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Lingüística y Literatura

Print version ISSN 0120-5587

Linguist.lit.  no.74 Medellìn July/Dec. 2018

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n74a11 

Reseñas

Sánchez Becerril, Ivonne y Alexandra Saavedra (coords.) La posición sesgada. Miradas a la narrativa reciente en América Latin a. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2017, 319 p.

Liliana Guadalupe Chávez Díaz1 

1Investigadora independiente. Colombia. lilianachavezd@gmail.com

Sánchez Becerril, Ivonne; Saavedra, Alexandra. (coords.), La posición sesgada. Miradas a la narrativa reciente en América Latin, a. ., Ciudad de México: :, Universidad Nacional Autónoma de México, ,, 2017. ,, 319 p, .


Esta publicación colectiva forma parte de las actividades académicas que el Seminario de Estudios sobre Narrativa Latinoamericana Contemporánea (Senalc) ha realizado desde su fundación en 2012. Con sede en la Universidad Nacional Autónoma de México, este grupo académico mantiene reuniones regulares de debate teórico-crítico y está conformado por estudiantes de posgrado y profesores-investigadores del área de letras de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Universidad Iberoamericana y El Colegio de México.

Los doce autores son de origen latinoamericano y están adscritos a alguna universidad mexicana. Por lo tanto, esta publicación resulta una muestra representativa de la producción académica joven en nuestra región y, por ende, de los intereses y tendencias de la crítica literaria actual. A lo largo de las 320 páginas, el volumen evidencia el interés de la comunidad académica de la región por ciertos fenómenos escriturales contemporáneos y otros ya no tan recientes, como la hibridez genérica, la metaficción, la autoficción, así como la imbricada relación entre literatura, política y medios de comunicación. Sus criterios de selección del corpus a estudiar están claros desde la introducción: los autores analizan «expresiones latinoamericanas que generan distintas reflexiones sobre el presente» (11). Concretamente, se estudian textos literarios publicados entre 2000 y 2013 en Puerto Rico, Argentina, Brasil, Venezuela, Cuba, Perú, Paraguay, Colombia, Chile y México. En todas estas obras se puede encontrar un hilo conductor: las búsquedas de los autores, fallidas o no, para representar a través del lenguaje la cotidianeidad latinoamericana actual, cada vez más violenta e inverosímil. La hibridez genérica, particularmente aquella inclinada hacia los géneros de no ficción, caracteriza a los autores elegidos.

En los artículos destacan referencias a autores nacidos entre los sesenta y setenta, cuya obra apenas empieza a ser valorada por la academia, como Yuri Herrera, Daniel Alarcón, Antonio José Ponte, Fernando Iwasaki y Héctor Abad Faciolince. También se incluyen autores que podrían considerarse una revelación para el circuito académico tradicional, como es el caso de la obra de Diego Meret sobre sus experiencias como empleado industrial en Argentina. Extraña, no obstante, que el corpus considere sobre todo autores latinoamericanos pertenecientes a la generación de medio siglo XX y, por lo tanto, no tan contemporáneos a sus jóvenes críticos. Tal es el caso del análisis de autores como Sergio Pitol, Pedro Lemebel, Luis Britto García y hasta Julio Cortázar y Rubem Fonseca. De hecho, las constantes referencias y conexiones generacionales que realizan los críticos en torno a Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia, a modo de guiños cómplices si se quiere, refrendan el lugar privilegiado que sigue conservando el canon argentino en el campo crítico latinoamericano. Por otra parte, extraña también la escaza presencia de autoras en el libro, tanto como críticas -sólo hay cuatro participantes- como en el corpus seleccionado. Si bien dentro de los marcos teórico-metodológicos algunos artículos destacan las aportaciones de Beatriz Sarlo y varios hacen referencia a los análisis narratológicos de Luz Aurora Pimentel, ninguno de ellos centra su atención en el análisis de obras literarias escritas por mujeres.

Al ser ésta una publicación sobre literatura latinoamericana reciente sorprende, de hecho, que la metodología empleada por gran parte de los autores del libro continúe con tradiciones críticas arraigadas desde hace ya varias décadas. Así, aunque se exhiben estudios de corte sociológico e historiográfico -como el de Iván Peñoñori sobre la diversidad lingüística en la «Triple frontera» o el de Brenda Morales Muñoz sobre la narrativa del conflicto armado peruano- la mayoría siguen optando por la narratología como herramienta de análisis, especialmente a través de la citada Pimentel, cuya obra ha sido muy recurrida en el ámbito académico mexicano. No obstante, cabe destacar que en el terreno conceptual las referencias comunes a teóricos provenientes más del campo de los estudios culturales que de la disciplina literaria tradicional corroboran el interés de este grupo de jóvenes críticos por inscribir su trabajo en un marco teórico más amplio, interdisciplinario y diverso. De esta manera, en los textos de este libro se puede identificar una inclinación teórica en el terreno de los estudios latinoamericanos contemporáneos hacia autores como Slavoj Žižek, Homi K. Bhabha y, por supuesto, Walter Benjamin.

