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Lingüística y Literatura

versão impressa ISSN 0120-5587versão On-line ISSN 2422-3174

Linguist.lit.  no.80 Medellìn jul./dez. 2021  Epub 06-Dez-2022

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n80a03 

Estudios literarios

ANDRÉS HURTADO Y LA TRAVESÍA DEL HÉROE FRACASADO EN EL ÁRBOL DE LA CIENCIA (1911) DE PÍO BAROJA*

ANDRÉS HURTADO AND THE FAILED HERO’S JOURNEY IN PÍO BAROJA’S THE TREE OF KNOWLEDGE (1911)

Daniel Guarín Buitrago1  * 

1Universidad del Temple (Estados Unidos) guarin@temple.edu


Resumen:

Este artículo presenta una lectura de la novela El árbol de la ciencia (1911) de Pío Baroja siguiendo la travesía del héroe. Primero, se evidencia la evolución de Hurtado como personaje heroico, luego se identifican los arquetipos de la obra y, finalmente, se presenta una lectura de la novela siguiendo las doce etapas de la travesía del héroe. Tal lectura es pertinente, pues los arquetipos y las etapas de la travesía son identificables. Además, a pesar de cumplir con las características del arquetipo de héroe, Hurtado se puede considerar un héroe fracasado, pues se suicida antes de finalizar su aventura.

Palabras clave: El árbol de la ciencia (1911); travesía del héroe; Pio Baroja; arquetipos; héroe fracasado

Abstract:

In this article, a reading of The Tree of Knowledge (1911) by Pío Baroja is presented as a classic hero’s journey. This research paper sketches the evolution of Andrés Hurtado as a heroic character; identifies the archetypes in the novel’s characters and analyzes the twelve phases of the hero’s journey. Such a reading is possible, since the archetypes and stages of the hero’s journey are clearly identifiable; yet still, Hurtado, despite fulfilling the characteristics of the hero archetype and making his journey, could be considered a failed hero, since he commits suicide before the end of his adventure.

Key words: The Tree of Knowledge (1911); hero’s journey; Pío Baroja; archetypes; failed hero

1. El árbol de la ciencia (1911), una novela heroica

Publicada en 1911, El árbol de la ciencia es probablemente la novela más destacada de Pío Baroja y, en palabras del propio autor, su mejor obra narrativa escrita (Eller, 1978; Mainer, 2012). La novela cuenta la vida de Andrés Hurtado, un joven español estudiante de medicina con una visión particular del mundo y de las personas. A partir de ello, puede decirse que El árbol de la ciencia, «más que una afirmación del pesimismo […], representa un esfuerzo por transcenderlo» (Regalado, 2017, p. 106). La historia transcurre de manera lineal y, a medida que pasan las páginas, diferentes aspectos repercuten en la vida de Andrés: su educación, sus clases, sus profesores, su familia, su trabajo como médico, sus labores profesionales en diferentes partes de España, y sus amigos, en especial Lulú.

Según las percepciones de algunos académicos sobre la obra, El árbol de la ciencia es tanto un texto narrativo pleno de conversaciones filosóficas como un texto autobiográfico, Costa 2018; Fuster García 2014b; Konkiewicz 2016; Mainer 2012 ; Regalado 2017). En efecto, la historia de Andrés Hurtado refleja las vivencias de Baroja como estudiante de medicina (Fuster García, 2014b; Regalado, 2017); la muerte de su hermano, Darío Baroja, representada por la muerte de Luisito en la novela (Costa, 2018; Mainer, 2012; Regalado, 2017); y la convivencia con su hermana Carmen Baroja, que «debe ser, sin duda, la Margarita de la novela» (Mainer, 2012, p. 58).

Todas las situaciones que acontecen en la vida de Hurtado juegan un papel importante en su desarrollo como personaje, en cuanto llevan al protagonista a sortear diferentes vicisitudes para ser considerado un héroe:

El fracaso que experimenta en el pueblo por un lado le duele, pero conforme a la idea de que el héroe nunca se rinde, se levanta y de nuevo, con más energía vuelve a hacer frente a la vida: a sus adversidades y propósitos que ésta constantemente trae (Konkiewicz, 2016, p. 237).

A partir de lo anterior, Andrés se puede configurar como un arquetipo de héroe, siguiendo las propuestas de Campbell (1959) y Vogler (2002). Sin embargo, debido a la manera en la que decide terminar con su vida en el punto álgido de su viaje, el protagonista podría considerarse, más bien, un héroe fallido o fracasado quien «está profundamente preocupado cuestionando la libertad de la existencia» (Glascock, 1966, p. 116) y quien, a su vez, «fracasa en su búsqueda de la distinción, naufraga intentando vivir a su manera, según la voz de la vocación, se rinde bajo el peso de su decepcionado e insaciable espíritu de luchador» (Konkiewicz, 2016, p. 149).

Por esta razón, el presente trabajo tiene dos objetivos: en primer lugar, analiza a los personajes y las escenas de El árbol de la ciencia siguiendo lo propuesto por Campbell (1959) y por Vogler (2002), con el fin de demostrar que una lectura heroica de esta obra es posible. En segundo lugar, demostrar las razones por las cuales Andrés Hurtado es un héroe fallido, a pesar de cumplir con las características arquetípicas del héroe y de realizar su travesía.El trabajo, pues, se organiza de la siguiente manera: para empezar, se articula el perfil de Andrés Hurtado y su evolución durante la historia. Luego, se presentan los demás arquetipos encontrados en la novela, identificando el rol de cada personaje dentro esta. Finalmente, se analiza la novela de Baroja siguiendo las propuestas de Campbell (1959) y de Vogler (2002) sobre la travesía del héroe.

2. Andrés Hurtado y la evolución del personaje

Andrés Hurtado es un joven intelectual, un observador y un lector de novelas que se decepciona de la vida por los acontecimientos de su existencia y, sobre todo, por la mala condición de la historia española. De esta manera, como lo menciona Serna (2012), Hurtado se convierte en «alguien que padece de una soledad incurable: escéptico, su credo es el de un idealista práctico, el de un pesimista incorregible» (p. 59).

