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Signo y Pensamiento

versão impressa ISSN 0120-4823

Signo pensam. v.28 n.54 Bogotá jan./jun. 2009

 

Sueños digitales de un escritor: la convergencia digital al servicio del ejercicio literario

Digital dreams of an author: Digital convergence for the benefit of creative writing

 

JAIME ALEJANDRO RODRIGUEZ RUIZ*

* Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz. Colombiano. Doctor en Filología, UNED, España; magíster en Literatura, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia; ingeniero químico, Universidad Nacional de Colombia. Profesor asociado, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: jarodri@javeriana.edu.co.

Submission date: October i, 2008 Acceptance date: October 27, 2008

Recibido: Octubre 1 de 2008 Aceptado: Octubre 27 de 2008


The emergence of interactive digital technologies has begun to affect discursive practices as solid as literature or creative writing. On the one hand, the circulation of commentary of literary works has become massive and even the license of the reader to intervene such texts is now open; on the other hand, the expression modes and base has been enhanced thanks to the creative use of recombination technologies, even if this means that the resulting products cannot be labelled as literary works and should therefore be placed within the realm of that emerging field where works based on digital interactive technology are now being assigned to, the so called net-art. Furthermore, the numbers of producers is also widening, that is, more and more people have the skills to generate new work (even if they are "small works"); and, finally, the modes of production of such works are also widening to include works that manage singularities as well as collaborative and collective work. This article reflects on possible scenarios for such transformations.

Keywords: Literature, digital literature, net art, cyberculture, recombination technologies, cooperation technologies.


La emergencia de las tecnologías digitales interactivas ha empezado a afectar prácticas discursivas tan sólidas como el ejercicio literario. Por una parte, la circulación de comentarios de obras se ha masificado (incluso se ha abierto la licencia para que el lector las transforme); por otra, se ha ampliado la base de expresión, gracias al uso creativo de las tecnologías de la recombinación, aunque esto signifique que los productos resultantes no puedan etiquetarse como obras literarias y deban alojarse en ese campo emergente adonde están yendo a parar las obras basadas en tecnología digital interactiva, llamado el net art. Además, se ensancha la base de productores, es decir, personas con capacidad para generar nuevas obras (así sean "pequeñas" obras) y, finalmente, se extienden los modos de producción, incluyendo ahora las obras de gestión de singularidades y el trabajo colaborativo y colectivo. Dados estos escenarios, este artículo muestra y reflexiona acerca de un escenario posible de tales transformaciones.

Palabras Clave: Literatura, literatura digital, net art, cibercultura, tecnologías de la recombinación, tecnologías de la cooperación.


Origen del artículo

Este artículo es una reflexión derivada del proyecto de investigación terminado: Relato digital y cibercultura (1998-2000), de la Pontificia Universidad Javeriana, que a su vez anticipa el marco conceptual de otro proyecto, actualmente en marcha: Narratopedia, financiado por Colciencias y la Universidad Javeriana.

El ordenador es un ángel de la historia. Lo textualiza todo. Reduce el multimedia a la unimedia, una corriente de bits, colapso de espacio y tiempo [...] Pensamiento y lenguaje... persiguen una síntesis mayor, la representación de una idea en el contexto de su verdad.

Edward Barret

El hipertexto está dentro de nosotros mismos.

Manuel Castells

Más que a un texto de una sola dimensión, o incluso a una red hipertextual, estamos frente a un espacio multidimensional de representaciones dinámicase interactivas. Al cara a cara de la imagen fija y del texto, característico de la enciclopedia, la cosmopedia opone un gran número de formas de expresión: imagen fija, imagen animada, sonido, simulaciones interactivas, mapas interactivos, sistemas expertos, ideografías dinámicas, realidades virtuales, vidas artificiales, etcétera.

En última instancia, la cosmopedia contiene tantas semióticas y tipos de representaciones como se pueden encontrar en el mundo mismo. La cosmopedia multiplica los enunciados no discursivos.

Pierre Lévy

Sueños digitales

Me encuentro en el estudio de mi casa, sufriendo el famoso síndrome de la página en blanco. Sólo que al frente no tengo ni un cuaderno, ni una resma de papel, ni una máquina de escribir, sino la pantalla de un computador portátil que muestra la típica interfaz del tablero de administración de una plataforma de blogs. Llevo ya varios minutos intentando escribir el título de mi "entrada", sin éxito; tampoco he podido empezar a llenar la plantilla de contenidos. Estoy "varado" en medio del camino creativo, pero no por falta de ideas o por desconocimiento del oficio (la publicación de tres novelas y de dos libros de relatos me ubican, sin ambages, en el "campo" de los escritores), sino por la dificultad que encuentro para tomar decisiones sobre la mejor manera de articular las distintas fuentes de información de las que me he armado para construir la entrada.

