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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.30 no.59 Bogotá Jul./Dec. 2011

 

Inserción sociolaboral juvenil y competencias informacionales en la educación superior: desarrollos, tensiones y desafíos

Youth social and labor inclusion and informational skills in higher education: developments, strains, and challenges

NICOLÁS GUALTEROS, GLORIA PATRICIA MARCIALES VIVAS, FABIOLA CABRA TORRES, EDUARDO MANCIPE FLECHAS *

* Nicolás Gualteros. Colombiano. Profesor de la Facultad de Psicología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: jgualteros@javeriana.edu.co

Gloria Patricia Marciales Vivas. Grupo de Investigación Aprendizaje y Sociedad de la Información, Facultad de Psicología y Facultad de Comunicación y Lenguaje. Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: gloria.marciales@javeriana.edu.co.

Fabiola Cabra Torres. Profesora de la Facultad de Educación, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: f.cabra@javeriana.edu.co

Eduardo Mancipe Flechas. Candidato a doctor, Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas, Pontificia Universidad Javeriana. Profesor de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: eduardo.mancipe@gmail.com

Recibido: Abril 29 de 2011 Aceptado: Mayo 31, 2011

Submission Date: April 29th, 2011 Acceptance Date: May 31st, 2011


El artículo tiene como propósito presentar reflexiones encaminadas a movilizar la incorporación de las competencias informacionales asociadas con formatos digitales en distintos escenarios educativos y de formación para el trabajo, pues estas resultan determinantes para el desarrollo de la empleabilidad juvenil. Se presentan tres reflexiones fundamentales: los cambios en el mundo del trabajo contemporáneo, y los retos que imponen a los jóvenes; la necesidad de profundizar en el desarrollo de la relación entre competencias informacionales, educación y empleabilidad; y la importancia de promover la alianza universidad-empresa, en cuanto esta permitirá crear rutas de acción adecuadas para promover las competencias informacionales y enfrentar un problema de gran relevancia social, como es el desempleo juvenil.

Palabras clave: competencias informacionales, empleabilidad, juventud, mercado de trabajo, trabajo, educación superior.

Descriptores: Profesional de la información, Trabajo de jóvenes, Educación superior - Innovaciones tecnológicas, Sociedad de la información.


The article intends to present reflections directed towards mobilizing the incorporation of informational skills associated to digital formats in different educational and training for work scenarios, because these are crucial in the development of youth employability. The article introduces three grounding reflections: the changes in the contemporary world of work and the challenges it brings to youngsters, the need to deepen into the development of the relationship between informational skills, education, and employability; and the importance of promoting the Corporate-University alliance, since it will enable the creation of appropriate action pathways in order to promote informational skills and face the highly relevant problem of youth unemployment in society.

Keywords: informational skills, employability, youth, job market, work, higher education.

Search Tags : Information professionals, Youth-Employment, Education, higher -- Technological innovations, Information society.


Origen del artículo

Artículo derivado de la investigación Nativos e inmigrantes: la transición del formato impreso al formato digital en estudiantes y profesores universitarios, proyecto financiado por la Vicerrectoría Académica de la Pontificia Universidad Javeriana, 2010-2011.


A modo de introducción

La sociedad del conocimiento exige a la educación el desarrollo de competencias vinculadas con el desarrollo de la empleabilidad de los jóvenes, las cuales son fundamentales para hacer frente a las altas tasas de desempleo juvenil y a las transformaciones que desde las dos últimas décadas se han generalizado en el mundo del trabajo. Entre estas competencias se destacan aquellas que han sido denominadas por algunos como informacionales (Marciales Vivas et al., 2008), las cuales son reconocidas como fundamentales, en cuanto permiten que los jóvenes se equipen con recursos analíticos, críticos y comprensivos para enfrentar los flujos de información que circulan masivamente gracias a las mediaciones tecnológicas disponibles actualmente.

En este contexto, el artículo parte de las reflexiones derivadas de la investigación Nativos e inmigrantes: la transición del formato impreso al formato digital en estudiantes y profesores universitarios1; se formulan planteamientos que evidencian la pertinencia de incorporar el desarrollo de competencias informacionales en los distintos escenarios educativos y de formación para el trabajo, particularmente aquellas vinculadas con formatos digitales, las cuales contribuyen a que los jóvenes amplíen sus horizontes de participación ciudadana y desarrollen opciones de inserción sociolaboral. En una perspectiva sociohistórica como la que aquí se propone, el uso, manejo y evaluación de la información se constituyen para los jóvenes en una alternativa que favorece el éxito de sus proyectos autogestionados, y los preparara para la transición al mundo del trabajo, al familiarizarlos con los sentidos y significados que hoy circulan en la cultura laboral.

El artículo se encuentra dividido en tres apartados. En el primero de ellos se contextualizan los principales retos que hoy enfrentan los jóvenes, dados los cambios que han ocurrido en el sector productivo. Se consideran categorías como flexibilización, desregulación, tercerización, asalarización o precarización como punto de partida para comprender las altas cifras de desempleo juvenil, y, por tanto, la pertinencia de integrar las realidades laborales con otras dimensiones de los mundos de vida de los jóvenes que hasta el momento han sido prioritarias, como la participación ciudadana o la creación estética.

En segundo lugar, dada la urgencia de introducir los estudios del trabajo como un campo de indagación para comprender las experiencias de los jóvenes, se explora la relación entre competencias informacionales, educación y empleabilidad. En la tarea de integrar estos tres elementos se desarrollan algunas reflexiones que permiten comprender los ajustes y tensiones a las que están sometidas las instituciones de educación superior ante los flujos de información que circulan a escala planetaria y que interpelan las formas tradicionales de producir, divulgar y apropiar el conocimiento.

