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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.32 no.62 Bogotá Jan./June 2013

 

Pornografías de los cuerpos (masculinos/femeninos) : una mirada desde la prensa escrita sensacionalista a los jóvenes excluidos de Cali, Colombia

Pornographies of Bodies (Male/Female): Tabloid Press Representations of Excluded Youngsters from Cali, Colombia

Pornografias dos corpos (masculinos/femininos): um olhar desde a imprensa escrita sensacionalista aos jovens excluídos de Cali, Colômbia

Víctor Hugo Valencia Giraldo

Magíster en Estudios Políticos, de la Pontificia Universidad Javeriana, sede Cali. Profesor y coordinador del Grupo de Investigación en Procesos y Medios de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana, sede Cali, Colombia. Correspondencia: Calle 18 No. 118-250, Cali, Colombia. Correo electrónico: vhvalencia@javerianacali.edu.co.

Recibido: Marzo 15 de 2012 Aceptado: Septiembre 8 de 2012
Submission date:
March 15, 2012 Acceptance date: September 8, 2012


Resumen

En este escrito se dará cuenta del avance del proyecto de investigación La juventud y el honor: representaciones mediáticas de jóvenes populares en Cali, Colombia, en el cual se ha realizado revisión, sistematización y análisis de registros noticiosos de los cuatro periódicos principales de Cali, Colombia, entre 1985 y 2009. Estos años se han caracterizado por la escalada de la violencia (social, pero también mediática) entre jóvenes de distintos sectores populares de la ciudad. El artículo enfatiza en la manera como aparecen registrados los cuerpos masculinos y femeninos en los periódicos sensacionalistas El Caleño y Q'Hubo, e intenta aportar respuestas al problema sobre la relación (expresiva, simbólica, estilística, etc.) entre el cuerpo y la ciudad en la configuración de la identidad caleña.

Palabras clave: Juventud, masculinidad, honor, cuerpos, representaciones mediáticas.

Descriptores: Prensa, sensacionalismo, jóvenes, análisis del discurso.


Abstract

This paper reports on the progress of the research project Youth and honor: media representations of poor young people in Cali, Colombia. A review, systematization and analysis of news records of the four major newspapers in Cali, Colombia, between 1985 and 2009 was performed. These years have been characterized by an escalating violence (social, but also mediatic) among poor young people from different sectors of the city. The article focuses in the ways in which the feminine and masculine bodies appear in the tabloids El Caleño and Q'hubo, and attempts to provide answers to the problem on the relationship (expressive, symbolic, stylistic, etc.. ) between the body and the identity configuration of Cali.

Keywords: Youth, Masculinity, Honor, Bodies, Media Representations.

Keywords plus: Press, Sensationalism, Young Adults, Discourse Analysis.


Resumo

Neste escrito dar-se-á conta do avanço do projeto de pesquisa A juventude e o honor: representações mediáticas de jovens populares em Cali, Colômbia, no qual se realizou revisão, sistematização e análise de registros noticiosos dos quatro jornais principais de Cali, Colômbia, entre 1985 e 2009. Estes anos têm-se caracterizado pela escalada da violência (social, mas também mediática) entre jovens de diferentes sectores populares da cidade. O artigo enfatiza a maneira como aparecem registrados os corpos masculinos e femininos nos jornais sensacionalistas El Caleño e QHubo, e tenta aportar respostas ao problema sobre a relação (expressiva, simbólica, estilística, etc.) entre o corpo e a cidade na configuração da identidade calenha.

Palavras-chave: Juventude, masculinidade, honor, corpos, representações mediáticas.

Palavras-chave descritores: Imprensa, sensacionalismo, juventude, análise do discurso.


Origen del artículo

El artículo es resultado del proyecto de investigación La juventud y el honor: representaciones mediáticas de jóvenes excluidos en Cali, Colombia, adscrito a la línea de 'Comunicación y ciudad', del grupo Procesos y Medios de Comunicación, de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, entidad financiadora de dicho proyecto. En él participaron 13 monitores de investigación, con el acompañamiento del autor del artículo como investigador principal, y 2 recién egresados de las carreras de Psicología y Comunicación, de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. El proyecto se llevó a cabo entre septiembre de 2009 y marzo de 2013. Una primera ponencia sobre la investigación fue presentada en el V Congreso en Ciencias, Artes y Humanidades 'El cuerpo descifrado, en la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, México, en octubre de 2011 (Valencia Giraldo, 2010 ).


Introducción

Estudiar las formas como se narra y se registra el cuerpo de hombres jóvenes en la prensa —en particular cuando sus apariciones se refieren a delitos en los que el cuerpo aparece inerme, castigado o vejado... a veces, amputado u odiosamente agredido— es una excepción antes que una regla: la mayoría de los estudios que abordan la aparición del cuerpo humano en los medios de comunicación hacen hincapié en la figura femenina que es abusada por la publicidad y por el morbo consumista (Traversa, 1997); dichos cuerpos son presentados desde el eros vital (aunque a veces sicalíptico) y no desde el tánatos fatal con el que se solazan los mismos medios al narrar las historias que involucran a los hombres.

Estudios sobre la masculinidad publicados a mediados de los años ochenta concluyen que la erotización de los hombres se debió a la emergencia de modelos convertidos en "objetos sexuales" (Nixon, i997), que promocionan jeans o fragancias, y que responden a unas características físicas similares (como brazos desarrollados o pectorales bien definidos). Por extraño o paradójico que parezca, la prensa sensacionalista de Cali —también desde los años ochenta— se regodea, no con la estética corporal masculina, sino en la inhumanidad de su mutilación, con los cortes infligidos o con el salvajismo de los victimarios. Los hechos aparecidos en la crónica roja tienen como principales protagonistas a hombres integrantes de estructuras urbanas marginalizadas (pandillas, barras bravas o bandas organizadas al servicio de estructuras criminales como el narcotráfico), las cuales recurren a la violencia como "método" de mediación en contextos convulsos, como en aquellos en los que su misma actividad ilegal hace imposible la resolución de un conflicto por la vía pacífica o normativa.

