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Lingüística y Literatura

versión impresa ISSN 0120-5587

Linguist.lit.  no.71 Medellìn ene./jun. 2017

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n71a01 

Artículos

ACTORES Y PAPELES EN BUSCA DE UNA HISTORIA. MÉXICO, IMPRESOS SIGLO xix (PRIMERA MITAD)

ACTORS AND ROLES, A SEARCH FOR HISTORY. PRINTED MATERIALS IN THE (FIRST HALF) NINETEENTH CENTURY IN MEXICO

Laura Suárez de la Torre1 

1Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México lsuarez@institutomora.edu.mx


Resumen:

Este artículo se ocupa de mostrar la trayectoria que ha seguido del grupo de investigación sobre «Historia de la edición en México en el siglo xix» en el Instituto Mora, México. Refiere la importancia de los impresos como representación de la cultura en México, además argumenta la necesidad de hacer visibles a los actores responsables de la producción y circulación de los impresos en la Ciudad de México y de descubrir las transferencias culturales que se desarrollaron entre Europa y México.

Palabras clave: México; siglo xix; publicaciones; impresores; transferencias culturales.

Abstract:

This article aims to show the path that the research group working on «The history of printed materials in Mexico in the 19th century» (Historia de la edición en México en el siglo xix) has followed at Instituto Mora in Mexico. This paper refers to the importance of printed materials as a cultural representation in Mexico. Furthermore, it also focuses on visualizing the actors responsible for the production and circulation of printed material in the city of Mexico and on discovering cultural transfers occurring between Mexico and Europe.

Key words: Mexico; 19th century; publications; printed materials; cultural transfer.

1. Introducción

Esta Historia tiene su propia historia. Habiendo constituido un grupo de investigación interdis ciplinario -historiadores, historiadores del arte, sociólogos, literatos y, más tarde, musicólogos- se propuso el primer proyecto en el Instituto Mora en torno a la historia de la edición: «Empresarios-editores en la ciudad de México, 1830-1855». El objetivo era reconocer a los principales actores relacionados con la promoción de los impresos en las primeras décadas del siglo xix. Esa vertiente de investigación era un punto nodal y una pieza esencial para emprender la historia de la edición que habíamos aprendido de Martin, Fevbre, Chartier, Mollier, Michon, Botrel, entre otros. Asimismo, las enseñanzas de Robert Darnton también nos abrieron horizontes para orientar nuestra propuesta de investigación y lo que Jesús Martínez Martín lanzó en España nos dio nuevos alientos para empezar a construir nuestra propia historia de la edición.

Es necesario aclarar aquí que quienes se habían ocupado de presentar una his- toria de los libros en México, lo habían hecho desde la bibliofilia pues su amor a los libros los llevó a preocuparse por presentar las mejores ediciones, los libros más representativos, los ejemplares más raros, los más bellos en el tiempo novohispano- mexicano.2 No había una propuesta metodológica como la que lanzaron Lucien Febvre y Henri-Jean Martin con su libro L´aparition du livre y menos aún de las proposiciones novedosas de Roger Chartier o Jean-Yves Mollier o Jean-François Botrel. De allí que se abrían nuevas posibilidades para visualizar el papel del libro, los impresos y a los responsables de hacerlos o de llevarlos a los lectores y la acción de estos sobre los impresos.

Surgía un filón para poder enfrentar el estudio de los impresos desde distintas perspectivas. En España paralelamente se abría este interés por hablar de los impresos no únicamente como joyas bibliográficas, sino por llevar a cabo una historia social y cultural en donde el impreso se convirtiera en eje nodal para ver a su alrededor otras historias que ligadas pudieran ofrecer una visión global que enlazara la edición con la lectura. Como señala Jesús Martínez Martín: «La edición será el elemento vertebrador de esta historia cultural a partir de que se integran impresores y autores, libreros y lectores, la historia de las técnicas y de la producción editorial con la historia social de la lectura, el estudio material de los libros y el estudio cultural de los textos» (Martínez Martín, 2001, p. 20).

De allí que nuestro propósito fue repensar los impresos como representación de una historia de la cultura en un tiempo, un tiempo que se corresponde con la construcción del Estado moderno, con el goce de la libertad de imprenta, con la importancia de la educación como base para el progreso; en donde la lectura y el impreso se consideran necesidad y cobran una presencia ineludible y, al mismo tiempo, como un objeto cultural, pero también de comercio. Analizar históricamente la actuación de los actores y a los materiales que producían fue nuestra primera incursión en el tema.3

Fue así que el diálogo que buscamos en el estudio inicial de los impresos se pensó no únicamente mirando a los productores, sino rescatando los impresos desde su producción, en su relación con los lectores, en su impacto en el mercado; así como también la apropiación que se hacía de un texto en otros espacios, más allá del de su producción.

La contextualización histórica resultaba un punto central para poder emprender esta investigación. La Ciudad de México fue el escenario, ya que era la capital del país, y allí se daba el esplendor de la vida cultural. No hay que olvidar que desde el siglo xvi en esa ciudad se instaló la primera imprenta y la Universidad inició sus actividades. De allí que era lógico escoger este escenario para comenzar la investigación, a más de que teníamos ya pensados a los actores a los que queríamos enfrentar.

La independencia otorgó condiciones sustantivas para entender el despegue y desarrollo de la actividad editorial. Y es que para los gobiernos del México independiente, la educación se convirtió en un objetivo fundamental para poder cambiar las condiciones de analfabetismo y de atraso que caracterizaba a la mayoría poblacional. La educación fue entonces un factor que favoreció la dinámica de las imprentas en la capital, pero no el único.4 A ello habría que agregar la importancia que adquirió México como país independiente, en tanto polo atractivo para inversiones extranjeras. Los libreros franceses y españoles con sus libros, revistas, almanaques y demás, muy pronto vieron el espacio como un punto para desarrollar la industria y el comercio.

Teniendo definido el escenario, habría que justificar la temporalidad. Entre 1830 y 1855 se dio un auge en las publicaciones y se constata una diversidad en la oferta editorial que nunca antes se había visto, misma que se correspondía con el tiempo de construcción del Estado mexicano, en donde las publicaciones se volvían fundamentales. Asimismo, representaba un tiempo de búsqueda de la identidad nacional y en donde una vez más las publicaciones devenían en una vía esencial para la construcción literaria, o para la representación visual.