Tengo abiertos en mi explorador la página de búsquedas de Google, la página de YouTube donde he construido mi propio canal, el portal de Facebook en la página del grupo que me acompaña en esta empresa (narrar el planeta nómada)1,un portal depodcasts donde he seleccionado varias audioconferencias, y varias páginas de información (incluida la correspondiente en Wikipedia), del tema sobre el que quiero hacer la entrada; también están en proceso de descarga dos videos y varias canciones en formato MP3 y, debido a que no alcancé a copiar en mi usb algunos archivos que ahora debo consultar, estoy conectado remotamente al computador de mi oficina, donde busco lo que necesito. De fondo suena la música de una emisora de música clásica que emite vía web.

Pero eso no es todo; en este momento escucho la voz de un amigo mexicano (a quien no conozco personalmente), quien me anuncia por Skype que ha enviado por el chat varios enlaces a su página personal, donde ha escrito sobre el asunto que estoy desarrollando y que puedo hacer uso libre de los contenidos; que puedo hacer enlaces desde mi blog, que haga lo que quiera con eso, que ese es mi rollo; sólo quiere que le cuente cómo me termina yendo. No acabo de despedirme del manito, cuando suena mi Iphone: recibo un mensaje sms que contiene un video callejero enviado por mi esposa, mi cómplice, y que llega simultáneamente como draft a mi blog.

Por un momento aparto la mirada del computador y pienso si todo esto tiene sentido; es decir, si podré completar la tarea, si vale la pena. Y aunque este pensamiento me agobia al comienzo, enseguida me reconforta y después me desconcierta; me agobia, pues me enfrenta al fantasma de mi incapacidad; me reconforta, porque me confirma que a pesar del cambio de soporte (del papel a la pantalla) sigo sufriendo los síntomas inequívocos de quien se ha autoasignado la tarea del arte: comunicar para otros las experiencias que nos unen, tender puentes; pero me desconcierto porque siento que no debería estar en éstas (agobiado, indeciso, preocupado por mi incapacidad, acosado por el imperativo de la expresión "artística"): ¿ acaso no me he convencido ya de que el cambio de soporte es mucho más que eso, un cambio radical en el modo de representarnos, de afirmarnos? ¿Acaso no debía sentirme aliviado por el hecho de estar acompañado y apoyado por tanta gente en el proyecto, por haber restablecido el diálogo en tiempo real?

Todo converge en mi computador, es cierto, todo se ha digitalizado (imágenes, voces, movimientos, amistades, informaciones). Siento el poder de la corriente de bits que espera en la pantalla mis decisiones, pero no logro convertirlos en algo concreto, no soy capaz de dar el paso de la virtualidad a su actualización, estoy varado..... .Es curioso, ahora recuerdo lo que denunciaba Castells hace unos años (2001): la inevitable postergación, por razones básicamente económicas, del sueño de Xanadú (esa imagen del hipertexto que creó Ted Nelson como un sistema interactivo, digitalmente comunicado y electrónicamente controlado). Se suponía que la convergencia entre los medios de comunicación e Internet y la utilización de las tecnologías de la realidad virtual harían que se cumpliera el sueño; pero la dificultad técnica (que es también económica y, de algún modo,cultural) de contar con ancho de banda suficiente ha aplazado la posibilidad de dar el paso de la realidad multimedia a la visión del hipertexto.

Sin embargo, el propio Castells describe una alternativa para el hipertexto: la construcción de lo que él llama el hipertexto mental, convergencia entre la capacidad material de nuestra mente para procesar y capitalizar posibilidades culturales, y la interoperatividad basada en Internet. Por un lado, la capacidad de nuestras mentes para absorber el inventario de expresiones culturales y, por el otro, el acceso técnico con el que contamos hoy, vía Internet, a toda clase de textos, imágenes, sonidos, contenidos, y la posibilidad de recombinarlos.

Así, gracias a Internet, y a pesar de los multimedia, podemos decir en efecto que tenemos un hipertexto: pero no el hipertexto, sino un hipertexto, su hipertexto y el hipertexto específico de cada persona. (Castells, 2001, p. 230)

Pero es ahí donde surge el otro apuro, según Castells: si la posibilidad de construir hipertextos es sólo mental y no material (por ahora), ¿cómo compartimos, entonces, el significado de cada uno de los hipertextos mentales? Somos libres, dice el académico catalán, pero ¡ potencialmente autistas! ¿ Cómo hacer dialógicos los hipertextos "personales"?

Del dialogismo y otras yerbas

Hay una pista. Ese fue también el problema para la escritura (una suerte de comunicación virtual) que parece haber sido resuelto. Ya lo sabemos: la plataforma semiótica de la escritura logró, no sin una buena dosis de artificio (y a un alto costo), crear las condiciones para validar una comunicación dialógica por medio del texto. En efecto: el escenario natural del diálogo es la comunicación verbal directa, donde es posible (Cuesta Abad, 1991) reconocer, con toda evidencia, los cuatro elementos pragmáticos del diálogo: su carácter ritual intersubjetivo, regido por unas reglas de comportamiento social y de actuación verbal; la implicación de un yo y un tú que se manifiestan en el discurso por medio de índices personales; la alternancia en la emisión y recepción de mensajes, a través de lo cual se retrocomunican no sólo mensajes lingüísticos, sino paralingüísticos; y, finalmente, una doble contextualización y codificación producidas por cada hablante en los movimientos interactivos.

