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Universitas Philosophica

versão impressa ISSN 0120-5323

Univ. philos. vol.30 no.61 Bogotá jul./dez. 2013

 

DIÁLOGO ENTRE UN DEMÓCRATA Y UN REACCIONARIO: GUILLERMO HOYOS VÁSQUEZ Y SU LECTURA FENOMENOLÓGICA DE NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA

DIALOGUE BETWEEN A DEMOCRAT AND A REACTIONARY: GUILLERMO HOYOS VÁSQUEZ AND HIS PHENOMENOLOGICAL READING OF NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA

Juan Fernando Mejía Mosquera*

*Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

Recibido: 18.12.13 Aceptado: 26.12.13


RESUMEN

Este artículo analiza la lectura fenomenológica que Guillermo Hoyos Vásquez propuso sobre la obra de Nicolás Gómez Dávila, resalta la peculiaridad de su diálogo y muestra las fuentes de la misma. Concentrándose principalmente en la cuestión del pensamiento reaccionario y en la crítica a la democracia que realiza Gómez Dávila, presenta los motivos de cercanía y de distanciamiento entre los dos autores y propone algunos matices a las ideas de ambos pensadores.

Palabras clave: Guillermo Hoyos Vásquez, Nicolás Gómez Dávila, reaccionario, crítica a la democracia, pensamiento Colombiano


ABSTRACT

This piece is an analysis of Guillermo Hoyos Vasquez's phenomenological reading of Nicolás Gómez Dávila's work, it highlights the peculiarity of a dialogue between them and shows its sources. Focusing mainly in the notion of reactionary thinking and in the criticism of democracy developed by Gómez Dávila, it presents their common points and the ones that set them apart and suggests a few important nuances for the views of both thinkers.

Key words: Guillermo Hoyos Vásquez, Nicolás Gómez Dávila, reaccionary, criticism of democracy, colombian thinking


Sócrates: Eres divino para los discursos, Fedro, y sencillamente admirable. Creo, en efecto, que siendo tantos los discursos que se han producido durante tu vida, nadie ha dado origen a tantos como tú, ya pronunciándolos tú mismo, ya obligando a otros, de alguna manera, a pronunciarlos.
Platón, Fedro, 242b

1. Producir oportunidades para dialogar

Si Guillermo Hoyos vásquez no hubiese escrito ni publicado ninguno de sus trabajos filosóficos durante su vida, la importancia de su trabajo como maestro e impulsor de la filosofía en Colombia y en Hispanoamérica habría sido suficiente para obligarnos a reflexionar sobre todas sus contribuciones a que el pensar público y compartido tuviese lugar. En ese sentido Hoyos Vásquez fue padre de muchos discursos, para usar la expresión platónica referida a Fedro, de los que pronunció y de los que llevó, invitó, sedujo y motivó a otros a producir1. A su gentileza y a su inquebrantable vocación de maestro y promotor de la filosofía debo mi participación en un proyecto que le fue muy grato2 pues, concebir y gestionar la obra Pensamiento colombiano del siglo XX implicaba hacer manifiesta una intuición crucial en la construcción de la historia intelectual del país. Con esta colección, de la que existen hoy tres volúmenes (2007, 2008, 2013), se hizo evidente la variedad y profundidad del pensamiento colombiano que el mundo académico, especialmente en filosofía, había tardado mucho en reconocer. De importancia similar fue para Hoyos la promoción de espacios como Pensar en Público, en los que se tocaron los grandes temas de nuestro tiempo ejerciendo el diálogo y teniendo presentes todas las dificultades propias de los ejercicios democráticos.

En ese espíritu, y como parte de una efectiva producción de posibilidades de articular la soberanía popular en formas de democracia deliberativa, Guillermo Hoyos promovió el conocimiento de la producción intelectual y filosófica colombiana con la configuración de un catálogo que fue tan amplio e incluyente como le fue posible; sin detenerse allí, asumió la interpelación e incitación a pensar que semejante reconocimiento hace obligatorio. Para Hoyos Vásquez la obra de Gómez Dávila implicaba un singular desafío, una demanda intelectual y, al mismo tiempo, una prueba para su talante político: incluir en el diálogo a un crítico radical de la democracia. A este desafío respondió con un texto ponderado y preciso en el que presentó el trabajo de su compatriota sin negarle ninguno de sus aspectos admirables, ensayó una interpretación de su obra que le permitió esbozar una línea de encuentro en la fenomenología, una tradición filosófica común a ambos y, finalmente, la formuló de una justa crítica. Mostraré las líneas de la interpretación fenomenológica del pensamiento reaccionario y del debate en torno a la democracia que elabora Hoyos Vásquez en el artículo titulado: Don Nicolás Gómez Dávila, pensador en español y reaccionario auténtico. También presentaré algunas anotaciones sobre ambas cuestiones, que defienden la posición de Gómez Dávila, no tanto para contradecir a Hoyos Vásquez como para ahondar en el sentido de la actitud reaccionaria en política y en filosofía.

