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Universitas Philosophica

Print version ISSN 0120-5323

Univ. philos. vol.30 no.61 Bogotá July/Dec. 2013

 

El individualismo democrático de John Dewey. Reflexiones en torno a la construcción de una cultura democrática.
Pineda Rivera, D. (2012).
Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana - Colección Laureata.
ISBN 978-958-716-529-6. Número de páginas: 502.

Desarrollaré la presentación de esta obra del profesor Pineda resaltando lo que me parece constituye la originalidad y el sesgo particular que le da el investigador a su extensa lectura y profunda reflexión en torno a la obra del filósofo norteamericano John Dewey (1859-1952). El tema en cuestión es el lugar del individuo, su devenir histórico en la cultura norteamericana. Para desarrollar el asunto el autor del libro muestra cómo se construye la noción de individualismo y de individuo dando cuenta, al mismo tiempo, del modo como éste se transforma en la condición de posibilidad para la construcción de una cultura democrática, y cómo, en palabras del autor, la democracia se vuelve una forma de vida.

El trabajo del profesor Pineda está dividido en tres partes: la primera, Antecedentes y presupuestos del individualismo democrático de John Dewey; la segunda, De la democracia como forma de gobierno a la democracia como forma de vida; y, la última, Claves para la construcción de una cultura democrática.

En la primera parte: Antecedentes y presupuestos del individualismo democrático de John Dewey, el autor presenta la historia del concepto de individualismo, en ésta reconstruye el movimiento dialéctico que tiene lugar en la relación individuo y sociedad, pues no se oponen ni se separan ya que la sociedad es de individuos y el individuo es social. El autor se detiene en los escritos de Dewey en torno al uso que ha tenido la palabra individualismo en la cultura norteamericana, a la multiplicidad de significados que ésta encierra y, sobre todo, a la distancia que Dewey quiere dejar clara entre la transformación cultural que operó en la vida y la historia norteamericana y la herencia de la filosofía idealista en su filosofía. En dicha reconstrucción se detiene en el desarrollo de las condiciones históricas, las que Dewey denomina las viejas y las nuevas formas de individualismo, caracterizando las primeras como aquellas que pertenecen a sociedades precientíficas, preindustriales y predemocráticas, en contraste con las nuevas formas de individualismo, verdaderas constructoras de democracia.

Pineda analiza y caracteriza detenidamente las viejas formas de individualismo, las presenta como aquellas que "aparecen ligadas a doctrinas filosóficas, políticas, religiosas, psicológicas, y hasta biológicas" (47). Los individualismos religiosos, morales, son aquellos que se orientan a la salvación del alma, ellos hunden sus raíces en el mundo medieval y se basan en dualismos, cuerpo-alma, hombre-naturaleza, Dios-mundo (49). Estos modos de individualismo impiden comprender el presente, ligan las personas a sociedades estáticas e impiden que sean capaces de asumir y vivir los cambios. Otra de las formas del viejo individualismo es el económico del "dejar hacer", que tiene lugar con las nuevas maneras de producción derivadas de la revolución industrial. El individualismo económico trajo consigo el progresivo abandono de la agricultura como forma de trabajo, de ganarse la vida y, además, una suerte de secularización del mundo, de aumento de la riqueza y de la individualidad económica. La individualidad económica asume en los Estados Unidos particulares formas de desarrollo, pues se encuentra vinculada al concepto de "individualismo pionero", que Pineda describe así: "los pioneros son los que tienen el afán romántico de construir un mundo a la medida de sus sueños y posibilidades" (5455); en esta forma, el autor señala que Dewey se debate entre la crítica y la admiración frente a los llamados pioneros, en los cuales reconoce una manera de construir la sociedad, de satisfacer sus necesidades. Se puede decir entonces que presenta la añoranza que en la construcción del individualismo democrático ocupa el individualismo pionero, porque el rasgo que se perdió y cabe lamentar no es tanto su espíritu trabajador y emprendedor, sino la pérdida de una de sus propiedades más características: la subordinación del gobierno a la comunidad. El individualismo pionero es sustituido por distintas formas de individualismo que anulan la individualidad, ejemplo de ello es el corporativismo cuyo problema no es la fuerza económica que inaugura, sino la forma de incidir en las creencias y conductas de los hombres.

Pineda muestra en su trabajo la conciencia que Dewey tiene de su tiempo, de las enormes posibilidades de las que dispone un pueblo como el norteamericano para construirse a sí mismo, para erigirse como una potente sociedad autosuficiente desde todos los ámbitos posibles, económicos, políticos, industriales, culturales, de comunicación de infraestructura, de ciencia, de tecnología etc.; entre estas, y otras muchas que se escapan acá, se encuentra la revisión de la filosofía, la reelaboración de sus fines desde los problemas, la mentalidad y las necesidades de los Estados Unidos. Por ello, Dewey encaminó su pensamiento y su obra hacia la construcción de ideales y sueños sociales, demócratas.

Reseñadas, muy brevemente, las viejas formas de individualismo, éstas se pueden superar a través de la "cultura de la libre circulación", con los medios de comunicación, la escuela, la universidad, la ciencia, la tecnología. Así, en el nuevo propósito de la filosofía: educar hacia una cultura democrática, me parece que Pineda destaca la revisión que hace el profesor Dewey acerca de los fines de la filosofía: volver a los problemas del hombre, del individuo, único camino de construcción de sociedad, de democracia, en el que el individualismo aparece, entonces, como un rasgo distintivo de cada sujeto.

