1. Introducción
El estudio de las actitudes lingüísticas ha tomado fuerza en el campo de la sociolingüística actual, debido a que ha facilitado la comprensión de muchos fenómenos asociados a la variación y al cambio lingüístico. Alvar (1975, p. 93) afirmó que «plantearse qué pueda ser una sociolingüística es, ante todo, enfrentarse con la cuestión del concepto que el hablante tiene de su propio instrumento lingüístico». En este artículo se analizan algunas de las creencias y representaciones que tienen los monterianos2 acerca del español que hablan y acerca de la manera como los otros3 los definen o reconocen. La revisión que se propone es necesaria para comprender la configuración identitaria que ha construido el monteriano a partir de su habla.
En la Constitución Política de 1991 se señala que Colombia es una nación multicultural (Constitución Política de 1991, art. 7). A lo largo y ancho de la geografía nacional se comprueba que existen múltiples formas de hablar el idioma español, sin considerar el amplio grupo de lenguas indígenas que conforman un país multilingüe y pluricultural. Sin embargo, parece que dicha pluralidad sólo existe en el papel, porque la resistencia a lo diverso sigue siendo la lógica dominante. Martín-Barbero (2014) planteó que hay que ayudar a este país a asumir su diversidad en términos de derechos sociales y culturales, porque la diferencia cultural en una sociedad de clases será siempre una ocasión de dominio, de exclusión y de discriminación.
El artículo se estructura en cuatro partes: en la primera se presenta una breve revisión bibliográfica e histórica de la palabra corroncho; en la segunda, se describen los criterios metodológicos que orientaron la investigación. Luego, la tercera parte comprende el análisis de los datos obtenidos en el estudio de las actitudes de los monterianos hacia el español hablado en Montería; y en la cuarta parte se incluyen algunas de las conclusiones que surgieron del análisis.
1.1. Una revisión del término corroncho
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (2017), la palabra corroncho se usa en Colombia con dos acepciones: la primera, como nombre masculino, que designa a un pez de agua dulce del que existen varias especies, de tamaño pequeño, con caparazón duro, de color marrón oscuro, escamoso y áspero al tacto, y cuya carne es blanca y comestible; y la segunda, como nombre femenino que se refiere a una superficie escamosa, áspera y dura. El Breve diccionario de colombianismos (2012, p. 44) de la Academia Colombiana de la Lengua presenta tres acepciones de corroncho: la primera, para referirse a algo tosco y ordinario; la segunda, como una palabra despectiva que se aplica a los habitantes de la Costa Atlántica; y la tercera, a una clase de peces.
El Nuevo diccionario de americanismos, dirigido por Haensch y Werner (1993, p. 108) define corroncho como forma despectiva que se usa en el interior para referirse a los habitantes de la costa norte del país, y como adjetivo que en la Costa Atlántica se aplica a un individuo ignorante, huraño y de modales toscos4. Por su parte, el Diccionario de americanismos (2010) registra corroncho como sustantivo o adjetivo que se aplica de forma despectiva al habitante de la Costa Norte de Colombia respecto de los del interior del país; y como un término referido a una persona tosca en sus modales o falta de trato social. En el Diccionario de Colombianismos, del Instituto Caro y Cuervo (2018, p. 166) se define corroncho así: «Referido a una persona o a un objeto ordinario o de apariencia desagradable […] Referido a una persona que es de la costa atlántica colombiana, según las personas del interior del país».
Estas fuentes coinciden en que el término corroncho se aplica de forma despectiva a los habitantes de la Costa Caribe de Colombia, la mayoría de las cuales incluyen acepciones relacionadas con «escamoso», «tosco» y «áspero al tacto». Quizás estas connotaciones influyeron en que el término se empleara como calificativo peyorativo para los habitantes de la Costa Atlántica colombiana. Según Henríquez (2018), corroncho se usa para denominar a los costeños y se aplica a las personas de malos modales, que se visten mal y son ordinarios. Durán (2014) consideró que se trata de una expresión que se usó durante décadas para caricaturizar y menospreciar a los costeños en el centro del país.
