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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.29 no.56 Bogotá Jan./June 2010

 

La cantaleta de la educación

Curricular Reforms: The same Old Story

JUAN MANUEL POMBO*

* Juan Manuel Pombo. Colombiano. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y posee una maestría en Spanish and Spanish American Studies del King's College, Universidad de Londres. Se desempeñó seis años como profesor de literatura en el Colegio San Carlos, en Bogotá, y como editor de libros de consulta en Editorial Norma. Desde 1998 trabaja como editor y traductor independiente y a partir de 2003 en el servicio de traducción que presta el Departamento de Lenguas, Facultad de Comunicación y Lenguaje, de la Universidad Javeriana en Bogotá. Correo Electrónico: jpombo@javeriana.edu.co

Recibido: Octubre 10 de 2010 Aceptado: Octubre 15 de 2010

Submission date: October 10th, 2010 Acceptance date: October 15th, 2010


El artículo es una reflexión sobre la importancia de exponer a los estudiantes de los últimos años del bachillerato a una lectura cualificada de entre cuatro y seis libros por año y luego a redactar reflexiones breves sobre cada una de las susodichas lecturas, antes que limitarse a pensar en contenidos específicos del currículo entendido éste como listas de libros de lectura obligatoria. Se sugiere, además, reclutar recién graduados universitarios entusiastas y de buen desempeño en las respectivas carreras como profesores de bachillerato de las distintas materias en la educación pública y/o privada aunque no tengan maestría o formación previa como pedagogos.

Palabras Currículo. Reformas educativas. Pedagogía. Lectura. Redacción.

Descriptores: Currículo. Reforma Educativa.


The idea behind this article is to highlight the importance for junior and senior high school students to undertake the conscientious reading of four to six books per year and acquiring the skills necessary to draft brief, clear, and coherent reflections on the former rather than sticking to the compulsory reading of specific (and usually long) curricular lists and contents. The article also suggests recruiting enthusiastic bachelor graduates with good academic records in their respective professional areas as high school teachers even if they don't have an ma or a teacher's degree.

Keywords: Curriculum, education reforms, pedagogy, reading, writing.

Search tags: Curricula. Educational reform.


Origen del artículo

El artículo surge en 2006 a raíz de una de las discusiones cíclicas sobre reformas educativas que se dieron durante las ya antepasadas campañas electorales, pero no encuentra espacio para ser publicado hasta el 26 de enero de 2007, cuando se publica en el periódico Portafolio. Es importante publicarlo en una revista especializada como signo y Pensamiento, cuando el tema general de la revista es el problema curricular y estamos, con un nuevo gobierno, frente a un cambio en las políticas de educación.

La cantaleta de "la educación" siempre ocupa lugar de honor en la lista de los políticos a la hora de señalar los problemas nacionales urgentes por resolver. Y la "reformitis" ha sido la vacuna con la que durante décadas se han curado en salud, uno tras otro, los ministros del ramo. Pero, ¿qué es lo que reforman? Por lo general, nada más que una lista inane de temas y nombres salpicados de terminachos en boga, mejor conocida como el currículo. A finales de la década de los setenta fui profesor durante seis años de literatura en los dos últimos años del bachillerato. Por aquel entonces, el currículo oficial para el área en cuestión estaba compendiado en un folleto longitudinal de grosor peligroso e imprenta menuda, al que podría resumir como un listado pantagruélico de autores, fechas y títulos de obras, acompañado de unas presentaciones tan grandilocuentes como ininteligibles sobre autores, corrientes literarias y qué sé yo. Por supuesto que, con el inteligente consentimiento del rector, no me tomé la molestia de examinarlo. A cambio, le presenté mi plan, mi currículo: hacer lo posible por que los jayanes de quinto y sexto de bachillerato leyeran entre cuatro y seis novelas cada uno de los dos años que pasaran conmigo, y que para graduarse tendrían que ser capaces de redactar entre 300 y 500 palabras (una o dos páginas) respondiendo con claridad alguna pregunta abierta, pero pertinente, sobre uno de los textos tratados, o incluso, en ocasiones, sobre por qué demonios no habían leído lo que era menester.

Pero vamos al grano. Hay cuatro cosas que se deben entender muy bien para poder coger el problema de la educación por los cachos: 1) que la pedagogía es una ciencia menor, 2) que lo anterior no la hace menos importante, 3) que el talón de Aquiles de la educación en Colombia, a todos los niveles (primaria, bachillerato y superior), es la endémica incapacidad de redactar con precisión (y, por ende, de leer y pensar con cuidado), no la falta de computadores, y 4) que, habida cuenta de la cantidad de factores extrínsecos al contenido formal de cualquier programa educativo (i. e. curiosidad, inteligencia, inclinación, medio ambiente familiar, cultural, geográfico etc., etc.), es imposible diseñar currículos 100 % eficientes; en otras palabras, a prueba de tontos.

De mi experiencia docente, una cosa me quedó muy clara: que nunca, tratándose de grupos en promedio con 30 alumnos, cabía esperar más de tres o cinco para quienes la lectura de obras de ficción fuera la actividad que, francamente, les movía el fiel de la balanza. Y, a Dios gracias, ya que eso mismo ocurría con distintos alumnos en el laboratorio de química, en las clases de física, en los equipos de basquetbol y fútbol, en los —para mí— áridos desiertos de la trigonometría y el cálculo, de manera que, a fin de cuentas, por cada 30 alumnos al menos 20 encontraban la báscula indicada. También, hay que decirlo, al menos cinco por camada sistemáticamente no encontraban su toril... por lo menos no en el ámbito académico que aquí concierne, y que,dicho sea de paso, tampoco es el fin del mundo: más de un alma bendita he visto prosperar sin hacerle mal a nadie aunque fuera una de aquellas que jamás quiso escuchar, a sabiendas, el canto de sirena de liceos y almas máter.