Con el tiempo, las relaciones académicas que se establecieron con investigadores de universidades francesas, interesados en la historia cultural, se convirtieron en otra vertiente que impactó en nuestras investigaciones. Nos condujeron a establecer redes de trabajo y a llevar a cabo proyectos internacionales.5 Nos permitieron la consulta de bibliotecas y archivos galos que enriquecieron nuestra visión y alimentaron nuestras propuestas. Un nuevo dominio de investigación se presentó a partir de las transferencias culturales suscitadas en los impresos, un tema que poco se ha trabajado y que tiene que ver con la lectura, la circulación y la apropiación.

Tres perspectivas se fueron perfilando en nuestros estudios. En primer lugar, conocer a los responsables de los talleres de impresión para entender sus intereses, sus propósitos y, al mismo tiempo, conocer la producción editorial y la lectura. Los impresos se corresponden con nuestro segundo punto. Y, por último, la cuestión de las transferencias culturales será el tema de nuestro tercer apartado, pues estos actores estaban inmersos en el ámbito editorial europeo de donde se inspiraban para llevar a cabo sus propuestas editoriales. Sin olvidar que estos impresos circularon, se vendieron y fueron apropiados por lectores, escritores, editores…

Estas tres líneas de investigación han sido las pautas que nos han guiado y han forjado nuestros proyectos de investigación, a saber «Empresarios-editores en la Ciudad de México, siglo xix»; «Creación de estados de opinión en el proceso de independencia»; «Edición y transferencias culturales en el siglo xix»; «Melódica» y «De libros y lectores. Siglos xviii- xix». Diversas publicaciones han resultado de las líneas de investigación que hemos desarrollado a lo largo de los años. Destacan, entre otros, Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros en la ciudad de México 1830-1855; Impresiones en el tiempo. Edición y transferencias culturales Francia-México siglo xix; Los papeles para Euterpe. La música en la ciudad de México desde la historia cultural. Siglo xix y Tras las huellas de Eugenio Sue: lectura, circulación y apropiación de Los Misterios de París. Siglo xix, y el último que se encuentra en prensa Estantes para los impresos. Espacios para la lectura. Como señalé, ellos han sido el resultado de distintos proyectos de investigación desarrollados en el Instituto Mora, proyectos nacionales e internacionales, interinstitucionales e interdisciplinarios.6

2. Configurar una historia, la de la edición

2. 1. Los actores

Impresores y libreros eran los responsables de satisfacer las necesidades inmediatas de la población en relación con la lectura. La vida colonial estuvo acompañada por impresos varios -libros, catecismos, almanaques, calendarios y múltiples ejemplos de impresos menores- que los distintos talleres de imprenta y las librerías se ocupaban de ofrecer a los lectores interesados.7 El analfabetismo caracterizaba a la mayoría de los habitantes y se piensa que un 10 % de la población podía leer y un porcentaje menor sabía escribir.8 No obstante, se puede decir que los impresos y los novohispanos guardaron una relación plácida y con la guerra de independencia el acercamiento a las publicaciones se incrementó, pues en ellas estaban constituidos los ideales de los grupos en contienda y con el decreto de reinstalar en 1820 la libertad de imprenta, los impresos se multiplicaron y se hicieron más presentes en la cotidianidad, con folletos y gacetas que hablaban de las novedades metropolitanas, de la situación local, de la realidad política en otros puntos americanos. Puede afirmarse que con la libertad de imprenta las posibilidades se ampliaron para los talleres con la producción de folletos, periódicos, revistas y todos aquellos géneros editoriales que podrían interesar a los lectores.

La nueva vida política favoreció la publicación de periódicos y los proyectos gubernamentales que se proponían para mejorar la educación incidían necesariamente en el negocio de los impresos; además, la nueva vida independiente requería de las imprentas puesto que el gobierno necesitaba dar a conocer las nuevas propuestas de organización, la legislación, la reglamentación, etcétera. De allí que pueda decirse que una vía de relación entre las autoridades y los nuevos ciudadanos fueron los impresos. Así, el negocio de la imprenta se convirtió en una empresa urbana que podía interesar a nuevos actores que veían en ella un medio interesante para hacer dinero o un medio de subsistencia.9

Se percibe en el ambiente mexicano un interés por la prensa, por la folletería, por los libros y otros géneros editoriales. Y es que el nuevo contexto para la letra impresa con libertad anima a los escritores y a los impresores. Además de que el ambiente político renovado abre las posibilidades para las propuestas, para el diálogo, para la argumentación, para la refutación y la imprenta es un vehículo idóneo para darlos a conocer. Por ello se amplía el panorama de los impresos y se reconoce un cambio en los responsables de imprimir materiales. Ello se logra constatar a través de los pies de imprenta que revelan nuevos nombres. Aquí tendría que referirme a las fuentes con las que empezamos a construir esta historia. No había archivos dedicados a las imprentas y por lo mismo tuvimos que diseñar nuestras propias estrategias para enfrentar el tema. Los pies de imprenta fueron nuestra primera pista; hacer un inventario de publicaciones de los actores seleccionados, nuestro segundo paso para de allí emprender nuestra búsqueda en los archivos, ya el de Notarías, ya el General de la Nación, ya el Histórico de la Ciudad de México.

Pero volviendo a nuestras apreciaciones de la transformación del ámbito editorial, nos preguntamos del porqué de esta renovación. Y una primera respuesta la encontramos en los talleres coloniales que venían funcionando a lo largo de los siglos: se manejaban bajo reglas muy estrictas del privilegio real, censura y autorizaciones para los impresos. De tradición en los géneros que podían imprimir y de relaciones familiares que mantenían y permitían el crecimiento de los negocios, buscando el privilegio real para garantizar el beneficio económico.

De allí que la libertad de prensa que se aprendió con la Constitución de Cádiz y se mantuvo ya en el México independiente, con sus altas y bajas, permitió abrir nuevas posibilidades a los jóvenes interesados en el papel de la letra impresa. Un oficio urbano que requería de una inversión en prensas, caracteres móviles y tintas, a más de conocimiento del oficio, permitía a una nueva generación involucrarse en una empresa que podría a la postre resultar exitosa y permitir ganancias a sus propietarios, dado el interés que se manifestó por la letra impresa.

Es importante ver cómo una nueva generación comienza a pensar en ese negocio con otra óptica y cómo los tradicionales impresores van cerrando sus talleres de imprenta para dejar el paso a las nuevas empresas. Así sucedió con las prestigiadas imprentas de Zúñiga y Ontiveros o la de Juan Bautista Arizpe o la de Betancourt que se enfrentan a nuevas condiciones para la producción. Otras logran adaptarse a las nuevas reglas de imprenta como la de Valdés, pero lo interesante es ver cómo declinan las empresas coloniales y cómo surgen nuevos talleres que se mantendrán durante varias décadas del xix. Lo más importante es que serán los responsables de introducir, a la postre, una mutación en las formas de producción y en los materiales que se imprimen, hasta el punto de poder hablar de una transformación cultural en los impresos, pero también en la relación con los lectores.