Gossaín (1982) en «Balada de un corroncho orgulloso» relató cómo reaccionaron los nobles abolengos al enterarse de que un grupo de músicos vallenatos estaría al lado de Gabriel García Márquez en Estocolmo, durante las ceremonias correspondientes a la entrega del Premio Nobel. Señala que se consideró ridículo recibir el premio con semejante delegación, y que incluso aparecieron varios periódicos diciendo «estos costeños son unos “corronchos” incorregibles» (1982, p. 1). A partir de este lamentable evento, Gossaín (1982) introdujo una interminable apología a favor del corroncho. Lo definió como un ser puro y auténtico. Afirmó que el término surgió en la Costa Caribe colombiana, casi como un elogio amoroso para describir al campesino de esa región, limpio e incontaminado, de espíritu candoroso, sencillo y puro, como el caminito que hacen las hormigas, como el cagajón fresco de un burro.
En otro artículo titulado «Apología ardiente del corroncho», Gossaín (1985) indagó acerca de los orígenes del término corroncho y destacó tres antecedentes: el primero es Mario Alario Di Filippo (1983), quien en su Lexicón de colombianismos señaló que el corroncho es un árbol típico de las regiones ardientes de la Costa Atlántica. El segundo es Julio Tobón5, quien agregó que es también el nombre de un pez; y, por último, Alfredo de la Espriella, para quien las buenas familias de las ciudades costeñas llamaban corroncho al campesino zafio, burdo o patán. El autor reconoció que es muy difícil abarcar la definición de un término que ha adquirido nuevos sentidos al estar de boca en boca, pero nos ilustra cómo su acepción más popular sigue siendo la última.
En un artículo titulado «Algunos costeños están molestos con el término “corroncho”», Márquez (2009) afirmó que desde hace más de 30 años a los costeños se les conoce como corronchos en el interior del país. El profesor Arrieta Fernández (2009, citado por Márquez, 2009), representante de la Fundación Cultural Redes, consideró que el vocablo corroncho se utiliza con un matiz despectivo para calificar a los costeños de toscos, groseros, muy parranderos, mujeriegos, desocupados e irresponsables. Márquez (2009) señaló también la importancia del primer conversatorio sobre corronchismo que se llevó a cabo en San Jacinto, (Bolívar) en el cual músicos, periodistas, folcloristas, cuenteros y humoristas recrearon las características del pueblo costeño a partir del término corroncho.
En el artículo «El corronchismo: un modo de ser cultural», el investigador y sociólogo Vásquez (2011) afirmó que el corronchismo no es más que el espíritu encarnado en lo más profundo del hombre común y corriente, ordinario, que se torna colectivo en los campesinos de los pueblos del Caribe colombiano que son estigmatizados al llegar a la ciudad. Según él, se expresa en su forma de hablar, cantar, reír, comer, caminar, bailar, vestir y de enamorar, en una subjetividad que explota en unos modos de actuar sin poses y sin libretos preestablecidos, es decir, en una manera de ser espontánea.
Díaz (2014) escribió un artículo titulado «El “corronchismo”, forma de vida caribe que será exaltada en Cartagena», a propósito de la entrega de la Orden Civil al Mérito Cartagena Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad al compositor Hernán Villa Ortega por su defensa del corronchismo. El compositor Hernán Villa, quien se autoproclamó como el corroncho más feliz del mundo, y quien a su vez es el autor del clásico «El corroncho» grabado por Alfredo Gutiérrez en 1980, fue exaltado por su defensa del corronchismo.Según Villa (2014, citado por Díaz, 2014), la connotación positiva del vocablo corroncho en Colombia empezó a perder la pelea en los años 40 y 50 del siglo pasado, cuando a alguien en Bogotá se le ocurrió llamar así, de manera peyorativa, a los costeños que iban a estudiar a la capital y armaban zafarranchos en los lugares donde vivían. Díaz (2014) consideró que siempre se ha señalado a los habitantes del interior del país como los responsables de la difusión de la connotación negativa de la palabra, y que el problema se ha acrecentado porque en la misma Costa Caribe se utiliza en forma discriminatoria.