Los registros empíricos hasta ahora recabados durante el estudio han demostrado que en barriadas en las que el Estado no tiene una institucionalidad social fuerte la mayoría de las afrentas al honor masculino recurrían al uso de la violencia física, como forma de resolver los conflictos cotidianos, los cuales se dirimen mediante el uso de códigos y espacios distintos a la ley y a los estrados judiciales.

Pero así como la masculinidad se expresa a través de la afirmación, y la demostración de valentía, hombría y respeto (Cerbino, 2006), dichas formas expresivas —que han tenido históricamente un telón de fondo proporcionado por la cultura patriarcal latinoamericana— han encontrado su coherencia (incluso, su explicación dentro de este estudio) en la categoría de honor. Para entender el honor se tomó a Pitt Rivers (citado en Peristiany, i968), que define honor como "el valor de una persona a sus propios ojos, pero también a los ojos de su sociedad. Es su estimación de su propio valor o dignidad, su pretensión al orgullo, pero es también el reconocimiento de esa pretensión, su excelencia reconocida por la sociedad, su derecho al orgullo" (i968, p. 22). Esta investigación pretende validar fácticamente cómo se manifiesta y/o aparece dicho concepto en los delitos cometidos por los jóvenes caleños, y que son registrados por la prensa escrita entre i985 y 2009.

Y es el honor una proposición fundamental en los estudios sobre jóvenes habitantes de la periferia caleña, pues se estima que es exclusivamente masculina su ponderación social: entre hombres se lucha por ganarlo o recuperarlo si ha sido maculado; pero en el caso femenino, es la honra, no el honor, el motivo de disputa (Anahory-Librowicz, i986). Sin embargo, la transformación de la noción de honor en dignidad (Berger, 1983; Taylor, 1993), ocurrida tras la aparición de la ley como espacio universal de resolución de conflictos, igualaba las posibilidades de acceso a la justicia y proclamaba su imperial mandato como mecanismo o rasero común en los regímenes democráticos; pero la brecha existente entre un Estado que proclama leyes y uno que hace justicia efectiva (en particular, en lugares en los que dicho Estado no es garante de derechos y no responde a demandas sociales, ni es capaz de responsabilizarse por entero del orden público), permite la aparición de jerarquías sociales basadas en sistemas patriarcales, en los que la construcción social de la masculinidad y la emergencia de una masculinidad hegemónica no solo oprime a las mujeres, sino a otras masculini-dades subordinadas (Connell, 1995 ; Kaufmann, 1997 ; Kimmel, 1997).

En anteriores trabajos (Valencia, 20i0) se ha logrado establecer que aunque el derecho haya creado un marco legal, hoy en Cali existen grupos de hombres jóvenes que descreen de las instancias judiciales como espacios de reivindicación del honor. Tal desconfianza se ha naturalizado hasta el punto de ser uno de los principales factores para la permanencia de altos índices de violencia urbana, particularmente en barrios y sectores marginados o de desarrollo incompleto. La justicia por la propia mano es usada como recurso por bandas y pandillas juveniles, grupos delincuenciales organizados, etc., los cuales cobran venganza por las afrentas sufridas contra alguno de sus integrantes por otro clan o grupo enemigo. La mayoría de las disputas son por cuestiones territoriales, por rivalidad (muy frecuente entre las mencionadas barras bravas) o por traición (en algún negocio, o en cuestiones sentimentales), y en buena parte de los casos dichas disputas se resuelven con sangre.

Como en otras investigaciones realizadas en América Latina (Cerbino, 2006), en Cali los medios de comunicación han contribuido a crear una mirada estigmatizadora sobre los habitantes de las comunas periféricas de la ciudad por los casos de violencia que se presentan en ellas; es en estos lugares donde comúnmente se asientan las familias recién arribadas a la ciudad, provenientes del Pacífico colombiano y del sur del país (Valencia y Mosquera, 2007).

Al ser uno de los propósitos de este estudio servir de referente para conocer los diversos modelos de masculinidad en distintos espacios citadinos colombianos, se escogió esta como principal unidad de análisis, y es en particular el concepto de hombría la variable sobre la cual se profundiza. Al respecto, Fuller apunta: "El ideal del varón honorable está expresado por la palabra hombría que subsume tanto la vergüenza (reconocimiento social), como la virilidad (fortaleza física y sexual)" (1997, p. 33). Mediante la revisión documental y el registro histórico directo se ha buscado enfatizar en dicha condición, que ha sido poco abordada desde el campo culturalista latinoamericano, y que representa un importante foco de atención para entender cómo se constituyen los territorios y espacios urbanos emergentes en Cali.

Metodología

Durante septiembre de 2009 a julio de 2011 se revisaron 25 años (de 1985 a 2009) de apariciones mediáticas en la prensa escrita caleña, concretamente los diarios El País, El Caleño, Occidente y QHubo. A pesar de que en Cali circulan medios impresos nacionales y de otras regiones del país, estos cuatro periódicos se seleccionaron por ser de origen regional y/o local, por haber sido consecuentes con un estilo periodístico —algunos (dos de ellos) ceñidos al canon informativo clásico y los otros (dos más) de corte sensacionalista—, y por circular de manera ininterrumpida desde su origen hasta la fecha en que se adelantó el trabajo de recolección empírica de datos del estudio.

