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 issue71STUDIES ON BOOKS IN COLOMBIA. A REVIEWAgudelo Ochoa, Ana María y Bedoya Sánchez, Gustavo Adolfo, eds. Prensa, literatura y cultura. Aproximaciones desde Argentina, Colombia, Chile y México. Lima/Medellín: Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar/Universidad de Antioquia, 2016, 380 p. author indexsubject indexarticles search
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Lingüística y Literatura

Print version ISSN 0120-5587

Linguist.lit.  no.71 Medellìn Jan./June 2017

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n71a09 

Reseñas

Rubio, Alfonso, ed. Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia. Medellín: La Carreta Editores, 2016, 350 p.

Danilo Penagos Jaramillo1 

1Universidad de Antioquia, Colombia. danilopenagos@gmail.com

Rubio, Alfonso. Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia. ., Medellín: La Carreta Editores, 2016. 350p.


Elaborar una historia social de la escritura en Colombia es un esfuerzo que debe reconocer las prácticas escriturales como un fenómeno cultural polimórfico. Estas prácticas como objeto de estudio para la historia implican mostrar un panorama muy amplio de tendencias y posibilidades de apropiación de la cultura escrita. El libro Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia, editado por Alfonso Rubio, profesor de la Universidad del Valle y miembro del grupo de investigación Nación-Cultura- Memoria (NCM) de la misma universidad, recoge trece ensayos que buscan desde la historia, la sociología, la archivística, la bibliotecología, la literatura e, incluso, la antropología, hacer una aproximación a la importancia cultural de las prácticas

escriturales en Colombia.

En la introducción el editor señala que en Colombia, más allá del libro impreso, hay un acervo histórico documental y archivístico que da cuenta de, por un lado, las múltiples formas y modalidades discursivas de las cuales el lector se apropia y, por otro parte, es una muestra de los significados que se articulan a un mundo tipográfico y material disímil, que permite entender mejor «el artefacto escrito» (p. 12). Esta amplia gama de manifestaciones textuales: libros, diarios, revistas, periódicos, documentos oficiales y de archivo, cartas, manuales o cartillas escolares, en Minúscula y plural hacen parte de un trabajo muy valioso que analiza el diálogo existente entre las prácticas de lectura, escritura e impresión. El carácter múltiple de estas prácticas permite a los investigadores dar cuenta de un complejo mundo de significados y representaciones de la formación cultural y social colombiana, desde la colonia hasta nuestros días. De ahí que el libro editado por Alfonso Rubio pretenda mostrar«tendencias y diversidad de perspectivas a la hora de analizar un objeto común como lo es el objeto escrito en sus numerosas tipologías formales y funcionales» (p. 14).

Así, el primer ensayo que aparece en el libro, escrito por Alejandro E. Parada y titulado «La historia de la lectura revisitada. Debates ante la ambivalencia», presenta una discusión terminológica acerca de la identidad disciplinaria y las tendencias actuales que definen la cultura escrita y la historia de la lectura. En la primera parte del ensayo el autor muestra, por medio de una cantidad considerable de bibliografía, el estado actual de los estudios históricos acerca de la lectura y la escritura. Lo que le permite sostener que la ambivalencia y los avatares modernos de la historia de la lectura poseen «un polifónico entramado multidisciplinar» (p. 24). En este sentido, en la segunda parte del texto el autor plantea una serie de desafíos creativos para el investigador e historiador denominados «otros paisajes de la historia de la lectura». Estos nuevos focos de aproximación van desde la consideración de una tradición historiográfica con respecto a la lectura y la escritura, pasando por la recepción y la transformación material del libro, las motivaciones hacia la lectura, la doble dinámica de intercambio que genera una cultura impresa: entre lo público y lo privado, hasta los nuevos paradigmas de la lectura contemporánea, donde lo impreso ya no es el único medio que se lee.

Es interesante señalar que a partir de aquí el libro presenta once trabajos que, en un orden más o menos cronológico, hacen una revisión de casos puntuales sobre la cultura escrita, al igual que de sus prácticas. En estos textos, como es propio de los estudios de historia cultural, se evidencia la relación entre distintos discursos y formas de representación cultural de lo que se considera memoria escrita.

