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Universitas Philosophica

Print version ISSN 0120-5323

Univ. philos. vol.30 no.61 Bogotá July/Dec. 2013

 

EN TORNO A LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA

Franco Alírio Vergara Moreno*

*Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.


Ya son sesenta y siete los años que agitan mi desvelo a través de la tierra griega, y desde mi nacimiento hasta entonces había pasado
otros veinticinco años, si es que sé hablar con verdad acerca de estas cosas.
Jenófanes

En cualquier caso, partimos del hecho de que lo realmente importante en nuestra labor es la filosofía y en ella el filosofar, o lo que es lo mismo, la actividad que hace vivas nuestras tareas. Una de ellas, en nuestra facultad, ha sido designada con el nombre de Historia de la filosofía.

A partir de las realizaciones de la filosofía en el S. XIX se había llegado a creer que la Historia de la Filosofía era filosofía, pero esto hoy está en entredicho y se ha llegado a pensar que ocuparse de ella no es necesario e, incluso, es una pérdida de tiempo; que más vale dedicarse a los denominados problemas filosóficos de alguna disciplina de la filosofía, a saber: epistemología, ética, filosofía del lenguaje, estética, filosofía política, filosofía de la mente, etc. En muchas partes, la asignatura designada con este nombre ha desaparecido. Sin embargo, aún en su destierro, esta ocupación no deja de estar presente pues, tarde o temprano, quizás por una costumbre inveterada, nos referimos al pasado de la filosofía, algo que suele ser reprochado desde el sentido común: ¿por qué ir al pasado con todos los problemas del presente? En ello hay razón. Rememorar algo tan solo para observar su carácter venerable y darle un adiós respetuoso no es, en definitiva, decente, ni, menos aún, útil. Hay una esperanza cuando caemos en la cuenta de que en filosofía la historia del problema hace parte del problema, aunque se haga con un fin refutativo: es tan satisfactorio saber que otros han planteado los problemas y que actualmente nos encontramos en una mejor disposición para plantearlos y resolverlos. Esta satisfacción, sin embargo, se convierte en decepción cuando observamos que hacer tal cosa es algo puramente formal, pues se vuelve a quedar en la misma situación que antes de emprender la "indagación histórica".

¿Por qué ocurre esto? Considero que tal situación acontece a causa de una representación acrítica de lo que es la filosofía y que, en muchos casos, ocurre por lo que Marx denominó la naturalización de las categorías: esa creencia según la cual el presente es el mejor estado de la cosa, creencia que convertida en firme convicción o prejuicio se da por natural, al punto que cualquier ataque a la misma es, por decirlo menos, un disparate, o, si se insiste en ello, una actitud peligrosa que debe no sólo ser menospreciada, como se hace con cualquier disparate, sino rechazada y excluida. En su obra, Marx se refiere a lo que, en general, se denomina sociedad capitalista, que bien puede ocurrir en todos los campos: en la economía, por ejemplo, se dan por eternas sus leyes; en la política, en la que se cree que la forma democrática liberal es la forma natural, finalmente hallada de la convivencia social. Este fenómeno humano, en el cual lo alcanzado históricamente, esto es, a través del tiempo, y con el trabajo de todos los seres humanos, se solidifica como una forma definitiva, tiene implicaciones prácticas y teóricas en nuestras vidas.

La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados prestablecidos del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural, predisponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. (...)

Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por lo tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías. (Marx, 1976: 40-41)

Como resultado de ello y basados en las convicciones emanadas de nuestra forma actual de trabajo filosófico, hacemos estéril la investigación del devenir de nuestra actividad, pues queremos encontrar en ella el camino que linealmente llega hasta nosotros, y extrañamos en nuestros predecesores lo que nos parece que deberían contener; de este modo, se nos presenta como una anomalía lo que no armoniza con la forma habitual o el ideal concebido de nuestra actividad.