Se constata plenamente un cambio de generación. Los nuevos actores nacieron en la primera década del siglo xix y padecieron la guerra insurgente. Por ello, entendieron también el tiempo de transición que estaban viviendo y la oportunidad que se les brindaba con el México nuevo. Constataron también el auge de los impresos con la puesta en vigor de la libertad de prensa y la proliferación de folletos, hojas volantes, gacetas, que salían desde las prensas legales y de las fortuitas e itinerantes. De allí que pueda decirse que en un principio la vida política tan intensa que se vivía les ofreció una buena oportunidad para desarrollar la actividad de las imprentas hasta el punto de poder señalar que la política y los impresos se convierten en un binomio indisociable. Desde el poder había mucho que decir y comunicar, pero también desde los nuevos ciudadanos había mucho que comentar, combatir o reforzar de los nuevos gobiernos.10 De allí que se comprenda que para los nuevos «empresarios», la imprenta podía llegar a ser un negocio redituable. La producción de folletos puede bien reflejar esta situación. El auge de estos impresos se dio durante la década de los años 20 y es en esta misma década que surgirán los primeros periódicos. Todo ello vinculado a la vida política en transición.

La prensa adquiriría una importancia vital en tanto vocera de los grupos políticos (realistas y republicanos, centralistas, federalistas, liberales y conservadores). De allí que las tradicionales gacetas perderían su predominio frente a una nueva prensa que ofrecía nuevos formatos y contenidos.11 En ello habría que reconocer el papel de quienes estuvieron en las Cortes y que aprendieron el valor de los periódicos como voceros de valores, ideales y propuestas. Los intelectuales relacionados con personajes en otros países formaron redes, conocieron el valor de la prensa, cuyos contenidos reflejaban las aspiraciones de los grupos políticos diversos que financiaban los periódicos que eran leídos por la elite política, económica y cultural que, a su vez, era quien dirigía los destinos del país.

Esa elite leía, escribía y buscaba publicar su ideario. Por ello, entendió el valor del impreso como vía para alcanzar a muchos. Eso se ve en quienes se lanzaron, en la primera década de vida independiente, a publicar folletos varios o periódicos. Además de los periódicos, una producción de impresos menores permitiría a los nuevos talleres de imprenta adquirir la práctica y el oficio. De allí que nuevos nombres se incorporen a la tradición de imprenta que existía en la capital del país y se conviertan en los responsables de dar a luz periódicos e impresos varios que en su mayor parte estarán dedicados a la vida política, educativa y religiosa y a acompañar la vida cotidiana de los mexicanos.

Estos nuevos actores, como Juan Cabrera, Tomás Lorrán, José Joaquín Fernández de Lizardi, José Mariano Fernández de Lara, incursionarían en este quehacer. Algunos sin mayor éxito, otros permanecerían en el tiempo, pero lo más importante es que a estos se les unirían, ya en la década de los 30, otros que reflejarán la importancia de la imprenta como dinámica actividad, capaz de abarcar distintos productos y que incorpora nuevas técnicas de producción, como la litográfica o la prensa Marinoni, por ejemplo.

Los nombres de Fernández de Lara, Ignacio Cumplido, Vicente García Torres, Rafael de Rafael, Juan R. Navarro, Manuel Murguía se convertirán en referente constante para los habitantes, devendrán en los personajes claves de la imprenta por sus publicaciones novedosas y sus aportaciones a la edición mexicana. Pero lo más importante es que estos actores, junto con otros menos representativos, se convertirían por sus obras en agentes de cambio cultural a través del lanzamiento de nuevas publicaciones que reflejan ante todo el fenómeno de la secularización de la lectura y en donde la literatura adquiriría carta de naturalización, hasta volverse en una lectura cotidiana y para todos.

Entendieron la importancia de los impresos en la vida diaria y por lo mismo coadyuvaron en la publicación de impresos menores como catecismos, estampas, partituras, pero, al mismo tiempo, reconocieron la vanguardia editorial europea como una vía para la instrucción y el entretenimiento. Se apropiaron de formatos, géneros editoriales (manual escolar, libro infantil y juvenil, libro religioso, entre otros) y literarios (lírico, épico y dramático) y de fórmulas de venta (por entregas, por suscripción). Fueron responsables de poner en tinta y papel lo hecho en otras latitudes desde las técnicas de impresión hasta los contenidos que hablaban de la novedad tecnológica, de la creación literaria en distintos países, del arte, de la ciencia, de la tecnología.

Habría que mencionar también el importante papel que desempeñaron los escritores, pues ellos posibilitaron la existencia de las nuevas publicaciones y ayudaron a construir las bases para una literatura nacional. De allí que se tenga que hablar necesariamente de un binomio en la edición. Por una parte, los impresores y, por el otro, los escritores que se sumaron a las propuestas de la imprenta como un negocio que entendía las novedades que lanzaba el ámbito europeo y los requerimientos de los púbicos lectores.

Estos actores de la imprenta mantendrían una activa conexión con los impresos foráneos no únicamente para su venta, pues si bien eso se venía haciendo desde la etapa colonial, en este nuevo tiempo político se pondrán en circulación una serie de impresos que revela la vanguardia de las publicaciones y que habla de la utilización de referentes foráneos en los impresos mexicanos que permitieron una transformación en las lecturas. De ello me ocuparé más adelante.

Lo interesante aquí es ver la labor de estos actores que estuvieron siempre en competencia, buscando los contratos con el gobierno para la publicación de decre-tos, reglamentos, leyes, memorias oficiales -la competencia favoreció la baja en los precios, la incorporación de mejoras en sus técnicas de producción-. Pero más allá los lanzó a ofrecer nuevas publicaciones que lograran la aceptación del público. Ese público empezó a diversificarse, gracias a la aparición de impresos específicos, destinados a lectores determinados, ya mujeres, ya niños, ya artesanos.

Estos impresores se convierten así en mediadores culturales entre las publicaciones foráneas y el público mexicano. Ellos buscan ofrecer a los lectores mexicanos novedades editoriales que los llevaron a ser reconocidos como los hacedores de publicaciones, como referentes de la imprenta del xix. En el punto ii me ocuparé de ello.

