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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.28 no.55 Bogotá July/Dec. 2009

 

Dimensiones de la comunicación y de la información:

la doble faz de la realidad social

The Dimensions of Information and Communications or

the Reversibility of Social Reality

 

EDUARDO ANDRÉS VIZER*

* Eduardo Andrés Vizer. Argentino. Doctor en sociologia de la Universidad de Belgrano. Es evaluador de posgrados en varias instituciones Argentinas y norteamericanas, como la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Buenos Aires, Argentina), la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba (Córdoba, Argentina), el departamento de Comunicación de la Universidad de Massachussets (Boston, Estados Unidos), y el International Council for Canadian Studies (Ottawa, Canadá). Correo Electrónico: eavizer@gmail.com

Recibido: Mayo 27 de 2009 Aceptado: Agosto 03 de 2009

Submission date: May 27th, 2008 Acceptance date: August 3rd, 2009

El artículo relaciona información y comunicación, estructura y proceso social. Además, propone tres dimensiones del proceso de comunicación y su relación con la abducción y los procesos indiciales de Peirce. También asocia dimensiones comunicacionales con categorías de análisis social. Se persigue el desarrollo asistemático de un paradigma sociocomunicacional conforme a proposiciones de Imre Lakatos.

Palabras Clave: Información, estructura, dimensiones de comunicación, índice, abducción.

Descriptores: Comunicación, Información, Desarrollo social.


This paper links information and communications, that is, structure and social processes. Furthermore, it proposes three dimensions vis-à-vis the communication process and its connection to Peirce's abduction and indicial processes. Herein, we also associate communicational dimensions with categories used in social analysis. In short, we attempt an asystemic development of a socio-communicational paradigm as suggested by the propositions of Imre Lakatos.

Keywords: Information, structure, dimensions of communication, index, abduction.

Search tags: Communication, Information, Social development


Origen del artículo

Este artículo surge de la preocupación del autor por estudiar los problemas teórico epistemológicos de asociación entre teoría social (desde la sociología), y la construcción de teoría de la comunicación. La problemática aquí tratada fue abordada originalmente por Vizer en el 2003 en La trama (in)visible de la vida social : comunicación sentido y realidad (Editorial La Crujía, Buenos Aires), libro que fue nombrado "de referencia" por el Portal de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. El mismo tema también será tratado en el próximo libro de Vizer, Investigar en comunicación : Estrategias de intervención y socioanálisis (Editorial La Crujía, Buenos Aires).

Podemos considerar sumamente fructífera la asociación entre procesos y conceptos de otras disciplinas sociales —en nuestro caso la sociología y conceptos comunicacionales. Podemos parafrasear a García Canclini cuando afirma "Estudar a (cultura) comunicaçao requer converterse num especialista de intersecções".

Giddens asume con agudeza que la vida social se constituye como un doble proceso de estructuración permanente. Y que ese proceso de estructuración se realiza tanto objetiva como subjetivamente: acción social y sentido de la acción, estructura y agencia. A esta naturaleza dual le podemos agregar la doble dimensión de los procesos de información y de comunicación. Podemos afirmar que la realidad social se constituye objetivamente a la vez que se instituye intersubjetivamente. La sociología comprensiva se sobrepone al funcionalismo y al estructuralismo, en un intento de rescate de la riqueza de la realidad social, mediante una proposición teórica que Giddens denomina doble estructuración, o doble hermenéutica de la vida social. Opuesta a esta concepción bidimensional de los procesos sociales tenemos las propuestas de Luhmann sobre la constitución comunicacional de los procesos sociales, pero sin la dimensión de la (inter)subjetividad. No habría institución, sino destitución del sentido, reemplazado por los acoples estructurales de las conductas interindividuales. Ni subjetividad ni conciencia, sólo interacción, dentro de las lógicas de funcionamiento y de organización de un sistema cerrado. En síntesis: monismo frente a dualismo. En otros términos, podríamos decir: reduccionismo objetivista frente a reconstitución de nuevas formas teóricas y epistemológicas de concepción de los procesos sociales como duales, como acción objetiva de los actores sociales, y también como acciones cargadas de sentido subjetivo.