Los artículos están agrupados en cuatro «segmentos que sintetizan las tendencias «teórico-críticas» que, se advierte en la introducción, interesan a los miembros del Senalc. Aunque se advierte una intención de clasificar o dividir de manera formal estos intereses, resaltan dos grandes ejes transversales, temáticos y de forma, en torno a los cuales giran los artículos: la memoria y la autorreferencialidad. Lo que esta publicación evidencia, por lo tanto, es que la preocupación de la literatura latinoamericana por representar su realidad social y política en la ficción y, más recientemente en la no ficción, sigue vigente. En particular, se advierte una tendencia de los autores -o un interés de los críticos, en todo caso- hacia la metaficción como respuesta estilística al problema de la representación textual (y siempre ficcional) del mundo «real». Así, la figura de un narrador-testigo que observa y/o participa en los acontecimientos, por lo general violentos, que relata parece ser una constante en el corpus elegido.

El énfasis en el narrador está especialmente presente en la primera sección «Figuraciones de la escritura». Tomás Martínez Gutiérrez abre el libro con un estudio sobre la última novela del argentino Ricardo Piglia, El camino de Ida. Martínez analiza la «deliberada ambigüedad» genérica de la novela para cuestionar los límites, teóricos y geográficos, entre realidad y ficción. Utiliza como evidencia no sólo la novela misma, sino elementos paratextuales, como entrevistas encontradas en Internet u otros textos críticos del autor. Por su parte, Edivaldo González Ramírez analiza Simone, del escritor puertorriqueño nacido en Cuba Eduardo Lalo, para reflexionar en torno a lo que significa la labor escritural y el ser «latinoamericano» para quienes publican desde el Caribe. González ofrece un recuento crítico del mercado editorial en Puerto Rico -definido como país «invisible» para esta industria- y critica la inexistencia de un «mundo hispanohablante inclusivo, en el cual todas las voces tienen el mismo peso» (59). Reflexiona, siempre a partir de las propuestas del narrador autorreferencial de Simone, sobre la imposibilidad de mantener la tradición del intelectual comprometido con su sociedad, al menos en el contexto caribeño. Héctor Fernando Vizcarra se adentra en la tradición de la novela policial-detectivesca en América Latina al analizar las únicas obras escritas en portugués que se incluyen en este libro: Borges e os orangotangos eternos, de Luis Fernando Verissimo y O doente Molière, de Rubem Fonseca, ambas parte de la serie «Literatura ou Morte», lanzada en Brasil con gran éxito comercial por Companhia das Letras. Este estudio comparativo propone tres rasgos estilísticos de la novela policiaca latinoamericana contemporánea: la parodia, la metaficción y la serialización como estrategia comercial (67).

En la sección «Transgresiones genéricas» se agrupan artículos que reflexionan en torno a las fronteras porosas de los géneros discursivos, si bien todo el libro dialoga de alguna forma con este fenómeno. Alexandra Saavedra Galindo se enfoca a analizar la figura del autor en En la pausa, del argentino Diego Meret, tratando de indagar de manera casi detectivesca las marcas extratextuales que permitan aportar mayor al lector mayor información biográfica en torno a quien escribe y sus intenciones artísticas. Saavedra inscribe la obra de Meret dentro de la llamada «literatura del yo», reflexionando sobre los rasgos constitutivos de la autobiografía y la autoficción, a la vez que problematiza la consciencia autoral de un narrador que pareciera eludir los vínculos con la élite literaria. Otro caso de hibridez genérica es analizado por Laura Elisa Vizcaíno al abordar las minificciones del venezolano Luis Britto García y, a partir de este caso, realizar un recuento del panorama actual de la ficción breve latinoamericana. La crítica identifica en la escritura de Britto estrategias narrativas que le permiten condensar ideas y acciones, como la intertextualidad y la metaficción. Mediante estas estrategias, Britto es capaz de reflexionar sobre grandes tópicos de interés universal como la guerra, la muerte y la vida cotidiana, en textos breves que logran mezclar géneros canónicos como el cuento, la poesía y el ensayo con otros de la cultura popular como los aforismos, los consejos o los instructivos. Un artículo que sin duda rompe y a la vez complementa la unidad temática y estilística del libro es el de Jesús Pérez Ruiz sobre la risa en la literatura gay latinoamericana. Pérez analiza los recursos de la ironía y lo que denomina «autoescarnio» en dos novelas: Al diablo la maldita primavera, del colombiano Alonso Sánchez Baute y Tengo miedo torero, del chileno Pedro Lemebel. Aunque por momentos la comparación entre estas dos novelas resulta un tanto arbitraria -el contexto de publicación y de las tramas difiere bastante- el artículo permite asomarse a la cultura homosexual latinoamericana contemporánea, así como a sus prácticas y preocupaciones escriturales.

