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Revista Colombiana de Cardiología

Print version ISSN 0120-5633

Rev. Colomb. Cardiol. vol.12 no.7 Bogota June 2006

 

La realidad de un sueño
Revista Colombiana de Cardiología

A dream’s reality
Revista Colombiana de Cardiología

Jorge León-Galindo MD, FACC

Editor, Revista Colombiana de Cardiología

Recibido: 05/06/06. Aceptado: 14/06/06


Hace un poco más de veinte años, soñamos con tener una revista de la Sociedad Colombiana de Cardiología en la cual los médicos colombianos pudieran publicar sus trabajos en el campo de las enfermedades cardiovasculares y de esta manera mostrarle al país y al mundo nuestra cardiología.

La experiencia de estos veinte años fue maravillosa y también anecdótica; experiencia leída y aprendida del libro de la vida; basada en la teoría infalible del ensayo y el error. Con muchísimas frustraciones y probablemente fracasos, parecen pequeñas en el espejo retrovisor de lo vivido, comparadas con las infinitas satisfacciones que nos ha producido esta bella experiencia.

La idea partió de un sentimiento impulsivo de algo aprendido del Dr. George E. Burch en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane, New Orleans. El Dr. Burch fue para mí no solamente el jefe y profesor; fue mi maestro. El mejor maestro en el campo de la medicina interna y de la cardiología, pero tal vez el mejor en el campo de la vida. Estando todavía en el segundo año de residencia en medicina interna a mediados de 1973, me invitaba a su laboratorio de investigación en el Hutchinson Building de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane -lugar al que los residentes denominábamos como «el santuario del Dr. Burch»- a tomar una taza de té con dos galletas, siempre de la misma clase y marca, y siempre a las cinco de la tarde en punto, para discutir casos clínicos o planear posibles temas de investigación. Siendo el Dr. Burch el Editor del American Heart Journal, me invitaba a que le comentara y diera mi opinión sobre el artículo que había recibido para publicación y que me había entregado en días anteriores. Allí, en ese laboratorio, templo de las investigaciones de la Facultad de Medicina, me contagié del mal incurable de las publicaciones.

Quiero de antemano pedir excusas a los lectores por hacer un poco extensos los comentarios subsiguientes; son historia, pero al llegar a la edad que tengo considero casi una obligación contar a las nuevas generaciones los pasos dados en el camino recorrido de la vida. Recordándolos suenan divertidos y me producen gran alegría. Doy gracias a Dios por haberme permitido vivirlos.

Al regresar al país a mediados de 1976 entré como profesor de Cardiología y Medicina Interna en la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, donde fui recibido con el apoyo del Dr. Darío Maldonado, jefe del Departamento de Medicina Interna, siendo el director de la Sección de Cardiología el Dr. Jorge Piñeros. Allí trabajé al lado de nuestro entrañable amigo el Dr. Héctor González R. Asistí también a la Clínica Abood Shaio en donde fui también recibido con apoyo y cariño por los Drs. Fernando Valencia y Gilberto Estrada. Llegamos para trabajar, para aplicar lo aprendido, para apoyar la cardiología colombiana.

El parto fue largo pero exitoso y ocurrió en noviembre de 1985, durante el XI Congreso Colombiano de Cardiología celebrado en Bogotá, cuando salió el Vol. 1 No. 1 de la Revista Colombiana de Cardiología.

Algo anecdótico que quiero comentar fue la diligencia que hice a mi llegada al país a mediados de 1976, para averiguar el lugar donde quedaba la sede de la Sociedad Colombiana de Cardiología con el propósito de recoger mi diploma como Miembro de Número. El Dr. Reynaldo Cabrera, entonces Presidente de la Sociedad Colombiana de Cardiología, me había invitado un año antes a dictar una conferencia sobre ecocardiografía, campo en el que estaba trabajando, y en ese entonces, tema algo esotérico y novedoso, pues era una técnica diagnóstica que aún no había llegado al país. Amablemente, el Dr. Cabrera y su Junta Directiva me nombraron Miembro de Número de la Sociedad. Para lograr la diligencia alguien me indicó ir a la Sede de Sociedades Científicas localizada en el décimo tercer piso del Hospital Militar Central. Al llegar, le pregunté a una secretaria sobre la localización de las oficinas de la Sociedad Colombiana de Cardiología, y ella, con expresión de amabilidad, al ver mi ingenuidad y desconocimiento de la situación, me contestó que la Sociedad no tenía una oficina. Enseguida abrió una gaveta de su escritorio y sacó una carpeta en la cual estaba escrito a mano «Sociedad Colombiana de Cardiología». La abrió y en forma expedita me entregó el diploma. Quedé estupefacto y sorprendido al comprender que los archivos de la Sociedad Colombiana de Cardiología eran una carpeta, o así lo interpreté en ese momento. Dos años más tarde y luego de haber presentado varios trabajos de investigación con ayuda de residentes y estudiantes de la Pontificia Universidad Javeriana al Congreso de Cardiología, me di cuenta de que la información entregada y difundida de los trabajos presentados en ese certamen científico, al igual que el conocimiento trasmitido a través de ellos era espuma tirada al viento; se perdía, no quedaba ningún documento escrito, y lo peor, nadie recordaba los resultados de las investigaciones. La conclusión lógica fue: la Sociedad Colombiana de Cardiología no tenía una memoria; la investigación colombiana en el campo de la cardiología tampoco tenía memoria, los cardiólogos colombianos en su memoria no guardaban el recuerdo de las investigaciones hechas en el país. Interesante, pero a la vez frustrante observación.

