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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.29 no.57 Bogotá July/Dec. 2010

 

Referentes para interpretar el conflicto: entre la acción comunicativa y la acción participativa

Referents to Interpret the Colombian Conflict: Between Communicative Action and Participative Action

AÍDA JULIETA QUIÑONES TORRES*

* Aída Julieta Quiñones Torres. Colombiana. Licenciada en Filosofía. Especialista en Resolución de Conflictos. Magistra en Estudios Políticos y candidata a la Maestría en Filosofía, de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente se encuentra vinculada como docente del Departamento de Ciencia de la Información, de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, y hace parte del equipo investigador del proyecto Impacto del conflicto político-militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991 y 2007, que se adelanta en convenio entre las universidades Pontificia Universidad Javeriana, Universidad Surcolombiana, Universidad de Caldas y Universidad del Tolima. Correo electrónico: aquioñes@javeriana.edu.co

Recibido: Abril 30 de 2010 Aceptado: Julio 28 de 2010

Submission date: April 30th, 2010 Acceptance date: July 28th, 2010


Este artículo se circunscribe como una reflexión producto del trabajo de grado de maestría realizado en el contexto de la investigación Impacto del conflicto político-militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991 y 2007, con la idea de vincular la perspectiva teórica de la acción comunicativa habermasiana y la metodología de investigación acción participativa, cuyos enfoques posibilitan una salida comunicativa y transformadora al conflicto político-militar en Colombia.

Palabras Clave: investigación, comunicación, acción, participación, conflicto, vida cotidiana.

Descriptores: Habermas, Jürgen (1929 - ) Crítica e interpretación. Conflictos políticos Colombia (19912007). Metodología científica.


This article is a byproduct of a ma degree research thesis titled Impacto del conflicto político-militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991 y 2007 ("Impact of the military-political conflict on everyday life in Colombia from 1991 to 2007"), in an attempt to link Habermas' theoretical notion of communicative action with the methodology behind participative action research considering that both approaches facilitate a communicative and transforming way out to the Colombian political-military confl ict.

Key words: research, communication, action, participation, conflict, daily life.

Search tags: Habermas, Jü rgen, (1929 - ) -- Criticism and interpretation. Political conflicts -- Colombia (1991 - 2007). Science-methodology.


Origen del artículo

El artículo surge de una reflexión general sobre la experiencia teórico-práctica del quehacer de la investigación, en cuyo escenario se moviliza el trabajo de grado de maestría en Filosofía, vinculado al proyecto Impacto del conflicto político-militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991 y 2007, financiado por Colciencias, en el que participan miembros de los grupos Comunicación, Medios y Cultura, y Ciencia de la Información, Sociedad y Cultura, de la Pontificia Universidad Javeriana; Culturas, Conflictos y Subjetividades, de la Universidad Surcolombiana; Comunicación, Cultura y Sociedad, de la Universidad de Caldas, y Literatura del Tolima, de la Universidad del Tolima.

Introducción

La propuesta de Habermas en Teoría de la acción comunicativa (2001) es una forma de salirle al paso a la irracionalidad acritica y al dogmatismo que se impone con la figura del positivismo instrumentalista. El presente estudio, valiéndose de una metodología como la investigación acción participativa, rompe dicho paradigma, y busca posicionar al sujeto como un otro en la investigación, ligado al compromiso práctico con la transformación social: "La razón de esta posición que adopta un científico con la transformación social y de identificación con los procesos de desarrollo socioeconómicos de un país, radica en la constatación de que estos procesos tienen una finalidad o telos, cuya transcendencia sólo puede aprehenderse mediante la participación activa en ellos" (Fals Borda, 1967, p. 274).

La investigación acción participativa y la teoría de la acción comunicativa se erigen como metodología y teoría emancipadoras que, gracias al enfoque comunicativo, aportan a las ciencias sociales una manera de abordar el método, y una forma de interpretar y transformar la sociedad; así, para el caso colombiano es una oportunidad de reorientar, reflexionar y aclimatar el diálogo entre gobernantes, ejércitos ilegales, políticos y pobladores sobre la búsqueda de una salida comunicativa y transformadora del conflicto político-militar.

Una inducción al problema

Experiencias en América Latina muestran las adversidades de superponer, vía persuasión o violencia, otras perspectivas sobre la población dominada,no sólo por el número de víctimas fatales, por la inmolación del sentido a que se ven sometidos los vencidos o las huellas de barbarie que tatúan nuestro ethos, sino, además, y no menos importante, por la forma en que se esteriliza la diversidad que contiene las claves para la existencia alterna de la humanidad en el planeta, para el reencuentro y el despliegue de otras dimensiones de su ser y los efectos que ello conlleva para la coexistencia.

