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Lingüística y Literatura

versión impresa ISSN 0120-5587

Linguist.lit.  no.70 Medellìn jul./dic. 2016

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n70a09 

TRADUCCIONES

LAS DUDAS DE SAUSSURE: NOTAS SOBRE LA POTENCIA DE LAS DISYUNCIONES EN LA VIDA DE LAS LENGUAS

SAUSSURE’S DOUBTS: NOTES REGARDING THE POWER OF DISJUNCTIONS IN THE LIFE OF LANGUAGES

Evelyn Martina Schuler Zea1 

Traducción:

Carolina Villada Castro2 

1Universidade Federal de Santa Caratina (PPGAS y PGET-UFSC), Brasil evelynsz@gmail.com

2 Universidade Federal de Santa Caratina (PGET-UFSC), Brasil carolina.villadacastro@gmail.com


Resumen:

Comentando el trabajo de Bally y Sechehaye, editores del Curso de lingüística general, Roman Jakobson decía incisivamente que allí donde los materiales que utilizaron sugerían un punto de interrogación, ellos habían optado por poner un punto final. Nuevos documentos -que a su vez permiten ver los antiguos bajo una luz distinta- motivan paulatinamente una lectura distanciada del estilo asertivo del Curso y, particularmente, de su pretensión de conformar un «todo orgánico». El foco se disloca hacia las tensiones y fluctuaciones de los escritos de Saussure y, consecuentemente, hacia sus efectos de substracción y disolución. En esta línea, reviso en esta comunicación algunas de las disyunciones analizadas por Saussure en De la doble esencia del lenguaje y en otros textos, así como aquellas entre la multiplicidad de los fenómenos lingüísticos y la consideración de ciertos principios que los moldean, entre la transformación y la continuidad, la sincronía y la diacronía así como entre modalidades del orden y el desorden en la vida de las lenguas. En vista de estas disyunciones me pregunto si lo que Saussure busca es reducir y así hacer compatibles los términos o, más bien, confrontarse con la heterogeneidad, radicalizando inclusive para este fin sus diferencias. Esta secuencia de contraposiciones lleva a la pregunta suplementaria sobre el acontecer de la lengua y a la búsqueda de posibles orientaciones a partir de lo que Saussure nos deja entrever sobre el «no-ser» y la negatividad como factores lingüísticos -y, por tanto, culturales- constituyentes.

Palabras clave: Ferdinand de Saussure; signo lingüístico; transformación; negatividad.

Abstract:

About the editors of the Cours de Linguistique Générale Roman Jakobson said pointedly that, where the materials used suggested a question mark, they had chosen to put a conclusive point. New documents - which in turn allow us to see the old ones in a different light - gradually led to a reading at a remove from the assertive style of the Cours and particularly its pretension to constitute an "organic whole". The focus shifted to the tensions and fluctuations of the writings of Saussure and, consequently, to its subtractive and dissolving effects. Along this line, in this paper I review some of the disjunctions analyzed by Saussure in De l' essence double du langage and other texts, such as those between the multiplicity of linguistic phenomena and the centrality of the principles that shape them; between transformation and continuity; between the synchronic and diachronic, as well as those among the consequences of order and disorder in the life of languages. Given these disjunctions, I ask whether Saussure was searching to reduce or to compatibilize such terms, or whether he was rather confronting their heterogeneity, and even radicalizing for this purpose their differences. This sequence of contrapositions leads to further questions about the happening of language and the search for possible guidance departing from what Saussure allows us to glimpse about "non-being" and negativity as constitutive linguistic and therefore cultural - factors.

Key words: Ferdinand de Saussure; linguistic sign; transformation; negativity.

Al tratar la obra de Saussure, me parece conveniente dar inicialmente una indicación sobre las coordenadas de referencia, incluso si no es posible justificarlas aquí ampliamente. En lo que sigue, recurro sobre todo a documentos del archivo de Saussure -ahora enriquecidos con los textos encontrados en 1996 en el invernadero de naranjas de la familia Saussure- así como a las notas del tercer curso (1910- 1911) tomadas por Emile Constantin y publicadas por Claudia Mejía. Lo cual da a entender que adhiero a los cuestionamientos hechos -entre otros por Johannes Fehr, Simone Bouquet y la misma Claudia Mejía- a la edición de Bally y Sechehaye y su pretensión de ofrecer en el célebre Cours de linguistique générale un «todo orgánico» (2012, p. 3)2 del pensamiento de Saussure. Pero me gustaría indicar que teniendo en cuenta la proliferación de figuras tales como las de un otro Saussure, un Saussure ulterior o incluso un anti-Saussure, pienso cada vez más que los nuevos documentos permiten distinguir inquietudes e impulsos, temas y variaciones que hacen parte de una persistente trayectoria intelectual. En este pequeño ensayo intento rastrear justamente esta búsqueda, tomando como motivos conductores las dudas de Saussure y tratando de ver, en particular, si se resuelven en formas conclusivas de certeza o si requieren modos distintos de abordar los problemas del saber o del no saber.

