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Lingüística y Literatura

versão impressa ISSN 0120-5587versão On-line ISSN 2422-3174

Linguist.lit.  no.81 Medellìn jan./jun. 2022  Epub 20-Fev-2023

https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n81a08 

Estudios lingüísticos

ENTRE «PAPELES VIEJOS»: FÉLIX F. OUTES Y LA ARQUEOLOGÍA DOCUMENTAL SOBRE LENGUAS INDÍGENAS EN LA ARGENTINA DE ENTRESIGLOS (xix-xx)1 *

AMONG «OLD PAPERS»: FÉLIX F. OUTES AND THE DOCUMENTAL ARCHEOLOGY ON INDIGENOUS LANGUAGES BETWEEN 18TH AND 19TH CENTURIES IN ARGENTINA

Luisa Domínguez1 

1Universidad de Buenos Aires (Argentina) luisa.dominguez@unc.edu.ar


Resumen

Este artículo analiza, en clave historiográfica, la primera parte de la producción sobre lenguas indígenas de Félix Faustino Outes (1878-1939), un especialista del campo antropológico-arqueológico argentino. Su principal espacio de indagación fue el territorio patagónico, aunque en los inicios de su trayectoria se interesó por el estudio de los querandíes, de la región del Río de la Plata. De sus aportes destaca el trabajo de archivo, mientras que los acercamientos al campo son notablemente escasos. De ahí que, en esta contribución, se pone en diálogo su producción sobre lenguas indígenas con una práctica denominada «arqueología documental».

Palabras clave: Félix F. Outes; historiografía lingüística; lenguas indígenas; querandíes; Patagonia

Abstract

This article analyzes, in a historiographical perspective, the first part of the production on indigenous languages due to Félix Faustino Outes (1878-1939), a specialist in the anthropological-archaeological field of Argentina. His main area of research was the Patagonian territory, although at the beginning of his career he demonstrated an interest in the study of the Querandíes, from Río de la Plata. His contributions include archival work, while the field work is remarkably scarce. Hence, this contribution puts this author’s production on indigenous languages in dialogue with a practice that was called «documentary archaeology» on this text.

Keywords: Félix F. Outes; linguistics historiography; indigenous languages; Querandíes; Patagonia

1. Introducción

Entre fines del siglo XIX e inicios del XX tuvo lugar una práctica muy extendida en el ámbito del americanismo argentino que en este artículo se ha denominado «arqueología documental» sobre lenguas indígenas. Según se ha caracterizado en otra ocasión (Domínguez, 2020a), desde sus inicios esta práctica comprendía cuatro grandes etapas. En primer lugar, la búsqueda exhaustiva de manuscritos o publicaciones poco conocidas atinentes a las lenguas indígenas americanas en bibliotecas o repositorios locales o extranjeros, lo que forma parte de la fiebre coleccionista de «papeles viejos» propia del americanismo (Crespo, 2008). Estas fuentes comprenden tanto documentaciones de vocabularios, gramáticas, artes verbales o comentarios generales acerca de dichas lenguas, como registros de la Colonia, tales como empadronamientos o títulos de propiedad, que permitieran recabar datos de lenguas escasamente documentadas a partir del análisis de antropónimos y topónimos. A esta primera etapa le seguía la preparación, análisis y comentario de los materiales hallados, que en muchos casos polemizaban con afirmaciones anteriores sobre el mismo tema. La tercera etapa consistía en la publicación de estas nuevas versiones en revistas más o menos especializadas, así como en publicaciones privadas. Esta arqueología derivaba, finalmente, en un debate que tenía lugar en la prensa pública generalmente y que involucraba al responsable de la publicación y a otros estudiosos del asunto. En el ámbito argentino, entre los principales referentes de esta modalidad de trabajo destacan los reconocidos americanistas Samuel Lafone Quevedo y Bartolomé Mitre, al tiempo que uno de sus principales continuadores fue, precisamente, Félix Faustino Outes (1878-1939) (Domínguez, 2020a).

Esta contribución indaga en los primeros aportes de Outes al tema -solo parcialmente analizados hasta hoy- con un objetivo principal y dos objetivos subsidiarios. El primero de ellos se propone dar a conocer una etapa de la historia del estudio sobre lenguas indígenas en Argentina con eje en la trayectoria del investigador y pensada desde la arqueología documental definida anteriormente. El segundo objetivo busca dar cuenta de los aportes de Outes a la historia del estudio del pueblo nación querandí, habitante de las adyacencias del Río de la Plata. El último, pretende dar cuenta de las circunstancias en que surge el interés de este autor por los pueblos de la Patagonia que, posteriormente, será su principal territorio de investigación -tal como se analizará en un próximo trabajo-.

El recorrido de este artículo consta de una primera sección introductoria, seguida de otras dos en las que se analizan dos etapas sucesivas de la trayectoria académico-investigativa del mencionado estudioso: la primera de ellas centrada en el estudio de los querandíes y la segunda acerca de sus primeros trabajos sobre la Patagonia. Si bien en estas contribuciones iniciales el asunto de la lengua no es nuclear, las temáticas allí tratadas permiten, por un lado, comprender cuál es el ámbito en que se gestan sus aportes al estudio de dichas lenguas y, por el otro, dar cuenta de una particular etapa en el desarrollo de los estudios antropológicos en los cuales la cuestión de las lenguas indígenas fue objeto de singular interés.

