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Investigación y Educación en Enfermería

Print version ISSN 0120-5307On-line version ISSN 2216-0280

Invest. educ. enferm vol.38 no.1 Medellín Jan./Apr. 2020

https://doi.org/10.17533/udea.iee.v38n1e10 

Revisión

Sobrecarga y desigualdades de género en el cuidado informal

Giuliana F. Cascella Carbó1 

Rosa García-Orellán2 

1 Nurse, Servicio Navarro de Salud, , Pamplona Spain. MSc. Email: giuliana.cascella@gmail.com

2 Nurse. Anthropologist. PhD. Professor, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, Spain. Email: rosa.garcia@unavarra.es


Resumen

Este trabajo nace del interés y la necesidad de entender la problemática del cuidado informal en el mundo y en particular en Europa. Además, busca entender las consecuencias del cuidado informal sobre la persona cuidadora desde una perspectiva de género. A partir de una amplia revisión bibliográfica multidisciplinar, se pone de manifiesto la actual crisis de los cuidados. Los cambios demográficos y socio-culturales de los últimos años hacen que aumente cada vez más la dependencia. Esto conlleva una mayor necesidad de cuidado. Es evidente que la mayoría de cuidadores son mujeres y además que las consecuencias del cuidado aumentan las desigualdades de género en nuestra sociedad. Este trabajo destaca la necesidad de promover alternativas y nuevas oportunidades para que el cuidado se comparta y no recaiga sólo sobre una persona, principalmente en la mujer. Las respuestas a estas necesidades deben incluirse en las políticas e intervenciones en el ámbito sanitario y en este contexto las enfermeras juegan un rol crucial para promover estos cambios.

Descriptores: atención al paciente; cuidadores; género y salud; inequidad de género; perspectiva de género.

Abstract

This work comes from the interest and need to understand the problems arising from the activity of caring for dependent people, in the world and particularly in the European region. Altogether, it seeks to understand the consequences of informal care on the caregiver adding to the debate a gender perspective. Through a multidisciplinary bibliographic review, the current care crisis becomes clear. The demographic and socio-cultural changes in recent years are causing dependency to increase dramatically, while putting at risk the availability of informal caregivers. Several studies have shown that women are the ones on whom the burden of care mainly falls. Therefore, under the gender perspective, it becomes clear that the consequences of caregiver burden increase gender inequalities worldwide. The study analyzes the current situation and underlines the need to promote alternatives and opportunities so that care is shared and does not fall only on the female gender. Solutions need to be included in public and community health interventions and policies, and to this respect, nurses play an important role in changing the care paradigm.

Descriptors: patient care; caregivers; gender and health; gender inequalities; gender perspective.

Resumo

Este trabalho decorre do interesse e da necessidade de entender o problema dos cuidados informais globalmente e, em particular, na Europa. Além disso, busca entender as consequências do cuidado informal sobre o cuidador na perspectiva de gênero. Através de uma extensa revisão bibliográfica multidisciplinar, a atual crise de atendimento é revelada. As mudanças demográficas e socioculturais dos últimos anos aumentam a dependência cada vez mais. Isso leva a uma maior necessidade de cuidados. Vimos que a maioria dos cuidadores são mulheres e também que as consequências do cuidado aumentam as desigualdades de gênero em nossa sociedade. Este trabalho destaca a necessidade de promover alternativas e novas oportunidades de compartilhamento de cuidados e não apenas de uma pessoa. As respostas a essas necessidades devem ser incluídas nas políticas e intervenções em saúde e, nesse contexto, os enfermeiros desempenham um papel crucial na promoção dessas mudanças.

Descritores: assistência ao paciente; cuidadores; gênero e saúde; iniquidade de gênero; perspectiva de gênero

Introducción

Uno de los más grandes retos para la sociedad actual es el envejecimiento de la población, que de la mano con el incremento en la esperanza de vida global y el aumento de enfermedades crónicas no transmisibles, nos llevan a un aumento considerable de la dependencia.1 Los seres humanos nacen sin la capacidad de sobrevivir sin los cuidados de otros, y esto caracteriza la intrínseca fragilidad de todas las personas.2 El cuidado es imprescindible para la vida, tanto en la infancia como en situaciones de enfermedad o de mayor vulnerabilidad como son la discapacidad o la vejez.3,4 Ese cuidado, que ha ayudado desde siempre a atenuar la fragilidad del ser humano, es tradicionalmente realizado en el seno familiar y recae sobre la familia y sus miembros de tal manera que depende de ella.5

Paralelamente se han dado una serie de cambios socio-políticos, así como en las estructuras familiares, 6,7 además de la creciente participación de las mujeres en la esfera pública, sobretodo en el mercado laboral.8 Estas transformaciones ya no garantizan el cuidado de las personas dependientes, sino que plantean nuevas situaciones en las que es cada vez más difícil cubrir las necesidades de cuidado.