De hecho, el sentido unidimensional del quehacer humano que trae consigo el capital y la racionalización de todas las esferas de la vida hacen crisis a la par con el paradigma cientificista que se pretende justificar; de allí, la cautela que desde las prácticas investigativas, como la investigación acción participativa, se sugieren frente a las vanguardias, sean éstas de científicos y funcionarios institucionales, como frente a los partidos o grupos que insisten en hacer prevalecer sus estructuras jerárquicas o sus cuadros de masas, donde diversos sectores terminan subordinados al capital o, en su defecto, a doctrinas foráneas asumidas de manera acrítica y dogmática.

Hacia una nueva racionalidad

En el contexto de la investigación Impacto del conflictopolítico-militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991 y 2007 se ha buscado proponer una reflexión sobre las ciencias sociales, el papel que cumplen, la incidencia y aporte que se pondera frente a hechos y fenómenos del mundo vital; para el caso, la investigación acción participativa, en vínculo con la teoría de la acción comunicativa, es una opción transformadora del conflicto en perspectiva comunicativa.

La apuesta de una metodología, como lo es la investigación acción participativa (en adelante IAP), permite romper con la hegemonía de las prácticas científicas de carácter puramente objetivista, basado en el paradigma de relación sujeto-objeto, por un paradigma sujeto-sujeto, que interroga el mundo de la vida y plantea una opción trasformadora de las condiciones que vulneran la sociedad, hacia condiciones más humanas; a su vez, esta reflexión se propone buscar salida a ciertos vacíos que el afán transformador de este enfoque fuera reduciendo a prácticas focalizadas y meramente activistas.

De esta manera y con miras a superar esta situación, el aporte de Habermas en Teoría de la acción comunicativa (2001) nos ofrece la opción de fundamentar las prácticas investigativas, al orientar las transformaciones desde la comprensión y argumentación en sentido ético y político; lo cual permite salir al paso de un ejercicio inmediatista por reflexiones fundamentadas.

La perspectiva humanizante de la ciencia en el mundo de la vida

El siglo xix fundó una filosofía objetivista con la idea de autoseguridad, al tiempo que redujo su sentido originalmente universal, lo cual significó una filosofía sin vida y sin sentido. La crisis de las ciencias lleva efectos tan profundos que no sólo el siglo xix da cuenta de ellos, sino que recaen en lo que aquí llamamos los obstáculos para la investigación científica, tanto en el siglo xx como en el presente siglo, pues esta perspectiva iba incidiendo en una práctica instrumental para la misma forma de proceder de la investigación como productora de ciencia, amparada en políticas internacionales y nacionales que se valen de estándares objetivistas e instrumentales, y que, a la postre, evidencian las no superadas restricciones que aún deben soportar los científicos sociales, especialmente cuando se pronuncian tan graves inequidades, tanto en materia de inversión, como respecto a los retos de transformación éticos y políticos.

Por esto, en contra de la estandarización se han explorado nuevos caminos que contrastan con la hegemonía y orientan la investigación en ciencias sociales desde otros paradigmas, máxime cuando una de las preocupaciones se encausan hacia la búsqueda de referentes para interpretar el mundo de la vida y, en nuestro caso particular, el conflicto en Colombia, cuyos impactos afectan la vida cotidiana. Esta condición nos condujo a buscar en la IAP, una teoría y una metodología que ayudaran a comprender la investigación desde un enfoque fructífero para estudiar y transformar nuestras realidades.

La IAP (Fals Borda, 1992), cuyo enfoque busca fortalecer la toma de conciencia de la gente sobre sus propias experiencias y recursos, así como el apoyo a la movilización y organización comunitaria, emerge en momentos en que el Estado de bienestar, como sinergia positiva entre desarrollo económico y democracia, muestra síntomas de agotamiento, a lo que contribuye el fin de la Segunda Guerra Mundial y la recuperación del control sobre sus denominadas colonias, por parte de las grandes potencias en cabeza de los Estados Unidos, e instaura, en muchos casos a sangre y fuego, la economía de mercado como cartilla única para el desarrollo, donde se suma una corrupción creciente de los modelos centralizados de bienestar. Frente a tal ofensiva, la resistencia en países como China, Cuba y Vietnam se constituye en un referente de esperanza y estímulo para la resistencia en los países agobiados por las dictaduras de "seguridad nacional" y el libre mercado, que hacen carrera por la geografía de América Latina.

Además, las comunidades urbanas y rurales se habían convertido en el terreno propicio para el enfrentamiento entre paradigmas tanto políticos como de las ciencias sociales, que si bien distaban en sus finalidades, suponían un pueblo desposeído o vaciado de historia, conocimientos, normas sociales y subjetividad, al que era necesario llenar con pensamientos políticos y conocimientos técnicos para la modernización. Allí es donde se erige la IAP como enfoque alternativo y enriquecedor, que contrasta con estos ejercicios colonizadores, desde el reconocimiento de un saber popular con sentimientos y derechos, capaces de interpelar en condiciones simétricas aquellos paradigmas, en el movimiento permanente de acción, reflexión, comunicación y transformación, al reconstruir problemas y plantear posibles soluciones en ámbitos cada vez más próximos a lo público social y a la política pública.