A propósito de reconocimiento dado al maestro Hernán Villa Ortega por su vida artística y por su defensa del corronchismo, la Revista Semana (2014) dialogó con él. En la entrevista, Villa definió al corroncho como una persona honesta, distinguida, alegre y amable, pero aclara que algunos consideran que un corroncho es un vulgar, tosco y poco civilizado. Según él, «antes los rolos lo usaban de manera despectiva para referirse a los costeños escandalosos que se iban a estudiar a la capital. Esas definiciones son tristes y ofensivas» (Revista Semana, 2014, p.1). Al respecto, Miranda (2018) indicó que hoy corroncho puede ser tanto un término despectivo hacia los nacidos en la Costa Caribe colombiana, como una reivindicación al carácter alegre y generoso de los habitantes de esa región del país.
2. Metodología
En este estudio se ofrece de forma conjunta un análisis cuantitativo y cualitativo de las actitudes lingüísticas de los monterianos hacia el español hablado en Montería. En la actualidad las opciones metodológicas de gran parte de la comunidad científica se caracterizan por permitir la complementariedad de ambos enfoques (Aravena, Kimelman, Micheli, Torrealba, Zúñiga, 2006). Como precisaron Bonilla y Rodríguez (1997), la complementariedad de los métodos no sólo es posible, sino muy enriquecedora para hacer más incisiva la capacidad de comprensión del investigador.
Para el caso de esta investigación, fue necesario que en la reflexión previa a la adecuación de las técnicas se tuvieran en cuenta la naturaleza de las actitudes lingüísticas, los objetivos investigativos que se perseguían y la posibilidad de obtener datos que permitieran tanto el análisis estadístico como el estudio de la realidad social a través de la perspectiva de los mismos hablantes (Bonilla & Rodríguez, 1997).
2.1. El estudio de las actitudes: método directo
La presente investigación está enmarcada dentro el enfoque mentalista, considerando que la mayoría de los investigadores de las actitudes lingüísticas se adhieren a este punto de vista (Blas Arroyo, 1999). En este sentido, el análisis se centró en la disposición mental de los hablantes y no en su actuación (Moreno, 1998). Desde el punto de vista mentalista «se plantea el objetivo de capturar un modo de pensar, no necesariamente de actuar» (Erdösová, 2011, p. 5). Por ello, el método y las técnicas empleadas en este estudio son coherentes con este propósito. El interés no era captar las actuaciones lingüísticas de los monterianos en contextos reales, sino indagar acerca de sus reflexiones cuando se les interrogara sobre su propia habla.
La medición de las actitudes de los hablantes se hizo a través del método directo. Castillo (2006) aclaró que en la medición directa se pide a los hablantes que den su opinión sobre la lengua, y en la indirecta se evita que el hablante se entere de que se trata de descubrir sus actitudes ante la lengua. Dentro de las técnicas de las mediciones directas, el autor resalta los cuestionarios con preguntas abiertas o cerradas, las entrevistas y la observación. En el método directo, la obtención de datos en estudios de este tipo se basa en las respuestas de un grupo de informantes a unas preguntas directas (Drevdal, 2009).
Erdösová (2011) afirmó que a los métodos directos pertenecen los cuestionarios de preguntas tanto abiertas como cerradas y las entrevistas. Para efectos de esta investigación, se empleó una entrevista semiestructurada en la que se incluyó un cuestionario con preguntas cerradas, el cual permitió una aproximación a las opiniones, las creencias y los sentimientos más reveladores de los hablantes respecto de su habla propia6 (González, 2010). Se pidió entonces a los monterianos que respondieran a cuestiones en las que se indagaban directamente sobre sus opiniones y creencias acerca del español hablado en Montería.
