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Revista Colombiana de Cardiología

Print version ISSN 0120-5633

Rev. Colomb. Cardiol. vol.21 no.3 Bogota May/June 2014

 

Medicina, corazón y música de acordeón

Medicine, the heart and accordion music

Marco A. de Leóna

aUnidad de Cardiología, Universidad del Rosario — Fundación Cardioinfantil; Facultad de Filosofía, Universidad Nacional Abierta y a Distancia; Asociación Colombiana de Intérpretes y Productores Fonográficos, Bucaramanga, Colombia

Correo electrónico: marco_de_leon@hotmail.com

Recibido el 10 de febrero de 2014; aceptado el 26 de mayo de 2014.


Son muchos los géneros musicales en todo el orbe que hacen mención a diversos aspectos de la medicina y en especial al corazón como órgano vital en la economía corporal, relacionado de manera metafórica con la expresión y génesis de emociones como el amor, la ira y el odio, no siendo ajeno a ello la música vallenata, oriunda de la costa norte colombiana.

Conclusiones: El vallenato, al igual que muchos otros géneros musicales de corte popular, le canta a los médicos y al corazón, concebido este último, en un contexto poético, como depositario de emociones y capaz de enfermar de amor.

Palabras clave: Medicina; Corazón; Trasplante; Ácido acetilsalicílico.


There are many musical genres which cover different aspects of medicine, and especially the heart, as a very important organ in bodily economy, metaphorically related to the expression and genesis of some emotions like love, anger, hate. The Vallenato music, born in the northern Colombian coast, is not an exception.

Conclusions: The Vallenato music, as well as many other popular music genres, sing to the doctors and the heart, this latter being, in a poetic context, a depositary of emotions and capable of making one lovesick.

Keywords: Medicine; Heart; Transplantation; Salycilic acid.


Introducción

Música, sociedad y salud

Los sentimientos humanos, producto de su condición evolutiva, se validan a diario y de manera continua en la cotidianidad a través de la música, de la mano de la construcción de identidad personal y de grupos humanos, que compartiendo entornos geográficos y afectivos, encuentran elementos comunes vinculantes en las diversas expresiones lúdicas. Toda sociedad halla un punto de equilibrio en la vivencia y la exaltación honesta de su herencia cultural, afianzando con esto sus rutas de desarrollo y sus derroteros de civilidad. Conocer la vereda para ser universal, señala la necesidad innegociable de defender nuestro acervo cultural ante los conatos de transculturación propiciados por la influencia mediática despiadada y mercantilista impuesta por los proxenetas de la cultura. Sociedades como la nuestra, cuyas generaciones más jóvenes, víctimas de la transculturación mediática, satanizan su herencia cultural en pos de un reconocimiento foráneo que abraza el esnobismo conceptual de los modelos estéticos impuestos con fines comerciales, están condenadas a la violencia que surge del desconocimiento y la negación de sí mismos y de no encontrar representación en el otro. Sociedad estéticamente enferma que pretende satisfacer sus necesidades negando hasta su olvido la cultura ancestral. Como reza el adagio popular: aquí los intelectuales quieren ser franceses, la clase media gringa y los pobres mejicanos, pero pocos queremos ser lo que somos. En ese orden de ideas, las tradiciones relacionadas con la medicina ancestral en la que médicos brujos, yerbateros, culebreros, chamanes, boticarios y toda suerte de bien intencionados curadores de oficio, intentaban menesterosamente sanar no sólo el cuerpo sino por sobre todo el alma, curando el mal de amores, el rencor, la tristeza y la decepción, han sido históricamente excluidos del escenario en que se construye y se resimboliza la cotidianidad, asignándoseles una connotación de malignidad y perversidad social. Afianzar y defender su herencia cultural es un imperativo de toda sociedad que procure la emancipación y la permanencia, así como la armonía de sus protagonistas y la convivencia pacífica.