Por último, se hace énfasis en la importancia de introducir las competencias informacionales, tanto en los espacios de la educación universitaria como en los distintos escenarios organizacionales, para superar enfoques instrumentalistas con los que frecuentemente es abordada la relación universidad-empresa. Se destaca cómo la universidad, al asumir su compromiso con el desarrollo de estrategias que aporten a la empleabilidad de sus estudiantes, ha ajustado algunos de sus contenidos a los cambios en el mercado de trabajo y a los procesos productivos, sin excluir ni limitar la producción del conocimiento, ni rechazar intereses investigativos que respondan a comunidades y procesos sociales que no son de interés directo del mundo empresarial. Con las ideas aquí expuestas se pretende alimentar algunos de los debates más recientes sobre la propuesta de reforma a la educación superior, hoy tan comunes en distintos escenarios.

Cuando las cosas no son como antes: los jóvenes de cara al mundo laboral

Distintas fuentes insisten en señalar que "algo está pasando" con el mundo laboral juvenil. Abundantes notas de prensa, informes gubernamentales, boletines institucionales, videoclips, investigaciones académicas e incluso las preocupaciones que los jóvenes manifiestan cotidianamente entre sus familias, sus amigos o en aulas de clase y eventos académicos, evidencian cambios que están sacudiendo las formas de relación que hasta hace un par de décadas las personas establecían con el trabajo (Beck, 2002).

Desde las dos últimas décadas es creciente el número de referencias en las que se asocian los cambios en el mundo del trabajo con el aumento del desempleo, la discontinuidad laboral, la precarización y la pérdida del valor social del trabajo (Neffa, 2001; Harribey, 2001). A partir de la década de los años noventa se evidencia una transición cada vez más marcada de formas de empleo estables a escenarios caracterizados por la incertidumbre y la inestabilidad, elementos asociados con empleos de baja calidad, limitados tanto en su capacidad para incorporar al cada vez mayor número de jóvenes que desean participar activamente en el mercado laboral, como en las oportunidades de movilidad social que se ofrecen a quienes logran vincularse con los escasos puestos de trabajo disponibles.

Las condiciones que regulan el mercado del trabajo juvenil en los contextos latinoamericanos se enmarcan en la crisis económica mundial y las transformaciones en los modelos productivos que esta ha traído consigo: flexibilización laboral, tercerización, recorte de puestos de trabajo y, sobre todo, aumento en la oferta y nivel de formación de la mano de obra, la cual ha venido creciendo en los últimos años de manera continua.

Este escenario se complejiza aún más si se tienen en cuenta algunas paradojas de la sociedad del conocimiento, pues si bien el nivel educativo de la población en general ha aumentado, un gran número de jóvenes abandona el sistema educativo para asumir, desde temprana edad, labores consideradas en algunos contextos como propias de adultos: sostenimiento de una familia, crianza de hijos, cuidado de padres, búsqueda de la independencia (Weller, 2007).

En Colombia, así como en los otros países de la región, la juventud, entendida como moratoria social al servicio de la preparación para ingresar al mundo del trabajo, da paso a otras comprensiones que permitan entender la apremiante necesidad que tienen muchos jóvenes de vincularse lo más pronto posible con el mundo laboral. Incluso, muchos jóvenes dudan de la promesa mayor educación-mejor trabajo, y abandonan sin mayor reparo la educación universitaria; así, prefieren cursos cortos de capacitaciones específicas con los que puedan acelerar su ingreso al mundo del trabajo. El panorama, entonces, es de transformaciones profundas que obligan a introducir la realidad sociolaboral como un eje fundamental para comprender los mundos de vida juveniles.

La ética del instante (Maffesoli, 2001), esto es, la vivencia intensa del presente, del aquí y del ahora, por parte de los jóvenes, cada día adquiere más sentido cuando se corrobora que los jóvenes se insertan a un mundo laboral caracterizado por el aumento de las incertidumbres, la pérdida de certezas y, con ellas, el aumento de la imposibilidad de trazar proyectos de vida hacia el futuro. Actualmente, la discontinuidad y la inestabilidad laboral afecta más que nada a los jóvenes: el tiempo de vinculación a los trabajos es más corto que el de los adultos, cambian con más frecuencia de trabajo y las empresas en crisis suprimen primero los puestos de trabajo ocupados por jóvenes (Weller, 2006).

A diferencia de las condiciones sociales y culturales que rodeaban la construcción de los proyectos de vida de adultos de otros tiempos, la permanencia y la estabilidad hoy se quieren presentar como fuera de lugar, lo cual lleva a que las experiencias juveniles frente al trabajo sean banalizadas, pues no se otorga mayor relevancia a la posibilidad de articular trayectorias vitales en torno a escenarios laborales permanentes. El mac-empleo, definición genérica para comprender aquellas alternativas laborales que insisten en demandar a los jóvenes su capacidad de adaptación al cambio, el manejo de la frustración, el trabajo bajo presión o la necesidad de reaccionar proactivamente frente a la inestabilidad, ha terminado por naturalizarse y establecerse como el modelo ideal de vinculación laboral, en cuanto alude a "características propiamente juveniles".

La insistencia de la sociedad de la información en ensalzar la rápida difusión del conocimiento y, por lo tanto, la necesidad de que los jóvenes cuenten con capacidades, competencias y habilidades para enfrentarse a este mundo cambiante, inestable y flexible, evidencian los cambios que se están dando en el mundo del trabajo (Gimeno, 2001, p. 47).

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2007, 2010) ha insistido en el deterioro de las condiciones del empleo, las cuales han afectado particularmente a los jóvenes entre 15 y 24 años de edad. Igualmente, expertos como Abdala (2005) y Rodríguez (2003) señalan que este es un problema característico de la región, y destacan la necesidad de pensar estrategias urgentes para salir de una crisis en la que cerca del 50% de desempleados de la región son jóvenes. Para la OIT, el problema del desempleo juvenil en Colombia se expresa en que uno de cada cuatro jóvenes se encuentra desempleado o que en un grupo de cuatro jóvenes dos se encuentran vinculados con trabajos precarios, que no corresponden con sus expectativas, y uno está desempleado.