Creo que las figuras teóricas de la doble estructuración y la doble subsunción (Vizer, 2007a) se refieren, precisamente, a la "doble naturaleza" de los procesos sociales. Por doble subsunción entiendo la determinación mutua —desde la perspectiva subjetiva de los individuos— que se produce entre las condiciones objetivas de subsistencia y las condiciones subjetivas e intersubjetivas en que los individuos "cultivan" y reconstruyen sus mundos de la vida. Este cultivo interpersonal de la vida social inevitablemente es percibido por los agentes sociales como una apropiación personal de los recursos y los medios físicos, sociales, simbólicos e imaginarios que el medio y la cultura les ofrecen. Esta apropiación personal y social de los medios y los recursos —en especial de las tecnologías— puede concebirse como una doble apropiación: técnica por un lado y simbólica o de sentido por el otro. Apropiación técnica como dominio de la información y el control sobre técnicas y objetos, en otras palabras, sobre el entorno. Y apropiación simbólica como dominio de la expresividad y la comprensión, como formación de la intersubjetividad. La articulación fructífera entre ambas es la que puede asegurar mejores condiciones para un crecimiento de los grados de libertad y bienestar personal.

El mundo de la técnica implica un tipo de relación entre el hombre y los objetos. Una relación de apropiación estratégica mediada por el acceso y la capacidad de procesar información, y un dominio de conocimientos y dispositivos que aseguran la relación operativa y eficaz de control o de adaptación sobre el entorno; ya sean entornos naturales, tecnológicos, institucionales o interpersonales. Implica la capacidad de establecer una relación objetal, a la vez información sobre los objetos, e información o competencia por parte de un sujeto para lidiar con ellos en un dominio de realidad definida y referenciada implícitamente en el discurso como realidad objetiva. En cambio, el mundo "simbólico-expresivo" implica una relación entre sujetos. Relación intersubjetiva, relación eminentemente comunicativa. El "objeto" de esta relación es la relación con un otro, con un sujeto-otro, mientras que el "objeto" de la relación informacional es la relación con lo otro.

Por un lado, podemos hablar de un conocimiento y una estrategia objetiva de inserción o control de los objetos y de los acontecimientos del medio ambiente. Por otro lado —como la otra cara del mundo de la vida— podemos hablar de un proceso de subjetivación, de interiorización y exteriorización expresiva de los sujetos en un mundo de símbolos, de imágenes, de palabras, de rituales y de gestos. Podemos hablar de una apropiación simbólica y expresiva de los acontecimientos. Podemos hablar de sentido. En cierto modo, la información materializa la realidad, la espacializa. Así como la comunicación la desmaterializa, transformándola en un proceso eminentemente intersubjetivo, regido por otras modalidades de tiempo.

La percepción humana transforma los estímulos en datos internos. Datos que organizamos casi inconscientemente en formas de índices interrelacionados entre sí y de formas Gestalt. Esta organización de los estímulos internos que aperciben nuestros sentidos no es arbitraria, ni tampoco un reflejo de los objetos de la realidad. Los estímulos se organizan siguiendo patrones internalizados por cada ser humano. Si verbalizamos este proceso, podemos hablar de datos, datos que se "organizan" siguiendo patrones culturales, sociobiológicos, visuales o lingüísticos. La organización interna —subjetiva— de los datos/ estímulos corresponde a una información perceptiva de la realidad exterior, por medio de dispositivos aprendidos y desarrollados por el sujeto. Al "producto" de este proceso podemos llamarlo información. Y la organización lógica y semántica interna y cognitiva de esta información nos permite atribuirle —o negarle— sentido. La modernidad occidental y la influencia de las ciencias definieron un sentido estrictamente racionalista, cognitivo y lingüístico para los procesos de construcción de sentido, asociado con el concepto de verdad y de lenguaje, en especial el lenguaje científico.

La aparición de las tecnologías de registro y reproducción ilimitada de imágenes y sonidos por los medios sociotécnicos que llamamos medios de comunicación, y en las últimas décadas la implantación generalizada de las tecnologías de información y comunicación (TIC), los multimedios, la digitalización y la interactividad, han planteado un desafío a la hegemonía del lenguaje y la escritura como únicos medios de expresión de la racionalidad. Los medios han exigido a nuestros aparatos perceptivos (formados aún en la lógica del lenguaje y la escritura), a aprender a organizar nuestro mundo perceptivo, de acuerdo con una multiplicidad simultánea de códigos, lenguajes imagéticos, sonoros, e imaginarios (es interesante reconocer la noción de semiósfera que ha desarrollado Lotman, refiriéndose a la "polifonía" de la vida cotidiana, en las fiestas populares y en la cultura oral). La comunicación en cuanto campo de investigación, precisamente surge como una actividad institucionalizada y un proceso intelectual que busca conocer, interpretar y poner en discurso la naturaleza específica y desafiante de la implantación masiva y global de estas nuevas tecnologías, que reproducen y reconstruyen lo que por siglos hemos considerado una única realidad.