El corazón, músculo infatigable, impulsor de la vida y en otro tiempo depositario de sentimientos y emociones, ha sido, y con seguridad lo seguirá siendo por muchos años, inspiración para poetas y juglares de todas las latitudes, que al compás de sus latidos fabrican hermosas piezas musicales, poemas, relatos y cantidad de creaciones destinadas a acompañar en los seres humanos, estados de alegría, tristeza, euforia, lujuria y hasta sentimientos de grandeza. Como ícono del imaginario popular es símbolo religioso, de los sentimientos y en especial del sufrimiento. El corazón en llamas, el corazón atravesado por flechas, sangrante, con corona, etcétera, pasa a ser un símbolo de profundo arraigo popular, más en una cultura que valida el sufrimiento como condición sine qua non para vivir y alcanzar la felicidad futura. Se cree que algunas culturas meso americanas extraían el corazón vivo y palpitante de aquellos que se ofrecían como sacrificio en las ceremonias religiosas, para agradar a los dioses o para satisfacer su lujuria.

Nuestro folclor vallenato no ha sido la excepción a esa tendencia universal de usar el corazón como protagonista de las más aclamadas páginas musicales. Los registros históricos de la música de acordeón están llenos de hermosos ejemplos en los que magistralmente se combinan los avances científicos en el mundo de la medicina, en el área farmacológica, clínica y emocional, para alimentar el imaginario simbólico que sirve de plataforma a las composiciones vallenatas.

Breve historia del vallenato

De la fusión triétnica a la poética del amor itinerante

Los orígenes de la música vallenata se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Teniendo como instrumentos base la guitarra y el acordeón, este ultimo de origen europeo, la caja o tambor de origen africano y la guacharaca de origen indígena americano precolombino, se supone una fusión triétnica fundamentada en la complementación rítmica y emocional de sus expresiones creadoras1. Pero más allá de la simple fusión instrumental, se establece el imperativo histórico de satisfacer una necesidad vinculante de tres culturas envueltas en un escenario sui generis: obligatoriedad de convivir y construir civilidad a pesar de un absoluto antagonismo cultural, necesidad de expresión y supervivencia de tres lenguas, tres religiones y tres cargas genéticas diferentes que pugnaban por un espacio en la cotidianidad de un continente por definir, y la impostergable necesidad de una fusión cultural que intentara la identificación y representación de sus necesidades comunes2. En tal sentido, la música vallenata se nutre de la poética española, principalmente de estructuras como la redondilla y la décima o espinela, los mitos y leyendas indígenas de las culturas precolombinas y la fuerza interpretativa, así como el ímpetu y rebeldía de los esclavos africanos, heredando de ellos galantería como vehículo de enamoramiento, elegancia, sentido narrativo de lo cotidiano en su desarrollo temático y fuerza interpretativa, entre otras características, para dar origen a un género musical de gran aceptación popular que en la actualidad trascie de las fronteras de la américa latina2. El acordeón inicial, creado por Cyril Demian en Austria, en 1827, dista mucho del instrumento que conocemos hoy con el que alimentamos de alegría nuestros más memorables festejos2. En ese contexto es pertinente anotar que no siempre ha sido así, pues como buenos detractores de lo nuestro, en estricta consonancia con la negación de nuestra herencia cultural y siervos de la transculturación, la música de acordeón fue proscrita de los escenarios más distinguidos de la sociedad valduparense a mediados del siglo pasado, prohibiéndose el ingreso de animales y músicos de acordeón en algunos clubes sociales, situación que por fortuna pertenece a una historia superada.