Haciendo una breve caracterización de los periódicos citados, se puede decir que El País y Occidente son los más antiguos (el primero empezó a circular en 1950 y el segundo, en i96i, ambos de ideología conservadora y fieles a la estructura periodística del canon informativo); mientras que El Caleño y QHubo1 comenzaron labores en 1976 y 2005, respectivamente. Su estilo periodístico es la crónica roja, razón que los ubicó como la principal fuente de obtención de los registros sobre crímenes y delitos relacionados con el honor, en Cali. Además, tanto El Caleño como el QHubo han segmentado su público objetivo entre los estratos socioeconómicos 1 al 3, lo cual los ubica —por precio y contenido— como los medios impresos de carácter popular en Cali.

De la revisión adelantada, se obtuvo un total de 298 registros de delitos cometidos por hombres jóvenes, cuyos móviles principales eran cuestiones de honor (injurias, afrentas, venganzas, crímenes pasionales, entre otras categorías operativas), que se usaron en el estudio como criterios de inclusión/ exclusión al momento de realizar el levantamiento de los datos en cada uno de los periódicos que circularon durante la ventana de tiempo antes mencionada. El instrumento de recolección de información utilizado fue elaborado preliminarmente en Word 2007, pero durante el 20i2 se comenzó a digitalizar la información allí consignada en una base de datos que permitirá el cruce de información cuali/cuantitativa (figura 1).

Dicho instrumento tiene una ficha general, con 20 variables de clasificación de la información, trece de tipo cualitativo2 y siete, cuantitativo3 ; posteriormente, aparecen dos fichas de fuentes, con siete variables cualitativas la primera —la cual enfatiza en la descripción de las fuentes consultadas— y seis variables cualitativas la segunda, que enfatiza en el manejo del discurso por parte del redactor del informe. Enseguida está una ficha de hecho delictivo, con 27 variables: 3 cualitativas y el resto cuantitativas; en ellas se discriminan los tipos de delito contra el honor según el Código Penal colombiano, y los móviles o causas que pueden ocasionar desenlaces violentos por fuera de la ley. Finalmente, aparece la ficha de análisis de contenido (gráfico y discursivo), que incluye cinco amplias variables cualitativas sobre distintos contextos y calificativos usados en el medio impreso; esta es una ficha puramente analítica, a diferencia de las anteriores, que son eminentemente descriptivas.

Justamente, las imágenes que acompañan la ficha de análisis de contenido —aunque teniendo el contexto de todo el hecho noticioso diseccionado en las anteriores fichas— son la base documental de la interpretación subsiguiente. Esto quiere decir que para efectos analíticos se partió la muestra total obtenida, y se observó únicamente el 58% de ella4. La justificación para dicha partición es la notoria similitud en el estilo sensacionalista y en el tipo de agenda periodística que ostentan El Caleño y QHubo.

Este artículo se concentrará, entonces, en el análisis de algunas imágenes aparecidas en estos dos periódicos sensacionalistas, en los que se denota una clara distinción en la forma de registrar gráficamente los cuerpos de hombres y mujeres. Se tomará en cuenta a Krippendorff (1990, p. 28), quien define el análisis de contenido como "una técnica de investigación destinada a formular, a partir de ciertos datos, inferencias reproducibles y válidas que puedan aplicarse a su contexto".

Finalmente, la muestra tomada y desde la cual se propone la interpretación aquí consignada fue una selección intencionada (Casal y Mateu, 2003), con base en los siguientes criterios: 1. despliegue gráfico o fotográfico del cuerpo femenino y masculino; 2. recursos discursivos y textuales que acompañan la imagen; 3. contextos urbanos asociados con la aparición mediática (como productores y consumidores), y 4. protagonismo masculino (como víctima o victimario) del hecho delictivo. Las imágenes que se refieren en el artículo sirven de apoyo a los principales hallazgos aquí consignados.

Resultados

Algunos resultados hasta ahora arrojados por el estudio indican que el periódico con mayor número de registros mediáticos sobre hechos delictivos alrededor de la categoría de honor es El Caleño (con el 38,9% de los obtenidos, un total de ii6 ), y QHubo —a pesar de haberse revisado durante 4 años, dada su aparición apenas desde el 2005— es el tercero, con 19,1% de los registros recabados, 57 en total.

Los periódicos sensacionalistas como El Caleño y QHubo son los únicos en los que aparecen tres o más fuentes por noticia o información concerniente a algún caso como los registrados.

Este tipo de prensa reconstruye los hechos usando recursos del periodismo narrativo, como la crónica, y reúne testimonios de personas allegadas a las víctimas, de vecinos de los sectores o de testigos de la situación aludida.

Los hombres jóvenes de sectores populares o excluidos son comúnmente presentados como "desadaptados", "peligrosos", "en riesgo" o "vengativos"; sin una explicación más profunda de las causas, mas sí de los efectos de su decisión de cobrar por mano propia las afrentas recibidas.

Los sectores de Cali que más información judicial proveen a los dos periódicos citados son los barrios ubicados en las comunas 13 y 15 (correspondientes al Distrito de Aguablanca), seguidos por algunos sectores del centro (barrios San Nicolás, Simón Bolívar; y en general inmediaciones de sitios denominados como "La Olla", por ser zonas de compraventa de material de reciclaje y expendio de sustancias psicoactivas). También aparecen con mucha frecuencia barrios de la ladera occidental (zona de Siloé: Lleras, Belisario Caicedo, La Estrella) (figura 2).

Nota: Los puntos en la siguiente figura (No. 2) indican algunos barrios donde son más frecuentes los casos que aparecen en la sección de Judiciales de los cuatro periódicos (Marroquín I y II, de la Comuna 13; El Retiro y Mojica, de la Comuna 14). Las zonas gris oscuro y gris claro se diferencian de las de color blanco por el número de apariciones en los diarios El Caleño y Q Hubo.