2.2. Selección de los hablantes
Para la selección de los hablantes y la recogida de la muestra se acogió la metodología PRESEEA7 y algunos criterios dados por Silva-Corvalán y Arias (2017). La muestra total fue de 36 hablantes nativos. PRESEEA (2013) plantea que en los núcleos con un número de habitantes inferior a 500 000 habitantes es posible reducir a 3 el número de informantes por cuotas. En esta investigación se redujo a 28, teniendo en cuenta que el número de individuos que asegure la validez y representatividad de una muestra depende de «la naturaleza del problema sociolingüístico que desea resolver y los recursos que el sociolingüista tenga a su disposición para llevar a cabo la investigación» (Silva-Corvalán y Arias, 2017, p. 46). La muestra de este estudio es representativa si se considera la población total de la ciudad de Montería, que tiene una proyección estimada en 409 476 habitantes entre los años 2010 y 2020 (DANE, 2005); y se tiene en cuenta la naturaleza del fenómeno que se analizó9.
Primero, se realizó un muestreo por cuotas con afijación uniforme10, el cual es un tipo de muestra que facilita la comparación estadística y permite que todos los grupos sean representados, por lo que se evitan irregularidades en la proporción de hombres y mujeres dentro de los diversos grupos de edad (López, 2004). A partir del muestreo, se establecieron como variables pre-estratificatorias el sexo, el nivel de instrucción y la edad (Ver Tabla 1). Luego, se tomó una muestra de 2 informantes por cada cuota, para un total de 36 hablantes (ver Tabla 2).
3. Resultados y análisis de datos
3.1. Pregunta 1: ¿Cree usted que los monterianos hablan «goppiao»?
En esta pregunta se propuso una reflexión acerca de cómo influyen los otros en las percepciones que tienen los monterianos acerca de ellos mismos. Se analizó la concepción que tienen los hablantes sobre lo que significa hablar goppiao. Este es un término que se usa para denominar a aquellas variedades que se caracterizan por la aspiración de /-s/ implosiva (Betancourt & García, 1998, p. 17). Sin embargo, para los monterianos el término abarca muchos otros fenómenos como se explicará más adelante.
El español hablado en Montería se caracteriza por la pérdida de /d/ en posición intervocálica, y de /r/ al final de palabra, ante pausa y en la abreviatura pa (Flórez, 1949). Además, por ser parte del superdialecto costeño, comparte rasgos fonéticos propios de otras zonas como la asimilación de /-r/ a la consonante siguiente y la aspiración o perdida de /-s/ implosiva, entre otros rasgos señalados por Montes (1996, 2012). Valencia (1994, p. 122) alude a estos fenómenos cuando afirma que en Córdoba «… hablamos así, golpeado, comiéndonos la s, o convirtiéndolas en j, ahogando las sílabas finales». Como este último autor no tiene intereses lingüísticos, se refiere a estos fenómenos con los términos que emplearía cualquier hablante para señalar las características de su habla propia. Para los monterianos lo goppiao está relacionado con:
el hablar gritado es el que hace sentir que nosotros somos / tenemos esa forma de hablar golpiado (MOCAR03432M).
Golpean mucho / eh / o sea yo digo / salen como… nojoña / así como / todo ordinario porque goppean (GRAN0232M).
hablar golpiao es no terminá lah palabrah… sino ehtrellada ya / la terminan eh en seco ya/ no temminan en ese / no temmina en nada (BRIS0421H).
hablo golpiado cuando digo «déjame sentá» poqque vivo diciendo así (ANG0733M).
uno se come mucho lah letrah […] no hablar refinado (BRISO913M).
goppiao eh una persona / como habla uno goppiao es / oddinario / omitimoh ciettah letras / una cosa como la ese y cosah así por el ehtilo / la ese / la ere (PRAD01723).
se golpea / nunca se dice la palabra como eh (GRAN02023M).
o sea se comen la ese / o la erre /algo así (VILLAC02111H).
acá tenemoh una cantida de erroreh que no pronunciamoh la ese /ni la erre / sino siempre goppiamoh / lah palabrah (VILLAF02413H).
hablá goppiao es / uno que se coma la palabra (SANJ02832H).
golpiado / por decir algo / por decir el pescado / no decimos pescado / decimos pescao (MOC03332M).
