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Universitas Philosophica

versão impressa ISSN 0120-5323

Univ. philos. vol.32 no.65 Bogotá jul./dez. 2015

 

Bienvenidos al desierto de lo real
Žižek, Slavoj. (2005).
Madrid: Akal. ISBN-13: 978-84-460-2038-7. 125. Número de páginas: 125.

doi: http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.uph32-65.rzdr

Esta reseña crítica obedece a un cierto afán de hacer pública una de las obras del filósofo contemporáneo Slavoj Žižek. Su contenido plantea una serie de problemáticas que aqueja al espíritu de la humanidad del siglo XX y XXI. El lenguaje con el que está escrito y los ejemplos que hacen referencia a los fenómenos propios de la New Age, son elementos que atrapan a los lectores y los incitan a seguir leyendo, toda vez que Žižek los introduce con una delicadeza y finura intelectual, a veces ridicula y cómica que, ante todo, merece ser reconocida.

El título hace alusión a la famosa película dirigida por los hermanos Wachowski, Matrix. En la escena en que Morpheus le revela a Neo por medio de un televisor la realidad del mundo, le dirige un sarcástico saludo: "Bienvenido al desierto de lo real". Pues bien, lo que le muestra es un mundo oscuro, sin luz y destruido, que vendría siendo nuestro mundo de la cotidianidad. Žižek llama a este mundo "Realidad Virtual", haciendo un fuerte contraste con aquella que realmente percibimos cuando no estamos conectados a Matrix, la "Realidad Real". La recurrencia a esta diferencia de realidades es frecuente en toda la obra, no obstante, haremos especial acento solo en algunas partes que consideramos fundamentales para entender la obra.

1. Pasión de lo real

Uno de los temas centrales del libro es la censura entendida como una falta de libertad. Žižek defiende la tesis de que "los principales términos que utilizamos para designar el conflicto actual: "guerra contra el terrorismo", "democracia y libertad", "derechos humanos", etc., son términos falsos que mistifican nuestra percepción de la situación en lugar de permitirnos pensarla" (p. 8). De otro modo, nuestra libertad sirve para reconocernos como agentes sin libertad. Es la lectura cuidadosa de la obra de Gilbert Keith Chesterton lo que hace que Žižek sostenga la máxima: "Enséñale a preocuparse de si quiere ser libre y nunca se liberará" (p. 8). La servidumbre solo es alcanzable por medio de la libertad de pensamiento, y es gracias a la ideología, factor fundamental en la crítica del esloveno, que nos imponen el velo de una realidad que no es real.

Esta realidad que no es real es llamada, con justicia por Žižek, "Pasión de lo real". Se trata de una realidad que se percibe tan absurda hasta el punto en que la ideología y los esfuerzos del Gran Otro, de la matrix, podría pensarse, tienen que imponer un velo para que sea posible percibirla. Ejemplos de esta realidad hay varios, comenzando por la Revolución cubana. Las renuncias de los cubanos a toda clase de productos "capitalistas" dan prueba de la autenticidad del acontecimiento revolucionario. La fidelidad al acontecimiento y a Fidel Castro está, por ejemplo, en las casas y edificios en ruinas. La contradicción de lo Real la busca Žižek en Fidel y en el "Che" Guevara. Fidel como la autoridad suprema del Estado, en contra del "Che", el eterno y verdadero revolucionario.

Otro ejemplo es el fundamentalismo como movimiento político activo que logra sus cometidos recurriendo a la violencia; o, los llamados cutters, quienes se cortan la piel para sentirse firmemente asentados en la existencia. Lo que hace la realidad virtual es quitarle a esa realidad real su dureza y su modo de persistencia en los individuos. "Proporciona la misma realidad sin substancia, sin el núcleo duro de lo real; exactamente del mismo modo en el que el café descafeinado huele y sabe a café sin ser café de verdad, la realidad virtual se experimenta como realidad sin serlo" (p. 15).

El evento del 11 de septiembre de 2001 es la ilustración culminante de la "Pasión por lo real", que no hace sino reafirmarnos a nosotros mismos en la realidad virtual, tomando a la realidad real como si fuera virtual. A partir de este evento se nos ha escenificado una apariencia de la vida real despojada de toda materialidad. Lo peor es que los medios de comunicación nos han convencido de que la realidad que plasman es la real. El tiempo fuera de quicio de Phillip Dick y El show de Truman de Peter Weir, son películas que lo ponen de manifiesto. La experiencia de estos dos filmes muestra que el paraíso consumista californiano es irreal. La misma desrealización la encontramos en la caída del World Trade Center. A pesar de la cifra de la cantidad de víctimas que se repetía una y otra vez por los medios (unos 3000), nunca pasaron imágenes que demostraran lo que decían, un verdadero velo impuesto a todos los que vimos los canales de noticias el 11 de septiembre de 2001.