Además, Andrés Hurtado es un personaje que se detiene a pensar y a reflexionar sobre la vida y los devenires. Como lo reconoce Fuster García (2012), «la vida del protagonista de la novela es la de un individuo inadaptado al ambiente; un individuo cuya sensibilidad es constantemente violentada por los elementos de un entorno social en el que no se reconoce» (p. 98). Es decir, es un español culto viviendo en una España culturalmente decadente, es un rebelde al margen de la sociedad (Fuster García, 2014b; González Martín, 2002; Konkiewicz, 2016). De acuerdo con McArthur (1998), «El árbol de la ciencia illustrates Andrés Hurtado’s despondency in his search for meaning in life.» (p. 531). Esta España en decadencia, las vivencias del protagonista y los demás personajes que se atraviesan en la vida de Andrés Hurtado hacen que en este se presente un antes y un después.

La primera faceta de Andrés Hurtado es su cualidad de joven. En las primeras páginas de la novela se conoce a un Andrés tranquilo y soñador, a un estudiante de medicina «optimista para practicar la benevolencia o el altruismo» (Serna, 2012, p. 60). La experiencia, sin embargo, en especial la académica, le da a Andrés una visión diferente de la vida: «la decepción le apartará del altruismo primero o primitivo […] [le mostrará] que la vida es algo anacrónico, restos atávicos, resistencia al cambio» (p. 60). Igualmente, esta experiencia le hará cuestionar la sociedad en la que vive, aquella que no es más que una patética masa colectiva guiada por el determinismo y la moralidad funesta de aquellos que se divierten con la crueldad y la barbarie sin conmoverse realmente; algo similar a la civilización del espectáculo, que define Mario Vargas Llosa (2012) como «un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal» (p. 32). A pesar de que la novela fue escrita a principios del siglo xx y el libro de Vargas Llosa fue publicado en el 2012, parece evidente que, culturalmente, la sociedad no ha cambiado.

Una segunda caracterización de Andrés Hurtado en la novela es la de un filósofo que no logra vivir bien al no poder adaptarse a la realidad pasiva de los demás hombres de su época. Hurtado es un pensador corriente que conoce y lee a grandes pensadores -Kant, Gottlieb, Fichte, Schopenhauer, Nietzsche-, quienes, además, le sirven como brújula y marco teórico para su vida. Sin embargo, como lo postula Serna (2012), son estos mismos sabios quienes se encargan de transformar al Hurtado del inicio de la novela en un segundo Hurtado más crítico: «tanta lectura, tanta sutileza, tanto refinamiento no son buenos: trastornan y sobre todo hacen más abierto, atento y sensible a quien mucho se ha cultivado» (p. 61). Esta evolución se genera durante la travesía que Andrés tiene como héroe de la novela.

¿Qué es, entonces, un héroe? Para Campbell (1991), el héroe «es el que viene a participar en la vida con valor y decencia, según el modo de la naturaleza, no según el modo del rencor, la desilusión o la venganza personales» (p. 97). Umberto Eco (1984) señala que en el héroe, «sus poderes, más que sobrenaturales, constituyen la más alta realización de un poder natural, la astucia, la rapidez, la habilidad bélica, o incluso la inteligencia silogística y el simple espíritu de observación» (p. 258). De esta manera, el héroe es aquel personaje que sobresale en cuestiones de inteligencia o de habilidades físicas, que es capaz de sobrepasar las vicisitudes de la vida y destacarse entre las personas de su entorno. En pocas palabras, una especie de Übermensch o superhombre, como lo llamaría Nietzsche (1996).

Una vez definidas las facetas de Andrés Hurtado, puede dividirse la aventura del héroe mitológico en tres actos, según Campbell (1959): la partida -una separación del mundo-, la iniciación -la penetración a alguna fuente de poder-, y el regreso -un regreso a la vida para vivirla con más sentido-. Cada una de estas fases incluye una amalgama de personajes y de eventos con los cuales el héroe debe interactuar para adquirir experiencia durante su periplo. Estos actos, a su vez, se desarrollan en diferentes etapas, fácilmente observables en El árbol de la ciencia.Vogler (2002), por su parte, reconstruye la aventura del héroe y la condensa en doce etapas:

  • El mundo ordinario.

  • La invitación a la aventura.

  • El rechazo a la llamada.

  • El encuentro con el mentor.

  • La travesía del primer umbral.

  • Las pruebas, los aliados, los enemigos.

  • La aproximación a la caverna más profunda.

  • La odisea -el calvario-.

  • La recompensa.

  • El camino de regreso.

  • La resurrección.

  • El retorno con el elixir.

Con base en los planteamientos señalados, Andrés Hurtado podría pensarse como un héroe arquetípico. En efecto,

el héroe inicia su aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios sobrenaturales, se enfrenta con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva; el héroe regresa de su misteriosa aventura con la fuerza de otorgar dones a sus hermanos (Campbell, 1959, p. 25).

De esta manera, en el caso del protagonista de El árbol de la ciencia, su evolución como personaje, sus desplazamientos a Alcolea del Campo, Valencia y Madrid, así como los demás personajes de la novela que hacen parte de su aventura lo convierten en un héroe arquetípico.

3. Hacia una construcción de los personajes arquetípicos en El árbol de la ciencia

El concepto de arquetipo es una herramienta indispensable para comprender la función o el propósito de los personajes que participan en cualquier historia (Vogler, 2002, p. 61). En El árbol de la ciencia, Andrés Hurtado se relaciona con un gran número de individuos, todos con características diferentes, que, de alguna manera, aportan en su viaje y en su desarrollo como héroe.

Figura 1 Los arquetipos como emanaciones del héroe segúnVogler (2002, p. 62) 

Uno de los arquetipos más importantes en la travesía del héroe es el mentor. Este se manifiesta en todos aquellos personajes que enseñan y protegen a los héroes y les proporcionan determinados dones (Vogler, 2002, p. 76). Para Campbell (1959), sin embargo, el mentor se conoce como el anciano sabio o la anciana sabia. Si bien es cierto que la literatura o la filosofía podrían ser consideradas las mentoras de Andrés, el personaje que mejor encaja con este arquetipo es su tío, el doctor Iturrioz, quien además es un personaje recurrente en la obra de Baroja (Agulló, 2015, p. 167).