Como se observó en estos discursos, para los monterianos hablar goppiao no se limita a la aspiración de /s/, sino que comprende los fenómenos señalados por Flórez (1949) como característicos del habla monteriana y algunos de los rasgos que Montes (1996; 2012) identificó en el superdialecto costeño. Para algunos informantes implica también hablar «ordinario» o «gritado». Los hablantes sugieren que el término goppiao se relaciona con la presencia de fenómenos como la elisión de /d/ intervocálica, la perdida de /s/ en posición implosiva y la elisión de /r/ al final de palabra.
Con las respuestas a la pregunta que aparece en el gráfico anterior, se aprecia cómo influyen las creencias de los monterianos acerca de la percepción de los otros y en la visión que han construido acerca de ellos mismos. El 72% de los informantes considera que los monterianos, efectivamente, hablan goppiao. Al revisar los relatos se observan aspectos que resultan relevantes. En primer lugar, que los hablantes asumen el hablar goppiao como una calificación que les dan los otros, es decir como una valoración externa de su habla. Este hecho se evidencia cuando afirmaron:
Sí / yo lo hablo mal / goppiao como dicen loh cachacoh/ (CAST0133M).11
Golpiao / como dicen (BRIS0421H).
elloh dicen que nosotroh loh cohteñoh hablamoh acelerao /rapidito/ (BRISO913M).
[…] nojotroh para la gente del interior atropellamoh el cahtellano / atropellamoh el ehpañol / atropellamoh todo /hablamoh /como se dice /golpiao / (SAM01133H).
yo los oigo normal / no loh oigo así como golpiao / como de pronto en Medellín / de pronto en el interior que se burlan mucho de loh monterianoh / de loh cohteñoh / «no que eh cohteño» / entonce comienza a hacerle las muecas / que hablan golpiao / que no sé qué/que no sé qué /no…/ yo no lo siento…/(PRAD01723).
el rehto de regioneh noh tienen acá a nosotroh como…/ como que / como que somoh ordinarioh / hablando de loh cohteñoh / entoje que hablamoh goppiao (VILLAC01911H).
Como se puede apreciar, los monterianos consideran que hablan goppiao porque eso es lo que dicen los otros, por lo que resulta ser un calificativo que se les ha dado a los hablantes costeños en el resto del país. Esos otros son asumidos casi siempre como los cachacos o las personas del interior12. Se evidencia que para los monterianos se trata de un concepto que los otros tienen sobre ellos y no de una creencia de ellos mismos, cuando aseguran:
[…] uno acá cohteño eh común eso / pero llega una pehsona / digamoh un rolo / un antioqueño/ ya elloh empiezan a / decí «ah…/ no…/ pero esa gente si habla…/» (VILLAF02413H).
Ajá/ eso son / esa eh la…/ el…/ el decir de lah personah/ que no son de acá
Yo le diría que hablamos bien / que lo único que nosotros tenemos es que nos dicen que somoh loh corronchoh (MOCAR03432M).
Yo diría que por lo general/ en cuanto a nosotroh acá / con todo y la actitud y el…/ el / cómo podría decirle / la manera que tienen loh otroh de vernos a nosotroh / y yo diría que nosotroh acá hablamoh bien (VILLAC01911H).
En estos comentarios se puede notar cómo los hablantes establecen una diferencia entre la percepción que ellos mismos tienen sobre su manera de hablar y la de los otros. Giménez (1997, p. 12) planteó que la identidad «tiene un carácter intersubjetivo y relacional. Es la autopercepción de un sujeto en relación con los otros; a lo que corresponde, a su vez, el reconocimiento y la “aprobación” de los otros sujetos». Los hablantes consideran que «hablan bien» en el marco de su contexto geográfico, social y lingüístico, pero no dejan de lado esos aspectos «negativos» que le atribuyen los otros a su manera de hablar. Los monterianos sienten su habla como un elemento identitario en la medida en que consideran tanto la percepción que tienen acerca de ellos mismos, como las valoraciones que sienten que se les asigna desde afuera. Por eso suelen diferenciar entre lo que ellos piensan de ellos mismos y «la manera que tienen loh otroh de vernos a nosotroh» (VILLAC01911H).