En 1891, atendiendo a una convocatoria de la Universidad de Ginebra, Saussure retorna a su ciudad natal tras 11 años de estancia en París. En noviembre de ese año, antes de asumir la cátedra de «Historia y comparación de lenguas indoeuropeas», Saussure ofrece -ante un público compuesto por unas 10 personas, incluyendo sus familiares- tres conferencias sobre lingüística general, de las que se conservan algunas notas preparatorias. Y ya entonces -es decir, cerca de 20 años antes del último curso en Ginebra- encontramos formuladas allí algunas de las mayores tensiones que atraviesan el pensamiento de Saussure.

Me refiero, en primer lugar, a aquella entre los principios generales y la diversidad en el estudio de las lenguas. En las notas correspondientes, Saussure pone énfasis inicialmente en la necesidad de que el análisis lingüístico adopte como punto de partida la diversidad concreta de las lenguas. Los fenómenos del lenguaje, dice Saussure, no pueden ser esclarecidos «si no se recurre, en primera y última instancia, al estudio de las lenguas» (2012, p. 128). Al hablar en plural, Saussure no se refiere solamente al fenómeno de diversidad lingüística como tal, a la dispersión de las lenguas más allá de cada una de sus actualizaciones, sino también a las oscilaciones y particularidades de una lengua, a su incesante recreación en el recorrido de nuestras experiencias comunicativas cotidianas. El llamado de Saussure es a situarse en esta multiplicidad en cuanto ella constituye el dato lingüístico primordial.

Después de proponer ese enfoque sensible a la pluralidad, Saussure señala, no obstante, que desentenderse de la diversidad de las lenguas sería tan absurdo como olvidar que ellas obedecen a ciertos principios o premisas generales de nuestra idea de lengua. Es decir, que sin una idea conductora de lo que es el lenguaje, cualquier inmersión en la multiplicidad de las lenguas quedaría a ciegas o en la orfandad científica. Así, Saussure nos lleva del campo del acontecer concreto de las lenguas a una esfera de abstracción en la que debemos buscar los presupuestos mayores del lenguaje.3

Ese cambio rápido de perspectiva lleva a revisar la proposición anterior y preguntarse:

1. ¿Cómo es posible tomar efectivamente como punto de partida la diversidad de las lenguas si, de antemano, nuestra concepción de la lengua se encuentra bajo el dominio de principios o presupuestos generales? o

2. ¿De qué principios se trata efectivamente si son las lenguas concretas las que, como indica Saussure mismo, aparecen «en primera y última instancia» como factor determinante?4

Es inevitable un cierto grado de ambivalencia en la argumentación de Saussure, que propone tanto un retorno a la facticidad de las lenguas como atenerse al mandato de los presupuestos generales. En este punto, ciertamente no faltan en Saussure formas de mediación que indican que hay un pasaje que comunica la extrema especialización con la extrema generalización en el estudio del lenguaje. Lo cual se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que las mayores contribuciones a la ciencia del lenguaje provienen justamente de aquellos que consiguen juntar ambos extremos, es decir, que trabajando sobre motivos particulares consiguen llegar a conclusiones generales. Esta conexión sería una señal de que el estudio de las lenguas y el de la lengua en general es, finalmente, uno y el mismo.

Pero más allá de estas soluciones circunstanciales, el énfasis y la atención de Saussure parecen recaer crecientemente en las tensiones mismas, es decir, que él aparece, como veremos, cada vez más interesado en la irreductibilidad de fórmulas alternativas, en la elaboración de sus contrastes, antes que en su conciliación por vía de equivalencias y correspondencias. Así, Saussure prosigue acumulando discordan cias, potencializándolas y, si alguna forma de confluencia emerge entre sus extremos,

es claro que no deriva de su nivelación, sino de la radicalización de sus diferencias.