El trabajo parte de la perspectiva de la historiografía lingüística (Swiggers, 2015) y toma como referencia el planteo teórico-metodológico de Schlieben-Lange (2019), quien propone considerar los intercambios sobre lingüística como argumentaciones. Metodológicamente, esto implica reconocer y analizar, por un lado, los tópicos que, en un periodo histórico determinado, fueron considerados problemáticos y, por ello, apartados del ámbito de la lingüística, por el otro lado, aquellos que ocuparon una posición central dentro del campo (Schlieben-Lange, 2019). En el periodo que abarca este artículo, la lingüística aún se encontraba en su etapa liminar. Además, por entonces, el de las lenguas indígenas argentinas era un asunto abordado fundamentalmente por antropólogos y por aficionados al tema -tales como militares o colonos-, mientras que filólogos y lingüistas centraron su atención en el estudio del español. Más allá de esta postergación de las lenguas indígenas por parte de la agenda científica de la lingüística -tendencia que abarca incluso toda la primera mitad del siglo XX-, los trabajos con estas lenguas forman parte de los antecedentes en los que se basan los estudios posteriores, que actualmente se considerarían propiamente lingüísticos (Domínguez, 2020a). De ahí que, en rigor, más que analizar una etapa de la historia del campo de la lingüística, este artículo se propone trabajar con una etapa de la historia del abordaje de un problema específico que, tiempo después, fue cooptado por la lingüística. Así, como se verá, gran parte de los textos que conforman el corpus, son análisis que se inscriben en el ámbito de la antropología y de la arqueología.2

En relación con lo anterior, tanto Swiggers como Schlieben-Lange (2019) sostienen la importancia de no restringir la investigación historiográfica a las producciones mayores, los «grandes textos» de la disciplina. En este sentido, Swiggers (1990) plantea que este ha sido el error de muchos historiadores, ya que, a partir de la exclusión de las «producciones menores», han dado cuenta de un objeto que Swiggers califica como «convencional» (Swiggers, p. 28); esta apreciación explica que solo recientemente sea posible identificar un interés creciente por la historia del estudio sobre lenguas indígenas. En esta misma línea, Schlieben-Lange (2019) plantea que una historiografía seriada, que revalorice la lingüística trivial frente a los grandes autores, permite localizar con mayor precisión las circunstancias y condiciones de alteraciones o cambios históricos de la disciplina. En el caso argentino, la escasa atención que venía recibiendo la historia acerca del estudio de las lenguas indígenas ha obturado reconocer la complejidad de los inicios de la reflexión lingüística en la academia argentina. Sin embargo, actualmente ya es posible afirmar que, junto con las gramáticas pedagógicas (Lidgett, 2015), el trabajo con las lenguas preexistentes en la Argentina fue uno de los primeros aportes a esta área de estudios en ese país (Domínguez 2020a).

2. Los inicios de la trayectoria académico-investigativa de Outes

Félix Faustino Outes nació en Buenos Aires, Argentina, el 29 de julio de 1878. Inició sus estudios escolares en la Academia Británica de esa ciudad y los finalizó en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1893 pasó a formar parte de la Sociedad Científica Argentina, membresía que lo insertó en el mundo académico nacional. En 1894, con solo dieciséis años, publica su primer trabajo, sobre arqueología, en la Revista del Jardín Zoológico de Buenos Aires. Dos años más tarde inicia sus estudios superiores en la Facultad de Ciencias Médicas y, posteriormente, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, carrera que sostiene hasta 1899.

Dentro de su trayectoria investigativa, la primera etapa de su actividad se encuentra centralmente abocada a estudios de arqueología y antropología de la región rioplatense y patagónica. Se trata de una instancia de exploración de diversos temas que lo conducen a incursionar en prácticas diversas, en las que, si bien se reconocen algunos acercamientos al campo, destaca el trabajo de gabinete.

Su primera gran intervención en los debates antropológicos se centró en los querandíes, pueblo nación - dado erróneamente por extinto a fines del siglo XVII- radicado en la zona del Río de la Plata. La primera de las publicaciones sobre este tema (Outes, 1897) fue una plataforma de despegue de su carrera académica. Por eso, un año después fue convocado a participar en la organización del Primer Congreso Científico Latinoamericano. Asimismo, en 1899 es designado secretario de los Anales de la Sociedad Científica Argentina, cargo que conserva hasta 1901. A partir de entonces, incrementa considerablemente la cantidad de trabajos de su autoría, muchos de ellos consistentes en «notas críticas» a estudios de los más destacados especialistas en ciencias antropológicas del ámbito local, así como a otros realizados por representantes internacionales. En 1901 pasa a ser director de los Anales, rol que desempeña hasta 1903; mientras que en 1902 obtiene el cargo de oficial mayor de la Biblioteca Nacional. De esta primera parte de su trayectoria se destaca su desempeño como encargado de publicaciones y demás actividades bibliotecológicas.

2.1. El estudio de la documentación sobre los querandíes

El trabajo con el que se inicia en el mundo académico -a sus dieciocho años- fue Los querandíes. Breve contribución al estudio de la etnografía argentina, que publica en una edición privada con una tirada de 300 ejemplares y que dedica a Samuel Alejandro Lafone Quevedo. En esta obra, Outes revisa el problema de la procedencia de este grupo de la región rioplatense -escasamente conocida por entonces- a partir de la examinación de nuevas fuentes documentales. A partir de este análisis, se involucra en uno de los debates de mayor relevancia en el campo antropológico contemporáneo, el de la antigüedad del hombre en el Plata, que había sido iniciado por uno de los principales exponentes de dicho campo, Florentino Ameghino (Podgorny, 2001).

En su trabajo, Outes defiende abiertamente la propuesta de Lafone Quevedo acerca del origen guaycurú de los querandíes que este último había planteado en «Los indios chanases y su lengua» (1897). La polémica tiene lugar porque al momento circulaban, además, otras dos hipótesis acerca de la filiación de este pueblo: la primera, que afirmaba su vínculo con los pampas araucanos, y la segunda, que sostenía su origen guaranítico, defendida, entre otros, por Estanislao Zeballos, tal como se verá más adelante.3Así, en «Los indios chanases y su lengua», Lafone Quevedo había afirmado la procedencia «chaco-guaycurú» de los querandíes, sobre la base de la clasificación de Alcide D’Orbigny y de acuerdo con la información recabada en relatos coloniales.

