunciación de la teoría social contemporánea como para la práctica política de grupos sociales. Este renovado interés hacia lo espacial, lo local y el lugar ha dado paso a exploraciones que cuestionan la hegemonía del tiempo y de lógicas globales. En este contexto aparece la noción de políticas de lugar como forma de nombrar las prácticas ancladas al lugar (culturales, territoriales, económicas. etc.) y sus resistencias y negociaciones frente a lo global.

A lo largo de este artículo he intentado argumentar el potencial analítico y político de la opción por el lugar y de las prácticas que lo configuran (políticas de lugar), privilegiando para esto varios de los postulados de la epistemología de posicionamiento y sus debates respecto a la producción de conocimiento y la acción política. De ellos retomo, principalmente, la apuesta por un conocimiento situado, las relaciones de poder que lo cruzan y los diversos escenarios de prácticas políticas que son indiferentes a las concepciones tradicionales de "público" y "privado".

Lo anterior me permite hablar de las políticas de lugar como disputas por la validación de lugares, es decir, disputas por la validación de conocimientos situados y de nuevas prácticas políticas relacionadas con el cuerpo, el hogar, la naturaleza, etc. En general, las políticas de lugar, a la luz de estos postulados, pueden entenderse como las disputas por la definición del lugar que permiten la enunciación de proyectos políticos y el despliegue de prácticas que retan lógicas hegemónicas de poder y conocimiento. Como lo plantea Anna-Kaisa Kuussito en el epígrafe que da inicio a este artículo: "Las políticas de la resistencia son mucho más que transformar el poder, tienen que ver con cambiar y crear un nuevo conocimiento" (1999, p. 18 ).

Así, el potencial de las políticas de lugar como herramientas de investigación y análisis radica, principalmente, en la convergencia del carácter epistemológico de lugar y su carácter político, lo que permite comprender las estrechas relaciones entre la producción de conocimiento y la acción política, a partir de la defensa de lo local como formas para subvertir lógicas provenientes de la globalización.


1. Aquí hago referencia al trabajo de Wendy Harcourt y Arturo Escobar respecto a las políticas de lugar y los movimientos feministas que han llevado a estos autores a proponer un campo de trabajo denominado Mujeres y políticas de lugar (WPP, por sus siglas en inglés).

2. Estas dos críticas pueden ser abordadas brevemente de la siguiente manera: 1. el espacio como categoría en desuso. Aunque las actuales teorías de la globalización y modernidad restringen el espacio a un lugar secundario, éste aparece con fuerza en las reivindicaciones de movimientos sociales que enuncian lo local como algo que debe defenderse. 2. La simetría entre espacio y lugar. El espacio y el lugar no son sinónimos en cuanto tienen cualidades distintas. El primero es abstracto y universalizante, mientras que el segundo es particular y local.


Referencias

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