«Escritura frente a la ancestralidad indígena» del profesor y escritor Selnich Vivas Hurtado es el primer ejemplo de ello. En este ensayo el autor se ocupa de la relación entre la oralidad y la escritura. Propone a su vez una mirada que considera la escritura como un sistema hegemónico que ha causado, desde la colonia, un efecto nocivo a las culturas orales de los pueblos indígenas colombianos y americanos. La escritura alfabética como elemento de dominación y de poder por parte de los europeos que conquistaron América es, para Vivas Hurtado, la causante de «la orfandad intelectual» de miles de culturas ancestrales que dependían de la tradición oral y no del alfabeto (p. 44). De donde se concluye que la configuración de la vida cotidiana en la colonia fue regulada por la cultura gráfica, suplantando así los medios de comunicación autóctonos de la población indígena. La escritura, entonces, como medio de comunicación se erigió en el modelo de pensamiento y organización sociocultural de las elites gobernantes para el periodo colonial.

En este sentido, el siguiente ensayo, escrito por Alfonso Rubio, intitulado «La escritura de archivo. Burocracia de élites en los cabildos coloniales» muestra la forma en que la organización burocrática del cabildo colonial se vio en la necesidad de crear un archivo documental que le permitiera legitimarse como institución y legalizar su autoridad en territorio americano. El caso de la Villa de Medellín es el ejemplo que el autor trae a colación para demostrar que la revisión de archivo refleja la forma en que la organización burocrática por medio de la producción documental «despliega su poder: regula, ordena y controla la movilidad, los tiempos, los espacios de socialización, el comercio y la justicia» (p. 86).

Sin embargo, para el periodo colonial, el archivo y la documentación no eran las únicas formas escritas de organización y regulación de la vida en sociedad.

El siguiente texto que aparece en la compilación es «La escritura en la escuela. Nueva Granada, 1776-1846». Aquí, el profesor español Humberto Quiceno Castrillón da una mirada a tres dimensiones fundamentales de la cultura escrita en la Nueva Granada, a saber: la escritura, la gramática y la enseñanza. Los manuales de lectura y escritura son los objetos de estudio en este ensayo, que busca mostrar cómo la escuela basaba sus planes de enseñanza y el contenido de los manuales en reglas de conducta que obedecían al poder monárquico y eclesial. En este texto se concluye que el manual fue un artefacto de control.

Por otra parte, aparece un texto que analiza la correspondencia de Tomás Cipriano de Mosquera como fuente histórica y documental, pues las cartas son «patrimonio material y simbólico de la colectividad que las conserva» (p. 124). Con ellas el investigador puede recrear instantes de la vida cotidiana, el estatus social de los individuos o los protocolos de la cultura letrada de una época. En el caso de «El significado social de la correspondencia de Tomás Cipriano de Mosquera» de Nancy Otero Buitrago, las cartas permiten develar una red de relaciones socioculturales que diferencian a los protagonistas de los demás grupos sociales. El texto concluye con una interesante serie de estudios sobre distintas tipologías de lo escrito que no son convencionales ni canónicas, como sí lo son la prensa o el libro.

Dicho esto, el texto de la profesora Galaxis Borja González, «La expulsión de los jesuitas en Ecuador y la Nueva Granada: impresos, debates fundacionales y transnacionalidad a mediados del siglo xix», es el punto de partida para una serie de ensayos que abordan la importancia de la prensa en la formación de la cultura escrita en Colombia. Partiendo de un hecho trascendental como la expulsión de los jesuitas en la Nueva Granada y Ecuador, en 1851 y 1852, el texto señala la importancia de la prensa para consolidar el debate fundacional de la república cuya génesis era el pensamiento liberal. Así, en ambos países, según la autora, la prensa tomó un lugar capital en la formación política y social del pueblo, pues al ser esta un dispositivo cultural se exigía desde sus páginas una nueva educación y la definición y la formación política de los lectores (p. 170). Cabe señalar que el carácter transnacional al que alude la autora es el diálogo que entabla la prensa ecuatoriana, objeto de su estudio, con los hechos acaecidos en Colombia durante ese mismo periodo.

Ahora bien, antes de los dos textos sobre prensa siguientes y atendiendo a un orden cronológico mas no temático en la configuración del libro, aparece el trabajo de Ángela Rengifo Correa llamado «Los informes de inspección escolar en Colombia y sus transformaciones, 1880-1940», que a partir de las tipologías denominadas: informes rectores, informes de funcionarios públicos, actas de visita y de examen, pretende mostrar la organización de las instituciones educativas, la forma en que el gobierno entendía el gobierno escolar, sus funciones y los contenidos impartidos allí.

