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Semestre Económico

Print version ISSN 0120-6346On-line version ISSN 2248-4345

Semest. Econ. vol.13 no.27 Medellín July/Dec. 2010

 

Intercambio y mercado en el pensamiento de Max Weber*

 

Exchange and market in Max Weber’s thinking

 

Intercambio e mercado no pensamento de Max Weber

 

 

John Trujillo Trujillo**; Nelson Álvarez Marín***

** Antropólogo, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia; máster en Antropología Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia; docente-investigador Universidad Central, Facultad de Ciencias Administrativas, Económicas y Contables, Departamento de Mercadología, Bogotá, Colombia. Vinculado al grupo de investigación Mercado, intercambio, cultura y organizaciones. Bogotá, Colombia. Correo electrónico: jtrujillot@ucentral.edu.co
*** Administrador de empresas, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia; especialista en Gerencia de Marketing, Universidad Central, Bogotá, Colombia; máster en Relaciones Internacionales Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Docente-investigador Universidad Central, Facultad de Ciencias Administrativas, Económicas y Contables, Departamento de Mercadología, Bogotá, Colombia. Vinculado al grupo de investigación Mercado, intercambio, cultura y organizaciones. Bogotá, Colombia. Correo electrónico: nalvarezm@ucentral.edu.co

 

Recibido: agosto 09 de 2010 Aceptado: octubre 21 de 2010

 

 


Resumen
Este artículo es resultado de una indagación documental, que recoge los aportes a la teoría del intercambio y del mercado desde el texto de Max Weber Historia económica general (1923 y 2001) y de algunos trabajos de especialistas interesados en su obra. El método de trabajo acogido se basó en la elaboración de resúmenes analíticos y en la construcción de matrices categoriales que permitieron sistematizar las formulaciones de Weber y de los demás autores tratados. En el texto se pone en evidencia el porqué Weber se convierte en uno de los pensadores que con mayor amplitud y precisión ha logrado profundizar en las explicaciones sobre los nexos existentes entre los determinantes económicos, las relaciones sociológicas y los procesos históricos que llevaron al desarrollo del mundo occidental que hoy se conoce. Se trata, por tanto, de un pensador cuyas teorizaciones mantienen plena vigencia para adelantar análisis socio-económicos desde diversas disciplinas.

Palabras Clave
Max Weber; intercambio; mercado; teoría del intercambio; teoría del mercado; economía política.

Clasificación JEL: A12; A14; M31; M41.

Contenido
Introducción; 1. Aspecto central en la obra de Max Weber; 2. Concepción sobre el intercambio y el mercado en Max Weber. 3. Intercambio y mercado como sistemas en el capitalismo. 4. Elementos de Weber para la delimitación del campo de estudio de la mercadología. Bibliografía.


Abstract
This document is result of a documental enquire, that gathers the contributions that Max Weber makes to market and exchange theory in his text General Economic History (1923 and 2001). Other works done by specialists inspired by his text have been also taken into consideration. The acquired working method was based in the elaboration of analytical summaries and in the construction of category matrixes that enabled the systematization of the formulation made by Weber and the rest of the considered authors. The text evidences why Weber is one of the thinkers that best approaches; existent links between economic determinants, sociological relations and historic processes that lead to the development of western civilization as it is known today. This is why Weber is still a thinker which theories are still applicable for socio economic analyses in diverse disciplines.

Key Words
Max Weber, Exchange, Market, Exchange theory; Market theory; Political economy.

JEL Classification: A12; A14; M31; M41

Content
Introduction; 1. Central aspect of Mark Weber's work; 2. Mark Weber's conception about exchange and market. 3. Exchange and market as capitalism systems. 4. Weber's elements for the field delimitation for the marketology Bibliography.


Resumo
Este artigo é resultado de uma indagação documental, que recolhe os aportes à teoria do intercambio e do mercado desde o texto de Max Weber Historia Econômica Geral (1923 e 2001) e de alguns trabalhos de especialistas interessados em sua obra. O método de trabalho acolhido baseou-se na elaboração de resumos analíticos e na construção de matrizes categoriais que permitiram a sistematização das formulações de Weber e dos outros atores tratados. No texto se põe em evidencia o porquê Weber converte-se num dos pensadores que com maior amplitude e precisão tem logrado aprofundar nas explicações sobre os nexos existentes entre os determinantes econômicos, as relações sociológicas e os processos históricos que levaram ao desenvolvimento do mundo ocidental que hoje é conhecido. Trata-se por tanto num pensador cuias teorizações matem plena vigência para adiantar análises socioeconômicos desde diversas disciplinas.

Palavras-Chave
Max Weber; Intercambio; Mercado; Teoria do intercambio; Teoria do Mercado; Economia politica.

