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Revista Colombiana de Cardiología

Print version ISSN 0120-5633

Rev. Colomb. Cardiol. vol.18 no.4 Bogota July/Aug. 2011

 

Enfermedad cardiovascular en la mujer

Cardiovascular disease in women

Claudia V. Anchique, MD.

Correspondencia: Dra. Claudia Victoria Anchique Santos, Mediagnóstica, Carrera 16 No. 14-68. Cons. 210. Duitama, Boyacá, Colombia. Correo electrónico: claudia.anchiquesantos@gmail.com

Recibido: 12/09/2011. Aceptado: 30/09/2011.


La enfermedad cardiovascular en la mujer representa un problema de salud pública muy importante dadas sus cifras mundiales de mortalidad y morbilidad (primer lugar en las discapacidades) y por ser la primera causa de muerte en mujeres mayores de 45 años (1-3).

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud en 2004 la enfermedad cardiovascular ocasionó, en el mundo, 32% de las muertes en mujeres vs. 27% en hombres. Se estima que una de cada dos mujeres morirá por enfermedad cardiovascular o cerebrovascular en comparación con una de cada 25 mujeres que lo hará por cáncer de seno (1, 4, 5).

La enfermedad cardiovascular continuará su aumento hasta el 2030 y afectará la población de Europa Oriental y Central, así como países en vía de desarrollo de Asia, Latinoamérica y Medio Oriente, lo cual la convertirá en la primera causa de años de vida perdidos por discapacidad (AVISAS), y la ubicará muy por encima de neoplasias malignas, enfermedades de los órganos de los sentidos, condiciones neuro-psiquiátricas, enfermedades crónicas respiratorias y enfermedades digestivas (3).

Su manifestación clínica más frecuente es la enfermedad isquémica, la cual ha aumentado en forma significativa su prevalencia y mortalidad en la población en mención; más específicamente, en las últimas dos décadas, se evidencia un incremento en la prevalencia de infarto agudo del miocardio en mujeres entre 35 y 54 años de edad y una disminución en los hombres de edad similar (6). En Colombia, de acuerdo con los indicadores demográficos de 2008 presentados por el Ministerio de la Protección Social, la población total correspondió a 44.450.260 millones de personas, de las cuales 22´508.063 (51%) pertenecen al género femenino, con una distribución por edad representada en 37% en mujeres mayores de 40 años. Esto indica que en las próximas décadas más del 40% de las mujeres colombianas serán mayores de 50 años (7), y muchas de ellas padecerán enfermedad coronaria u otra manifestación de la enfermedad vascular (8). Esto impactará de manera negativa en Colombia no sólo la salud como tal, sino la práctica de los trabajadores de la salud y toda la sociedad, sus núcleos familiares y la comunidad en general.

Esta epidemia global de la enfermedad cardiovascular no ha sido un resultado del azar, sino del cambio en los hábitos y estilos de vida relacionados con la transición epidemiológica y la transición demográfica que favorecen la aparición de factores de riesgo causantes de la enfermedad (9-11).

No obstante, los factores que influencian o explican las diferencias en la epidemiología de la enfermedad cardiovascular y su evolución entre hombres y mujeres, no se conocen en su totalidad dado que no hay suficientes estudios que den soporte a las respuestas. De la misma manera, las estrategias para acceder, modificar y prevenir el riesgo de enfermedad cardiovascular, aún están por definirse dado que no existen métodos estandarizados en la detección del riesgo.

Sin embargo, hay avances en el conocimiento acerca del rol hormonal y en la historia reproductiva y de la menopausia en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular, hecho que permite ampliar la visión y el interés en la investigación y en la realización de estudios que den paso a una mayor comprensión de esta patología (5, 12).

Se ha encontrado que en las diferentes regiones del mundo los factores de riesgo tradicionales para enfermedad cardiovascular son, en general, similares para hombres y mujeres (5), pese a lo cual a través del tiempo se han demostrado diferencias de género en la mayoría de ellos, en cuanto a su prevalencia, su relación con otros factores de riesgo y la presencia de factores psicosociales, o ambos (13-17) (Tabla 1).

Las diferencias de género en la enfermedad cardiovascular incluyen aspectos patofisiológicos, manifestaciones clínicas, percepción de la enfermedad e intervención y tratamiento de éstas, lo cual determina una evolución y unos desenlaces diferentes (Tabla 2). Esta cadena de diferencias convierte la enfermedad cardiovascular de la mujer en un tema prioritario de estudio, comprensión, divulgación y manejo, en donde todos estamos llamados a participar.