Todos estos cambios hacen necesario afrontar problemas importantes respecto al cuidado de las personas mayores y/o dependientes, que se convierten finalmente en retos para la sociedad en general que derivan en la denominada “crisis de los cuidados”.9,10 En este contexto de crisis de los cuidados, el tema del cuidado informal se hace cada vez más relevante e importante11 y si se tiene en cuenta que la mayoría de las personas cuidadoras son mujeres, se hace necesario incluir una perspectiva de género para analizar la situación.12 La vejez, la enfermedad, la discapacidad, la dependencia están en aumento en el mundo. Por ello, entre el 80% y el 90% de los cuidados que estas personas necesitan se desarrolla hoy en día en el ámbito del hogar por cuidadoras y cuidadores informales.11,12 El sistema sanitario depende en gran medida del trabajo de estos últimos5 y es imposible que los sistemas sanitarios europeos, y con más razón los del resto del mundo, puedan proveer esos cuidados que hoy en día se realizan en el ámbito familiar.

Junto con las transformaciones sociales, las consecuencias del cuidado informal sobre la persona cuidadora también deben tenerse en cuenta. Varios estudios muestran que este es realizado en la mayoría de los casos por una sola persona .13-15 Estas circunstancias hacen que la carga del cuidado sea tan alta, que las personas cuidadoras sufren grandes consecuencias físicas y psicológicas que se dan por la falta de apoyo en estas tareas, lo que afecta negativamente su salud y su calidad de vida.16,17) En consecuencia, el modelo de cuidados informales se ve afectado negativamente, y la capacidad de las familias y las cuidadoras para seguir realizando su labor está en peligro. La solidaridad familiar, que hasta ahora se había dado por supuesta, corre el riesgo de romperse18,19 y mina la disponibilidad de cuidados informales para las generaciones presentes y futuras.

Hoy en día es ampliamente reconocido que la figura del cuidador informal es crucial para el bienestar de las personas dependientes. Junto con este reconocimiento, la literatura sobre su labor ha crecido significativamente en las últimas cuatro décadas.20 Sin embargo, el enfoque principal ha sido considerar al cuidador de manera instrumental, como una herramienta para obtener el objetivo principal: mejorar la salud de la persona dependiente.21 Solo más recientemente han emergido nuevos enfoques centrados no solo en el cuidador informal como proveedor de cuidados, sino como usuario de los mismos,21 así como en la familia como un todo en vez de centrarse solo en el cuidador y la persona cuidada.22 Además, se han empezado a considerar otros aspectos como los costos económicos y de tiempo del cuidado informal para sensibilizar sobre cómo estos factores influyen en los sistemas sanitarios.23-25 El tema de las desigualdades de género va emergiendo lentamente como nueva materia de investigación.8 Este artículo subraya la importancia de incluir una perspectiva de género en los estudios sobre el cuidado informal y apoya la idea de que es necesario tener en cuenta las desigualdades de género para entender mejor la crisis de los cuidados y poder así diseñar políticas e intervenciones destinadas a promover la sostenibilidad del cuidado informal.

En este modelo del cuidado a la vejez y discapacidad, las mujeres son las que se ven mayormente afectadas, pues en el contexto mundial son alrededor del 80% de las personas que proporcionan cuidados informales,14 cifras similares se reflejan en Europa y en particular en España.9,12,15,26 La distribución desigual del cuidado y las tareas domésticas entre hombres y mujeres refuerza y mantiene las persistentes desigualdades de género que sufren las mujeres en los varios ámbitos de su vida familiar y laboral.9 Es por esto que es fundamental tratar el tema de los cuidados informales con una perspectiva de género para dar soluciones eficaces y sostenibles.8,27

La crisis de los cuidados es un problema de Salud Pública, un reto importante para la enfermería del siglo XXI.8,28 Por eso, las intervenciones en este ámbito se hacen aún más necesarias si consideramos, como subraya la OMS en su Informe Mundial sobre el Envejecimiento,11 que el reto de la transición demográfica no está suficientemente considerado en las políticas de salud y que “la atención y el apoyo a los cuidadores […] no es un objetivo prioritario de la acción gubernamental sobre el envejecimiento”(11, p18) en ningún país del mundo. Por estas razones, las enfermeras, cuidadoras formales profesionales, tendrán que adaptarse rápidamente a las transformaciones sociales para poder proporcionar respuestas adecuadas a los problemas emergentes. La atención y el apoyo a las personas cuidadoras informales debe transformarse en objetivo prioritario tanto de la acción gubernamental como de la profesión Enfermera. La enfermaría comunitaria se ve en la posición de aprovechar este reto como una oportunidad para fortalecerse como profesión, mejorando sus competencias para centrarse en las necesidades de pacientes, familia y comunidad y aumentando su apoyo a otros agentes de cuidado como son las cuidadoras informales.29

Este trabajo se propone hacer una revisión de la literatura sobre el cuidado informal, la sobrecarga de la persona cuidadora y la relación de estos con las desigualdades de género, en los campos de enfermería, salud, y estudios culturales y de género. El objetivo es subrayar la importancia de incluir una perspectiva de género en el debate sobre el cuidado informal, para poder entender comprensivamente la situación y abrir el paso para que desde ahí emerjan soluciones y respuestas apropiadas.