Por su parte, Fuster García (2014a) describe a Iturrioz como «alguien que le escucha y le aconseja [a Andrés]» (p. 184). Además, menciona que el doctor tiene un papel fundamental en la novela y se puede considerar «uno de aquellos personajes secundarios que ocupan posiciones relevantes […] como adyuvantes o personajes que participan de la acción y ejercen de informadores, confidentes o compañeros del protagonista» (p. 184). Iturrioz se presenta así como una pieza fundamental para el periplo de Andrés, pues lo aconseja en diversos momentos y aspectos de su vida. Como señala Cueto Pérez (2011), «Iturrioz es uno de estos personajes que aparece definido más bien por lo que dice que por lo que hace» (p. 236).

Cuando Andrés, en medio de sus discusiones filosóficas con Iturrioz, comenta que una explicación del universo físico y moral podría ser encontrada en Kant y en Schopenhauer, Iturrioz le aconseja leer a los ingleses, pues «la ciencia en ellos va envuelta en sentido práctico», por lo que le recomienda no leer a los metafísicos alemanes, pues «su filosofía es como un alcohol que emborracha y no alimenta» (Baroja, 1973, p. 86). Igualmente, Iturrioz cumple su rol de mentor en situaciones más personales como el matrimonio.

Finalmente, es el tío quien se encarga de conseguirle a Andrés, al final de su viaje, un nuevo trabajo: «Iturrioz encontró el trabajo, que consistía en traducir artículos y libros para una revista médica que publicaba obras nuevas de especialidades» (p. 168); siendo así el mentor sabio que acompaña a Andrés durante su travesía heroica.

Otro personaje arquetípico en las historias es el guardián del umbral: «en un nivel psicológico más profundo estos personajes encarnan a nuestros demonios ocultos: las neurosis, las cicatrices emocionales, los vicios, las dependencias, las carencias, las limitaciones personales que impiden nuestro avance y crecimiento» (Vogler, 2002, p. 88). En la novela este arquetipo se ve representado por Alejandro, el hermano de Andrés; y don Pedro, su padre. Esto en cuanto Andrés «despreciaba a Alejandro y casi odiaba a su padre; no le podía soportar, le encontraba petulante, egoísta, necio, pagado de sí mismo» (Baroja, 1973, p. 12). Alejandro, como se describe en la historia, «era un retrato degradado de don Pedro. Más inútil y egoísta aún, nunca quiso hacer nada, ni estudiar ni trabajar, y le habían colocado en una oficina del Estado, adonde iba solamente a cobrar el sueldo» (p. 12). Por su parte, el padre de Andrés es «de un egoísmo frenético, se consideraba el meta-centro del mundo. Tenía una desigualdad de carácter perturbadora, una mezcla de sentimientos aristocráticos y plebeyos insoportable» (p. 11).

Don Pedro representa el arquetipo del guardián del umbral, pues, como es descrito en la novela, «casi odiaba a Andrés, porque [Andrés] no se sometía a su voluntad» (p. 12). Igualmente, piensa que Andrés es un joven díscolo y rebelde; y este, en contraparte, ve a don Pedro como un extraño. Así, Llanos de los Reyes (2002) categoriza a don Pedro dentro de los que él considera los personajes explotadores de la novela, todo debido a su «actuación despótica y egoísta sobre su familia y sus injustas opiniones sobre los pobres» (p. 7). La lectura de Llanos de los Reyes se relaciona directamente con el siguiente fragmento de la novela:

Don Pedro, sin pensarlo, era un hombre a la antigua; la sospecha de que un obrero pretendiese considerarse como una persona, o de que una mujer quisiera ser independiente le ofendía como un insulto. Sólo perdonaba a la gente pobre su pobreza, si unían a ésta la desvergüenza y la canallería. Para la gente baja, a quien se podía hablar de tú, chulos, mozas de partido, jugadores, guardaba don Pedro todas sus simpatías (Baroja, 1973, p. 15).

Un tercer arquetipo es el heraldo. En las aventuras heroicas, es aquel que anuncia el cambio y la aventura, el encargado de llevar los mensajes, como los heraldos de la caballería medieval: «los personajes que encarnan este arquetipo plantean desafíos y anuncian la llegada de un cambio significativo» (Vogler, 2002, p. 91). Partiendo de esta idea, el heraldo en El árbol de la ciencia no es más que el mismo narrador omnisciente, pues es la voz narrativa quien relata el desarrollo de la aventura de Andrés y los cambios que ocurren en su vida.

Otro de los personajes arquetípicos que hacen parte de la travesía del héroe es la figura cambiante. Frente a esta, Vogler (2002) indica que, con frecuencia, los héroes se encuentran con personajes del sexo opuesto «cuya primordial característica es que parecen variar constantemente desde la perspectiva del héroe […]. Todos hemos experimentado relaciones en las que nuestro compañero es voluble, posee dos caras o es tan variable que nos causa perplejidad» (p. 95). En la historia de Baroja, este arquetipo es representado por Lulú, aquella «extraña y simpática jovencita» (p. 119), como la describe Ortega y Gasset (1988). Lulú, además de ser el personaje femenino que más protagonismo tiene en la novela (Pérez del Puerto, 2015), es una pieza fundamental para el desenlace de la historia y para argumentar por qué, a pesar de cumplir con el arquetipo de héroe, Andrés Hurtado se puede considerar un héroe fracasado.

Pues bien, Lulú es la figura cambiante en la aventura de Andrés en cuanto presenta dos perfiles: la Lulú primera y la Lulú segunda. Para Pérez del Puerto (2015), Lulú es una representación de lo que Pío Baroja idealiza como una mujer inteligente y presenta una evolución «desde la mujer racional [...] hasta la mujer naturaleza» (p. 191). Además, menciona que ella es una representación de la feminidad y del rol de la mujer en la España de principios del siglo xx, en contraste con épocas anteriores:

El siglo xix fue para la mujer occidental el momento de inicio y posterior desarrollo de los movimientos feministas, como reacción a una estructura social basada en la jerarquía patriarcal y en la división por géneros. La idea preestablecida de «ángel de hogar» había institucionalizado la esfera doméstica como un ámbito exclusivamente femenino, colocando a las mujeres bajo las directrices de un sistema paternalista que las trataba como eternas menores de edad y reducía sus aspiraciones personales a los papeles de hija, esposa y madre. (Pérez del Puerto, 2015, p. 195).