En este sentido, puede leerse, en segundo lugar, otra de las tensiones elaboradas por Saussure, esta vez con respecto a los factores de transformación y continuidad en los fenómenos lingüísticos. En la vida de las lenguas, como cita Saussure, lo que hay es «transformación, aún y siempre transformación» (Saussure, citado por Fehr y Saussure, 1997, p. 151) Tal es el principio absoluto con el que Saussure abarca y formaliza la ya indicada diversidad de las lenguas. Se trata de una transformación múltiple e incesante en el tiempo y el espacio, que hace que la lengua de hoy sea inevitablemente diferente a la de ayer y a la de mañana -y eso no por efecto de un factor venido de afuera sino justamente por efecto de la circulación y del intercambio, que constituyen la modalidad intrínseca o modo de existencia de una lengua.

Además, una lengua no se transforma solo linealmente, a través de una sucesión de estados alterados en el tiempo; simultáneamente, ella también se fracciona en variaciones dialectales que se dispersan en un espacio de creciente complejidad. Como apunta Saussure: «la diferencia A:B representa, idealmente, la diferencia en el tiempo, pero en verdad, solo existe la diferencia A:B´B´´B´´´-que, única real, representa la diferencia en el tiempo y el espacio-» (2012, p. 145). Por lo que debemos decir que cada lengua no tiene solo uno, sino múltiples destinos y que estos llegan incluso a coexistir entre sí. De modo que este enfoque tiene el efecto de potencializar el factor de la transformación en las lenguas.

Pero entonces, como ocurre frecuentemente en Saussure, tal proposición es llevada al extremo en su argumentación apenas para ser contradicha un poco después a través de una segunda formulación que es alternativa a la primera en su sentido, pero igualmente enfática en su forma. De tal modo que la inclinación de Saussure de conferir categoría de principio a sus aserciones no parece ser un modo de absolutizarlas, sino, más bien, de pensarlas hasta el final, de ampliar sus alcances para así valorarlas en todas sus implicaciones y, eventualmente, registrar sus impasses y limitaciones.

De hecho, ya tiene algo de desconcertante hablar en este contexto de un principio de transformación, en la medida en que generalmente un principio denota una forma de regularidad que aquí, curiosamente, resulta ser aquella del cambio. La primera consecuencia de esta formulación, tal como indica Saussure, es precisamente negar que sea posible la emergencia de un «ser lingüístico nuevo», de una entidad que represente una instancia de excepción en la secuencia de tiempo y en la extensión del espacio. Por tanto, no habría ni origen ni creación en los dominios de la lengua, ningún fenómeno que se inscriba dentro de una historia, de un devenir. Pero si esto es así, lo que afirma el principio de la transformación es, simultánea y paradójicamente, la exclusión de irrupciones y la vigencia de una forma de continuidad sin excepciones.

Saussure ilustra esa duplicidad de la transformación y de la continuidad a través de dos analogías. Una de ellas toma como motivo la exposición de las fotografías de Boguslawski, un artista ruso que tomó 480 retratos de sí mismo en la misma posición a lo largo de varias décadas.5 En lo que concierne a esta secuencia, Saussure comenta que, si bien sería posible tener una sensación de continuidad siguiendo la serie de fotos, el efecto de contraste sería igualmente notable si se salta de la primera a la última foto de la exposición. Así inclusive si acompañamos la muestra de foto por foto, podemos sorprendernos sea por la semejanza, sea por la desemejanza y dependerá de una particular disposición o atención cuál de los aspectos pasa a primer plano.

Saussure evoca también la imagen de un bulevar que cruza una ciudad y recibe diferentes nombres en su camino. Cada uno de estos segmentos, dice Saussure, apenas existe en «nuestra mente», que fracciona en pedazos la unidad objetiva de la trayectoria en la que aparecen. El ejemplo ilustra su convicción de que la naturaleza o la realidad non facit saltus, de tal modo que los diferentes cortes y partes apenas resultan de apreciaciones subjetivas. De modo que de acuerdo a este enfoque, en cuanto la continuidad es real, las transformaciones no serían más que impresiones de validez particular.