Para presentar tales dinámicas se recurre a autores como Orlando Fals Borda, quien alterna con la enunciación de diferentes actores de organizaciones sociales que, a su manera, reorientan el conocimiento académico con sus diálogos y experiencias, al articular de manera coherente los postulados de la IAP, en lo que concierne a la investigación social como un diálogo permanente, y buscar la misma altura entre el conocimiento científico y el conocimiento popular, a partir de referentes éticos, científicos, políticos y subjetivos.

Estas experiencias de problematización que inicialmente incomodan y facilitan que los más conformistas califiquen a sus gestores como problemáticos suscitan preguntas como: ¿realmente esto es lo que queremos?, ¿sería esto lo que nos haría sentirnos orgullosos de lo que somos ?, ¿ realmente queremos ser, hacer y necesitar lo que ellos son, hacen y necesitan? Así mismo, la recuperación crítica de la historia y la problematización, además de superar el reduccionismo de lo sincrónico, propicia la revisión y el análisis del contexto, a partir de preguntas como: ¿qué ha pasado con otras comunidades que se han sumergido en este problema o en esta tarea?; ¿a dónde han llegado?, ¿por qué los indígenas tienden a priorizar como objetivo central y estratégico la recuperación de su autoridad indígena, de su lengua y de sus tradiciones?, ¿cómo y desde qué fundamentos otras sociedades indígenas rechazan los discursos sobre el desarrollo y la inclusión?, ¿hay otras alternativas al modelo único de desarrollo que proponen las agencias internacionales?

La experiencia en zonas de producción de plantas con fines ilícitos, así como la identificación de focos de corrupción política en diversos municipios, ha llevado a muchas de las comunidades a replantear como fin último el dinero; después de perder a sus seres queridos; de presenciar numerosas riñas de jóvenes en moto, con ornamentos preciosos y revólver; de perder incluso la autoridad familiar por no tener lo que tienen otros; de presenciar la vinculación de niñas a la prostitución; en fin, de ser testigos de la desestructuración social y la pérdida de los lazos de cooperación y fraternidad que hacían posible una vida digna y llena de significaciones. Por fortuna, no todo lo que brilla es oro. La problematización, la recuperación crítica de la historia y el análisis crítico del contexto, aspectos propios a la IAP, permiten inferir que hay muchas cosas y seres con inmensos valores, justamente porque no tienen precio.

Bien pudiera afirmarse que la IAP apunta al enriquecimiento de las dinámicas propias de la sociedad civil en dirección a formas más profundas de democracia, por medio de un proceso ascendente que parte de las dinámicas de participación de los sectores populares en la transformación de su realidad, mediante el despliegue de dispositivos de interacción cada vez más simétricos y deliberativos, que habrán de contrastarse con otras experiencias de base, hasta incidir significativamente en el sistema social.

Desde la IAP se reconoce la existencia de conflictos en la sociedad, a partir de la diversidad de perspectivas e intereses que inducen a asumir formas de poder ascendente; es decir, la perspectiva tradicional de democracia refería espacios dominados jerárquicamente, la burocracia es uno de los elementos fundamentales para promover y asentar tal perspectiva. Sin embargo, como afirma Bobbio:

El ciudadano de las democracias más avanzadas se ha dado cuenta que la esfera pública a su vez está incluida en una esfera mucho más amplia, la esfera de la sociedad en su conjunto, y que no hay decisión que no esté condicionada o incluso determinada por lo que sucede en la sociedad civil, y por consiguiente una cosa es la democratización de la dirección política y otra es la democratización de la sociedad. (1989, p. 42)

La IAP le otorga un especial valor a la cultura como elemento de transformación social, en contraste con aquellas perspectivas que la subsumían entre el quehacer económico y la dominación estatal. Al respecto, Gramsci distingue:

Entre las dimensiones asociativas y culturales de la sociedad civil, de la economía y del Estado [...] las formas asociativas, las instituciones culturales y los valores de la sociedad civil son precisamente las más adecuadas para reproducir la hegemonía burguesa [.] [que] puede ser destruida y reemplazada por formas alternativas de asociación, de vida cultural e intelectual y de valores que puedan crear una contrahegemonía proletaria. (2000, p. 138)

De tal suerte que la IAP como epistemología le confiere la mayor importancia a la recuperación crítica de la historia y de aquellas expresiones populares que condensan el acervo de lucha y reflexión frente a las pretensiones de hegemonía por parte de la clase dominante, y de aquella ciencia que las desestima, desde la idea de que su emancipación no deviene de un plegamiento acrítico frente a las condiciones económicas a las grandes teorías, sino, más bien, de un diálogo simétrico en el cual sea posible el reconocimiento y la deliberación entre dichos enfoques.