Las ciencias sociales —como producto intelectual y académico de la era logocéntrica de la razón y la escritura— tienen enormes dificultades en aprehender la especificidad de la nueva era comunicacional y mediatizada. Para las ciencias, el conocimiento científico es información verdadera sobre una realidad. Hay una homología entre el discurso, las proposiciones científicas y los hechos observables. Podemos decir: entre información y realidad. Para la comunicación, esto último no es la solución, sino apenas un problema por ser abordado. No hay homología entre información y verdad, porque para una perspectiva radical y constructivista de la comunicación, tanto la "verdad" como la información son constructos, productos resultantes de una adecuación entre procesos de percepción y de interpretación con los procesos históricos, sociales, intelectuales y aun psíquicos. Y ese proceso de construcción —de la "realidad como información e interpretación"— es precisamente el gran campo ontológico de estudios de la comunicación. Es el campo ontológico de las realidades construidas por los hombres y las sociedades en cuanto campos de formación de sentido y de valor. La investigación y el conocimiento de las complejidades y sutilezas del mundo de la vida (feliz denominación para esta conjunción entre la realidad física y las formas subjetivas de apropiarnos socialmente de esa realidad "dura") requieren, obviamente, métodos y una epistemología diferente a la de las ciencias clásicas, ya que su "objeto teórico" de análisis difiere de cualquier otro objeto científico.

Para la ciencia clásica —la ciencia nomotética—, la homologación entre verdad e información supone un congelamiento de ambos —las "leyes universales" de la física tradicional—, en un espacio y un momento determinados. En cambio, asumir la adecuación relativa entre realidad, información y verdad supone un proceso gradual, una temporalidad, la interpretación de informaciones y su intercambio intersubjetivo. En otras palabras, supone un proceso de comunicación y de construcción social del conocimiento. Este es el caso de las ciencias históricas, la antropología, las ciencias humanas e interpretativas. Las ciencias sociales clásicas (sociología, economía y ciencia política) oscilan entre una u otra epistemología de conocimiento, de acuerdo con periodos y modas intelectuales (funcionalismo, empirismo, estructuralismo, fenomenología interpretativa, etc.).

Estas perspectivas epistemológicas produjeron conmoción y cierto rechazo, porque lo que es construido —como verdad— supone subjetividad, supone la mirada de un observador, supone la posibilidad de ser desconstruido y relativizado. Y este relativismo tendió a ser confundido con posmodernismo. La ciencia tradicional buscaba leyes objetivas y permanentes en el orden de las cosas. Saussure afirmaba que sólo era posible fundar una ciencia de la langue, del sistema de la lengua, pero no de la parole, el discurso, la pragmática, la palabra en acción. Saussure —unas décadas después el estructuralismo— supuso que sólo sería posible fundar una ciencia con base en el conocimiento de reglas permanentes.

La Escuela de Chicago prosiguió el camino inverso, de la pragmática a la sintáctica, por así decirlo: investigar las conversaciones cotidianas como origen de las regularidades y el orden de sentido generado desde los propios procesos de interacción social, o sea, de la comunicación. En esta perspectiva epistemológica, ni la verdad ni la información pueden ya ser absolutas. Sólo la historia y las transformaciones lo son.

La información supone, entonces, un producto de esa historia, un producto "congelado" de la acción humana o de un proceso técnico. Un "producto" que puede expresarse en forma objetiva y material (como un texto, por ejemplo), y también como un proceso cognitivo de comunicación (como procesamiento de la información que se interpreta subjetivamente como "sentido"). Supone la materialidad de un soporte físico, y un cierto orden textual que permite su análisis. Un doble análisis: de consistencia lógica interna, y de relaciones con un contexto "externo" determinado (ya sea el sistema lingüístico, un sistema informático, observaciones sistemáticas sobre datos y procesos observables, como en la investigación empírica; ya sean conductas políticas, ya sean regularidades institucionales o económicas en el mundo social). No es casual que el approach informacional se haya constituido en la cenicienta de los científicos "duros", de los ingenieros de sistemas y la tecnociencia de la inteligencia artificial, de los programadores y los sistemas expertos, los administradores de Estado, los bibliotecarios y los economistas. Es este paradigma al que hace un cuarto de siglo atrás he denominado cultura tecnológica (Vizer, 1983). Y éste también el universo idílico que implícitamente nos ofrece el paradigma de la sociedad de la información. Una ambigua sociedad informatizada sustentada en el "control de riesgos". Y que nos acerca peligrosamente a su inversión: los riesgos del control.

