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Lingüística y Literatura

versión impresa ISSN 0120-5587

Linguist.lit.  no.76 Medellìn jul./dic. 2019

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n76a11 

Reseñas

Kuiru Naforo, J. (2017) Jagáiai, narraciones indígenas de la selva. Bogotá: Norma, 94 pp.

Sergio Alberto Martínez Pérez1  * 

1Universidad de Antioquia, (Colombia) salberto.martinez@udea.edu.co

Kuiru Naforo, J.. (, 2017. ), Jagáiai, narraciones indígenas de la selva. ., Bogotá: :, Norma, , 94 pp.


Jagáiai, jaeidino úai iemo yetarafue úai. Afe úai aiyue kirigai. Ie yoga minika nairaimona dukide. Ñue nairai komuiyena. Jagai úai kaina yote, ñue kai iyano. Bie yofuerabe, “Jagáiai, narraciones indígenas de la selva”, kaimo atide jiaie jagáiza. Mai ñue kai kakáreiri bie yetarafue úaiyai.

Jagáiai es palabra antigua, palabra de consejo. Esta palabra es un canasto de conocimientos. Su enseñanza proviene del pueblo minika. Sirve para vivir bien en comunidad. La palabra del jágai nos enseña la armonía entre seres, especies y ecosistemas. Este libro, “Jagáiai, narraciones indígenas de la selva”, nos trae otra forma de narrar, de imaginar. Escuchemos atentamente estas palabras de sabiduría.

Jagáiai, narraciones indígenas de la selva, libro narrado por Juan Kuiru Naforo, fue publicado en 2017 en edición bilingüe minika-español y es una de las obras de la colección Narraciones Indígenas de la editorial Norma. En el mismo, se relata un viaje al corazón de la cultura minika en el Amazonas; donde las lenguas, las imágenes y los ritmos de la narración van adentrando al público lector en la sonoridad inquietante, diversa y fecunda de la selva.

Jagáiai es un kirigai (canasto) o género poético de los minika. Su traducción literal es «relato antiguo». Una más profunda se teje en la unión de significados vitales de cada parte de la palabra: ja-gái-ai, donde ja viene de jae (antiguamente) y se emparenta con jagiyi (aliento de vida) y jáfaikite (exhalar lentamente para crear); gai viene de ígai (hilo o cuerda); y el sufijo ai indica plural. Así, unidos los significados, se afirma que son hilos ancestrales formadores y caminos de sabiduría, que desde tiempos antiguos transmiten enseñanzas para la vida en comunidad a quienes las escuchan. Asimismo, advierten el peligro y las consecuencias de los abusos del poder, del saber, de las plantas y de la naturaleza. Además, los jagáiai son los portadores de las claves y los conocimientos de la selva, de sus ritmos y sus movimientos, así como de los fenómenos naturales y del comportamiento, las transformaciones y el parentesco de las especies.

Así es como los jagáiai permitirán al público lector percibir los lazos espirituales que unen a cada ser y a cada elemento con el tejido polícromo y multiforme de la existencia. Toda piedra, flor e insecto, al igual que toda estrella y constelación hacen parte de un mismo cuerpo, unidos entre sí a cada fragmento de la vida. Y esto lo relatan los jagáiai en un universo exuberante de personajes, energías, lugares, plantas, tecnologías, tramas y enredos. «No son puro cuento», como se lee en la contraportada, sino que son verdaderas bibliotecas del saber para el buen vivir de las comunidades.

Juan Kuiru Naforo, el narrador del libro, es un jagaiyoraima (narrador de jagáiai), heredero de la carrera del Yadiko (carrera ceremonial para sanar la humanidad). Pertenece al clan Jitómagaro, el cual ha sabido conservar su sistema de conocimiento, su poética y sus demás prácticas a pesar de los procesos de conquista, colonización y evangelización, así como del posterior genocidio cauchero de principios del siglo xx. Vive con su familia en Puerto Milán, cabildo del corregimiento La Chorrera, en el departamento del Amazonas, en donde cuenta sus historias a las hijas e hijos de su pueblo, alrededor del fuego de la anáneko (casa madre).

Al lado de Juan Kuiru, otros creadores indican al público lector que está frente a una obra colectiva. Dos razones motivan a creerlo. En primer lugar, debido a que los jagáiai son parte de la tradición oral de los pueblos Murui Muina del Amazonas colombo-peruano y su universo narrativo pervive ancestralmente en los cantos, en los relatos de origen, en los géneros narrativos ígai, ikaki, jagaiai y demás, contados desde hace siglos, con las variaciones, eso sí, que introduce cada clan y cada narrador o narradora por los contextos, tiempos y oyentes distintos.

