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Universitas Philosophica

Print version ISSN 0120-5323

Univ. philos. vol.32 no.64 Bogotá Jan./June 2015

https://doi.org/10.11144/Javeriana.uph32-64.rpli 

Platón y la irracionalidad.
Lozano-Vásquez, A. (Comp.). (2012).
Bogotá: Ediciones Uniandes. ISBN: 978-958-695-830-1. Número de páginas: 256.

doi: 10.11144/Javeriana.uph32-64.rpli
 

Este libro se origina en un simposio que se llevó a cabo en el III Congreso Colombiano de Filosofía, que tuvo lugar en Cali en octubre de 2010. De aquel simposio se recogen aquí siete trabajos, reelaborados para la publicación, además de un texto que no se presentó en dicho evento. Las diferentes contribuciones se centran, en principio, en uno de los diálogos de Platón, estando representados así el Gorgias, el Menón, la República, el Banquete, el Filebo y las Leyes, habiendo además un trabajo que hace un recorrido más amplio por varios textos platónicos. La preocupación común de todos los escritos, y que le da unidad al libro, reside en la exploración de aquellos aspectos de la constitución del ser humano y de su obrar que no cabe entender desde la sola razón, como son la persuasión, la inspiración, la emoción, el eros, el placer, el poder y el propio cuerpo en cuanto tal.

En su contribución, la profesora Catalina González, de la Universidad de los Andes, se propone mostrar qué significa en concreto que la figura de Sócrates, tal como aparece en el diálogo Gorgias, manifieste en su diatriba contra la retórica todas las notas de un orador destacado; con dicha constatación se retoma un viejo tema presente ya en Cicerón, en el sentido de considerar a Platón como orator summus, máximo orador, justo cuando está haciendo mofa de los oradores. Al ofrecer, entonces, la determinación particular de la tarea del rétor como "hacer fuerte la causa más débil" y entender que en una sociedad donde predomina el poder, la causa más débil es la de la justicia, la autora vincula de un modo sugerente la dialéctica platónica con la retórica sofística, mostrando en concreto no sólo que la distancia entre las dos posiciones es menor de lo que suele pensarse sino, más aún, que la labor de la razón filosófica no puede cumplirse sin el recurso indispensable de la persuasión retórica, toda vez que los adversarios de la razón son los mismos que los de la justicia.

El profesor Sergio Ariza, de la Universidad de los Andes, aborda la interpretación del debatido pasaje final del Menón, donde Sócrates, en contra del decurso completo del diálogo, afirma que "la virtud no se daría por naturaleza ni sería enseñable, sino que resultaría de un don divino" (99e). Esta declaración ha sido interpretada tanto en sentido irónico como serio, y el autor se propone ofrecer una lectura que recoja estos dos aspectos de la investigación socrática. Que aquí Sócrates está siendo irónico se sigue de sus afirmaciones constantes sobre la virtud como un conocimiento que se adquiere por enseñanza. Con ello, sin embargo, no queda descartada la tesis de que por inspiración divina puede darse la adquisición de una opinión sobre la virtud que permite explicar las acciones virtuosas de grandes hombres del pasado que, en sentido estricto, no eran virtuosos. La construcción de esta línea interpretativa pide una comprensión precisa del conjunto del diálogo en la que será esencial discernir la correlación entre ética y epistemología, cuestión por la que el Menón es justamente famoso. Siguiendo el cuidadoso trabajo del autor, el lector aprenderá tanto de análisis filosófico, como del pensamiento platónico.

La profesora María Angélica Fierro, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, es la autora de la exposición más comprehensiva de las colaboraciones que componen este libro. La profesora Fierro se propone, en efecto, mostrar la ineludible concomitancia de racionalidad e irracionalidad en la comprensión del ser humano que se encuentra en la obra de Platón, desde los tempranos diálogos socráticos, luego en diálogos de madurez como el Fedón y la República, para terminar en un diálogo de transición a la vejez, como el Fedro. Para la vía argumentativa elegida es esencial subrayar las diferencias en la concepción del alma tal como se presenta entre los diálogos socráticos y el Fedón, por un lado, y entre la República y el Fedro, por el otro. En efecto, el intelectualismo moral que se defiende en los primeros diálogos, entre los cuales se cuentan el Menón, el Protágoras, el Gorgias, el Eutidemo y el Cármides, además del Fedón, parece requerir una noción simple del alma, mientras que la teoría compleja de la acción humana de la República y el Fedro se sustenta en la inextirpable tensión entre las diferentes partes del alma. La autora entiende la tensión entre estas dos posiciones en el sentido de que los análisis más realistas del carácter complejo de la acción humana se mueven en la dirección ideal de un intelectualismo moral que requiere la simplicidad del alma como mecanismo de racionalización de los aspectos irracionales que surgen en el alma por su unión con el cuerpo. Esta purificación última se presenta en el reino de la idealidad pura, por lo que es dudoso que pueda llegar a alcanzarse plenamente, ni siquiera cuando tras la muerte el alma se haya separado del cuerpo.