Las conversaciones filosóficas son líneas abiertas y senderos que se bifurcan; en torno a la democracia, a su valor y su legitimidad, la discusión no puede más que abrirse y continuarse. En este caso, las razones de Gómez Dávila ameritan aún algunas horas de meditación y, también, los argumentos de Hoyos Vásquez en su contra reclaman explicación. Mientras veamos que ese movimiento puede continuar y nos permitamos unos a otros el contraste de las razones, la construcción de la filosofía y de la política serán una labor posible. Si bien las figuras de la conversación inteligente planteadas por ambos pensadores difieren en su origen y en su alcance, en cada uno encontramos sendos gestos razonados que favorecen su encuentro. El texto de Hoyos Vásquez es una respuesta al inicial llamado de Gómez Dávila, por el que nosotros, lectores de ambos, sentimos que su encuentro nos interpela y que hay mucho por decir.

2. La historia del pensamiento colombiano

En la empresa de establecer la historia del pensamiento colombiano no hay solamente un gesto académico, encontramos también un gesto político. Hoyos Vásquez apoyó varios esfuerzos en esta dirección con la convicción de que establecer de manera completa y profunda la existencia y diversidad de la actividad intelectual en Colombia constituiría un paso más en pos de la emancipación social y la construcción de una democracia genuina, y de una academia capaz de enfrentar los desafíos que una prolongada historia de conflicto social le plantea. En esa línea se desarrollaron bajo su orientación en el Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR proyectos como la colección Pensamiento Colombiano del Siglo XX y la Biblioteca Virtual del Pensamiento Filosófico en Colombia3. En ambos proyectos se dan elementos para discutir sobre la producción intelectual colombiana, su filiación cultural, su libertad y autonomía, su contribución a la construcción de cierto tipo de sociedad, su conexión ideológica con las luchas sociales de su tiempo.

Hoyos Vásquez presenta el trabajo de los editores de Pensamiento colombiano del siglo XX como un tipo de historia intelectual en la que, a pesar de haber optado por presentar figuras sobresalientes del pensamiento en sentido amplio, la prioridad no está en el registro de los logros individuales, sino en la necesidad de clarificar el aporte de los pensadores a la "condición humana" en un renovado sentido de humanismo (Hoyos, 2008: 1086). Esto resulta especialmente significativo en la presentación del pensamiento de Gómez Dávila pues, como autor, representa en varios sentidos lo que las posturas dominantes en su tiempo consideraban digno de ser evitado. El reaccionario es plenamente extemporáneo o anacrónico para quien considera que el compromiso directo con la acción política y con las luchas sociales de su pueblo constituyen el rasgo definitorio del intelectual. Se muestra de esta manera que, para muchos intelectuales de su tiempo y de su espacio, Gómez Dávila no debería hacer parte de lo que se considera pensamiento o filosofía colombianos del siglo XX. Hoyos Vásquez no omite el señalamiento que significa hablar de un brillante pensador de la aristocracia santafereña. Gómez Dávila pudo haber sido excluido del panorama del pensamiento colombiano en virtud de su condición social y de su estilo literario, no solamente por profesar el escepticismo frente a la acción política del reaccionario4.

Es justamente este talante excepcional, casi de excluido, el que llama la atención de Hoyos Vásquez, quien procede a presentar a Gómez Dávila ante la comunidad filosófica hispanoamericana desde su peculiaridad de pensador reaccionario y en español, resaltando sus diferencias con respecto a los desarrollos de la Filosofía Latinoamericana de los años 70 (Hoyos, 2008: 1085). Podemos distinguir, según Hoyos Vásquez, que:

Hay corrientes de la así llamada filosofía latinoamericana que surgieron en íntima relación con la filosofía moderna buscando articularla en el contexto de las luchas sociales y políticas de sus naciones. Otras, y éste es el caso de la naciente filosofía latinoamericana en Colombia, buscaron afanosamente distanciarse de la filosofía moderna pensando que su universalismo y falta de concreción no permitían pensar la realidad. (Hoyos, 2008: 1086-1087).

Este contraste es el que hace necesario presentar con profundidad los factores que en la escritura de Gómez Dávila van configurando una obra con un sentido filosófico propio y digno de inscribirse en una tradición universal, y de mostrar que esos factores tienen un sentido político, por difícil que sea de entender.

Debemos anotar, además, que el propio Hoyos Vásquez tiene que dar un debate al presentar el modo de trabajo de Gómez Dávila como una opción legítima de ejercicio filosófico, pues en aquellos días se ponía en la mira también a los que formados técnicamente en la tradición académica practicaban el pensar inscribiéndose en tradiciones como el pensamiento kantiano, la fenomenología e, incluso, la teoría crítica de la escuela de Frankfurt. Como si la actividad de la filosofía académica resultase tan reaccionaria como la del reaccionario confeso. Así registra Hoyos Vásquez los ataques que le dirigiera Orlando Fals Borda:

En el momento de los movimientos sociales en América Latina, de la revuelta de mayo del 68 y de la movilización universitaria, sus acompañantes intelectuales pensaron que era necesario tomar distancia del pensamiento reaccionario para poder apostarle "a la autonomía científica y cultural en Colombia" (Fals, 1970). En nombre de la liberación latinoamericana se condenó el entonces así llamado colonialismo intelectual y la cultura elitista extranjerizante. A ella se sumaban "los especialistas de orientación o formación kantiana que rinden pleitesía a tipos formales o instrumentales de racionalidad" (Fals, 1987: 87). Y en nombre de la emancipación y de la investigación-acción participativa se elogiaba a quienes dejaban "de pensar en alemán", se distanciaban de la "inevitable exégesis de Kant", obviaban "la cititis de autoridad (Husserl y Habermas...)" y rompían definitivamente con "la misteriosa jerga ocupacional que aleja de la realidad colombiana a nuestros filósofos" (Fals, 1987: 90; Hoyos, 2008: 1097).

Lo más interesante, ante un debate en el que las partes no dejaban de descalificarse en virtud de sus prejuicios, es que Hoyos Vásquez puede caracterizar la posición tomada de los liberacionistas5 y la de Gómez Dávila y sus contertulios para luego afirmar que esta situación fue algo que no favoreció a ninguna de las dos partes, que perdieron de todas formas "la cosa misma": el uso ético de la razón práctica, en cuanto esfuerzo por comprender el contexto histórico, cultural y social, para buscarle soluciones políticas (Cfr. Hoyos, 1998).

Este es el horizonte desde el que filosofaba Hoyos Vásquez y del cual dejó testimonio no solamente en sus escritos sino en todas las actividades educativas y políticas en las que se comprometió; fue siempre consecuente con su convicción de que la filosofía debía cooperar en la construcción intersubjetiva de espacios políticos cada vez más democráticos. Decirlo en este punto ayuda a caracterizar al demócrata que se da cita para conversar con el reaccionario, el pensador de la clase abierta, que viajó por todos los rincones del país y recordó los nombres e intereses de los discípulos e interlocutores, el filósofo que nunca se limitó al confín de su biblioteca y que con una perspectiva crítica insobornable procuró construir un sistema educativo incluyente coronado por una digna institución universitaria. Las semblanzas6 de Hoyos Vásquez se multiplican hoy, a un año de su muerte, y dan testimonio de un carácter y un estilo que contrastan diametralmente con las de Gómez Dávila, cuya posición y talante intentó comprender y criticar con justicia, empezando por la contundencia de su estilo.

Si bien, existe una extendida imagen de la presencia de Gómez Dávila en la vida cultural colombiana, debemos recordar que aunque no haya habido una recepción masiva de su trabajo, éste tuvo una influencia decisiva en un grupo de contemporáneos de la mayor importancia. Además, debemos notar que antes de las ediciones públicas o comerciales de sus obras tenemos noticia su presencia en varias revistas, por ejemplo: Eco, que por entonces tenía un perfil bastante peculiar7. Habría que resaltar otras labores llevadas a cabo de forma discreta y modesta pero de importancia singular, como la inspiración en la fundación de la Universidad de los Andes. Así mismo, la importancia que tuvieron sus tertulias8 en las que fluía la conversación sobre los grandes temas intelectuales y de la actualidad nacional, que han salido a la luz con mayor relevancia recientemente. Tenemos, además, algunas noticias sobre la expresión privada de sus opiniones políticas que contrastaron siempre con las de quienes pueden valerse de los medios masivos para divulgarlas.

3. Pensamiento, lengua y género literario en Gómez Dávila según Hoyos Vásquez

El rasgo más evidente del pensamiento de Gómez Dávila es su encarnación lingüística9, el tratamiento del lenguaje que es al mismo tiempo forja de la idea, la búsqueda de una unión necesaria de palabra escrita y pensamiento. Para Gómez Dávila es imposible pensar sin escribir, imposible vivir sin pensar. La escritura está en Gómez Dávila marcada por elecciones vitales, es la actividad que hace posible la forma de vida del pensador reaccionario. Inseparable del acto de lectura, la escritura en Gómez Dávila se transforma y se dispersa como la curiosidad y las referencias de los libros entre sí. Bitácora de un lector libre, hedonista y voraz, la escritura gomezdaviliana es en la mayoría de los casos un diario de lectura, compañía, nemotecnia y palimpsesto. La evidencia de su importancia reclama una explicación de la diferencia de los géneros que cultivó y la opción por el escolio. Este tema ha sido objeto de un debate que Hoyos Vásquez conocía perfectamente y reseñó de forma adecuada decantándose por la explicación de Franco Volpi (2005) en contraste con la de Oscar Torres Duque (1997), especialmente, en lo que se refiere al valor filosófico y relevancia de Textos I. Empero, Hoyos Vásquez concuerda con estos dos autores en que el escolio como género literario es también el vehículo más depurado de su pensamiento, la prosa certera de los cinco volúmenes de los escolios se impone para todos ellos como realización plena de una obra filosófica que ha de fundarse más en su capacidad de persuasión y evocación que en la destreza argumentativa. Hoyos Vásquez verá en estas frases balanceadas y pulidas la prueba de una clara vocación por el pensamiento en español y el culmen de una obra mayor. En ese sentido, los Escolios ocuparán un lugar privilegiado y se presentarán como el telos del proceso creativo de Gómez Dávila.