Algunos de los argumentos centrales esgrimidos por este autor en la obra en mención eran, precisamente, lingüísticos -con el complemento de otros de tipo histórico-. Por un lado, trae a colación el «Arte y Lexicón de la lengua Querándica del padre Bárcena» -un documento del que no se tenían ni se tienen más datos que el de su supuesta existencia-, para deducir que, si Bárcena lo había preparado, debía ser porque era una lengua distinta a la guaranítica, que también conocía (Lafone Quevedo, 1897, p. 120). Por el otro, analiza etimológicamente el etnónimo «querandí» y, si bien demuestra su origen guaranítico, advierte que este no es un dato probatorio del vínculo entre los grupos, ya que era una denominación exógena (1897, p. 116).

Con estas demostraciones como punto de partida, Outes en su trabajo, busca organizar el «caos» (Outes, 1897, p. 9) en torno al tema, debido a la escasez de fuentes y a las interpretaciones erróneas de sus contemporáneos. Posicionado del lado de Lafone Quevedo, Outes contribuye, en lo sucesivo, a ratificar el origen guaycurú de los querandíes y para demostrarlo, parte de la base de los exiguos datos hallados en los relatos coloniales y en las descripciones de objetos arqueológicos.

En ese sentido, Los querandíes. Breve contribución al estudio de la etnografía argentina (1897) consta de tres partes: una en la que se describe la geografía de la región; una segunda, «sociológica»; y una tercera, «arqueológica». La parte titulada «Sociología» cuenta con seis capítulos. El primero se refiere a la «Raza, Caracteres físicos e Idioma», ya que a partir del estudio de estos dos últimos aspectos se deducía la procedencia racial de los grupos, lo que coincidía con el método aplicado por Lafone Quevedo (Farro, 2013; Domínguez, 2020b).

Inicialmente, en el desarrollo de su teoría acerca de la procedencia del «árbol Guaycurú», particularmente de su parecido con los «Guaycurúes Abipones de Santa Fé»4 en términos genéticos y culturales, Outes (1897) recurre al mismo argumento mencionado más arriba acerca de la lengua que había planteado Lafone Quevedo. A saber: si los misioneros hicieron una descripción de la lengua querandí, se deduce entonces que debía ser distinta del guaraní. Dicho esto en sus propias palabras:

La Filología, la inseparable compañera y colaboradora de la Arqueología, no nos puede prestar su ayuda en este punto, pero sin embargo se sabe que la lengua de los Querandíes fué bien distinta de la Guaraní y que ni dialecto de esta era, puesto que si eso hubiese pasado, los misioneros no habrían estudiado aquella, dada la costumbre que tenían de catequizar á las tribus que poseían dialectos Guaraníes, valiéndose de este último idioma (pp. 23-24).

De la cita destacan las siguientes cuestiones: por un lado, la reformulación casi exacta del planteamiento de Lafone Quevedo, lo que conduce a pensar que este artículo no era más que una declaración de adhesión o de fidelidad por parte de Outes hacia su maestro, ya que son escasos los datos nuevos que aporta. Por el otro, resulta destacable el estrecho vínculo con el que se piensan los estudios arqueológicos y lingüísticos en tanto disciplinas complementarias para la organización de los grupos étnicos. La referencia a la «filología», finalmente, es otro asunto en el que es necesario detenerse. Si bien en el periodo los límites entre la lingüística y la filología aún no estaban definitivamente establecidos, resulta importante poner de relieve que, en términos generales, los estudios sobre lenguas indígenas solían agruparse con el nombre de «lingüística», mientras que los de «filología» se reservaban para lenguas con tradición escrita. Desde este punto de vista, lo que revela este fragmento citado es, precisamente, que esta denominación era una tendencia aún no definitivamente consolidada en el ámbito de las ciencias antropológicas y del lenguaje, y también que las denominaciones y definiciones de los campos disciplinares fueron, durante el período, objeto de discusión y reformulación.

Luego de expresar su adhesión a la propuesta de Lafone Quevedo, Outes introduce un análisis etimológico del nombre querandí, mediante el cual abona a la problematización de los etnónimos. En cuanto a este caso en particular, sostiene que se trataría de un nombre de origen guaranítico, con el que se designó a «varias tribus de comun origen»5 (Outes, 1897, p. 49). En lo referido a la etimología del término que ofrece, esta reproduce nuevamente, sin hacerlo explícito, el análisis de Lafone Quevedo en «Los indios chanases y su lengua».6 Es así como Outes (1897) plantea lo siguiente:

Creemos nosotros que no es necesario rebuscar ni esforzar la palabra para hallar su etimología, Quira es grasa y su terminación partícula copulativa igual á con (ndi) ó el que tiene o que posee una cosa. Ahora bien, resulta de esto que este nombre significa los indios que tenían grasa ó que se frotaban con ella. Pues bien Schmidel dice claramente que cuando entraron en la aldea Querandí, hallaron gran cantidad de harina y grasa de pescado (fischmeel und fischschmalz) cosa que bien puede relacionarse con lo que hemos dicho anteriormente, teniendo en cuenta como es natural, que los Guaraníes daban los nombres tratando de definir alguna particularidad ó modo de ser de la persona, objeto ó lugar á que era dado (pp. 27-28).

El trabajo finaliza con nueve apéndices en los que Outes expone las fuentes utilizadas para realizar el análisis, que apoyan su argumentación acerca de la procedencia del grupo en cuestión. Así, por ejemplo, el investigador compara distintos relatos del periodo colonial, elaborados por misioneros y viajeros, relacionados con los pueblos querandíes, charrúas y guaycurúes, lo que le permite destacar las similitudes en la descripción de los tres grupos y ratificar, así, la hipótesis de su maestro acerca de su filiación.