La información como apropiación "técnica" y la comunicación como apropiación "expresiva" de la realidad

Históricamente podemos decir que hay una visión "informacional" de la comunicación, asociada a lo que podríamos denominar una economía de la información en la producción del conocimiento científico1, de carácter eminentemente funcional y pragmático, a la que se le opone una segunda visión, de carácter crítico y "humanista".

Para los teóricos de la información de mediados del siglo XX, preocupados por lograr la correspondencia precisa entre información y realidad objetiva, la información representaba entonces una estructura "económica, eficaz y eficiente" de organización de datos, la representación de un objeto, un hecho o una realidad prácticamente física y exterior, representada fielmente en signos codificados y transmisibles. En cambio, la noción de comunicación es mucho más amplia, rica e indefinida, asociada con la construcción de la socialidad, los vínculos, la expresión cultural y subjetiva. Para el investigador brasileño Muniz Sodré (2002, p. 221): "La palabra comunicación en la práctica discursiva corriente recubre tres campos semánticos: vehiculación, vinculación y cognición". Desde el constructivismo, la comunicación implica producir, construir: relaciones, representaciones, imágenes, textos, sentidos. Para la semiología clásica, la comunicación surgía como un proceso de significación de las palabras, los textos, los mensajes en cuanto sistemas de signos, es decir, como un lenguaje sistemáticamente codificado por la cultura.

¿Cómo relacionar y articular, entonces, las concepciones sistemáticas de información con las de comunicación, cuando éstas se preguntan por los procesos culturales, el estado de ánimo, las expectativas, los imaginarios, los rumores, las informaciones producidas por los medios de comunicación y sus efectos sobre los procesos y las prácticas sociales, políticas y económicas ?

En los trabajos desarrollados por García Canclini y Martín Barbero se afirma una relación directa entre la comunicación y la centralidad de las nociones de apropiación y consumo cultural, en la forma de una competencia entre grupos e individuos que intentan conseguir la apropiación social de recursos y bienes —en especial a través del consumo-. Así se opera un sistema de comunicación social a través de códigos de consumo, y se generan marcas de valor personal por medio de la distinción social y cultural entre sectores sociales e individuos. La eliminación de las lógicas económicas y políticas del análisis de los procesos de comunicación, anula el fundamento social y los contextos reales en que se generan los procesos de comunicación en tanto procesos de construcción de sentido y valor.

Mattelart, desde otra perspectiva propone cuatro tópicos en la génesis histórica de la comunicación, otorgando prioridad al análisis histórico por sobre el sistemático. En primer término menciona la relación entre la comunicación y las nociones de organización, progreso, desarrollo y evolución (Spencer), propios de la visión decimonónica de la formación del Estado nación, y el impulso material hacia la construcción (evidentemente física) de carreteras, canales y ferrocarriles. Luego propone la relación entre la comunicación y las utopías tecnológicas (Saint Simon), y la visión del rol del ferrocarril y el telégrafo. En esta categoría se inscribirían también autores como L. Mumford y McLuhan. En tercera instancia propone una relación entre comunicación y geopolítica, en especial en Alemania, y orientadas hacia doctrinas de expansión civil y militar. Como última línea histórica menciona la relación entre la comunicación y el individuo, y el tema de la manipulación de las masas (y la psicología de Le Bon). Retoma de Levy Strauss la necesidad del estudio de la comunicación como intercambio, como flujo de mensajes, de cuerpos y de bienes.[...]

La primera línea evidentemente muestra como característica central lo que podríamos ver como control centralizado del espacio y de los intercambios. La segunda se asocia con una temática hegemónica de la Cultura Tecnológica de nuestros días: las utopías de futuro asociadas a los logros tecnológicos [la autopista de la información, por ejemplo]. La tercera con la expansión constante en el espacio y el tiempo, que en nuestros días tiende a acelerarse en forma exponencial. Por último, la relación comunicación-individuo muestra una preocupación siempre presente sobre el crecimiento de la autonomía individual y un segundo tema referido a la manipulación de las mentes (ya sea que se parta de una perspectiva más integrada o más apocalíptica sobre el poder de los medios). (Vizer, 2006a)

Estas líneas nos presentan una asociación muy estrecha con las funciones sistemáticas de la información: control, expansión del tiempo y del espacio, manipulación, organización centralizada, etc.