Con algunas diferencias menores, el Departamento Nacional de Estadística (DANE), en su informe trimestral de noviembre de 2010 a enero de 2011, respecto al mercado laboral de la juventud (14-26 años), señala que en Colombia el desempleo alcanzó el 21,5%; así, se percibió un breve aumento en relación con el trimestre anterior, que se ubicaba en el 19,7%, y una reducción en relación con el mismo periodo en el año anterior, en el que el desempleo juvenil era del 22,2%.

Este escenario de crisis contrasta con aquellas consideraciones que asumen la condición juvenil como la suma de características que favorecen el desarrollo empresarial, aseguran el éxito de los proyectos de emprendimiento, permiten la renovación de los viejos modelos de negocio, introducen saberes frescos, distorsionan los modelos jerárquicos, dominan con facilidad las nuevas tecnologías; estereotipos que, al igual que el mac-empleo, característico de las tiendas de comidas rápidas, tienden a homogeneizar y restringir las múltiples vivencias que los jóvenes pueden tener frente al trabajo.

Frente a este escenario de crisis y transformaciones profundas, resulta evidente la urgencia de trazar propuestas y alternativas que permitan incorporar el mayor número de jóvenes al mercado laboral, pues: "quien no tiene empleo no tiene ingresos propios, y por tanto, carece de las posibilidades de acceder a servicios básicos y se siente totalmente desvalorizado, contando con una muy baja disposición a participar de la dinámica social y hasta para ejercer sus más elementales derechos ciudadanos" (Rodríguez, 1997).

No puede pasarse por alto cómo las otras dimensiones del mundo de la vida juvenil, por ejemplo la educación, la participación política, las vivencias del cuerpo y la sexualidad, las éticas del cuidado, entre otras, deben ser consideradas a la luz de la realidad sociolaboral de los jóvenes, pues la participación democrática y, por tanto, el ejercicio de la ciudadanía se encuentran inevitablemente vinculados con la posibilidad de ser un participante activo en los sistemas productivos.

La acentuada vulnerabilidad de los jóvenes frente al mundo del trabajo, que se constata con los datos estadísticos presentados, impone una responsabilidad mayor con todos aquellos que acceden a los procesos de educación superior en general y de formación para el trabajo en particular. A lo largo de los procesos formativos formales, no formales o incluso informales es necesario incorporar componentes que vinculen las experiencias juveniles con las demandas del mundo laboral, y poner el acento en aquellas dimensiones analíticas y críticas propias de las competencias informacionales, las cuales se encuentran asociadas con el aumento en las capacidades de empleabilidad y el éxito de los emprendimientos juveniles.

Si bien es cierto que las propuestas dirigidas a reducir el desempleo juvenil pueden hacerse realidad en entornos en los que las decisiones macroeconómicas favorezcan la creación del pleno empleo productivo y el trabajo decente, tal como se plantea en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, y que además prometan el éxito de las iniciativas autogestionadas, desestimulen la desregularización laboral y valoren la educación en su capacidad de movilización social, no se puede restar la responsabilidad que tienen los distintos entornos educativos en brindar a los jóvenes recursos que desarrollen y estimulen la capacidad de realizar lecturas e interpretaciones complejas de los contextos.

El desafío, en la actualidad, es dar mayor pertinencia a las herramientas que permiten enfrentarse críticamente a la multiplicidad de discursos que circulan globalmente. El desarrollo de la autonomía y la mirada analítica, que trasciende los campos profesionales, son ampliamente valorados por los mercados de trabajo contemporáneos y se encuentran relacionadas con las propuestas formativas que ubican en un lugar privilegiado la reflexión y problematización de la información que hoy circula a escala planetaria (Ortiz, 2005):

Pero la oferta masiva de espectáculos no ofrece criterios para seleccionar y jerarquizar, ni vamos a encontrarlos en la acumulación incesante de Google y Yahoo. (A veces, ni siquiera garantizan la confiabilidad de la información). Escuelas y universidades renovadas, con profesores entrenados en los nuevos lenguajes y destrezas. ¿Ayudarían a discernir el valor de la información y los espectáculos y a pasar de la conectividad indiferenciada al pensamiento crítico? (García Canclini, 2007 p. 35)

El desempleo juvenil no se puede explicar exclusivamente a partir de consideraciones de tipo actitudinal, que centran las causas del problema principalmente en la ausencia de ciertas cualidades, habilidades y conocimientos, pues se caería en el riesgo de favorecer enfoques que tienen un efecto autoestigmatizador, que individualiza las responsabilidades y deposita en los estilos de vida juveniles la carga de un fracaso que se leerá como propio. Deben considerarse, igualmente, iniciativas de gran envergadura, que reafirmen las responsabilidades estatales e institucionales en el diseño de políticas capaces de incorporar a los jóvenes al mercado de trabajo en condiciones de calidad y empleo decente, al intentar nivelar las diferencias en el capital cultural de muchos jóvenes, las cuales impactan en su reducida capacidad de insertarse sociolaboralmente.