La profesora Andrea Lozano-Vásquez, de la Universidad de los Andes, centra su estudio en el influjo que la música tiene en el dominio de la parte irascible del alma, el thumoeidés. En efecto, según la narrativa de la República, no puede esperarse que la parte racional del alma rija de suyo sobre las partes irracionales sin procesos previos de educación, dentro de los cuales la formación musical es determinante al proveer al conjunto del ser humano con patrones para un funcionamiento orgánico. Hay que hacer notar que en este respecto puede identificarse una cierta continuidad entre música y poesía, si bien el énfasis de la autora recae más sobre los aspectos melódicos que sobre los temáticos en la lectura que ofrece de la forma como la poesía modela el carácter de los guardianes de la polis. En esta línea interpretativa, la autora recurre a otros diálogos del corpus platónico donde se afirma la relación inmediata entre el ejercicio musical y la suscitación de las emociones, relación que encuentra su expresión canónica en la figura del poeta inspirado del Ion, el Fedro y las Leyes. Con todo, estas expresiones de Platón no logran desplazar la preeminencia que el filósofo le otorga al componente racional del alma que termina por suprimir efectivamente la injerencia de los aspectos emotivos respecto del obrar. En la parte final de su contribución, la autora alude a cierta tradición posterior a Platón donde se le reconoce toda su especificidad al vínculo entre música y emoción. Es interesante que Posidonio, estoico y platónico, haya desarrollado esta línea de pensamiento, donde le asigna a los aspectos irracionales del alma un puesto determinante en relación con la acción humana; en ello, a la música se le atribuye una función esencial en la formación de las partes irracionales del alma, pues lo irracional presta atención sólo a lo irracional. Más allá de la tradición platónica, pero con recursos de dicha tradición, la autora muestra vías de construcción de una vida virtuosa que no se restringe a lo meramente racional.

El profesor Jairo Escobar, de la Universidad de Antioquia, centra su intervención en el Banquete, diálogo del que hace una exposición pormenorizada, con el fin de mostrar "cómo el motivo de Éros le permite a Platón reconciliar algunos momentos irracionales en su teoría del conocimiento" (p. 107). El autor se precave de la misma acusación que le dirige a la mayoría de los participantes en el simposio, que él ve como personas poco poseídas por Éros, comprometiéndose así con una exposición apasionada no tanto de los contenidos en cuanto tales del diálogo, cuanto de su relevancia para captar el significado del amor para el ser humano. En ello, el carácter demediado del ser humano, afirmado por Aristófanes, expresa su marca esencial, con todo el dolor que conlleva, pero identificando también allí la posibilidad de su superación, no para retrotraerse a una unidad primigenia, sino para orientarse al logro de la justicia en el ámbito determinado por la risa y la filosofía. En efecto, el amor por la sabiduría en que consiste la filosofía es el fruto dilecto de las oscilaciones de Éros entre ignorancia y sabiduría, pues no filosofan ni el completo ignorante ni el sabio perfecto, sino tan sólo aquél que vive en el estado intermedio entre aquéllos, "el que sabe de su ignorancia". La conquista de la sabiduría es, por supuesto, menos un logro definitivo que una tarea permanente, dada la condición finita del ser humano que le impide permanecer en el último escalón del ascenso gnoseológico. Con ello se pone en cuestión "la burda oposición" entre los dos mundos de Platón, pues no se trata, y nunca se trató, de que el filósofo se fuese a vivir al mundo de las Ideas sino de alimentar eróticamente la dialéctica inextirpable de lo humano, orientada a la vida buena, feliz y justa.

El profesor Alfonso Correa, de la Universidad Nacional, aborda la interpretación de un pasaje nuclear del Filebo, donde la elección de la mejor vida humana se debate entre la alternativa de la vida del pensamiento, propuesta por Sócrates, y la vida del placer, defendida por Filebo y Protarco. La aparente imposibilidad de encontrar una salida a esta aporía se resuelve cuando de repente Sócrates trae a la memoria el vago recuerdo de un sueño donde se determinan las notas de la vida humana que pueda calificarse como feliz. El examen de tales notas, a saber, que el bien de la vida humana consiste en que ésta sea completa, que sea suficiente y que sea elegida, permite descartar la alternativa propuesta para proponer en su lugar una vida mixta, esto es, una mezcla de conocimiento y de placer. Con gran sutileza argumentativa, el autor examina las varias posibilidades interpretativas de cada uno de los pasos que se dan en el decurso del diálogo, tomando posición personal frente a ellas y ofreciendo en el entretanto una valiosa panorámica de los estudios contemporáneos sobre este complejo y apasionante diálogo.