Se considera que es una creación grupal, en segundo lugar, porque el ejercicio de gestación y nacimiento del libro implicó el trabajo creativo de muchas personas. La compilación y traducción estuvo a cargo de Noinui Jitóma (hijo preparado del sol), docente de lengua minika en la Universidad de Antioquia y hermano del narrador; yofuerango (profesora) Maribel Berrío Moncada y el roraima (poeta cantor) Selnich Vivas Hurtado, quienes aportaron desde sus conocimientos de la lengua y la cultura a una importante antología de narraciones de este kirigai con una obra bien lograda, que permite dar sentido y significado en el español a las expresiones y palabras del minika.

Asimismo, el lenguaje visual aportado por la ilustradora Sabina Londoño y por las fotografías de Selnich Vivas y Matthias Kopp permiten al público lector entrar en la emoción viva de los días y las noches de la selva, así como en sus colores, sus especies, sus paisajes, la mirada de sus habitantes y la cotidianidad de la cultura. Vale destacar finalmente el aporte al libro del Grupo de Estudios de Literatura y Cultura Intelectual Latinoamericana GELCIL y de las Cátedras UdeA Diversa como los promotores de la diversidad epistémica en la academia, los cuales son conscientes del aporte a la historia intelectual del Abya Yala y de nuestra América de las culturas, lenguas y saberes ancestrales.

Con todo esto y con otras obras que comienzan a publicarse a lo largo del continente, se está ante la presencia de un viraje en el pensamiento y la sensibilidad latinoamericana, que empieza a ampliar sus marcos, referentes, géneros y autores más allá del complejo europeo, y plantean otras narrativas que introducen nuevos saberes y nuevas estéticas en territorios marcados por la heterogeneidad, la complejidad, la pluriculturalidad y el sincretismo. Lo anterior indica que es el momento de la autenticidad y del encuentro -lejos de la expoliación y el exotismo- con las culturas originarias hermanas.

Reconociendo la importancia que entraña esta obra, se procederá a exponer cómo se desarrolla el viaje:

Jagáiai, narraciones indígenas de la selva fue preparado en dos aiyue itofe1 (grandes partes). En la primera parte se relatan siete jagáiai que se van entretejiendo, como la vida misma, y generan un mundo de personajes -animales, humanos, comunidades y energías-, plantas de poder y fenómenos naturales, ambientados en diversos escenarios: ríos, lagos, mares, mundos subacuáticos, en la espesura de la selva, entre lianas, plantas, cortezas y árboles, en el jibibiri (mambeadero) y en la anáneko (casa madre). No son pocas las peripecias que deben enfrentar los protagonistas en las diferentes situaciones, aventuras, bromas, fracasos y retos que allí suceden. En la segunda parte se presenta a los lectores el pueblo minika: quiénes son, dónde están, de dónde vienen, cómo viven, su ley de origen, entre otras concepciones primordiales de su cultura.

Así se va lentamente descubriendo este universo nuevo para el mundo: antiguo, ancestral y fundacional para los hijos del tabaco, de la coca y de la yuca dulce.

El primer relato, el Kai komuiya úaiyai jiyaki jágai (Jágai del origen de las lenguas), narra el origen de la humanidad, y con ella, el de las lenguas mika, minika, nipóde y búe. Asimismo, la invención de los primeros utensilios y el principio del tartamudeo. Cuenta este relato antiguo que del Komimafo (el hueco del origen) comenzaron a salir las primeras personas a la tierra, luego de la llegada de Jitóma (el sol) y su hermano Kécha, quienes cortaban la cola de los recién aparecidos. Luego, se narra que ante una Ágaro núiyo (titanoboa), que culebreaba en un lago, estos primeros seres se preguntaron: ¿mika? (¿qué es?), minika (¿qué es?), nipóde (¿qué es?), y búe (¿qué es?). Así, estas primeras palabras pronunciadas se convirtieron en el nombre de las lenguas de los pueblos Murui Muina, todas ellas con la misma función de interrogante por aquello que está vivo.