Desde una mirada teórica —considerando el factor tiempo—, una "estructura" es solamente un proceso lento, y la fijeza objetiva del dato, de una información —o de un hecho— es sólo "una foto" de la realidad cambiante. Las estructuras sociales —ya sean tradicionales o "flexibles"— tienen su propia legalidad y sus regularidades, asimiladas por la sociedad y los poderes constituidos, por la ley, el Estado y las propias costumbres. Conocer estas legalidades implica producir información, informes, textos científicos, etc. Y esto permite buscar y mantener un cierto control —siempre relativo— sobre variables y dispositivos de regulación que van mucho más allá de la economía, de la política o de las conductas de grupos y de individuos en sentido estricto. Se trata de mantener ciertos procesos bajo control de parámetros aceptables, dentro de márgenes de inevitable incertidumbre, ya sea en dominios de la política, la economía o la sustentabilidad ambiental. Por otro lado, el lenguaje, la comunicación —y las tecnologías— también demuestran responder a ciertas reglas y regularidades; de no ser así, la comunicación humana sería imposible.

Investigar las relaciones y asociaciones intrínsecas entre ambos procesos, los de información y los de comunicación, abre un campo de análisis fascinante: desde los aspectos culturales y políticos de esas articulaciones, pasando por la incidencia del acceso a la información y la toma de decisiones (con el uso de las tic), hasta el análisis de las nuevas formas que adopta la producción y la circulación de la actividad económica en los procesos de producción postindustriales.

Sólo la existencia de ciertas regularidades dentro de marcos históricos y espaciales relativamente estables permite la vida en sociedad. Sea cual sea esa forma de vida. Regularidades en las conductas económicas (dentro de ciertos márgenes de variación o aleatoriedad), algo menos regulares en las conductas políticas, regularidades en el idioma en que nos comunicamos, regularidades en las representaciones sociales y culturales (regularidades antes transgredidas por las vanguardias estéticas, aunque ahora asimiladas a formas de pseudotransgresión promovida por el propio mercado del arte), expectativas sobre nuestros seres queridos y nuestra familia (aunque nunca dejen de sorprendernos), expectativas —buenas o malas— sobre conductas de "los otros", expectativas sobre amigos y enemigos (que raramente se cumplen), sobre el Estado y las instituciones, etc.

Considero que el quid pro quo que rige la permanencia de ciertas regularidades en los vínculos, en las conductas, en las relaciones sociales (sobre todo institucionalizadas por la tradición, la cultura, o el Estado) se halla en la necesidad subjetiva — consciente o inconsciente— de asegurar medios eficientes y eficaces (¿económicos?) de reducir la incertidumbre —creciente— en la vida cotidiana. Ya sea en forma aprendida —socializada— y consciente, ya sea en forma espontáneamente sobreentendida por el sentido común en la vida cotidiana, los seres humanos reciben de la cultura y en la convivencia diaria las destrezas necesarias para aprender a apropiarse, a cultivar y a reproducir los medios y recursos que les brindan sus entornosfísicos, sociales y culturales. Recursos y dispositivos que han sido colectivamente generados, establecidos, mantenidos y reforzados por la tradición, los valores y los mecanismos de premio y castigo de cada grupo social.

Información y comunicación; estructura(ción) y proceso

Establezco aquí proposiciones sobre diferencias específicas entre los términos información y comunicación. Se busca definir propiedades de cada uno en relación con ciertas proposiciones teóricas. En este sentido, propongo como una hipótesis abductiva asociar el concepto de estructura (económica, social o lingüística) con el de información (o información, como reglas que establecen relaciones regulares entre los elementos componentes de un sistema). En teoría, se propone que la unidad de análisis de la información (bit, número, ecuación, etc.) se diferencie de la noción semiótica-comunicacional de significación, en cuanto a que la primera se refiere a las reglas y la estructura de funcionamiento de los dispositivos de producción (ya sea de objetos materiales o de textos), y la segunda alude al proceso indicial y también abductivo de comunicación, y la posibilidad de generar efectos de sentido y construcción de valor (Vizer, 2003/2006).