Métodos

Revisión bibliográfica sobre el tema de cuidados informales partiendo de lo global y enfocándose sobretodo en la región Europea y en España. Bases de datos científicas: Web of Science, PubMed, Cuiden y Dialnet. Las búsquedas se realizaron siguiendo los siguientes criterios: 1) Palabras clave: ““cuidado informal”, “cuidadores informales”, “dependencia”, “mujeres”, “género”, “sobrecarga del cuidador” “síndrome del cuidador” y en inglés, “informal care”, “caregiving burden”, “dependency”, “family caregiver”; 2) Fechas de publicación: 2000-2019, aunque se incluyeron algunos que, a pesar de la fecha, siguen siendo importantes y actuales; y 3) Idiomas: Castellano, Inglés.

La perspectiva multidisciplinar nos llevó a incluir fuentes provenientes de diversas disciplinas: ciencias de la salud, en particular la gerontología y la enfermería; sociología; antropología; estudios de género; geografía cultural; cultural studies. Los criterios de exclusión fueron los siguientes: se descartaron estudios relacionados con los cuidados informales en patologías específicas; se excluyeron artículos específicos de países fuera de los objetivos del trabajo; sólo artículos disponibles en texto completo. Se revisaron estudios cuantitativos para determinar las características principales de las personas que se dedican al cuidado informal. Por otro lado, para entender los aspectos sociales y culturales sobre el cuidado informal, se incluyeron estudios cualitativos que permitieran también analizar las cuestiones de género para estudiar cómo el cuidado informal repercute sobre hombres y mujeres. Paralelamente se realizó una búsqueda de datos epidemiológicos y estadísticos sobre la población europea y española para entender la situación actual de dependencia, envejecimiento y cuidado informal.

Resultados

Género y cuidado

“Cuidar es en el momento actual un verbo muy importante, y las sociedades contemporáneas […] lo asignan como condición natural al género femenino; de esta forma son las mujeres quienes cuidan vitalmente a los otros: hijos, familia, enfermos, abuelos, nietos.”30, p119). Pero, ¿es el cuidado intrínsecamente femenino?, ¿por qué cuidan las mujeres?, ¿es una visión cultural? Como afirma Thomas, citado en,4 cuidar “es una actividad predominantemente de mujeres y su estudio parece exigir un análisis enraizado en el orden de género” (p34). ¿Pero, es el cuidado algo femenino por naturaleza? Muchos autores apoyan la idea de que la organización social del trabajo, y en particular de las labores de cuidados, son el resultado de un proceso histórico que se empezó a desarrollar durante la transición al capitalismo liberal.31,32) En nuestras sociedades occidentales, impregnadas de valores cristianos, las mujeres se han dedicado tradicionalmente a las labores del ámbito familiar y reproductivo mientras que los hombres han tenido una mayor participación en el ámbito productivo. La responsabilidad del cuidado en general, a la dependencia, a la infancia, a la vejez, el cuidado del hogar, etc., se ha relegado al espacio privado o doméstico, que en nuestra sociedad se asigna socialmente a las mujeres.30,33

En los últimos años se ha introducido una perspectiva de género en el estudio del cuidado. Incluyendo esta perspectiva, el cuidado deja de ser atribuido de forma “esencialista o naturalista al universo de lo femenino”,44, p45) por lo que pasa a considerarse las “condiciones sociales e históricas de tal naturalización” (Ibid). En este contexto es de fundamental importancia el trabajo de Carol Gilligan, en su ética del cuidado 34, ya que insiste en que el hecho de que este sea “femenino” parte de una construcción social y un aprendizaje a lo largo de nuestras vidas, desde la niñez, de una ética específica. Además de la construcción social e histórica, también existe un componente emocional del cuidado. El hecho de que la tarea de cuidar resulte en muchas ocasiones satisfactoria se relaciona con este aspecto. Que este elemento emocional sea el que hace que las mujeres se ocupen más del cuidado no está claro y es objeto de debate en los ámbitos de la ética y la filosofía moral.4

Más allá del debate filosófico, todos los estudios reconocen que son las mujeres las que en mayor proporción cubren las necesidades de cuidados a la dependencia, tanto en España como en el resto del mundo.26,35,36 A pesar de los cambios socioculturales de los últimos 30 años que han significado para la mujer una mayor participación en el mercado laboral y un ligero aumento de la participación de los hombres en la tareas domésticas y en el cuidado de los hijos,8 persisten grandes desigualdades de género tanto en el ámbito del trabajo reproductivo, que se refiere al cuidado, del hogar, de los hijos y de las personas dependientes, como en el ámbito del trabajo productivo.37 El hecho de que el cuidado haya sido, y siga siendo considerado como un asunto del ámbito femenino, refuerza los estereotipos de género sobre los roles asignados a hombres y mujeres en la sociedad.7