La investigación, sistematización y devolución de las interpretaciones populares acerca de la historia y la sociedad permiten, en primer lugar, valorar el conocimiento práctico, vital y empírico de carácter popular, que ha demostrado su fortaleza y dinamismo a partir de la existencia y la riqueza de la vida social de quienes lo comportan, recrean y producen. Además, es un referente sólido para interpelar y corregir las versiones académicas e institucionales en las que con frecuencia se subestima el saber y la capacidad de transformación de los oprimidos. A decir de Fals Borda: "de esta manera puede verse cómo se articula el saber popular, cómo se expresa a la primera escarbada investigativa y cómo se defiende de los ataques externos a su clase y de otras influencias desorientadoras. De allí el respeto con el que el observador y el activista deben acercarse a la cultura del pueblo y la 'filosofía espontánea de la que habla Gramsci'" (1992, p. 72).

Este saber opera como un "analizador social" (Lapassade, 1979)1, que al expresarse en testimonio vital controvierte las visiones únicas del capital y de la ciencia, que por su condición de conocimiento subyugado actualiza en la esfera pública la dimensión conflictual de la historia y las relaciones de dominación allí establecidas, y, a la vez, fundamenta la presencia activa de los grupos populares como alternativa contrahegemónica en los procesos de transformación social; incluso más allá, antihegemónicas, como lo promueven los nuevos movimientos sociales. Sin embargo, en este camino los riesgos han sido quedarse estancados en el activismo y no transcender hacia cambios más estructurales, sino meramente inmediatistas.

Como salida a este problema, que en ocasiones delineaba la IAP, vinculamos el paradigma de racionalidad comunicativa, proyectado por Habermas, desde el ámbito de la comprensión y la argumentación. Sobre este cambio se acoge la perspectiva filosófica que formula Habermas en Teoría de la acción comunicativa (2001), en cuanto a la transformación de la concepción de una filosofía de la conciencia, al lenguaje y la comunicación. Para ello se desarrollan los temas de comprensión y argumentación, con el fin de entender el cauce que éstos proveen en el trÁnsito comunicativo convergente entre ética y política, como complementos de la labor transformadora que conlleva el ejercicio de las ciencias sociales.

La reflexión recurre al aporte cotidiano, que resulta pertinente para el nuevo paradigma de las ciencias sociales, porque busca arraigo en el mundo de la vida. En función de estas ideas se evidencian los aportes que la racionalidad comunicativa brinda a la IAP, y que más allá de la focalización, viabiliza las transformaciones por medio de políticas públicas. Por esto se recurre al modelo pragmático de política pública (Roth Deubel, 2002), que permite entender que no hay un salto al vacío cuando se habla de un aporte ético y político, pues se demuestra que para transformar es indispensable una racionalidad comunicativa que vuelque sus esfuerzos hacia la práctica discursiva en la apuesta por la paz.

En la propuesta de Habermas se desarrollan principios de un valor teórico práctico, que, a diferencia de la ciencia dura y sus métodos, no gravitan exclusivamente en la perspectiva del observador, sino que reconocen, desde la acción dialógica, la perspectiva del participante. Se trata de lograr una participación crítica en el mundo de la vida, con base en las estructuras de la comunicación, que permitan reconstruir el significado de lo que se busca interpretar (Hoyos, 1998, p. 7). Con tal propósito, su perspectiva acoge el cambio de paradigma hacia una ciencia reconstructiva en la configuración de una sociedad mediada lingüísticamente, que busca sobrepasar el enfoque basado en la teoría de la conciencia, hacia una teoría del lenguaje.

La estructura propuesta abarca la instauración de los juegos del lenguaje, entendidos como conjunto de reglas desde las cuales hablantes y oyentes se encuentran con la finalidad de expresar manifestaciones susceptibles de crítica; en esa línea de argumentación, Habermas reconoce en su proyecto la fuerza instauradora de la competencia comunicativa desde la reciprocidad y simetría, y exalta al sujeto como autor de su existir y coexistir.

Resulta, entonces, significativo asumir el cambio de paradigma, con todas las exigencias que teóricamente plantea; es decir, si antes se pensaba la filosofía y todas las ciencias como saberes únicos, hoy se debe replantear este cambio desde una disposición que ponga resistencia frente al saber totalizante, pues sólo así se puede pensar en una teoría y una metodología para las ciencias sociales aplicable al mundo cotidiano, al asumir un enfoque dialógico y, por consiguiente, un pensamiento filosófico que logre abandonar su referente a la totalidad.