A su vez, asumiendo una sugestión que planteé anteriormente, y presentada con admirable claridad por J. L. Braga (2007), considero sumamente fructífera la hipótesis que sostiene en su trabajo "Comunicagao, disciplina indiciária". Si el "procesamiento" mental de la información presupone operaciones cognitivas asociadas con una lógica inductiva/deductiva, el proceso de comunicación presenta asociaciones estrechas con una construcción perceptiva indicial y una "lógica" abductiva que "construye imaginariamente" el sentido de una frase, una imagen o una situación, a partir de señales que cumplen la función de índices de un objeto, o de un contexto, lo que permite un proceso de interpretación y adjudicación de sentido.

La hipótesis que sostengo aquí es que la comunicación, en cuanto proceso de construcción de sentido, se constituye con base en una conjunción de procesos cognitivos e imaginarios de abducción e iconicidad, emotividad, percepciones y sensaciones corporales (es decir, con base en procesos de "primeridad" para Peirce, mientras que la creencia más generalizada asume el "sentido" como un proceso casi puramente mental y del orden de la "terceridad" peirceana).

Un modelo tridimensional de comunicación

En otros trabajos (Vizer, 1983, 2003/2006) he presentado un modelo tridimensional de la comunicación en cuanto constituyente e instituyente de las relaciones y los vínculos sociales. Implícitamente —y a diferencia de la información—, la comunicación no debe confundirse con el objeto producido, con la información que podemos extraer de un texto o con el soporte material y espacial sobre el que se ha construido (mensaje, texto, imagen, etc.). A diferencia de la información, la comunicación implica cierto grado de intencionalidad —consciente o inconsciente, pero generalmente expresiva— de un acto, ya sea en el proceso de construcción de cualquier mensaje, como en el proceso de su recepción. La comunicación implica un proceso temporal, una acción indicial generadora de sentido y de valor. Puede implicar reflexividad —de naturaleza cognitiva—, pero, sobre todo, implica sensibilidad, provocación de reacciones (inter)subjetivas, conductas, gestos y emociones. Podemos parafrasear a Morin al afirmar que la comunicación es el proceso resultante —o emergente— de inter-retro-acciones recíprocas.

En principio, se pueden considerar tres dimensiones diferenciadas constituyentes de toda acción de comunicación: referencial, interreferencial y autorreferencial (Vizer, 1983). La primera como dispositivo de construcción discursiva de "realidades objetales" (los "contenidos" de los que se habla); la segunda como construcción de relaciones entre actores sociales que se "referencian" mutuamente entre sí (crean relaciones contextuales e interacciones sociales mutuas). Finalmente, la tercera dimensión (autorreferencial) como proceso eminentemente sociosubjetivo de autoobservación reflexiva y de presentación del sí mismo en sociedad. Y como marcas del yo en cuanto sujeto y actor social en el lenguaje y en la interacción social (la "presencia" y la imagen de la persona en cuanto individuo ante la sociedad y ante sí mismo).

Desde la perspectiva de un análisis estrictamente sociocomunicacional, he propuesto estas tres dimensiones diferenciadas en los procesos discursivos y comunicacionales. La dimensión referencial, generalmente expresada por medio del lenguaje, como dispositivo de construcción discursiva y consciente de "representaciones objetales" (de qué se habla). La segunda dimensión —interreferencial—, como un proceso de construcción del contexto de relaciones y vínculos entre actores sociales que se "referencian" mutuamente entre sí (cuando se habla, se habla con alguien, con un interlocutor que puede o no estar presente físicamente en la comunicación, como en el caso de la comunicación mediada tecnológicamente: teléfono, correo electrónico, etc.). Finalmente, la tercera dimensión como un proceso de presentación del sí mismo en sociedad y como marcas de identidad —e identificación— de pertenencia a una organización, una clase social o una jerarquía. Es la construcción social de la persona en cuanto sujeto y actor social (quién es el que habla; ya que el reconocimiento social implica la representación del sí mismo en cuanto sujeto social, o miembro de un colectivo social, como los actores y los jóvenes que dicen que se "producen" a sí mismas cuando salen a la calle como un escenario teatral).