El ejemplo más sugerente aquí es, sin duda, la película Matrix. Después de la caída de las torres gemelas, los estadounidenses conocieron el desierto de lo real. Sin embargo, los que vimos el estallido y la implosión de las torres no pudimos desligar el parentesco que tenía con las imágenes de las superproducciones de espectaculares catástrofes hollywoodienses. Después del 11 de septiembre el pentágono contrató a un grupo de reconocidos directores de cine para que ilustraran en sus películas la guerra contra el terrorismo que estaba emergiendo ya en todas las esferas políticas estadounidenses. Lo que generó este evento fue el desequilibrio de la realidad que percibía el Primer Mundo, pues irrumpió como un fantasma, como una fantasía. Esta paradoja de la fantasía encuentra sus orígenes en el concepto lacaniano de "atravesar la fantasía", y que se encuentra también correctamente representado en la película de los hermanos Wachowski.

La piedra angular de este primer problema de la "Pasión de lo real" la pone Žižek en la ficción. Se trata de no confundir la realidad con la ficción: "deberíamos ser capaces de distinguir, en lo que experimentamos como ficción, el núcleo duro de lo real, que solo somos capaces de soportar si lo convertimos en ficción" (p. 21). Es tan repulsiva la realidad que solo volviéndola ficción la podemos percibir y entender como real. Sin embargo, no creemos que la "Pasión por lo real" sea un concepto que, a pesar de engañarnos y hacernos considerar algo que no es, sea entendido de manera peyorativa por Žižek sino, muy seguramente, como necesario. La realidad virtual, tal y como lo expresa Matrix, es sentida con placer, por más de que sea la realidad de la ignorancia o, mejor, de la no verdad. Nos referiremos a este punto más adelante; primero haremos alusión al ensayo crítico de Žižek: Matrix o las dos caras de la perversión, donde sostiene que "Matrix misma es lo Real que distorsiona nuestra percepción de la realidad (Žižek, 2005a, p. 3).

El concepto de la "Pasión por lo real" es sumamente problemático para intentar abordarlo en su totalidad en esta reseña. Žižek lo explica sin ningún apuro por medio de innumerables ejemplos. Baste ahora con lo dicho, no sin antes concluir que el verdadero núcleo de la pasión por lo real lo rastrea el filósofo en el lado oculto, sucio y obsceno del poder. Tras sus apariencias engañosas, reside una Cosa Real tan aterradora que apenas podemos verla. Aquí introduce el concepto desarrollado por Agamben de Homo sacer, importante a tener en cuenta más adelante.

2. La lógica de la guerra

Luego de los atentados contra el World Trade Center, no fue extraño para nadie que el gobierno estadounidense buscara culpables, y menos extraño que los señalados fuesen los árabes y los grupos fundamentalistas que obraban en función de la religión islámica. Con esto emergió un nuevo tipo de guerra, con orígenes en la guerra fría: la guerra de la alta tecnología, donde los bombardeos de precisión, y ya no el enfrentamiento cara a cara contra el enemigo, hacen el trabajo. Žižek lleva el argumento a un extremo invitándonos a pensar en la guerra bacteriológica y de gases letales que alteran la codificación de la información genética, en la que ni siquiera podemos ver al enemigo. Las cartas de ántrax son un magnífico ejemplo. En palabras del esloveno: "Lo que nos espera en adelante es algo mucho más inquietante: el espectro de una guerra 'inmaterial' en la que el ataque es invisible; virus, venenos que pueden estar en cualquier sitio y en ninguno" (p. 34). Sin duda, la lógica de la guerra del siglo XXI la podemos observar ya no en las explosiones del World Trade Center, sino en las imágenes de un país bombardeado y presa de bacterias invisibles.

Los choques de civilizaciones que después de la Segunda Guerra parecían ridículos, son vistos ahora constantemente en los enfrentamientos entre bosnios y serbios, israelitas y palestinos, estadounidenses y afganos. Estamos hablando de antagonismos que con justicia podemos llamar ideológicos y que, a gran escala, se dan entre el modo de vida consumista de occidente y el radicalismo musulmán. El mismo derrumbamiento de las Torres Gemelas está siendo utilizado con propósitos ideológicos. El ataque no estaba dirigido a las torres "porque sí", sino que se realizaba contra todo aquello por lo que merece la pena luchar en un sistema de libertad democrática: contra el centro y símbolo del capitalismo financiero global. Por el lado del argumento feminista, "las torres del WTC eran dos símbolos fálicos, a la espera de ser destruidos (castrados)" (p. 44).