La música de acordeón, llámese vallenato o folclor caribe, ha evolucionado. Hoy trasciende la construcción básica de las rutinas de acordeón, gracias a virtuosos visionarios como Luis Enrique Martínez, habiendo superado la estructura tonal de la tónica y dominante, para ampliar su círculo armónico paseándose con maestría entre relativos menores, séptimas, novenas y tonalidades disminuidas o aumentadas. De igual manera ha evolucionado en el contexto rítmico, con fusiones, algunas grotescas, otras en grado sumo agradables, con ritmos caribeños, boleros y baladas, sin olvidar su innegable progreso en la construcción gramatical, otrora básica y elemental pero contundente y conmovedora, pasando por una etapa lírica de profundo contenido poético, casi barroca, saturada de metáforas, símiles, comparaciones y sinécdoques, hasta una actualidad urbana, tal vez involutiva y decadente, de lenguaje citadino direccionado a una población más joven, cuyo arquetipo evidencia falta de imaginación y recursos lingüísticos en lo temático, sobrevalorando la rítmica y anteponiendo el consumo de bienes y servicios a la creación artística. La verdadera música vallenata no se aparta de la condición humana, todo lo contrario, enaltece y rinde tributo en cada una de sus creaciones a la condición de un YO romántico, enamorado y soñador, convirtiendo las vivencias cotidianas en poesías cantadas.

El corazón y la salud en el vallenato

El empirismo ancestral y la lógica de la pasión

Si nos remontamos al periodo clásico de la música de acordeón, transcurría el año de 1950 cuando el maestro Rafael Calixto Escalona Martínez3, inspirado y seducido por las bondades terapéuticas del ASA (ácido acetil salicílico), que además de analgésico, por su efecto antiagregante plaquetario se empezaba a proponer como el mejor amigo de las arterias coronarias para mantenerlas alejadas de las nefastas influencias del colesterol de baja densidad y sus secuaces, en su creación "El mejoral" (penas de amor), en ritmo de paseo, lamenta que sus alcances terapéuticos no puedan con los dolores del alma y las penas de amor.

Yo pensé que un mejoral,
Podría curarme este gran dolor
Pero qué me va a curar,
Si es una pena de amor.

Obra musical que en su más vernácula versión fuera llevada al acetato (longplay en ese entonces) por el primer rey del festival de la leyenda vallenata: Gilberto Alejandro Durán Díaz.

Un poco más tarde, hacia 1967, en los tiempos en que el hombre se encontraba próximo a pisar por primera vez la superficie lunar y el Dr. Christian Barnard anunciara al mundo el primer trasplante de corazón exitoso en un ser humano en el Grooteschuur Hospital, ese gran creador de música vallenata, máximo móvil, hacía uso de tan increíble noticia, para pedirle personalmente a su inventor, en unos memorables e imperecederos versos: aunque sufriendo te olvido, que le cambiara el corazón que poseía, tan enamorado y sufrido a causa de una mujer, por uno que fuera más fuerte e indolente, para no volver a quererla ni acordarse de su amor. Canción grabada por Alberto "BETO" Zabaleta y Emilio Oviedo en su álbum Recordaciones.

¡Ay! Christiaan Barnard hazme el favor
De cambiarme el corazón,
Por otro que sea más fuerte,
¡Ay! lo quiero bien indolente
Para no volver a quererte
Ni acordarme de tu amor...

Porque, difícil es cambiarse el corazón
Y Barnard fácilmente que los cambia...

En la vasta obra vallenata también se hace alusión, en repetidas ocasiones, a la competencia que para los médicos representa en la provincia, la presencia de habilidosos yerbateros, también llamados "curiosos" que reemplazaban el papel fundamental del profesional médico en la preservación de la salud en las clases socialmente menos favorecidas o geográficamente aisladas, con mayor protagonismo antes de entrar en vigencia la ley 100 de 1993. Emiliano Zuleta Baquero, en el paseo "El indio Manuel María", del Álbum Río Crecido, 1974, hace referencia a la alta credibilidad de la que gozaba uno de los más famosos curanderos de la comarca para esa época.

¡Ay! el indio Manuel María, que vive en Guayacanal,
¡Ay! ese s
í sabe curar, con plantas desconocidas.