Lulú, entonces, es retratada como una mujer inconforme con los estereotipos de género establecidos por la sociedad, pues no está de acuerdo con el rol que ella, como personaje femenino, debe cumplir. Aunque se destaca por tener posiciones críticas y mostrar su inteligencia y autosuficiencia, se encuentra rodeada de mujeres vacías y banales que se apegan al estereotipo femenino patriarcal.

Acerca del arquetipo de figura cambiante, Vogler (2002) añade que «estos personajes cambian su aspecto, humor, talante o estado de ánimo, de manera tal que el héroe y el público encuentran dificultades para interpretarlos» (p. 95). En efecto, Lulú presenta una dualidad y sufre una suerte de evolución -o decadencia- durante el transcurso de la historia. La segunda Lulú, o la Lulú-naturaleza «comienza a alejarse de la mujer moderna que era para acercarse al modelo de mujer naturaleza que la reinserta en el mecanismo de relaciones de género tradicionales» (Pérez del Puerto, 2015, p. 197).

Esta reinserción del personaje en el arquetipo de feminidad expuesta por la sociedad será lo que llevará a Lulú a su propia destrucción, pues ella comienza a dar señales de su evolución debido a su concepción de maternidad. Por eso, su actitud «maternal» la empieza a alejar de su primera personificación: «la transformación de Lulú en la mujer naturaleza, en detrimento de la mujer moderna e intelectual, es progresiva» (Pérez del Puerto, 2015, p. 197). Por su parte, Trueba Mira (2003) entiende este momento de la novela como «el llamado de la naturaleza» y afirma que «Baroja ha convertido a Lulú en la mujer-naturaleza del discurso decimonónico del que la había mantenido separada en el resto de la obra» (p. 193).

De esta manera, Lulú se reinserta en los roles de género tradicionales en los que no encajaba al inicio de la historia. Mientras que en la primera personificación «defiende su independencia, rechaza las construcciones de género, los prejuicios sexuales y la lucha por encontrar su lugar en una sociedad que no la comprende» (Pérez del Puerto, 2015, p. 198), en la segunda, la convierte en una mujer más dócil y corriente, por lo que esta misma transformación la conduce a su muerte, y así, al fin de las dos Lulús:

Ambas Lulús mueren: la primera a manos de la naturaleza que se impone y anula su «yo» intelectual y racional, demostrando el fracaso del modelo de mujer moderna; la segunda Lulú muere físicamente, en el camino de la maternidad, y pone de manifiesto el fracaso de la mujer-naturaleza tradicional (Pérez del Puerto, 2015, p. 199).

Por otra parte, para que un héroe pueda llevar a cabo su aventura, y esta tenga cierto grado de acción, es necesario contar con la presencia de un antagonista, conocido también como la sombra: «en las historias, por lo general, el rostro negativo de la sombra se proyecta sobre los personajes de los villanos, los enemigos y los antagonistas. Villanos y enemigos suelen dedicar sus esfuerzos a la destrucción y muerte del héroe» (Vogler, 2002, p. 101). La sombra de la aventura de Andrés es representada por don Juan Sánchez, «un hombre grueso, rubio, de ojos azules, inexpresivos, con una cara de carnero, de aire poco inteligente» (Baroja, 1973, p. 110). Andrés conoce al doctor Sánchez cuando se traslada a Alcolea del Campo, pueblo donde el primero había llegado como maestro cirujano hacía más de treinta años. Ambos llegan al acuerdo de dividirse el pueblo en dos sectores y así compartir el trabajo. Sin embargo, como la voz narrativa lo manifiesta, Andrés no es más que un rival para Sánchez: «a Sánchez no le convenía que el médico rival suyo se hospedara en la mejor fonda del pueblo; allí estaba en relación con los viajeros, en sitio muy céntrico; podía quitarle visitas» (Baroja, 1973, p. 113); y por esta razón lleva a Andrés a las afueras, a un barrio que llamaban del Marrubial.

De este modo, el doctor Sánchez representa al arquetipo de la sombra en El árbol de la ciencia, pues, como indica Vogler (2002),

un villano puede ser un personaje externo, independiente, pero en un sentido más profundo todas estas palabras y conceptos aluden a las posibilidades de signo negativo del propio héroe. En otras palabras, el mayor adversario del héroe es su propia sombra (p. 199).

Otro arquetipo es el del embaucador. Este personaje plasma las energías de la malicia y del deseo de cambio. Todos los personajes dramáticos que son fundamentalmente bufones, payasos o secuaces cómicos expresan, sin lugar a dudas, este arquetipo (Vogler, 2002, p. 106). En El árbol de la ciencia, Doña Leonarda y Niní son los embaucadores, pues ayudan a que tanto el héroe como el público toquen «con los pies en el suelo». Andrés percibe en ellas la frivolidad de las masas, haciéndole recordar la clase social que lo rodea y de la cual desea abandonar. De acuerdo con Vogler (2002), los embaucadores desempeñan diversas funciones psicológicas de importancia: «Al provocar la risa sana nos invitan a reparar en los lazos comunes, al tiempo que señalan la locura y la hipocresía» (p. 106). De esta manera, Doña Leonarda y Niní se constituyen como dos personajes arquetípicos en la novela de Baroja.

En síntesis, los personajes arquetípicos de la novela de Baroja se pueden resumir de la siguiente manera:

Tabla 1 Relación entre los arquetipos propuestos porCampbell (1959)yVogler (2002)y los personajes de El árbol de la ciencia 

ARQUETIPO PERSONAJE
Héroe Andrés Hurtado
Mentor Doctor Iturrioz
Guardian del umbral Don Pedro y Alejandro
Heraldo Narrador omnisciente
Figura cambiante Lulú
Sombra Don Juan Sánchez
Embaucador Doña Leonarda y Niní

4. Las etapas del viaje

Figura 2 El modelo del viaje del héroe segúnVogler (2002, p. 46) 

Como se menciona anteriormente, la aventura del héroe se da en tres actos (Campbell, 1959) y en doce etapas (Vogler, 2002).

