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Universitas Philosophica

versão impressa ISSN 0120-5323

Univ. philos. vol.29 no.58 Bogotá jun./jun. 2012

 

Presentación

Pese al ingente desarrollo de sofisticados dispositivos tecnológicos que abraza simultáneamente al globo en la actualidad, la reflexión filosófica sobre este hecho no ha ido siempre a la par. Pensar filosóficamente la técnica y la tecnología hoy, exige abandonar tanto las dicotomías excluyentes como los lugares comunes de condena a sus poderes demoníacos o de apología de la ciencia-ficción; tanto la fascinación por los artefactos externos como la versión apocalíptica de sus funestas consecuencias sociales y ambientales; tanto la tesis nostálgica de un imaginado estado puro de equilibrio natural como la confianza en la irreversible expansión del imperativo lúdico que asiste a la tecnología actual. Los seis primeros textos de los colaboradores de esta entrega coinciden, sin proponérselo, en plantear y desarrollar de diversas maneras, la necesidad de un cambio radical de dirección en la reflexión filosófica de esta patente y compleja realidad. En efecto, la cuestión de las técnicas y/o tecnologías se sitúa más allá de los estereotipos y es, no sólo de carácter humanista y antropológica sino, al unísono, toca todos los ámbitos de la realidad histórica y de los dominios de la filosofía siendo ya, incluso, veintisiete años social-feminista (cfr. Donna Haraway (1985). A Cyborg Manifesto: Science, Technology and Socialist-Feminism in the 1980's).

Para comenzar, Dominique Vinck, tras una rápida revisión histórica de una reflexión ambigua sobre la técnica —entre maléfica y constitutiva de la realidad humana—, accede a un punto de vista superior y contempla los horizontes actuales en que ésta es pensada: uno, que expone los vínculos inescindibles entre los sistemas sociales y los tecnológicos; otro, que permite explorar las complejas redes socio-técnicas y, finalmente, uno más, en el que Vinck genera un estereoscopio con el que se podría dar cuenta del quehacer tecnológico y obtener una mejor comprensión de la técnica como ciencia y como forma de producción social de conocimiento. Por su parte, Sergio Roncallo insiste en trascender la sinonimia y la objetualidad para abrir una aproximación a lo no-pensado filosóficamente de la tecnología; propone una distinción entre ésta y la técnica, y trata de afianzar un nuevo contexto epifilogenético de la mano de Agazzi, Leroi-Gourhan, Gille, Simondon y Stiegler, entre otros. Para Roncallo, la relación entre el ser humano y la técnica es transductiva y brota de la comprensión de lo tecno-lógico como fenómeno poiético. Desde otro ángulo, y no precisamente en un sentido metafórico de la tecnología, el estudio de Sebastián González muestra cómo se confrontan en el escenario social y político, de un lado, los aparatos ideológicos de Estado (cuyo funcionamiento delimita con estrías los espacios sociales para consolidarlos y fundamenta la autoridad de las instituciones estatales sin acudir al monopolio de la fuerza); y, del otro, los movimientos sociales entendidos como máquinas de guerra (Deleuze & Guattari) que, curiosamente, no son de inmediato para ésta como tal sino que, funcionando como 'agenciamientos' nómadas exteriores al Estado, devienen en flujos geográficos, aritméticos y afectivos de identificación y desidentificación de los grupos y de los individuos humanos, se articulan como formas de lucha y de distribución significativamente emancipadoras, y generan políticas colectivas del acontecimiento en busca de otras éticas de vida.

Pero, los hechos son tozudos y reclaman atención filosófica urgente. Matthew Sanders, con base en Michael Pollan, periodista norteamericano experto en temas de alimentación, e inspirado en el análisis filosófico de la estructura heurística del bien humano del canadiense Bernard Lonergan, denuncia una falla ecológica y social de largo alcance en el sistema industrial alimentario de los Estados Unidos. Ésta radica en la incapacidad de un desarrollo armónico y sostenido de los esquemas de recurrencia probables que entrelazan la infra-estructura social de la técnica, la economía, la política y la espontaneidad intersubjetiva, con la normativa histórico-crítica, cultural y cosmopolita de la supra-estructura y, además, en el hecho que unas pocas corporaciones con ánimo de lucro no han comprendido aún cómo dar reversa a muchos de los sesgos individuales y sociales enclavados en la producción, procesamiento y distribución de alimentos. Otro grave hecho, de alcance planetario, se presenta en el núcleo mismo de la ontología de la identidad dinámica del yo encarnado, del que Belén Blesa Aledo en su contribución nos pone sobre aviso, acerca de cómo, bajo el desarrollo económico, individualista, social y tecnológico del capitalismo actual, toda aspiración yoica genuina es reducida a una abstracción y, dulcemente alienada, es puesta al servicio del crecimiento de las tasas de consumo, bajo "un narcisismo revestido de libertad de expresión individual, cuidado personal, búsqueda de la felicidad y aspiración a la belleza". El cuerpo ocupa el lugar central asignado antes al 'alma' —hoy un lugar material y post-material— objeto de manipulación tecnológica y de abuso. Belén insiste en una labor mancomunada entre filosofía y sociología que contrarreste tal aberración desde nuevos fundamentos racionales y sensibles para nuestras opciones de vida y para la construcción de verdaderas sociedades democráticas.