Por su parte, los otros dos textos que tienen como objeto de estudio a la prensa son: «La lectura en Medellín. Censura y sacralización, 1870-1930» del bibliotecólogo José Daniel Moncada Patiño y el archivista e historiador Sebastián Marín Agudelo, y el texto de la profesora Shirley Pérez Robles titulado «Censura y persecución. La literatura y el periodismo en la hegemonía conservadora». En ambos trabajos es importante la tensión existente entre la propuesta política liberal y la conservadora. Para el primer caso, las publicaciones de corte conservador al «transmitir los valores e ideales de la sociedad, se convirtieron en dispositivos que regulaban la vida social y cultural» (p. 220). Así, al recomendar lecturas y libros y desprestigiar otros, ejercían un control social y cultural en la Medellín de la época. En el caso de Pérez Robles, el debate implantado en el espacio de la opinión pública sobre la formación del pueblo, y que trascendía el «pulpito y la escuela», llevó a que los conservadores, a partir de la Regeneración, cerrarán periódicos y acallarán voces contrarias como las de Juan de Dios Uribe, el Indio, que la autora trae como ejemplo.

Hasta aquí cada uno de los casos estudiados por los investigadores obedece a situaciones muy particulares de la condición de la escritura y la lectura en Colombia. Sin embargo, el ensayo que se presenta a continuación rompe con esta tendencia. Gilberto Loaiza Cano, reconocido historiador e investigador de la historia cultural en Colombia, propone en su texto «Premisas para una historia del libro en Colombia», nueve hipótesis que él considera necesarias para orientar una historia del libro en este país. Entre estas se destaca reconocer el papel que ha ocupado el libro en la formación cultural de Colombia, la comunidad letrada, el papel estatal en la difusión de los libros como medios de instrucción, el libro y las luchas hegemónicas, los lectores y los tipos de lectura o el método mismo.

El lector puede pensar que los trabajos anteriores son un reflejo de las premisas que este ensayo propone, más cuando los ensayos que siguen al corto texto de Loaiza Cano tratan de seguir de uno u otro modo algunas de estas premisas. El editor, de manera inteligente, recoge en Minúscula y plural un panorama disímil y alentador de lo que se ha hecho y de lo que se podría hacer. De ahí que, inmediatamente, presenta un ensayo de Juan David Murillo Sandoval, que aborda la relación entre la institucionalidad y el mundo impreso, y atiende, además, a una de las premias de Loaiza Cano. En «El Estado como librero. Políticas oficiales de la cultura impresa en Colombia, 1821-1886», se analiza cómo el Estado creó políticas públicas para impulsar la cultura escrita en Colombia, el mundo del libro y las bibliotecas, en dos momentos específicos del siglo xix: el periodo republicano de la Gran Colombia, a partir de 1820, y el Olimpo Radical, a partir de 1863.

Los últimos dos ensayos que reúne la compilación de Alfonso Rubio presentan la situación de las prácticas escriturales y lectoras después de la Regeneración y el fin del periodo conservador. El periodo estudiado en estos dos trabajos abarca de 1930 a 1990. En «Los escritores se quejan. Escribir en Colombia, 1930-1946», Felipe Vanderhuck propone un estudio de la situación política, social y económica del escritor colombiano, que para el momento si bien tenía una fuerte relación con la esfera política y la extensión cultural propiciada por el gobierno liberal, también se quejaba, entre otras cosas, de la falta de estímulos, la indiferencia del público y la precariedad del mundo editorial. Buscar un lugar propicio del escritor dentro de la sociedad y erigir la figura moderna del intelectual como aquel que puede vivir de su oficio fueron una necesidad vital que subyacía en las quejas de los escritores de la Colombia del periodo conocido como la República Liberal.

Cierra el conjunto de ensayos de Minúscula y plural el ensayo «Lectores y lecturas de literatura pornográfica en Cali, 1960-1990» de Diana Carolina Gutiérrez, quien hace un análisis muy somero de la recepción de la obra de Hernán Hoyos por parte de los lectores caleños, y se preocupa más por hacer una reflexión teórica de los efectos de la pornografía como representación social y la formación de un mercado editorial que tenía como credo estético ofertar un producto literario anclado en la cultura del placer, el deseo y la vida sexual de la comunidad.

En suma, se puede decir que a pesar de algunos pequeños descuidos editoriales en la entrega material del libro, Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia cumple con el objetivo de presentar de diversas formas y con casos muy específicos la relación entre discursos, prácticas, representaciones en el plano de la cultura escrita. Esta obra es un aporte fundamental para comprender un fenómeno que al ser tan heterogéneo, para el caso colombiano, no ha sido estudiado en profundidad. Dicho esto, queda en manos del investigador tomar como referencia un trabajo que por su variedad es a futuro una hoja de ruta en campos aún sin explorar de la cultura escrita en Colombia.

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