Yo tuve una enfermedad, que nadie la conocía
Y solo me pudo curar, el indio Manuel María

¡Ay! cómo se dejan quitar, los médicos su clientela
De un indio que está en la sierra y cura con vegetales
.

¡Ay! al indio Manuel María, lo busca la gente del centro.
¡Ay! será por entendimiento, o será por economía.

Hay un pasaje muy grato y pintoresco de la música de acordeón, perteneciente a la región sabanera; departamentos de Sucre y Córdoba, titulado "El rico cují", de la autoría de Segundo Mendoza, interpretado por Enrique Díaz, que describe la condición de salud de un rico y avaro hacendado, que por minimizar costos prefería los remedios caseros y la terapia herbolaria ancestral a las recomendaciones de la ciencia médica:

Conozco un ganadero que tiene mucho ganado
Vende novillos gordos y la plata va es para el banco.
Lo mira usted en la calle flaquito como un carrao,
Se le ven las costillas que se le pueden contar.

El otro día sufrió una rara enfermedad
Y yo lo vi bebiendo fue verbena machucá
Ese rico hacendado no puede tener virtud
Con la gripa que tiene, toma raíces de Anamú.

Pero los consejos del vallenato para el corazón no sólo se dan en el campo de la salud física; más allá de los esfuerzos por alcanzar regresión de las placas coronarias o darle un nuevo aliento a la falla cardiaca, nos regala versos para esos corazones tercos que a pesar de todas las decepciones y desengaños sufridos, insisten en enamorarse cuantas veces sea necesario, cada vez que la vida les ofrece una nueva oportunidad de ensayar el amor, sin importar las consecuencias. Jorge Oñate, "el jilguero de América", en compañía de los hermanos Zuleta, interpretando el genio creador de Idelfonso Ramírez Bula en el tema titulado "Terco corazón", canta a esos amantes empedernidos con incuestionable validez; porque el corazón cuando enferma no siempre requiere cardiólogos, a veces necesita de un psiquiatra.

Terco corazón ya te volviste a enamorar
Te hacen sufrir bastante y después est
ás arrepentido
Ya no te acuerdas cuando estabas en olvido
Y decías que lo mismo no te volvería a pasar
.

Son esos mismos corazones, como bien anota el médico ginecólogo Fernando Meneses Romero: alegres como una fiesta de pueblo, que cuando les abandona el amor, no hay nada que los alegre, sólo visten de duelo.

En otra de las más hermosas páginas de nuestro folclor vallenato: "El corazón del valle", de la autoría de Roberto Calderón Cújia, se ofrece a la mujer amada, a cambio de su amor, lo más caro a los afectos de su tierra; el propio corazón del valle: el cerro de Murillo y su folclor, escenificando un metafórico intercambio de valores afectivos. Interpretada por Jorge Oñate como vocalista y Juan Humberto Rois en el acordeón, álbum Treceavo aniversario, año 1982, tema versionado también recientemente por Peter Manjarrez.

He venido a traer la queja
Porque un vallenato se puede morir
La esperanza que me queda
pa' que ella me quiera
Les vine a pedir
Les vine a pedir el favor,
Que me prestaran, que me prestaran
Lo más sensible que tiene la región
Como el cerro de Murillo y su folclor
Que es el corazón del valle
Pa' que esa mujer me dé su corazón
Lo más grande que puedo ofrecerle yo
Es el corazón del valle.

Y no podemos olvidar hacer mención de la canción: "Mi corazón", de la autoría e interpretación del gran juglar Diomedes Díaz Maestre, el "cacique de la junta", año 1987, álbum Fiesta Vallenata volumen 13, en la que le pide encarecidamente a un colega de la ciudad de Valledupar, en su calidad de especialista en Cardiología, que le cambie su maltratado corazón:

¡Ay! Doctor Eduardo Arredondo hágame el favor
Vengo aquí porque en verdad es que me siento mal
Y usted como es un cardiólogo en especial
Yo quiero que me examine el corazón,
Es que me lo acaban de maltratar
Y ahora me tiene en el pecho un fuerte dolor
Y quiero saber si tiene curación
O si no para mandármelo a trasplantar
Y ponerme uno pequeño, oiga Doctor,
Que no conozca el origen de este mal.