Los periódicos dirigidos a grupos poblacionales populares ironizan las situaciones delictivas registradas desde el mismo titular, al tiempo que acompañan con imágenes crudas el texto (a veces, ante la ausencia de fotografías recurren a ilustraciones de poco grado de elaboración para reconstruir los hechos), intentando una contextualización que satisfaga a sus lectores ávidos de detalles e interesados en los pormenores.

En las 173 fichas presistematizadas, obtenidas tras la partición muestral para los dos periódicos sensacionalistas, se obtuvo un total de 225 imágenes. De estas, 174 son imágenes aparecidas en el diario El Caleño (la mayoría de ellos en primera página o en la sección de Judiciales), 12 son ilustraciones en tinta que intentan reconstruir los hechos narrados y el resto son fotografías. La mayor parte de las fotos exhiben el cuerpo sin vida de la víctima, y solo unas pocas (en particular, las de finales de la década de 1980 ) muestran al victimario; en algunos casos, posando con el arma homicida en la mano.

Solo 12 de las imágenes de víctimas son de mujeres, y 2 sobre riñas y/o homicidios entre homosexuales. Los barrios de las comunas 6, 7, 13, 14, 15, 20 y 21 de la ciudad (zona oriental/ plana cercana al río Cauca y zona de ladera occidental) registran informaciones relacionadas con el accionar de grupos de delincuencia juvenil (pandillas, primordialmente), mientras que los sectores céntricos populares o marginales refieren riñas de tipo individual entre adultos jóvenes; la venganza y el crimen pasional son algunos de los móviles más frecuentes. También aparecen informaciones sobre la zona rural y sobre otros municipios vallecaucanos (vereda El Guayabo/Cartago, corregimiento de Salónica/Riofrío y municipios de Tuluá, Roldanillo, Cartago, Buenaventura, Sevilla y San José del Palmar/Chocó). La mayoría de esta información aparece relacionada con el móvil ajuste de cuentas, que indica una vindicación por mano propia (no necesariamente de naturaleza económica) ante una afrenta recibida.

En periódicos como El Caleño y QHubo, los titulares funcionan también como pieza gráfica. En el primero de ellos, el uso de un lenguaje coloquial, la coloreada fuente en mayúsculas y el despliegue del ancho total de la página del periódico (que es tamaño tabloide), ayudan a focalizar la mirada: "Le sacó las tripas" (08/01 /1989 ), "De puñalada le partió el corazón" (13 /ii /1985), "'Chuzo' p'al payaso" (21 /03 /1986), "Le abrieron el corazón" (10 /05/2003), "¡Le destrozaron la cara a bala!" (07/05/19091). QHubo, también de tamaño tabloide, usa titulares grandilocuentes, coloquiales, pero menos sardónicos (y sin alusiones al cuerpo de la víctima) frente a los de El Caleño: "El 2008 llegó con muertos" (02/01 /2008), "'Junior' se quedó sin papá" (27/05/2008), "Por un arete se dieron puñal" (22 /09 /2005), "Se calentó el jarillón" (12/10 /2005).

Aunque la exhibición del cuerpo femenino también es común en el periódico QHubo, es El Caleño donde se registra el cuerpo femenino con mayor lascivia y voluptuosidad: "Mi bebé me quiere aumentar los senos" (06/06/1986 ), "Siempre nos dañan el polvo" (12/7/2000), "Conozco más 'bejucos' que Tarzán" (28/12/2001). Incluso, este último titular, referido a una rubia con el torso desnudo, viene acompañado en la parte superior de la página de la imagen de un hombre muerto por ahogamiento, y que aparece fotografiado con sus genitales al aire.

A partir de estos apuntes, y de la experiencia de revisar todos los registros de prensa consignados durante los más de dos años de trabajo investigativo en el proyecto, se hará la siguiente interpretación sugerente sobre cómo se narra, se exhibe y se registra la violencia —tanto física como simbólica— sobre el cuerpo masculino en la prensa sensacionalista de Cali.

Conclusiones

Se pueden notar dos factores determinantes, que sirven como unidades de análisis para la discusión que se presenta a continuación.

Las nuevas "razas monstruosas" y la cultura de la violencia

Peter Burke (2005, p. 160), en su Visto y no visto, dice cómo en la Edad Media se inventan razas de distinto tipo —todas ellas anormales, salvajes e incivilizadas—, que no eran "plenamente humanas"; y agrega cómo en los siglos XV y XVI, cuando India y Etiopía comienzan a ser más familiares para Occidente, dichos estereotipos raciales fueron trasladados al Nuevo Mundo. Casi cinco siglos después, durante el periodo de la Violencia partidista en Colombia, los habitantes de los centros poblados juzgaban a los habitantes rurales como salvajes, ignorantes y/o violentos (Uribe Alarcón, 2004), dadas las cruentas historias que llegaban a la ciudad sobre las maneras como se cobraba justicia por propia mano en las zonas azotadas por las confrontaciones políticas.