2.2. El aspecto lingüístico en el debate acerca de los querandíes

Un año después, en 1898, también de manera privada, Outes publicó Etnografía argentina. Segunda contribución al estudio de los indios Querandíes, que a su vez integra, en una versión reducida, el tomo XIX del Boletín del Instituto Geográfico Argentino, donde Lafone Quevedo había publicado su trabajo ya mencionado. La nueva contribución de Outes sale a la luz en respuesta a una nota que había publicado precisamente su mentor en el diario La Nación el 21 de marzo de 1898:

Luego de aparecer nuestro estudio recibimos varias cartas en las que se nos impugnaba nuestra conclusión y el señor Samuel A. Lafone y Quevedo al publicar en el diario La Nación un artículo crítico sobre nuestra obra, ponía en cierta manera en duda nuestro modo de clasificar á los Querandíes (Outes, 1898, p. 3).

La nota de Lafone Quevedo, en verdad, es más celebratoria que crítica y, de hecho, alienta al joven estudiante a continuar con estos análisis:

El autor es joven y se ha estrenado con una interesante tesis, cuyo éxito nos hace esperar muchos triunfos de igual especie en el porvenir, y no pierdo la esperanza que, como el Belgrano de Mitre, que empezó siendo capítulo de una obra, y acabó por ser otra en tres tomos, así también este librito de los Querandíes, á la luz de nueva documentación llegue a ser, en una nueva edición, la obra clásica sobre la materia, como es hoy un contingente simpático sobre la misma. Valor y… adelante (Lafone Quevedo, 1898, p. 3).

El único aspecto que critica puntualmente Lafone Quevedo es el supuesto sedentarismo de los querandíes postulado por Outes en su trabajo, idea contraria a la que aquel había planteado desde un inicio en «Los indios chanases y su lengua». A modo de respuesta, Outes, sobre la base del relato del cronista alemán del siglo XVI Ulrich Schmidel -quien «pudo observar de “visu” á aquellos indios, el único que penetró en una de sus aldehuelas ó tolderías» (Outes, 1898, p. 13)- y del análisis de la cultura material de este grupo, declara nuevamente el supuesto «semi sedentarismo» (1898, p. 13).

Asimismo, Outes basa su nueva contribución en la documentación de D’Orbigny -tal como Lafone Quevedo-, al que suma las narraciones de Thomas Falkner (1702-1784). Posiblemente debido a estas incorporaciones y a la metodología fundamentalmente filológica de su maestro, Outes, además, incorpora como un dato decisivo para la ratificación de su hipótesis el análisis del término para designar agua -criterio planteado por Lafone Quevedo como prueba del parentesco lingüístico (Farro, 2013; Domínguez, 2020b)-. A partir de dicho análisis, Outes (1898) plantea el vínculo entre charrúas y querandíes, así como la diferencia con araucanos y guaraníes (, p. 6).

Por otra parte, en función del planteamiento de D’Orbigny -retomado por Lafone Quevedo en su nota de La Nación-, quien había establecido que los charrúas pertenecían a la «raza pampeana» y más específicamente, dentro de esta, al «grupo pampeano», Outes presenta una nueva clasificación que, si bien no se contradice con la anterior, vuelve a generar cierta confusión. Así, en esta nueva contribución, el autor sostiene que los querandíes, dado su parentesco con los charrúas, debían pertenecer al grupo pampeano de D’Orbigny, planteamiento que justifica en que los posteriores estudios, «especialmente los de Filología del señor Samuel A. Lafone y Quevedo dan casi la seguridad de poderlas clasificar en esa vasta agrupación» (Outes, 1898, p. 5).

El artículo continúa con la respuesta a otra crítica, proveniente esta vez del americanista uruguayo Benigno T. Martínez, a quien Outes le había enviado su primera monografía, con la cual Martínez no habría estado de acuerdo en cuanto a la supuesta procedencia guaycurú de los querandíes. En defensa de su propia hipótesis y en respuesta a Martínez, Outes introduce otra de las fuentes mencionadas: la del padre Falkner. Si bien Falkner había sostenido una idea diferente a la del autor en cuanto al asunto, su narración le permite respaldar la idea acerca de que los querandíes, además de no ser guaraníes, tampoco podían considerarse de procedencia araucana, es decir, ni «chechehets» ni «taluhets»:

Repetimos por lo tanto, que ni los Chechehets ni los Taluhets fueron los Querandíes de la historia. Actualmente los restos de los Tehuelhets están formados por los indios Gnnaken (que son Pulches) que según nos dice el Sr. Lafone y Quevedo llaman Yagipá el agua y Pichua al huanaco de una manera idéntica á como decían los antiguos Tehuelhets descriptos por Falckner (Outes, 1898, p. 11).

A modo de síntesis, Outes cierra esta segunda contribución con una revisión de sus primeras hipótesis que, si bien se mantienen prácticamente inalteradas, tienen nuevas incorporaciones como la clasificación racial de D’Orbigny. De ahí el planteamiento de la procedencia pampeana de los querandíes, «aproximándose étnicamente á las tribus Guaycurúes habitantes del Gran Chaco», y la desestimación de las otras hipótesis filiatorias que los emparentaban con guaraníes o puelches (Outes, 1898, p. 15). Por otra parte, la mención a D’Orbigny, como también a Falkner, forma parte del universo de referencias legitimantes, referencias que integran los patrones argumentativos (Schlieben-Lange, 2019) sobre lingüística indígena del período.

La última intervención sobre este tema tuvo lugar un año después, y se titula Estudios etnográficos (1899). Este trabajo se publicó en respuesta a un artículo de Zeballos en el que este autor reafirma la supuesta procedencia guaranítica de los querandíes y reproduce una serie de críticas que había realizado el mismísimo Daniel Brinton al trabajo de Outes, lo cual evidencia, además, la repercusión internacional que habían alcanzado sus primeras intervenciones. Pero esta repercusión no resulta del todo sorprendente si se tiene en cuenta que Lafone Quevedo había traducido a Brinton y había debatido públicamente con él. De ahí que, si Outes lo presentaba a aquel como su maestro, era casi garantía de la llegada que tendría a los oídos de Brinton, uno de los mayores exponentes de la época sobre el tema en Estados Unidos.