El aumento en las cifras de desempleo juvenil llevó las Naciones Unidas, hace cerca de diez años, a constituir la Red de Empleo de los Jóvenes. Este organismo produjo las 'Recomendaciones' del Grupo de Alto Nivel de la Red de Empleo de los Jóvenes, articuladas en cuatro estrategias que deben guiar los diferentes programas y políticas públicas, y que, de alguna manera, ya hemos enunciado: 1. Garantizar la equidad de género, tanto en el acceso a los distintos niveles educativos como en la igualdad de condiciones al momento de vincularse con el mercado de trabajo. 2. Promover, por medio de políticas macroeconómicas, la creación de más puestos de trabajo para favorecer la participación de los jóvenes en el mercado de trabajo y, con ello, la posibilidad de retornar a la sociedad los conocimientos adquiridos, con el desarrollo de procesos de innovación y cambio en los sectores productivos. 3. Aumentar la empleabilidad, a partir de la estructuración de los procesos educativos, según las demandas del mercado de trabajo, de manera que se potencie la vinculación de los jóvenes en general, pero principalmente de los menos favorecidos, al mundo del trabajo. 4. Fomentar el espíritu emprendedor, que permita consolidar emprendimientos sociales o empresariales, además de facilitar la formalización de proyectos poco estructurados, el fortalecimiento de sus dimensiones jurídicas e institucionales, y la creación de nuevos puestos de trabajo.

Estas recomendaciones no pueden pensarse de forma aislada y fragmentada; además, debe introducirse el análisis de los procesos que pueden ser desarrollados en los intercambios cotidianos que tienen lugar en los distintos espacios educativos.

Diversas posturas tienden a privilegiar unas recomendaciones sobre otras. Entre aquellas posturas que individualizan las causas del desempleo juvenil, o aquellas que lo enuncian exclusivamente como un asunto que concierne a las políticas públicas y que atañe a decisiones gubernamentales, la alfabetización informacional emerge como alternativa que responde a las prioridades que se derivan de cada postura.

Esta es entendida como la promoción de la capacidad de aprender a aprender y, por tanto, de aprender a lo largo de la vida (Marti, 2009), de reconstruir el pensamiento a partir de una cultura crítica para analizar y desnaturalizar los problemas de la vida diaria (Pérez, 2004), o como condición imprescindible para el ejercicio de la ciudadanía (Cabra, 2009). La alfabetización informacional es un compromiso que deberían asumir los programas de educación superior, mediante la incorporación de componentes transversales a sus ofertas de programas, que respondan equilibradamente a las expectativas y demandas del mercado de trabajo, sin perder su compromiso con la construcción de un orden social justo (Tedesco, 2003).

Competencias informacionales y empleabilidad en la sociedad de la información

Gracias a los padres de las personas que conforman el G15, por permitir a sus hijos e hijas dudar del modelo según el cual se estudia para trabajar y se trabaja para ganar dinero y así ser alguien en la vida. Exposición ¿Estudias o trabajas?

Dada la urgencia de diseñar estrategias en distintos ámbitos que permitan a los jóvenes vincularse con el mundo del trabajo, se han trazado propuestas que intentan incluir esta problemática en las agendas educativas. La Cultura para el trabajo (Gómez, 2006) se enfoca en la posibilidad de familiarizar a los jóvenes con la complejidad del mundo del trabajo, al permitir que ellos identifiquen diversas opciones de educación, de biografías laborales, de alternativa para el emprendimiento, y el abanico de ofertas formativas y campos de conocimiento; se destaca, por ejemplo, el lugar privilegiado que tiene en "la formación de una capacidad analítica e interpretativa sobre las interacciones entre el mundo de la educación y el del trabajo" (Gómez, 2006, p. 56).

Si bien Gómez articula sus planteamientos en torno a la educación media, estas consideraciones podrían extenderse a la educación superior si se tiene en cuenta el hecho de que las universidades deberían presentar a los estudiantes la miríada de rutas laborales que pueden desarrollar, la relatividad de los campos de especialización y disciplinares, la emergencia constante de nuevos campos de desempeño o las oportunidades para desarrollar proyectos autogestionados viables.

La cultura para el trabajo es la suma de acciones dirigidas a favorecer la vinculación de los jóvenes con el mundo del trabajo, al ofrecer alternativas de elección y de proyección social y profesional. Entre las estrategias encaminadas a lograr este propósito resulta de gran valor que se destaquen todas aquellas dirigidas a fortalecer en los jóvenes las competencias relacionadas con el uso, acceso y aprovechamiento de la información.

Las escuelas, en cuanto están marcadas por las contingencias históricas (Gimeno, 2001), no pueden concebirse como un proyecto finalizado e inmutable; ellas deben adaptarse a las necesidades, exigencias y problemas que les son propios a los contextos sociales en los que se inscriben. Consideración semejante realiza Sousa Santos (2004), para quien las universidades, al estar permeadas desde los últimos 30 años por las racionalidades neoliberales, se han visto enfrentadas a la necesidad de reevaluar su función y legitimidad social, y ubicarse en un terreno de múltiples crisis que interrogan su lugar hegemónico en la producción y divulgación del conocimiento.

Reconocer que los distintos ámbitos educativos se encuentran impactados y deberían adaptarse a las demandas y necesidades de los contextos sociales en los que se desarrollan sus prácticas de producción y divulgación de conocimiento contrasta fuertemente con reclamos que empiezan a emerger desde distintos escenarios. Particularmente, se denuncia cómo la educación y los sistemas de formación para el trabajo actuales no han logrado adaptarse a los cambios en los sistemas productivos (Weller, 2006).

Esta dificultad en reconocer los cambios en el mundo del trabajo ha tenido como consecuencias la disminución en la capacidad de empleabilidad de los jóvenes, pues se evidencia una incompatibilidad entre las habilidades, competencias y conocimientos exigidos por el mercado de trabajo y las que son desarrolladas en los distintos espacios educativos.