Desde el día que salí de la oficina de la Sede de Sociedades Científicas quedó impreso en mi cerebro, tal vez con tinte obsesivo, el abogar por una sede propia para la Sociedad Colombiana de Cardiología y por tener una publicación escrita de nuestra Sociedad. Sin casa y sin lenguaje escrito, la permanencia y el desarrollo en el tiempo de una sociedad científica serían difíciles. Y como en los cuentos de hadas, estos sueños se volvieron realidad. Fui electo en dos ocasiones sucesivas como Tesorero de la Sociedad. Estando en esa posición logré convencer a la Junta Directiva, valiéndome de múltiples argumentos que creía válidos, pero como lo veo ahora, creo que lo logré por cansancio de los miembros de la Junta y también por pena conmigo ante la insistencia. El Presidente en ese entonces era el Dr. Gilberto Estrada, quien me dio el visto bueno para dar el primer paso para emprender el largo viaje.

Muchas son las anécdotas que viví desde entonces; tal vez la que más recuerdo y que quiero compartir con ustedes, fue cuando logré una invitación ante la Junta Directiva de la Editorial Lerner -la casa editorial más importante en esa época en el país- siendo Presidente de la Junta Directiva el Dr. Juan Mendoza Vega, quien luego de oírme hablar sobre la importancia de la proyectada revista y sobre la motivación para hacerla, al final de la reunión me preguntó sobre el tiraje planeado para la misma. De manera ingenua le respondí que serían aproximadamente 300 revistas, pues el número de Miembros de Número de la Sociedad estaba alrededor de 250 y los 50 ejemplares restantes los repartiríamos a las bibliotecas de las facultades de medicina. Luego de escuchar mi respuesta, se oyó un silencio sepulcral en el salón; pasaron algunos segundos que para mi fueron eternos, el Dr. Mendoza Vega, amablemente me invitó a que me acercara, estando yo en el extremo opuesto de la mesa, y con voz lastimosa pero cariñosa me dijo: «Dr. León para ese tiraje que usted tiene planeado la Editorial Lerner no es la adecuada para imprimir su revista, vaya a la Editorial Aguilar; allá lo pueden ayudar» y a continuación, sobre una servilleta de papel me escribió la dirección. Al momento me di cuenta, como en la publicidad de la televisión, que no estaba en el lugar adecuado, o mejor, que no tenía ni idea de en qué me estaba metiendo. Comprendí y aprendí que con 300 revistas no era factible hacer una publicación. En seguida me dirigí al lugar recomendado por el Dr. Mendoza Vega, el cual encontré en el Barrio de Las Cruces, aquí en Bogotá. La imprenta o editorial funcionaba en un garaje de una casa. Efectivamente conocí al Sr. Aguilar, propietario de la imprenta, persona encantadora y amable. Me oyó y entendió lo que quería. Con él hicimos varios machotes que nos sirvieron posteriormente para el diseño de la publicación.