Pero la imagen de bulevar de Saussure va ciertamente más allá de este esquema. Pues también se muestra pertinente para ilustrar aquella otra aserción de Saussure según la cual las lenguas viven en tránsito permanente, sin conocer más que estados fugaces, doblemente precarios en la medida en que se dislocan entre renglones igualmente movedizos. Del mismo modo en que al recorrer un bulevar se reciben impresiones pasajeras que motivan vivencias igualmente fugaces que fraccionan minuciosa y arbitrariamente la continuidad del bulevar. Pero esta experiencia disolvente no llega a impedir que la identidad del bulevar pueda ser recobrada en nuestra memoria, aunque sea de un modo insubstancial o ficcional.

Transformación y continuidad vienen por tanto a coincidir en la mediación y meditación de Saussure que, por un lado, coloca en primer plano el mencionado fraccionamiento o dispersión de las lenguas en el espacio y en el tiempo y, por otro lado, niega enfáticamente la eventual emergencia de un «ser lingüístico nuevo, con existencia distinta de la que precedió o lo seguirá» (2012, p. 137). De esa densa amal gama parece estar hecha su concepción de los estados de la lengua como transiciones que traen cambios al mismo tiempo imperceptibles e inexorables. En la lengua, afirma Saussure, «existen apenas estados [...] que son, perpetuamente, la transición entre el estado de la víspera y el día siguiente» (2012, p. 144) -transiciones llevadas a la potencia, podríamos agregar, en la medida en que acontecen entre estados que tampoco existen por sí mismos-. Sobre estas transiciones operan tanto el principio de absoluta continuidad como el de continua transformación (2012, p. 144) de las lenguas en el tiempo, que Saussure asume simultáneamente sin pretender reducir el uno al otro o ambos a un denominador común o relación abarcadora, sino, más bien, persistiendo en exponerlos en su extrema disonancia.

Aún podemos abordar con Saussure otra dualidad en tensión, aquella ciertamente más conocida, entre la sincronía y la diacronía, que ya aparece en Notes pour un article sur Whitney (de 1894, Saussure 2012, pp. 171-191). Allí Saussure se detiene en una metáfora clásica del análisis social, como es la del juego de ajedrez. Lo que destaca en ella es, sobre todo, la irreductibilidad entre la secuencia de las jugadas y el estado del juego en el transcurso de una partida. La separación entre estos dos ejes es aquí tan cabal que «quien llega en cualquier momento sabe tanto del juego como quien observa todas sus jugadas» ambas articulaciones son, en efecto, «totalmente diferentes» entre sí (2012, p. 186).

Es importante notar que Saussure refuta la unilateralidad en el uso de la metáfora del ajedrez por parte tanto de la escuela formalista de Bopp como de la gramática histórica. En cuanto la primera considera la lengua como si se tratase de una posición de ajedrez, es decir, un estado del juego, la segunda no ve en ella más que el resultado de una secuencia de jugadas. Saussure reconoce lo que hay de pertinente de cada lado; así, en relación con el enfoque histórico destaca que, sobre este eje, la lengua no está libre de accidentes, de vicisitudes, como es evidente, por ejemplo, en las variaciones fonéticas: la lengua vive en el tiempo, en la circulación, de tal modo que su devenir es ya mutación, sin la cual no podríamos explicarnos cómo una lengua llegó a configurarse de modo específico.

Y, sin embargo, esa perspectiva no es indispensable para entender las posibilidades de una situación cualquiera del juego de ajedrez ni de la lengua. Ya que el análisis del posicionamiento de las piezas en una partida no depende de cómo se llegó a ese estado, sino únicamente de correlaciones específicas o, en el caso de la lengua, del contrato fundamental por el cual los signos se articulan a las ideas. Si la metáfora del ajedrez resulta pertinente es, por tanto, precisamente porque en este juego se reconstruye a cada paso la convención inicial. La lengua, dice Saussure, es como un hormiguero que se reconstruye inmediatamente tras sufrir alguna perturbación.

Pero aún allí donde Saussure resalta particularmente las virtudes del enfoque sincrónico, no lo hace porque este sea prioritario en la consideración del lenguaje. El énfasis se debe únicamente, como él dice, al hecho de que este aspecto ha sido el menos visto y que, por tanto, el peligro de caer en la unilateralidad por este flanco es también mucho menos probable. En todo momento, como es notorio, Saussure se cuida de evitar cualquier reduccionismo a la eficacia de un único principio. Todo pasa como si, para él, no se tratara de modo alguno de imponer un principio contra otro, sino de afirmar su irreductibilidad y avanzar en la consideración de la disparidad, de la disyunción que da lugar al dualismo.