En su Antropología de la inhumanidad, María Victoria Uribe afirma:

Es imposible establecer la ley de equivalencias que alimentaba la cadena de las venganzas. Por la muerte del padre, de la madre, de un hermano o de un hijo del jefe de la cuadrilla, era posible que se necesitaran muchas muertes del otro bando. Generalmente, el número de víctimas que debían sacrificarse para vengar la muerte de un pariente era mayor que el número de víctimas que debían ser vengadas. Lo anterior parece sugerir una sobrevaloración de los propios muertos y una subestimación de los ajenos. En la mayoría de los casos, si no podía vengarse la muerte de un pariente liquidando al autor material de dicha muerte, se escogían algunos copartidarios suyos que lo sustituían. Las sustituciones no sólo abarcaron a los familiares y a los copartidarios, sino a todo aquello que estaba ligado con quien se deseaba liquidar, su mujer, sus hijos, sus animales, su casa y sus cosechas. (Uribe Alarcón, 2004, p. 85)

Y es que desde la época conocida como la Violencia (finales de la década de los años cuarenta hasta la implantación del Frente Nacional, en 1958 ), a los colombianos se los ha acusado de vivir en una "cultura de la violencia": siempre ha sido "el otro" el criminal, siempre se han expiado las culpas propias en el distinto, en el que no-es-de-aquí. Incluso, un grupo de intelectuales —llamados insinuantemente violentólogos— aventuraron tesis sobre la violencia estructural que ha vivido Colombia desde sus inicios como nación, atreviéndose a demostrar las causas objetivas de las muchas formas de violencia que sufre el país. Hicieron, entonces, unas recomendaciones generales que planteaban la urgencia de reformas (como la agraria), de una democracia más incluyente, de una política de derechos humanos más decidida (Sánchez y Arocha, 1987 ), entre otras.

Sin embargo, a pesar de la nueva Constitución de 1991, de la desmovilización de grupos armados como el M-19 y el EPL, de la llegada al escenario político de un brazo deliberante (no armado) de las FARC —la Unión Patriótica, que en los años noventa fue sistemáticamente aniquilada por la ultraderecha y el narcotráfico—, la violencia no cesa; analistas económicos (como Mauricio Rubio o Juan Carlos Echeverry), respaldados por un estudio del Banco Mundial sobre la indefectible perpetuidad de la guerra en países con abundante riqueza natural, dijeron que era la codicia, la ambición por las rentas y —otra vez— la cultura mafiosa del colombiano (Semana, 15 de septiembre de 2007) lo que lo hacía determinísticamente violento. Es además tradicional que las víctimas de esa violencia —así como sus perpetradores— sean hombres, como ya lo registró María Victoria Uribe:

En Colombia, las masacres han sido fundamentalmente un asunto entre hombres pues, tanto los asesinos como la mayor parte de las víctimas, pertenecen a ese género. Las mujeres han estado presentes durante los hechos y han sido testigos de excepción de los mismos, junto con los menores de edad. (2004, p. 82).

Hoy, las nuevas inhumanidades quedaron (en lo rural) a cargo de la narcoguerrilla y del narcoparamilitarismo; y en lo urbano (si se es propositivo), la inhumanidad se aposentó, como ha sucedido históricamente en América Latina (Romero, 1999), en la periferia de las ciudades. En Cali, como en otras ciudades del país, los desarraigados del campo se instalaron en los arrabales del área metropolitana (Valencia y Mosquera, 2007). Allí han crecido nuevas generaciones de habitantes desintegrados que han encontrado en el "parche" de la esquina (Hall y Jefferson, 2010 ), en el pandillismo —que hace las veces de las "ligas menores" del narcotráfico—, las instancias de socialización que el Estado no provee. Al respecto, Amparo Marroquín Parduchi (2007, pp. 62, 63) dice que el fenómeno de las pandillas como hoy se conoce se configuró e incrementó durante la década de 1990, y cita a Miguel Cruz, quien explica cómo:

Lo que en todos los países comenzó como un típico problema urbano, de jóvenes que se reúnen para alterar el orden público [...] fue convirtiéndose en enmarañadas y federativas redes de afiliación, solidaridad ligera y violencia sistemática. Poco a poco las pandillas se configuraron con características peculiares: transculturización de normas, valores y formas de vida originarias de EE. UU.; conformación de grupos que sobrepasan las fronteras del territorio, pero que mantienen la estructura a través de las llamadas 'clica', que en cada colonia, en cada barrio, reproducen los códigos y las normas de la pandilla; el uso de la violencia como forma de defensa y como autoafirmación de la identidad y de los códigos disciplinarios; las actividades de orden delincuencial; la creación de sistemas culturales propios que tienden a expresarse en las formas de vestir, de usar y mostrar su cuerpo; un alto nivel de identidad, solidaridad y compromiso entre los miembros. (Cruz y Portillo, 1998, p. 20; citado en Marroquín Parduchi, 2007, pp. 62, 63)

También está el barrismo como espacio de encuentro juvenil, que opera (al igual que las pandillas) como nuevas comunidades emocionales (Cerbino, 2006) que reemplazan a la familia, a la escuela o al trabajo como instituciones socializadoras. Al respecto, Garriga afirma:

Los pibes consideran que subyacente al encuentro futbolístico se dirimen cuestiones de honor y prestigio del club y de sus simpatizantes que sólo pueden debatirse en el plano de los enfrentamientos. Ramón, en una charla me decía: "no sabés las veces que yo me jugué la vida por Huracán". En esta frase relaciona el honor del club con la violencia y se muestra como actor en la defensa de la virtud de la institución. (2005, pp. 202, 203).

Ya no es el judeocristianismo europeo el determinador de la monstruosidad, ni la pericia psiquiátrica o legal de la Francia napoleónica (Foucault, 2001): son los medios de comunicación que secularizan el discurso sobre la anormalidad, registran la voz oficial y hegemonizan la representación social de los fenómenos asociados con la violencia social urbana.

Parte de esa inhumanidad, de esa monstruosidad que impele a los jóvenes excluidos a buscar el peligro, a asumir el riesgo como forma de vida (Douglas, 1992), a resolver con violencia —como forma de mediación y como acción premeditada... siendo en ese sentido un condicionante de las sociedades emergentes— sus asuntos pendientes, es irreconocible por la sociedad tradicional: la necesaria demostración de hombría (que permite granjearse el respeto entre hombres y la admiración femenina). Agrega Garriga, en su Lomo de macho: "[...] sería de una miopía analítica no mencionar a la feminidad. Los cuerpos masculinos y violentos están dialogando con una feminidad que observa a sus prácticas positivamente: 'los pibes' saben que ser reconocido según estos valores es un recurso para conquistar mujeres" (2005).