Classificação JEL: A12; A14; M31; M41

Conteúdo
Introdução; 1. Aspeto central na obra de Max Weber; 2. Concepção sobre o intercambio e o mercado em Max Weber; 3. Intercambio e mercado como sistemas de capitalismo; 4. Elementos do Weber para a delimitação do campo de estudo da mercadologia; Bibliografia.


 

 

Introducción

El artículo tiene por propósito alcanzar dos objetivos: el primero relativo a recoger y reconocer el valor de los planteamientos de Max Weber en torno al papel del intercambio en la vida social, y de su relación con el mercado entendido como un sistema y una institución transversal a la vida actual. En segunda instancia, se trata de plasmar algunos elementos de Weber frente a los nexos que entendió existen entre la visión sociológica y la visión económica para aprehender el mundo social.

Así se encuentra que Weber desarrolló de forma detallada un abordaje a los temas del intercambio y del mercado, razón por la que se define como un ejercicio insoslayable profundizar en su pensamiento, al ser una fuente importante para ampliar el eje conceptual nuclear del mundo de las áreas económicas, administrativas y afines como la mercadología en su necesidad por alimentarse de aquellas corrientes teóricas, conceptuales, metodológicas y de acción-intervención que mayor riqueza contienen frente a sus temas de interés. Teniendo esto presente, en el texto se exponen las principales formulaciones de Max Weber y de algunos de sus analistas alrededor las inquietudes que han movido a revisar su producción escrita.

Para adelantar este ejercicio metodológicamente hablando, nos signamos a la propuesta de investigación-revisión que en su momento hizo tránsito desde el Centro de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Administrativas, Económicas y Contables de la Universidad Central, donde se definió el proyecto como un ejercicio de análisis cualitativo que llevó a revisar varios de sus trabajos. Por esta razón, el trabajo se centra en la obra Historia económica general (Weber, 1923 y 2001), la que se considera su obra central para abordar la discusión sobre la relación entre intercambio y mercado. Al tiempo se revisa un número importante de trabajos de autores que aparecen referidos a lo largo del artículo, quienes han tomado de modo reciente a Weber (1923) en su reflexión e investigación, dado el valor de sus aportes a la teoría social.

Los resultados del artículo se encaminan a permitir al lector, especialmente de las áreas económicas y administrativas, acercarse y retomar algunos elementos del pensamiento de este sociólogo alemán, quien se mantiene vigente en la reflexión social, toda vez que sus explicaciones aportan elementos centrales a la comprensión de la manera como se configuran en el mundo actual las relaciones entre agentes sociales y agentes económicos, en el ámbito del mercado a través de las interacciones del intercambio. Como conclusión de esta elaboración escrita, se establece que los principales puntos del pensamiento de Weber (1923) atienden a la necesidad que existe de lograr un mayor acercamiento entre las comprensiones abstractas de la mirada económica sobre el papel de la economía en la sociedad, y la visión de sociólogos y antropólogos más cercana al entendimiento del funcionamiento complejo que ejercen los agentes sociales frente a la dinámica económica.

Para avanzar en este propósito, el artículo se estructura a partir de una introducción general donde se da cuenta de los elementos particulares que dieron una connotación especial al trabajo interpretativo de Max Weber, lo que se complementa con un primer aparte donde se indican los aspectos centrales de su obra vistos como elementos estructurantes en la formulación de su pensamiento. A partir de allí el texto detalla la perspectiva de Weber frente a su visión de lo que se constituye como su propuesta teórica e histórica para abordar los temas del intercambio y del mercado; de allí se pasa a tratar la forma como mercado e intercambio se configuran como sistemas en el modelo económico capitalista. Finalmente se esbozan algunas ideas preliminares sobre lo que se piensa pueden ser aportes de Weber en relación con la configuración de un campo de estudio que se puede denominar como mercadología, referida así, en tanto lugar valioso para realizar investigaciones, discusiones y reflexiones sobre el tema del mercado tomado como institución emergente en el contexto de la modernidad y consolidada en el período actual bajo la llamada sociedad de consumo y de la información.

 

1. Aspecto central en la obra de Max Weber

Max Weber (2001) pertenece a una línea de pensadores que, de forma diferente a los teóricos evolucionistas y funcionalistas de la sociología de su época, como Auguste Compte (1980), Herbert Spencer (2002, 2010), Emile Durkheim(1993, 2001), Marcel Mauss (2009) y otros más (Green y Johns, 1969), interesados en la construcción de un conocimiento social objetivable, vieron la disciplina en otro sentido, bajo la idea de asumirla como una ciencia comprensiva -intersubjetiva- tal como lo mencionan Green y Johns (1969), al igual que Bonner (1998). Desde esta óptica determinaron que el camino de la misma debía dirigirse hacia la elaboración de parámetros de indagación que reconocieran lo fluctuante, lo cambiante y lo subjetivo del mundo, algo que menciona Andreski (1973). Weber, así, observó que ésta era la vía que permitiría acercar a los practicantes de la sociología a un entendimiento de los eventos sociales, en su pretensión por encontrar explicaciones apropiadas a los complejos fenómenos históricos existentes en el mundo. De este modo, como lo refiere Ingold (1991, p. 386): "comprender el significado que el sujeto une a su acción es descubrir su capacidad mental, lo cual requiere un proceso de observación e interpretación que Weber llamó vertehen, traducido por lo general como "entendimiento".