Hoyos Vásquez presenta la obra de Gómez Dávila elaborando una hipótesis sobre la génesis de su estilo y la evolución de los géneros literarios que cultivó durante su vida, que lo condujeron al escolio como la forma más apropiada para la expresión de su pensamiento (Hoyos, 2008: 1087-1089). Según esta lectura, es conveniente tomar en serio los títulos que el propio Gómez Dávila puso a la secuencia, de modo tal que Notas ha de tomarse como "una reunión de notas de trabajo de quien ha leído mucho y tiene el proyecto de una obra importante" (Hoyos, 2008: 1087)10. Es en Textos I donde encuentra un esfuerzo sistemático y la exposición de una antropología en la que señala:

[C]ercanía a Heidegger y más todavía al Husserl de las lecciones de 1907 sobre la conciencia de tiempo inmanente (Husserl, 1959). Allí se caracteriza la intencionalidad de la conciencia con riguroso talante fenomenológico, que acompañará a un Gómez Dávila, enemigo de la especulación y partidario de lo concreto. Más tarde en sus Escolios un lector fenomenólogo podrá descubrir el método de la intuición eidética (Wesensschau), especialmente en la manera como formula con frecuencia las relaciones internas que analiza, en el sentido de que éstas nos son dadas en auténtica intuición categorial: las categorías, los estados de cosas, las relaciones entre los objetos y las situaciones me son dadas en la intuición al igual que los objetos mismos (Hoyos, 1993; 2008: 1087-1088).

A continuación, señala la importancia de dos ensayos independientes y de factura similar a los que encontramos en Textos I: De Iure, tratado sobre filosofía del derecho11 y El reaccionario auténtico, este último le merecerá una atención especial en la caracterización del pensamiento y del pensador reaccionario. Acto seguido, Hoyos Vásquez se ocupa de resaltar los rasgos principales del género de los Escolios y la significación filosófica de un modo de escritura que prefiere optar por la intuición, por la provocación, por la ruptura, por la ironía, por la sugerencia, en una palabra, por la reacción (Hoyos, 2008: 1088). Gómez Dávila caracterizaba los Escolios por medio de la metáfora de la composición pointilliste (ETI, 1, 11) en la cual el lector debe aportar la fusión de tonos puros (Notas, 457); para Hoyos Vásquez, esto hace que pensemos:

(...) en el sentido que da Husserl a la evidencia como la vivencia de estar con la cosa misma. La puntualidad de la evidencia apodíctica, más que la claridad aportada por la evidencia en vía de adecuación, pone en movimiento el proceso intencional de verificación en el que se constituye el sentido y se valida la realidad que se me da en las vivencias (Hoyos, 2008: 1088).

Varios caminos pudieron conducir a Gómez Dávila a hacer del escolio la forma apropiada a la expresión de su pensamiento: él mismo expresa una afinidad entre su forma de vida y la nota o el diario; ésta se acopla a su modo de lectura y permite la meditación sobre los temas básicos de su interrogación: los lugares comunes siempre revisitados por la filosofía. La nota tiene las peculiaridades de la escritura fragmentaria que encontraremos en forma depurada y perfecta en los Escolios:

[E]s asir el tema en su forma más abstracta, cuando apenas nace, o cuando muere dejando un puro esquema. La idea es aquí un centro ardiente, un foco de seca luz. De ella provendrán consecuencias infinitas, pero no es aún sino germen, y promesa en sí encerrada. Quien así escribe no toca sino las cimas de la idea, una dura punta de diamante. Entre las ideas juega el aire y se extiende el espacio. Sus relaciones son secretas, sus raíces escondidas. El pensamiento que las une y la lleva no se revela en su trabajo, sino en sus frutos, en ellas, desatadas y solas, archipiélagos que afloran en un mar desconocido. Así escribe Nietzsche, así quiso la muerte que Pascal escribiese (Gómez Dávila, 2003: 56-57).

Este modo intuitivo de escribir permite a Gómez Dávila una movilidad enorme en el pensamiento, y sus experimentos sistemáticos apuntan a un centro sobre el cual no existe, sin embargo, acuerdo entre sus comentadores. El escolio no es solamente aforismo, siendo compacto y completo12 como expresión verbal remite siempre a otro texto, el texto implícito sobre el cual Hoyos Vásquez siente la imperiosa necesidad de preguntarse. Tras registrar varias líneas del debate sobre el punto, Hoyos Vásquez decide seguir la famosa afirmación de Pizano de Brigard (2013) constituye el texto implícito, confirmado, según él, por el propio autor y cuyo tema es la democracia.