En la contribución más larga del libro, el profesor Fabián Mié, de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Nacional del Litoral de Argentina, expone su lectura personal del Filebo. En un pormenorizado análisis, que de suyo constituye un comentario a este diálogo fundamental, el autor le otorga un sentido muy preciso a lo que constituye la idea central del diálogo, a saber, la superioridad de la vida mezclada de razón y placer sobre la mera vida de razón y sobre la mera vida de placer. En efecto, la vida humana entendida como vida buena acusa una estructura dinámica que permite determinarla como generación hacia el ser y hacia el bien bajo la guía de la razón. En este contexto, la afectividad de la vida humana cumple un papel esencial al dotarla del carácter dinámico requerido para ir más allá del rechazo del placer entendido como algo necesariamente impuro. En este punto, el aporte decisivo del estudio reside en la constatación de que el placer, más que una condición del cuerpo, constituye un estado afectivo del alma, recibiendo así la vida humana una determinación fenomenológica que permite entenderla en su unidad. De este modo, el análisis dialéctico del placer y la razón muestra toda su potencia al permitir superar la dicotomía inicial entre hedonismo y racionalismo.

La contribución que apropiadamente cierra el libro corresponde al profesor André Laks, de la Sorbona. El autor aborda la debatida declaración del Extranjero Ateniense en el diálogo las Leyes acerca de que el sistema político que están estableciendo los interlocutores constituye la tragedia más verdadera y que, en consecuencia, se permitirá la representación de cualquier obra trágica en el territorio de la ciudad sólo en la medida en que contribuya a la misma finalidad que las leyes instituidas. Con gran habilidad interpretativa el autor sitúa su propuesta dentro del conjunto de posiciones que los estudiosos han adoptado para dar cuenta del pasaje referido. Su propia lectura remite a otras obras de Platón, en particular la República, donde el filósofo toma posición frente a la tragedia y su significado para la comprensión de la vida humana en la ciudad. El análisis mostrará en qué sentido cabe entender la afirmación del Extranjero Ateniense de forma tal que, sin identificarse con lo que Platón sostiene en la República, se haga plausible la correlación entre ley, tragedia y naturaleza humana. Para arribar a este resultado se requerirá volver a pensar la noción de tragedia no sólo en el significado que tiene en Platón sino, en general, en la cultura ática.

Aunque se trata de un libro colectivo, el conjunto de los autores comparte ciertas posiciones interpretativas básicas en relación con la obra de Platón. En este respecto hay que indicar, en primer lugar, que el orden de los capítulos se ajusta al desarrollo biográfico y temático más aceptado de Platón, donde el Gorgias y el Menón se consideran como diálogos que todavía se encuentran dentro de la órbita de la enseñanza socrática, de la cual paulatinamente su discípulo se irá alejando, primero en un diálogo como el Fedón, y después, con mayor madurez e independencia, en la República y en el Banquete. En este respecto, el Fedro opera una suerte de transición hacia el último periodo de producción del filósofo. Aquí el Filebo se destaca por retornar desde la propia ancianidad del pensador a un modelo socrático que para este momento se creía definitivamente superado. En las Leyes el último Platón da expresión a sus ideas postreras, que acusan, de todos modos, cierta continuidad con el núcleo permanente de su pensamiento. Dentro de esta narrativa destaco las contribuciones de las profesoras Fierro y Lozano y del profesor Laks en su interés por identificar diversos aspectos de lo irracional en Platón dentro del conjunto más amplio de su obra. Las demás contribuciones, sin renunciar a esta comprensión general de la articulación de la obra de Platón, se centran más en la interpretación particular de alguno de los diálogos, el Gorgias, el Menón, el Banquete y el Filebo. En este respecto, pongo de relieve la importante contribución que este libro presta al abordaje de un diálogo principal y difícil como el Filebo, pues los profesores Correa y Mié no sólo ofrecen sus connotadas interpretaciones de la obra sino que, junto con ello, presentan aspectos pertinentes y actuales del contexto interpretativo del diálogo. Debo decir, así mismo, que la contribución del profesor Escobar arroja una inusual claridad sobre uno de los diálogos más comentados de Platón, como es el Banquete. Por último, los análisis puntuales de la profesora González sobre el Gorgias y del profesor Ariza sobre el Menón le ponen de presente al lector la condición pareja de todos los diálogos de Platón y le advierten del concomitante cuidado que hay que poner en la lectura de pasajes bien conocidos, aparentemente agotados para la interpretación. Hay que mencionar, en segundo lugar, que los trabajos que componen este libro abordan la cuestión de la irracionalidad preferentemente desde la perspectiva del ser humano y de su obrar. En este sentido, contribuyen al fortalecimiento de un enfoque de la obra de Platón que quiere ser relevante para la comprensión del hombre en el mundo, distanciándose con ello de ciertos abordajes de la obra de Platón que la consideran desde una perspectiva puramente técnica, sea argumentativa o filológica, o desmedidamente intelectual o espiritual, como si estudiar a Platón equivaliera a trasladarse a vivir al mundo de las Ideas. Estas contribuciones, por el contrario, muestran la pertinencia existencial, por así decirlo, que sigue teniendo la obra del Ateniense. En tercer lugar, y vinculado con esto último, quiero mencionar que en los distintos textos se identifica y se trabaja un aspecto particular de lo irracional en Platón, se muestra su articulación con los aspectos racionales de su pensamiento, y se expone el valor y los límites del proceder platónico. Se trata, pues, de contribuciones no sólo eruditas sino, sobre todo, equilibradas desde el punto de vista del contenido y comprometidas desde el punto de vista de la forma.