El trabajo académico del sociólogo alemán Max Weber1, desde su enfoque sociológico comprensivo y a partir de su visión metodológica central conocida como teoría de la acción social, se resalta -como lo menciona Swedberg (2003, p. 283)-, por su valor, al interesarse por mirar las acciones de los actores sociales, las cuales fueron agrupadas por Weber en cuatro tipos: "instrumentally rational, value-rational, affectual, and traditional"2, elementos que fueron importantes para adelantar sus análisis sobre los temas del intercambio y del mercado.

Para adelantar su propuesta, Weber (2001) desarrolló el que se ha leído como modelo de sociología comprensiva del mundo humano3. Desde allí soportó su ejercicio a partir de identificar y delimitar categorías y unidades analíticas y conceptuales, cuyas posibilidades y alcances teóricos estableció en la primera parte de su obra clásica Economía y sociedad. Lo más relevante de tal ejercicio -a criterio de los autores- se relaciona con su claridad por reconocer que dichos elementos debían entenderse como medios que servían al experto para ordenar su entendimiento de lo social a partir del trabajo sobre temas específicos, evitando de este modo caer en la elaboración de teorías generales de la sociedad4. De allí se destaca que Weber (1923) considerara que no se debían confundir las categorías de análisis con la realidad social misma, pues aquellas unidades simplemente servían al propósito sociológico para explicar los eventos humanos en dirección a revisar las acciones realizadas por las personas, los grupos de interés y las instituciones en los órdenes sociales que articulan el mundo cultural, algo que evidencia Zafirovski (2002) quien analiza la importancia del trabajo de Weber para estudiar la evolución de los fenómenos sociales. Por ello él imaginó que sólo el seguimiento cuidadoso de las relaciones sociales históricas permitiría hallar explicaciones adecuadas -no verdaderas- a las conductas sociales, tal como lo mencionan García, Muñoz y Gómez (2006).

De este modo se puede indicar que para comprender cuál fue el enfoque analítico utilizado por Weber (2001) al manejar los temas del intercambio y del mercado, se hace necesario resaltar que las vio como unidades de análisis sociológico, en tanto categorías útiles al estudioso para desarrollar su ejercicio teórico dirigido a desvelar qué lugar y qué incidencia han tenido aquellos fenómenos en el mundo social. De este modo, cuando Weber acudió al análisis destinado a apreciar las acciones sociales surgidas de las relaciones de intercambio, desde el propio intercambio o en torno al intercambio o en el mercado, desde el propio mercado y en torno al mercado, se está hablando simplemente de unidades abstractas de pensamiento usadas por el investigador en su trabajo, y por tanto, sus contenidos son insuficientes para hallar verdades tangibles y globales; situación que no hace desaparecer, según Weber (1923), su validez para comprender las relaciones que surgen de los nexos entre intercambio, mercado y las demás instituciones sociales. Un ejemplo de estas limitaciones se encuentra cuando se desea estudiar la economía de sociedades no industriales, que tal como lo mencionara Firth (1971) al hablar de Weber, demanda un cuidado especial si se pretende aplicar categorías de la ciencia económica a sistemas económicos no occidentales tradicionales.

De lo anterior se desprende que la posibilidad sociológica para hacer interpretaciones sociales -siempre limitadas-, se basó en Weber en la mecánica de definir con claridad el asunto a estudiar con relación a los eventos que subyacen al contexto -para nuestro caso el mundo del intercambio y a sus relaciones con el mercado-, y para conocer lo que su presencia genera en la sociedad5. Esos eventos, en la perspectiva de Weber, tienen efectos que llevan a la transformación social a través del tiempo, y por eso mismo al ser tomados como asuntos de estudio, es necesario advertir que los enunciados categoriales sufrirán alteraciones nacidas de las relaciones que incesantemente se reescribirán en el mundo cotidiano, algo que, en palabras de Kalberg (2007), atiende a relacionarse con la ruptura que sufrió la visión de la existencia entre aquella guiada por los designios divinos y la perspectiva de Weber con respecto al surgimiento de la noción de persona, en tanto individuo que ahora buscaba dar sentido a su existencia. Por ello se trata de un acercamiento teórico donde no hay cabida para sacar conclusiones absolutas, para hallar verdades totales, para encontrar resultados definitivos o respuestas completas sobre ‘la realidad' que se estudia y sobre aquello que la modifica; y por eso antes de pensar en llegar a conclusiones generalizantes, el sociólogo, desde la óptica weberiana, debe preocuparse fundamentalmente por leer diacrónicamente y no sincrónicamente.