El primer paso para seguir la pista del texto implícito en Textos I es interpretar la noción de la filosofía que se consagra en ellos: el cultivo del lugar común13, para Hoyos Vásquez, significa que Gómez Dávila comparte con la fenomenología su interés por lo cotidiano, por el mundo de la vida (Hoyos, 2008: 1090). Según Hoyos Vásquez, existe una resonancia entre dicha noción y la caracterización heiedeggeriana del pensamiento en la

Carta sobre el humanismo:
Se juzga al pensar según una medida que le es inadecuada. Este juzgamiento se asemeja al procedimiento que intenta aquilatar la esencia y virtud del pez en vista del tiempo y modo en que es capaz de vivir en lo seco de la tierra. Hace tiempo, hace demasiado tiempo, que el pensar está en lo seco. ¿Se puede pues llamar "irracionalismo" al empeño por reconducir el pensar a su elemento? (Heidegger, 1981: 66-67).

Esta idea fue de una gran importancia para Hoyos Vásquez en la última década de su vida. Resulta muy significativo que encuentre semejante coincidencia con quien, a primera vista, parecería un antagonista profundo. La imagen del pez fuera del agua y la búsqueda del elemento propio se conjuga, según Hoyos Vásquez, con la crítica al positivismo que Gómez Dávila comparte con el Husserl de la Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Se trata de una versión de la vuelta a las cosas mismas en la que se combinan la rehabilitación de la doxa y una versión de la skepsis14. Fenomenología y pensamiento reaccionarios coincidirían en una crítica de la filosofía y en un renovado interés por el mundo de la vida. Podríamos afirmar que la opción de Gómez Dávila por el mundo de la vida, por la cotidianidad, viene fundada en su descubrimiento de que "en verdad nada más imprudente y necio que el común desdén del lugar común" (Gómez Dávila, 2002: 18). Esto le permite concluir estas consideraciones sobre el tema de la filosofía con la siguiente sentencia: "Cualquiera que sea el disfraz que revista, el lugar común es una invitación tácita a cavar en su recinto" (Gómez Dávila, 2002: 19; Hoyos, 2008: 1091).

A continuación, estudiaremos estas coincidencias.

4. Fenomenología y Pensamiento Reaccionario

Siguiendo la pista del texto implícito, Hoyos Vásquez se concentra en Textos I, una obra que demuestra según él, de forma privilegiada, los nexos de Gómez Dávila con la fenomenología; en algunos casos, con resonancias heideggerianas y, en otros, husserlianas; con ello, sigue Hoyos Vásquez una línea de lectura desarrollada por Franco Volpi a quien elogia permanentemente.

Según Hoyos Vásquez, Textos I expone la antropología de Gómez Dávila de forma tal que la relación entre la conciencia y el mundo de la vida pueden comprenderse en clara resonancia con ideas expuestas por Husserl. Una lectura fenomenológica del pensamiento reaccionario muestra cómo la opción por la vida concreta y la realidad que se nos presenta funda un pensamiento penetrante y a la vez crítico. Así, la versión de lo que ser reaccionario significa tiene una connotación filosóficamente poderosa en la lectura de Hoyos Vásquez quién está dispuesto a conceder que podemos comprender la actitud reaccionaria como disposición intelectual, como ejercicio del pensamiento en el más auténtico sentido de búsqueda de la realidad misma.

Ya hemos resaltado la manera en que este talante filosófico se materializa en el ejercicio de varias formas de escritura que conducen, según Hoyos Vásquez a un único género literario. Ese género literario, el escolio, tiene una peculiaridad en Gómez Dávila. Si bien, como todo comentario, se presenta como un texto esencialmente referido a otro texto, Gómez Dávila renuncia a declarar en su obra misma cuál es el texto en cuyas márgenes inscribe sus glosas. Este silencio ha dado lugar a uno de los debates más importantes de la interpretación gomezdaviliana: la identificación del texto implícito.

De la antropología del reaccionario pasa Hoyos Vásquez a un texto muy peculiar que en términos de estilo se parece bastante a los consignados en Textos I, a saber: El reaccionario auténtico (1995). Hoyos Vásquez sigue el planteamiento de Gómez Dávila y se encuentra paso a paso con las dificultades que éste genera.

5. El demócrata frente al reaccionario

cuando Hoyos Vásquez realiza su exposición del texto implícito al que se refieren los escolios de Gómez Dávila, despliega una estrategia argumentativa muy interesante, pues hace gala de su proverbial creatividad al leer un texto filosófico, virtud que rivaliza con su agudeza y habilidad para defender los puntos con los que se comprometió a lo largo de toda su carrera filosófica.

Hoyos Vásquez señala varios puntos de contacto entre la fenomenología y el pensamiento reaccionario; luego, procede a caracterizar al reaccionario a partir de El raccionario auténtico para finalizar con una exposición severamente crítica de la crítica gomezdaviliana de la democracia.

