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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.30 no.58 Bogotá Jan./June 2011

 

La crisis silenciosa, el futuro de la democracia y el cultivo de la humanidad

MARTHA C. NUSSBAUM

Katz Editores Buenos Aires/Madrid, 2010, 199 pp.

Traducción: María Victoria Rodil

Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades ISBN España: 9788492946174 ISBN Argentina: 9789871566372

Se están produciendo cambios drásticos en aquello que las sociedades democráticas enseñan a sus jóvenes, pero se trata de cambios que aún no se sometieron a un análisis profundo. Sedientos de dinero, los estados nacionales y sus sistemas de educación están descartando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva a la democracia. Si esta tendencia se prolonga, las naciones de todo el mundo en breve producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y sufrimientos ajenos. El futuro de la democracia a escala mundial pende de un hilo. (p. 20).

La reciente publicación en castellano del último libro de Martha Nussbaum, filósofa norteamericana, profesora de derecho y ética en las facultades de Derecho y de Teología de la Universidad de Chicago, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la crisis mundial de la educación y su estrecha relación con el futuro de las sociedades democráticas. Esta crisis, que ella denomina silenciosa, pone en fuerte tensión y en conflicto la idea de la educación concebida como una herramienta para el crecimiento económico-poco preocupado por una reflexión sensible sobre la equidad en el acceso y las oportunidades, y por la salud, la educación y la calidad de vida de la población pobre y rural-y para el modelo de desarrollo humano de una educación liberal, que es indispensable para cultivar las democracias del mundo global.

Según Nussbaum, en la actualidad hay una fuerte tendencia a considerar que el principal objetivo de la educación es enseñar a los estudiantes a ser económicamente productivos, y, según parece, las cosas que sí importan son aquellas que preparan para una carrera laboral. Según la autora, esta visión limitada de la educación, basada en habilidades rentables, ha erosionado nuestras capacidades para criticar la autoridad y para sentir compasión por las gentes que son diferentes o están marginadas, y se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo de nuestra capacidad para tratar los problemas globales complejos.

Y dado que la educación se ha vuelto cada vez más utilitaria, más centrada en la profesionalización y con un recorte significativo de las artes y humanidades en todos los niveles educativos, la pérdida de habilidades asociadas a la formación humanística está poniendo en peligro la salud de las democracias y la esperanza en un mundo basado en el respeto mutuo entre seres de distintas latitudes y geografías. Con este diagnóstico, Nussbaum advierte sobre el peligro de reducir la educación a una herramienta de la economía y de valorarla desde la idea de la rentabilidad otorgando un papel desproporcionado a la ciencia y a la tecnología, y cultivando únicamente habilidades útiles por su alta aplicabilidad para la producción y la globalización económica, que tanto preocupa a los dirigentes del mundo.

Aunque Nussbaum ubica su análisis en Estados Unidos y en el caso de la India, el diagnóstico que realiza conlleva la identificación de situaciones similares tanto en las reformas educativas de Latinoamérica como en las de Europa, donde las humanidades tienen un lugar limitado en los niveles básico y universitario, y la discusión sobre las competencias que demanda el mercado ha desplazado las preguntas sobre el rumbo de la educación y sobre la solución de los problemas de convivencia en nuestras sociedades.

Estas dos visiones de la educación-como herramienta económica y como modelo de desarrollo humano-remite a una discusión que viene de décadas anteriores, y que ha sido igualmente registrada por distintos autores (Heidegger, Adorno, Habermas, Gadamer, Carr y Kemmis), en torno al predominio de un tipo de racionalidad instrumental basada en el control, el eficientismo y la técnica, sobre otro tipo de prácticas sociales basadas en la racionalidad comunicativa, crítica-reflexiva, como es el caso de la praxis educativa-y las humanidades-; pero, justamente, esta racionalidad sometida cumple un papel importante en la sociedad, ya que se orienta a evitar todo tipo de deshumanización de la persona o la pérdida de su libertad y de su autonomía. La actual crisis de la educación también se puede leer desde la imposición de un nuevo tipo racionalidad técnica que la desnaturaliza y la reduce a las reglas del mercado global y a los principios del capitalismo cognitivo, hoy tan en boga.

En esta crisis de la educación, que también es una crisis de las sociedades democráticas, Nussbaum invita a trabajar por reconectar la educación a las humanidades, con el fin de formar a ciudadanos del mundo; para ello retoma la propuesta presentada en su libro, ya clásico, El cultivo de las humanidades. Una defensa clásica de la reforma de la educación liberal (1997), e inspirándose en las ideas de la pedagogía socrática, del pensamiento de Rabindranath Tagore y de John Dewey, entre otros.

Con la perspectiva de Nussbaum, el propósito de la educación liberal es el cultivo de la humanidad o la formación para una ciudadanía mundial, la cual exige el desarrollo de tres capacidades que conforman un todo:

La primera es la capacidad de autoexamen, inspirada en la pedagogía socrática, que implica, a su vez, la autorreflexión y el pensamiento crítico sobre la propia cultura y sus tradiciones. Se podría afirmar que, como lo señala Nussbaum, Platón vinculó la vida sin reflexión a los errores políticos y militares de su época, y de ahí su preocupación por una vida no examinada. En la actualidad la falta de reflexión sobre sí mismo conlleva un problema común entre las personas, y es que además de ser influenciables, suelen tratar de manera irrespetuosa a los otros.