4.1. Acto i: La partida

La historia del héroe comienza en el mundo ordinario. Este primer escenario es la zona de confort del héroe, el lugar donde transcurren sus días antes de iniciar su aventura. «La mayoría de las historias sacan al héroe de su mundo ordinario, consuetudinario y mundano para situarlo en uno especial, nuevo y totalmente ajeno a él o ella» (Vogler, 2002, p. 47). En El árbol de la ciencia, el mundo ordinario de Andrés Hurtado es su habitación, que se convierte en su lugar de refugio, independencia y tranquilidad pues «el aislamiento de la masa es una de las mejores formas de evitar el dolor y el malestar que todo contacto con terceros suscita» (Fuster García, 2014b, p. 297):

Se sentía aislado de la familia, sin madre, muy solo, y la soledad le hizo reconcentrado y triste. No le gustaba ir a los paseos donde hubiera gente, como a su hermano Pedro; prefería meterse en su cuarto y leer novelas (Baroja, 1973, p. 13).

La segunda etapa es la llamada a la aventura. En este punto, se invita a un nuevo periodo, a una nueva etapa (Campbell, 1959). Esta invitación genera ansiedad en el héroe, pues él ya no podrá permanecer tranquilo en su mundo ordinario. La llamada a la aventura «significa que el destino ha llamado al héroe y ha transferido su centro de gravedad espiritual del seno de su sociedad a una zona desconocida» (Campbell, 1959, p. 40). Sobre esta llamada, Vogler (2002) menciona:

La llamada de la aventura establece las reglas del juego, plantea la contienda y define el objetivo del héroe: hacerse con un tesoro o con el amante, obtener venganza o enderezar las cosas, alcanzar un sueño, enfrentarse y superar un reto o cambiar una vida (Vogler, 2002, p. 48).

En El árbol de la ciencia, Andrés Hurtado es llamado a ser parte de la aventura en el momento en que se empieza a formar como médico. Luego de esta invitación, el héroe puede aceptar la travesía y embarcarse en ella; sin embargo, el miedo hacia lo desconocido genera cierta desidia y este puede rechazar la llamada, dado que «tiene que responder afirmativamente a lo desconocido, una aventura que será tan emocionante como peligrosa, que tal vez amenace su vida. De otro modo, no sería una aventura» (Vogler, 2002, p. 140). Por ello, en Andrés no hay manifestación de miedo, sino más bien cierta desidia hacia el rol de médico, una suerte de escepticismo y de inseguridad que cuestiona la verdadera utilidad de la medicina.

Tales cuestionamientos son motivados, en primer lugar, por una decepción académica, al conocer las frivolidades de los profesores de la facultad a la que asiste. En segundo lugar, por la enfermedad de Luisito y la manera en la que este, tras casi cuarenta días de fiebres, queda hecho un esqueleto, sin que la medicina pudiera hacer algo para sanarlo completamente. En último lugar, por su paso por el Hospital San Juan de Dios y las escenas de violencia y de negligencia del personal que observa allí. Estos eventos hacen que Andrés se pregunte si de verdad vale la pena continuar en su aventura como galeno. A partir de ese momento, el héroe empieza a rechazar lo que Vogler (2002) define como la llamada a la aventura.

Para embarcarse, pues, en la historia, el protagonista necesita ayuda de un tercero: el mentor. En la tercera etapa del viaje, el mentor servirá como figura protectora del héroe durante su travesía. Además, los deberes del mentor con el héroe «abarcan desde protegerlo y ser su guía hasta enseñarle, ponerlo a prueba, entrenarlo y concederle mágicos dones» (Vogler, 2002, p. 149). A partir de ello, el mentor de Andrés, quien se encarga de guiarlo y aconsejarlo, como ya se mencionó, es su tío Iturrioz. El papel de Iturrioz es fundamental en el desarrollo personal de Andrés, ya que él es una persona con la experiencia suficiente para guiar a los demás. Por eso, Iturrioz esuna representación evolucionada de Andrés: médico, gran lector, filósofo y pensador. Incluso, Fuster García (2014b) menciona que, mientras Andrés es una representación del propio Baroja en su juventud, Iturrioz «es una prolongación de su personalidad más madura» (p. 249). Es decir, Iturrioz representa el Baroja de ese momento; y es en él en quien deposita su confianza el protagonista , al encontrar la racionalidad y el sentido común necesarios para contrarrestar sus dudas existenciales . Por ende, Iturrioz es el mentor de Andrés, al tiempo que es un héroe evolucionado, pues ya ha transitado por el camino del héroe y ha adquirido conocimientos y habilidades que puede transmitir a su pupilo.

Luego de toda la preparación, el héroe se encuentra a punto de iniciar su viaje, pues está a punto de atravesar el primer umbral. Este cruce «supone un acto de voluntad con el que el héroe se dispone sinceramente a emprender la aventura» (Vogler, 2002, p. 160). Es por eso que Andrés, a pesar de no ser optimista con su carrera, reconoce que su experiencia como interno en el Hospital San Juan de Dios le puede servir para ganar algo de dinero extra, por lo que decide atravesar el primer umbral de su aventura, obteniendo su primera experiencia profesional.

Este momento de la historia se entiende también como el cruce del umbral, pues Hurtado se aproxima a «las regiones de lo desconocido -desiertos, selvas, mares profundos, tierras extrañas, etc.-» (Campbell, 1959, p. 51). Así, a punto de empezar la aventura, termina el primer acto del viaje del héroe.

4.2. Acto ii: La iniciación

El segundo acto de la aventura del héroe es la iniciación. En esta, Hurtado comienza un periplo que cuenta con diferentes obstáculos, pruebas, aliados y enemigos que se encargan de que el protagonista adquiera la experiencia necesaria para cumplir su cometido y regresar a casa triunfante.