Este es el tipo de historia que, en general, consciente o inconscientemente nos agrada escuchar. La tarea de investigación de lo que ha sido históricamente la filosofía, en la cual ella misma está en juego y, en ningún caso exenta del anacronismo, pues estamos insertos en una tradición consolidada, es decir, en una forma de vida definida de la filosofía, se nos impone como carácter. Sin embargo, considero, que el hecho de hacerla nos puede arrojar luces críticas sobre nuestra propia actividad, aunque tal vez, termine en un fin terapéutico, ya que nos cura de la creencia vana de que la nuestra es la única manera de filosofar.

Afortunadamente, en el campo de la práctica de la filosofía se ha consolidado una ocupación con el nombre genérico de edición crítica de fuentes o textos de la filosofía. Y esa labor no cesa de realizarse. Un grandioso ejemplo de ello es el denominado DK, el resultado de la tradición crítica de la filología alemana del S. XIX. A este recurren quienes editan y estudian los llamados -precisamente a partir de esta obra- presocráticos, sin olvidar que con ese nombre, Diels y Kranz tomaron unas decisiones histórico-filosóficas que hay que tener en cuenta o, por lo menos, no perder de vista: en filosofía, la denominación de las cosas no es nunca pura convención, pues el nombre de presocráticos no es inocuo. Recuérdese, además, como un ejemplo, lo que ha implicado la edición de los escritos de Aristóteles que circulan en un libro bajo el nombre de Metafísica, y otros que han tenido consecuencias notables en el estudio de la filosofía del Estagirita al habernos percatado de que esos escritos no constituyen propiamente un libro.

Teniendo en cuenta lo anterior como punto de partida, y en forma de consideraciones o rodeos, pasaré revista a algunas constataciones de la investigación de la Historia de la Filosofía Antigua a partir de sus fuentes, y también, a las implicaciones para su determinación y valoración teórica, en lo que se refiere al comienzo y a la trayectoria inicial de la filosofía griega.

Lo que permite el acceso a las fuentes mismas y no a una exposición de sus pretendidos logros en relación con la filosofía actual, la cual hace de juez, de esencia de la filosofía, es la determinación de la Filosofía Antigua como fenómeno, es decir, la determinación de su naturaleza a partir de las condiciones de su producción. Esto mismo es lo que impide apreciar, creo, un uso acrítico de la palabra filosofía, el hecho de dar por sobrentendido su significado y sus tareas. Expliquémonos: decimos, por ejemplo, Tales de Mileto es el primer filósofo, lo damos como hecho y sobrentendido, echando por la borda dos evidencias de los textos: primero, que sea filósofo o héroe de la investigación lo sostiene fundamentalmente Aristóteles y la demografía que de él depende y, casi inmediatamente, se nos olvida que en el orden de la investigación nos encontramos con Tales de Mileto en el mundo aristotélico; segundo, los testimonios sobre Tales, basados en las demás fuentes y en los que se constata la percepción de los griegos comunes contemporáneos de Tales, no sólo no lo definen como filósofo, sino que lo nombran sabio, sophós, en el sentido de los denominados "siete sabios" y en el sentido de un saber que tiene un alcance práctico. Un investigador de la Historia de la Filosofía Antigua debe fijarse en esta insistencia en el carácter práctico de la filosofía, pues nos devela el mundo en el que nace la filosofía: un mundo de exigencias prácticas; se trata de la habilidad para responder a las exigencias de la vida. Si hay lo que denominamos actividad teórica, desde nosotros, es porque tiene un valor para la vida. La filosofía, como respondiendo a habilidades independientes de la comunidad de vida, como disciplina autónoma, es un fruto posterior: su estatuto se procura definir en la obra de Platón y, no obstante, su sentido teórico especifico, también se define como ocupación dentro de una forma de vivir, la vida filosófica, y como resultado cualificado de un momento del vivir. Recuérdese que en Rep. VI- VII, se delinea la figura del filósofo, el cual lleva la vida de la teoría o de la contemplación de la verdad que lo cualifica para gobernar. Del mismo modo sucede en el libro I de la Metafísica en donde Aristóteles, después de haber enumerado las potencias vitales en un orden genético de la vida animal -sensación, memoria, experiencia-, pasa en el círculo de la naturaleza al hombre y, en un momento cualificado de esa vida humana en comunidad -aquel capaz de generar una vida que aprovecha el ocio y permite la actualización de las potencias teóricas- aparece la filosofía primera o sabiduría. Así pues, en Platón y Aristóteles la ocupación teórica tiene de antemano una naturaleza práctica.