En el siguiente jágai, Nabai iaiyinoi jiaima jifuetiaiyinoi (Los dos amigos que se engañaron), contado por Regina Naforo a su hijo Noinui Jitóma, se advierten los peligros del engaño entre amigos. Se narra la historia de Ñeningo, (el armadillo), y Yaiño, (el oso perezoso), dos inseparables amigos que comían, se bañaban, jugaban, caminaban y dormían juntos. Vivían bien y felices, hasta que Ñeningo pensó desde el corazón cómo engañar a su hermano. Para hacerlo, ocultó su cola en un hueco en la tierra y le dijo a Yaiño: «ya corté mi cola, ¡Corta la tuya!». Al ver que era cierto, el oso Yaiño se la cortó. Después de descubrir el engaño, Yaiño se vengó de manera similar, al esconder sus dientes y retar a su amigo a quitarse los suyos. Así se explica por qué el oso perezoso no tiene cola ni el armadillo dientes, a la vez que se advierte el riesgo de la traición entre hermanos.

En el Buináima Nikáiraima diga iya jágai (Jágai de Buináima con el hombre del sueño) se sabe del poder del sueño, la importancia del duite (mambeo) para solucionar los problemas de la comunidad, así como de la preocupación, la atención y el esmero del eikome (abuelo mayor de ser materno) para percibirlos y resolverlos. Se desarrolla en tres noches, en las cuales Nikáiraima, (el hombre del sueño), retó a una comunidad que parecía vivir bien, al propiciarles sueños de muerte, locura y enfermedad desde la primera noche. En la noche siguiente, el mayor de la comunidad eikome Buináima, luego de ser culpado por su gente de causar estos malos sueños, descubrió que fue Nikáiraima quien, en medio de la oscuridad, se sentaba en el mambeadero y empezaba a recitar el contenido de las pesadillas. De este modo, ingenió un plan que desarrolló la última noche al atar con cuidado zírofe (tiras largas de la corteza de un árbol) a su larga cabellera, una tras otra y sin que Nikáiraima lo notara. Al día siguiente, mientras deshacían los pasos, se precisó la verdadera causa del mal.

El cuarto jágai del libro, Naiue urúki monanei urúki jiaima fakátaja (Seres nocturnos y seres diurnos se retan), se explican los comportamientos de varios animales de la selva y se muestra el parentesco entre especies distintas, así como el poder de Jitóma en la evolución de los seres. Se desarrolla en el marco de la rivalidad entre los Jeminiai (micos chorucos diurnos) con algunos seres nocturnos, los Kuitániai (monos grandes), los Jímuai (micos), los Buruniai (búhos) y los Fákuaniai (gallinas ciegas), ya que, en la actividad de los unos, despiertan y perturban los otros. Los seres nocturnos trataron de engañar a los Jeminiai, tras advertirles que «no duerman de noche, si duermen el firmamento se desprenderá, caerá», para que estuvieran en vela en las noches y durmieran como ellos durante el día. Ante estas palabras vacías, los micos chorucos acudieron a su biyama (tío materno) llamado Aifida (o culebrita blanquita), portador de un poder especial para controlar el viento, quien asustó con una fuerte ventisca a los animales de la noche. Sobre el final, Jitóma interviene inesperadamente en el relato al formar características de los animales nocturnos.

Zefi ringo jenóde (Zefi busca compañera), trata sobre el cuidado en las relaciones humanas. Un pez de agua dulce llamado Zefi, de aspecto repugnante, llevaba mucho tiempo tratando de conseguir una esposa. Al final, trató de conquistar una fekingo (viuda) al cuidado de muchos hijos. No obstante, fueron los propios hijos los que desaprobaron la relación al insultar al pez: «te ves tan feo como Jimére Akaido, el alacrán del chontaduro». Al ver esto, Zefi, como era buen cazador, sacó varias lombrices en una crecida del río y se las mostró a los hijos de la viuda, que por el deseo de las mismas lombrices lo habían invitado a conversar con su madre. Finalmente, los hijos, tras comerse las lombrices, lo insultaron de nuevo y lo echaron de casa. Así, Zefi quedó solo y sin compañera.