El hecho irrefutable de que entre sus pares el verdadero varón no se arredra, justifica el uso del cuerpo como "chasis" simbólico donde se depositan las marcas o señas del dolor infligido en la refriega por hacerse valer. Por supuesto, tal pretensión es incomprensible para la sociedad civilizada. Al respecto, Le Bretón aduce: "El hombre no huye siempre del dolor, aunque la modernidad vea en él un arcaísmo que la medicina debería erradicar sin demora. Existen usos sociales del dolor, éste es de hecho un instrumento susceptible de diversos empleos" (1999, p. 17 ).

Ante ese panorama, aparece el honor como norma en medio de la anomia: a sabiendas de que el mundo es para los osados, para quienes se arriesgan, y ante la crudeza de las relaciones sociales no vinculantes —el no futuro, la insolidaridad, la discriminación—, suceden nuevas maneras de socialización por la vía de lo diferenciado y lo diferenciador, imponiendo a los hombres distintos conjuntos de disposiciones respecto a los juegos que se supone —a decir de Bourdieu y Wacquant (2005)— son cruciales para la sociedad, como los juegos de honor y de guerra (adecuados para el despliegue de la masculinidad y la virilidad), o en las sociedades "avanzadas", los juegos más valorados, como la política, los negocios, la ciencia, etc. Y agregan los autores antes citados: "La masculinización de los cuerpos masculinos y la feminización de los femeninos producen una somatización de lo arbitrario cultural que es la construcción perdurable del inconsciente" (2005, p. 246).

La cultura de la violencia, circunscrita a un espacio social y territorial de Cali, está encarnada hegemónicamente por jóvenes negros menores de 25 años que tienen su propio sistema clasificatorio moral ("sano" frente a "dañado") y teatral ("aletosos" frente a "gomelos") (Urrea y Quintin, 2000), que produce tipos idealizados de "hombres" que viven y conviven en el barrio o en la esquina, y que se funden en el imaginario caleño como una entidad biográfica o una identidad plural (Corcuff, 1995), que desde una perspectiva de análisis microsociológico, involucra un contexto urbano específico: los sectores marginales o no integrados a la ciudad.

Los encuentros de "estos" y "otros" no son pactados, sino fruto de la casualidad, la necesidad o la urgencia de discurrir por entornos urbanos extraños a la territorialidad propia. No hay, entonces, muchas relaciones intersubjetivas, interpersonales o vínculos afectivos que propicien identidades culturales compartidas: la Feria Comunera aisló al Distrito de Aguablanca de los otros circuitos propios de la Feria de Cali, la pérdida de espacios de encuentro social (como el anterior "Charco del Burro", o el río Meléndez, y tal vez muy pronto el río Pance) han escindido la ciudad y complejizado el abordaje de la interacción (Rizo-García, 2005) como dimensión comunicológica.

Así, por ejemplo, durante el gobierno municipal del alcalde Jorge Iván Ospina (2007-2011) se habló frecuentemente de "caleñidad" para referirse a una misma forma de sentir y vivir el ser caleño. Incluso, frente a la sede de la Alcaldía se construye (a marzo de 2012 ) una plazoleta "de la caleñidad". Algunos columnistas de los periódicos más influyentes de la región han realizado escritos sobre el tema, como el que refiere el siguiente fragmento de la columna de Emilio Sardi:

¿ Será este escalofriante acto de insolidaridad humana1 una demostración de la 'caleñidad' que han traído a la ciudad quienes han llegado a ella amparados por la complacencia con las invasiones de los tres últimos gobiernos municipales, incluyendo el actual? ¿Y lo será también que ni éste ni los otros hayan tratado de controlar o educar en las más elementales nociones de convivencia social a esos nuevos 'caleños' que tan generosamente han atraído ?2 (El País, 21 de septiembre de 2010)

La identidad corporal del nuevo habitante de la ciudad y el estigma mediático

Según Rey, la forma de cubrimiento periodístico y de representación de la realidad delictiva en las diferentes ciudades colombianas no parece tener diferencias sustanciales (citado en Roncallo, 2007, p. 161). Es dicha representación de la realidad —que aquí se ha llamado representación mediática, a pesar de que el estudio toma como base solamente la prensa escrita— la que construye un nuevo objeto corporal que se intenta integrar a la ciudad por la fuerza, y que la misma ciudad —como organismo "vivo" que es (Sennett, 2003)— rechaza, como lo hace cualquier cuerpo integrado a un órgano trasplantado no compatible con las funciones normales de dicho cuerpo, y pudiendo ser la prensa el "inmunosupresor", termina siendo el primer dispositivo de alarma ante la presencia del "objeto extraño", que rompe con su sola presencia la tranquilidad cotidiana. Sobre ello se pronuncian Corbin, Courtine y Vigarello:

¿Es necesario recordar que un cuerpo representado no es nunca un cuerpo real? Al mismo tiempo, la representación remite a nuestra experiencia vivida y esta experiencia no es sólo visual, ocupa todos los sentidos; un cuerpo tiene un olor, un peso, una consistencia. [...] La teoría clásica insiste en la distancia entre la representación y el referente, pero este ideal se enfrentará a lo largo del siglo XIX con una voluntad de disminuir esta distancia, acercando la imagen a la realidad, el arte a la naturaleza. (2005, p. 94)