El libro que coordiné en 2003, Constructores de un cambio cultural: impresores- editores y libreros en la Ciudad de México, 1830-1855, es un buen ejemplo de este reconocimiento de los actores principales dentro del ámbito de la impresión y de la circulación de impresos, vía las librerías.

2.2 Los impresos

Si algo teníamos que lamentar al comenzar esta historia era el tipo de fuentes con las que contábamos. Pensamos a los actores, pero a diferencia de lo que se hecho en Francia o en España, en donde los historiadores se enfrentan a los archivos personales o empresariales de las editoriales, en México teníamos la problemática de cómo ir construyendo esta historia. En España, por ejemplo, se habían consultado un sinnúmero de fuentes documentales (notariales, fiscales, administrativas, registrales, estadísticas, bibliográficas, hemerográficas y los libros mismos), como señala Jesús Martínez Martín (2001, p. 21). Muchas de estas fuentes para nosotros no estaban disponibles.

De allí que las publicaciones mismas se convirtieron en nuestra principal pista para ubicar en el tiempo al actor, pero sobre todo al tipo de publicación que había realizado. Y es que si algo veíamos en nuestros actores era el interés por renovar el panorama editorial. Porque una cosa privaba en el ambiente del México recién independizado y era aprovechar la libertad de imprenta para expresar los pensamientos y escribir los asuntos que se quisieran y, al mismo tiempo, promover la educación e incorporar una literatura de entretenimiento (miscelánea). Los libros y las revistas eran, sin duda, algunas de las vías para lograr este último propósito. De allí que esta historia por contar no solo la teníamos que contemplar desde los actores mismos y sus publicaciones, sino que la veíamos inmersa en la historia política y cultural del país que se estaba construyendo.

De hecho, los productos editoriales responderían a estas inquietudes que estaban por todos lados. Una primera impresión que surgió fue mirar el cambio en la producción editorial. Si bien había una continuidad en la actividad de las prensas en seguir produciendo catecismos, catones, calendarios, estampas, hojas sueltas, material devocional, folletos y algunos libros, estos actores se caracterizaron por el interés de ofertar novedades editoriales constantemente y apostar por otro tipo de publicaciones. Y es que si bien desde el siglo xviii se percibe un cambio hacia el libro civil, es en el xix cuando se da un auge y se puede hablar de una secularización de la lectura, lo que no quiere decir que la lectura religiosa haya desaparecido, pero sí compite en un primer momento con otro tipo de materiales y, a la postre, se desdibuja frente a una producción civil (Gómez, 2011, p. 132).12

Puede decirse que estos pocos actores, pues su número es mínimo, agilizaron las prensas de la capital y diversificaron los productos. Su producción a partir de la década de los años 30 comienza a cobrar importancia y a mostrar una transformación en las publicaciones. De allí que se pueda hablar de una imprenta que se mueve entre las publicaciones tradicionales y las novedosas, que se genera gracias a la acción que emprendieron estos nuevos actores.

Estas publicaciones novedosas son las que darán renombre a los impresores de los que hemos venido hablando por el tipo de impresos que pusieron en circulación en el ámbito de la capital y que trascendió los límites de esta. La prensa, por ejemplo, respondió a las aspiraciones de los grupos políticos que buscaban llegar a los interesados en las cuestiones públicas y desplegar desde las páginas de los diarios su visión y el proyecto de nación que buscaban instaurar. Pero más allá de los idearios políticos contenidos en las páginas, nos encontramos con el ejercicio escriturístico alrededor de una determinada publicación. Un diario de una tendencia política específica aglutinó a los hombres más connotados, a los integrantes de la elite política-económica y cultural a colaborar con sus proyectos, con sus escritos, con sus traducciones. Se reúnen alrededor del impresor-editor, que mantiene una postura política que marcará las páginas de la publicación. Es muy interesante este punto porque es la orientación política la que ayudará a configurar un grupo alrededor del periódico, un grupo que comulgue con las mismas aspiraciones políticas y los mismos valores. El impresor-editor que participaba seguramente en alguna logia masónica, se convierte entonces en una figura convocante que ofrece las páginas de su diario, quincenal, semanario, bisemanario a un grupo que coincide en objetivos y que utiliza ese medio de comunicación como una vía para formar la opinión. Este grupo que se forma alrededor de un proyecto editorial comparte objetivos y valores y crea alrededor del diario una sociabilidad.

Lo interesante en ello es ver a nuestros actores ofreciendo espacios para la actividad política, con nuevos formatos, alejados de las tradicionales gacetas, con nuevas periodicidades que hablan de una relación distinta de los lectores con las publicaciones y de los productores con los lectores. Con contenidos diversos, más centrados en la política, a partir de artículos cortos de opinión que condensen pensamientos o con escritos argumentativos o textos largos de temáticas variadas que se continuarán en las páginas de los días siguientes, la prensa se muestra novedosa. Lo interesante aquí es mirar a los más destacados políticos del momento como publicistas, coincidiendo en la capital, capaces de conducir los destinos del país y escribir cotidianamente para distintos espacios. Es entonces que constatamos a los escritores aprendiendo el oficio y respondiendo a distintas convocatorias de la vida política y cultural del nuevo país. Verlos en la prensa generalmente encargándose del proyecto nacional y en las revistas, calendarios y otros espacios, manifestando sus inquietudes culturales y construyendo la literatura del país.

Lo importante es ver cómo en un escenario de incertidumbre política, la prensa crece y se afianza como género editorial y cómo a partir de los años 40 los actores establecen nuevos proyectos que hablan del conocimiento que tuvieron de la modernidad periodística europea y americana, de las nuevas técnicas de impresión y de las novedades que hacen que sus periódicos logren un interés ya no únicamente por la política, sino por la literatura, tal es el caso del folletín que se incorpora en las páginas de los periódicos más importantes: Ignacio Cumplido con El Siglo XIX, Vicente García Torres con El Monitor Republicano y Rafael de Rafael con El Universal.13

El periódico se convierte en un producto con mayores alcances de difusión por su presentación, por su precio de adquisición; un producto que deja de estar orientado a un público predominantemente masculino. Las páginas de la prensa modernizada acogieron a la literatura que captaba nuevos lectores (mujeres y hombres) y que ampliaba el espectro de los contenidos. De esta manera, la vida política, la actualidad (local, regional, nacional, extranjera) y la literatura van constituyendo los contenidos de los diarios. Es una prensa que refleja proyectos editoriales foráneos, que se alimenta de ellos, pero que, al mismo tiempo, deviene en local porque recoge las inquietudes y las problemáticas del país, de la ciudad, del barrio y, al mismo tiempo, rompe con su visión limitada, local, al considerar las noticias y los acontecimientos ocurridos en otras latitudes.