Las prácticas sociales se expresan, entonces, comunicacionalmente, en tres dimensiones: a. como referenciación y construcción simbólica del mundo de los objetos (la dimensión del discurso que se refiere a la "realidad exterior" y que se asocia íntimamente con la noción de información); b. como función de interreferenciación, como construcción social y temporal de las relaciones y los vínculos entre los agentes sociales (al suplantar así la noción empirista de "interacción social"); c. una dimensión autorreferencial de los propios agentes sociales, como los modos, estilos y términos que emplean las organizaciones y los individuos (consciente o inconscientemente) para "presentarse" ante los demás y ante el mundo (por ejemplo, los políticos, los deportistas, los artistas y los famosos que se "producen" para construir una imagen pública positiva de sí mismo.

La noción de información es la que se asocia de modo más directo con la dimensión referencial, ya que permite el análisis de estructuras fijas de relaciones entre signos, datos y elementos sistemáticamente relacionados entre sí por programas técnicos o por reglas lingüísticas. En cambio, las otras dos dimensiones no se ajustan al sentido preciso y cognitivo de información, a menos que se produzca una "traducción" —en realidad, una reducción— de las prácticas comunicativas de los seres humanos a un lenguaje informatizado (como en el caso de los sistemas expertos de registro y de observación de las conductas de los ciudadanos por las instituciones de control social o las investigaciones de mercado). En cambio, las prácticas inter- y autorreferenciales se corresponden con el sentido vivo, social y temporal que se atribuye a la idea de comunicación. La comunicación como temporalidad viva, como acción y como recreación del socius y de los contextos temporales del mundo de la vida.

Los medios de comunicación y las tecnologías de información (TIC) no rompen con las tres dimensiones, sino que las mediatizan. Esta mediatización tecnológica implica expandirlas en nuevos espacios y tiempos (ahora digitalizados y virtualizados). Los dispositivos expresivos de los medios tradicionales, como la radio, el cine y la televisión, permitieron el desarrollo global de una expansión espacial, a la vez tecnológica e imaginaria. Las industrias culturales cubrieron todo el globo con sus producciones, y generaron su propio mercado audiovisual global. A esta expansión espacial de los medios, las tic agregaron la posibilidad de control del tiempo y la multiplicación de los dispositivos de producción y acceso a la información (Internet como una ciberbiblioteca que expande la dimensión referencial del texto a una dimensión ciberreferencial). Las tic mediatizaron también los dispositivos de intercomunicación (como interreferenciación o "interacción mediada por computador", en el correo electrónico, los chats y la convergencia digital entre las redes y las múltiples terminales interconectadas). Por último, las tic permitieron la emergencia de nuevos dispositivos de expresión autorreferencial (como los blogs, los diarios íntimos, las imágenes privadas volcadas a Internet).

Hemos entrado, entonces, a un mundo de ciberinformación y cibercomunicación, donde la propia aceleración de la velocidad de la circulación de las palabras, los datos y las imágenes en la red expande en forma cuantitativa y cualitativa la producción, la circulación y el consumo de información. Otro tanto sucede con las nuevas modalidades interactivas de intercomunicación y autoexpresión personal en el espacio digital. Las tres dimensiones tienden a mezclarse entre sí en los procesos de circulación dentro de las nuevas ecologías virtuales, donde se articula la información con la intercomunicación y la expresión personal.

La tercera de las dimensiones que he mencionado, como proceso de referenciación, es la que toma finalmente la forma de producto objetivado y final del proceso de trabajo intelectual: el producto-información. Producto sobre el cual el pensamiento superficial e ideológico ha extraído la historia, las condiciones sociales de su producción, al reificar el producto —y, sobre todo, la técnica— como un fetiche. En la cultura tecnológica, la técnica ha reemplazado a Dios, pero genera discursos y rituales mágicos, y habla de futuros paraísos e infiernos. Es como si Dios no hubiera muerto, sólo se hubiera transfigurado en la red, en chips y en información infinita. L a i n fo r m a c i ó n r e a l i z a objetivamente el corte con el proceso de su producción que le dio origen (como práctica de comunicación, trabajo abstracto o acto creativo). Se objetiva, generalmente, en un soporte material o tecnológico, como texto o mensaje relevante para mejorar o implementar un proceso productivo, o se transforma en un producto final para el mercado, y se valoriza económicamente sólo si pasa a ser apropiado como un recurso o un medio de producción, o como mensaje que circula en los medios para ser consumido.