En suma: en un momento de la vida de la pólis aparece la exigencia práctica de que la ocupación en la investigación caracterice la vida como conjunto. El momento viviente de ese cambio es la vida de Sócrates y, por eso, no es de extrañar que, a pesar de que se considera que hay dos tradiciones alternativas en el inicio de la filosofía, la que proviene de Tales, es decir, la que supone un interés por la investigación de la naturaleza, y la inaugurada por Sócrates, la investigación ética, ambas hayan sido percibidas como la misma por el pueblo ateniense, contra la insistencia de Sócrates de que no se dedicaba a la investigación de la naturaleza. Por esta razón, cuando se caracterizan de antemano las obras de los denominados filósofos como obras de la filosofía, en el sentido técnico, se comete un abuso que impide apreciarlos en su carácter histórico y hace perder la riqueza de su contenido. Un ejemplo, para mí paradigmático, de ese abuso por el uso ahistórico, acrítico, del concepto de filosofía es el modo como se ubica y trata la República de Platón como una obra de filosofía técnica, pues se abstrae de la preocupación que la dirige: ¿cómo hay que vivir?, escenificada en el primer libro. En una ocasión, una persona que deseaba plantearse en concreto y desde el inicio, como problema práctico, la pregunta por la justicia, recibió como respuesta trabajar la República; lamentándose expresó: "es un libro de filosofía"; y tiene razón porque con ese rótulo se olvida que es una obra en la que se pone bajo examen la vida que llevan los griegos, y no un ejercicio teórico abstracto. La filosofía, tal como la practicamos desde entonces, emerge en un momento dado en esa obra, y no está desde el comienzo. Antes de los libros VI y VII, se denomina filósofo al perro guardián, y no tiene el sentido posterior de la palabra. Aquí también es bueno recordar que en la vida de la cultura griega hay otros sentidos de la palabra filosofía, uno de ellos el sentido en que Solón aparece denominado filósofo en Herodoto.

Dado lo anterior, ¿cómo podemos observar que emerge históricamente la filosofía como forma de vida? Si nos atenemos a las fuentes podemos decir: diseñando prácticamente la figura del sabio-filosofo, en sentido amplio. En la filosofía antigua lo anterior es algo manifiesto que no puede perderse de vista porque se perdería la cosa misma. Esta es la razón, considero, por la que proliferan los relatos sobre la manera de ser, las acciones y, en fin, el comportamiento de esos personajes. No sólo está el ejemplo de Tales, es también aleccionante observar la abundancia de "anécdotas" sobre Heráclito, de quien se relataba su sabiduría en sus acciones -las cuales eran percibidas por la mayoría de los griegos como misantropía y desprecio de la ciudad-, por medio de algunos actos simbólicos, v.g., declarando la preferencia de jugar más bien con los niños que discutir con los adultos, los gestos de austeridad y moderación, etc. Pero, más aún, los denominados fragmentos constituyen un aspecto de esa práctica de vida: Heráclito aconseja experimentar palabras y acciones como las que él expone a fin de comprender y de vivir de acuerdo con el logos, medida de todo lo que sucede. Por eso, teniendo en cuenta el carácter práctico de dichos actos y recursos heracliteanos, convendría llamarlos más bien prácticas filosóficas, antes que pensamientos o exposición de doctrinas, de las que harían parte integrante las denominadas anécdotas y testimonios sobre su vida. Diels y Kranz las han distinguido de la doctrina auténtica por depender, en su concepción de filosofía, de la práctica reciente de la filosofía.