De allí su consideración acerca de tomar el conocimiento sociológico dentro de ciertos límites, los que se definen por las metodologías con que cada quien elabore el análisis social, por las técnicas y los medios que se empleen para captar los datos base de su ejercicio analítico y por las limitaciones epistemológicas contenidas en las reales posibilidades de cada categoría empleada para efectuar la labor analítica.

Teniendo estas premisas en mente, se puede indicar que para abordar el trabajo de Weber, es útil reconocer el cuerpo de elementos conceptuales que desarrolló en las primeras cien páginas de su obra Economía y sociedad, pues se trata de una descripción detallada de los componentes analíticos que soportaron en gran medida su ejercicio. En dichos enunciados, Weber estableció los límites de cada unidad de análisis por él propuesta, configurándose su tipología como un marco de trabajo para adelantar su propuesta interpretativa y comprensiva. De este modo, se sabe que no son simples definiciones sino que se trata ante todo de un cuerpo de contenidos útiles para elaborar explicaciones sobre aspectos específicos del mundo social que, ajenos a los enfoques deterministas, operan como un juego de posibilidades de amplio alcance, y es ahí donde radica -aun cuando suene paradójico- la rigurosidad científica e investigativa de su propuesta.

Esta capacidad de elaboración sirvió a Weber para encaminarse en un interés por lo comprensivo y no por lo absoluto, pues en cada aspecto que abordó dejó abierta la puerta hacia la operación individual -acción- de los sujetos sociales. Por ello, cuando Weber estudió algún asunto, por ejemplo, la economía y sus relaciones en un entorno capitalista como lo indica Swedberg (2003) o en uno tradicional como aparece en Keyes (2002) avanzó sobre un esquema que le permitió formular con cierta precisión, cuáles eran las posibilidades de los agentes para participar de ese juego económico, toda vez que enunció el grupo de movimientos probables sobre los que aquéllos podrían desarrollar sus acciones.

 

2. Concepción sobre el intercambio y el mercado en Max Weber

Tal como lo menciona Izquierdo, para Max Weber (2001) el concepto intercambio fue visto como un concepto simple, lo que significa que su uso se refiere al nivel del empleo lingüístico del mismo sin haberse detenido a visualizar los ámbitos en los cuales el intercambio se convierte en un concepto de relación compleja; así dice Izquierdo (1991, pp. 102-103): "El intercambio, por mucha homogeneidad que quiera encontrarse en el curso lingüístico cotidiano, no puede desprenderse de las connotaciones que, en cada caso, le especifican, si no se quiere caer en el peligro de la tradición en el término"; de esta manera se llega a la trampa de verlo como articulado únicamente al contexto normativo en que se usa su significado en la cotidianidad, pero se desconoce su fuerza en relación con la forma como opera dentro del aparato físico-tecnológico, algo que le confiere un nivel de mayor complejidad frente a la discusión lógica. En últimas, en la perspectiva de Weber, el intercambio está cargado de un fuerte referente dado por el contexto social en que opera. Veámoslo en detalle.

2.1 Acerca del intercambio

El papel central dado por Weber a la teoría del intercambio está estrechamente relacionado, en términos de la consolidación histórica del sistema capitalista, con la función que él otorgara al dinero, dada la manera como observó que aquel llegó a convertirse en Europa, en el mecanismo privilegiado para hacer posibles las intermediaciones comerciales de una forma distinta a como se habían hecho en otras épocas en diversas sociedades. Weber (2001, p.207) indicó de este modo que el dinero apareció como "creador de la propiedad individual"; y ubicó la propiedad más antigua -previa al dinero y a su poder adquisitivo- en los objetos elaborados por cada persona -utensilios, armas y ornamentos-, elementos que se mantuvieron sujetos en todo lugar, dice, a derechos sucesoriales, y fue ese evento el que consideró debía contener la explicación sobre el origen del dinero.

Para nuestra época, anota Weber (2001, p. 207), el dinero tiene dos funciones: "de una parte sirve como medio legal de pago, y de otra como medio general de cambio"; la primera es más antigua y su existencia corresponde a una etapa en la que aún no había relación entre dinero y cambio, pues era un período cuando las prestaciones económicas no se basaban en el cambio, a pesar de estar aquellas soportadas en medios de pago como la entrega de tributos, de regalos dirigidos a los jefes o entre jefes, de dotes para acceder a las novias y dotes de composición o el pago de multas y castigos que se fundamentaron en la presencia de ciertos medios de pago, pero nunca bajo la figura del trueque u otro mecanismo basado en la fórmula del movimiento monetariamente interesado.