Para parafrasear a Sennett, en Cali se vive una diferencia sin indiferencia: aunque no son ajenas las interacciones entre las sociedades normalizada y anómica, ambas parecen desconfiar la una de la otra; en esa medida, sus encuentros funcionan más como desencuentros. La posibilidad de que un joven hijo de un migrante o desplazado campesino tiene de ser considerado un ciudadano es el vivir como uno de ellos: eso es, trasladarse de la periferia a barrios residenciales, consumir lo que la sociedad tradicional consume, comportarse adecuadamente —pagar sus impuestos, ingresar sus hijos a colegios y universidades, etc.—. La infraestructura recientemente construida (como el Sistema Integrado de Transporte Masivo [MIO]) pretende contribuir con la integración social en Cali; sin embargo, la planificación urbana se hace pensando en la integración de sectores y no de personas3. Casi como un retrato anterior de lo sucedido aquí y ahora, Sennett cita cómo actuaba Robert Moses sobre la Nueva York de los años veinte:

Su planificación buscaba anular la diversidad [...] En esto, Moses fue selectivo. Sólo se les proporcionaban los medios de escapar a aquellos que habían tenido éxito —el éxito suficiente como para adquirir un automóvil o una casa— y los puentes y las autopistas les ofrecían una vía de escape del ruido de los huelguistas, los mendigos y los necesitados que habían invadido las calles de Nueva York durante la gran depresión. (2003, p. 387)

En Cali, como en la Nueva York de Moses, los cuerpos se fragmentan, mientras las comunas se integran. Si, como dice Vergara Quintero: "Las representaciones sociales dan sentido a nuestras creencias, ideas, mitos y opiniones para invadir de significado a las cosas y nos ayudan a comprendernos unos a otros, con base en las operaciones de las sociedades en las cuales vivimos con énfasis en los procesos de comunicación" (2008, p. 59), las posibilidades de una identidad compartida, ante este panorama, o de una representación incluyente entre los habitantes de Cali es de difícil realización. E. Goffman afirma: "una de las condiciones para la vida social es que todos los participantes compartan un conjunto único de expectativas normativas" (2010, p. 160 ), pero aclara que las normas a las que él se refiere son las atinentes a la identidad o al ser (se podría agregar, al pertenecer), para luego argumentar: "El éxito o el fracaso del mantenimiento de dichas normas tiene un efecto muy directo sobre la integridad psicológica del individuo" (2010, p. 161). De allí que se tienda al estigma por oposición al sistema normal de identidad: de la relación yo-otro se da paso al nosotros-ellos4.

Pero, por el otro lado, hay otro nosotros que pugna por reivindicar su propia identidad, al tiempo que intenta integrarse a como dé lugar, por ello se busca primero la integración por la vía de los accesos económicos (un carro, un apartamento, una matrícula en un colegio o universidad privada), pues por dicha vía se logrará el acceso social. Pero quienes deciden tomar el atajo, y asumen el riesgo de tomar la autopista sin semáforos del éxito económico —como los hombres que desde jóvenes comienzan a "hacer la vuelta" en el narcotráfico—, tienen que acogerse a las inciertas reglas de las actividades clandestinas, que juzgan y condenan sin la mediación estatal. El truquito y la maroma (que como bien lo dice Juan Cajas, 2004), hoy es un código de comportamiento trasnacional) ha propiciado lo que para algunos son subculturas que posibilitan estilos de vida propios. Vistos a la luz de la cultura hegemónica, sus procedimientos y realidades son "desviados", por dirimir sus conflictos de manera violenta.

Cajas (2004, p. 49) agrega que usualmente se asocia la subcultura de la violencia o del narcotráfico con un ethos tanático y autodestructivo; sin embargo, es de notar que en Cali, mientras el cuerpo masculino de los "traquetos" es destruido, el cuerpo de sus mujeres objeto de deseo es "reconstruido" (a través de cirugías plásticas. todas ellas resaltando, más que la feminidad, la voluptuosidad). La fragmentación/recomposición del cuerpo acosa a la imaginación humana, aunque las emasculaciones, mutilaciones, desmembramientos, evisceraciones y dislocaciones estén en el cine de Hollywood y en los videojuegos de Rockstars Games:

El descuartizamiento fue el único procedimiento que destruyó por completo el cuerpo a partir de cortes propinados con la parte afilada del machete. La versión contemporánea del descuartizamiento es el corte con sierra eléctrica utilizado por los paramilitares [...] dicha recomposición corporal implicó un desorden que destruyó las configuraciones simbólicas existentes. Esta reclasificación afectó principalmente dos planos de oposición, arriba-abajo y adentro-afuera. (Uribe, 2004, pp. 96-97)

La prensa sensacionalista es, entonces, una tribuna más del dolor y el horror. ¿Por qué un "marginal" puede ser tanático y erótico al mismo tiempo? ¿Es esta otra manifestación de la incertidumbre de los tiempos, que corresponde a la disputa de la metapsicología freudiana entre Eros y Tánatos, los hipotéticos padres de la cultura? (Marcuse, 2001). No son preguntas que puedan responderse en este artículo, solo vale afirmar que coexisten en ambos referentes dos formas de fruición: la del deseo y la del escarmiento. El cuerpo muerto masculino, el cuerpo vivo femenino. la exhibición de ambos desde orillas distintas, o como diría Germán Rey (2005), el cuerpo representado que se debate entre la privacidad y la publicidad.

El análisis de contenido es una excelente técnica para obtener indicadores mediante procedimientos sistemáticos, con el fin de describir el argumento presente en los mensajes periodísticos, permitiendo con ello la inferencia de conocimientos relativos a las condiciones de producción/ recepción (contexto social) de estos mensajes (Bardin, 1996).