El alcance de la construcción de la sociedad consiste en el modo como se beneficia la configuración de la democracia en la conducta, las creencias de los miembros de la comunidad, la capacidad libre de comunicarse, de participar en lo que Pineda denomina "la libre circulación de la cultura". El autor resalta la importancia de Emerson, Whitman y James en el pensamiento y obra de Dewey, particularmente, porque de ellos aprendió el valor de la individualidad, la fe, la autoconfianza, pero también la confianza en los nuevos desarrollos de la ciencia, la tecnología. No obstante, la mayor preocupación de Dewey es de carácter moral y social pues, si bien, es fácil comprobar que la ciencia y tecnología se desarrollan, influyen en la vida de los sujetos, es menos fácil constatar el desarrollo y crecimiento de la vida espiritual de los individuos, de los temas políticos y morales. Me he extendido en la presentación de la primera parte debido a la importancia que le da el autor a la construcción de individualidad pues, "la individualidad es también, y esto es lo fundamental, un principio interno e intelectual; y, para manifestarse, requiere mucho más que ausencia de restricciones externas; requiere trabajo mental por parte del individuo, es decir, una capacidad formada para pensar por sí mismo" (149). Hábitos mentales, capacidad de pensar por sí mismo, individualidad, son los factores determinantes que posibilitan la democracia.

La segunda parte: De la democracia como forma de gobierno a la democracia como forma de vida, está dedicada a examinar la forma como Dewey reconceptúa la noción de experiencia. Ésta, que ha sido considerada como un mero asunto del conocimiento, ahora aparece en una nueva dimensión que se expresa en la relación entre el ser vivo y el medio ambiente físico y social. Pineda lo explícita de la siguiente manera: "lo que reconoce la democracia norteamericana, y esta es para Dewey una de sus grandes virtudes, es el carácter orgánico de la sociedad, y con ello el hecho de que el individuo es la sociedad concentrada (...) y su encarnación vital" (207). La concepción orgánica de la sociedad implica que la experiencia de la democracia, de actitudes demócratas, implica continuidad y renovación, categorías que Dewey retoma de la biología y aplica a la transición entre forma de gobierno y forma de vida. El hecho de que conciba la democracia como forma de vida supone que la sitúe en la esfera moral, que abarca la conducta, las creencias, el sentido de vivir con los demás, la corresponsabilidad, la libertad y todos aquellos ámbitos que tienen que ver con la vida de la sociedad, la económica y la política. El autor expone la crítica a la filosofía social que representa el liberalismo, hace una larga semblanza de sus cambios históricos y la variedad de comprensiones, a saber, el carácter político del primer liberalismo, su "punto de referencia básico es la obra de Locke y está centrado especialmente en las ideas de tolerancia y propiedad" (212); la segunda versión se caracteriza por su perfil económico, representada por Adam Smith y los fisiócratas franceses. Al respecto, Pineda explícita la crítica de Dewey a estos liberalismos, pues una vez resueltos los problemas para los que fueron pensados, los nuevos problemas, como la organización de la sociedad, necesitan un "nuevo poder directivo, tanto intelectual como moral" (220). El autor desarrolla también la crítica de Dewey al marxismo, porque al "[ser] ante todo una filosofía de la historia" (226), representa una visión monística de la misma "como la sostenida por el comunismo soviético, se ve reforzada por dos tesis que se encuentran en el seno mismo de la filosofía marxista: el determinismo económico y la lucha de clases" (227).

En la segunda parte: De la democracia como forma de gobierno a la democracia como forma de vida, Pineda reconstruye la obra de Dewey que va de 1927 a 1935, Liberalismo y acción social (1935), La opinión pública y sus problemas (1927), Libertad y cultura (1939). El momento de aparición de estas obras coincide con la gran crisis norteamericana que Dewey vivió y sufrió intensamente, y a la que da respuesta por medio de la idea del control social. El control social se basa en la supremacía de la inteligencia para la guía de la sociedad, la autoridad que establece son los propios métodos de la inteligencia, a saber, el diálogo abierto sin prejuicios con la realidad. La democracia como forma de vida supone el control social, el cual se concibe como una pluralidad de intereses que abarca el organismo de la sociedad y que reclama individuos que deseen cooperar en la construcción de una realidad común, ello vale para la multiplicidad de producción de la inteligencia humana; es esto lo que significa democracia como forma de vida en el pensamiento de John Dewey y que el profesor Pineda recoge con su particular mirada e interpretación.

En la tercera parte de su obra: Claves para la construcción de una cultura democrática, el autor plantea como criterio de interpretación, la estrecha relación entre teoría y práctica, relación que a su vez se asocia con la teoría de Dewey del control social, pues las adquisiciones teóricas deben convertirse en instrumentos de control de la realidad, lo cual vale para la democracia, pero también para el trabajo, la ciencia, la tecnología, el arte o la religión. Se trata, por tanto, de una participación que debe transformar, profundizar y encarnarse para el mejoramiento de la vida de la sociedad y de los individuos.

María Cristina Conforti Rojas
Pontificia Universidad Javeriana cconforti@javeriana.edu.co