Si la escritura es, básicamente, un modo de comunicación en tiempo diferido (es decir, que no se da en vivo y en directo), ¿cómo podemos hablar, entonces, de dialogismo? Ahí es donde se da el artificio, el cual es, básicamente, un artificio cultural, y que consiste en definir y posicionar el texto como un dispositivo capaz de "anticipar" las interacciones lingüísticas (obligado a ello por su operación fundamental: suprimir al interlocutor directo en favor de una proyección en el espacio y en el tiempo, que hace posible la lectura e interpretación de los textos en contextos temporal y espacialmente separados de sus contextos de producción). De este tenor, siguiendo a Cuesta Abad, es el valor cultural atribuido al texto escrito:

Al aceptar que un texto es o puede ser un "fragmento activo" de una cultura histórica, puede admitirse que toda acción que recaiga sobre él, enriqueciéndolo o distorsionándolo, afecta a una proporción simbólica de dicha cultura, en su perduración histórica. (1991, p. 175)

Es decir, el texto (y sobre todo el literario) adquiere, por vía de un posicionamiento cultural y apoyado por operaciones de tipo discursivo y pedagógico, un carácter dialógico, a pesar de que su comunicación se realiza en diferido. En este proceso, los momentos de producción y recepción de textos se ven conducidos a garantizar ciertas condiciones. Así, por ejemplo, el texto debe ofrecerse como una estructura potencialmente explicante (o autorreferente); es decir, debe anticipar las preguntas del lector, de modo que éste pueda aventurar sentidos globales, sólo si puede confirmarlos o rectificarlos por las informaciones surgidas a medida que vaya recorriendo el texto mismo. Pero esta anticipación que estructura la comunicación textual significa que a ningún texto le es indiferente la historia de su comprensión y, por tanto, debe diseñar efectos dialógicos o tareas para el lector, quien debe ocuparse de una lectura "adecuada" y "penetrante", que amplíe los contenidos textuales y determine sus conexiones con los mundos de referencia, y, al mismo tiempo, debe establecer cómo el texto se "defiende" de las invasiones de sentido. En síntesis:

La interacción, imposible en su sentido literal fuera del lenguaje (verbal), de formas de vida separadas por el tiempo, se torna factible a través de relaciones lingüísticas y hermenéuticas. Ciertamente se da una asimetría funcional de sujetos: el texto no puede actuar como un agente en las mismas condiciones del intérprete y este no puede negar palabra y acción al texto por más que lo considere erróneamente como un objeto. (Cuesta Abad, 1991, p. 174)

Pero la escritura pertenece a esa dinámica que Pierre Lévy llama de lo "universal totalizante", cuya pragmática pareciera haber sido hoy disuelta por un nuevo dispositivo de comunicación: el ciberespacio2.

En efecto, según el filósofo francés, la evolución cultural podría describirse como la sucesión de tres fases:

• Las sociedades pequeñas y cerradas, de cultura oral, que vivían una totalidad sin universalidad.

• Las sociedades "civilizadas", imperiales, que utilizaban la escritura e hicieron surgir una universalidad totalizadora.

• La cibercultura, que corresponde a la mundialización concreta de las sociedades, e inventa una universalidad sin totalidad.

Lo común de estos tres tipos de cultura es la idea de universalidad. Mientras en el primero era posible el sentido, éste (la totalidad del conocimiento) era apenas local, restringido a la tradición, cerrado. En las sociedades modernas, debido al descubrimiento de la escritura, se hace posible una práctica de la universalidad, entendida como la fijación del sentido (clausura semántica, según Lévy). Así es como los textos adquieren valor en la medida en que sus mensajes pueden circular por todas partes, independientemente de su proceso de producción: la obra escrita se hace autoexplicativa y la condición de universalidad, así entendida, se extiende a otras dimensiones de la cultura, en la medida en que su base se hace "textual".

En la tercera fase, el concepto de totalidad (y también las estéticas de la totalidad) es relativizado. Sin embargo, la idea de universalidad no desaparece, sino que se comprende de otra manera: ya no depende del cierre del sentido (de la clausura semántica), de la posibilidad de completar un trayecto, sino de la posibilidad de conectar muchos: la interconexión generalizada. Ese nuevo universal no lleva a cabo su empresa totalizadora a través del sentido, sino que relaciona por medio del contacto, de la interacción general. Y este modo de relacionar ya no es totalizador.