Hoyos Vásquez opta por señalar el núcleo del problema y lo localiza en la evocación del gnosticismo que Gómez Dávila pone en el epígrafe. Para Gómez Dávila, la doctrina democrática tiene su origen en la comprensión gnóstica del hombre: un dualismo en el que el elemento racional del hombre dirige sus acciones y lo conduce a su salvación. Gómez Dávila rastrea cómo esta forma de herejía fluye por cauces cristianos durante siglos hasta consumar la divinización del hombre que se proclama en la doctrina democrática. Este es, también, el núcleo del desacuerdo entre los dos autores: mientras la consideración fundamental del fenómeno para Gómez Dávila es religiosa y teológica, Hoyos Vásquez considera que dicho punto de partida premoderno ignora la cosa misma.

Hoyos Vásquez al dar su lectura de El reaccionario auténtico señala que esta imagen está fundada en un compromiso con el cristianismo y con la iglesia como esquema de comprensión de la historia. Aunque este rasgo resulta muy sospechoso para Hoyos Vásquez, no le impide reconocer que el pensador reaccionario es, ante todo, un cultor de la lucidez y la inteligencia, pues apunta una de las claves de la relación del reaccionario con la historia recurriendo a un escolio espléndido: "El pasado que el reaccionario encomia no es época histórica, sino norma concreta. Lo que el reaccionario admira en otros siglos no es su realidad siempre miserable, sino la norma peculiar a que desobedecían" (Gómez Dávila, 1977a: 162). Aparece, de este modo, otro de los núcleos del problema: la relación de la historia humana con la trascendencia, el compromiso del reaccionario con la objetividad de los valores. Hoyos Vásquez mira estos temas con profunda desconfianza.

Es muy difícil no sentir en el tono de Hoyos Vásquez la incomodidad que, según Gómez Dávila, la existencia del reaccionario produce en los progresistas. A pesar de ello, Hoyos Vásquez dibuja al reaccionario, y desde su desconfianza en la realidad del progreso, la actitud paradójica ante la historia que conjuga condena y resignación, para lo cual apela a su maestro Habermas, quien habla en nombre de los progresistas: "Para ambos esto es cinismo y parecen espetarle el famoso veredicto de Jürgen Habermas: los intelectuales, "lo único que no pueden permitirse es ser cínicos" (Habermas, 2005: 26).

Uno de los puntos que oponen al demócrata y al reaccionario es la emergencia de la obligación ética a partir de una comprensión de la historia. Mientras que el progresista reclama acuerdo o crítica, pero siempre acción y compromiso; la ética del reaccionario consiste en testimoniar su asco por el mundo moderno manteniéndose como observador. Esto lleva a Hoyos Vásquez a evocar la diferencia entre Spengler y Husserl y su visión de la decadencia de occidente15. Sin embargo, esa consumación del fatum por la contemplación pasiva contrasta con la reacción como rebeldía que sostiene Gómez Dávila, pues "contra la insurrección suprema, una total rebeldía nos levanta. El rechazo integral de la doctrina democrática es el reducto final, y exiguo, de la libertad humana. En nuestro tiempo, la rebeldía es reaccionaria, o no es más que una farsa hipócrita y fácil" (Gómez Dávila, 2002: 84).

A través de la lectura de Ernesto Volkening, Hoyos Vásquez logra continuar su lectura fenomenológica de Gómez Dávila:

[L]a del reaccionario es una actitud muy cercana a la epoché del fundador de la fenomenología. Nos da pie la descripción fenomenológica del reaccionario ofrecida por Volkening: "Absteniéndose, el reaccionario conserva su integridad y su independencia, que unidas a su inteligencia igualmente insobornable (... ) constituyen rasgos archicaracterísticos de lo que pudiéramos llamar su 'complexión moral'(Hoyos, 2008: 1093).

La interpretación de la relación entre reacción y reducción fenomenológica es simplemente magistral:

Creemos que una buena manera de acercarse a la actitud del reaccionario auténtico puede ser la "reducción fenomenológica" con base en la epoché. Así como reducción viene de reducere, en el sentido de "volver a", por ejemplo "a las cosas mismas", tan bien expresado por Husserl en su "zurück zu den Sachen selbst" (vuelta a las cosas mismas), reacción viene de reagere, y bien pudiera comprenderse como un volver al sentido mismo del actuar, y no como un actuar en contra" (Hoyos, 2008: 1093).

El reaccionario, sin embargo, solamente se cerraría al juicio para respirar, calcular y apuntar para poder realizar durante su meditación un juicio certero. En este sentido Volkening, recogido por Hoyos Vásquez, resalta su entereza moral ante el hecho cumplido.

Con estos reconocimientos al talante filosófico reaccionario, Hoyos Vásquez vuelve los ojos al que considera el texto implícito para evaluar lo que él considera una interpretación teológica de la historia como base de una crítica a la democracia. Para Hoyos Vásquez esta visión de las cosas es sesgada, deductiva y no matizada, le atribuye una cercanía a las ideas de Benedicto XVI y la identifica con cierta ortodoxia católica de corte escolástico. En mi opinión, Hoyos Vásquez procede aún más rápido que Gómez Dávila pues da por conocidos los matices del cristianismo y del catolicismo gomezdaviliano. Si bien le reconoce no haber aceptado que la reacción deba tomar la forma política de la restauración al modo del pensamiento francés del siglo XIX, para Hoyos Vásquez el ensayo sexto de Textos I constituye el derrumbe del andamiaje crítico e inteligible del pensamiento de Gómez Dávila.