El problema ha adquirido tal relevancia social que algunos medios de divulgación masiva han intentado su caracterización. Las diferentes formas que adquieren las biografías laborales juveniles, los retos y las posibilidades que implican las transformaciones en el mercado de trabajo, y los ajustes demandados a los sistemas educativos son temas de interés e intentos de capturar, explicar y categorizar las formas como hoy los jóvenes se vinculan con el trabajo. El Businessweek (2009) recurre a la idea de La generación perdida; El País de España (Jiménez, 2005) ha tratado de caracterizar las vivencias de los jóvenes europeos desde nociones como "La generación de los mil euros o los mileuristas", a partir de una carta que Carolina Alguacil, de 27 años, envió al periódico en agosto de 2005, en la cual describía las preocupaciones de toda una generación.

Algunos jóvenes alemanes han acuñado la expresión Generation prakti\um, al denunciar que pueden durar años vinculados con las organizaciones como practicantes sin ningún tipo de contrato que les genera estabilidad laboral. En Colombia, alusiones como "La generación cero", cero trabajo, cero oportunidades (Camargo, 2009), o "La generación perdida" {Dinero, 2010 ; Castro, 2010), jóvenes que cada día atrasan más su ingreso a un empleo de calidad, a pesar de su formación académica superior, intentan constituirse en referentes explicativos, que si bien intentan describir una problemática, adolecen de riqueza conceptual e investigativa, y no trascienden las intuiciones, imaginarios e idealizaciones de algunos sobre las causas y consecuencias del desempleo juvenil.

Esta característica es común en muchas de las notas de prensa, en las que con frecuencia se insiste en señalar el infortunio de los jóvenes al momento de enfrentarse al mundo del trabajo, al individualizar las experiencias y desconocer los contextos más amplios en los cuales se enmarca, o las virtudes de la condición juvenil. Llegan incluso a establecerla como modelo y tendencia, al querer "juvenilizar" la experiencia de la vida del resto de la población, lo que evidencia una ausencia marcada de desarrollos académicos juiciosos, que aborden con criterios de rigurosidad, sistematicidad y pertinencia las distintas dimensiones asociadas con las realidades laborales juveniles.

El interés de los medios de comunicación masiva por evidenciar los costos sociales propios de la exclusión y la marginalización contrasta con el aparente desinterés investigativo frente al tema, particularmente de las ciencias sociales, que interesadas en otras dimensiones de la experiencia de la vida juvenil han tendido a dejar de lado las experiencias relacionadas con la dimensión socio-laboral. Los referentes académicos se muestran rezagados, lo que refleja una incoherencia entre la dimensión del problema y la producción de conocimiento acerca de este.

La incidencia social de los programas de emprendimiento, el sentido que se le otorga a la cultura para el trabajo en los escenarios formativos, y las nuevas jerarquías del conocimiento llevan a que los jóvenes reconozcan la potencia, tanto vital como laboral, de saberes, oficios y artes otrora marginados, por la sobrevaloración que se le dio, por lo menos en nuestro medio, a la educación universitaria; la oportunidad que muchos jóvenes han encontrado para articular su biografía en torno a emprendimientos sociales con un amplio impacto en sus comunidades o las responsabilidades de las instituciones de educación superior en el desarrollo de las competencias de empleabilidad de los jóvenes podrían constituirse en rutas investigativas dirigidas a enriquecer las intuiciones y construir posturas responsables en torno a la relación universidad-empresa.

A escala nacional, el Estado del arte sobre el conocimiento producido sobre jóvenes en Colombia entre 1985 y 2003 (Escobar, 2004), así como, en el ámbito local, el estado del arte de las investigaciones sobre la realidad juvenil en Medellín entre 2004 y 2006, Juventud, investigación y saberes (Garcés, Patiño, Torres, 2008), o en estado del arte Bogotá Saber joven: miradas a la juventud bogotana, 1990-2000 (Serrano, 2003), destacan la misma reflexión: el número de productos relacionados con los ejes temáticos vinculados con las realidades sociolaborales de los jóvenes es el más bajo, en comparación con los otros ejes.

Este desconcertante señalamiento se constituye en un llamado para empezar a priorizar en las agendas investigativas y en los proyectos educativos los retos que hoy enfrentan los jóvenes al terminar su etapa formativa e ingresar al mundo del trabajo. Al parecer, las entidades educativas han adoptado posiciones más reactivas que creativas en torno a la necesidad de vincular los debates sobre el mundo del trabajo en sus currículos, proyectos educativos y apuestas pedagógicas; así, son limitados en su capacidad de afrontar y ajustarse a los cambios en los procesos productivos y socioeconómicos.

Estos cambios, relacionados con la distorsión que se presenta de los límites que definían lo global y lo local, lo público y lo privado, lo perenne y lo instantáneo, no solo cuestiona los referentes a partir de los cuales tradicionalmente se configuraban las identidades nacionales, locales o institucionales. La propuesta multicultural que circula globalmente por medio de las TIC, al confrontar tradiciones, valores, costumbres, ha llevado a una reubicación del significado que adquiere el trabajo en la vida de las personas, así como su mayor o menor centralidad a la hora de trazar proyectos vitales. Hoy, algunos jóvenes, sin desconocer el valor que tiene el trabajo para sus vidas, cuestionan determinados órdenes establecidos que regulaban de manera unidireccional la relación preparación universitaria-trabajo-ser alguien en la vida, tal como se presenta en el epígrafe de este apartado.

"La sobrecarga de información a la que está sometida hoy cualquier persona a través de los medios y de la multimedia" (Mejía, 2008, p. 74) hace necesario posicionar como fundamental las competencias informacionales en los debates académicos, en las convocatorias investigativas y en los diálogos universidad-empresa. Al ser comprendidas como un proceso integrado por las creencias, las motivaciones y las aptitudes que construye el sujeto a lo largo de su biografía, el cual se constituirá en una matriz de sentido que determinará la forma como los jóvenes apropian la información a partir del acceso, la evaluación y el uso que hacen de esta (Marciales-Vivas et al., 2008), se destaca su valor como recurso para que los jóvenes tengan cada vez una mayor capacidad de ajuste y afrontamiento frente a las demandas de la época.