Dicha valoración de los otros es tomada en cuenta especialmente cuando se resisten a ser calificados de forma negativa a través de términos como corroncho. Parece haber cierta resistencia a ser calificados como «vulgares», «ordinarios» o «personas sin formación» por el hecho de hablar goppiao. Los discursos de los hablantes ponen en evidencia que se sienten discriminados cuando son calificados como corronchos en el resto del país. Ellos manifiestaron:
[…] y lo digo así porque…/ dem monteriano / aggunos regioneh dicen / dem monteriano dec campo/ corroncho/ (SANJ02832).
[…]como muchos / piensan que uno o habla gritaó / o de una manera vulgar (GRA01031H).
incluso algunoh llegan jahta a decir que somos corronchoh (VILLAC01911H).
Antioquia dicen que nosotroh somos eh corronchoh (CAR02712H).
poqque siempre noh van a tildar de eso / que siempre noh comemoh lah cosah (GRA01031H).
«critican la fomma como uno habla / que uno eh corroncho/ uno eh no sé qué» (VILLAC02111H).
Nosotroh no somoh corronchos. Solamente porque uno habla tan golpiado pueh uno…/ lo tratan a uno de corroncho (FUR0821M).
pero elloh critican en sí mihmo esa vaina / y hay veceh hay unoh que son indihcretoh y dicen «nojoda / pero uhtedeh eh que hablan feo» / (VILLAF02413H).
lo único que nosotros tenemos es que nos dicen que somoh loh corronchoh (MOCAR03432M).
Nosotroh no somoh eso / nosotroh es… es… que noh quieren hacer ese seudónimo de corroncho/ pero no / nosotroh no somoh corroncho / (RIVE01233H).
una anécdota que me pasó con mi hemmana […] estuvimoh en el batallón/ y le dice un…/ en el hospital del batallón / y le dice un sargento / no sé…/ le preguntaron a mi hemmana que si de dónde era / mi hemmana dijo «Montería» / y enseguida le dice uno ¿no ehtáh viendo lo corroncha que eh? (FUR0821M).
El último relato constituye un caso evidente de discriminación y estigmatización, cuyas implicaciones sociales trascienden el plano de lo lingüístico. Estos son los discursos de quienes se sienten socialmente señalados y criticados por su forma de hablar. Ascencio (2009, p. 70) señaló que «cuando una lengua […] es descrita de forma negativa y ridiculizada, se vuelve un símbolo de desventaja y de inferioridad». En este contexto el término corroncho tiene mayores implicaciones negativas en la medida en que aparece asociado a calificativos como «hablar feo» y «ser vulgar». Por eso es que uno de los hablantes reitera «nosotroh no somoh corronchoh» (RIVE01233H).
Es evidente aquí una resistencia de los hablantes a ser denominados como corronchos porque lo consideran una palabra insultante, la cual se emplea con el ánimo de ridiculizarlos por las características de su habla y de su cultura. Detrás de estos calificativos subyacen estereotipos negativos que pueden hacer que los mismos hablantes rechacen su variedad y terminen convencidos de que «hablan feo» o «mal». Muñoz Navarrete (s.f, p. 21) en un estudio sobre el andaluz se refirió a este fenómeno como «una suerte de “automachaque” […] por el que los hablantes de clases bajas consideran, de sí mismo, que “hablan mal”». Los monterianos en general no consideran que «hablan feo», sino que «hablan bien», por lo que se rehúsen a ser catalogados como corronchos, aun cuando reconocen que es el calificativo que comúnmente se les da en el interior del país.