En esta fase, dice Weber (2001), no se debe pensar o imaginar la existencia de monedas uniformes en el sentido actual, sino simplemente en el uso de algunos bienes referidos dentro de cada marco local como elementos apropiados para atender los tipos de prestaciones empleadas en cada sector económico; por eso no se podía comprar una mujer con conchas bajo la idea de ser algún tipo de moneda, sino con cabezas de ganado que aseguraran las relaciones sociales de alianza. A este dinero destinado para cubrir las obligaciones de grupo Weber dio el nombre de dinero interior.

Fue posteriormente cuando apareció la función del dinero como medio general de cambio, indica Weber (2001, p. 209), algo que se originó en el ejercicio del comercio exterior, en un principio, presente en la práctica de la entrega de obsequios mutuos entre jefes extranjeros -Egipto y antiguo Oriente- y también por la presencia de mercancías exóticas: "El comercio típico de linaje y de tribu hace susceptibles de cambio determinadas mercancías estimadas por el solo hecho de no encontrarse en el mercado local". Así fueron incorporándose en los mercados locales tipos de monedas extranjeras que eran aceptadas para hacer pagos mercantiles como aranceles y derechos de peaje, lo que obligaba a los jefes locales a recibir ese recurso al ser el medio empleado por los comerciantes foráneos, a quienes así se les protegía.

Esta primera fase del dinero como medio de cambio, indica Weber (2001), se presentó de varias formas: Existió el dinero ornamental -conchas, cuentas de vidrio, ámbar, coral, colmillos de marfil- objetos que al ser empleados por distintas tribus empezaron a alentar el comercio interior. Igualmente, circuló el dinero utilitario -trigo, ganado, esclavos, tabaco, aguardiente, sal, instrumentos de hierro, armas- empleado para adelantar el tráfico exterior, y que sirvió como medio para expresar una obligación de pago o la valoración sobre otros bienes cambiados. Existió también el dinero indumentario -pieles, cuero, tejidos-, que sirvió al comercio interior y exterior. Y en algunos lugares más apareció el dinero signo -fichas de juego chinas, dinero/piel, pedazos de algodón- objetos que se fueron considerando socialmente aceptados para realizar determinados pagos. Pero ninguno de estos sistemas, indica Weber (2001), llegó a ser afín al sistema monetario actual, al no representar en sí ningún valor real de cambio.

Esos sistemas, explica, existieron simultáneamente, lo que llevó a que surgiera un sistema de equivalencias, donde, por ejemplo, una mujer era adquirida tras entregar varios objetos; emergen, así, correlaciones entre diferentes tipos de dinero, lo que fomentó la tradición que identificaba la cantidad de objetos y el tipo de aquellos a ser dados para concretar un cambio; de este modo se formó la noción de tarifa. Tal situación cambió durante la Edad Media, indica Weber (2001), cuando se desarrollaron otro tipo de relaciones económicas de cambio, período en el que la forma de las tarifas fundadas en la tradición y la costumbre dio paso a un sistema de indemnizaciones destinadas a cubrir daños nacidos de las reclamaciones.

La maduración de las fases del dinero hasta llegar a convertirse en medio de cambio vivió una etapa importante con la presencia cada vez mayor de los metales preciosos, utilizados para amparar las transacciones, usados inicialmente como medios de pago, y más tarde, como medios de cambio. Los metales presentaban, a diferencia de los medios previos como los ornamentos, ventajas específicas dada su lenta oxidación, su relativa rareza y cierta facilidad para ser divididos y trabajados; y junto al uso de ese dinero metal se generalizó también el uso de la balanza destinada al pesaje. Ya más adelante acaeció su figuración en forma de moneda hacia el siglo VII a. C.; sin embargo, sólo con el surgimiento del florín de oro de Florencia, hacia 1525, se logró una acuñación constante de un metal; pero garantías técnicas reales sobre este tipo de moneda en circulación, comenta, sólo se alcanzaron hacia fines del siglo XVII.

De modo articulado al uso de la moneda, tomó fuerza la noción de patrón metálico referido por Weber (2001, p. 213) como: "… la aceptación de determinadas monedas como medios de pago, ya sea ilimitadamente (patrón monetario), ya hasta un importe máximo determinado (moneda divisoria)". Por otra parte, se abrió paso el principio de libre acuñación de patrones monetarios, etapa en la que se hizo pertinente identificar metales específicos para el tráfico de monedas, privilegiándose el uso de la plata y el cobre en el tráfico interior, y el oro -con posterioridad a la plata- para el tráfico entre países lejanos. En este proceso histórico fue relevante la explotación de metales en las llamadas Indias Orientales -América-, donde se adelantó la producción en las minas de plata mexicanas y peruanas, y de plata y oro de otras regiones: tal como indica Weber (2001, pp. 217-218) al citar a Ad. Soetbeer y W. Lexis: "Las cantidades de metal noble extraídas en México y América del Sur se estiman, para el período que va de 1493 a 1800, en unos 2 ½ millones de Kg de oro y de 90 a 100 millones de Kg de plata".