Lo universal propio de la cibercultura sería, pues, el deseo, la necesidad del conjunto y comunión de los seres humanos:

El mayor acontecimiento cultural anunciado por la emergencia del ciberespacio es el desembrague entre estos dos operadores sociales o máquinas abstractas [...] que son la universalidad y la totalización [...] [el ciberespacio] nos devuelve, en efecto, a las situación anterior a la escritura —pero a otra escala y en otra órbita— en la medida en que la interconexión y el dinamismo en tiempo real de la memorias en línea hacen de nuevo compartir el mismo contexto, el mismo inmenso hipertexto vivo con los interlocutores de la comunicación. (Lévy, 2007, p. 91) [Cursivas mías]

Así que la cuestión sobre el dialogismo hipertextual se encuentra tensionada por dos frentes. Uno futurista: el tecnoeconómico (alcanzar una universalización del ancho de banda suficiente) y otro de recuperación: la vuelta (a otra escala) a las condiciones dialógicas originarias. La lección es contundente: tenemos al frente un horizonte utópico cuyo "costo" de concreción (viabilidad económica, consolidación técnica, posicionamiento cultural, universalización real) es incierto, aunque pareciera menor que el costo de consolidación cultural de la plataforma semiótica de la escritura:

Cualquiera que sea el mensaje abordado, está conectado a otros mensajes, a comentarios, a críticas en evolución constante, a las personas que se interesan, a los foros de debate aquí y ahora [...] la comunicación [en el ciberespacio se hace] recíproca, interactiva, ininterrumpida. Bn]o el régimen clásico de la escritura, el lector está condenado a reactualizar el contexto de manera costosa [...] La interconexión generalizada surge como una nueva forma de lo universal [...] [que] no es la misma que en la escritura estática. (Lévy, 2007, pp. 91-92) [Cursivas mías]

Más allá de la noche posmoderna

Altos costos y también altos beneficios; pero altos costos, también, no sólo por el esfuerzo social que ha implicado el proceso de afirmación de la escritura como medio hegemónico de comunicación del saber (alfabetización generalizada, viabilidad técnica y económica de la lectoescritura, extensión de saberes especializados, cultura de la imprenta), sino por ciertos efectos perversos, especialmente los relacionados con la exclusión de los saberes no letrados.

Siguiendo a Castro-Gómez (quien en su artículo "Los vecindarios de la ciudad letrada" sintetiza, de una manera útil a esta reflexión, al Foucault de Las palabras y las cosas), sabemos que la escritura instaura la necesidad de interponer entre las palabras y las cosas (es decir, entre su similitud ontológica) un tercero: el signo, que aparece directamente a la mente humana como el "representante" de la realidad empírica. Así, el conocimiento ya no está definido por la referencia directa al mundo de las cosas empíricas, por su "presentación", sino que se acude a su representación, y la relación de lo significante con lo significado termina alojada en el espacio del saber.

Pero esta "segunda naturaleza" del conocimiento genera socialmente la necesidad de legitimar e incluso imponer violentamente unas ciertas prácticas discursivas (las del letrado), y deja excluidas las que Ángel Rama (1984) llamará prácticas de la ciudad real (oralidad). Y la representación ya no sólo será representación de las cosas, sino que se establece un nuevo nivel de representación: el del autor. El autor se instaurará como el representante privilegiado del saber e, incluso, del arte (el dueño de "el gran estilo")3, y el efecto será la división del trabajo y la definitiva y costosa partición de productores y consumidores de letras y saberes.

Ahora, es curioso que haya sido desde la literatura (expresión sublime del nuevo canal comunicativo) desde donde se hayan dado, desde el comienzo, las inconformidades en relación con el estrecho cerco de la letra y de su soporte, el libro. El libro fue visto por muchos poetas y narradores como un formato que impedía una representación adecuada del mundo. Se configura, entonces, una búsqueda, una auténtica utopía del "más allá del libro".

Al respecto, la hipótesis que manejo es la siguiente: la escritura y su infraestructura técnica, la imprenta, configuraron el dispositivo propio de la comunicación moderna, y la novela se constituyó en su modelo expresivo más logrado. Sin embargo, el ejercicio novelesco estuvo siempre tensionado por una especie de conciencia a medias de que lo narrativo no podía lograr su mejor expresión inmersiva e interactiva bajo las condiciones de un medio que, como el libro, limita dichas funciones a la imaginación de mundos posibles por parte del lector. De ahí se desprendió toda una tradición de experimentación que algunos hacemos corresponder a un momento posmoderno de la literatura, y que tuvo como frontera el propio dispositivo donde se desarrollaba dicha experimentación: el libro. Si bien las innovaciones derivadas de esta tradición han contribuido mucho a la diversificación del género, no se lograron los objetivos entrevistos (el más allá del libro). Eso explica esta afirmación de George P. Landow, teórico del hipertexto:

La mayoría de los postestructuralistas —dice Landow, y yo agrego: de los posmodernos— escriben al crepúsculo de un anhelado día por venir; la mayoría de los escritores de hipertexto [y yo agrego: de los escritores en tiempos de cibercultura] escriben sobre muchas de las mismas cosas, pero al alba. (1995)

Pues bien, yo me sumo a esta posición y considero que con la emergencia de la posibilidad enunciativa hipertextual e hipermedial, y con la consolidación del ciberespacio como infraestructura de dicha enunciación, hemos superado la noche posmoderna y tenemos buenas razones para mirar adelante con entusiasmo.