Las distintas formas de apropiación de la información, entendidas como prácticas reguladas social, colectiva e históricamente, son una oportunidad para acercarse críticamente a los contextos, hacer interpelaciones sistemáticas de las realidades próximas, plantear preguntas pertinentes a las contingencias sociales o responder de manera compleja a los problemas; en síntesis, es la posibilidad de otorgar a los jóvenes el rol de constructores de significados a partir de la información que apropian, al obligar a reconsiderar el rol de pasivos consumidores, como son caracterizados con frecuencia: "En estos planteamientos se reconoce que ser competente informacionalmente significa aprender a aprender, es decir, saber cómo está organizada la información, cómo encontrarla y cómo usarla de manera que otros puedan aprender de ello" (Castañeda, González y Marciales, 2010, p. 190).

La Cumbre Mundial de la Sociedad de la información (2005) no solo reconoce el valor de las competencias informacionales para el desarrollo de los procesos educativos a lo largo de la vida, al favorecer la autonomía en la gestión personalizada de rutas de aprendizaje según los contextos y sus demandas. Destaca, entre otros elementos, el hecho de que la sociedad de la información no se agota con la democratización en el acceso de la información, sino que ella implica la posibilidad de alfabetizarse en la aproximación analítica y el uso creativo e innovador de la información. Como elementos clave para apoyar el desarrollo de las formas de trabajo tradicionales, pero también formas más actualizadas como las de teletrabajo o "home office", que se establecen como alternativas para muchos jóvenes que estructuran sus intereses laborales en torno a proyectos autogestionados.

En este mismo ámbito, las competencias informacionales permiten contar con herramientas investigativas que ayudan a identificar mercados, oportunidades e ideas de negocio, así como redes o contactos con los que puedan dar un mejor soporte a sus iniciativas. Estas competencias no solo son pertinentes para la 'actitud emprendedora', sino que resultan fundamentales para formar ciudadanos más autónomos, con capacidad de análisis y decisión, "Competencias que sirven en muchas áreas de la vida actual, y no solamente para ser empresario" (Weller, 2006, p. 7).

En lo que atañe a la flexibilización laboral, las TIC son una alternativa útil para concretar formas de vinculación al mundo del trabajo sin los efectos de permanencia y rigidez característicos de los modelos fordistas tradicionales. Sin desconocer la asociación común entre flexibilización-precariedad, también se destaca cómo hoy muchos jóvenes establecen preferencias por formas laborales discontinuas y desreguladas, pues ellas les permiten desarrollar propuestas estéticas y políticas, muchas de ellas en simultaneidad con jóvenes de otras partes del mundo, las cuales se constituyen como formas de inserción al mundo del trabajo.

La información, al comprenderse desde el enfoque multidimensional de las competencias informacionales, es un marco de referencia adecuado para que los jóvenes -incluso aquellos que no tienen acceso continuo a espacios de educación superior formal, pero que cuentan con acceso a mediaciones tecnológicas- participen activamente del contenido producido, al ampliar su capital cultural, el cual se encuentra directamente relacionado con las opciones futuras de empleabilidad, y es el terreno en que se comprueba de manera directa la relación positiva entre nivel educativo y productividad.

El impacto que tiene el uso, manejo y evaluación de la información en la empleabilidad juvenil se agudiza cuando se tiene en cuenta la incorporación creciente de las TIC en determinados sectores económicos, particularmente empresas grandes y multinacionales, lo que ha derivado en profundos cambios en las formas de ordenar el trabajo y los sistemas productivos, teniendo como ejes estructuradores de sus procesos los flujos de información (Weiss, 2008).

La centralidad que se ha reconocido en las TIC, como mediaciones que han facilitado la democratización del conocimiento y la circulación de la información es cada vez mayor. Para Martín-Barbero (2002), los referentes a partir de los cuales los jóvenes construyen, negocian y reproducen sus comprensiones del mundo y de sí mismos no están ligados solamente con el saber que pueda ser adquirido a partir de los textos escritos, las prácticas de la educación tradicional o lo que pueda ser transmitido por los profesores o los padres; sus referentes identitarios hoy se encuentran vinculados con la miríada de información que circula en la red. Gracias a ello, hoy, más que en otros momentos del siglo pasado, se empiezan a configurar rutas formativas alternativas y novedosas, que conjugan la posibilidad de ubicaciones laborales menos rígidas, con la posibilidad de explorar currículos, saberes, prácticas y proyectos vitales que los modelos de trabajo fordista impedían consolidar. Cada día cobra mayor relevancia entre los jóvenes la necesidad de interrogar no solo la pertinencia y relevancia social de las profesiones y disciplinas más tradicionales, sino, también, las estrategias pedagógicas utilizadas en los contextos que les son propios.

Las instituciones propias de la modernidad, encargadas de la administración, renovación y reestructuración del sentido (García Canclini, 2002), como la escuela, son interpeladas por las nuevas subjetividades y ciudadanías. La información a la que acceden los jóvenes parece demandarles nuevas maneras de estructurar lo social, particularmente en relación con el mercado de trabajo, y, por lo tanto, con las formas de construir, difundir y acercarse al conocimiento. Sin embargo, la centralidad de las TIC en los mundos de vida juveniles ha llevado a la construcción de algunas ideas que es preciso revisar.