Establecido el sistema económico moderno, basado en la fábrica como el lugar dedicado a la producción de las mercancías dirigidas al intercambio, se suscitó una reelaboración del funcionamiento de la sociedad, cuyo cambio se originó dentro del pensamiento racional-instrumental bajo la llamada acción económicamente orientada, que como lo menciona Weiss (1997, p. 41) al retomar a Weber, atiende a enfocarse en la obtención de beneficios y la reducción de costos, algo que se convirtió dentro del moderno sistema económico capitalista en el pilar de su dinámica, en tanto: "… se traduce en la búsqueda de mayor productividad en el proceso de trabajo".

A partir de aquí se enlaza el tema del intercambio con el abordaje que hiciera Weber (2001) sobre el origen del mercado y su tránsito hacia el mercado capitalista actual.

2.2 Acerca del mercado

Max Weber (2001) elaboró una mirada histórica sobre la manera como se dio el surgimiento del mercado en sus diversas versiones, las que se iniciaron unidas, en un primer momento, a todo el proceso de conformación del comercio. De ahí se observa el interés de este autor por describir cómo se llevaban a cabo las actividades comerciales en distintas culturas ubicadas en diferentes puntos geográficos del planeta.

De esta forma Weber (2001), en su obra Historia económica general, desarrolló el capítulo sobre operaciones con mercancías y con dinero en la época precapitalista como preámbulo a su capítulo sobre el origen del capitalismo moderno6. En esa etapa inicial, indica Weber (2001, p. 173), la primera forma de comercio tuvo que ver con un fenómeno interétnico, haciendo referencia a un comercio que no se daba dentro de la misma tribu o comunidad sino con "personas ajenas a la tribu" y la catalogó como un esquema que pudo surgir como especialización interétnica de la producción. A esa forma de relación social antecedió, según explicó Weber (2001, pp. 173-174), el comercio propio de una tribu:

… con sus productos puede llevarse a cabo de muy diversas maneras. Primeramente constituye una ocupación accesoria, de campesinos y artesanos de la industria doméstica, precisamente como labor de temporada. De esta fase deriva el comercio ambulante (buhoneros) y la venta al detalle en calidad de profesión independiente. Comienzan a formarse comunidades tribales que pronto se consagrarán exclusivamente al comercio; pero también puede suceder que la tribu dotada de aptitudes industriales sea visitada por los demás.

Pero esta no es la única posibilidad de comercio que visualizó Weber (2001, p. 174), quien, además, retrató la aparición de otras figuras históricas tales como las de la India en torno al comercio de casta que benefició a los banyas, quienes por su posición social, dice él, debieron monopolizar tal dinámica. Igualmente menciona el caso de los judíos, a quienes atribuye una predilección por las transacciones en dinero, lo que se habría originado en la diáspora que los llevó a manejar en su situación de nómadas permanentes, prácticas que: "les permitieran entregarse por completo al estudio de la ley…", prácticas centradas en el uso del mecanismo del préstamo. Igualmente relata el caso del comercio de la clase de los señores, quienes habrían empezado a llevar al mercado los productos sobrantes de las cosechas de su economía privada, estrategia que se correspondería con la existencia de feudos tanto en el período antiguo como con el Medioevo europeo. Otra figura tuvo que ver con el comercio de donaciones que, según Weber (2001), fue practicado por los príncipes en el antiguo Oriente, quienes acostumbraban hacerse obsequios en épocas de paz. Al declinar este mecanismo, probablemente se abrió paso la figura de las contraprestaciones que sustituyeron a los obsequios, y nació un verdadero comercio regulado con minucia. Una figura adicional fue la utilizada por los faraones egipcios y que definió como comercio por cuenta propia, basado en la exportación e importación de mercancías en buques propios. Finalmente surgió el comercio de las florecientes ciudades europeas como Venecia, modelo que pronto fue copiado por numerosos Estados patrimoniales de Asia y Europa.

Alrededor de estas estrategias ocuparon un lugar importante personajes centrales del comercio como los buhoneros -forma de comerciantes ambulantes-; los actores y negotiatores -forma de empleados-vendedores de la Europa medieval que se encargaban de llevar al mercado los productos pertenecientes a un señor monástico-; los régulos -especie de intermediarios quienes monopolizaron el comercio intermedio en las costas de África-; se trató en todos los casos de figuras que posteriormente vivieron su transición hacia el modelo de comerciantes que hoy se conoce, y que en la perspectiva de Ryman y Turner (2007), basados en Weber, permite identificar su relación con la aparición de los modernos empresarios.