Habermas expresa que la filosofía va desplazando su preocupación, más centrada en la realidad, en tanto el giro lingü ístico supone el cambio de problemáticas, dirigidas hacia el lenguaje y, en esencia, hacia la comunicación como base de la nueva racionalidad, donde filosofía y sociología logran aproximarse en función de preguntas conciliadoras sobre la vida cotidiana, entendida ésta como fuente del mundo de la vida (2001, p. 16).

La preocupación de Habermas que da cuenta del mundo de la vida, valiéndose de la teoría de la acción social en términos reconstructivos, permite reafirmar: "Necesitamos de una teoría de la acción comunicativa, si queremos abordar hoy de forma adecuada la problemática de la racionalización social" (2001, p. 21). En consecuencia, no basta con que las emisiones lingüísticas sean susceptibles de crítica, sino que es necesario reconstruir el procedimiento de justificación, entendido como la interacción comunicativa con pretensiones de validez, perspectiva que desarrolla Habermas como cuestión metateórica.

En el mismo sentido, también plantea una cuestión metodológica que valora la precisión de la teoría como aquella capaz de develar en la comunicación las relaciones internas que se dan entre significado y validez; por tanto, su apuesta es reorientarse hacia una lógica argumentativa, que desarrolle las relaciones entre actos de habla unidades pragmáticas que componen los argumentos, a partir del planteamiento de un sistema de pretensiones de validez que dé lugar al reconocimiento intersubjetivo, donde todos los tipos de discurso (teórico, práctico, explicativo, crítica estética, crítica terapéutica) o actos de habla, cuyo reconocimiento tienen un nivel previo como la comprensión, provean el paso al enjuiciamiento de las pretensiones de validez propias y del otro.

Este proceso argumentativo busca aprender de los errores, refinar la mirada y entender el lenguaje como fuerza instauradora de comunidad, cuyo propósito es ampliar las posibilidades para coordinar acciones sin recurrir a la coerción, y con la idea de instaurar el potencial dialogal que provee el lenguaje. Estos planos metateórico y metodológico, sumados a lo empírico, a la vez que se entienden como ciencia reconstructiva, permiten a las ciencias sociales ir más allá del mero activismo y de la simple observación, dado que el propósito es lograr que la lengua sea empleada performativamente. Con esta finalidad se alcanza que el participante no sólo logre decir algo en el contexto cotidiano con carácter objetivo, sino que reconozca sus relaciones y sus vivencias en el mundo social.

A decir de Habermas, la lengua realiza tres funciones: reproducción cultural, integración social y socialización o interpretación cultural de necesidades, pues el uso comunicativo obliga a enfrentar problemas en estas tres dimensiones (2008, p. 35). Es decir, el giro pragmático logra suprimir el escepticismo, y precisa que en la práctica cotidiana el lenguaje no se utilice sin el actuar, al evidenciar que el habla no sólo se da en plexos de interacción, sino que entrelaza las acciones en la relación teoría y práctica (2002, p. 239).

Se puede argumentar, entonces, que las preguntas que emergen para los científicos sociales como teóricos de la emancipación logran indagar por el mundo de lo social, cultural y personal, político y económico, donde se ponen en evidencia las relaciones entre verdad y validez propias de una racionalidad comunicativa como sustrato liberador. A juicio de Habermas, los cuestionamientos que subyacen en las ciencias giran en la red de prácticas habituales de este mundo de la vida. Allí se entretejen pretensiones de validez aceptadas bajo el trasfondo de convicciones intersubjetivamente compartidas y se establecen las vías por las cuales discurren las certezas que dirigen la acción, donde verdad y validez serán formuladas por medio del discurso, de manera que las argumentaciones que se articulen, conforme con los mejores argumentos, permitan la búsqueda cooperativa de la verdad (Habermas, 2002, p. 244).

Esta búsqueda cooperativa reconoce que en la vida cotidiana dialogamos o disentimos de diversas formas; por tanto, la argumentación resulta ser una de las posibilidades de comunicación que nos invita a coordinar racionalmente acuerdos. Su papel es eliminar las perturbaciones de las certezas de acción, y reconocer en actitud reflexiva la falibilidad del saber; de este modo, se considera que en la vida cotidiana se podría ir más allá de las hipótesis, pues si no fuera así viviríamos en un mundo organizado a la manera de la investigación científica tradicional.

Por el contrario, el modelo que nos permite combinar la estructura científica y el mundo de la vida se enfrenta con preguntas y decisiones que implican asumir los matices propios de este mundo de la vida, de tal suerte que fortalecer las prácticas investigativas, donde se conjuguen teoría y práctica, exige entender los contextos propios de la vida, que enfrentan circunstancias nada estables, como el caso de los conflictos con condiciones de guerra, donde nos movemos con hechos desestructurantes de la vida cotidiana que tensionan las relaciones, al tiempo que la alimentan y justifican, involucrando a quienes no participan directamente en su confrontación.