Outes responde en esta publicación a Brinton y también a Zeballos con un trabajo que él mismo evalúa como verdaderamente científico, basado en un nuevo hallazgo documental que le permite echar luz a la confusión que aún persistía en aquel entonces acerca del tema, obtenido gracias a Mitre (Outes, 1899). De este modo, el autor se apoya en las que califica como comprobaciones científicas, en detrimento de estudios legitimados únicamente por provenir de figuras de renombre, sobre algunas de las temáticas puntuales en las que se aventuran:

El doctor Zeballos, sociólogo, viajero, periodista, literato, historiador y aún diplomático á ratos, ha querido distraer las preocupaciones que le causan las pesadas tareas de su estudio, con una pequeña digresión etnoantropológica. El fracaso no puede ser más ruidoso y con él comprenderá, que las especulaciones en el campo de la antropología y de la etnografía deben ser dejadas á los especialistas en esas difíciles materias (Outes, 1899, p. 10).

El tema, además, había sido discutido también durante las sesiones del Primer Congreso Científico Latinoamericano de 1898. Ese mismo año, Zeballos había publicado el expediente de Irala de 1582, fuente documental hallada en el Archivo de Indias. Allí, rectifica, en oposición a Outes y Lafone Quevedo, el origen guaranítico de los querandíes. Acompaña a esta rectificación un breve comentario en el que Zeballos acusa a los «amigos de la antropología» de confundir «razas» con «tribus» y, aparentemente, este error se lo atribuía, precisamente, a D’Orbigny (Outes, 1899, p. 15). A partir de ahí, la crítica central de Zeballos se centra en la errónea multiplicación de razas en la que incurrían muchos trabajos americanistas. Outes, por su parte, respalda su planteamiento con la propuesta de clasificación del antropólogo alemán Paul Ehrenreich, quien divide a la humanidad en siete razas: -«la caucásica ó mediterránea, la africana, negrítica, la mongólica, la americana, la malaya polinésica, la australiana y la papua» (Outes, 1899, p. 16) -. Y para sostener su planteamiento inicial, Outes sostiene la compatibilidad de la propuesta contemporánea de Ehrenreich con la decimonónica de D’Orbigny:

Ahora bien, dentro de la entidad AÚN ABSTRACTA de la raza americana, creemos perfectamente admisible la clasificación de las naciones indígenas de nuestra América hecha por D’Orbigny, pero sustituyendo la palabra raza por él empleada por la de sub-raza y entendemos como tal, «á razas en un sentido más íntimo, tipos de la misma clase, cuya consanguinidad es demostrable, pero siempre teniendo presente que se encuentran subordinadas á las grandes razas principales».

Dentro de esas sub razas encontramos grupos étnicos aun más sencillos; son los pueblos ó tribus; caracterizados por su origen común al de las sub-razas, por su idioma, usos y costumbres, Y, como última división, las sub-tribus, que se distinguen de las que les anteceden por simples diferencias de detalle, pero con las que deben tener una reconocida afinidad lingüística (Outes, 1899, pp. 16-17).

La última parte del fragmento citado permite reconocer que, en esta tercera intervención en el debate, Outes incorpora mayor cantidad de referencias a cuestiones lingüísticas por su valor en la reconstrucción de las cartografías étnicas del periodo: los estudios onomásticos de etnónimos, antropónimos y topónimos, que fueron las categorías léxicas más extensamente registradas. Así, un grupo de argumentos a partir de los cuales Outes refuta a Zeballos consiste en una extensa crítica a los análisis etimológicos de antropónimos y topónimos que este había presentado en Viaje al país de los araucanos (1881), una de sus obras más conocidas.

En cuanto a los topónimos tales como «Chascomús», «Chivilcoy», «Tuyú» y «Areco», Outes (1899) les reconoce un origen araucano: «Estos nombres nos los explicamos perfectamente: tribus de araucanos vivieron en la provincia de Buenos Aires y sustituyeron, como era natural, los nombres dejados por los Puelches» (p. 89). Sin embargo, no los considera prueba válida para establecer un supuesto vínculo entre araucanos y querandíes. En cambio, plantea que la categoría que merece mayor atención son los antropónimos. De acuerdo con esto, recupera los análisis de Zeballos y los contrasta con el documento de Irala. El procedimiento le permite revelar que hay una serie de nombres que Zeballos directamente no incluye en su análisis por falta de coincidencia con su hipótesis, «pues observó que muchos de esos nombres eran guaraníes ó de un dialecto completamente desconocido» (Outes, 1899, p. 44). En otras palabras, Zeballos habría aplicado un método de manipulación de los datos completamente irregular. El mismo análisis le permite hallar otra serie de antropónimos, los terminados en -pen -«Quemumpen», «Pacaospen», «Allapen», «Campampen», «Tancaolquepen», entre otros-, que no serían «ni araucanos ni guaraníes siendo seguramente de un pueblo cuyo idioma se desconoce y que podría ser muy bien el de los indios Querandíes» (Outes, 1899, p. 50). Esto le permite, nuevamente, además, deslegitimar los análisis etimológicos de Zeballos y reafirmar su propia propuesta.