En este mismo contexto, a partir de las lecturas girardianas de Hegel y de pasajes de la obra de Benjamin, Roberto Solarte comparte algunos resultados de su investigación sobre la responsabilidad social de las empresas. Orientadas a satisfacer los intereses privados, estas instituciones económicas no logran responder a las demandas vitales de la mayoría, y generan pobreza, aporías y conflictos en la sociedad civil. Por ello, como "criadas de la razón que actúa en el mundo" (Avineri), deben someterse al ideal de la dinámica conciliadora del Estado como garante de los derechos a todos los ciudadanos. Pero, más allá de pequeñas reformas políticas no violentas en el interior del sistema capitalista actual, de tentativas de filantropía (otra forma de violencia recíproca, para Benjamin) y de llamados externos a la ética de los empresarios, el pensamiento de Girard cuestiona la dinámica hegeliana de conciliación estatal y jurídica, mostrando cómo el sistema empresarial debe su existencia a la mimética de una violencia fundacional que sólo podrá superarse si las empresas reconocen el rostro de sus víctimas concretas, no se fían exclusivamente de la ley, y cuentan con una posibilidad trascendente mucho más profunda para detener su propia violencia.

A los análisis precedentes sobre la encrucijada socio-técnica, económica, ontológica y espiritual de nuestros tiempos, y sin apartarse por completo de ellos, siguen dos reflexiones sobre la comunidad que pretenden, cada una a su manera, robustecer el actual giro filosófico hacia lo común, la comunidad, el nuevo comunismo, con el que se busca romper la hegemonía individualista del presente. Las pertinentes reflexiones de Bernardo Rengifo sitúan la problemática de la comunidad en un sector diferente a los acostumbrados supuestos homogéneos, esencialistas, estáticos, fundamentalistas, identitarios, tradicionalistas, telúricos y consensuales en que se la ha inscrito. Se trata de lo singular y de la diferencia como gestores invisibles que siempre han sido de lo común. Rengifo saca a la luz la constitución conflictiva e, incluso, bélica, presente en el corazón mismo de la política, e implícita en la designación de un nosotros solidario que no logra afianzarse sin levantar, al mismo tiempo, muros infranqueables con los otros. Una nueva noción de comunidad, por la que aboga Rengifo, ha de batirse continuamente en su propia agonística, ha de pensarse sin horror ante las diferencias para llegar a compartirlas de un modo naturalizado y dinámico, sin obligarlas a converger en algún centro de similitudes que terminaría por paralizarla y destruirla. En seguida, Germán Bula explora también el tema de la comunidad, ahora desde actividades que puedan generar juegos de suma positiva —cooperativos y no competitivos— entre individuos, sociedades y sistemas en general; perspectiva característica de la ética espinosista de la composición de los cuerpos y de la multitud como conjunto de singularidades. Adicionalmente, acentúa la noción de empoderamiento de las comunidades locales y globales, así como de los individuos, con base en la noción de 'causa adecuada' (libertad) de Spinoza. Bula se pregunta qué tanto las personas como la comunidad son propiamente causa de lo que les acontece, y cuánto son capaces de cooperar con los diferentes sistemas de su entorno para saber qué grado de empoderarniento contienen.