Y que salga resistente ante el dolor
Por si acaso yo me vuelvo a enamorar
("Aunque creo que no"
= Fraseo hablado)

... ¡Ay! los golpes que he recibido aquí en mi pecho
Me tienen el corazón muy afectado
Y ahora de nuevo me lo maltrataron
De modo que ya ni casi me lo siento
Y esto me tiene a mí muy preocupado
Porque antes mi corazón vivía contento
Y quiero que usted me le tome un electro,
Un electrocardiograma pa' fijarnos
Y si no tiene remedio me abra el pecho
Y me ponga uno pequeño y me da el otro pa' guardarlo
Porque un corazón tan bueno no merece
Que me lo saquen del pecho pa' botarlo...

Hay también un hermoso pasaje para recordar, que destaca las virtudes y habilidades quirúrgicas de un reconocido y brillante cirujano de la ciudad de Valledupar, el Dr. Martínez Calderón; corría el año de 1973 cuando el "jilguero de américa", Jorge Oñate González, en compañía de los Hermanos López, álbum El cantor de Fonseca, interpretando la inspiración autoral de Luciano Guyo Fragoso, titulada "El compadre", refiriéndose al célebre compositor Tobías Enrique Pumarejo, canta con el corazón y para el alma:

Después me dijo don Tito con una preocupación
Si el caso es de operación, voy a ver a mi hermanito

Él tenía mucha razón cuando le oí decir un día
Que solo se operar
ía, con Martínez Calderón

(Coro)
Es un médico eminente,
Un experto cirujano
Con el bisturí en la mano,
Le da vida a sus pacientes

Y para terminar no podemos dejar a un lado la gran obra musical de Diomedes Díaz, titulada "La medicina", grabada con el acordeón de Iván Zuleta Barros en el álbum Fiesta vallenata, año 2000, en la que magistralmente el Cacique de la junta hace un homenaje a la cirugía reconstructiva y destaca la forma en que los avances de la medicina permiten el reemplazo de diversos órganos, llevando su acertada metáfora a una de las más afortunadas frases de animación de la música de acordeón: Llevándole la cabeza al médico, lo demás se lo fabrican ellos.

Ya la gente tiene repuesto
Como el carro de gasolina
Si los médicos se han dispuesto
A hacer el bien por nuestras vidas
Ya eso no importa, no interesa
Si el enfermo va descompleto,
Después que lleve la cabeza
Ya lo demás se lo hacen ellos

(Estribillo)
¡Qué viva la ciencia médica, que tenemos hoy en día y
todas aquellas cabezas que han estudiado la cirugía!

De esta manera hemos dado un breve repaso a algunas de las canciones más representativas del género vallenato, en las que se destaca el acto médico, aun aquel ejecutado al amparo del empirismo ancestral, y la importancia poética y metafórica del corazón como depositario de las emociones y el sufrimiento propio de las frustraciones amorosas.

Bibliografía

1. Araújo de MC. Vallenatología, orígenes y fundamentos de la música vallenata. Segunda Edición. Bogotá (Colombia): Editorial Tercer Mundo; 1978.         [ Links ]

2. De león M. El vallenato, origen y evolución la historia bien cantada. Primera Edición. Bucaramanga (Colombia): SIC editores S. A. (Casa del libro Total); 2010.         [ Links ]

3. Araújo Noguera C. Rafael Escalona: el hombre y el mito. Primera Edición. Bogotá (Colombia): Editorial Planeta S. A. 1998. p. 310, 353.         [ Links ]