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Lingüística y Literatura

Print version ISSN 0120-5587

Linguist.lit.  no.76 Medellìn July/Dec. 2019

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n76a12 

Reseñas

Mendívil Giró, J. L. (2015). El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias. Madrid: Síntesis, 334 pp.

Marta Gómez Lázaro1 

1Universidad Complutense de Madrid, (España) martaepg@ucm.es

Mendívil Giró, J. L.. (, 2015. )., El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias. ., , Madrid: :, Síntesis, , 334 pp.


La propuesta de Mendívil en su obra El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias resulta muy interesante, ya que enfoca dicho cambio desde la oposición existente entre el generativismo y el funcionalismo. Desde el inicio, el autor se decide abiertamente por abordar el generativismo y explica detalladamente sus bases. Además, los planteamientos son atractivos y la forma de narrar es ordenada.

El libro está estructurado en siete capítulos y, al comienzo de cada uno de ellos, el autor añade una introducción y fija unos objetivos que debe cumplir a lo largo del desarrollo. Todo esto aumenta el didactismo en torno a un tema ciertamente complejo y poco accesible para los no iniciados, pero sin renunciar al rigor y al carácter científico de un experto. Para el lector de la obra en cuestión tampoco pasará inadvertido el sentido del humor que Mendívil usa en numerosas ocasiones, lo que hace de la lectura una experiencia más amena.

El primer capítulo es un estado de la cuestión para lo que va a plantear luego. Dentro del mismo, trata aspectos como los conceptos de cambio lingüístico o de gramática universal. La existencia de esta última es real para Mendívil, por lo que la argumenta detalladamente. Defiende el predominio de la lengua-i (lengua interna) por encima de la lengua-e (lengua externa). El primer capítulo también se destaca por su claridad y por la diversidad de ejemplos y de comparaciones de los que se ayuda el autor para su explicación. En cambio, el pasaje en el que analiza las relaciones que se dan entre el lenguaje y el cerebro contrasta violentamente con el tono introductorio elegido, pues la dificultad de estos argumentos es elevada, por lo que resulta necesario tener conocimientos lingüísticos previos más allá de los puramente filológicos.

Se da una situación muy parecida cuando apela a la biolingüística para establecer un paralelismo entre el cambio lingüístico y la evolución de las especies. El autor explica que una lengua, al igual que un individuo de cualquier especie, experimenta cambios en su organismo interno que son fruto de la naturaleza y contra los cuales no se tiene poder de decisión. De este modo, considera la gramática universal como una clase de patrón genético, un ADN de la lengua. El autor señala que se necesitan varias generaciones de hablantes para que se produzca dicho cambio e insiste en que se trata de un fenómeno natural.

No obstante, ya que no se conoce con seguridad la motivación del cambio, Mendívil saca a colación varias teorías posibles para refutarlas posteriormente. Es especialmente interesante la corrección que hace a la hipótesis de Coseriu, de la que dice que falla por ser excesivamente finalista o metafinalista: la causa del cambio lingüístico es la imitación y no la expresividad. Mendívil confía plenamente en la idea de la biolingüística, la cual ocupa varios capítulos de la obra, especialmente entre los capítulos segundo y tercero, aunque en el tercero comparte escena con el reanálisis. Además, en este mismo capítulo, el autor refuta diferentes puntos de la teoría de la gramaticalización, con la matización de que para él es un proceso dentro del reanálisis, puesto que este es el agente de todo cambio lingüístico. Tanto el planteamiento de la gramaticalización como elemento interior del reanálisis, como las críticas hechas carecen de la estabilidad esperada. Esto se da debido a la vaguedad de los argumentos y a ciertos errores en el estudio, como el hecho de equiparar los objetos naturales con los objetos sociales.

En el plano del análisis fónico, Mendívil explica que los cambios fonéticos no tienen un fin concreto, sino que son producto de errores de interpretación. Sin embargo, es imposible separar la voluntad del hablante, el cual pasa a una posición activa en el proceso, pues forma parte del cambio fonético en tanto que lo acepta y lo normaliza. Los cambios fonéticos son siempre cambios fónicos y, a la vez, son el resultado de un proceso de reanálisis. Como consecuencia de este, se crea una morfología de concordancia que afecta a las lenguas. Más adelante, aborda la cuestión fónica desde otro punto de vista, explicando los diferentes procesos fonéticos divididos en facilidad articulatoria (relajación) y facilidad de comprensión (reforzamiento). Concluye su exposición con una explicación de los tipos de cambio fonológico, dando ejemplos en diferentes lenguas. El autor también advierte que el orden de palabras no es una propiedad básica de las lenguas, sino que depende de la externalización de la sintaxis. Así, el orden de las palabras no cambia: si hay una alteración en el mismo se debe al reanálisis de construcciones marcadas o de posiciones. El cambio en el orden de palabras es un efecto colateral de otros cambios.

Conforme la obra se desarrolla, el didactismo y el carácter cómodo del libro van diluyéndose en largos párrafos y citas que, más que aportes sobre la cuestión, son pruebas de erudición personal y descripciones de aspectos complejos a los que el autor no aporta demasiados datos. Prueba de ello es el capítulo quinto, en el que Mendívil revisa aspectos tratados anteriormente pero no los recuerda, lo que obliga a volver atrás en la lectura -y no resulta del todo cómodo-. A pesar de esto, el tema central del capítulo es la definición del cambio morfológico y del cambio léxico. Una vez más, el autor no es muy claro en la descripción del morfema ligado y del morfema gramatical. Sí lo es, en cambio, en la diferenciación que establece entre gramaticalización y morfologización. El fallo de esta explicación no reside tanto en los argumentos, sino en el recurso de ejemplificar con demasiadas lenguas para defender la teoría de la gramática universal.