El cuidado informal y la crisis de los cuidados

Es un hecho que la población en el mundo tiende a envejecer11 y este fenómeno ya no afecta solo a países de “ingresos altos” o “desarrollados”, sino también en los países de “ingresos bajos y medianos”,38 lo que significa que la población mundial mayor de 60 años está en aumento. Se estima que en el 2050 el porcentaje de personas mayores de 60 años alcanzará el 30% de la población en Europa, América del Norte, China, Chile entre otros11 Éste fenómeno global se debe en parte a la reducción tanto de la mortalidad y de la morbilidad, como a un aumento de la esperanza de vida en todos los países, y a una disminución generalizada en la tasa de fecundidad.11 Este aumento de la esperanza de vida se asocia a un aumento de la dependencia en esos años de vida ganados,39,40 pues existe una tendencia global de aumento de enfermedades crónicas y comorbilidades.11 Entre las enfermedades que empeoran la calidad de vida en la vejez y aumentan la dependencia y la discapacidad se incluyen enfermedades cardíacas, ictus, demencia, enfermedades respiratorias crónicas, diabetes y osteoartritis, todas estas en aumento.38 Se estima que en el mundo existen 349 millones de personas dependientes-de-cuidados (se define así a las persona con necesidad de recibir ayuda y cuidados humanos de manera más frecuente que lo que necesita habitualmente un adulto con buena salud) y el número está en aumento.38 Este crecimiento implica necesariamente un incremento en la necesidad de cuidado informal.

El cuidado informal es un cuidado no remunerado de personas con diferentes grados de dependencia, realizado generalmente por miembros de la familia, aunque en ocasiones por personas sin vínculo familiar ni obligación con quien recibe los cuidados.1,7,11,29 Este cuidado supone entre un 80 y un 90% del tiempo total de cuidado recibido por las personas mayores.12,29 En el mundo, la disponibilidad de cuidadoras informales está en riesgo y la crisis de los cuidados tiene características distintas en cada región y país. De hecho, en Europa, la situación del cuidado posee sus propias características pues como región tiene tanto ventajas como desventajas con respecto a otras regiones del mundo.13 Entre las ventajas se encuentran el ser una región donde la mayoría de países son clasificados como de “ingresos altos y medio-altos” (según la clasificación de la OMS).11,38 Esto supone mejor cobertura de los sistemas sanitarios, más servicios públicos destinados a la dependencia y en general, aunque no siempre, un mayor desarrollo del Estado de Bienestar.5 Entre las desventajas se encuentran las tendencias demográficas y los cambios socioculturales en las estructuras familiares.15,41 El envejecimiento de la población y la creciente demanda de servicios sanitarios y sociales destinados a las personas dependientes ponen en riesgo la sostenibilidad de los Estados de Bienestar europeos donde el Estado es el principal proveedor de tales servicios.15 El gasto en salud crece más rápido que el PIB en todos los países de la OECD.13 Todo esto lleva a la creciente necesidad de reconocer, apoyar y fortalecer el cuidado informal, como parte fundamental en el presente y el futuro de las necesidades de cuidado de la población europea (Ibid.).

Desde el punto de vista demográfico, Europa cuenta al día de hoy con la población más envejecida del mundo, y se estima que en el 2050 más del 30% de la población europea tenga más de 60 años,11 lo que supone de por sí un gran reto para sus naciones. Paralelamente, los cambios sociodemográficos y urbanísticos han cambiado la estructura de las familias europeas: en zonas rurales se siguen manteniendo estructuras familiares amplias en las que varias generaciones conviven; por el contrario, en las ciudades, donde vive hoy en día la mayor parte de la población europea, la situación ha cambiado enormemente.13 En las urbes los núcleos familiares son cada vez más pequeños, las familias se disgregan y los espacios son limitados para la convivencia de varias generaciones. A la vez contemplamos una verticalización de las familias, donde más generaciones se encuentran viviendo a la vez por más tiempo, lo que aumenta las relaciones verticales (hijos-padres-abuelos).18 Todo esto induce a pensar que las generaciones futuras necesitarán aún más cuidados y sus familiares serán cada vez menos capaces de ofrecerlos.13 Aunque no todo es negativo, la verticalización de la familia también trae consigo nuevas oportunidades de intercambio y solidaridad intergeneracional.18

