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Revista Colombiana de Cardiología

versión impresa ISSN 0120-5633

Rev. Colomb. Cardiol. v.12 n.6 Bogota abr. 2006

 

"Pensar no cuesta nada"…

"Thinking has no cost"

Martín B. Wartenberg, MD.

Fundación Valle de Lili, Cali, Colombia


RS, es un piloto civil de 39 años, quien goza de «muy buena salud». Es activo en varios deportes, que incluyen golf, tenis y ciclismo, los cuales desarrolla a un nivel por encima de los de su edad. Por solicitud de su empresa fue sometido a un «chequeo ejecutivo» rutinario y entre los múltiples exámenes, le fue realizada una prueba de esfuerzo ECG. El resultado indicó «respuesta electrocardiográfica sugestiva de isquemia miocárdica»; se recomendó angiografía coronaria, la cual informó lesión obstructiva de 50% en la porción proximal de la arteria descendente anterior. De inmediato se le realizó angiografía percutánea con colocación de stent liberador de medicamento. En el postoperatorio desarrolló complicaciones derivadas de la canulación femoral y sangrado gastrointestinal transitorio del cual se recupera. Este hombre que nunca ha presentado síntomas de angina de pecho ni ha tenido molestia alguna para trabajar o hacer deporte, se encuentra a punto de recibir un segundo cateterismo cardiaco y a riesgo de perder su trabajo a consecuencia del informe de una prueba de esfuerzo. Luego de realizar un programa de rehabilitación cardiaca por dos meses y desear reintegrarse a su trabajo, se decidió practicarle prueba de esfuerzo ECG, la cual de nuevo informó «respuesta electrocardiográfica sugestiva de isquemia miocárdica» y se recomendó angiografía coronaria (caso clínico ficticio).

¿Debió hacerse o no la prueba de esfuerzo ECG inicial? ¿Debió realizarse una prueba más objetiva para determinar evidencia de isquemia miocárdica? Son respuestas que cada médico podrá dar de acuerdo con sus conocimientos y experiencia.
Lo cierto es que «tomar decisiones» requiere de un juicio correcto que se deriva de un acto consciente que cada día se vuelve más exótico y escaso: «pensar».

Pensar es detenerse a analizar y revisar cuidadosamente la información disponible, y sobre ella, evaluar las posibles decisiones: observar, intervenir, preguntar, discutir, etc., etc.

Pensar es el opuesto a «reflejo automático», mediante el cual no se cuestiona para nada la decisión terapéutica, sin considerar de manera crítica las posibles causas y los diagnósticos diferenciales, por ejemplo:

Dolor = Analgésico
Fiebre = Antipirético
Infradesnivel ST = Isquemia
Isquemia = Revascularización

Hoy en día que son tan populares las guías de práctica clínica y la medicina basada en la evidencia, y que prometen ser la solución a tratamientos innecesarios, se requiere cada vez con mayor necesidad ejercer este acto de la mente que nos diferencia de otros animales y de los computadores: pensar.

Al pensar podremos evaluar mejor las decisiones diagnósticas y terapéuticas, mediante un análisis, de circunstancias, valoración crítica de resultados y profundización de datos de la historia clínica y realización de un examen físico concienzudo.

En los últimos años, cuando el tema del error médico es cada vez más noticia y sobre el cual legiones de abogados se aprestan a sacar provecho, se hace necesario emplear aquel recurso patrimonio exclusivo del ser humano, «pensar», para evitar cometer desaciertos que no solamente producen más dolor y pena, sino que pueden ser más costosos y aún causar consecuencias fatales.

En el proceso de capacitar a los nuevos médicos (generales y especialistas) y en todas las manifestaciones de la educación médica continua, amén del ejemplo que cada uno de nosotros debe dar en el ejercicio diario de nuestra profesión, la invitación a «pensar», por unos instantes, en comprender el caso y sus consecuencias, nos ayudará seguramente a acertar más que a errar.

El pensar nos llevará a poder desplegar la mejor virtud que el médico pueda tener, la cual es el juicio clínico.

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