Articuladas al comercio, se forjaron ciertas condiciones técnicas indispensables para garantizar el transporte de mercancías a través de regiones y territorios inhóspitos y agrestes, pues en ese inicio sólo se tenían carreteras y rutas marinas o fluviales de alto riesgo dadas las condiciones de pillaje de la época. Esas circunstancias, dice Weber (2001), fueron pertinentes no para la existencia del comercio antiguo sino para la aparición del comercio propiamente profesional. En esa etapa fueron la fuerza de los hombres y la de los animales de carga las responsables del flujo de mercancías, lo que evidentemente deja ver que se trataba de un comercio de menor escala.

Por ello, considera el autor, se hicieron necesarias condiciones técnicas profesionales, identificadas por Weber (2001) como ocasiones de transporte reguladas y, hasta cierto punto, previsibles; es decir, formas de transporte y condiciones de desplazamiento que beneficiaran las acciones del comercio al contarse ya con caminos y rutas navegables sobre las que se fue constituyendo un cierto conocimiento -por ejemplo alrededor del ejercicio náutico basado en el desarrollo de técnicas e instrumentos de navegación-; o el surgimiento de acciones estratégicas como el acompañamiento de escoltas armados que resguardaban las caravanas de los asaltos -tanto en tierra como en agua-, acción que afectaba las actividades de intercambio comercial.

Alrededor de estas prácticas aparecieron, indica Weber (2001), tres figuras fundamentales para el posterior desarrollo del mercado capitalista moderno, mercado que, tal como refiere Parsons (1929), Weber afrontó bajo la comprensión de la existencia de dos tipos de capitalismo como fueron el capitalismo en general y el capitalismo moderno. La primera de aquellas figuras fue el grupo de profesionales encargados de la explotación industrial, quienes en Europa poco a poco se organizaron en gremios. En segundo lugar los comerciantes marítimos propietarios de las naves, quienes asumieron para el transporte de las mercancías muchos riesgos, lo que hacía de esta actividad una profesión altamente incierta.

Por último se identifica la figura del prestamista, quien funcionó como el propulsor de los viajes de exportación e importación de mercancías al costear en un alto porcentaje los valores de las exploraciones comerciales, actividad que estaba llena de riesgos tales como los robos, las catástrofes y los largos períodos que duraban los viajes comerciales, usualmente superiores a seis meses. Sin embargo, dice Weber (2001, p. 183), no eran aún actividades propiamente capitalistas, pues si bien ello llevó a que por primera vez se realizaran liquidaciones de tipo capitalista: "correspondiendo al capital inicial una cantidad final, cuyo excedente sobre aquella se considera como utilidad del dinero y es objeto de reparto", eran aún empresas ocasionales aisladas que se liquidaban cada vez que se completaba un proceso comercial.

Ese movimiento comercial dio paso al nacimiento de lo que Weber (2001) denomina la clase mercantil, poco a poco constituida como grupo social particular que con el tiempo alcanzó un gran reconocimiento, lo que le permitió exigir ciertas garantías para adelantar sus actividades; así surgieron los convenios de escolta que favorecieron su necesidad de tener una protección jurídica que les ayudase a no ser afectados en los sitios a los que asistían a desarrollar sus actividades comerciales al ser extranjeros. Todo ello llevó a la aparición del comercio establecido, que se cristalizó, como enuncia Weber (2001, p. 189), cuando: "… se sintió la necesidad de fijar para el comercio épocas determinadas durante las cuales pudieran reunirse compradores y vendedores. A esta demanda respondían los mercados fijos, y la concesión de mercados".

Weber (2001) indica que ya para ese momento se concretaron las condiciones específicas del mercado entendido como categoría de orden mayor, en atención a que esa apertura dio paso al establecimiento de los comercios fijos, y se ataba al interés de los soberanos con respecto a tres aspectos: primero, la necesidad de aprovisionamiento para cubrir las demandas de los lugares en los que se llevaban a cabo las actividades comerciales; segundo, la consolidación de ciertos propósitos fiscales, que también acompañaron las concesiones hechas a los mercaderes, quienes en adelante debían generar recursos destinados al poder central; y finalmente, la aparición de una "regulación de medidas, pesos y monedas", que delimitó la forma en la que se debían llevar a cabo las transacciones.

La relación central en este tramo de la historia atiende a reconocer la transición entre el comercio previo y el de la Edad Media, caracterizado por el llamado vendedor al detalle, presente en las ferias, y referido por Weber (2001, p. 190)7, como la primer forma de comercio entre comerciantes sedentarios, con quienes surgió una clase social específica: la de los comerciantes establecidos en una localidad y que recibieron el nombre de mercator, en alusión a contar con el privilegio de establecerse en la ciudad. Esos comerciantes pasaron por tres fases que condujeron al verdadero surgimiento del comerciante sedentario, y que fueron: la figura del buhonero o comerciante que viajaba periódicamente para vender sus productos y traer productos; una segunda etapa donde este comerciante hacía viajar a otra persona -empleado, criado o socio- para realizar tales actividades; y una tercera fase denomina sistema de factorías, por tratarse ya de comerciantes que habían acumulado un capital que les permitía fundar establecimientos autónomos o sucursales en el extranjero, momento en que se consolidaron como comerciantes sedentarios conectados con el extranjero a través de un sistema de correspondencia.