Todos estos cambios sociodemográficos hacen cada vez más difícil que las personas mayores y dependientes puedan quedarse en sus casas por la falta de apoyo familiar, aunque está demostrado que el domicilio y la comunidad son los lugares ideales para el cuidado de las personas dependientes por lo que se debe preferir y favorecer el cuidado en el domicilio, sobre el institucionalizado por varias razones.1,42 Por otra parte, los cuidados en el domicilio y la permanencia de las personas mayores en sus hogares y comunidades no solo tienen muchos beneficios para la salud y aumenta la calidad de vida en la vejez;11,42 también es lo que prefieren los usuarios y sus familias según sugieren encuestas y organizaciones de consumidores.13,15

Hoy en día la proporción de cuidados informales y formales varía de país a país. Las tendencias de cuidados se ven influenciadas no solo por las políticas sociales y el grado de responsabilidad del Estado ante los cuidados a largo plazo de la dependencia, sino también por las estructuras familiares, los niveles de ayuda intergeneracional y las normas culturales sobre el cuidado.13 La proporción de cuidadores informales en los diferentes estados europeos varía entre el 20% y el 44% de la población total.15 Para las personas que ejercen de cuidadores informales de manera intensa (intensive caregivers), definidos como las personas que realizan cuidados informales más de 11 horas por semana, el porcentaje varía entre el 4% y el 11% de la población según el país.13,15)

En línea general, en los países del norte de Europa los cuidados domiciliarios formales se han desarrollado mucho en los últimos años por varios motivos. Los cambios socio-culturales han sido más rápidos, los niveles de ingresos más altos y la capacidad económica, tanto de los sistemas sanitarios como de las personas privadamente, es mayor.15 Todo esto permite más desarrollo del cuidado formal remunerado y formado. Es por esto que en algunos de estos países el cuidado formal ha abarcado gran parte del cuidado en el domicilio y la comunidad, aunque el cuidado informal de familiares y amigos sigue abarcando la mayoría de los cuidados psicológicos y emocionales de las personas dependientes.13 La situación es distinta en el sur de Europa, donde los cuidados informales abarcan la mayor proporción de los cuidados, tanto físicos como psicoafectivos.13)

Al contrario de lo que se pudiera pensar, la proporción de cuidadores informales sobre la población general, en el norte es mayor que en países del sur y del este de Europa.15 Sin embargo, en estos últimos, la proporción de intensive caregivers es mayor.15,41 Una posible explicación es que en los países donde el Estado deja recaer la responsabilidad del cuidado sobre las familias, son menos las personas que se ocupan de estos cuidados, aunque con una intensidad mayor, mientras que en los países donde el Estado asegura una mayor parte de esos cuidados, son más las personas que ejercen de cuidadoras y comparte esta carga con otras personas, dedicando así menos tiempo al cuidado.15 Esta consideración es de fundamental importancia al hablar de sobrecarga del cuidador y desigualdades de género en el cuidado.

Las mujeres entre 45 y 60 años son las principales cuidadoras informales en todos los países europeos.12 Si consideramos a los intensive caregivers, también las mujeres son la mayoría, con una porcentaje mayor en los países del sur de Europa.30 Además, en esta región, los cambios sociales y demográficos de los que hablamos anteriormente se acentúan aún más: la participación de las mujeres en el mercado laboral ha aumentado considerablemente.15,30 En países donde existen fuertes políticas para incentivar la participación de las mujeres en el mercado laboral las implicaciones sobre la disponibilidad y provisión de cuidados informales son enormes.13

La sobrecarga del cuidador desde una perspectiva de género

La literatura sobre la sobrecarga del cuidador es extensa. Este problema ha sido estudiado desde hace décadas y las consecuencias físicas, psicológicas y emocionales que sufren las personas cuidadoras son reconocidos y estudiados cada vez más. Además, no solo se ocupan de su medicación, higiene y alimentación, también de sus cuidados emocionales y en muchas ocasiones hasta deben tomar decisiones importantes por ellas.43 Cuidar a personas dependientes supone una dedicación importante de energía y tiempo. El 95% de las cuidadoras de personas de 65 y más años refiere dedicar de 6 a 7 días a la semana y el 39% refiere dedicar al menos 16 horas al día al cuidado.29 Asimismo, teniendo en cuenta que el grado de discapacidad suele aumentar a medida que el tiempo pasa, la cuidadora necesita cada vez más horas para el cuidado lo que conlleva a una pérdida de independencia gradual en la que se va descuidando a sí misma en todas las esferas. “En definitiva paralizan o aplazan durante algunos años su proyecto vital”.43 El impacto negativo sobre la salud del cuidador, así como sobre sus relaciones familiares, profesionales y sociales, y en general sobre su calidad de vida, es enorme.