En primer lugar, es común encontrar señalamientos que, enmarcados en la idea de "nativos digitales", tienden a homogeneizar y estandarizar las formas de relación de los jóvenes con las TIC, desconociendo contextos particulares, niveles de acceso, habilidades e intereses personales, que anulan las relaciones diferenciales que los jóvenes con el mundo globalizado. En segundo lugar, la incorporación de las TIC en procesos educativos, así como en el desarrollo de capacitaciones para sensibilizar a los jóvenes en la importancia de estas, se han centrado, por un lado, en la incorporación de dispositivos electrónicos en el aula de clase o en el desarrollo de habilidades de uso, enmarcadas en apuestas puramente funcionalistas. En tercer lugar, se desconoce la importancia que aún hoy siguen teniendo los formatos impresos como fuentes de información a partir de las cuales los jóvenes acceden a referentes identitarios, propuestas estéticas o alternativas políticas. Por último, dadas las tendencias de homogeneización, tanto en el uso, como en los tipos de capacitación o en el tipo de fuente utilizada, se desdibujan las diferencias tanto cuantitativas como cualitativas respecto a los recursos con los que cuentan los jóvenes para acceder, evaluar y usar la información, y más aún, los desbalances que esto impondrá al momento de competir por los pocos puestos de trabajo disponibles.

Así como se reconoce el impacto positivo que tienen las TIC en la configuración de las identidades juveniles, en cuanto abrevan de propuestas multiculturales que permiten renovar constantemente los sentidos en torno, por ejemplo, a la educación o al trabajo, se puede afirmar que la globalización neoliberal también ha traído transformaciones sociales que remarcan las diferencias sociales y económicas. Urbanización y tercerización de la economía, desempleo abierto y subempleo, crecimiento del sector informal de la economía, depredación del medio ambiente y las incertidumbres en la vida social y económica (Messina, 1997, pp. 176-179), evidencian que no todos los jóvenes tienen la posibilidad de acceder, por lo menos de manera equitativa, a la sociedad de la información (Cabra y Marciales, 2008).

Las mismas transformaciones que han supuesto la visibilidad de otros mundos de vida posibles, también han significado la radicalización de la exclusión de aquellos que no cuentan con los recursos para acceder a las redes en las que hoy circula el conocimiento, y, por lo tanto, de desarrollar su capacidad de empleabilidad.

Bajo estas circunstancias, Souza Santos (2002) considera que las universidades han perdido su legitimidad y pertinencia social, ya que no han trabajado en estrategias para el fortalecimiento de la relación ciencia-sociedad, la apertura disciplinar, la creación de otras formas de producción de conocimiento, en las que puedan participar grupos sociales diferentes a los científicos, y su infortunada aplicación mercantilista del conocimiento. La racionalidad neoliberal ha exigido a la universidad una rápida adaptación de su misión, dirigida ahora al capitalismo inmaterial y la gestión del conocimiento, donde se privilegian aquellos saberes que socialmente se asocian con el éxito empresarial y el desarrollo económico de las naciones, por ejemplo, las ingenierías y las ciencias administrativas.

Frente a estas formas de caracterizar la crisis, Sousa Santos propone algunos posibles caminos que orientarán la reconstitución del valor social de las universidades públicas, en cuanto escenarios de construcción y difusión del conocimiento. Plantea la necesidad de afrontar la globalización neoliberal con una globalización alternativa: contrahegemónica. Esto significa proponer un proyecto de nación centrado en el contrato político y social, en el que se cualifique la inclusión del país en contextos de producción y distribución de conocimiento cada vez más trasnacionales, en el marco de la sociedad de la información.

Esto implica que la nueva transnacionalización se apoye en las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, además de la construcción de redes nacionales y globales que faciliten la circulación de conocimientos, nacionales y globales; en tales redes, cada uno de los ciudadanos participa de manera individual o colectiva en la transformación social, para reafirmar con esto la relación entre ciudadanía y competencias informacionales.

Los anteriores planteamientos se orientan al reconocimiento de la importancia que tiene la universidad en la solución de los conflictos contemporáneos, por medio de la relación que establece entre las formas de producción del conocimiento, las transformaciones socioeconómicas, la producción, los cambios en el mundo del trabajo y las innovaciones tecnológicas.

En este contexto, los flujos de información y las propuestas multiculturales propias de la globalidad se constituyen en oportunidades para la transmisión, activación y transformación del sentido (Martín-Barbero, 1997), en constante negociación con las expectativas y demandas del consumidor y de la circulación del capital.

Las competencias informacionales en la alianza universidad-empresa

El sistema educativo -especialmente sus niveles medio y terciario- debe incorporar su lectura del mercado laboral como una de las referencias a partir de las cuales diseñar las políticas. Para ello es menester que supere las inercias autorreferenciadas...

J. Lasida, J. Ruétalo y E. Berruti

Muchos de los estudiantes universitarios, conscientes de su vulnerabilidad frente al mundo del trabajo, asignan valor a los conocimientos que ofrece la universidad en cuanto estos contribuyan al desarrollo de competencias, habilidades y saberes esenciales para su inserción laboral. En resonancia con las contingencias actuales, cada vez adquieren mayor legitimidad social aquellos saberes a los que se les otorga un valor práctico, favorecen el desarrollo de los proyectos autogestionados o amplían su capacidad de empleabilidad.

Estas transformaciones se caracterizan por confrontar las experiencias, las metodologías y los saberes de los docentes, al generar tensiones intergeneracionales en torno a lo que debe ser enseñado y aprendido. Si bien una mirada ligera podría señalar que se trata de una confrontación entre lo que resulta útil, por un lado, y lo que se percibe como inútil, por otro, la invitación se ubica en la búsqueda de alternativas que permitan responder a la crisis del empleo juvenil, sin dejar de lado y, más bien, resaltando el valor que hoy adquiere para el escenario productivo el desarrollo de capacidades críticas y analíticas que permitan usar la información de manera innovadora y creativa.