Luego de la experiencia con Lerner y con el Sr. Aguilar, debía evaluar la factibilidad económica de la revista para imprimirla y repartirla. Empecé un periplo por todos los laboratorios farmacéuticos, hablando con los gerentes de producto, los directores médicos y hasta con los gerentes generales. Todos me respondieron que les gustaba el proyecto pero que no estaban interesados en ese momento. Por último, fui donde el Dr. Humberto Marín, Director Médico de Laboratorios Knoll. Me recibió amablemente, oyó mis planteamientos, los discutimos largamente y después de un buen rato, me dijo con actitud de valentía que nos lanzáramos a la aventura. Creo que la especialidad en psiquiatría del Dr. Marín ayudó; tal vez fue el entusiasmo percibido o la ansiedad que tuvimos ante el reto, y la posibilidad de no poder llevar a cabo el proyecto. Logré que el Dr. Marín entendiera la filosofía de la revista y tal vez lo más importante, que se enamorara del proyecto. Los dos aceptamos el reto y el compromiso de publicar la Revista Colombiana de Cardiología pero sobre todo que perdurara en el tiempo. El Dr. Marín convenció al Sr. Popp, Gerente General de Laboratorios Knoll; alemán, con características propias de su raza y su cultura. Persona recta, cumplida, con gran claridad de pensamiento y por supuesto, de una sinceridad casi ofensiva. Con su apoyo se inició la aventura. El compromiso acordado fue que Knoll financiaba 12.000 ejemplares de la Revista Colombiana de Cardiología, la cual se publicaría cada seis meses durante aproximadamente cinco años. Lo importante de este pacto de caballeros, pacto oral, no escrito, fue el respeto a la libertad editorial de la revista, sin que ocurriera interferencia alguna ni influencia en el contenido de los artículos, o sugerencia o imposición a publicar algún artículo científico que le interesara al Laboratorio. Nunca, durante el tiempo que la Revista Colombiana de Cardiología estuvo financiada por Laboratorios Knoll, el Editor sintió el mínimo grado de presión o deseo de interferencia.

Allí fue donde conocí a la Sra. María Eugenia Calderón, quien trabajaba en los Laboratorios Knoll con el Dr. Marín. Ella fue la encargada de ayudar a publicar la revista. Desde ese entonces la Sra. Calderón ha estado vinculada con la Revista Colombiana de Cardiología. Cuando la publicación se abrió a la publicidad de la industria farmacéutica en el país, ella se retiró de Knoll y se dedicó a organizar la comercialización y edición de la Revista. Su labor no ha sido solamente la del deber comprometido, sino que la ha impulsado, defendido y promocionado con valor, constancia y sobre todo con amor, como algo propio y ligado a su ser. A ella y a su equipo de colaboradores se les debe el éxito de la publicación.

Historias y anécdotas respecto a la evolución de la Revista Colombiana de Cardiología son muchas y podríamos escribir un libro sobre el tema. Creo importante recordar la misión y los objetivos planteados en el primer número de la Revista en noviembre de 1985 que considero siguen siendo válidos: «Ser el medio de expresión y difusión de la investigación colombiana en el campo de la cardiología y en otras áreas relacionadas con el sistema cardiovascular. Tener la función de educación en el campo médico colombiano, incluyendo al estudiante de pre y postgrado. Apoyar al investigador joven, siendo este el medio de difusión de sus trabajos científicos. Mejorar la comunicación y las relaciones científicas entre los diferentes centros médicos nacionales, como también internacionales. Ser el ente impulsor en el desarrollo de la cardiología en Colombia y ser el órgano de difusión y de apoyo en el estudio y desarrollo de la bioestadística y de la medicina preventiva en el campo de las enfermedades cardiovasculares en el país».

Los puntos de la misión son claros y el objetivo principal que sobresale y que deseo resaltar en estos comentarios es el siguiente: la Revista Colombiana de Cardiología es el medio por el cual se hace la transmisión del conocimiento de la cardiología colombiana.

Esta transmisión del conocimiento está dirigida al país y al mundo. La Revista Colombiana de Cardiología es la vía o «autopista» de la información de la investigación colombiana en el campo de la cardiología y de la cirugía cardiovascular. Es la herramienta de educación continuada sobre las enfermedades cardiovasculares que posee la Sociedad Colombiana de Cardiología para con sus miembros. Por este medio los apoya y ayuda en su formación médica por medio de artículos de investigación originales, de actualizaciones y revisiones.

Esta transmisión del conocimiento se logra a través de la publicación impresa de la Revista Colombiana de Cardiología. Sin embargo, en la última década se ha demostrado que es más importante, eficiente y vital para una publicación científica, difundir su contenido a través de la comunicación virtual. Estando presente en la red (Internet), la difusión de la información llega hasta los sitios más recónditos del planeta. La información le puede llegar a alguien que desprevenidamente esté «navegando» y que por casualidad entre a la página, o a quien se encuentre indagando o investigando sobre determinado tema que contenga la Revista, la consulte y haga uso de la información.

Considero importante comentar los resultados de la encuesta realizada durante el segundo semestre de 2004 sobre la Revista Colombiana de Cardiología, contratada por la Junta Directiva de la Sociedad Colombiana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular. Vale la pena resaltar ciertos puntos relevantes de dicha encuesta, como el empate que se encontró al preguntar a los lectores sobre qué publicaciones similares a la Revista Colombiana de Cardiología lee y cuál revista prefiere. Los resultados mostraron un empate del 15,4% entre el Journal of the American College of Cardiology y la Revista Colombiana de Cardiología. En cuanto a la calidad de la Revista, los encuestados la evaluaron globalmente en una escala de 1 a 10, en donde 1 es muy malo y 10 muy bueno; la calificación fue de 8,03, que la ubica en el rango de buena. Respecto a la lecturabilidad, el 98,4% la lee parcialmente y el 57,7% en forma completa. El diseño de la publicación recibió una calificación de 8,46 y el diseño de la carátula de 8,05 sobre 10. Estos resultados llenaron de satisfacción al equipo Editorial de la Revista; fue un reconocimiento de los lectores a su trabajo.