Aunque no es la total explicación el propósito de este artículo, sí se puede reflexionar libremente entre esta dicotomía pornográfica que encierra lo erótico y lo tanático (no solamente desde los aspectos gráficos, sino también discursivos), y su aparición mercantil en los periódicos sensacionalistas, como El Caleño y el QHubo. En medios como estos, el horror —como la pasión— no solamente es mostrado, sino también relatado. Se exhibe tan impúdicamente el sufrimiento del cuerpo masculino, como el goce placentero para el que está hecho el cuerpo femenino. Parece que estos relatos del crimen respaldaran la creencia generalizada sobre los sectores populares y su inserción violenta a la sociedad en ciudades como Cali. Pero no deja de ser tautológico que este tipo de representación mediática acuda a dichos sectores para encontrar en ellos a las víctimas que ocupan la primera plana de su crónica roja, y a los consumidores que al día siguiente pasarán ávidamente sus ojos entre hombres muertos y mujeres desnudas.

Al intentar una reflexión libre sobre los problemas de investigar la ciudad desde los medios de comunicación, y sobre qué brechas cognoscitivas se encuentran al observar la realidad urbana representada mediáticamente, el investigador se enfrenta a los mismos retos que han rodeado esta "eterna juventud", que, a decir de Weber, tienen las disciplinas sociales: no hay bases sólidas, solo teorías de mediano alcance. El problema, entonces, radica en saber si son los métodos o los marcos teóricos los que deben adaptarse a los otros entendimientos y realidades de la ciudad. Los medios de comunicación apenas elucubran sobre los aspectos más aparentes. Muy seguramente, las producciones culturales de las barriadas (musicales, audiovisuales, literarias) y de los otros urbanitas (los aún no integrados) pueden ser más fieles en el propósito de representación social y, por ende, pueden aportar mejores elementos para leer esas otras lógicas sociales que los medios soslayan en su rol de reproductores de la "sociedad de control" (Hall y Jefferson, 2010).

Tal vez lo recomendable sería emprender estudios que intenten trascender la lógica positivista y enfocar su análisis en fenómenos significativos que, dada su complejidad, solo sean asibles desde la conjetura o la inferencia válida. Este tipo de racionalidad (también científica, aunque en desuso) que asume los indicios (Ginzburg, 2008) como acción heurística y hermenéutica, traza un camino para aproximarse a las complejas realidades sociales de la ciudad, las cuales son vistas desde algunos ámbitos académicos como ambigüedades metodológicas; así, dichos ámbitos caen en la común tentación de asumir que el rigor está en el método y no en la interpretación.

Cualquier intento por revalidar los métodos críticos o por descolonizar las epistemes hegemónicas puede ser acusado de ideológico o de metafísico. Por eso, siempre está presente la tentación de volver al lindero, de hacer investigación derivativa, de estandarizar el lenguaje. La sugerencia —que no se encuentra en el acápite sobre el método o los resultados— que artículos como este deja planteada es reconocer la reflexividad en todos los procesos de búsqueda del conocimiento, evitando el mecanicismo de la herramienta metodológica, que, parafraseando a Erns Nagel, genera "verdades tecnológicas", que son como un café cargado en la mañana para despertarse. y después sí, disponerse a investigar.


Notas

1Este periódico tuvo su inicio en la Casa Editorial El País de Cali, pero desde el 2008 cuenta con circulación nacional, tras la adopción de su marca por el Grupo Nacional de Medios, del que hacen parte 11 casas periodísticas en igual número de regiones del país.
2Para todas las fichas, las variables cualitativas enfatizaban en dos cuestiones: 1. la transcripción literal desagregada por título (en primera página y en página interior), antetítulo (también en primera página y en interior), bajada, lead, nombres de las fuentes, nombres de las víctimas y victimarios, y demás descriptores del registro obtenido; y 2. los comentarios o memos que hacían los monitores de investigación sobre el hecho registrado (lo que le daba aún más contexto a la nota periodística), junto con los comentarios y memos de quienes hacían las veces de revisores del registro obtenido (coinvestigadores e investigador principal), estos últimos garantes de los criterios de selección con los que se emprendió la recolección empírica de datos. Dichos criterios eran: a. que en el hecho delictivo registrado los jóvenes aparecieran en el rol de víctimas o victimarios, b. que la ocurrencia del delito fuese efectivamente producto de una disputa ocasionada por asuntos relacionados con el honor (venganzas, disputas territoriales, afrentas públicas) o la honra (crímenes pasionales, injurias, calumnias), y c. que los implicados estuvieran relacionados o pertenecieran a estructuras emergentes organizadas de naturaleza delictiva (bandas de delincuencia común, narcotráfico o pandillas), o de identidades juveniles subculturales (barras bravas o tribus urbanas).
3Al mismo tiempo, las variables cuantitativas correspondían a los descriptores "cerrados" de la nota periodística, por lo cual el monitor solo debía marcar entre las opciones que se le entregaban en el instrumento: número de columnas (coles), área —en centímetros— (para saber el despliegue que había tenido el suceso narrado), número de fuentes citadas o consultadas, tipo de hecho delictivo, tipo de acompañamiento gráfico o fotográfico (también con opciones cerradas), número de implicados (víctimas, victimarios o testigos, y sus respectivos sexos y edades, si la nota periodística los refería), móviles o causas del delito (venganza, ajuste de cuentas, delitos pasionales), y recursos de presentación (cursivas, comillas, entretítulos, bajadas).
4Al ser la investigación que respalda este artículo un estudio de caso particular, único en su naturaleza y, por lo tanto, no extrapolable a otros casos similares (Verschuren, 2003), no hay una afectación sobre la representatividad de la muestra total, pues —si se quiere— esta última tampoco es representativa, ya que se obtuvo de manera criteriosa y rigurosa, pero sobre un constructo intelectual totalmente propositivo. La naturaleza inductiva de este estudio (contraria a las corrientes positivistas que creen que la lógica deductiva es la única forma científicamente válida de producir conocimiento... aunque sea conocimiento derivativo), que para unos puede ser una limitante, es aquí un facilitador para las interpretaciones del final.


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