En Zeniro ígai (Ígai de Zeniro), contado por Noinuiyi (hijo), se puede presenciar una escena recurrente en las narraciones minika, con una honda expresión simbólica y estética: un humano transformado en nuio (boa) se traga a un personaje que logró mantenerse vivo en su interior y salir con la ayuda del colmillo de un animal. En este caso, se trata de dos hermanos que tienen diferencias: Zeniro y Dijoma, este último considerado como el sabedor del tabaco. Zeniro se fusionó con Nuiómaraina, (corteza del árbol de la boa) para convertirse en una pequeña serpiente, que después fue encontrada y capturada como mascota por la hija de Dijoma. Luego, la nuio pasa por un proceso de transformación en el cual aumenta su tamaño, pasando de un totumito a un totumo y finalmente a un cañito, a manera de lago. En ese momento, Dijoma hace un rafue o ceremonia para presentar su misteriosa mascota, que termina engulléndolo con corona y collar. De allí, la nuio intentó ahogar al hermano en su interior al tomar agua fría y caliente de varios ríos y del mar. De regreso, el joriai (animal guía) de Dijoma empezó a nombrar cada lugar por donde pasaban, mientras Dijoma perforaba la piel y las costillas de Zeniro, ya convertido en la nuio, con un colmillo de piraña. El final… mejor léase el libro.

En el último relato de la primera parte del libro, Kiráirema Jágai (Jágai de Kiráirema), se aborda el tema del fracaso por el abuso de las plantas de poder. Kiráirema, el sabio del yarumo plateado, utilizaba iáda (mezcla de plantas) para comunicarse con los Iániai (familia de pumas negros). Para hacerlo, debía alimentarlos con piñas todos los días. Un día que Kiráirema no lo hizo, los Iániai devoraron su hijo. Luego, comenzaron a aullar y a perforar las paredes de las casas pidiendo más niños. Para buscar una solución, Kiráirema reunió toda su gente e idearon un plan: «cocinaremos brea, la sacaremos en una totuma y se la echaremos al que meta la mano». Así lo hicieron, hasta espantar a todos los Iániai. A partir de ese momento «Kiráirema dejó de utilizar iáda. No la volvió a utilizar jamás. Aquí termina».

El segundo aiyue itofe del libro Jagáiai, narraciones indígenas de la selva presenta a los lectores la esencia, el origen y los territorios del pueblo minika. También, desde una perspectiva decolonial, se ponen en cuestión las concepciones preconcebidas sobre los indígenas y el Amazonas, develando así el exotismo, la folclorización y la reducción de estos conceptos que aluden a una imagen primitiva, caníbal y salvaje de pueblos y territorios que en realidad son abiertos y fraternales. Finalmente, se presentan los lugares donde se instruye al pueblo minika en los espacios destinados para ello, en los cuales se cuestionan a los centros académicos tradicionales como los únicos lugares propicios para el aprendizaje. A continuación, se presentarán brevemente las principales ideas que aporta el segundo segmento de la obra:

Los minika son uno de los 65 pueblos nativos de Colombia que aún conservan su lengua, sus saberes y sus territorios. Se ubican en las riberas de los ríos Putumayo, Caquetá, Caraparaná e Igaraparaná, aunque también viven en ciudades como Leticia, Bogotá y Medellín, así como en los Llanos Orientales y en la selva peruana. Mambear y dialogar en comunidad con la naturaleza constituyen la esencia de este pueblo descendiente de las plantas, de Mooma y Eiño (energías masculina y femenina) presentes en todo cuerpo terrestre y cósmico.

Su principal guía, Eiño Binieiño (Madre Naturaleza), fuente de la vida, les enseña a los minika los secretos de la germinación mientras siembran, cosechan, pescan, tejen y cocinan. En la cotidianidad de la anáneko (casa madre), en los relatos, cantos y ceremonias que allí se entregan, comienza la formación, que continúa en la jakáfai (chagra), donde se aprende el valor del trabajo y se cultivan los alimentos y las plantas de poder. Asimismo, en el jibibiri (mambeadero), donde se practica el silencio y la escucha, se aprende de las palabras de abundancia y dulzura de los abuelos y abuelas, se comunican los problemas de la comunidad y se profundizan los saberes y conocimientos. Todos estos lugares se consideran sagrados en tanto enseñan a vivir la vida sin hacer daño a los demás. Este sistema pedagógico lo complementa el rafue (la ceremonia mayor), donde se comparten cantos, danzas, alimentos y medicinas, y además convergen las fuerzas de la comunidad, de los mayores, de los ancestros, de las plantas y los animales, lo que representa una sanación en comunidad y un diálogo fecundo que acoge todas las formas de la vida con igual dignidad.