En tal contexto, el científico social no cuenta con acceso privilegiado al mundo de la vida, sino que tiene que pertenecer y hacer parte de este mundo cuyos ingredientes quiere describir, así se obliga, en principio, a participar en su producción. El científico social que se ha limitado a ser un simple observador deberá asumir el rol de participante, de lo contrario estará limitado a una perspectiva que nada tiene que ver ni con la realidad, ni con un mundo de la vida realmente comprendido.

Comprensión y argumentación se complementan, en cuanto la argumentación es el elemento fundamental de apertura al diálogo, que tiene lugar cuando se piensa en términos de discurso. Se trata, entonces, de pasar de la comprensión a la argumentación; tal como lo afirma Habermas: "En la acción comunicativa nos comportamos en cierto modo de una manera Cándida, mientras que en el discurso intercambiamos razones para examinar las pretensiones de validez que se han vuelto problemáticas. El discurso debe poder ponerse en marcha mediante la coacción sin coacciones del mejor argumento"2 (2006, p. 24); luego, la argumentación se ofrece como recurso crítico que puede ser discutido y, a la vez, abierto al aprendizaje.

En consecuencia, los participantes como ciudadanos podrán ser guiados por postulados éticos que les sirvan de fundamento para lograr trascender al campo de lo político, y esto sobre la base de la construcción de agenda pública, a partir de la cual no sólo se identifiquen problemas, sino que se incida en el diseño de políticas encaminadas a satisfacer modos de vida digna. Se aprovechan, además, sus prácticas de movilización y acción colectiva, lo que da lugar a la diversidad de modos de participación. Luego, cuando se logre pasar al espacio público y con éste a la acción política, podremos comprender que el ejercicio de la argumentación tendrá su razón de ser, pues al espacio político se llega por medio de acciones y argumentos solventados desde el reconocimiento recíproco, lo que significa que los ciudadanos se escuchen, que los políticos estén dispuestos a defender y reconocer la dignidad de la vida, al tiempo que se creen las condiciones para entenderse mutuamente y aprender en los debates públicos (Habermas, 2006, p. 13).

La tarea del investigador que eligió la IAP encuentra en este campo de acción un lugar para enriquecer su ejercicio de acompañamiento y marcha al lado de los participantes, lo que da cabida a la reciprocidad de saberes compartidos y a la desocultación de realidades; en tal sentido, el investigador debe promover la conciencia crítica y la cooperación social, por medio del debate no sólo académico, de planificadores o políticos, sino de ciudadanos participantes que propicien la deliberación argumentativa, con miras a prácticas políticas cada vez más resueltas. El modelo habermasiano como aporte a la IAP permite coordinar el saber técnico y los valores por medio del diálogo entre científicos, políticos y opinión pública3; facilita el aprendizaje mutuo y la cooperación entre sujetos que, desde múltiples perspectivas, buscan opciones para mejorar sus condiciones de vida.

En la experiencia con comunidades, y en una dirección más próxima a lo que se denomina una definición "ontológica" de la IAP, encontramos que algunos de los movimientos indígenas interesados en la recuperación crítica de su historia, en la problematización de las prioridades, en el reconocimiento a sus autoridades tradicionales y la recuperación de la tierra; interesados en la reconstrucción, articulación y movilización de la palabra por medio de la acción colectiva, conjugan todo esto de manera emblemática en la minga, enriquecida esta categoría de significación y cooperación a la manera de un compromiso4:

Una práctica ancestral de los pueblos indígenas de los Andes. Es un esfuerzo colectivo convocado con el propósito de lograr un objetivo común [...]. Cuando se convoca una Minga, esta tiene prioridad sobre otras actividades, que se posponen para cumplir con el propósito común. Los resultados de la Minga no tienen dueños. Los logros son del colectivo y de nadie, de manera particular el pueblo puede apropiárselos. Las Mingas ponen en evidencia la madurez de los pueblos. La disciplina, la capacidad de actuar en comunidad, la humildad, el aporte del esfuerzo individual máximo para un logro colectivo, la conciencia de que lo común supera lo particular, pero que cada esfuerzo particular es esencial, constituyen elementos que ponen en evidencia la cualidad ejemplar y ejemplarizante de una Minga. Esta Minga de los Pueblos responde a su mismo propósito y sentido. (Asociación de Cabildos Indígenas, 2008)

En la minga, el campo de la política es maduro, el caminar de la palabra se hace realidad, la acción solventada recupera fuerza, se abren exclusas que permiten consensos capaces de incidir en la agenda pública; por esto, acoger prácticas comunitarias y combinar el ejercicio teórico con la praxis posibilita que los ciudadanos sean capaces de trascender sus pliegos que han sido satanizados y marginados, y dejan como único camino las vías de hecho. De tal suerte que el encuentro entre ética, política e investigación propicie las bases para la participación, al tiempo que ofrezca garantías para que la acción se oriente a la transformación, facilitando la argumentación en encuentros participativos, que movilicen la acción hacia la emancipación.