Lo primero con lo que se encuentra el héroe en su travesía es con las pruebas: «una vez atravesado el umbral, el héroe se mueve en un paisaje de sueño poblado de formas curiosamente fluidas y ambiguas, en donde debe pasar por una serie de pruebas» (Campbell, 1959, p. 61). En el caso de la novela, el viaje de Andrés Hurtado comienza en el Hospital General. Esta experiencia es nueva y negativa para Hurtado, pues además de notarse un aire de cierto cinismo en el ambiente del lugar, los médicos con los que trabaja no se interesan sino en cuestiones facultativas.

Otra de las pruebas en la aventura de este héroe es la enfermedad de Luisito antes de la Navidad: «Durante aquellos días vivió en una zozobra constante» (Baroja, 1973, p. 69). La situación de Luisito preocupa profundamente a Andrés, pues, como queda confirmado en sus conversaciones con Lulú, Andrés quiere a Luisito de manera sincera. Por eso, el héroe regresa a Madrid a realizar sus exámenes doctorales y a defender la tesis que había escrito en Valencia. Luego, obtiene un trabajo como médico sustituto en la provincia de Burgos por dos meses. Si se hace un paralelo con la conceptualización de esta etapa por Vogler (2002), puede determinarse que «la función más importante de este periodo de adaptación y ajuste al mundo especial es la puesta a prueba del héroe» (p. 168). A pesar de que en Burgos Andrés presenta su máximo grado de felicidad y tranquilidad (Fuster García, 2014b, p. 296), es aquí donde el héroe debe enfrentarse a su prueba más difícil: la muerte de Luisito. A través de una carta, su padre le informa acerca del hecho. La reacción de Andrés ante ello era de esperarse, pues «la noticia le produjo un gran estupor» (Baroja, 1973, p. 82). A pesar de esto, Andrés supera la prueba y se muestra indiferente al recordar a Luisito alegre y sonriente. Esta reacción es similar a la expresada por Meursault, el protagonista de El extranjero, la obra de Albert Camus (2004), al enterarse de la muerte de su madre.

La tercera etapa del segundo acto en la travesía del héroe es la aproximación a la caverna más profunda: «en este instante, los héroes son como montañeros que han alcanzado el campamento base tras superar varias pruebas, y están a punto de emprender el salto final a la cumbre» (Vogler, 2002, p. 176). Tras superar su vida como estudiante de medicina, sus prácticas en el Hospital General y sus dos meses de trabajo como médico sustituto, Andrés está listo para aproximarse a la caverna más profunda. Así pues, el héroe se prepara para empezar su carrera como médico profesional.

Antes de iniciar su odisea, Andrés visita a su tío Iturrioz. Como señala Vogler (2002), «la aproximación puede ser un tiempo adecuado para el reconocimiento y la obtención de información, un tiempo para vestirse y armarse antes de enfrentarse a la aventura» (p. 178). En las conversaciones que tiene con su tío, el protagonista expresa que la medicina le apasiona, pero que la práctica no le llama la atención. Por eso, Hurtado busca en su tío no una simple conversación, sino reencauzar el sentido de su vida, pues como ya se manifestó, Iturrioz es el arquetipo de mentor.

En esta misma conversación Baroja (1973) retrata la situación paupérrima de la España académica de aquella época. Al respecto, la voz de Iturrioz manifiesta lo siguiente:

Los profesores no sirven más que para el embrutecimiento metódico de la juventud estudiosa. Es natural. El español todavía no sabe enseñar; es demasiado fanático, demasiado vago y casi siempre demasiado farsante. Los profesores no tienen más finalidad que cobrar su sueldo y luego pescar pensiones para pasar el verano (p. 85).

Igualmente, Hurtado explica la manera en la que ve el absurdo de la vida, pero, a la vez, manifiesta sus ganas inmarcesibles de conocimiento y filosofía. A raíz de eso, Andrés encuentra una síntesis de la vida y del comportamiento humano en la conversación sostenida con su tío y logra dar respuesta a sus inquietudes existenciales.

Luego del encuentro con el mentor, el héroe empieza la odisea, también llamada el calvario, de acuerdo con Vogler (2002). En el caso de la novela, el trabajo como médico profesional puede entenderse como el calvario de Andrés, ya que desde las primeras páginas se manifiesta su poca motivación para ejercer la medicina. Inicialmente, Hurtado es nombrado médico titular en Alcolea del Campo, un pueblo del centro de España. Allí conoce al doctor Sánchez, quien encarna el arquetipo de la sombra y se convierte en uno de los principales enemigos del héroe en su aventura.

Una vez instalado en aquel pueblo, las malas experiencias de Hurtado comienzan en la fonda, pues «las conversaciones de los viajantes le iban fastidiando; la comida, siempre de carne y sazonada con especias picantes, le producía digestiones pesadas» (Baroja, 1973, p. 112). Otra dificultad para el protagonista es bañarse,pues el agua es un lujo demasiado costoso y complicado de adquirir. Esta problemática, siguiendo a Vogler (2002), «es como una línea divisoria de las aguas, una división continental en el viaje del héroe, que indica que el viaje ha llegado a la mitad de su periplo» (p. 194). Así, luego de ejercer como médico licenciado y de experimentar la vida independiente, Andrés llega a mitad de su travesía.

De igual manera, es en Alcolea donde ocurre el episodio con el doctor Sánchez, quien siente odio hacia Andrés. Frente al ambiente del pueblo, es necesario precisar que no es un lugar de interés para el protagonista, y al respecto Baroja presenta nuevamente una visión negativa de aquella España en la que se desenvuelve la novela, por medio de su rol como narrador omnisciente:

Las costumbres de Alcolea eran españolas puras; es decir, de un absurdo completo. El pueblo no tenía el menor sentido social; las familias se metían en sus casas, como los trogloditas en su cueva. No había solidaridad; nadie sabía ni podía utilizar la fuerza de la asociación. Los hombres iban al trabajo y a veces al casino. Las mujeres no salían más que los domingos a misa (Baroja, 1973, p. 119).