Como la mayoría de las personas cuidadoras son mujeres,44 podemos afirmar que son ellas las que sufren en mayor proporción las consecuencias de la carga de los cuidados informales8,45. Es interesante subrayar que las mujeres cuidadoras, además de ser más en número, también sufren de manera distinta las consecuencias del cuidado. De hecho, al comparar a mujeres y hombres cuidadores, son ellas las que sufren las peores consecuencias de la carga de cuidados46 tanto en lo que se refiere a la salud, como en los aspectos económicos y en la esfera personal, incluidos el autocuidado y las relaciones familiares. Esto se debe en parte a que las consecuencias de tener a una persona a su cargo se suman a desigualdades ya existentes entre los dos sexos.28

En cuanto a la salud, el impacto de la sobrecarga de cuidados sobre la propia salud física y mental es enorme. El 32.7% de las personas cuidadoras refiere cansancio, el 27.5% refiere que su salud se ha deteriorado y el 18.1% se sienten deprimidas.18 Entre las dolencias físicas más comunes encontramos cansancio, dolores osteo-musculares, estrés, insomnio y dolor de cabeza (Ibid.). Existen diferencias importantes entre la salud de los hombres y de las mujeres.45 Sabemos que en cuanto a la mortalidad, la esperanza de vida es mayor en las mujeres que en los hombres, pero las encuestas de salud identifican en las mujeres más problemas crónicos y una peor salud percibida.45,47 Al comparar a cuidadores de ambos sexos, se ha visto que las mujeres se ven afectadas más por la carga de cuidados que los hombres. 26 En varias encuestas las mujeres declaran más cansancio, dolencias físicas y depresión. Muchas refieren tener que tomar medicamentos para llevar la situación de sobrecarga.18 Esto se debe en parte a que es frecuente que las tareas realizadas por las mujeres cuidadoras sean a veces distintas a las que realizan los hombres.26 Algunos estudios sugieren que los hijos varones que cuidan se dedican más a tareas como hacer gestiones -diligencias-, mientras que las hijas cuidadoras se ocupan más de las tareas de higiene y ayuda en actividades de la vida diaria.48

Los cuidados a personas dependientes no solo afectan la salud física sino también la esfera psicoafectiva del cuidador. Los datos varían según los informes, por ejemplo, algunos estudios reportan que alrededor del 50% de las personas cuidadoras refieren que el cuidar les ha producido alteraciones en su estado de ánimo llegando incluso a alterar su carácter, y el 77% considera estos cambios como “alteraciones considerables”.43 Entre los síntomas referidos como alteraciones psicoafectivas encontramos frustración e impotencia (73%), ansiedad (61.5%), depresión o tristeza (57.5%), soledad (35%), sentimiento de culpa (30.5%) e irritabilidad o enfado (60%).43 Asimismo, el compromiso y la implicación emocional suele ser mayor en las mujeres cuidadoras,18 lo que conlleva a mayores problemas de salud en la esfera psicoafectiva.

Otros ámbitos en el que la persona cuidadora se ve gravemente afectada son el de la vida familiar, el cuidado de sí mismo y el tiempo de ocio. En lo que respecta a la vida familiar, la carga del cuidado informal afecta negativamente las relaciones sociales y crea tensiones dentro de la familia, lo que pone en riesgo la riqueza de la solidaridad familiar. Muchas de las personas cuidadoras llegan a tener que dedicar más tiempo al cuidado de la persona dependiente que al cuidado de sus propios hijos; en lo que se refiere al tiempo de ocio y al cuidado de sí, según una encuesta sobre el cuidado informal en España, el 61% de las personas cuidadoras refiere haber tenido que reducir su tiempo de ocio, el 27% no tienen tiempo para cuidar de sí mismo y el 17% no dispone de tiempo para cuidar de otras personas.18

En la esfera de la vida personal, también hay desigualdad de género en cómo afecta el cuidado a mujeres y hombres. En general, las mujeres practican menos ejercicio físico, duermen menos horas y disfrutan de menos tiempo de ocio que los hombres, en parte por las responsabilidades de cuidados que suelen tener respecto a la familia.49 Si a estas diferencias sumamos el cuidado de un familiar dependiente, aumenta la posibilidad de que las mujeres dediquen aún menos tiempo a sus autocuidados. Asimismo, existen diferencias importantes entre las redes de apoyo de las mujeres y los hombres cuidadores. Algunos estudios sobre las redes de apoyo familiar, revelan que las redes de apoyo de los hombres cuidadores son más extensas por lo que reciben más colaboración, lo que se refleja en su salud percibida; por el contrario, las mujeres tienen redes de apoyo más limitadas, lo que se refleja en las consecuencias negativas del cuidado.35

Además de las consecuencias sobre la salud, el tiempo y las relaciones familiares, muchas personas cuidadoras se ven afectadas por las consecuencias económicas del cuidar 37. Entre estas se encuentran el no poder trabajar fuera de casa, haber tenido que dejar el trabajo, verse obligados a reducir la jornada laboral, tener problemas en el trabajo por las dificultades en cumplir los horarios o no poder acudir al trabajo en situaciones de emergencia.18 Se estima que las personas que se dedican al cuidado tienen menos oportunidades de encontrar trabajo, más riesgo de dejar sus estudios, más posibilidades de tener que reducir su jornada laboral o tener que pedir excedencias (licencias) no retribuidas -no remuneradas- para cuidar, más probabilidades de dejar de trabajar y es más común que se jubilen antes de tiempo, con respecto a personas que no son cuidadoras informales.24