La prensa se constituye en una manera de entender la incorporación paulatina de los lectores mexicanos a la «era mediática», como la han denominado Kalifa, Régnier, Thérenty y Vaillant (2011), para el caso francés. Una prensa que siguió los pasos de otros países con la finalidad de incorporar algunas de las pautas que marcaban nuevos tiempos.

Pero, a la producción editorial se agregaron las llamadas revistas literarias, un producto novedoso misceláneo copiado de modelos extranjeros (ingleses, franceses y españoles) que resultó un éxito para los editores y una delicia para los lectores. Muchos proyectos se lanzaron y solo algunos lograron quedarse en el gusto de los lectores. En un principio se confeccionaron con materiales copiados y traducidos y con el tiempo y el aprendizaje las páginas se llenaron de materiales hechos en México (El Mosaico Mexicano, El Museo Mexicano, El Álbum Mexicano, El Liceo Mexicano). Ello se correspondía con el interés de mexicanizar los contenidos y, al mismo tiempo, de crear el imaginario de lo mexicano a través de la escritura y de las imágenes que representaban lo nacional. De allí que estas revistas se conviertan en un espacio idóneo para los escritores, litógrafos y grabadores que encuentran allí una posibilidad de ensayo y expresión de lo que consideraron México, ya mediante los escritos, ya a través de las representaciones que hacían del país y de los mexicanos.

Estas revistas significaron en nuestra historia un punto de quiebre en la producción por los formatos, por el tipo de entregas, por el sistema de financiación (por suscripción), pero ante todo por los contenidos misceláneos que hacían que cualquiera se interesara en ellos. Eran para los hombres y también para las mujeres, eran para los mexicanos que allí encontraban pautas para reconocerse y, al mismo tiempo, para diferenciarse; allí hallaban aprendizajes continuos de los avances de la ciencia y la tecnología; allí hallaban, la historia y las páginas más bellas de la literatura mexicana y extranjera, allí alimentaban su espíritu…

Si bien la mayoría de los lectores eran hombres y una gran parte de la producción editorial estuvo enfocada a ellos en tanto políticos, profesionistas (abogados, médicos, ingenieros), estudiantes, comerciantes, artesanos, etcétera, la preocupación por la educación de las mujeres y la existencia de unas féminas capaces de leer y quizás de escribir llevó a mirar hacia ese nicho que estaba descuidado. De allí que pudimos constatar que estos actores miraron la sociedad en la que actuaban y orientaron productos para las mujeres, como las revistas literarias del tipo de Semanario de las Señoritas Mexicanas (1841-1842), Panorama de las Señoritas Mexicanas (1842), Presente Amistoso. Dedicado a las Señoritas Mejicanas (1847 y 1851), Las Hijas de Anáhuac (1873-1874), El Álbum de la Mujer (1883-1890).

Desde otro ámbito, la larga tradición de calendarios que existía en México se renovó y se especializó. De lo primero hay que decir que los calendarios, a más de tener el contenido que los caracterizó -santoral, festividades, témporas, fenómenos meteorológicos-, incorporaron nuevas secciones que alimentaban la curiosidad de los lectores, de esos que leían poco pero que necesitaban estar informados de sus obligaciones religiosas y recibir una cierta instrucción. De allí que a los contenidos habituales se sumaron nuevos como poesías, información administrativa, noticias curiosas, pequeños grabados y viñetas para adornarlo y hacerlo estéticamente más atractivo. Este cambio puesto en el objeto material habla de la tradición modernizada y del conocimiento de publicaciones extranjeras, pero ante todo habla del interés de los actores por renovar la imprenta mexicana.

Los calendarios que surgieron también mostraron otra nueva característica que es el público al que se dirige. De ser un material para la familia o para el cabeza de casa que lee y pone en conocimiento de los otros los contenidos, se amplía hacia nuevos públicos, a los que se dirigen específicamente. Así, las mujeres se convertirán en un público para los impresores-editores y ello está ligado necesariamente al interés por instruirlas, pero también a la aparición en el ámbito mexicano de libreros extranjeros, interesados en hacer negocios en el nuevo país.

Para hacerlos atractivos, y ello es una cuestión inherente a la novedad editorial, se apela a las cuestiones estéticas y se siguen pautas de algunos hechos en el extranjero. El mejor caso es el Calendario de las Señoritas Megicanas que impulsa el librero mexicano Mariano Galván. Detrás de él se encontraba el librero Frédéric Rosa, especialista en ese género editorial e interesado en entrar al mercado mexicano.

Así, el panorama editorial poco a poco se va enriqueciendo. Habría que señalar aquí el final de los años 30 y a la década de los años 40 como señeros. Precisamente en esos años se lanzan novedades que marcarían la historia de la edición en México. Ven la luz los periódicos más importantes -El Siglo XIX, El Monitor republicano, El Tiempo, El Universal-, se publican las llamadas revistas literarias, los calendarios para señoritas revelan nuevos quehaceres aprendidos y los años nuevos representan un interés por la construcción de la literatura nacional, es decir, se manifiesta un cambio y un enriquecimiento en el ámbito editorial-cultural. Ello revela hasta cierto punto una experiencia adquirida, un bagaje cultural conseguido a través de viajes, de lecturas, de manejo de publicaciones foráneas, del interés por estar a la vanguardia, ofreciendo publicaciones como en Europa.

El ámbito editorial se revela como un importante vehículo para lograr que México se ponga a la altura de las naciones modernas, civilizadas. Constatamos con nuestras investigaciones cómo los periódicos, las revistas y los calendarios manifiestan esta realidad. Ello se vio en el libro que ya mencioné, Constructores de un cambio cultural impresores-editores y libreros en la Ciudad de México 1830-1855, pero también en Impressions du Mexique et de France. Impresiones de México y de Francia, que coordiné con Lise Andries y del que me ocuparé más adelante.

Lo que nuestras primeras investigaciones nos revelaron fue la importancia que adquirieron los impresos desde la etapa independiente y la diversificación que se logró con los actores que supieron entender las novedades editoriales, necesidades de una época y, al mismo tiempo, los gustos de los lectores. Fueron los periódicos, las revistas literarias y los nuevos calendarios los que más destacaron entre la producción de los talleres mexicanos. En ellos estaba la novedad del formato, de los contenidos, de las ilustraciones, de los escritores. De allí que se constituyeran en la materia prima para entender a nuestros actores y para valorar la importancia de la producción en tanto novedosa y dirigida a públicos diversos y, al mismo tiempo, específicos. Esta producción si bien estaba hablando de los intereses de una elite, tanto la que produce como la que adquiere la producción, estaba reflejando también los ideales de una nación en construcción que quiere educarse y, al mismo tiempo, identificarse a través de las letras y de la representación. De allí que revisar los contenidos nos llevó a mirar cómo se fueron perfilando estos ideales y cómo los agentes foráneos resultaron fundamentales para la producción de la imprenta mexicana.