En la filosofía helenística es visible la apelación al comportamiento de los maestros, como es el caso de Epicuro y Pirrón, a este último se invocaba como testimonio de que es posible la vida escéptica. Sin embargo, el caso más próximo a nosotros lo constituye la vida de Sócrates. En el Fedón, por ejemplo, se inquiere por los pormenores de la muerte de Sócrates:

Equécrates: -¿Y qué de las circunstancias de su muerte, Fedón? ¿Qué fue lo que se dijo y lo que se hizo, y quiénes los que estuvieron a su lado de sus amigos íntimos? ¿O no permitieron los magistrados que estuvieran presentes, y murió abandonado de sus amigos?
Fedón: -No, de ningún modo, sino que tuvo a algunos a su lado, y muchos incluso.
Equécrates: -Esfuérzate en relatarnos todo eso lo más precisamente posible, de no ser que tengas algún apremio de tiempo.
Fedón: -Bueno, tengo un rato libre, e intentaré haceros el relato. Porque el evocar el recuerdo de Sócrates, sea hablando o escuchando a otro, es para mí lo más agradable.
Equécrates: -En tal caso, Fedón, tienes en quienes van a escucharte a otros semejantes. Así que intenta contarlo todo lo más detalladamente que puedas. (Fed., 58 c - 58 e)

En el diálogo no se omite detalle alguno, comenzando por su posición corporal y sus gestos como si de algún modo la filosofía como la práctica de vivir y de morir se mostrará desde el cuerpo. El diálogo concluye igualmente con una mención del mismo tenor:

Fedón: -Éste fue el fin, Equécrates, que tuvo nuestro amigo, el mejor hombre, podemos decir nosotros, de los que entonces conocimos, y, en modo muy destacado, el más inteligente y más justo. (Fed., 118 c).

Esto también sucede en la descripción y juicio que sobre Sócrates hace Alcibíades, comenzando por su cuerpo en el Banquete.

Un tratado de filosofía antigua que descuide las figuras de los filósofos para exponer y juzgar abstractamente temas, doctrinas y pensamientos, es ahistórico y, por ello, en vez de la vida, sentido de la praxis filosófica misma, nos proporciona cadáveres de filosofía cuya significación inflamos con nuestros adorables prejuicios.

No quiere expresarse con lo anterior que las construcciones e investigaciones "teóricas" sean de poca importancia. Todo lo contrario, pues se trata de la forma de vida investigativa. Es proverbial la escrupulosidad de Sócrates en su tarea interrogativa a tal punto que, según Aristóteles, aportó a la historia de la ciencia. "Hay, pues, dos aportes que merecidamente habría que reconocerle a Sócrates: la prueba de inducción y la definición del universal, pues ambas cosas constituyen el principio de la ciencia" (Aristóteles, Metaf., L. XIII, 1078b).

Y, ¿qué de los estoicos y sus contribuciones a la lógica? Naturalmente, damos por descontado que son suficientemente reconocidos los magistrales trabajos de Platón y Aristóteles con su aportación a la llamada disciplina teórica, pero no hay que olvidar que Aristóteles no deja de manifestar que con la práctica de la investigación se participa en una vida más que humana y que no ahorra el esfuerzo en describir la superior autarquía de la vida teorética.

Ahora bien, dado que se trata de la realización de la forma de vida filosófica, en su indagación y exposición se deben respetar los géneros de escritura de esa praxis, ya que a través de ellos se experimenta la vida y no puede abstraerse "el contenido filosófico" de lo que se denomina forma o estilo, el cual es, en verdad, el mejor modo de hacer manifiesta la cosa y no una simple arbitrariedad del autor o una forma pedagógica de comunicar un pensamiento, como se cree, por ejemplo, de los Diálogos de Platón. Creo que esto es válido en todos los casos: el aforismo heracliteano, la carta epicúrea, el manual estoico, el "tratado aristotélico", etc., pero quisiera, únicamente, aludir al caso del diálogo platónico: no es posible abstraer una doctrina teórica de la vida misma del diálogo, en nombre de un rescate de las aportaciones a la labor filosófica o científica; el diálogo es esa aportación, y en él se vivencia el contenido. Abstraer dichas teorías implica perder de vista que la filosofía nació o se produjo en el interior de una experiencia de lucha o combate del saber en el cual estaba en juego la forma de vivir. Asimismo, citar a Sócrates fuera de la vida de la conversación para abstraer o estandarizar un método o un pensamiento sistemático suyo, aunque parece una labor loable y útil, ciertamente constituye una traición a una vida que transcurre a través de su obra. Al respecto, me permito citar a quien expuso con toda claridad la idea de que la historia de la filosofía es filosofía:

La [...] consecuencia que conviene destacar aquí es la que refiere al modo como deben tratarse las antiguas filosofías. Aquel punto de vista nos ayuda, asimismo, a no considerarlas culpables cuando echamos de menos en ellas criterios determinantes que para ellas aún no existían; y también a no recargarlas de consecuencias y afirmaciones que aún no podían admitir ni hacer, aunque se deriven certeramente del pensamiento contenido en ellas. Es necesario abordar el problema históricamente; es decir, atribuir a las filosofías solamente lo que sabemos que encerraban y no lo que a nosotros nos parezca obligado que contuvieran.

La mayoría de las historias de la filosofía están llenas de anomalías de éstas, en las que vemos cómo se le atribuyen a un filósofo una serie de tesis metafísicas que él no sentó y que se le imputan más o menos caprichosamente; nos encontramos a cada paso con la supuesta indicación histórica de afirmaciones que este filósofo jamás hizo, que pudo haber hecho, tal vez, pero en las que ni siquiera pensó, de las que no dijo ni una palabra, de las que no se encuentra en su obra la más leve huella. (Hegel, 1977: 45-46)

Ahora bien, el orden de la investigación y exposición de la Historia de la Filosofía Antigua no está definido de antemano: partir de Tales de Mileto tiene la comodidad de la cronología, pero hay que evitar dos errores. Primero, creer que con ello se está en el devenir de la cosa; Hegel pensaba que el espíritu se manifiesta necesariamente en el tiempo, pero que la exposición de su concepto no lo sigue mecánicamente. El segundo error consiste en creer que ese camino avanza lineal y progresivamente hacia nosotros, error corriente cuando se pretende reseñar el devenir de la disciplina teórica. La vida de la filosofía no se halla allende de la vida de la cultura, no lleva una vida de pureza separada del destino de la misma. Precisamente, para esa comprensión vale la pena abordar históricamente la filosofía griega, recrear a partir de la observación en las fuentes su viviente suceder. Lo que muestra la "mezcla" de géneros, recursos persuasivos y de comprensión es el esfuerzo por vivir la vida de la pólis y habitar el mundo. La filosofía griega, en su noción más amplia, es agente y escenario de la misma.

También, se puede comenzar con Aristóteles, puesto que en el orden de la investigación nos encontramos primero con su filosofía, pues reporta históricamente los problemas. Además, la práctica y observación de las estrategias de exposición de sus investigaciones permite la formación de hábitos cuando iniciamos la vida como investigadores. Podemos, en tercer lugar, comenzar con los diálogos de Platón; con el Protágoras, por ejemplo, se escenifica la vida y los ideales de vida del pueblo griego y nos pone en presencia de las prácticas discursivas del S. V ateniense: nos muestra el encuentro de la dialéctica socrática con las praxis sofisticas, en el afán de la determinación de la vida bella y buena. En cuarto lugar, ¿por qué no?, comenzar con la filosofía helenística, por los Esbozos Pirrónicos, por ejemplo. Sus prácticas contra el dogmatismo en la vida y en la filosofía nos permiten una apertura a la vida investigativa. Y, siguiendo con la línea de la filosofía Helenística, podemos pasar a lo que Aristóteles denominó primeros filósofos, pues esta época es un testimonio de la apropiación eficaz de una filosofía anterior, de asimilación de su vida.