La sección «Ficciones políticas» abre con un artículo de Iván Peñoñori que reflexiona sobre la hibridez lingüística y cultural generada en la zona de contacto entre los ríos Iguazú y Paraná y que por delimitar geográficamente los bordes entre Argentina, Paraguay y Brasil es conocida como la triple frontera. A diferencia del resto de los artículos, éste no se enfoca al análisis exhaustivo de obras literarias particulares, aunque sí hace especial mención a la novela Xiru, del paraguayo Damián Cabrera. Sin embargo, lo que se pierde en análisis literario se gana en aporte a debates sobre las políticas de multiculturalidad en América Latina. Otro texto que intenta abarcar un extenso periodo de historia literario-cultural es el de Brenda Morales Muñoz sobre la representación ficcional del conflicto armado peruano entre 1980 y 2000. Conocido como uno de los fenómenos más violentos del siglo XX en América Latina, este conflicto interno ha sido relatado tanto por escritores andinos como criollos, según describe a detalle Morales Muñoz. Morales se enfoca a analizar tres cuentos: «Velas», de Sergio Galarza; «Guerra en la penumbra», de Daniel Alarcón y «Rock in the Andes», de Fernando Iwasaki. Sin embargo, la autora también dedica gran parte del texto a un útil recuento bibliográfico pormenorizado de la producción literaria sobre el conflicto. Por su parte, Ivonne Sánchez Becerril se adentra en la representacional ficcional de otros dos conflictos armados: la Revolución Cubana, como trasfondo de La fiesta vigilada, de Antonio José Ponte, y la guerra contra el narcotráfico en México, como contexto de La transmigración de los cuerpos, de Yuri Herrera. A pesar de que la comparación de estas novelas podría parecer un tanto forzada, la relación resulta original y los argumentos logran ser convincentes, puesto que Sánchez parte de la premisa de que ambos fenómenos pueden ser considerados como estados de guerra «velados».

Finalmente, la sección «Territorios de la memoria» gira en torno a los problemas e imposibilidades de la representación textual del pasado. En el texto quizá más teórico de este volumen Armando Octavio Velázquez Soto analiza el papel que juegan ciertos objetos que despiertan el recuerdo en los personajes de un corpus tan original como arbitrario: «Diario para un cuento», conocido como el último cuento de Julio Cortázar; el cuento «Un poema en el bolsillo», de Héctor Abad Faciolince y la novela El ruido de las cosas al caer, del colombiano Juan Gabriel Vásquez. Después de una excesiva digresión sobre Marcel Proust y el tema de la memoria en la literatura occidental, el autor propone una interesante conexión entre la palabra, la materialidad y las tecnologías. Juan M. Berdeja también analiza a Héctor Abad Faciolince, pero enfocándose a El olvido que seremos, a la que cataloga como una «novela indicial». Mezcla de narración y reflexión, novela y ensayo, la obra relata el asesinato del padre del autor en el contexto de la violencia en Colombia. Con una prosa elegante y una lógica convincente en sus argumentos, Berdeja propone la digresión como una característica de la novela latinoamericana actual. El libro cierra con el artículo de Jezreel Salazar sobre la hibridez genérica en El mago de Viena de Sergio Pitol. El crítico utiliza la obra de Pitol como punto de partida para discurrir sobre las porosas fronteras entre la ficción y la no ficción, así como en las técnicas de recuperación de la memoria empleadas por las narrativas de tipo autobiográfico.

La palabra sesgar es tan oblicua como su significado. Se dice que un proceso está sesgado cuando está desviado o que una información es sesgada cuando es tendenciosa. Sin embargo, lo que los doce autores de La posición sesgada hacen se asemeja más al origen agrícola, de cultivo, del término: torcer, atravesar algo hacia un lado. Desde el título elegido, por lo tanto, estos autodenominados jóvenes investigadores, docentes y críticos literarios dejan clara su posición ante el campo de la crítica literaria en el cual se insertan sin timidez y con autoridad. Inspirados por las ideas William Henry Hudson, Ricardo Piglia y Slavoj Žižek sobre la posición del autor y el crítico contemporáneos ante a la realidad que les rodea, su tarea será la de un testigo que observa su objeto de estudio desde una posición no tan lejana, pero desde la cual todavía requiere torcer algunas ramas para ampliar su ángulo de visión.

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