De hecho, J. D. Bolter (2006) ofrece un interesante panorama de anticipaciones de lo que hoy podríamos llamar literatura digital, con base en ejercicios literarios modernos y posmodernos (Bolter, 2006), entre los que el teórico norteamericano menciona e ilustra: la retórica de lo multilineal (James Joyce), la tradición de lo experimental (surrealismo, posmodernos), la novela como conversación (Sterne), el recurso al palimpsesto (James Joyce), las figuras del agotamiento de la literatura impresa (Borges), la narrativa fragmentada (Marc Saporta) y la escritura múltiple (Borges, Cortázar). Pero aquí me interesa, más que detallar los casos concretos de estas anticipaciones, resaltar las afirmaciones con las que Bolter constata que dichas anticipaciones encarnan plenamente en una literatura de la cibercultura (de la que la ficción hipertextual sería su expresión pionera).

Estos son ejemplos del talante de sus afirmaciones:

1. el hipertexto reelabora, reevalúa ypotencia estas técnicas que ya había desarrollado la ficción impresa;

2. tanto los escritores modernos como los posmodernos tenían la intención de rehacer la ficción escrita desde adentro;

3. los autores de hipertexto han remediado esa tradición desde la perspectiva proporcionada por una nueva técnica de la escritura;

4. es necesario revisar toda esa tradición de experimentación a la luz de la nueva tecnología;

5. el medio electrónico proporciona un nuevo conjunto de técnicas para transmitir la tensión (explorada y prevista por la ficción impresa) entre la corriente lineal de la narración y la serie de pensamientos asociativos provocados por ésta;

6. las obras de autores que van desde Laurence Sterne hasta Borges no sólo son exploraciones de los límites de la página escrita, sino, también, posibles modelos para la escritura electrónica;

7. la escritura electrónica no finge al autor múltiple o al lector participativo: los exige;

8. las exploraciones modernas y posmodernas pertenecen al espacio de la ficción impresa, constituyen imágenes de algo irrealizable en ese medio, pero deseado como posibilidad;

9. podemos considerar muchas de estas obras como ficciones interactivas que operan bajo las limitaciones impuestas por la imprenta;

10. la ficción hipertextual pidió prestado y remedió el sentido de rebeldía, y logra sin esfuerzo aquello que los escritores experimentales del texto impreso sólo conseguían con grandes dificultades;

11. en todos estos ejemplos, la ficción impresa se ve forzada a trabajar contra su medio: surge un conflicto entre el volumen como marco y el texto enmarcado, conflicto que el computador no tiene, pues ofrece un marco que se afloja siempre que el texto lo empuja; 12. como efecto, los lectores de hipertexto ya no sólo pueden escribir en él (no sólo sobre el texto), sino que incluso pueden alterar o completar episodios; todo lo cual se traduce en una cesión de responsabilidad que hace el autor. Esta cesión es tanto un desafío como una afirmación de que dicha forma electrónica de lectura-escritura es más auténtica que la participación que una novela tradicional permite a sus lectores.

Todas estas afirmaciones se dirigen a demostrar que sólo bajo un nuevo dispositivo técnico (ciberespacio), enunciativo (hipertexto) y cultural (cibercultura) se pueden realizar muchas de las anticipaciones, deseos y figuras de la tradición "rebelde" (posmoderna) de la escritura.

El dispositivo comunicativo propio de una cultura dinamizada por el ambiente de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (cibercultura) es el ciberespacio. Mi incursión tanto académica como creativa en el fenómeno de la cibercultura y mi creciente comprensión de su "programa" me han llevado a comprobar que estamos obligados a enfrentar definitivamente un corte, un punto de no retorno.

En efecto, mientras cómodamente atrincherados esperábamos desde el campo literario un desenlace a las tensiones surgidas por la irrupción de las nuevas tecnologías, en prácticamente todos los campos de la cultura han empezado a surgir otras pragmáticas, otras estéticas, otros géneros. Comienzan a aparecer y a extenderse, desde ambientes inéditos no necesariamente ligados a la tradición (literaria), obras altamente interactivas que promueven la implicación de aquellos que las usan y donde el interactuante (figura que en el ciberespacio reemplaza a la del lector) participa incluso en la estructuración del mensaje que recibe.

Se trata de eso que Lévy (2007)4 llama obras-flujo, obras-proceso, obras metamórficas, obras acontecimiento. Es decir, obras que ya no responden a los imperativos tradicionales de la escritura y del libro,obras que ya no necesitan legitimarse por una significación válida, obras que pierden la necesidad de autor (en el sentido de garante de un sentido estable), y que se desarrollan en entornos en esencia inacabados; obras que promueven no sólo los sentidos variables que sus exploradores descubren, sino que les ceden las tareas de construcción del orden de la lectura y de las formas sensibles.

Pero demos un paso atrás: ¿esto es utopía o realidad ? ¿ Qué tan lejos estamos de contar verdaderamente con la capacidad técnica y cultural para arriesgarnos a usar y extender las nuevas maneras y formas que nos ofrece la cibercultura? Tal vez ya tengamos esas condiciones...