En este sentido, la Asociación Americana del Corazón (AHA) trabaja desde hace varios años en este tema y este año publicó la segunda actualización de la Guía de Prevención Cardiovascular para la mujer (13), en la que se hacen aportes importantes a la aproximación diagnóstica y la intervención a partir del concepto de prevención. La actualización de las guías incluye cambios en la estratificación del riesgo, en la evaluación y en las recomendaciones. Con relación a la estratificación del riesgo sugerida para realizar la aproximación diagnóstica y las recomendaciones de prevención, se mantienen los tres niveles de riesgo determinados en las guías previas. Cambia el nombre del nivel de riesgo bajo debido a la inclusión de una condición nueva de obligatorio cumplimiento. La clasificación del riesgo actual comprende: alto riesgo, en riesgo y salud cardiovascular ideal, cuyas características se describen en la tabla 3. De otro lado, la clasificación del riesgo en su totalidad, y los cambios realizados, se basan en la evidencia recogida de las diferencias de género observadas, tales como el alto riesgo promedio que tienen las mujeres durante toda la vida (cerca del 50%) de padecer enfermedad cardiovascular, y la subestimación del riesgo en mujeres con enfermedad subclínica (antes clasificadas como de bajo riesgo), o en mujeres con un solo factor de riesgo pero sin estilos de vida saludables.

En cuanto a la aproximación diagnóstica y las recomendaciones de prevención, la Guía contempla tres aspectos fundamentales que podrían representar una futura disminución en la brecha que existe entre las intervenciones indicadas y las que en efecto se realizan. Las actuales recomendaciones tienen en cuenta la eficacia y los beneficios de las intervenciones preventivas basándose en los resultados de la práctica clínica y no limitada a la evidencia de los resultados de los estudios clínicos; se incluye la evaluación y la aproximación diagnóstica de la depresión y la necesidad de realizar ajustes regionales para implementar las recomendaciones internacionales, de acuerdo con la diversidad racial, sociocultural y del entorno (13).

Las barreras de mayor impacto para las mujeres, detectadas hasta el momento, corresponden a minorías raciales y étnicas, menor nivel escolar, baja autoestima, menor nivel socioeconómico, mayor edad, exceso de responsabilidades, menor soporte familiar y social, desconocimiento del riesgo personal, desconocimiento de los factores de riesgo, confusión en la información recibida y subvaloración del riesgo de enfermedad cardiovascular por parte del personal de salud (14, 15, 18).

En Colombia, donde las mujeres cabeza de familia corresponden al 34% (19), es una responsabilidad de la salud pública soportar sus necesidades y ayudar a disminuir las barreras que existen para disminuir las desventajas de sus familias en la implementación de estilos de vida saludables (mejorar la actividad física, reducir el inicio del consumo de tabaco, favorecer el cese del mismo, elegir alimentación más saludable, manejar el estrés) (14, 20).

Brindar soporte a las mujeres para reducir las barreras, les permite actuar con un rol de modelo de estilos de vida saludables que a su vez influenciará a sus hijos, familia y amigos con la posibilidad de extenderse al colegio de sus hijos, al lugar de trabajo y al resto de su comunidad (colegios, organizaciones saludables y entornos saludables) (20).

Las estrategias que permitan mejorar la perspectiva de la enfermedad cardiovascular en la mujer deben comenzar en la edad temprana con la concientización acerca del riesgo de padecer la enfermedad y su rol para lograr su salud cardiovascular; deben acompañarse del soporte gubernamental para apoyar la investigación de género (desde las fases iniciales de la investigación hasta la práctica clínica), y con medidas en salud pública, programas educacionales y registros estandarizados de las diferencias de género. También debe implementarse una mayor interacción entre las diferentes disciplinas involucradas en la salud mental de la mujer, y proveer datos específicos de género para las guías de enfermedad cardiovascular.

En síntesis, las recomendaciones actuales sobre la prevención cardiovascular en la mujer (Tabla 4) se agrupan en tres ítems: estilos de vida saludables, intervenciones de los factores de riesgo mayores y medicamentos.

El reto consiste en que cada mujer siga las recomendaciones que le corresponden y avanzar en la comprensión de los diferentes aspectos no conocidos hasta la fecha, sobre la enfermedad cardiovascular en esta población. El desafío es de todos.

Bibliografía

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