3.2. Pregunta 2: ¿Los extranjeros que vienen a Colombia pueden aprender a hablar el español aquí en Montería?
En esta pregunta resultó significativo que los hablantes retomaran aspectos tratados en preguntas anteriores. Algunos de ellos consideran que un extranjero puede aprender español en Montería argumentan que lo va a aprender «rápido poqque ya no va a pronunciá las eseh que tú ehtah diciendo /» (RIVE01233H) o «puede aprender a hablarlo de esa manera como decimoh acá / como te dije / golpeada /» (PRAD01723H).
Como puede apreciarse, algunos hablantes se remiten directamente al asunto del hablar goppiao que ya se ha tratado. Otros consideran que es más fácil que aprenda el idioma porque «nosotroh acá en Montería tenemoh una manera por así decirlo / […] de que noh guhta ehplicar paso por paso lah cosah» (VILLAC01911H).
Los resultados de la encuesta que aparecen en el gráfico 15, muestran cómo la mayoría de los monterianos (75 %) consideran posible que un extranjero aprenda a hablar el español en la ciudad de Montería, mientras que un porcentaje significativo considera que lo aprenderá, pero con las características propias de la variedad dialectal. De este 75 %, el 58 % de los hablantes cree en la posibilidad de que un extranjero pueda aprender a hablar el español en Montería; el 17 % de los hablantes también lo considera posible, pero «le queda difícil» (CANT02213H) o afirman que «puede hablarlo […] de manera golpeada» (PRAD01723); por otra parte, sólo un 11 % piensa lo contrario.
En el componente afectivo se apeló a los sentimientos de los hablantes para con su variedad, exponiéndolos en una situación en la que ya no se trate de un extranjero, sino del mismo hablante. Aunque en el componente cognitivo la mayoría reconoce que un extranjero puede aprender a hablar la variante del español hablado en Montería, hay que analizar lo que puede ocurrir cuando se pone en cuestión el comportamiento lingüístico propio de cada hablante.
3.3. Pregunta 3: ¿Le gustaría que el docente que enseña a su hijo a hablar, a leer y escribir hable como monteriano?
Esta pregunta se orientó hacia diferentes objetivos: dilucidar aquellas creencias que tienen los hablantes con respecto a lo que significa aprender a hablar, a leer y a escribir en su lengua materna; determinar el valor que tiene para los monterianos el prestigio lingüístico cuando se sitúan frente a la figura hipotética del docente encargado de formar a su hijo; y confrontar a los hablantes en la disyuntiva entre lo que sienten como culturalmente propio y lo que consideran que es social y académicamente prestigioso.
En términos generales, se puede afirmar que la mayoría (47 %) de los hablantes manifiesta no estar de acuerdo con que el docente de lectoescritura de su hijo hable como monteriano. Resultan significativos los argumentos que usan los hablantes para sustentar su postura cuando adujeron:
Que diga lah cosah / que loh enseñen a expresarse bien (6DEMAR0523M).
Obviamente / como se ehtá educando no…/ tiene como hablarle como eh. (CENT01321H).
Me guhtaría que hablaran//que hablaran decentemente / que no hablaran como habla uno (MIN01511H).
Poqque de ahí elloh se iban a basando también a hablá lo mihmo de goppiao / o…/ de que lo que elloh digan elloh también se ehtán grabando el hablao de elloh goppiao así (MIN02311M).
Poqque es que como estamos en el siglo xxi todo es buscando lo mejor (PANZ02622M).
Porque no es debido enseñarleh a loh niños así / hablar como uno habla (MOCAR03612M).
Los hablantes aluden a cuestiones como «que loh enseñen a expresarse bien» y «tiene que hablalle como eh». A, partir de estas afirmaciones, se ponen de relieve varias cuestiones: primero, que los hablantes consideran que hay una forma de hablar «que es» correcta y otra «que no lo es», en la que se incluye el habla de Montería; segundo, que los mismos están convencidos de que el maestro debe emplear la forma que es, debido a que una de sus funciones es enseñar a «hablar bien». Aunque los niños ya hablan cuando ingresan a la escuela, los monterianos se refieren a que «aprendan a hablar bien».