El estar presente una publicación científica en forma permanente en la red se llama «visualización». Es ser visible ante el mundo científico. Para ser visible en este ámbito es indispensable que la publicación esté escrita en un idioma en que se pueda leer y entender. Desde su inicio la Revista Colombiana de Cardiología se encuentra escrita en nuestro idioma, el español, con traducción de los resúmenes de los artículos al inglés. Tenemos conciencia sobre la limitación que existe de las publicaciones científicas escritas en español. Su mercado intelectual es Iberoamérica. El mundo científico importante se comunica en inglés, aunque el idioma oficial en determinado país no sea esa lengua, como ocurre en los países escandinavos o en el Japón. Para volver «visible» la Revista debemos convertirla en una publicación bilingüe, en español y en inglés, en todo su contenido.

Como parte de la celebración de los 20 años de la Revista Colombiana de Cardiología, el Comité Editorial y Científico tomó la decisión de sacar nuestra publicación en ambos idiomas. Esta transición se hará progresivamente e inicialmente sólo en la publicación por Internet debido a los costos que implica la implementación en la versión impresa. Es el mejor regalo y homenaje que la Revista pueda hacer a la cardiología colombiana. Somos conscientes del reto que esto implica, del gran trabajo que nos traerá, pero también sabemos que mientras no comuniquemos nuestro conocimiento a través de la información en inglés, no haremos presencia en ese mundo científico de primera línea, que en este momento sentimos lejano. Con esta decisión, lo tendremos a una distancia alcanzable. La cardiología colombiana tiene un buen nombre a nivel internacional y excelente en el ámbito latinoamericano.

También quiero comunicar que a mediados de 2005, Colciencias, a través de Publindex, aceptó la Revista Colombiana de Cardiología en la categoría B. Somos optimistas de poder aplicar a la categoría A, debido a que el sitio SciELO Colombia (www.scielo.org.co) que se encontraba en el periodo de proyecto, fue aceptado por SciELO (Scientific Electronic Library on Line) en enero de 2006. Uno de los requisitos que Publindex exige para que una publicación esté en categoría A, es que la publicación se encuentre en un índice internacional. La Revista Colombiana de Cardiología también está en LILACS (Literatura Latinoamericana en Ciencias de la Salud); en este índice existen en la red 460 artículos completos con resúmenes de la Revista desde 1986. Por último, nuestra publicación se encuentra en LICOCS (Literatura Colombiana de la Salud).

Uno de nuestros objetivos es ingresar la Revista Colombiana de Cardiología en otros índices científicos internacionales de renombre. Es importante anotar que la Revista en los últimos años ha reestructurado el área editorial. En la actualidad el Comité Editorial cuenta con 14 miembros, el Comité Científico con 8 y el Comité de Árbitros con 43 miembros. Quiero agradecer a estos Comités su colaboración y dedicación a tan ardua tarea. Con su alta formación científica y académica han llevado a la Revista Colombiana de Cardiología al nivel y prestigio científico en que se encuentra.

La Revista Colombiana de Cardiología se siente responsable y es su deber difundir la calidad de nuestra especialidad. Colombia está irguiendo la cabeza luego de haber permanecido por muchos años postrada y consumida por el pesimismo y la desolación. Este sentimiento permeó también la medicina. En los últimos dos o tres años el panorama ha cambiado; sentimos la llegada de la primavera, como la sienten los habitantes de los países con estaciones. Vemos un nuevo horizonte ante nosotros. Este sentir lo percibo especialmente en los médicos jóvenes. Hay un futuro promisorio. Se respira un ambiente positivo con espíritu de progreso, de trabajo y de investigación. Soy conciente de lo injusto del sistema actual de salud colombiano para con el médico. Sin embargo, si se logra organizar el país, se podrán corregir en un futuro cercano los errores que se están cometiendo con nuestra profesión. El espíritu de optimismo del país nos ha contagiado y esto se nota claramente en las publicaciones médicas. La Revista Colombiana de Cardiología está decidida y preparada para el reto que se avecina. Quiere ser capaz y no quedar inferior ante la calidad de nuestros profesionales cardiólogos y cirujanos cardiovasculares.

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