En relación con la crítica de Brinton, esta tiene lugar en tres ocasiones. Las primeras dos intervenciones sobre el tema son breves notas publicada en la revista Science (Brinton, 1898a; 1898b) en las que, si bien valora positivamente el trabajo de Outes, disiente en lo relativo al parentesco entre los querandíes y los charrúas; y sostiene, en cambio, que este último pueblo se corresponde con la familia guaraní, mientras que el primero de ellos tiene un origen araucano. La tercera crítica aparece en «The Linguistic Cartography of the Gran Chaco» (1898c). Allí, el americanista norteamericano se extiende un poco más y ratifica su hipótesis acerca de la procedencia araucana de los querandíes a partir de la prueba lingüística, precisamente, del análisis de los antropónimos terminados en -pen, que para él son más posiblemente araucanos que querandíes. Outes, en su respuesta, refrenda una a una sus ideas planteadas anteriormente acerca de la filiación entre los dos grupos mencionados e insta a Brinton a volver sobre su propio análisis acerca del morfo -pen:

Con respecto de los nombres terminados en la partícula pen, invitamos al doctor Brinton á revisar lo que decimos al doctor Zeballos en la crítica mencionada más arriba, pues en ella tratamos el punto con detenimiento que nos mereció desde un principio (Outes 1899, p. 58).

En síntesis, el estudio de Outes sobre los querandíes le permite introducirse muy tempranamente en debates de peso dentro de los estudios americanistas. Respaldado por la hipótesis acerca del origen guaycurú de los querandíes sostenida por Lafone Quevedo, Outes se enfrenta, por ejemplo, a una figura relevante en la escena nacional como lo era entonces la de Estanislao Zeballos. A su vez, sus planteamientos adquieren cierta repercusión internacional, lo que se evidencia en la respuesta de Brinton. La originalidad de su propuesta parte de la documentación desconocida que pone a circular precisamente con estos trabajos, fuentes que presenta y reproduce de manera detallada. En cuanto a los estudios sobre las lenguas, estos aportan datos de relevancia central para la reconstrucción de las filiaciones étnicas y raciales y, consecuentemente, al planteamiento de las hipótesis de procedencia de los grupos indígenas.

3. El despertar del interés por los grupos indígenas de la Patagonia

Pocos años después del debate sobre los querandíes, Outes publicó La edad de piedra en la Patagonia. Estudio de arqueología comparada (1905) en los Anales del Museo Nacional de Buenos Aires. El trabajo consiste, como su título lo indica, en un estudio de arqueología patagónica que integra un plan mayor de estudio de antropología y «paleoetnología» para «resolver los problemas que encierran los kultur lager de Patagonia» (Outes, 1905, p. 204), concepto de procedencia germánica que se refiere a sedimentos culturales y que aparentemente fue utilizado solo por este etnólogo en los estudios sobre el tema del país. Este proyecto de investigación mayor dependía de una frustrada expedición por este territorio, cuyo diseño da inicio al trabajo en cuestión: «A mi entender, el estudio que entrego ahora á la publicidad adolece de un defecto fundamental; la falta de las necesarias é imprescindibles investigaciones en el terreno. ¡Oh, si hubiese realizado mi viaje á Patagonia!» (Outes, 1905, p. 204). Inmediatamente después de esta última frase, el investigador presenta el plan completo, tanto el itinerario como los objetivos de recolección de datos en cada paraje, del viaje no concretado y concluye con la siguiente reflexión:

Semejante programa, indudablemente vasto, lo había estudiado en sus más mínimos detalles y poseía datos precisos que me aseguraban un éxito completo. Previamente, y en larga labor de varios meses, reuní multitud de referencias bibliográficas é iconográficas sobre los Patagones premagallánicos, protohistóricos, modernos y contemporáneos. Todos esos trabajos preparatorios pueden considerarse perdidos por completo, pues conceptuaría poco serio, escribir un libro de carácter amplio y detenido, sobre un país que no conozco y sobre sociedades indígenas que jamás he tratado (Outes, 1905, p. 205).

Posiblemente este viaje sea el mismo al que se refiere en una correspondencia que mantiene con Joaquín V. González, entonces ministro del interior durante la presidencia de Julio Argentino Roca, que se halla en el Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico. Entre los objetivos de este viaje, Outes le propone al funcionario realizar una expedición por la Patagonia con el objetivo de «vivir algún tiempo con los indígenas que quedan» (Outes a Joaquín V. González, correspondencia personal, 31 de agosto de 1903, AFyD-AME). El viaje habría sido realizado en compañía del antropólogo sueco Eric Boman. Finalmente, el plan se frustró, lo que fue, para Outes, «el mejor castillo de naipes que haya construido en mi vida» (Outes a Carlos Imhoff, correspondencia personal, 03 de febrero de 1904, AFyD-AME). Lo anterior se debe a que, por un lado, a Boman le había surgido otra actividad en Europa y declinó la invitación; y por el otro -la que posiblemente haya sido la razón definitiva-, el viaje se cancela porque, según la correspondencia personal de Outes, no logró obtener el aval de los demás ministros.

A pesar de ello, la voluntad de Outes por estudiar en profundidad a los grupos indígenas de la Patagonia es recurrente y explícita en La edad de piedra (1905). En cuanto a los orígenes de los pueblos de la zona, vuelve a introducirse en el debate acerca del autoctonismo americano encabezado por Ameghino (Podgorny, 2001), al manifestar su desacuerdo con estas posturas. De ese modo, el autor propone, en este trabajo, realizar un análisis pormenorizado de las manifestaciones, usos y prácticas culturales anteriores y contemporáneas de los distintos grupos, con el objetivo de identificar sus posibles procedencias, migraciones y filiaciones. Para ello, el investigador propone aplicar un método de análisis comparado y, a su vez, complementario entre distintas disciplinas. En lo relativo al análisis lingüístico, Outes se propone trabajar con la gramática y el vocabulario del misionero anglicano Theophilus Schmid -constantemente referidos por el mismo Outes en trabajos posteriores-, basados en registros realizados a mediados del siglo xix en Santa Cruz y en la gramática publicada años después por Roberto Lehmann-Nitsche (Schmid, 1910).7 Si bien el autor advierte que esta gramática es posterior a la «edad de piedra», plantea que es de utilidad para su estudio, «pues he notado que el idioma de los Patagones protohistóricos, modernos y contemporáneos, no ha variado fundamentalmente y, desde luego, las diferencias no deben ser muchas» (Outes, 1905, p. 209).