2. 3 Las transferencias culturales

Más allá de las publicaciones están los contenidos, las secciones, las imágenes, los escritores, los traductores, los referentes de donde se tomaron textos, ilustraciones, comentarios. En ellas se encuentran constantes alusiones a las publicaciones de otras latitudes, lo que habla de una circulación de publicaciones y de la adaptación de textos. Ello nos lleva a mirar a los actores entendiendo a su público y trabajando los impresos en función de ellos.

Como he señalado, el ámbito editorial mexicano logró desarrollarse después de la independencia gracias al nuevo escenario político-económico que se instauró. En ese tiempo las publicaciones se multiplicaron y la relación cultural entre Europa y México se acrecentó. Una vía importante fue la de las ediciones, mediante las publicaciones europeas que circularon en México o por medio de las transferencias culturales. Fue así que muchos de los textos que se ofrecían en Europa también fueron conocidos en México, casi en paralelo, gracias a la oferta de publicaciones que se vendían en las librerías de la ciudad de México, o bien por las traducciones europeas o mexicanas de los artículos que se incorporaron a los nuevos impresos mexicanos.

Fue muy interesante cómo los impresos nos dejaban ver múltiples aspectos de la relación cultural entre los países y de la asimilación de los referentes en el ámbito mexicano con el fin de presentar una producción vanguardista, interesante a los públicos, y necesaria para la vida política y cultural que buscaba el país o, mejor dicho, la elite dirigente. Ello nos habla de una relación imaginada entre los actores y sus lectores a quienes visualizaban mediante los impresos y sus contenidos. Se hacían pensando en los hombres, las mujeres, los niños, los artesanos. En ocasiones, las publicaciones lograban identificación con el público y otras veces, no. De allí que la historia de la edición en México, y en otros países, no sea una historia de constantes éxitos, sino más bien de continuos experimentos, de constantes lecturas, de incesantes referentes para innovar frente a los lectores. Una historia de mediado- res culturales (impresores-editores, libreros, lectores, escritores) de transferencias y traducciones (en los formatos, técnicas, contenidos, imágenes, entre otros).

El trabajo que emprendimos con un equipo francés nos llevó a mirar la importancia de las transferencias culturales entre Francia y México. Trabajamos durante tres años con intercambios entre nuestros países y con la participación en seminarios e impartiendo conferencias acerca de nuestros avances de investigación. Este proyecto estaba basado en la propuesta de Michel Werner y Michel Espagne sobre las transferencias culturales.

Lo interesante en nuestro trabajo estuvo precisamente en tener el objeto cultural, los impresos, y relacionarlos entre los dos países. Ello nos llevó a visualizar el dinamismo de los impresores-editores y libreros de México y la circulación que existía de los impresos franceses en el ámbito occidental. Ello propició mirar distintas temáticas que reflejaban contundentemente la presencia europea en las publicaciones mexicanas. Varias fueron las vías a través de las cuales logramos reflejar esta presencia que, además, nos permitió ver que si bien la balanza se reclinaba desde Europa hacia México, encontramos también la presencia mexicana en publicaciones francesas, por ejemplo.

Ello nos llevó a mirar como un primer objetivo la cuestión de la circulación. Si había novedades editoriales en México era, en gran medida, por el contacto que se había tenido con las publicaciones extranjeras. Ello nos habla de que los periódicos, las revistas, los calendarios, los almanaques, los álbumes y muchos otros soportes editoriales europeos circularon y estuvieron a la vista tanto de los impresores-editores, como de los libreros y los lectores.

Los impresores-editores constataron la novedad, la importancia de ciertos géneros entre los lectores europeos y pusieron a trabajar sus prensas y se unieron a extranjeros para lograr publicar las novedades editoriales. Hablo de esta alianza entre impresores mexicanos, libreros y grabadores y sobre todo litógrafos extranjeros como una vía que permitió llevar a buen puerto los nuevos proyectos editoriales lanzados para el público mexicano. Nuevos formatos, nuevos contenidos, pero sobre todo el poder de la imagen como un seductor editorial, permitió que las páginas se enriquecieran con traducciones, en un muy amplio sentido. Textos e imágenes ayudaron a poner entre los lectores un inmenso panorama que los llevaba, de la mano de las letras o de las ilustraciones, a mirar lugares lejanos, a conocer los adelantos de la ciencia y de la técnica, a soñar y querer parecerse a los personajes delineados por los grandes escritores y a vestirse según las pautas de una moda extranjera. Fue así que constatamos que de copiar páginas y presentar solamente traducciones, las ediciones mexicanas fueron cediendo espacios a los nóveles escritores y traductores que se aventuraban a escribir cuento, novela, poesía o a tratar temas científicos, históricos, tecnológicos, etcétera.

De esta forma, las revistas literarias, los calendarios, los presentes y los álbumes consiguieron, a la postre, «mexicanizarse», ideal que perseguían los impresores-editores y los escritores. Esta cuestión de la identidad fue un motor para la impresión de páginas y, al mismo tiempo, fue un mirarse al espejo desde el «otro» para entenderse a sí mismos. Fue un aprendizaje desde la presencia editorial europea y un detonante para la creación literaria, en su más amplio sentido, de la edición mexicana y de la noción de mexicano y nacional. Pero ello fue un proceso paulatino que nos llevó a constatar que, en un primer momento, copiar, adaptar, fue la tónica que prevaleció para con el tiempo, apropiarse y crear para la cultura mexicana.

Las transferencias culturales las constatamos en los títulos, en las imágenes en la literatura, en las temáticas, en la moda, entre muchas otras presencias que patentizaban los referentes de publicaciones europeas en las páginas mexicanas.

Nuestro libro Impressions du Mexique et de France/Impresiones de México y de Francia (Andries y Suárez de la Torre, 2009)14 representa este esfuerzo por mostrar la existencia de las transferencias culturales desde el impreso. Y ello nos reservó gratas sorpresas.