Pero vamos en orden:

1

Ciencia menor porque, en principio, la buena pedagogía no es más que el esfuerzo que alguien hace por transmitir con pasión el amor que ese mismo alguien siente por una cualquiera de las ramas del cocimiento humano. Enseñar no es una cuestión de método: los únicos métodos que sirven se aprenden sobre la marcha. Es una cuestión de amor y pasión. Y pido perdón por el par de terminachos (pasión y amor) aunque, valga la verdad, además de ser los que son, los encuentro infinitamente más precisos, pertinentes y útiles que competencias, estándares, logros y lectoescritura.

2

La buena educación no es no decir groserías ni ese embutido de conocimiento muerto mejor conocido como información enciclopédica. El placer del conocimiento no reside en saber la respuesta, sino en redescubrirla: todavía recuerdo la epifanía que algunos de mis compañeros de clase y yo tuvimos cuando, en el antiguo quinto de bachillerato, redescubrimos que, aunque Galileo probablemente no arrojó nunca dos balas de cañón de peso (masa) considerablemente distintos desde la punta de la torre de Pisa, el buen señor sí había sospechado que la fuerza de la gravedad incidía igual sobre una pluma que sobre una barra de hierro. Recuerdo con lujo de detalles cómo el profesor de física nos señaló que, probablemente, lo que Galileo hizo, si lo hizo, fue dejar rodar las balas de cañón sobre un plano inclinado para probar lo que sospechaba: que las dos llegarían a la meta casi al mismo tiempo, por aquello de que el plano inclinado y la redondez de las esferas reducían el factor fricción de manera importante y, por tanto, la gravedad las afectaba por igual.

De mi experiencia docente, una cosa me quedó muy clara: que nunca, tratándose de grupos en promedio con 30 alumnos, cabía esperar más de tres o cinco para quienes la lectura de obras de ficción fuera la actividad que, francamente, les movía el fiel de la balanza.

3

La incapacidad de expresar por escrito lo que queremos decir o hemos entendido o sentimos es el primero de los retos que se nos presenta una vez hemos entendido o sentido algo. Y la habilidad para aproximarnos a hacerlo, a decirlo, a escribirlo, es condición sine qua non de todo lo que sigue de ahí en adelante: desde seducir a la amada, pasando por convencer a un país sobre el camino a seguir, hasta demostrarle al mundo que el sol no gira alrededor de la Tierra, aunque baste levantar la cabeza para "ver" lo contrario. En otras palabras, redactar bien es, por lo menos, una indicación de que estamos pensando, y que al hacerlo vamos por buen camino. Tal y como en una demostración matemática. Literalmente hablando.

4

Por último, educar consiste en despertar alegría, y no hay mayor alegría, espiritual o académica, que la de entender algo que no se entendía, o preguntarse algo que no podemos acabar de contestar. La persona bien educada, en el fondo, no es más que una capaz de hacer acopio de todo lo que ha visto y oído, y a partir de ese bagaje, ser capaz de tomar decisiones aún a sabiendas de que puede estar equivocado. En dos palabras, la buena educación es una que nos ejercita en aquello de tomar decisiones informadas: leer, sumar, restar, dividir, anotar y resolver a conciencia un problema esperando que la decisión sea para bien de la mayoría de los implicados, y dejando constancia precisa de por qué se decidió lo que se decidió. En una palabra, criterio... y el coraje de creer, aunque la verdad no nos haya sido revelada.

Así las cosas, sobre la susodicha cantaleta de la educación y su importancia, propongo optar por un gradual, pero sistemático, cambio del cuerpo docente, que consistiría en reclutar, para la educación pública y privada del bachillerato, estudiantes recién graduados de pregrado en distintas profesiones, con excelente récord académico, que voluntariamente deseen enseñar en los bachilleratos aquellas materias (de su libre elección) relevantes para su carrera durante uno o dos años, ofreciéndoles un sueldo atractivo (variaría dependiendo de la ciudad o región), con la posibilidad de extender el contrato si después de esos dos años tanto los pasantes como la institución quieren seguir otro tiempo más. Las condiciones para la primaria variarían ligeramente, siempre y cuando los candidatos muestren ganas de enseñarles a los niños los rudimentos de todas las materias esenciales. Quizá estos últimos sí pueden reclutarse en las instituciones que imparten educación pedagógica a nivel superior. Así se iría suprimiendo, tan rápido como sea posible, ese quiste de mediocres haciendo carrera pedagógica a lo largo y ancho del escalafón nacional.

Colofón

Alguna vez, ante el desconsuelo de don Ramón de Zubiría, por la pésima redacción de los trabajos de sus estudiantes de sexto semestre de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, un monitor le preguntó que, a pesar de todo y en último término, ¿ qué era escribir bien ? Tras breve silencio, don Ramón replicó:

En la plaza hay una torre

La torre tiene un balcón

En el balcón hay una niña

La niña tiene en la mano una flor

Una vez recitó los versos anteriores, agregó, con su exquisito acento cartagenero: "Antonio Machado... Como ves, el asunto se reduce a sujeto, verbo y predicado".

Educar consiste en despertar alegría, y no hay mayor alegría, espiritual o académica, que la de entender algo que no se entendía, o preguntarse algo que no podemos acabar de contestar.

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