Empoderamiento real mediante la virtualidad. Subjetividades emergentes. Web 2.0

El término web 2.0 ha surgido por oposición a la existencia supuesta de una web 1.0, que se identificaría con el estado de las posibilidades de Internet entre 1984 y 1999. De hecho, la web 1.0 puede identificarse con las primeras aplicaciones, como Altavista, el correo de Hotmail, el albergue de páginas gratuitas de GeoCities, la enciclopedia Encarta o el navegador Netscape Navigator 4.7, cuyo lugar toman progresivamente equivalentes "2.0", como Google, Gmail, Blogger, Wordpress, Wikipedia y Firefox, respectivamente.

El gran valor de la web 2.0 es que ha reducido efectivamente la distancia entre los que acceden a la web y los que publican información en ella. Mientras que en la web 1.0 sólo se podía acceder con facilidad a la publicación de páginas rudimentarias, actualmente cualquier usuario puede acceder, de forma gratuita, a un gestor de contenidos en la forma de un blog, que se ha convertido en la aplicación por excelencia del fenómeno, publicar imágenes en Flickr e incluso videos en YouTube. Además, las barreras tecnológicas y económicas para acceder a soluciones personalizadas de mayor potencia, o para establecer una identidad única y propia en la web prácticamente han desaparecido. Esto se suma al hecho de que la web se está convirtiendo en la plataforma sobre la que se ejecutan nuevas aplicaciones, cada vez de manera más independiente del sistema operativo del ordenador utilizado, con lo que cambian radicalmente las normas del mercado del software.

Esas tecnologías y el consecuente cambio de actitud que exigen, presentan una multitud de oportunidades estéticas. Entre ellas se destaca el concepto de software social, el cual se refiere al uso de la comunicación mediada por ordenador para la formación de comunidades (llamadas redes sociales o comunidades virtuales de práctica). Así, una aplicación basada en la web se pone a disposición de una multitud de usuarios que aportan información y comunicación a cambio de un incentivo.

La web 2.0 ofrece nuevas funcionalidades que permiten hablar de Internet no sólo como gran fuente de recursos, sino, además, como la plataforma dónde trabajar con esos recursos, lo que le da un potencial muy grande. Así, por ejemplo, teniendo cuenta que una de las características propias de la web es la facilidad de compartir información, dicha característica se ha reforzado con la aparición de herramientas de gestión de contenidos,como los blogs, cuyo uso creativo incrementa la eficacia de la actividad comunicativa, pues aportan sencillez de uso y muchas posibilidades de comunicación. El otro dispositivo web 2.0 de gran potencial comunicativo es la plataforma wiki, entendida y utilizada en dos sentidos: como un repositorio colaborativo de conocimiento y como espacio para la construcción colectiva de textos; de manera que el trabajo en grupo se simplifica y se desarrolla en dimensiones realmente inesperadas5 .

Ahora, todo este panorama de nuevo repertorio tecnológico tiene su correlato cultural: la formación de nuevas subjetividades. En efecto, la emergencia de la cibercultura (y su mejor expresión técnica hasta ahora: la web 2.0), asumida como fenómeno cultural más que como determinismo tecnológico, potencia y propicia la creación, el empoderamiento y el vínculo social. Es más: la constitución de subjetividades en este escenario se aparta, por primera vez, de la dinámica de vigilancia del individuo, la clasificación de los anormales o el disciplinamiento del cuerpo, como ocurrió bajo el escenario del proyecto moderno (Foucault, 1981)

Siguiendo a Juan Carlos Amador6 , es posible afirmar hoy que procesos como la toma de decisiones frente a temas de la vida cotidiana, la intercreación, la producción de la experiencia estética (de la pequeña obra de arte, diría Rocío Gómez)7 , la elaboración y circulación de informaciones, los trayectos y desplazamientos de los productos semióticos y sus múltiples formas de recreación, la adquisición de nuevos referentes identitarios para vivir otras experiencias en los márgenes de la virtualidad, la generación de nuevas escrituras mediante la hipermedia o el hipertexto, entre otros fenómenos, constituyen la confirmación de este acontecimiento, por el cual el sujeto regula (¿por primera vez?) sus propios tiempos y espacios, y se hace visible.

La idea del profesor Amador de que una estilística de la propia vida en la que la subjetivación ya no sólo surgiría de los regímenes de saber y poder (como parte de una historia de fabricaciones de la subjetividad), sino de unas tecnologías del yo, que el sujeto construirá particularmente, en la medida en que sus experiencias con el mundo posibiliten el advenimiento de éstas, resulta muy refrescante y ofrece un horizonte realmente esperanzador. Esto, además, se suma a la convergencia de dos fenómenos que puede estar generando la condición de nuevos sujetos de la acción y que estarían por primera vez rompiendo el cerco de las subjetividades modernas (tan ligadas a la escritura como expresión):

Son [ellos], en primer lugar, la configuración de una estética propia que demarca una vida no regulada, por lo menos, en el ciberespacio; y en segundo lugar, la proclividad del sujeto a la creación colectiva, más que a la individuación propia de la sociedad de control. Los seguidores de Michel Foucault podrían afirmar que lo que se está produciendo con la virtualidad es sencillamente una transformación del dispositivo de disciplinamiento y de control y que el ciberespacio es el nuevo contexto en el que tienen lugar las prácticas del nuevo control biopolítico. Sin embargo, vale la pena arriesgarse respondiendo ante esta posible premonición, afirmando que la redefinición de la noción de poder no necesariamente supone el cambio del rostro de quien controla; se trata más bien de considerar que bajo estas nuevas realidades, es difícil identificar quien controla. Quizá, eso molecular y rizomático que caracteriza la experiencia de la cibercultura es la potencia para responder a la emergencia de un nuevo sujeto, un sujeto de la acción, que, al decir de Heidegger, será capaz de ocultarse y desocultarse en el mundo, existiendo de otro modo (Amador, 2008).