Para abordar el tema, el autor analiza una serie de fuentes documentales frecuentemente consultadas en el periodo, lo que forma parte de la arqueología documental definida más arriba. Tal es el caso de los registros realizados por Antonio Pigafetta en el siglo xvi y por Francisco de Viedma en el siglo xviii, registros que Outes somete a comparación a pesar de la distancia temporal que media entre uno y otro:

Entre la época en que Pigafetta recogió el vocabulario que incluye en su obra y el año en que Viedma coleccionaba la serie de palabras añadidas á su informe de viaje, median más de dos y medio siglos. Semejante espacio de tiempo permitiría suponer que el idioma de los indígenas australes, comparado con el que hablaban á mediados del siglo xix, sufrió variantes profundas. No obstante la evolución experimentada, ésta no fué fundamental, pues gran número de palabras subsistieron y se conservaron con una pureza perfecta. Las diferencias substanciales que se notan, quizá tengan por causa la ignorancia de los colectores de vocabularios cuya falta de práctica produciría errores en la transcripción de las palabras de pronunciación difícil (Outes, 1905, pp. 245-246).

Luego, Outes complementa la comparación con otras fuentes, a saber: dos manuscritos presentes en el Museo Británico que cita Brinton, así como registros que datan de mediados del siglo xix, a cargo de D’Orbigny, Guillermo Cox y Julius Platzmann -correspondiente, en realidad, a un vocabulario elicitado por Schmid que Platzmann se encarga de poner en circulación-, George Ch. Musters, Francisco P. Moreno y Enrique Ibar Sierra (Outes, 1905).

La operación que realiza Outes consiste en la compulsa de cinco términos -ojos, nariz, diente, mano y sol- presentes en los once vocabularios, con el objetivo de identificar semejanzas y diferencias que, según explica el autor, posiblemente respondan a variación en la transcripción más que a variedades dialectales o diacrónicas. En la comparación, el investigador encuentra las mayores coincidencias en los tres primeros, mientras que para él mano presenta mayor variación y sol «se distingue por alteraciones más profundas» (Outes, 1905, p. 246).

Luego, Outes ofrece características generales de la lengua. En esta descripción, el autor ratifica la tipología morfológica de gran extensión durante el siglo XIX y clasifica el tehuelche como lengua incorporante o polisintética (p. 247). Finalmente, el investigador introduce ciertas notas sobre el «Téhuesh ó Téhueshen», que sería diferente del «patagón» descrito anteriormente: «Comparado el Patagón contemporáneo con el Téhuesh ó Téhueshen, se notan bastantes diferencias, aunque también tienen palabras comunes» (Outes, 1905, p. 249). De hecho, Outes compara quince términos en ambas lenguas y halla únicamente tres coincidencias. A partir de estos hallazgos, es notorio que el autor no hace explícito de dónde extrae los vocablos en lengua «Téhueshen», a pesar de que es posible constatar que estos pertenecen a los registros de Carlos Ameghino, tal como afirma Lehmann-Nitsche (1913, p. 230).

En estas publicaciones se observa cómo, en este momento fundacional de la carrera de Outes, ya comienzan a desplegarse las ideas con que continuaría trabajando el investigador. Además, es posible reconocer que su inserción en el ámbito de los estudios antropológicos se da, estratégicamente, a partir de su introducción en polémicas científicas relevantes en el periodo, tales como el origen y filiación de las distintas parcialidades indígenas americanas. El autor también destaca el seguimiento explícito de los posicionamientos y métodos de Lafone Quevedo. Por otra parte, al sumarse al interés que tanto este filólogo como Lehmann-Nitsche dedicarían al área pampeano-patagónica,8 Outes se inscribe en la tradición de estudios que valoran el argumento lingüístico para la organización étnica del territorio. Finalmente, resulta importante poner de relieve la voluntad -aunque frustrada- de Outes de realizar indagaciones en el campo. Luego de aquel proyecto, sus planes de investigar en el territorio son prácticamente nulos, mientras que su labor será, sobre todo, bibliográfica y de archivo. Constituye una única excepción su trabajo etnográfico realizado en 1908, consistente en mediciones antropométricas de grupos indígenas del sur de Chile. La información obtenida durante esta expedición la publicó la Universidad de La Plata y tiene por título «Resultados antropológicos de mi primer viaje a Chile» (1909). Esta etnografía demuestra que, si bien con un destino levemente modificado, Outes finalmente logró realizar su expedición por el territorio patagónico, mencionada en La edad de piedra (1905) y en las cartas que se han hallado en el Archivo del Museo Etnográfico; aunque no obtuvo financiamiento para tal empresa, según él mismo consigna en la mencionada publicación, realizó el viaje a sus expensas.