Dos ejemplos de este libro me servirán para manifestar esta presencia. El primero, el trabajo que llevó a cabo Alain Vaillant con una propuesta novedosa y que revela esta circulación y apropiación desde el ámbito de lo cultural. Mediante el análisis de los títulos de los periódicos de Francia, Inglaterra, España y México, este investigador evidenció cómo los impresores-editores se inspiraron o retomaron los nombres para ajustarlos a las realidades que querían representar. De allí que se pueda decir que los periódicos mexicanos tomaron sus títulos muchas veces de la prensa extranjera y lo mismo hicieron las llamadas revistas literarias que se inspiraron en las francesas y españolas y agregaron el adjetivo mexicano. Las publicaciones extranjeras inspiraron las ediciones mexicanas y, con el tiempo, favorecieron la creación de una literatura, una historia, una ciencia, en pocas palabras, una identidad.

Como un segundo ejemplo me gustaría mencionar el trabajo de la profesora María Esther Pérez Salas que revela las transferencias entre Francia y España y México a partir de las imágenes que retoman las publicaciones mexicanas. Lo más interesante de ello es que la imagen muchas veces no guardaba relación con el texto, otras veces lo apoyaba, otras incluso lo sustituía, pero lo más importante es que la imagen per se convertía el anzuelo en las páginas de las revistas europeas y mexicanas.15 Se puede afirmar que los litógrafos franceses fueron de suma importancia en México, pues hicieron escuela allí al formar a los mexicanos y al compartir su oficio y su bagaje cultural con los artistas, el cual se vio reflejado en las publicaciones mexicanas.

Pero si bien habíamos constatado las transferencias culturales, a los mediadores y a los impresos como vehículo fundamental, decidimos lanzar una nueva investi-gación que resultó ser novedosa y con un gran impacto entre los interesados en la historia de la edición. Me refiero al proyecto «Melódica», que buscaba recuperar la importancia de la música en la vida cotidiana de los mexicanos y sobre todo constatar la producción alrededor de ella. Las partituras, los libretos, los manuales para canto y música, la crónica, entre otros temas, surgieron como vías para evidenciar esta importancia y revelar nuevos intereses de los actores frente a las necesidades de los públicos lectores. Porque leer música o alrededor de la música era también una actividad importante de un sector de la población.

La música era un acompañante de los mexicanos: ópera, teatro, zarzuelas, operetas se presentaron en los principales recintos de la capital. Los libretos eran indispensables en las representaciones, los programas, también. Los periódicos incorporaron notas acerca de la música, se hicieron revistas especiales, se producían métodos de piano, se produjeron innumerables partituras. Fue así que frente a nosotros se abrió un nuevo filón que hablaba de la imprenta y de la producción que se lanzó en torno a ella.

Esta nueva producción nos reveló la importancia de la música, pero también una vez más nos habló de las transferencias culturales en el quehacer musical, pues lo que se escuchó y lo que se compuso reflejó ese estar al día con lo que se hacía en Europa. Así, los programas de ópera revelaron la presencia de compañías españolas y francesas, el gusto por la ópera italiana, pero también el interés de los mexicanos por hacer música a la manera de lo que se estaba produciendo en Italia, en Francia, en España.

Las partituras bien reflejan todo este interés por hacer una música mexicana a la manera de la europea. Las portadas también nos llevaron a mirar cuán presente estaba la producción europea y cómo los impresores mexicanos retomaron para su producción referentes visuales europeos en las portadas de las partituras, cómo los libretos se producían como los extranjeros y cómo el interés de los extranjeros los llevó a mirar la importancia de la producción musical en México hasta quedarse como un monopolio en el manejos de la producción y la comercialización de los impresos musicales, vía la Casa Wagner y Levien. El libro que recién se publicó Los papeles para Euterpe. La música en la Ciudad de México desde la historia cultural. Siglo xix (Suárez de la Torre, 2014), bien constata lo aquí señalado y muchas cosas más.

Nuestro ánimo siguió muy en alto y nuestras redes con Francia continuaron dando frutos. El proyecto «Discursos urbanos» reveló la importancia de la ciudad como escenario. La profesora Marie-Eve Thérenty nos invitó a tomar el reto de mirar Los misterios de París de Eugenio Sue como un libro que traspasó las fronteras rápidamente y se convirtió en un referente para otras literaturas. La nuestra no quedó exenta. Fue así que en el último proyecto con nuestros colegas franceses vimos la circulación, la lectura y la apropiación de esa novela que transformó la mirada frente a los bajos fondos y puso en primer plano a los más repugnantes personajes de la ciudad (Suárez de la Torre, 2015). El libro resultado de este proyecto es Tras las huellas de Eugenio Sue. Lectura, circulación y apropiación de Los misterios de París. Siglo xix.

Ello nos llevó a constatar cómo la globalización se dio desde hace mucho tiempo y cómo los impresos han tenido un papel importantísimo en la vida cultural en paralelo en muchos espacios, gracias a la existencia de la circulación de los impresos y de su lectura. La construcción de las literaturas nacionales se nutre de muchas fuentes y los prototipos nacen de inspiraciones muchas veces foráneas o se construyen a partir de lo que otros nos puedan ofrecer.

3. Conclusión

Esta es una historia que hemos ido construyendo en paralelo con otros interesados en las publicaciones de México en el siglo xix. Quedan muchos pendientes por abordar y se pueden visualizar muchos ámbitos desde los impresos. Por eso se habla de una historia en construcción.

Lo que hemos venido definiendo en nuestra historia es un acercamiento a las distintas posibilidades que lanzaron las historias de Francia y España que han sido nuestros principales ejemplos para definir los temas, la orientación, la metodología. Aunque hay que decir que cada historia responde a los elementos con los que cuente para poder edificarla.

Estamos conscientes de que existen grandes logros, pero al mismo tiempo de que quedaron muchos pendientes dentro de nuestras propias investigaciones y ello es parte de las limitantes con las que estamos construyendo esta historia que no cuenta con los archivos de las imprentas, ni con las memorias de los actores, ni con el registro de la propiedad literaria, por señalar algunos de estos faltantes. Hemos construido nuestra historia buscando todos aquellos elementos que nos puedan dar luz y la hemos hecho desde una historia que nos permita reflejar la importancia de la imprenta, el papel desempeñado por los impresores-editores, los libreros, los escritores, los lectores. Pero sabemos que quedan muchas otras aristas por estudiar y que se pueden delinear diversos temas que rescaten los impresos y su importancia dentro de la sociedad mexicana, en nuestro caso.