Conclusiones: metatecnologías de la recombinación y la cooperación

Es hora de volver al comienzo: ¿por qué me siento mal? ¿Realmente me siento mal? ¿Cómo procuro sentido a mi tarea? ¿ Cómo supero la sensación de impotencia?

Tengo ahora conciencia de dos retos, los retos que posiblemente Magris derivaría de su ansiedad por el fin de "el gran estilo" (el encomendado a los escritores y a los artistas en tiempos de escritura y modernidad: el de la homogeneidad y la marca individual del genio) y la aparición consecuente de una "anarquía de los átomos" (de una fragmentación de contenidos, de una desterritorialización del arte y de una deyoización que favorece los colectivos, de una proliferación de "pequeñas" obras de arte). Y esos retos concretos son: 1. desarrollar (actualizar, diría Lévy), a partir de la fragmentación de contenidos y fuentes que tengo ahora en frente, en mi computador, virtualmente dispuestos, pero aún sin condensación, un hipertexto, mi hipertexto. 2. garantizarle a ese hipertexto un "protocolo de significado", su carácter dialógico, su impacto real.

Lo primero no debe ser difícil: basta un poco de ensayo y error, un poco de pensamiento caótico8, la puesta en práctica de las tecnologías de la recombinación (bajar videos de YouTube,explorar y plagiar otras páginas9, capitalizar los comentarios del blog y los aportes de mis “invitados”al proyecto); pero lo segundo es más sutil,más quizá inquietante.

Si la alternativa de Castells a la ausencia del hipertexto material es el hipertexto mental, creo que la alternativa al autismo que tanto teme el experto español es sí la garantía de una participación“virtualmente real”; asegurar que cada experiencia sea compartida (como en el arte sí señor , sólo que entendido el arte como una experiencia extendida a toda la población; es decir, como fin de los privilegios del autor), y esto se logra con el ciberactivismo,con la construcción de redes sociales.

Las redes sociales son actividades humanas que aunque dependen de infraestructuras técnicas de comunicaciones, es decir, no basta con la presencia o con la disposición de cada individuo, y son técnicas (procedimientos y estrategias que garanticen su movilización y su eficacia) y tecnologías (dispositivos como las aplicaciones web 2.0 mencionadas arriba y otras que han venido surgiendo cada vez más orientadas al modo de tecnologías de la cooperación) necesarias para que realmente funcionen, son también espacios humanos colectivos concretos, auténticas tecnologías de la cooperación que implican la “movilización” virtual y social

Lo que se está dando hoy, según Rheingold (2004), al menos en su aspecto positivo (porque tiene también su lado oscuro)10, es una feliz convergencia entre actitud y valoración de la acción cooperativa y tecnologías de la cooperación. Falta aún la consolidación de una “metatecnología”(cultura o modo de hacer naturalizado) que extienda los valores y viabilidades del nuevo poder de las redes sociales. Esa es la dimensión proyecto que descubre Rheingold, la dimensión cultural, pues él confía en la extensión y perfeccionamiento de las tecnologías de la cooperación y en la inevitable necesidad de “mutar” hacia la acción cooperativa como modo de ser realmente humano, con todo lo que implica esa “humanidad”, es decir, los peligros y los desafíos.

Para el caso de la literatura, poner en marcha y asegurar una acción cooperativa a través de estas tecnologías no debería resultar extraño: debería, por el contrario, constituir una oportunidad para ese sueño del ejercicio literario, que consiste en: 1. garantizar la circulación de comentarios de obras e incluso su transformación por parte del lector11; 2. ampliar la base de expresión (asegurar un más allá del libro y un más allá de la palabra escrita que enriquezca la expresión), gracias al uso creativo de las tecnologías de la recombinación, aunque esto signifique que los productos resultantes no puedan etiquetarse como obras literarias y deban alojarse en ese campo emergente a donde están convergiendo las obras basadas en tecnología digital interactiva, llamado el netart; 3. ensanchar la base productores, es decir, de personas con capacidad para generar nuevas obras (así sean "pequeñas" obras); y 4. extender los modos de producción de obras, incluyendo ahora las gestión de singularidades y el trabajo colaborativo y colectivo (la superación de la "anarquía" de los átomos)12.