Al respecto, Trudgill (1983, p. 20) señaló que los juicios de valor referidos a la corrección y pureza de las variedades son sociales más que lingüísticos. Por ello, el apego del hablante a la corrección tiene que ver con que el mismo considera que hay otras formas socialmente más prestigiosas, formas de hablar decentemente, que debe emplear el docente, con el fin de que sus hijos tomen el habla del maestro como modelo y aprendan a expresarse bien.
Stubbs (1984) planteó que una de las exigencias hechas por la escuela es la de que el lenguaje normativo es la lengua adecuada para las aulas. En este sentido, los hablantes están en desacuerdo con que el docente que les enseña a sus hijos hable como un monteriano del común, porque asumen que, si va a enseñarles a «hablar correctamente», debe ser modelo de habla. Como dice un hablante, supongo que «elloh ehtán…/ enseñando a uno a cómo pronunciar una palabra /elloh la tienen que decir correctamente» (VILLAC02111M).
4. Conclusiones
Luego de hacer una búsqueda bibliográfica del significado de la palabra corroncho, se puede afirmar lo siguiente: primero, que se trata de un vocablo antiguo que puede referirse a un pez, a un árbol o a una persona, además de haber llamado la atención de diferentes autores que lo han investigado a profundidad; segundo, que es una palabra usada principalmente en el interior del país para referirse de manera discriminatoria y despectiva a los costeños con las connotaciones de ser «bullosos», «parranderos», «perezosos» y «extravagantes». Los expertos en el tema enfatizan, además, que el uso de corroncho tuvo también esa fuerza discriminatoria al interior de la Costa Caribe colombiana, en la medida en que se usaba para denominar al campesino rudo y ordinario.
En relación a la percepción de los hablantes frente a cómo son vistos o caracterizados por los otros, se observa que los monterianos referencian constantemente expresiones como «ellos dicen que nosotros somos corronchos», «goppiao como dicen los cachacos», «para la gente del interior», «en el interior se burlan», «nos tienen como que somos ordinarios», «nos dicen que somos corronchos», «siempre nos van a tildar de que nos comemos las cosas». En todas estas expresiones es común la tercera persona del plural, la cual corresponde a los otros a quienes los hablantes se refieren cuando sienten que los califican y los señalan por su forma de hablar. Este hecho confirma el peso que tienen las representaciones sociales de los hablantes acerca de cómo son percibidos en las otras regiones del país, especialmente en el interior. La mayoría de los hablantes acepta que habla goppiao porque siente que así es percibido desde el interior del país, y no porque realmente estén convencidos de que sea así.
Es evidente que los monterianos son conscientes de que son calificados como corronchos, por lo cual reconocen la carga discriminatoria de este término en la medida en que lo asocian a ciertas connotaciones, como a «ser ordinario», a «hablar gritado», a «ser vulgar» o a «hablar feo», incluso a ser objeto de burlas o críticas por su manera de hablar. Con todos estos términos despectivos, es normal que los hablantes se resistan a ser considerados corronchos y vean esa valoración como algo negativo que tiene el español hablado en Montería. De hecho, los hablantes lo reconocen textualmente cuando afirman «lo único malo que tenemos es que nos dicen que somos corronchos».
Finalmente, hay que señalar que esta es sólo una aproximación a uno de esos términos que la sociedad colombiana ha utilizado históricamente para negar, excluir y discriminar al otro. En esa medida, constituye un aporte al reto que tenemos como sociedad de reconocernos como una nación multicultural y pluriétnica, y de combatir cualquier forma de discriminación social que influya en la autoestima individual y colectiva de los sujetos. Es necesario promover investigaciones que visibilicen a las comunidades lingüísticas que son excluidas13, dándoles así un espacio real a las voces y a los discursos mediante los cuales los hablantes se definen a sí mismos y a los otros.