Se puede decir que hemos contado muchas historias alrededor de los actores y de los impresos y que podríamos seguir contando otras más. Que el trabajo en equipo es definitivo para lograr una visión más amplia y que un equipo interdisciplinario aporta muchas más miradas que las que pueda haber desde una disciplina.

Creo que nuestras propuestas han sido novedosas y que han contribuido a lograr una imagen más cercana de los impresos y su influjo en el ámbito capitalino del México del xix. Hemos constatado cómo lo aprendido de otras realidades -Francia, España, Colombia- nos da pistas para seguir indagando acerca de la importancia de los impresos y de su incidencia en la vida cotidiana y en la transformación cultural del país. De allí que nuestra historia es un poco más que la historia de unos actores y unos papeles del siglo xix.

Referencias bibliográficas

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2. Bello, K. (2014). De l´alphabétisation des mexicains. Les premiers rudients et les usages de la lecture et de l´écriture à Mexico (1771-1867). Thèse Doctorat en histoire et civilisations. Paris: École des Hautes Études en Sciences Sociales. [ Links ]

3 Gómez, C. (2011). Navegar con libros. El comercio de libros entre España y Nueva España (1750-1820). México D. F.: UNAM/Trama Editorial. [ Links ]

4. Kalifa, D., Régnier, P., Thérenty, M. E., Vaillant, A. (2011). La civilisation du journal. Histoire culturelle et littéraire de la presse francaise au xixe siècle. Paris: Nouveau Monde Édtions. [ Links ]

5. Martínez, J. (2001). Historia de la edición en España 1836-1936. Madrid: Marcial Pons Ediciones. [ Links ]

6. Suárez de la Torre, L. (2015). Tras las huellas de Eugenio Sue. Lectura, circulación y apropiación de Los Misterios de París. Siglo xix. México D. F.: Instituto Mora. [ Links ]

7. Suárez de la Torre, L. (2014). Los papeles para Euterpe. La música en la Ciudad de México desde la historia cultural. Siglo xix. México D. F.: Instituto Mora. [ Links ]

8. Suárez de la Torre, L. (2003). Constructores de un cambio cultural impresores- editores y libreros en la Ciudad de México 1830-1855. México D. F.: Instituto Mora. [ Links ]

1Artículo derivado del proyecto de investigación «Historia de la edición en México en el siglo xix», desarrollado en el marco del seminario de investigación De libros y lectores, siglo xix, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

2Me refiero aquí a los trabajos emprendidos por Joaquín García Icazbalceta, Juan B. Iguiniz, Toribio Medina, Luis González Obregón, Fernández Ledesma, Alberto María Carreño, José Ignacio Conde, Ernesto de la Torre Villar. Sus libros revelan la riqueza bibliográfica de México en el tiempo.

3Habría que mencionar aquí que el proyecto que nos antecedía era el haber trabajado sobre la vida y la obra de algunos hombres prominentes liberales del siglo xix, aprendices del oficio de escritor, que habían publicado una copiosa obra que sirvió como andamiaje para entender la escritura y el interés por las pu blicaciones en el México de la primera mitad del siglo xix. Nos habíamos dado a la tarea de recoger las obras completas de José María Luis Mora; la labor política de Valentín Gómez Farías; las obras de Luis de la Rosa, así como de Manuel Gómez Pedraza. Este contacto con el quehacer cotidiano del escritor y la relación de este con los periódicos y las distintas publicaciones del xix nos sensibilizaron acerca de la importancia del quehacer editorial.

4Si bien se propusieron diversos proyectos para abatir el analfabetismo, las condiciones de inestabilidad política y económica impidieron llevar a buen puerto las propuestas educativas.

5El primer proyecto corresponde al que realicé con Lise Andries sobre «Edición y transferencias culturales. Francia-México. Siglo xix»; el segundo correspondió a «Discursos urbanos. París-México, siglo xix» que llevé a cabo con Marie-Eve Thérenty.

6Los proyectos que he coordinado son: CONACYT, «Empresarios-editores en la ciudad de México 1830-1855»; CONACYT-CSIC «Creación de estados de opinión en el proceso de independencia mexicano»; ANUIES-CONACYT-ECOS «Edición y transferencias culturales. Francia México, siglo xix»; Instituto Mora «Melódica»; Instituto Mora-INAH-Tecnológico de Monterrey, «Discursos urbanos». Además de las obras mencionadas están Empresa y cultura en tinta y papel 1800-1860 que recoge los trabajos presentados en el seno del coloquio del mismo nombre y Creación de estados de opinión en el proceso de independencia mexicano.

7«[…] la librería novohispana conoció una pequeña expansión que se expresa en dos cuestiones. La primera se relaciona con el hecho de que en los inicios del siglo xix se establecieron librerías formales en ciudades donde antes no existían, como Guadalajara, Guanajuato, Zacatecas y Veracruz; mientras que en México y Puebla se fundaron algunas que, unidas a las ya existentes, reforzaron la actividad de esos dos centros tradicionales de impresión, En total para esa época, hubo cerca de 29 librerías en el territorio novohispano» (Gómez Álvarez, 2011, p. 132). La Ciudad de México contaba con alrededor de una quincena de imprentas y con más de una decena librerías y alacenas.

8Los aprendizajes se daban por separado. De allí que había quien pudiera leer sin saber escribir. Ver Bello (2014).

9 No hay que olvidar que la principal empresa novohispana, la minería, se encontraba en un impasse como consecuencia de la guerra de independencia.

10La escritura pública se vuelve una actividad cotidiana y en ella se perciben distintos niveles en las plumas que combaten o defienden, argumentan, cuestionan la actividad política.

11Baste mencionar aquí El Sol, El Águila Mexicana, El Federalista.

12Habría que decir que hubo imprentas pequeñas que centraron su producción en impresos menores de corte religioso y que redituaron ganancias a sus propietarios dado que la religión siguió teniendo una gran presencia en la vida cotidiana de los habitantes.

13El folletín se instala en el gusto del público mexicano en la década de los años 40. Los escritores franceses serán los más populares.

14Este libro fue resultado de un proyecto ANUIES-CONACY-ECOS coordinado por Lise Andries y Laura Suárez de la Torre. Fue un proyecto entre dos grupos de investigación, uno en México y otro en Francia. Dieciséis investigadores participamos y planteamos a través del impreso la presencia de estas transferencias culturales.

15Los trabajos de María Esther Pérez Salas se han concentrado en la circulación y el análisis de imágenes. Sus propuestas han mostrado la presencia constante de referentes extranjeros en las publicaciones mexicanas.

Recibido: 18 de Mayo de 2016; Aprobado: 14 de Julio de 2016

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