Aparece ahora un trío de colaboraciones sobre estética (nada ajenas a las técnicas), en las que cobra evidencia el laberinto del presente y su potencia emancipadora. Schopenhauer —según el primero de dos estudios realizados por Fernando Cardona y que se presenta en este número; el segundo aparecerá en el N° 59—, naufraga en su ilusión de obtener una salvación provisional del sufrimiento accediendo a la contemplación estética como forma privilegiada de hacer del mundo en cada momento algo propio, mediante la visión de un sujeto libre, incondicionado y radicalmente des-corporalizado. A pesar de ese resultado, Schopenhauer insistirá en probar luego con la estrategia des-individualizadora del asceta para hallar dicha liberación, objeto de análisis del anunciado segundo estudio de Cardona. Por su parte, Leonardo Verano explora en el fenomenólogo francés, Maurice Merleau-Ponty, el problema de cómo comprender la verdadera otredad del otro en un acontecimiento que surge sólo desde la percepción que tenemos de él. Verano señala la imposibilidad de una percepción cabal de la diferencia irreductible del otro e, incluso, de una aprehensión conceptual de ella; y, en su lugar, plantea la posibilidad de atender a la experiencia de una palabra actuante, en la que se expresa "aquello que tiene de más propio el otro"; toda una experiencia de individuación no exenta de paradojas, puesto que su adquisición demanda descentración, des-subjetivación e inter-corporalidad. Inherente a la problemática de la percepción se encuentra aquella de si percibimos o no obras de arte y cuál es el estatuto ontológico real de las mismas. Adryan Pineda asume este crudo desafío con una reflexión a partir de los conceptos fundamentales de Arthur Danto sobre el significado de la obra de arte, precisamente, cuando impera la opinión que 'todo es arte'.

La vivencia de un joven filósofo profesional que ha optado por incursionar en el exigente y polémico territorio de la filosofía latinoamericana pone fin a nuestra sección de artículos. Para Carlos A. López, el quehacer filosófico en estas latitudes ha oscilado entre dos tendencias principales: una, en la que prima hacer filosofía —per se— dentro de la gran tradición Occidental en este espacio-tiempo y, en consecuencia, aboga por su 'normalización' académica y profesional; y, otra, en la que el quehacer filosófico, quizá libre ya de estériles debates sobre su posibilidad auténticamente latinoamericana, viene impregnado de las situaciones vitales de nuestras historias y preocupaciones por lo propio, por la identidad, por lo nacional y, acaso más recientemente, por el auto-reconocimiento como 'lo otro' de Europa, de lo anglo-sajón, y de lo norteamericano. López, tras examinar puntos fuertes y débiles de cada orilla, nos comparte su decisión de no tomar partido por ninguna de ellas sino, más bien, de interesarse por examinar las prácticas y los productos filosóficos (y del pensamiento, en general) locales, para captar así algo de esa enjundiosa "diversidad que solemos llamar nosotros mismos".

La sección Lectio Inauguralis ha correspondido a Juan Pablo Hernández Betancur, neo-doctorado de la universidad de Warwick, del Reino Unido, y profesor de nuestra facultad. Hernández disertó sobre la frontera inasible del espacio lógico de lo humano, a través de una confrontación entre las tradiciones analítica (McDowell, Davidson, entre otros) y la continental (Heidegger y Foucault, en especial), con respecto a la noción naturalista de 'espacio de las razones'. Según la primera tradición, la idea de racionalidad supone la posibilidad (no necesariamente el hecho) de realizar un distanciamiento y examen crítico frente a cursos de acción naturales o instintivos, abriendo igualmente la posibilidad de tomar decisiones sobre qué hacer, (así no estemos pensando simultáneamente en eso que estamos haciendo, seamos prudentes o impulsivos, y nuestras razones resulten buenas o no). Bajo la segunda, la comprensión de lo humano ha incluido no pocas veces relaciones de fuerza, de poder, modos no conceptuales de comprensión, con respecto a los cuales lo racional es considerado más como un subproducto. El encuentro de tradiciones propuesto en la Lectio parece más favorable al enriquecimiento del 'espacio de razones' que a una oposición radical interna o externa.

Finalmente, advertimos al público lector que, con miras a un mejor posicionamiento de Universitas Philosophica, hemos reestructurado nuestros Comités, editorial y científico. En consonancia, queremos brindar nuestra más cordial bienvenida y gratitud a los nuevos miembros internacionales que, generosamente, han aceptado honrar con su nombre, experiencia profesional, extensa producción académica, prestigio y sabia orientación a nuestro Comité Editorial, los profesores: Juan José Acero, de la Universidad de Granada, España; Walter Omar Kohan, de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro, Brasil - Centro de Educación y Humanidades; Patricio Andrés Mena Malet, de la Universidad Alberto Hurtado - Facultad de Filosofía y Humanidades, Santiago de Chile; y, Marcelo Perine, de la Pontificia Universidade Católica de Saõ Paulo, Brasil. Igualmente, a nuestros queridos profesores Adriana María Urrea Restrepo, Luis Antonio Cifuentes Quiñonez, Alfonso Flórez Flórez, Miguel Ángel Pérez Jiménez y Guillermo Zapata Díaz, SJ. A todos ellos, nuestro más sincero reconocimiento. Por otra parte, queremos dar las gracias por su destacada labor a nuestra anterior asistente editorial Claudia Susana Rodríguez Vargas, y la bienvenida a estas acuciosas tareas a Carlos Arturo Arias Sanabria.

El Editor