Donde Gómez Dávila ve una discusión sobre la explicación de los hechos sociales a partir de las opciones religiosas, Hoyos Vásquez encuentra una crítica a la noción moderna de democracia que parte de una mala definición, leída desde una posición religiosa integrista. Entran en una discusión muy difícil de conciliar las visiones que los dos autores tienen de nociones cruciales como soberanía popular, estado de derecho y fundamento moral de los derechos humanos. Esta discusión no consiste tanto en afirmar o negar la existencia y el valor de estos conceptos claves en la modernidad, sino en el talante de la explicación. Allí donde Hoyos Vásquez observa una deformación teológica, Gómez Dávila ve el reconocimiento del hecho más relevante de la constitución social. Lo que Hoyos Vásquez considera una visión reductiva de la política, alejada de las ciudadanas y ciudadanos, Gómez Dávila podría señalarlo en la iglesia católica como una estructura histórica de construcción de la comprensión de lo humano. Ante la aguda exposición de las cuatro tesis básicas de la doctrina democrática, Hoyos Vásquez sostiene la necesidad de ver la democracia desde la filosofía moral y del derecho, de reivindicar la crítica y la utopía en fin, la democracia como construcción de una política deliberativa.

Conectadas con estas ideas encontramos, también, la relación entre técnica y mundo de la vida, que podría ser un punto que acercara a los autores si se considera, además, la relación especial que existe con el paisaje y el habitar en el pensamiento reaccionario. En este punto, Hoyos Vásquez solamente observa un eco de la teología natural escolástica.

Finalmente, la noción de estado soberano, ámbito de la deificación del hombre según Gómez Dávila, parece a los ojos de Hoyos Vásquez, comprenderse a partir del derecho natural que, según él se despliega en De Iure (Gómez Dávila, 1988). Esta visión quedaría coronada por un supremo acto de cinismo refinado:

Las consecuencias de las tesis espantan a quienes las proclaman, y les sugiere remediar su error apelando a imprescriptibles derechos del hombre. El proyecto revela su origen reaccionario, a pesar de su endeble argumentación metafísica, porque substraer al pueblo soberano una fracción de su poder presunto, por medio de una declaración solemne de principios, o de una constitución taxativa de derechos, es una felonía contra los postulados democráticos (Gómez Dávila, 2002: 82)

Imagino una escena basada en la posibilidad de discutir este asunto, los dos pensadores, respetuosos y hábiles, elegantes y agudos, puestos en el colmo de la distancia pero felices de reconocer un adversario inteligente; se enfrentarían al problema de la objetividad y el universalismo de ciertos valores que ambos reconocen, por los que ambos se sentían interpelados. El diálogo continuaría.