La importancia de practicar la reflexión sobre uno mismo proviene también del pensamiento de J. Dewey, para quien la educación estaba llamada a desarrollar un tipo de reflexión que cuestiona permanente las propias creencias, formula preguntas y busca resolver problemas concretos de la vida real.

La segunda es la capacidad de verse a sí mismo como ser humano que está en interdependencia con otros seres humanos. Implica la habilidad de trascender las lealtades locales (como el patriotismo), para enfocarse en problemas globales como ciudadano del mundo, para lo cual resulta necesario un conocimiento interdisciplinario que ayude a entender cómo funcionan la economía, la política y la historia internacional de los pueblos. Se trata del concepto de educación cosmopolita en un mundo globalizado, inspirado en el legado de Rabindranath Tagore, para quien era importante que los estudiantes conocieran otras culturas, con el fin de superar cualquier sentimiento estrecho de nacionalismo que impidiera el diálogo mutuo entre los pueblos.

La tercera capacidad es la imaginación narrativa, que implica el sentimiento de empatía, de ponerse a sí mismo en el lugar del otro para comprender el significado de sus sentimientos, sus deseos, sus expectativas y sus logros. Es un concepto que se forma mediante las artes y el juego, dos cuestiones fundamentales para el desarrollo de una personalidad sana. El aporte de Nussbaum en este punto radica en recordarnos que ni el aprendizaje de la empatía ni el interés por el otro son procesos automáticos, sino requieren experiencias que nos lleven a superar el egocentrismo, y que extiendan nuestra capacidad para preguntarnos por el propio mundo interior y el de los demás.

Como lo defiende la autora, dichas capacidades están asociadas al contenido de las humanidades y las artes, y resultan fundamentales para los ciudadanos en sociedades democráticas, pues hacen que nuestras relaciones estén basadas en el respeto y en la comprensión del otro como ser humano, y no como objeto. Así, a medida que uno desarrolla estas capacidades se va haciendo un ciudadano del mundo.

De este modo la pregunta sobre por qué la democracia necesita las humanidades queda parcialmente contestada con esta propuesta de educación moral para la escuela y la universidad, en la cual queda claro que la educación de ciudadanos implica, además de un enfoque de capacidades humanas, la formación de emociones morales como la compasión, la empatía, la reciprocidad, la reflexión sensible sobre el sufrimiento de otros, el sentimiento de vulnerabilidad y el ideal de una necesidad mutua. Así, la falta de acento en estos aprendizajes incide directamente en la débil formación democrática de los niños y de los jóvenes.

No obstante la presencia indispensable de las humanidades en una educación para la ciudadanía, no se justificaría el descuido o el rechazo de una formación adecuada en ciencias sociales, ciencias básicas y aplicadas, según la autora. Más bien, lo que se desprende de su análisis es que se hace necesario corregir el desequilibrio en la formación actual: en ella muchos jóvenes son conducidos a una educación universitaria predominantemente técnico-científica que valora la precisión y la verificación e incita un pensamiento único que excluye el conocimiento de tradiciones humanísticas-filosofía, literatura, música, historia-, las cuales favorecen el desarrollo de una sensibilidad y una comprensión necesarias para afrontar el mundo donde vivimos, caracterizado por la diversidad cultural y necesitado de una cultura política respetuosa de las diferencias.

En este punto es importante precisar el concepto de humanidades sobre el cual Nussbaum construye su propuesta de ciudadanía cosmopolita. En definitiva, no alude a un concepto elitista de referentes exclusivamente clásicos, sino que recoge un conjunto de contenidos de disciplinas humanísticas, los cuales responden a contextos, situaciones y transformaciones reales que viven las sociedades contemporáneas, y así revitalizan diversas visiones de la realidad social para una ciudadanía reflexiva. Tales contenidos incluyen el estudio de culturas no occidentales, los nuevos estudios de género, la historia de las regiones y los estudios postcoloniales y de crítica cultural que reconstruyen la historia y la lucha emancipadora de grupos minoritarios, inmigrantes, mujeres y etnias, entre otros; son cuestiones que ayudan a reconocer el valor y la condición humana de la vida en cualquier lugar donde se manifieste, y a vernos a nosotros mismos como ligados a problemas comunes con personas que viven en otras geografías del planeta.

Finalmente, este manifiesto, como lo denomina Nussbaum, se ha de entender como un llamado a la acción que invita a los distintos actores sociales a analizar de manera profunda y crítica las consecuencias que pueden traer nuestra indiferencia y nuestra actitud irreflexiva sobre el futuro de la educación y la formación de ciudadanos en las actuales sociedades. Como señala Martha Nussbaum: "Sería catastrófico convertirse en una nación de gente técnicamente competente que haya perdido la habilidad de pensar críticamente, de examinarse a sí misma y de respetar la humanidad y la diversidad de otros" (El cultivo de la humanidad, 1999).

Martha Nussbaum es autora, entre otras, de obras recientes que han sido traducidas al castellano, como Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque de las capacidades (Herder, 2002), La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística (Paidós, 2003), El conocimiento del amor: ensayo sobre filosofía y literatura (2005), El ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley (Katz Editores, 2006), Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión (Paidós, 2007), Libertad de conciencia, (Tusquets, 2009) e India: democracia y violencia religiosa (Paidós, 2009).

Fabiola Cabra-Torres

Profesora asociada,

Departamento de Formación,

Facultad de Educación

Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá

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