Uno de los puntos fuertes de la obra es la clasificación tipológica de las lenguas, con especial atención al apunte en el cual asegura que dicha estructuración es, en resumidas cuentas, un muestrario de tendencias, pues se trata de un proceso circular en la historia por el que las lenguas van pasando de unas tendencias a otras de manera cíclica. Para tratar esto, emplea una cantidad de muy variados ejemplos, lo que muestra la no manipulación de estos para favorecer su teoría. Además, recopila citas y teorías de otros autores con gran precisión, las cuales son más breves y más precisas que las de los capítulos anteriores. De ellas, una vez mostradas y explicadas, se decanta por una y da sus motivos para aceptarla. Por otra parte, hace algunas especulaciones sobre cómo fueron las primeras lenguas (aislantes y sin historia previa) lo que resulta muy interesante.

Tras esto, aborda el polémico tema de la analogía, de la que nos ofrece su historia, su definición y también los tipos fundamentales. Afirma que la analogía extiende la regularidad del sistema morfológico. Se complica un poco cuando pasa a explicar los diferentes tipos de reanálisis y, además, propone pocos ejemplos en español. Tras esto, argumenta que el cambio semántico también es un reanálisis basado en los estudios de Saussure, con metáforas e imágenes muy ilustrativas. Para terminar este punto, el autor propone que los préstamos afectan a los significados cercanos por un proceso de recolocación y de especialización. Dicha propuesta tiene mucho sentido.

El capítulo sexto sorprende por el volumen de páginas, que sobrepasa la centena. En ellas, Mendívil establece una clara diferencia entre el sistema computacional (universal) y la sintaxis de cada lengua (modo de construir oraciones). Resulta contradictorio al afirmar que el cambio sintáctico no existe y, aun así, le dedique un capítulo de cien páginas. Además, el autor se encarga de hablar sobre la teoría paramétrica. Respecto a la misma, insiste en que no hay tipos puros de lenguas sino que hay varios parámetros, y que las lenguas tienen tendencias hacia unos más que otros. Entre otros temas, aborda el tema de la diversidad de lenguas, del que asegura que es el resultado del cambio lingüístico y que solo afecta al léxico-i.

La variedad entre lenguas reside en las propiedades morfológicas de las categorías funcionales de cada lengua. El desarrollo de esta idea vuelve a ser excesivamente extenso y técnico. Además, en él, hace uso nuevamente de un excesivo número de ejemplos en otras lenguas, poco o nada relacionadas con el castellano. Dentro del capítulo anterior se incluyen también otras reflexiones sobre los procesos de gramaticalización, ya tratados anteriormente con cierto desorden, puesto que necesita tres ocasiones (capítulos 2, 3 y 7) para empezar y culminar un tema crucial para el estudio de los cambios lingüísticos. Luego, hace ciertas críticas a la gramaticalización, pero, finalmente, propone su teoría: la gramaticalización no implica la creación de nuevas categorías funcionales ni de una nueva estructura sintáctica, sino que está presente antes y después. Su papel es solamente el de cambiar la externalización por parte de cada individuo. Para defender esto, emplea ejemplos del latín al español, con especial atención al verbo haber.

Tras esto, pasa a explicar las diferencias entre lenguas ergativas y acusativas con ejemplos, tomados principalmente del vasco. Asegura que se trata de diferencias en el tratamiento del sujeto y del objeto en las diferentes lenguas, así como no hay lenguas totalmente ergativas, sino que poseen una ergatividad parcial. También habla sobre la relación entre la gramática y de la percepción poco científica del mundo -con mucha razón- y añade que es falsa la creencia de que las lenguas ergativas son propias de sociedades menos desarrolladas o primitivas. Afirma que la morfología ergativa es un reanálisis de las estructuras pasivas (en lenguas acusativas) como activas (en lenguas ergativas) y luego la ilustra.

Para concluir la obra, el autor postula la hipótesis de la uniformidad de las lenguas y la argumenta. Explica que no existen las lenguas primitivas, sino que todas las lenguas tienen el mismo nivel de evolución, porque todas son el resultado de una única facultad de lenguaje (modelo homológico). Respecto a este tema, critica la teoría analógica y va desmontando sus argumentos sobre las lenguas primitivas. A continuación, examina las teorías de diversos autores sobre la relación de la percepción del mundo con la lengua y se posiciona diciendo que la facultad del lenguaje está influida por la cultura y por la historia, pero no depende de ellas.

Conforme avanzan los capítulos, se abandona la tendencia introductoria y se pasa a una complejidad para la que se necesita tener bastantes conocimientos previos. Asimismo, la presentación y la descripción de las incógnitas del cambio lingüístico, posteriormente ligadas a la emisión de un análisis y una hipótesis, se ven sustituidas por un cúmulo de ejemplos en lenguas ajenas al castellano que aportan poco al tema. Lo mismo ocurre con la recopilación de teorías tomadas mayoritariamente de otros autores. Lejos de los análisis iniciales, Mendívil emite críticas no demasiado fundadas y sin ninguna hipótesis propia que respalde su postura. Aunque ya he señalado los cambios de registro que hace el autor en determinadas ocasiones, cabe destacar que su forma de enfocar el tema resulta innovadora y original con respecto a los planteamientos anteriores. Tampoco puedo concluir esta reseña sin volver a señalar el notable sentido del humor de José Luis Mendívil, su agilidad en muchas partes del libro y sus ejemplos que, en la mayor parte de ocasiones, resultan clarificadores y precisos. En definitiva, esta lectura resulta agridulce pero no deja de ser recomendable, eso sí, para personas ya iniciadas en la lingüística.

Recibido: 25 de Febrero de 2019; Aprobado: 24 de Junio de 2019

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