Ante estas circunstancias, Andrés regresa a Madrid, se reencuentra con sus amigos y consigue un puesto como médico de higiene, que se convierte en otro calvario para el héroe: «Su instinto antisocial se iba aumentando, se iba convirtiendo en odio contra el rico, sin tener simpatía por el pobre» (p. 152). En esta nueva posición, Andrés vive rodeado de prostitutas por las cuales no siente empatía alguna. Pero el trabajo de Hurtado como médico de higiene es efímero, pues con la excusa de estar enfermo, Andrés renuncia a su cargo y, gracias a Julio Aracil, se convierte en médico de La Esperanza, una sociedad para la asistencia facultativa de gente pobre.

Ante estos hechos, pareciera que la odisea de Andrés es una especie de espiral de la cual no logra escapar. A pesar de mostrarse inconforme con su profesión y de no querer trabajar como médico, siempre termina cayendo en algún puesto en el que se siente abrumado: desde las observaciones del Hospital San Juan de Dios, pasando por su experiencia como interno en el Hospital General, sus dos meses en Burgos, su trabajo en Alcolea del Campo, su puesto como médico de higiene, y finalizando su experiencia como médico en La Esperanza. A raíz de esto, aunque Andrés siempre intenta escapar de la realidad inútilmente, su destino es inexorable: «Andres was a “precursor” to the héroe fracasado. The man who solves his problem only to realize that it must be resolved again and again and again.» (Glascock, 1966, p. 118). Así, a pesar de que este nuevo trabajo no le implica indignaciones éticas, Andrés siente que está viviendo una verdadera odisea:

En verano, sobre todo, Andrés quedaba reventado. Aquella gente de las casas de vecindad, miserable, sucia, exasperada por el calor, se hallaba siempre dispuesta a la cólera. El padre o la madre que veía que el niño se le moría, necesitaba descargar en alguien su dolor, y lo descargaba en el médico (Baroja, 1973, p. 158).

Así, Andrés se convierte en un personaje lleno de cólera e irritación, pues el verano lo mortifica y su oasis termina siendo la nueva tienda de Lulú, con quien inicia una relación sentimental. Las implicaciones de esta nueva situación para el protagonista pueden ser explicadas en palabras de Vogler (2002):

En historias de cierto calado psicológico y emocional la odisea puede arrastrar un momento en que se contrae una suerte de matrimonio místico con una persona, un equilibrio de fuerzas internas opuestas […] Los héroes pretenden en última instancia enfrentarse a su ánima, su alma, o a las partes más intuitivas y femeninas no reconocidas de su personalidad (p. 204).

El final de la odisea de Hurtado se da al contraer matrimonio y formar una familia con Lulú. Al respecto, Vogler (2002) puntualiza que «la odisea puede definirse como el momento en que el héroe se enfrenta a su mayor temor» (p. 207), y la idea de formar una familia, sin duda, le causa miedo a Andrés. Así, el héroe de El árbol de la ciencia termina su odisea.

La última etapa de la iniciación del héroe es la recompensa -apoderarse de la espada-: «siempre habrá un tiempo en el que héroe será reconocido o recompensando por haber sobrevivido a la muerte o a una odisea suprema» (Vogler, 2002, p. 212). De esta manera, tras haber sobrevivido a sus días como médico en diferentes partes de España, llega el momento en el que Hurtado se ve recompensado por todos sus malos ratos.

Al ser su mentor, Iturrioz es el encargado de darle la recompensa a Andrés. Esta recompensa es un trabajo que le permite disfrutar de la lectura y alejarse de las prácticas médicas, obteniendo así lo que había deseado. Puede darse una explicación de ello según Vogler (2002) «uno de los aspectos esenciales de este paso es que el héroe logra tomar posesión de lo que estaba buscando, fuera lo que fuera» ( p. 215). En relación a esto como se menciona en la novela, «Andrés estaba cada vez más encantado de su mujer, de su vida y de su casa. […] Cada vez trabajaba con más gusto» (Baroja, 1973, p. 169). Así, Andrés termina con su odisea como médico y puede disfrutar de su recompensa: la satisfacción de su nuevo trabajo y la serenidad de su nuevo hogar.

4.3. Acto iii: El regreso

El tercer y último acto de la travesía es el regreso. En este acto hay tres etapas: el camino de regreso, la resurrección y el retorno con el elixir. El camino de regreso representa un dilema para los héroes y es la encrucijada entre volver o no a su mundo ordinario. Esta etapa del viaje se da tras la celebración y asimilación de la recompensa. Es ahora cuando el héroe debe tomar la decisión de quedarse en su nuevo mundo o regresar al mundo ordinario.

En el caso de la novela, Andrés, sin dudarlo, decide quedarse en su nuevo hogar y disfrutar de su recompensa, por lo que su vida pasada queda atrás. Mientras tanto, Luisito muere y Margarita se radica en Valencia. En cuanto a Iturrioz, es el único que mantiene el contacto con el héroe y su nuevo mundo. Por eso, después de decidir su regreso a su mundo ordinario se da el intento final del protagonista por lograr un cambio significativo en su actitud, a través de una nueva etapa llamada «la resurrección» (Vogler, 2002). No obstante, la tranquilidad de Andrés no dura mucho. Tras un año de casados, Lulú cae enferma. Primero se nota triste por la idea de no ser madre debido a la negativa de Andrés y luego, tras quedar en embarazo, su actitud empeora. Ante esta situación, Andrés también decae física y emocionalmente, como se describe a continuación:

No podía dormir, y después de ensayar varios hipnóticos se decidió a tomar morfina. La angustia le mataba. Los únicos momentos agradables de su vida eran cuando se ponía a trabajar. Estaba haciendo un estudio sintético de las aminas, y trabajaba con toda su fuerza para olvidarse de sus preocupaciones y llegar a dar claridad a sus ideas (Baroja, 1973, p. 174).

Cuando parece que Lulú está a punto de dar a luz, Andrés llama a un médico amigo que se dedica a atender partos. Según este último, todos los partos primerizos son complicados y, por ende, no hay nada de qué preocuparse. Andrés, sin embargo, no piensa lo mismo. Efectivamente, el parto se complica y el cordón umbilical se comprime, lo que hace el feto deje de recibir sangre y el bebé nace muerto. Acerca de la resurrección, Vogler (2002) comenta lo siguiente:

La resurrección suele implicar también un sacrificio para el héroe. Puede ser que tenga que renunciar a cierta cosa - un viejo hábito o una creencia- y dejar algo atrás, al igual que las libaciones que derramaban los griegos en honor de los dioses antes de beber (p. 246).