Finalmente, son las plantas medicinales las que, al prepararse y consumirse, conducen a los minika por el camino de sabiduría, de la armonía y de la sanación. El jíbie (mezcla de polvo de hoja de coca con yarumo) y el yera (mermelada de tabaco) ayudan a la concentración, al trabajo y al pensamiento, mientras que la faréka (yuca) activa la energía femenina, que armoniza y endulza. Estas plantas milenarias -que nada tienen que ver con algunos usos contemporáneos, en los que se desconoce el saber que las engendró y los cuidados y dietas que se deben seguir para evitar su abuso y el fracaso- son compartidas por pueblos parientes, como los búe, los nipóde, los mika, entre otros.

Transcurren así personajes, plantas, lugares y situaciones en el transcurrir de la trama. Queda al descubierto ante los ojos del mundo una parte sustantiva del universo narrativo de los minika, en un canasto que se expande en otros géneros literarios, en cantos, danzas, ceremonias y, últimamente, también en libros y películas. Se puede decir que la humanidad se encuentra ante una literatura transmedia, que tiene hilos y vasos comunicantes con todos los elementos constitutivos de la cultura, en un sistema rizomático, tramado e itofético de pensamiento.

Sin ánimo de concluir esta historia, que apenas es conocida para la tradición escrita, se aporta, desde un punto de vista propio, algunos aciertos del libro, tanto en su época de composición como en el contexto de su publicación.

Se destaca que el autor es un narrador propio de la cultura minika, a diferencia de muchos otros textos de similar naturaleza, cuya autoría se atribuye a un investigador, antropólogo o etnólogo, que bien ignoran o subvaloran en calidad de «informantes» en la sección de agradecimientos a los verdaderos autores de las narraciones: las voces ancestrales. Se puede apreciar en los casos de falsa acreditación una continuación de la expoliación a las comunidades originarias, así como anteriormente ocurrió con la expropiación de sus tierras, de su caucho y de su oro; y ahora de una parte sustantiva de su cultura inmaterial: sus literaturas.

Otro mérito en la función pedagógica del libro es la edición bilingüe con traducción paralela, que permite en cada página leer la traducción correspondiente del minika al español, lo cual lo convierte en un material de estudio de inusitado valor para aprendices, docentes y traductores de la lengua minika en las selvas y en las ciudades. Conservar la lengua originaria de la narración es sin duda un avance en la justicia cognitiva y en la dignidad epistémica de las culturas, así como un gran aporte lingüístico, considerando que es una lengua con apenas unos 1 000 hablantes.

Un acierto más del libro es llegar a un amplio espectro de públicos. Una compilación que puede disfrutar igualmente un minika o un hispanohablante. Los niños y las niñas se encontrarán con ilustraciones coloridas, imágenes exuberantes, historias divertidas y formativas. Los jóvenes y adultos que disfruten de los viajes, la aventura, de las lenguas y las culturas aprenderán cosas nuevas y sentirán los ritmos de la selva. Los abuelos y las abuelas podrán compartirlos en familia o con amigos. Es un buen material bibliográfico para escuelas, institutos o universidades. En fin, es un buen libro para todos aquellos que quieran conocer con respeto y con escucha los saberes, las literaturas y las culturas de los pueblos ancestrales.

A nivel narrativo, se transita por una temporalidad lineal en las historias, marcada por uno o varios días, y otras veces, de tiempos indeterminados, y en otras más, sujeta a la germinación de la nuio (boa), sin saltos hacia atrás o adelante en el tiempo. Muchos de los jagáiai comienzan con una invitación del narrador a sus hijos o a su gente para escuchar la historia. Luego, continúan con el relato, que, en diversos órdenes y en general, contienen: un acto que desafía la ley de origen, una prueba a la comunidad o a un personaje, un acto de consejo, un acto de transformación y, en algunos casos, un momento donde surgen sorpresivamente nuevos personajes; y casi todos los relatos terminan en fracasos (muerte, enfermedad, soledad, engaño, castigo), a excepción de algunos donde se recupera la armonía luego de un acto de consejo y realización de un plan. La espacialidad está marcada por la cotidianidad de la selva. Sobresale en el relato de Buináima la simultaneidad de espacios mentales, así como la voz de Nikáiraima en el jibibiri, quien es a su vez el sueño de los miembros de la comunidad.