Muchas veces esto no se tiene en cuenta en los estudios sobre la carga del cuidador, pero es de fundamental importancia, ya que estas consecuencias acentúan las desigualdades en salud, las socioeconómicas, así como las desigualdades de género,50 lo que se suma a las ya existentes: diferencias salariares y de oportunidades.8 La mujer se ve perjudicada así en su carrera profesional, en su nivel de ingresos y también en sus derechos contributivos para poder tener en el futuro una pensión digna.7,18,51 Aunque la tasa de empleo entre las mujeres ha aumentado progresivamente en los últimos años, es más frecuente que sea la mujer la que se ve obligada a reducir su jornada o a abandonar su trabajo para dedicarse a los cuidados,18 como sucede con los cuidados de la infancia. Por ejemplo en 2011, del total de excedencias (licencias) por cuidado familiar informal de la infancia y familiares dependientes, las mujeres solicitaron el 93%, y el resto, menos del 10%, por hombres.52 El incremento de la participación de las mujeres en el mercado laboral no se ha acompañado de una repartición equitativa de los trabajos reproductivos dedicados al cuidado de las personas y de las tareas domésticas, por lo que cada vez son más las mujeres que se ven afectadas por la “doble jornada” consecuencia de la “doble presencia”, en la que la mujer se encuentra cubriendo las responsabilidades de su vida laboral y a la vez realiza las tareas que antes hacía en casa.33 Si a los cuidados de su propio hogar sumamos el cuidado de algún familiar la carga se convierte en insostenible y pasa a ser, no doble, sino “triple jornada”.

Con todo esto, se puede afirmar que una distribución desigual del cuidado informal está basada en el género, y a la vez contribuye a aumentar las desigualdades de género en salud y en la sociedad. Por lo anterior, es de suma importancia abordar las desigualdades de género en salud. Primero, porque estas, junto con las socioeconómicas, son las mayores causas de desigualdades en salud y en la disponibilidad y utilización de los recursos sanitarios.53 Segundo, porque existen evidencias de que incluir una perspectiva de género en las políticas, los planes y programas de salud, puede reducir las desigualdades en salud y mejorar la efectividad y eficiencia de los servicios sanitarios.54)

Algunos estudios han identificado sesgos de género en la atención sanitaria que habitualmente perjudican a las mujeres en ámbitos como el esfuerzo diagnóstico y terapéutico, y en la investigación.55-57 También se ha observado que en Atención Primaria a las mujeres se les pregunta menos sobre su estilo de vida que a los hombres, lo que limita beneficiarse igualitariamente del alcance de la prevención y promoción de la salud que se realiza diariamente en los centros de salud.47 Incluso, se ha estudiado que las percepciones de los profesionales de la salud hacia el cuidado tienen un impacto grande en cómo se cuida de la persona cuidadora y en ocasiones “se identifican algunas percepciones y actitudes de profesionales ante el cuidado informal poco sensibles o potencialmente negativas para la equidad de género, como son la actitud conservadora que otorga a la familia la principal responsabilidad de cuidar y algunos estereotipos sexistas que atribuyen a las mujeres más capacidades para hacerlo”.58

Es por esto que es necesario que las intervenciones para abordar los problemas relacionados con la dependencia y el cuidado informal, tengan en cuenta las desigualdades de género.48 A su vez, desarrollar intervenciones y estrategias que no refuercen los roles de género en el cuidado informal, sino que más bien fomenten una mejor y mayor repartición de las tareas de cuidados entre más personas, hombres y mujeres.35 Un aspecto fundamental de estas intervenciones tiene que ser la formación de los profesionales sanitarios en temas de igualdad de género, como herramienta fundamental para reducir las brechas de género en el cuidado informal y mejorar la calidad de vida tanto de las personas cuidadoras como de las personas dependientes.58 Desafortunadamente, abordar las desigualdades de género en salud en planes, programas y actuaciones no es tan común5,29,37 y es evidente que se necesita más investigación sobre el tema.

Así pues, para abordar la crisis de los cuidados es necesaria una colectivización del cuidado a partir de la colaboración entre las instituciones del Estado, el mercado y su necesaria regulación, la sociedad civil y las familias; colaboración que ha de construirse con relaciones complementarias y beneficiosas para todas las partes.59) Por último, cabe mencionar que el rol de los hombres en el cuidado también está cambiando. En Latinoamérica y en otras regiones, donde las tendencias migratorias han cambiado las estructuras familiares y los roles tradicionales de las mujeres en los cuidados, las mujeres son las que han tenido que migrar en busca de trabajo remunerado, por lo que los hombres se han tenido que ocupar de los cuidados de niños y familiares dependientes.60 Varios estudios muestran cómo esto ha afectado a los hombres, ya que cuando las mujeres de la familia no están presentes o disponibles, asumen el rol de cuidadores informales, por lo que se rompen los estereotipos de género y cambian también la percepción de sí mismos.26,61,62 De esta nueva tendencia emergen nuevas masculinidades32 lo que nos recuerda que los roles familiares y las identidades de género no son inmutables ni universales sino que cambian y se adaptan a nuevas necesidades.60