Esta escena representa un claro sacrificio para Andrés. No solo su primogénito nace muerto, sino que su amada Lulú cae enferma tras tener una hemorragia, y muere al tercer día. De esta manera, el héroe de El árbol de la ciencia debe pagar el sacrificio de la muerte de su esposa y su hijo -la extinción de su familia-, con el fin de tener una resurrección y empezar una nueva vida.Luego, tras la resurrección y los sacrificios que esta implica, todo héroe comienza a vivir la última etapa de su aventura: el retorno con el elixir, la cual es explicada de la siguiente manera por Vogler (2002):

Habiendo sobrevivido las odiseas, habiendo superado la muerte, los héroes regresan al punto de partida, vuelven a casa o continúan con el viaje, pero siempre con la sensación de que comienza una nueva vida o de que se han transformado para siempre en virtud del camino recorrido (p. 252).

No obstante, Hurtado no pasa por esta última etapa, dado que el héroe de la novela no termina su periplo con éxito. Al ver que la ciencia, en la cual él depositaba su confianza, es incapaz de salvar a su esposa y a su hijo, Hurtado decide suicidarse, puesse siente incapaz de sobrellevar los sacrificios a los que tuvo que someterse. En la Tabla 2 se hace una relación entre las etapas de la travesía del héroe con las escenas vividas por Andrés Hurtado en la novela.

Tabla 2 Relación de las etapas de la travesía del héroe propuestas porVogler (2002)con las etapas de la vida de Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia 

VIAJE DEL HÉROE VIAJE DE ANDRÉS HURTADO
El mundo ordinario La habitación de Andrés en Madrid
La llamada a la aventura Su formación académica como médico
El rechazo a la llamada Escepticismo e inseguridad hacia la medicina
El encuentro con el mentor Conversaciones con Iturrioz como estudiante de medicina
La travesía del primer umbral Interno en el hospital San Juan de Dios
Las pruebas, los aliados, los enemigos Experiencia en el hospital general
La aproximación a la caverna más profunda La muerte de Luisito y las conversaciones con Iturrioz, ahora como médico profesional
La odisea (el calvario) Trabajo en Alcolea del campo, trabajo como médico de higiene y trabajo como médico en La Esperanza
La recompensa (apoderarse de la espada) Trabajo como traductor de revista
El camino de regreso El nuevo hogar con Lulú
La resurrección La muerte de Lulú y de su hijo
El retorno con el elixir No se cumple

5. Conclusiones

Luego de atravesar todas las etapas de su aventura - abandonar su mundo ordinario en su habitación de Madrid, encontrarse con su mentor Iturrioz, atravesar el primer umbral como interno del San Juan de Dios, superar a la odisea como médico profesional en diferentes pueblos de España, obtener la recompensa con un trabajo soñado y un hogar lleno de paz y amor, sobreponerse a dos sacrificios como parte de su resurrección- Andrés Hurtado continúa el viaje como un hombre nuevo, aprovechando la experiencia que su travesía le ha brindado. Sin embargo, en la última etapa, a punto de finalizar su periplo, el protagonista de El árbol de la ciencia decide acabar con su vida: «Andrés se había envenenado. Sin duda, la rapidez de la intoxicación no le produjo convulsiones ni vómitos» (Baroja, 1973, p. 176).

Al respecto, señala Konkiewicz (2016) que «la única solución y el modo de combatir el caos y la confusión de la realidad circunstancial es el rechazo, la protesta y la resignación que solo se puede manifestar y alcanzar con la muerte» (p. 136). Así, el protagonista de El árbol de la ciencia no es más que un héroe fracasado, que, cansado de luchar contra la corriente en medio de una España culturalmente decadente, decide interrumpir su aventura, dado que «se retira de la vida después de un largo conflicto, tras una obstinada y despiadada lucha» (Konkiewicz, 2016, pp. 149-150).

Para Schopenhauer (2016), por su parte, el el suicidio no es más que una enérgica afirmación de la voluntad, pues «el suicida quiere la vida, simplemente está insatisfecho con las condiciones en que se le presenta. De ahí que al destruir el fenómeno individual no elimine en modo alguno la voluntad de vivir, sino solamente la vida» (p. 472). Por eso, Andrés Hurtado es un héroe que fracasa al intentar ser parte de un mundo de masas, de una época que el mismo Baroja (1924) señala como una época de corrupción, fracasos, de muchas cosas malas y de solo algunas buenas. Y es por esto, quizás, que Mainer (2012) se refiere a esta novela como «la crisis existencial de un joven profesional que vive a contrapelo de la áspera realidad española entre 1890 y 1910» (p. 26). El héroe de El árbol de la ciencia desiste, fracasa.

De esta manera, se demuestra que, por un lado, El árbol de la ciencia es una novela que encaja dentro de la propuesta del psicoanálisis del mito y puede ser leída como una novela heroica. Por el otro, al no haber finalizado su viaje -a pesar de haber cumplido con la mayor parte de la travesía del héroe-, Andrés Hurtado, el protagonista de la novela, se configura como un héroe fracasado.

Agradecimientos

Al editor y a los correctores de la revista por ajustar el manuscrito; a los evaluadores del texto por sus comentarios, ideas y valiosas sugerencias; y al profesor José Manuel Pereiro Otero por sus aportes y enseñanzas durante el proceso de escritura.

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*Cómo citar: Guarín Buitrago, D. (2021). Andrés Hurtado y la travesía del héroe fracasado en El árbol de la ciencia (1911) de Pío Baroja. Lingüística Y Literatura, 42(80), 35-53. https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n80a03 (Original work published 30 de julio de 2021)

Recibido: 04 de Septiembre de 2020; Aprobado: 15 de Diciembre de 2020

*Autor para correspondencia: Daniel Guarín Buitrago. Correo electrónico: guarin@temple.edu

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