Ahora debo ponerme en acción, debo dejar de escribir este artículo (que sólo podrá ser leído ampliamente en unos meses, sin garantía de que se me entienda del todo); debo aprovechar el tiempo real, configurar mi blog de modo que pueda ser accedido fácilmente, de modo que se pueda conectar y conectarse con otros blogs; debo terminar de conformar la lista de autores invitados; debo incluir agentes no bloggers que sean capaces de generar opinión en los entornos análogos; debo consolidar una red de comentaristas habituales, de foristas, de...; debo ponerme a analizar las redes de influencia para saber y predecir cómo se van a transmitir y difundir los mensajes y la imagen de mi blog dentro de redes sociales; debo incorporar estrategias de posicionamiento, tal vez presentaciones, ruedas de prensa, demostraciones y pruebas, dossieres de información, etc.; debo. ustedes entenderán.


1. Me refiero al ejercicio de "blogliteratura" que puede seguirse en Nómadas y Rebeldes (http://nomadasyrebeldes.net/), un ejercicio narrativo conversacional (es decir, compuesto por historias abiertas no sólo a los comentarios y a la información de muchos otros sitios de la red, sino a los aportes de quienes se quieran integrar y, en ese sentido, se irá convirtiendo en un ejercicio colectivo) y multimedial (pues hará uso no sólo de la palabra, de la imagen, del sonido y del video, sino de todo lo que se requiera para sensibilizar y dar cuenta de los temas que se van a tratar aquí) sobre el nomadismo y la rebeldía como actitudes motoras en el hombre.

2. El ciberespacio puede definirse como una cierta manera de usar la infraestructura digital que apunta a un tipo particular de relación entre personas y que soporta aquellas tecnologías intelectuales, que amplifican, exteriorizan y modifican numerosas funciones primitivas humanas: la memoria (bases de datos, ficheros, hipertextos), imaginación (simulaciones), percepción (telepresencia, realidades virtuales), razonamientos (inteligencia artificial) y que favorecen nuevas formas de acceso a la información y nuevos estilos de razonamiento.

3. Menciono aquí la expresión "el gran estilo", utilizada por Claudio Magris (2001, p. 8), para hacer referencia a uno de los valores de la modernidad, que consiste, precisamente, en la afirmación del letrado como portador de un estilo, de un gran estilo que debe ser reconocido por sus lectores. Magris hace ver que la crisis del gran estilo es paralela a la crisis de la modernidad y se preocupa por el efecto sucedáneo: la "anarquía de los átomos"; es decir, por la desaparición del gran arte y la aparición del arte pequeño.

4. En el capítulo "El arte de la cibercultura".

5. Hay que tener en cuenta, también, la impresionante evolución de sistemas de gestión de contenidos (CMS), como Drupal, que está revolucionando no sólo la facilidad de publicación, sino la constitución de comunidades alrededor de proyectos de expresión.

6. Profesor de la Universidad Distrital de Bogotá, con quien hemos discutido, en el seno del seminario "Cibercultura y educación", las nuevas formas de subjetivación en los entornos de la cibercultura.

7. El proyecto de Tesis Doctoral de la profesora Rocío Gómez (y que tuve el honor de evaluar recientemente) donde se presenta esta idea y otras mencionadas adelante tiene por título: "Procurarse sentido en la ciudad contemporánea: usos emergentes y heredados de nuevos repertorios entre jóvenes urbanos integrados"

8. Me refiero aquí a lo que han desarrollado y extrapolado Gómez y González (2003), para dar cuenta de un tipo de pensamiento que brinda una base lógica común al vagabundeo del viajero urbano, a la exploración del que examina los recursos digitales disponibles y a la disposición del navegante de Internet. Un pensamiento de por sí fragmentario, no lineal y recursivo (rico en recursos, recurrente y rico en soluciones), que parecería facilitar un habitar estético del mundo técnico, que podría estar ofreciéndonos una salida epistemológica, pero también estética a la nueva situación de la cibercultura

9. Sobre el plagio utópico, véase el capítulo de mi libro Trece motivos para hablar de cibercultura (Rodríguez, 2004); en el que, recogiendo lo expuesto por el grupo Critical Art Ensemble, se resume precisamente el sueño del plagiario utópico así: "El sueño del plagiario es poder hacer aparecer, trasladar y recombinar texto con simples comandos fáciles de usar, algo que en la cultura poslibro será natural".

10. La vigilancia, el control, la manipulación.

11. Un ejemplo de la capacidad de transformación que puede alcanzar el "lector" literario gracias a las nuevas tecnologías es el fenómeno de las ficciones de fans, obras de admiradores (fans) de una obra o de un autor literario que se atreven a escribir extensiones (fictions) de sus obras admiradas, como sucede en el portal de "Fanfiction" (disponible en http://www.fanfiction.net/). Este tipo de ejercicio literario ha sido capaz de promover y desarrollar auténticas comunidades virtuales de escritores apócrifos, que son, ni más ni menos, prefiguraciones del "escrilector".

12. Es el caso del proyecto "Narratopedia" (disponible en http://recursostic.javeriana.edu.co/narratopedia/bienvenidosanarratopedia/), una plataforma preparada para que cualquier persona cuente sus historias mediante diversos formatos (palabras, imágenes, animaciones, videos, fotografías, audios), a partir de varios motivos diseñados para propiciar narraciones.


Referencias

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