3. Inversión de la felicidad

Žižek propone no una nueva interpretación sobre lo que es la felicidad, sino una inversión del concepto mismo que comúnmente se tiene de ella para anteponerle el del deseo. Hay, en efecto, tres condiciones fundamentales de la felicidad: 1) La satisfacción de las necesidades materiales en un grado medio, pues el exceso del consumo provoca la infelicidad. 2) La existencia del Otro al que se le puede culpar de los males presentes en la sociedad bajo la seguridad de que los va a resolver. 3) La existencia de Otro Lugar con el cual se puede soñar, incluso visitar, es decir, la posible salida al extranjero. Este es el caso, cuenta Žižek, de la Checoslovaquia de la década de los setenta. Sin embargo, tal felicidad se vio trastocada por el impulso de la gente de querer más y más. El deseo se introdujo ilegalmente en el país.

Con el deseo se funda un sistema donde la mayoría es infeliz, como en el caso de Checoslovaquia. Esto hace pensar a Žižek en la posibilidad de que la felicidad no sea una categoría de la verdad sino del mero ser. Este nuevo sistema que lleva la insignia del capitalismo más salvaje, nos hace desear cosas que en realidad no queremos; además, nos hace invulnerables a la satisfacción de los deseos, pues siempre queremos más. "Lo peor que nos puede ocurrir es que logremos lo que 'oficialmente' deseamos. La felicidad es, por tanto, inherentemente hipócrita: es la felicidad de soñar cosas que realmente no queremos" (p. 52).

Con esto, está plenamente justificado el argumento conservador-cristiano que reza: el conocimiento, en último término, nos hace infelices. Lacan defiende que la actitud espontánea del ser humano es la de "no quiero enterarme". Esto no está muy alejado de la realidad, pues siempre preferimos no enterarnos, por ejemplo, de los avances de la biogenética. La biogenética representa aquí nuestro límite a nuestra disposición de saber. Algo muy parecido sucede, de nuevo, en la película de los hermanos Wachowski. Cuando Cypher Reagan le pide al agente Smith que lo reconecte a la matrix para no acordarse de nada en la realidad virtual y vivir una vida de placeres a cambio de unos códigos para ingresar a Zion, la última ciudad de los hombres, ¿no es esto la prueba fehaciente de que la ignorancia produce más placer que el conocimiento ?

4. El Homo sacer

Entre los tantos discursos que emergen del concepto de "Pasión de lo real" y la noción de felicidad, Žižek enfatiza particularmente el del Homo sacer. Esta "especie" de hombre nace de la siguiente lógica: si los terroristas están dispuestos a destruir el mundo por amor al otro, los guerreros contra el terrorismo están dispuestos a destruir su propio mundo democrático en aras del odio al otro musulmán. Justo en este punto Žižek trae a la discusión a Dershowitz, abogado estadounidense, quien defiende la dignidad humana hasta el punto en que justifica la tortura de prisioneros de guerra.

La dignidad y los derechos humanos son fenómenos que hoy día tienen una acogida tremenda en los ámbitos de la sociedad y que no dejan de afirmar la vida contra cualquier cosa; además de que estamos todos invitados constantemente a apreciar nuestra vida. El mismo crecimiento desbordado de prácticas orientales en occidente lo muestra. Pero, a pesar de que estos discursos van tomando cada vez un rumbo más universal, no deja de estar dividida la sociedad mundial entre el ciudadano pleno y el Homo sacer; aquel que vive como un ser humano pero que no forma parte de la comunidad política. De otra manera, el Homo sacer de hoy "es el objeto privilegiado de la biopolítica humanitaria: aquel que habiendo sido privado de su humanidad plena es cuidado de una manera paternalista" (p. 75). Este es el caso, entre muchos otros, de los refugiados, los inmigrantes, los sobrevivientes de los campos de concentración, los sans papiers en Francia, los habitantes de las favelas en Brasil, la población afroamericana en los guetos de Estados Unidos, etc. Todos los que hoy reciben ayuda humanitaria son las figuras emblemáticas del Homo sacer.

Si los Homo sacer son vistos de esta manera, eso significa que son, por así decirlo, la encarnación del conflicto ideológico. Žižek considera que hoy solo existen dos tipos de conflicto: el que lucha contra grupos de Homo sacer, conflictos especialmente étnico-religiosos; y el de los ataques a los países del nuevo orden global. Estos conflictos quizá, duda Žižek, no se puedan llamar guerras propiamente dichas, sino "combatientes ilegales" que se resisten de forma criminal a las fuerzas del orden universal. Lo paradójico es que ambos casos de conflicto gestan identidades de Homo sacer.