El dualismo o la polaridad constitutivos de las lenguas, que enfatizan algunas lecturas de Saussure, no parece que hayan sido vistos por él como una constatación en la cual sea posible instalarse confortablemente. De hecho, Saussure se refiere a ese dualismo como «irritante» (2012, p. 186), por lo cual entiendo que percibía algo de corrosivo, de disolvente en ello y, por cierto, no en un sentido meramente subjetivo, sino con respecto a la objetividad, esto es, a la consistencia de las entidades lingüísticas. De las tensiones del dualismo en la vida de las lenguas Saussure extrae implicaciones perturbadoras, en particular con respecto a eventuales alternativas al punto de vista de la substancia.

Así, Saussure afirma que, de modo general, las mayores dificultades de la terminología científica proceden del hecho de que «todas las maneras de hablar son amoldadas sobre la suposición involuntaria de la substancia» (2012, p. 170). Esto es, que allí predomina la «profunda ilusión de cosas que serían naturalmente dadas en el lenguaje» (2012, p. 171).6 De manera que es tal vez en esa dirección, es decir, siguiendo lo que Saussure nos dice sobre el vértice de la unidad, la integridad y la identidad correlativas a la suposición de una substancia, donde podemos buscar orientaciones alternativas que nos permitan repensar la constitución de las entidades lingüísticas y, por intermedio de ellas, de los hechos culturales.

Una de las eventuales salidas a los impasses de la substancia lingüística se localiza, por cierto, en uno de los pasajes más citados de Saussure. Allí donde dice: «bien lejos de decir que el objeto precede el punto de vista, diríamos que es el punto de vista el que crea el objeto» (1972, p. 15).7 Frecuentemente esta formulación es considerada como pasaje crucial de la ruptura, como el momento de no retorno al substancialismo en beneficio de la primacía del punto de vista y, a través de él, de la relación. Pero así como hay en Saussure tensiones persistentes también hay, en su recepción, disoluciones apenas aparentes. Pues lo que encontramos en una de sus notas -de los antiguos documentos, lo que muestra la artificialidad de esta distinción entre nuevos y antiguos documentos- es que el punto de vista y la substancia tienen mucho más en común de lo que usualmente se presupone.

La lengua, nos dice Saussure, está hecha únicamente de acciones y es únicamente «en el instante en que […] consideramos concordantes» esas acciones, que ella se torna «una substancia» (2012, p. 170). Así, lo que constituye una substancia es el momento de la concordancia, que no necesariamente tiene que ser entre la palabra y la cosa, sino que puede ser la presuposición compartida entre diferentes puntos de vista. Substancias son efectos de concordancia y no lo contrario -siendo secundario si eso ocurre entre las palabras y las cosas o entre diferentes puntos de vista-. De las substancias, por consiguiente, curiosamente puede decirse que son formas de relación y no en un sentido meramente accesorio, sino intrínseco. Ellas son el resultado de la concordancia de puntos de vista. Por cierto, se podría insistir en que justamente en esto consiste la disolución de substancias. Pero considero crucial que la operación constitutiva que se atribuye a los puntos de vista es la misma que funcionó tradicionalmente como criterio substancial de verdad: aquella adecuación entre formas del pensamiento y cosas.

Si entendemos, por tanto, que lo decisivo ahí no es la cualidad de los términos, sino la convenientia o adecuación entre ellos, las pretensiones de primacía tanto del substancialismo como del enfoque, aparentemente contrario, que coloca en primer plano el punto de vista, ratifica en realidad una misma matriz de pensamiento. Pasar de una concordancia a otra, sea meramente entre los objetos, entre estos y los puntos de vista o exclusivamente entre estos últimos, vendrían a ser variaciones de un mismo esquema. Lo único que podría desestabilizar ese modelo sería, por el contrario, un eventual abandono de la concordancia.

En vista de ese desafío, aquí solamente me limito a convocar dos apuntes de Saussure que me parecen que redoblan su apuesta intelectual en el sentido de proyectarla sobre una dimensión que nos excede.