3.1. Epílogo: la trayectoria de Outes a inicios del siglo xx

En paralelo a estos trabajos, la carrera académica de Outes iba en ascenso: en 1903 había sido nombrado adjunto de la Sección de Arqueología del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires. Si bien se trataba de un cargo honorario, este museo era, entonces, una de las instituciones de mayor prestigio en el ámbito de las ciencias antropológicas junto con el Museo de La Plata. Ese mismo año, el investigador también había fundado, de la mano de Luis María Torres, la revista Historia. Materiales para el conocimiento físico y moral del continente americano, de la que se publicó un solo número, pero que tuvo una recepción significativa (Márquez Miranda, 1967) y que contó con la colaboración de figuras centrales en el ámbito de las ciencias antropológicas, tales como Lehmann-Nitsche y Lafone Quevedo. En 1904, Outes pasó a integrar la comisión dedicada a la puesta en funcionamiento del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Domínguez, 2020a). En 1906, fue designado simultáneamente profesor adjunto de Etnografía en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata y secretario general, bibliotecario y director de publicaciones del Museo de esa universidad, cargos que conserva hasta 1911. En 1908, fue designado profesor suplente de antropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y, un año después, fue nombrado con el mismo cargo en la mencionada Facultad de Ciencias Naturales de La Plata. Outes obtuvo, además, otros nuevos cargos, cuando en 1911, esta facultad lo designa profesor adjunto de Arqueología y luego, en 1913, al posesionarse como profesor titular en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Por otro lado, en 1910 Outes publicó Los aborígenes de la República Argentina, un manual adaptado para los colegios nacionales y las escuelas normales, texto que para su elaboración contó con la colaboración de Carlos Bruch, quien se encargó de las ilustraciones. El formato de obra de divulgación, como así también los destinatarios -estudiantes y público en general-, vuelven a esta publicación relativamente novedosa dentro del ámbito de las ciencias antropológicas de la época. Presenta una organización particular por regiones -i.e., «montañas del noroeste», «selvas chaquenses»- y, dentro de cada una de ellas, por los pueblos habitantes de los distintos territorios. Llama la atención, por otro lado, que la primera parte de la obra consiste en una presentación de los «tiempos prehistóricos». Es posible reconocer, mediante estas dos operaciones, una representación bastante arraigada en el periodo mediante la cual se ubicaba a los grupos indígenas en el pasado prehistórico y natural del país. En cuanto a las descripciones de cada lengua, la obra presenta breves notas, con especial atención a la cuestión genética.

4. Conclusiones

En síntesis, durante esta etapa inicial, tal como se puede observar por los distintos trabajos y cargos obtenidos, la trayectoria académica de Outes se desarrolló principalmente en el ámbito de la arqueología y, sobre todo, en los centros académicos de La Plata. En cuanto a sus aportes a la arqueología documental, el análisis del presente trabajo permitió conocer el tratamiento particular de fuentes coloniales que le permitieron aportar con datos de distinto orden, pero principalmente lingüísticos, a las clasificaciones étnicas de la región del Río de la Plata y, luego, patagónicas.

Tanto para los trabajos de Outes analizados en este artículo, como para otros del periodo, la información sobre las lenguas que iba hallándose en las distintas fuentes era parte de los primeros datos lingüísticos sobre lenguas indígenas que recibieron un tratamiento sistemático, lo que les permitió ingresar dentro de la bibliografía lingüística argentina. Con todo, es de suma importancia poner de relieve que en estos trabajos destaca un tratamiento de las distintas temáticas, a partir de fuentes de archivo y, de haber acercamientos al campo, las búsquedas fueron fundamentalmente arqueológicas. Así, es posible advertir que no se realiza ningún tipo de consulta etnográfica a los pueblos, ausencia que puede explicarse por el procedimiento discursivo de borramiento de la diversidad étnica y lingüística del país que les era contemporánea como parte del proyecto homogeneizante de la nación, en el que el discurso científico tuvo una presencia destacada. En este sentido, tal como se ha demostrado, los debates se limitan a discutir las fuentes de archivo, que registran documentaciones realizadas en períodos anteriores, mientras que se identifica, salvo contadas ocasiones, una escasa intención de contacto y consulta a los propios pueblos.

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1. Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación PICT 2019-3870 «Interacciones entre lenguas y territorios en el pasado y en el presente. Ecología lingüística en Fuegopatagonia», dirigido por Marisa Malvestitti, Máximo Farro y Sandra Murriello.

2. Para conocer más acerca de la etapa fundacional del campo de la antropología en Argentina, véase Arenas (1989-1990), Perazzi (2003) y Podgorny (2001).

3. Una reconstrucción de las primeras posturas de este debate se encuentra en Lafone Quevedo (1897) y en Outes (1897).

4. Cabe destacar que, en «Los indios chanases y su lengua», Lafone Quevedo (1897) (1897) plantea que: «Los Querandíes, que andaban como Juríes ó Gitanos, eran nómades, y desde luego Indios como los del Chaco, tipo Guaycurú, probablemente afines a los Abipones sus convecinos cerca de Santa-Fe» (pp. 120-121). Este planteamiento fue sostenido casi textualmente por Outes en su obra.

5. La escritura original de las citas es respetada con su respectiva ortografía.

6. «Si el nombre Querandí ó Carandíes es de origen Guaraní, séame lícito etimologarlo así; -Quirã-endi que está gordo ó que es rico en grasa ó aceite -de Quirã -sebo manteca etc. y ndi ó andi, subfijo copulativo» (Lafone Quevedo, 1897, p. 120).

7. Para un análisis actual de este registro, véase Fernández Garay (2015).

8. De hecho, en una correspondencia que mantiene con Lehmann-Nitsche en 1904, es posible confirmar el creciente interés de Outes por este territorio. En este sentido, le solicita al antropólogo alemán, por un lado, «un artículo que publicó en una revista alemana sobre “bibliografía lingüística de la Patagonia”» (Outes a Lehmann-Nitsche, correspondencia personal, 18 de marzo de 1904, IAI- SPK). En otra ocasión le pide prestada por un par de días el manuscrito de Schmidt sobre el tehuelche, con el objetivo de analizar «la mentalidad de los indios del Sud» (Outes a Lehmann-Nitsche, correspondencia personal, 3 de abril de 1904, IAI-SPK).

*Cómo citar: Domínguez, L. (2022). Entre «papeles viejos»: Félix F. Outes y la arqueología documental sobre lenguas indígenas en la Argentina de entresiglos (XIX-XX). Lingüística Y Literatura, 43(81), 176-191. https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n81a08

Recibido: 29 de Junio de 2021; Aprobado: 20 de Octubre de 2021

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