Sin embargo el acceso a la igualdad de oportunidades se halla más lejos que nunca antes en la historia de la humanidad. Las propias tecnologías de información y comunicación cumplen un doble rol: por un lado sirven como mediadoras entre los individuos, como base de sustentación técnica para nuevas formas de organización en red, y, al mismo tiempo, promueven procesos de individuación competitiva al fomentar la fragmentación del mercado y la sociedad. Esta es una segunda consecuencia indeseable, porque se crean nuevas formas de exclusión social y digital (exclusión por edad, por poder económico, por educación, por capacidad cognitiva, por acceso limitado a espacios sociales, y finalmente por una multiplicación inevitable y acelerada en las formas de obsolescencia humana). Pero éste es un tema demasiado amplio para tratar aquí.

Consideraciones finales. La estructura triádica de la cultura tecnológica: comunicación, información y conocimiento

Si la sociedad "de la comunicación" se presenta como una manifestación libertaria, expresiva y democrática de los procesos sociales en la posmodernidad, la sociedad de la información es el término —reificado— para denotar una dualidad de nuestras sociedades, en la forma de la nueva base tecnocientífica sobre la que se asientan nuestros sistemas sociales. La dialéctica interdependiente entre ambas formas sociales se realiza a través de las mediaciones del conocimiento, y revela nuevas contradicciones. Surgen nuevas formas de trabajo "inmaterial" y nuevos actores sociales involucrados: encuestadores, publicistas, comunicadores, investigadores, planificadores, promotores, vendedores, sectores de la educación, etc. Aunque parezca obvio, es importante aclarar que la información —más allá de las connotaciones que he presentado anteriormente— no sólo es un proceso social e histórico de construcción de estructuras sociotécnicas, sino, también, un "producto" de los procesos de conocimiento. Como producto, queda registrado en la memoria humana, en textos y en soportes tecnológicos, como los discos rígidos de los ordenadores. Si el conocimiento implica un proceso cognitivo —eminentemente racional—, la comunicación corresponde a un proceso expresivo, que puede —o no— incorporar la cognición racional, pero que es mucho más amplio que éste, ya que abarca todas las actividades y prácticas humanas, y puede apropiarse de múltiples formas culturales del saber, del sentir y del conocimiento prácticos.

Por último, la comunicación implica la capacidad de cultivar la expresión humana personal. La dimensión —tanto material como imaginaria, y no siempre consciente— que "expresa" los estados de ánimo, la subjetividad, las actitudes, la capacidad y las modalidades de verbalización, ya sea en términos lingüísticos, gestos o tonos de voz. La comunicación, por su parte, también implica la capacidad de autorreferencia subjetiva y personal, el "diálogo interior" —como sugería Max Scheller—; un trabajo subjetivo de donde puede surgir la innovación, la solución a un problema, nuevas ideas e imágenes, palabras y estrategias creativas.

Considero a la comunicación como la manifestación "simbólica y cargada de sentido", a través de la cual la sociedad construye culturalmente su ecología social. Un "cultivo" ambiental, un entorno (de sentidos y de valores) que las propias comunidades y los individuos pueden generar (cultivar, en forma consciente o inconsciente) a través de diferentes formas de aprendizaje y de trabajo, produciendo los recursos necesarios para el colectivo social. Los agentes sociales se ponen en "acción" por medio de dispositivos culturales aprendidos y reconstruidos permanentemente. Proceso que implica a la vez un trabajo de estructuración sobre el espacio y el tiempo: trabajo físico y también social, cultural-simbólico e imaginario. Las sociedades regeneran sus recursos productivos construyendo dispositivos y prácticas organizadas. Éstas se instituyen como estructuras de un sistema a fin de ocupar, desarrollar y distribuir "racionalmente" los múltiples espacios y tiempos que les aseguren la organización y el acceso a los recursos para su supervivencia: prácticas instrumentales; normas, valores y rutinas formales e informales; estilos de vinculación y asociación social; organización espacial y temporal de sus "ambientes"; dimensiones culturales, simbólicas e imaginarias." (Vizer, 2006b)


1. Viene al caso una experiencia que viví en 1996, como Fulbright fellow en la Universidad de Massachussets. En una reunión semanal del equipo académico se plantearon los riesgos de aceptar la sugestión de ciertas universidades particulares, para dejar los textos informatizados producidos por los profesores. El argumento oficial mencionaba las ventajas de la difusión de la producción intelectual del autor. Algunos profesores aceptaron la oferta, y transfirieron sus "producciones". Basta mencionar que algunos de estos profesores perdieron su cargo en el próximo semestre.


Referencias

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