En cualquiera de las muchas y posibles alternativas de inserción en esa historia hay que evitar los lugares comunes, prejuicios de nuestra cultura y que la filosofía lleva a la investigación histórica como algo definido y natural. Me refiero, por ejemplo, al tema denominado "paso del mito al logos'" que, generalmente, no es más que un reflejo, una justificación previa de nuestra pretendida racionalidad y que la indagación juiciosa de las fuentes deshace y muestra en su verdad: contra el "mito" establecemos un mito, el de la razón. La permanencia de este lugar común hace difícil, si no imposible, la intelección de los primeros filósofos y de la obra de Platón, a quien se acusa de ser "racionalista". Así mismo, hay que estar atento a la idealización de la cultura y la filosofía griegas, en algo que no es más que la justificación de nuestra forma de vida; me refiero a la opinión que considera que la filosofía puso en ejercicio y al alcance de la mano la racionalidad. No olvidemos al respecto el carácter aristocrático y hasta discriminador de la primera filosofía. En Heráclito, por ejemplo, hay una diferencia no sólo "epistemológica" sino de forma de vida entre los que investigan y procuran atenerse a la medida del logos y los que creen que tienen inteligencia propia particular. Tampoco hay que olvidar que la democracia ateniense era muy frágil en muchos sentidos, pero, además, que presentó una gran resistencia a la inserción en ella de la vida investigativa, algo manifiesto en su comportamiento con Anaxágoras y con la condena de Sócrates. Este cuidado no es de poca importancia, puesto que pretendiendo ser investigadores teóricos, desinteresados, reproducimos muchas veces los prejuicios y justificaciones de nuestra sociedad. Es preferible ser conscientes de ello. En la vida de la Filosofía Antigua nos encontramos con filósofos que discutían en la calle o en cualquier lugar. Nosotros, en el refugio de nuestra academia creemos realizar investigación pura, pero allí mismo, en nuestro interior, viven y nos asechan de modo inconsciente los fantasmas de nuestra formación social. Es necesario observar que la historia de la génesis y producción de la Filosofía Antigua en la vida de la cultura griega, tal como puede apreciarse en las fuentes, muestra que la filosofía no se inventó sola y nos obliga a reconocer como filósofos a quienes en nombre de una tradición se traen para excluirlos, los poetas y los sofistas, o a quienes en una "pretendida pureza" de la filosofía desconocemos a pesar de su abrumadora presencia en el desarrollo de la filosofía; me refiero a la medicina antigua. Gran número de categorías propias de la filosofía, cuando observamos su génesis, las entendemos en su uso en la medicina hipocrática. Las exposiciones e investigaciones recientes de la Filosofía Antigua ya contienen sin vacilación capítulos sobre el médico griego como filósofo. Esto no es una novedad para quien se introduce en la escenificación de la cultura, presente en los diálogos de Platón, en la práctica investigativa aristotélica y en la determinación de la naturaleza de las praxis helenísticas.

Como puede apreciarse, pretender que la exposición del desarrollo de la filosofía griega pueda hacerse en el limitado tiempo y en el lugar de una asignatura denominada Historia de la Filosofía Antigua es insensato; por eso, conviene distinguir entre la cathedra y la asignatura; la primera, es el lugar amplio de la investigación que alimenta la segunda, la cual no tiene como fin hacer una presentación exhaustiva de ella, sino iniciar a los estudiantes en la experiencia de la Filosofía Antigua. De este modo, podemos estudiar a los filósofos con la misma actitud con la que un músico se dirige a los tesoros de la historia de la música, en la cual, aunque pretenda desarrollar el rock actual, no tiene problema en ejecutar, para su desarrollo personal y profesional, por ejemplo, las obras de Bach: sabe bien que lo estudia ejecutándolo y a la inversa; análogamente, podemos acercarnos a esos tesoros que se hallan en la Filosofía Antigua. En mi camino, me he encontrado con dos fabulosos intérpretes; me refiero a mi Maestro y amigo el Padre Fabio Ramírez y a mi colega y amigo Juan Fernando Mejía.


Referencias

Aristóteles. (1986). Metafísica. Buenos Aires: Ed. Sudamericana.         [ Links ]

Hegel, G.W.F. (1977). Lecciones de historia de la filosofía. (Trd. J. Gaos). México: F.C.E.         [ Links ]

Marx, C. (1976). El Capital. Tomo I. México D.F./Buenos Aires: F.C.E.         [ Links ]

Platón. (1986). Diálogos III. Fedón. Madrid: Gredos.         [ Links ]