Ya no hay libertad sino, a lo sumo, una libertad subjetiva desarrollada en el nuevo "mundo administrado". Esto es también recurrente en Matrix. El mundo administrado es el que controla una computadora a la que están conectados todos los seres humanos para brindarle energía. La energía es, a juicio de Žižek, insignificante, pues Matrix hubiera podido encontrar otro tipo de energía. Lo que interesa en realidad es que Matrix y el mundo administrado de hoy se nutren de la jouissance, del placer humano. No obstante, Žižek se equivoca al no atribuirle la suficiente importancia a la energía que los humanos aportan a Matrix. Esta no puede conseguir otro tipo de energía sino la humana, como puede ser observado con atención en la escena en que Morpheus le narra a Neo lo sucedido después de que el hombre inventó la inteligencia artificial. Así, nos damos cuenta de que el hombre, para salvarse a sí mismo, destruyó la única fuente de energía estable para las máquinas y oscureció el cielo para que no penetraran en la tierra las radiaciones solares.

El Homo sacer, insiste Žižek en Bienvenidos al desierto de lo real, se ve atravesado por una problemática mundial, pues donde vemos vestigios de él, allí ponen la mirada todos los organismos de protección de derechos humanos. Más problemática, quizá, es la identificación de estos grupos suprimidos y marginados, si no dentro de la sociedad misma, sí en el vecino. Lo que quiere poner de relieve Žižek es que en nuestra misma condición humana somos propensos a identificarnos con el Homo sacer, hasta el punto de reconocernos como tal. La pérdida de la libertad (subjetiva) no es un síntoma de la realidad, sino la misma realidad que se ha puesto como una prisión ante nuestra mente. No podemos pasar por alto un pequeño diálogo que establecen Neo y Morpheus en Matrix, el cual puede ofrecernos pistas para entender la naturaleza de ese Gran Otro y dar cuenta de la sensación que sentimos cuando la realidad la tomamos o percibimos como virtual:

La sensación de que algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero está ahí, como una astilla clavada en tu mente y te está enloqueciendo [...] Matrix nos rodea, está por todas partes, incluso en esta habitación [...] Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad. NEO: ¿Qué verdad? MORPHEUS: Que eres un esclavo, igual que los demás naciste en cautiverio. en una prisión que no puedes oler, saborear ni tocar. La prisión de tu mente.

5. Conclusión

En la parte final del libro, Žižek se ocupa de afirmaciones contundentes de carácter político. En efecto, que el cierre sea de este tipo no nos dice otra cosa sino que la problemática anímica de todos nosotros en cuanto somos Homo sacer y estamos atravesados por la pasión de lo real que invierte los valores de la más excelsa felicidad, es de carácter político. Es cierto que los discursos emergentes, después de la caída del WTC, están montados sobre derechos humanos e ideologías que simbolizan la protección de la vida a cualquier costo, y son de real importancia. No obstante, afirma Žižek, la explosión de las torres no fue un acto simbólico sino una explosión dejouissance; "un acto perverso de convertirse uno mismo en instrumento de lajouissance del gran Otro" (p. 111).

La crítica del esloveno se manifiesta con claridad en esta parte final de su obra. Sin tapujos, expresa que el problema no es lo que hacen los fanáticos religiosos obedeciendo a un fundamentalismo, sino lo que están haciendo los estrategas racionales que se ocultan tras aquellos. Según la lógica de Žižek, es más enfermizo el trabajo de un estratega militar que plantea y ejecuta operaciones de bombardeo masivo que el sacrificio de un individuo que pelea contra su enemigo. Aunque nos unamos a esta lógica, posiblemente muchos la reprimirán dado que está en juego la vida de los otros. Pero el homicidio que comete un solo hombre contra un pequeño grupo, en nada se compara al homicidio de un Estado contra todo un país.

No falta el carácter normativo, o deontológico, de la tesis de Žižek. El llamado que le hace a Europa no es muy distinto del llamado del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva hizo a toda la comunidad latinoamericana: el llamado a la unidad para distanciarnos de la hegemonía estadounidense, la cual ha cobrado una fuerza aterradora después del 11 de septiembre. En efecto, ya no están en juego factores económico-políticos, sino nuestra propia supervivencia. El caso de Lula en Latinoamérica, no obstante, no puede ser equiparado con el de Žižek, pues este último observa que la verdadera oposición hoy día no es la del Primer Mundo contra el Tercero, como suele pensarse, sino la de la unión del Primer Mundo y el Tercero (Estados Unidos y sus colonias), contra el Segundo Mundo (Europa).

Francisco Gamba Amaya
Pontificia Universidad Javeriana
franciscogamba@hotmail.com