El primer apunte aparece como un resumen del proyecto de Saussure: «todo lo que buscamos establecer es que es falso admitir, en lingüística, un hecho cualquiera como definido en sí mismo» (2012, p. 171). Esa imposibilidad de las entidades lingüísticas de ponerse espontáneamente en evidencia me parece afín a aquella otra frase de Marx según el cual «nada es símbolo de sí mismo». En la medida en que ambas problematizan la posibilidad de la concordancia en un caso ejemplar, como es el de la identidad consigo mismo. Aunque no pueda seguir aquí esa onda expansiva, es preciso indicar que el trabajo disolvente de Saussure prosigue al punto de concluir que el signo lingüístico en sí mismo, es decir, por efecto de la circulación intrínseca a él, no llega a tener siquiera la consistencia de una «pompa de jabón» (Saussure citado en Fehr y Saussure, 1997, p. 161).

En el segundo apunte que quisiera citar aquí, Saussure radicaliza su concepción en una fórmula sin atenuantes:

SER. Nada es, al menos nada es absolutamente (en el dominio lingüístico). … La forma elemental del juicio: «esto es esto» abre la puerta a miles de respuestas, porque hay que decir en nombre de qué se distingue y delimita «esto» o «aquello», siendo que ningún objeto es naturalmente delimitado o dado, siendo ningún objeto es con evidencia. (2002, p. 81)

Este es un posible desenlace de los desmontajes y tensiones recurrentes que he tratado de rastrear hasta aquí, los cuales no se resuelven en principios unilaterales ni en formas elementales como tampoco dan lugar a configuraciones meramente heterogéneas. Lo que se encuentra en Saussure, más allá de articulaciones sensibles a las diferencias entre los términos, es la demanda de asumir la negatividad como un factor constituyente eficaz así como de asumir, fuera de la identidad consigo mismo, una lógica de no coincidencia y de la eventual insuficiencia de fundamento. Lo que está en cuestión es la eventualidad de que el objeto de la lingüística no consista en un término aislado ni tampoco en el vínculo entre ellos, sino más bien en el vacío que los separa, en la grieta entre una existencia y otra y, por consiguiente, en la negatividad y en el no ser. Las dudas de Saussure se confrontan y nos confrontan con esa inherente fluctuación en la vida de las lenguas.

Referencias bibliográficas

1. Fehr, J., e Saussure, F de. . (1997). Saussure, Linguistik und Semiologie. Notizen aus dem Nachlass, Frankfurt: Suhrkamp. [ Links ]

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3. Saussure, F de. . (2012). Escritos de Lingüística Geral. Traducción de: Carlos AugustoLeuba Salum e Ana Lucia Franco. San Paulo: Cultrix. [ Links ]

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1Texto presentado en el Congreso «100 años con Saussure», realizado en la USP en agosto de 2013 y publi cado en portugués bajo el título: «As dúvidas de saussure: notas sobre a potência das disjunções na vida das línguas» en: Antropologia em primeira mão, 140, Florianópolis: UFSC-PPGAS, 2013, pp. 5-12, disponible en: http://apm.ufsc.br/files/2014/03/140_SCHULERZEAEvelyn_AsduvidasdeSaussure.pdf. Agradecemos a la autora y a la revista la autorización para realizar esta traducción.

2N. del T. Se traducen todas las citas directamente desde la versión en portugués, refiriéndose en los respec tivos casos las ediciones disponibles en español en nota al pie. La obra referida corresponde a la edición en español: Saussure, Ferdinand. (2004b). Escritos sobre lingüística general. Clara Ubaldina Lorda Mur (trad.). Barcelona: Gedisa.

3En ese doble movimiento, dígase de paso, parece resonar la fórmula kantiana, según la cual las intuiciones sensibles de los fenómenos resultan ciegas sin conceptos y estos vacíos en la ausencia de las primeras.

4Preguntas como estas también son planteadas por Fehr (Fehr y Saussure, 1997, p. 61).

5N. del T. Se trata del ruso Boguslawski referido por Saussure en los Escritos de lingüística general, quien durante 20 años se hizo fotografiar en la misma posición los días 1.º y 15 de cada mes, llegando a acumular 480 retratos fotográficos, de modo que los retratos contiguos resultan semejantes entre sí, pero al compararse dos retratos alejados parecen corresponder a personas diferentes.

6 Importante nota alka analizada en Claudia Mejía (1997, pp. 94, 97)

7N. del T. Versión disponible en español: Saussure, Ferdinand. (2004a).

Recibido: 15 de Febrero de 2016; Aprobado: 12 de Mayo de 2016

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