Discusión

Tras la revisión de la bibliografía sobre el tema del cuidado informal hemos llegado a conocer el estado de la cuestión de la problemática de los cuidados informales en el mundo como en las regiones. Asimismo, hemos visto que la crisis de los cuidados33 es un problema creciente y que esto puede hacer que los pilares del sistema de bienestar se derrumben si no se enfrenta de manera apropiada esta crisis.63) Todo lo expuesto anteriormente apoya la hipótesis de que en la sociedad actual, vulnerabilidad y dependencia ya no pueden considerarse como situaciones excepcionales en la vida de las personas, sino que son “rasgos propios de la condición humana inherentes a la existencia de cualquiera”.4 Es por esto que el cuidado informal es un tema central para la salud de la población y a medida que se van dando los cambios sociodemográficos mencionados, se hace más urgente afrontar este problema en las políticas públicas destinadas a la salud y el bienestar social.5

Nos encontramos así con dos problemáticas distintas pero íntimamente relacionadas que son el cuidado informal y las desigualdades de género en salud. La evidencia muestra que una de las claves para afrontar la crisis de los cuidados a la vejez y a la dependencia es la creación de programas de atención primaria dirigidos hacia la vejez que incluyan servicios comunitarios y de apoyo a las familias y a las personas cuidadoras.38 Pero esto no puede ser posible si no se tiene en cuenta una perspectiva de género, ya que, como hemos detectado en la bibliografía revisada, la carga del cuidado recae mayoritariamente sobre las mujeres y esto hace que crezcan, en lugar de disminuir, las desigualdades de género en salud y que estas se sumen a todas las demás desigualdades de género presentes en nuestra sociedad.

Si consideramos que la manera en la que el cuidado se brinda es una construcción social e histórica,34 y que el modelo actual de cuidados está en crisis, de-construir los patrones existentes en el cuidado es necesario para reconstruir un nuevo modelo en el que el cuidado informal no sea realizado por una sola persona, mujer, sino compartido por todos los miembros de las familias y comunidades con el apoyo necesario de las instituciones y la sociedad civil. Una mejor distribución de las responsabilidades de cuidados entre hombres y mujeres se hace cada vez más necesaria y urgente.9) Es en este contexto en el que la enfermera, sobretodo la enfermera comunitaria, es la profesional responsable de incluir a las cuidadoras informales en los programas de intervención comunitaria, individuales y grupales, de prevención y educación para la salud. La producción científica en el campo de la Enfermería sobre el cuidado informal, se ha centrado hasta ahora en los problemas de salud que afectan al cuidador, y las intervenciones se han diseñado desde este punto de vista con el objetivo de promover el autocuidado para evitar la sobrecarga del cuidador.29 La revisión de la literatura sugiere que este enfoque ya no es suficiente para afrontar la actual crisis de los cuidados. La práctica de la enfermería tiene aquí una gran oportunidad para contribuir a la sostenibilidad del sistema de cuidados.64 Para que esto sea posible, es fundamental que la enfermería incluya en su ejercicio profesional una perspectiva de género para contribuir a erradicar las desigualdades de género en salud,28 y el tema del cuidado informal es una gran oportunidad para hacer esto.

La conclusión de esta revisión es que la crisis de los cuidados es un problema global que se refleja de maneras distintas en las realidades locales. El sistema de cuidado informal basado casi exclusivamente en la participación de las mujeres, con las consecuencias negativas que esto conlleva, es insostenible. Incluir una perspectiva de género en el desarrollo de planes de intervención para ayudar a las personas cuidadoras a mejorar su calidad de vida es deseable. Por ello, romper con los roles socialmente asignados a las mujeres en el tema del cuidado puede ser el cambio que permita un equilibrio distinto en la repartición de los trabajos de cuidados, y esto podría mejorar la calidad de vida de las personas dependientes, las personas cuidadoras y sus familias.

La Atención Primaria, y en particular la enfermería comunitaria, desde su posición privilegiada de cercanía a las personas y a la comunidad, podría ser el motor de cambio del modelo tradicional de cuidados, y para que esto sea posible es necesario incluir una perspectiva de género en la práctica enfermera y especialmente en el análisis y las intervenciones dirigidas al cuidador informal. Para abordar la crisis de los cuidados es necesaria una colectivización del cuidado mediante la colaboración entre las instituciones del Estado, el mercado y su necesaria regulación, la sociedad civil y la familia.

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Recibido: 24 de Noviembre de 2019; Aprobado: 07 de Febrero de 2020

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