Se destaca asimismo el rol de la comunidad como personaje o actante. Son las voces de hombres y mujeres anónimos representando la voz del pueblo, con diálogos explícitos dentro de las narraciones, parecidos a una de las actuaciones del coro trágico. Resulta igualmente importante la comunidad con sus centros sagrados: la anáneko y la jakáfai, al igual que los abuelos y las sabedoras, los cuales son tenidos en cuenta por los narradores minika, que invitan a sus hijos e hijas a una vida en armonía comunitaria, al buen vivir en el territorio, en abundancia y en equilibrio.

El joriai (animal guía), llamado jorema o joreño según si tiene energía masculina o femenina, es otro personaje particular de las narraciones. Aparece en los relatos acompañando a un personaje y con la función de narrar el nombre de los ríos y los lugares. Con esto, se ilustra otra particularidad de los jagáiai: los animales tienen voz y su diálogo no es solamente humano, sino que también intervienen con sus sonidos propios, los cuales conforman la acústica de los seres que coexisten con la comunidad.

La transmigración entre partes del cuerpo, especies y elementos es otro gesto presente en varias narraciones. Puede notarse como un humano se convierte en serpiente o en un mono nocturno; un cordón umbilical, en boa; o cómo Aifida, la culebrita blanquita, se torna ventisca.

La Ágaro núiyo (titanoboa) o la nuio (anaconda) en general, son personajes de mucha importancia simbólica para los jagáiai. Su crecimiento marca los ritmos de algunos relatos. Aparece hecha de agua en el jágai del nacimiento de las lenguas. También, es protagonista en las transformaciones del ombligo en serpiente y del humano en boa. Así mismo, su interior se convierte en el escenario de algunas historias, como en el caso de Zeniro y Dijoma.

Con estas cualidades estéticas, simbólicas y narrativas los jagáiai del pueblo minika tienen su sitio en las literaturas del mundo. Su entramado de géneros y transmediaciones merecen estudios literarios, lingüísticos y cinematográficos, por lo que invitan a la creación de nuevos contenidos junto a este pueblo hermano.

Se espera, entonces, que la educación, a partir de este tipo de obras, comience una transformación en la que las lenguas y las culturas sean aprendidas desde el diálogo de saberes, el respeto y la humanización para la armonía de nana (todo lo vivo), en la que los niños y niñas de nuestras comunidades vuelvan a aprender de la vida desde sus lenguas ancestrales, desde sus narraciones y prácticas pedagógicas y no solamente desde la ciencia europea y la lengua española.

Se aspira, entre otras cosas, a una educación intercultural, donde la diversidad y la diferencia sean sinónimos de alegría y celebración, no de miedo, discriminación o rechazo. A una formación acorde a los territorios autóctonos, a la diversidad y complejidad de la vida; que amplíe los horizontes artísticos, científicos, tecnológicos, éticos y disciplinares en beneficio de las sociedades y de la salud de nuestra casa común planetaria. Además, a una teología contemporánea que acoja y reconozca la posibilidad de múltiples relatos de origen en el seno de territorios híbridos, ancestrales y multiraizales, en el contexto migracional y formativo de América Latina.

De este modo, se espera la pronta traducción a otras lenguas nativas y extranjeras de estas historias: a las lenguas nativas, para desmarcarse de la lógica intercultural centro-periferia y así fomentar tejidos interétnicos de comunidades ancestrales; y a las demás lenguas extranjeras, para que las culturas de todo el mundo gocen de este canasto de humanización.

El camino no termina aquí, sino que apenas comienza. Con Jagáiai, narraciones indígenas de la selva, los lectores se sentirán como hijos e hijas del pueblo minika. Atentos, en silencio creativo, podrán escuchar las palabras que desde tiempos antiguos los minika enseñan sobre el cuidado de la vida y los secretos de la germinación. Además, podrán sentir el fuego y el afecto que este pueblo tiene para el mundo en plena época del renacer poético del Abya Yala.

Agradecimientos

Lejos de tener una autoría individual, la reseña es el resultado de los círculos de palabra del curso de lengua y cultura minika de la Universidad de Antioquia, bajo la guianza por la palabra del yofueraima (profesor) Noinui Jitóma desde 2017. A todos los hermanos y hermanas, un agradecimiento por su preparación.

1. Itofe: esqueje; en literatura refiere parte, capítulo o verso.

Recibido: 31 de Enero de 2019; Aprobado: 08 de Julio de 2019

*Autor para correspondencia: Sergio Alberto Martínez Pérez. Correo electrónico: salberto.martinez@udea.edu.co

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