Con este fin, la búsqueda transformadora tendría que garantizar una fundamentación ética basada en los principios de justicia y solidaridad, y permitir que los partícipes ejerzan la democracia en la práctica, para que sus permanentes luchas no sólo tengan eco en las carreteras, calles y plazas, sino que trasciendan al espacio político. La idea de argumentar, saberlo hacer, convencer de la necesidad de lo que contiene el argumento, demostrarlo como justo, transformador y posible, sobre la fuerza fundacional del sentido ético de la política, es parte central de la praxis liberadora. "La función clave no es sólo percibir e identificar problemas que afectan al conjunto de la sociedad, sino tematizarlos de forma convincente y persuasiva, presentar contribuciones y dramatizar sobre ellos, de modo tal que sean asumidos y procesados por el sistema político" (Cunill Grau, 1997, p.52).

De este modo, se hace necesaria una razón comunicativa que dé fuerza vinculante a la argumentación y logre ponerse al frente en el debate político, de manera que permita dar salida a la guerra y al sinsentido que por momentos ésta comporta. Es inaplazable que quien se dirime en la vida cotidiana reclame el diálogo, pero no de aquellos que de forma unidimensional tranzan la entrega de un arma a cambio de un "taxi, o un billete" por fuera del proyecto político que les movilizó; a manera de un pacto de conveniencia, entre "almas muertas" que desestiman las significaciones que dieron origen a la confrontación y que pudieran investir de sentido un futuro compartido e incluyente.

La exigencia de una racionalidad comunicativa es inaplazable. No es válido continuar callando las voces con la guerra y con el miedo que deambula libremente, asesinando, asediando, burlando, ignorando y desplazando a la sociedad civil. Sociedad que deberá retomar el discurso político en contra del dogmatismo y la mentira. Los esfuerzos habrá que volcarlos a la razón, sobre la base de una:

Teoría que procede en términos reconstructivos, que permita entender la claridad conceptual de las "reconstrucciones racionales" que se mezcle en él, con el desesperado y consecuente desarrollo de la tesis de que con el medio que representa el poder político-administrativo no pueden crearse las siempre frágiles condiciones de sustentación del Estado democrático de derecho. El Estado democrático de derecho no puede, por tanto, tener otra base de sustentación que una población acostumbrada al ejercicio cotidiano y puntilloso de la libertad en los contextos sociales, en la esfera pública y frente a los poderes públicos y dispuesta a no dejarse arrebatar esa libertad; y ello es una base que el Estado democrático de derecho presupone a cuya reproducción puede en todo caso contribuir, no una base que él pueda crear. (Habermas, 1998, p. 14)

La IAP, entonces, tiene la tarea de reconstruir en su ejercicio la formación de ciudadanos, por medio de la práctica política que permita el fortalecimiento de una acción argumental, la cual se robustece en el diálogo discursivo, con la idea de que los ciudadanos llamados por la razón comunicativa participemos de manera resuelta, sobre la base de que los diálogos sean fundamentados en acciones de transformación, que operen en la agenda de decisiones públicas dentro de un Estado de derecho. Las ciencias y los científicos no pueden estar al margen del conflicto como meros intérpretes comprensivos de una situación, sino como oferentes de discursos solventados:

La razón comunicativa posibilita, pues, una orientación por pretensiones de validez [...] se extiende por un lado a todo el espectro de pretensiones de validez [...] por otro lado, se refiere sólo a convicciones e ideas, es decir, a manifestaciones susceptibles de crítica, que por principio resultan accesibles a la clarificación argumentativa, y, por tanto, queda por fuera y detrás de una razón práctica a la que se suponga por meta la motivación y la dirección de la voluntad. (Habermas, 1998, p. 66)

Luego, en la línea de Hoyos Vásquez frente a los desafíos democráticos, comparto la idea que bien expresa:

Entendemos por tanto que la apertura a la libertad y a la democracia es el camino de la emancipación para solucionar concertadamente, es decir políticamente la insaciable sociabilidad del hombre. Lo que nos lega Kant es la posibilidad de pensar los diversos campos de las ciencias sociales en íntima relación con la moral y la libertad, como lo expresa al referirse al ideal de la Paz perpetua [...] "a la auténtica política le es imposible dar un solo paso sin haber rendido antes homenaje a la moral. En sí misma la política es un difícil arte; mas no lo es la unión de la política con la moral". (2008, p. 4)

Conclusiones

Lograr una lectura desde el contexto latinoamericano, específicamente desde Colombia, a partir del proyecto Impacto del conflicto político-militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991-2001 permitió pensar el vínculo de la IAP con los planteamientos de Habermas, ya que gracias al nuevo paradigma posibilita el paso de un razonamiento instrumental a un razonamiento comunicativo, al aportar referentes para comprender e interpretar el conflicto colombiano.