Pie de página

1Sócrates llama a Fedro "padre del discurso" en Banquete, 177d, kallipaida, padre de hermosos hijos en Fedro 216a y hace la bella mención de su incitación al origen de discursos en la frase de 242b que hemos puesto como epígrafe.
2Véase: Castro-Gómez, S.; Flórez-Malagón, A.; Hoyos Vásquez, G. y Millán de Benavides, C. (Eds). (2007, 2008, 2013). Pensamiento colombiano del siglo XX. Tomos I, II, III. Bogotá: Editorial Pontificia Uiversidad Javeriana/mstrtuto PENSAR. ISBN: 9789586839655 (Tomo I), 9789587161137 (Tomo II), 789587165784 (Tomo III).
3Bajo la dirección de Manuel Domínguez Miranda hasta 2013. http://www.javeriana.edu.co/pensar/biblio_p/presentacion.htm; http://190.216.132.131:8080/gruplac/jsp/visualiza/visualizagr.jsp?nro=00000000000100
4A esta exclusión señalada por Hoyos Vásquez podría sumarse también la de quienes insisten en la diferencia entre la filosofía académica y el pensamiento ejercido fuera de los cánones y de los métodos disciplinarios, incluyendo el tratamiento literario de la lengua y la experimentación con diversas formas de escritura. Al respecto, véase: Mejía Mosquera, 2000.
5En este ambiente chauvinista y de rechazo a la filosofía tradicional, en la que no se distinguían diversas corrientes, a no ser las marxistas doctrinarias y de cartilla, de buen recibo para los liberacionistas, surge en Colombia la así llamada filosofía latinoamericana muy de la mano de la teología de la liberación, más dependientes una y otra de las ciencias sociales críticas, sociología y antropología, que de la misma filosofía (Cfr. Hoyos, 2000), (Hoyos, 2008: 1097)
6No puedo más que expresar mi acuerdo y admiración por el obituario de Angela Calvo publicado en la revista Razón Pública, 20.01.13 versión Online: http://t.co/d82wgugefD, y por el de Adriana Urrea, en la Revista Arcadia: http://www.revistaarcadia.com/impresa/obituario/articulo/guillermo-hoyos-vasquez-medellin-septiembre-1935-bogota-enero-2013/30960. Ambos obituarios fueron reimpresos en Universitas Philosophica 60, Año 30, enero-junio 2013 (pp. 249-253).
7Trabajo de Nicolás Antonio Barguil, Tomás Molina y Nicolás Felipe Díaz G. en preparación.
8Véase: Pizano De Brigard, F. (2013)
9El asunto del pensar en español es crucial para Hoyos Vásquez en su valoración de la obra de Gómez Dávila, al registrarlo evoca una de las declaraciones más contundentes del bogotano: Toda filosofía está pensada en la sustancia misma de un idioma; se engendra en una materia verbal. Traducir una filosofía es cosa imposible, ya que destruimos su sentido al suprimir el orden lingüístico al que pertenece y al que se refieren para alcanzar su pleno valor los conceptos más abstractos (Gómez Dávila, 2003: 69). Para Hoyos Vásquez, esto nos envía al problema de la traducibilidad de la filosofía con lo cual podría abrirse un debate en el que presente trabajo no me permite entrar; sin embargo, es muy significativo que el antioqueño pondere el apego a la lengua propia que se sigue de la afirmación gomezdaviliana, sin que esto implique afirmar también una ruptura en la comunicación con quienes no hablan la propia lengua. Vale la pena citar el modo en que Hoyos Vásquez resuelve el asunto haciendo gala de sus creatividad de lector que siempre le permitió sacar de sus lecturas el mayor rendimiento filosófico a favor de sus propias posturas: "Quien así escribe no deja duda de un manejo excelente de su propio idioma y de que puede pensar en español. Más aún, parece sugerir que la filosofía debe ser pensada en el idioma de quien la piensa, en cierta forma la hipótesis de nuestro programa PENSAR EN ESPAÑOL. Gómez Dávila conoce además muy bien tanto el griego y el latín clásicos, como el francés, el alemán, el inglés, el italiano, el portugués. Tiene autoridad, por tanto, para referirse al problema de la traducción. Pero no es necesario compartir su maximalismo en el sentido de que es imposible dialogar en español con quienes no escriben en español. Se trataría más bien de una condición para los traductores: la filosofía no son sólo las ideas, tampoco sólo los textos. Y entonces toda traducción debe esforzarse por buscar ser fiel a esta relación entre ideas e idioma, lo que Gómez Dávila llama materia verbal. Y la forma es el estilo. Su producción filosófico literaria es en este sentido paradigmática" (Hoyos, 2008: 1089).
10El resaltado es mío.
11Este texto es una de las fuentes más importantes aunque condensadas de la crítica gomezdaviliana a la democracia.
12El escolio pretende ser anotación marginal o comentario de un texto de gran importancia, instancia de revelación de lo verdadero, el escolio opera como guía de la comprensión del texto comentado, clarificación de la sabiduría o explicación de la verdad.
13Hoyos Vásquez cita en extenso este pasaje de Notas: "La filosofía que no se resigna a impuros manipuleos peligra satisfacerse sólo a sí misma. Fascinada por la precisión que logra al obedecer a estrictas normas técnicas, suele escoger con habilidad los problemas que le conviene afrontar. La importancia que les atribuye, o la urgencia que les concede, no admiten más criterio que la docilidad con la cual los problemas se someten a las exigencias del método celosamente elaborado (Gómez Dávila, 2002: 17)".
14Porque así como la opinión puede ser el origen de un escepticismo que deviene antifilosofía, también ella puede ser alma mater de la filosofía, dado que precisamente es en el mundo de la vida, donde situativa, vivencial y relativamente se nos dan las cosas mismas. Esta ambivalencia de la skepsis no puede ser solucionada de manera acrítica, es decir, afirmando ingenuamente las "verdades objetivas", negando precipitadamente las opiniones, como quien corta de un tajo la cabeza a la Medusa, ignorando ingenuamente que se reproducirán nuevas cabezas. Refutada la opinión con supuestas objetividades, persiste la skepsis con nueva fuerza. Es necesario por tanto "acertarle en el corazón" (Husserl, 1956: 57). Si se comprende bien, ésta podría ser la actitud reaccionaria. (Hoyos, 2008: 1091)
15"El sentido que da el reaccionario al destino no está lejos del sentido fenomenológico que diera Husserl a su lectura de Oswald Spengler, difiriendo el fundador de la fenomenología en su talante optimista del derrotismo del reaccionario: "¿O es que acaso hemos de aguardar a ver si esta cultura sana por sí sola en el juego azaroso entre las fuerzas creadoras y destructoras de valores? ¿Asistiremos acaso a 'la decadencia de Occidente' ('Untergang des Abendlandes') como a un fatum que pasa sobre nuestras cabezas? El fatum sólo existe si pasivamente lo contemplamos [...], si pasivamente pudiéramos contemplarlo. Pero ni siquiera quienes nos lo pregonan pueden así hacer" (Husserl, 2002: 2; Hoyos, 2008: 1093).


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