Considerando que los jóvenes cada día valoran más aquellos saberes que aseguran una pronta inserción laboral y eligen propuestas de formación alternativas a rutas más tradicionales que suelen considerarse como propias a académicos desentendidos de las exigencias y necesidades sociales, resulta prioritario, para la enseñanza de las disciplinas, incorporar enfoques pedagógicos que se articulen en torno a la posibilidad de dudar, desnaturalizar y problematizar los referentes propios al sentido común. Tanto uno como otro ámbito de conocimiento exige, sobre todo, el desarrollo de capacidades analíticas con las cuales enfrentarse a los retos que se imponen al ejercicio cotidiano de la ciudadanía.

Toda práctica formativa que no promueva el desarrollo de las competencias informacionales, comprendida como la posibilidad de descifrar los marcos ideológicos desde los que se produce y reproduce la información, o de interpretar y desnaturalizar los marcos de referencia desde los cuales se instituyen órdenes sociales hegemónicos, puede considerarse instrumentalizadora. Las demandas del sector productivo no pueden, por tanto, limitarse a considerar a los formadores como simples informadores de datos posiblemente útiles para el mercado (Tardif, 2004); las capacidades de empleabilidad no se limitan a que los jóvenes cuenten con algunas habilidades concretas, sino que, por el contrario, se caracterizan por la utilización de flujos e intercambios de información a escalas local y global, como recurso para brindar soluciones eficientes a los problemas que hoy se encuentran en el mundo del trabajo. El primer paso está en invitar a la comunidad académica y principalmente sus jóvenes: "a despojarse del rol pasivo de consumidores de conocimiento y asumir el papel activo de 'fabricantes de significado'" (Apple y Beane, 1997 p. 34).

La relación universidad-empresa parece despertar sospechas sobre la instrumentalización del conocimiento; sin embargo, hay que destacar que cualquier forma de relación con el conocimiento, sin importar el campo de conocimiento, puede ser instrumentalizada, así no se oriente a responder a las demandas de la producción y el mercado. Muchas de las reacciones nostálgicas, negativas y desesperanzadoras que se han suscitado ante la posibilidad de concretar la alianza universidad-empresa, en ocasiones se sustentan en la resemantización a la que son sometidos los estudiantes, cuando se enuncian como recursos humanos, haciendo una clara alusión a los discursos tradicionales en el mundo empresarial (Ministerio de Educación Nacional, 2006).

Sin desconocer que estas referencias, al estar ligadas con el sistema productivo, intentan privilegiar formas de conocer y de aprehender el mundo que sean coherentes con las lógicas que imponen los mercados y el mundo empresarial, también son una oportunidad para realizar una trasformación democrática de las universidades, mediante el desarrollo de estrategias eficaces para responder a problemas de gran relevancia social, como todo lo atinente al desempleo juvenil. Se ofrecen las condiciones para reconocer la miríada de ejes en torno a los cuales los jóvenes articulan sus biografías personales y laborales, en medio de un contexto que prioriza cada vez más la integración entre los diferentes ámbitos de las organizaciones y el manejo de la información en los distintos ámbitos de conocimiento (Weiss, 2006).

Las actitudes reactivas deben traducirse en resistencias efectivas que asuman el compromiso de la universidad con la solución de los problemas que afectan a miles de jóvenes. Se trata de alcanzar un equilibrio entre las formas de producción de conocimiento destinadas a beneficiar los procesos productivos, y las investigaciones e intervenciones que tienen implicaciones positivas para consolidar transformaciones sociales y que no necesariamente tienen un interés directo en el sector empresarial (Sousa Santos, 2002). Algunas prácticas que no pueden reducirse a las demandas propias de la alianza universidad-empresa son aquellas dirigidas a favorecer el diálogo social, desarrollar investigaciones socialmente relevantes y pertinentes, incidir en políticas públicas, procurar la apertura disciplinar, crear otras formas de producción de conocimiento, así como la divulgación y comunicación del conocimiento, y la integración en los debates académicos de múltiples grupos poblacionales. Estas acciones no solo indicarán rutas posibles para concretar dichas alianzas, sino que abonarán el terreno para hallar soluciones efectivas a las problemáticas sociales, como el desempleo juvenil.

Así, la propuesta de Sousa Santos (2002) se constituye en una alternativa que, en el marco de la globalización neoliberal, permite restituir el valor de la educación en cuanto bien público, apostándole a una recuperación de la legitimidad social e institucional de las universidades contemporáneas. Esta transformación resulta vital para compensar los efectos hegemónicos de la economía, al construir acuerdos y contratos sociales amplios y participativos, donde los intereses nacionales y globales se articulen y complementen, para que la universidad pueda volver a tener un papel principal en la definición y resolución de problemas sociales.

Integrar las demandas que impongan el sector empresarial y la sobrevalorada producción inmaterial, con el fin de potencializar la empleabilidad de los jóvenes, no desestima la aplicación social del conocimiento ni obliga a la exclusión de las transformaciones en las formas como se produce y distribuye el conocimiento; implica el desarrollo de las competencias informacionales en los jóvenes, que les permitirán transitar y enfrentarse con recursos analíticos y críticos a los flujos de información globales, a la vez que se equipan con elementos altamente demandados por el mercado de trabajo.

Si bien muchas voces de protesta se han levantado frente a la solicitud de integrar las universidades a las lógicas del mercado global (Zerda, 2008 ; Sisto 2005; Pérez, 2004), insistir en incorporar como componente transversal de las distintas propuestas formativas el acceso, uso y manejo crítico de la información resulta en una alternativa integradora que favorecerá no solo la inserción laboral, sino el ejercicio de la ciudadanía y la inclusión en distintos espacios de participación democrática.


Pie de Página

1.Propuesta interdisciplinaria desarrollada entre el Grupo de Investigación Aprendizaje y Sociedad de la Información y el Grupo Estudios Críticos de las Organizaciones y el Trabajo, de la Pontificia Universidad Javeriana.


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