Se debe recordar que la IAP toma distancia de los paradigmas de la ciencia instrumental en ciencias sociales, en lo referente a las relaciones dicotómicas que se instituyeron entre sujeto y objeto, y da paso a una relación dialógica de reconocimiento simétrico sujeto-sujeto, por medio del diálogo abierto de saberes; vincular la IAP con la propuesta habermasiana, en Teoría de la acción comunicativa, fundamenta la relación del otro como igual, a la vez que permite posicionar la racionalidad comunicativa desde la razón argumentativa y dar fuerza a la comunicación como fundamento de la acción hacia la transformación.

De esta manera, la IAP es exigente frente al compromiso de los investigadores, que en el plano comunicativo o dialogal demanda llegar más allá del ejercicio argumentativo de encuentro y reconocimiento del otro, al incidir en el plano político con miras al logro de transformaciones. El enfoque emancipatorio, de la Apy la Teoría de la acción comunicativa, busca responder a lo que significa pensar desde la historia en clave de crisis. La IAP, como nuevo paradigma investigativo, proporciona elementos que develan mayor conciencia sobre los problemas que han incidido en las condiciones actuales en las que se encuentran los países más desestructurados.

De esta manera, se advierte que la naturaleza de este paradigma en la experiencia colombiana consiste en presentar un esfuerzo de investigación, acción y participación, dirigido a comprender la situación histórica y social de los diversos grupos, que sujetos al impacto de la expansión capitalista como forma soterrada de guerra y violencia, consienten explorar el vínculo de comprensión histórica y contextual.

Vincular la propuesta de la IAP con los principios de la teoría habermasiana, en el tránsito de la comprensión a la argumentación, inspiraron pensar en los referentes para interpretar el conflicto en Colombia, como forma de vehicular los planteamientos que se ofrecen a modo de elementos vitales que posibilitan superar el activismo derivado de la IAP, al pasar al ámbito de la acción fundamentada. De esta manera, resulta significativo volver a la argumentación teórica como fundamento de la acción y forma de liberación, pues quien no media entre la teoría y la práctica queda inmerso en una suerte de teoricismo o, en contraste, en un activismo incapaz de introducir transformaciones sustanciales en el mundo de los sistemas.

Es evidente que para los colombianos estas décadas han transitado por sinnúmero de acontecimientos, como el narcotráfico, el conflicto armado, la corrupción de la vida política, lo cual deja claro que el Estado de derecho preirió sacriicarse como tal, en lugar de limitar los intereses que privilegiaba. De allí que se viera que las prácticas de transformación social en el marco del actual Estado social de derecho y la democracia comportan una serie de tensiones acerca del posible papel de las organizaciones populares en relación con la sustancia misma de los enunciados constitucionales; por esto, la articulación entre la IAP y la Teoría de la acción comunicativa emerge como posibilidad de participación y reconstrucción de nuevas alternativas sociales, desde el aprendizaje recíproco y la formulación consensuada de argumentos capaces de incidir en las prácticas políticas.

La exigencia del compromiso por parte de los investigadores va más allá de pensar en estos planteamientos como un enfoque meramente metodológico; lo que se busca es lograr que provean al conjunto de la población una nueva comprensión y concienciación política, al recordar que no se trata de apaciguar los problemas para evitar las tensiones y conflictos, sino de lograr que las exigencias lleguen a los políticos y sus políticas, en el marco de la soberanía, la autonomía y el respeto mutuo entre las naciones, como premisa para restarle capacidad de presión frente a quienes ven en la guerra entre colombianos un negocio rentable y una decisión geoestratégica.


1. Definido en el Capítulo I. Agrego: entendido, con Loureau, como "aquello que cerca el imaginario y le obliga a hablar".

2.Se transcriben elementos aclaratorios de la cita: "El discurso constituye una peculiar actividad lingüística de carÁcter intersubjetivo, en donde se convierten en tema explícito las pretensiones de validez, que han sido cuestionadas para las ciencias sociales a lo largo de la comunicación" (2006, p. 24).

3. Para el caso, son los participantes como ciudadanos.

4. También se define desde la perspectiva del intelectual y con base en el libro Ciencia propia y colonialismo intelectual, de Fals Borda Orlando. Moncayo concluye que el compromiso-acción es una actitud personal del científico ante la realidad de la crisis social, económica y política en que se encuentra.


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