En cuanto a aspectos editoriales, tras los agradecimientos y la presentación de los autores, en la Introducción la profesora Lozano expone la justificación teórica del libro e indica cómo respondió cada uno de los autores a la temática planteada. Siguen dos notas, una de abreviaturas y otra de transliteración de términos griegos, puesto que todas las expresiones en griego se ofrecen transliteradas en caracteres latinos. Después de las ocho contribuciones vienen tres índices, uno de conceptos, uno de nombres y uno de pasajes citados, lo que constituye una verdadera novedad en nuestro medio y hace que el libro sea un efectivo medio de consulta. La sección de la Bibliografía, con la que se cierra el libro, recoge todas las obras citadas por los autores. Aquí hay que destacar la legibilidad lograda con las decisiones editoriales adoptadas, en una sección tan esencial como poco trabajada en muchas publicaciones. Es signo del cuidado editorial adoptado que todas las citas tanto de bibliografía primaria como secundaria se ofrecen en español. Respecto de los usos ortográficos, menciono que Ediciones Uniandes, así como otras editoriales nacionales, se mantienen fieles al sistema tradicional de acentuación de pronombres como éste, ésta, para distinguirlos de los adjetivos respectivos. El tipo de letra, los espacios interlineales, las márgenes, todo denota cuidado y profesionalismo en un libro que también es amable con los sentidos, no sólo con el intelecto.

Mención aparte merece el hecho de que entre los siete participantes del simposio que dio origen a este libro, hay tres mujeres, lo que se corresponde bien con los esfuerzos de la comunidad filosófica internacional para que en todo evento académico haya equilibrio de género entre los conferencistas. Que para la publicación final se hubiera invitado al profesor André Laks no va en demérito del principio de equidad de género, si bien es deseable que en su particular las invitaciones personales respeten este principio.

Como se ve, en su conjunto el libro Platón y la irracionalidad ofrece una perspectiva suficiente para que el lector corrija una eventual concepción de Platón como un racionalista extremo. Tal opinión se halla alejada del Platón que revelan lecturas no sólo o no tanto más cuidadosas de los diálogos sino sobre todo lecturas elaboradas desde posiciones más contemporáneas, preocupadas por abordar la problemática del ser humano en su rica complejidad y que encuentran en Platón temas y motivos para el establecimiento de un diálogo fructífero en el espacio de los muchos siglos que nos separan del Ateniense. El libro revela una saludable condición de la comunidad nacional en lo que se refiere a estudios sobre Platón, comunidad que se enriquece con el aporte equilibrado de colegas de otras latitudes. Ha valido la pena el esfuerzo editorial de coordinar tantas voces y hacerlas caber en un mismo formato, lo que habrá exigido, supongo, más allá del trabajo de composición, no pocas negociaciones formales y continuas revisiones. La Universidad de los Andes ofrece así a la comunidad filosófica hispanohablante un producto intelectual de alta calidad, enriquecedor por los temas que trata y el modo como lo hace, estimulante por las perspectivas que abre y el trabajo de colaboración de que hace gala. Curso una invitación a todos los estudiosos del pensamiento de la Antigüedad para que incluyan este libro dentro de sus lecturas, pues de él derivarán un rico aprendizaje sobre la naturaleza humana de la mano de un Platón hábilmente tratado por los distintos autores.

Alfonso Flórez Flórez Pontificia Universidad Javeriana
alflorez@javeriana.edu.co