Asociado a esta etapa ubica Weber (2001) la siguiente fase de organización del comercio, al mencionar que todo se encaminó en adelante hacia la formación del comercio racional, nacido cuando por vez primera se empleó una contabilidad, lo que ocurrió en el momento en que los negocios empezaron a ser explotados por compañías pertenecientes a varios socios, quienes necesitaban adelantar liquidaciones para determinar sus estados de pérdidas y utilidades. Allí se originó la contabilidad, de la que menciona sólo logró cierto grado de perfección a comienzos de la Edad Moderna a pesar de haber surgido hacia el siglo XV. Este tipo de técnica, explica, sólo se desarrolló en Occidente, donde evolucionó posteriormente hacia la contabilidad monetaria8. Entre tanto, dice Weber (2001), en Oriente los países siguieron manejando una contabilidad en especie9.

Hacia delante sólo queda despejar el camino hacia las explicaciones que dio Weber (2001) en relación con el surgimiento del mercado en el capitalismo; avancemos sobre ello.

 

3. Intercambio y mercado como sistemas en el capitalismo

Lo interesante de Weber (2001) frente al tema que se está tratando hace alusión a la manera como desveló el camino hacia la aparición de la economía de mercado moderna en tanto sistema, de modo que se puede apreciar en sus explicaciones, la forma como se articularon las relaciones, las luchas, los procesos legales y los cambios históricos que, en una secuencia relativamente cronológica, orquestaron la transición de una economía conservadora y cerrada, a una economía abierta, la cual se consolidó en un período reciente. Se trató de un proceso en el que poco a poco se establecieron los parámetros para las nuevas dinámicas sociales que guiarían a la sociedad sobre el plano económico, imponiéndose este plano sobre las dinámicas de las demás instituciones sociales. Al respecto, Daniel Bell (1996) ha dicho que considera la obra de Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo como la obra sociológica, quizá, más importante del siglo XX, pues da cuenta de la gran revolución que vivió la organización de la sociedad en los cinco siglos previos, al abarcar los cambios no sólo económicos, sino también en la ley, la administración, las artes, la religión y la ciencia; y en la que tal como lo indicara Parsons (1935), se define que tal espíritu no sólo aparece en función de la existencia de un interés codicioso sino que dependió fundamentalmente de la presencia de una actitud en relación con las ocupaciones que ello demanda a sus implicados.

En ese proceso se aprecia de modo especial la lucha adelantada por los grupos emergentes, por las formas de relacionarse de aquellos grupos de interés ya existentes con los nuevos actores, por los juegos legales y por las relaciones que se daban entre colectividades que se enfrentaban; todos fueron asuntos que incidieron en los acontecimientos de la época. De allí surgió, para Weber (2001), una transición del mercado en aspectos como:

• La existencia de un seguimiento calculado al flujo de las mercancías10.
• La aparición y formalización de la economía como medio para controlar la dinámica de compra y venta de mercancías11.
• La confrontación entre los comerciantes extranjeros y los comerciantes locales, que poco a poco lograron -primero en Italia y luego en otros países de Europa- el predominio sobre la manera como se favorecían sus negocios por encima de los comerciantes foráneos.
• El tránsito hacia una legislación que definió los mecanismos de operación de los diversos agentes participantes en las actividades de la compra y la venta.
• El nacimiento de la figura del consumidor, que desplazó el predominio de los productores del campo quienes eran ajenos a la nueva dinámica comercial12.
• La estructuración de una burocracia -vista por Weber en mención de Roca (1998, p. 62) como "técnicamente superior a cualquier otra"- encargada del manejo comercial -entre otros aspectos-; algo que antaño existía en un nivel poco desarrollado13).

Estos seis eventos son resaltados por Weber (2001) como los pilares que llevaron a la aparición y consolidación del sistema de mercado moderno, el cual cobró vida al integrarse ellos a las actividades de todo lugar que acogía la filosofía de la modernidad. Esas transformaciones sujetas al proyecto europeo de la razón, generaron un cambio radical en la forma de pensamiento de su población, ahora atravesada por el cálculo racional y la búsqueda de la rentabilidad en cabeza de los comerciantes. Al mismo tiempo, entre los gobernantes emergió una disposición dirigida a favorecer el fortalecimiento de ese nuevo esquema económico; a ello se sumó la aparición de todo un nuevo esquema de componentes éticos que produjeron la transformación radical de las disposiciones sociales y de las nuevas esferas profesionales frente a este asunto, lo que se puede apreciar en Samier (2002).

Bajo ese modelo, refiere Weber (2001, p. 336), apareció:

… el capitalismo dondequiera que se realiza la satisfacción de necesidades de un grupo humano con carácter lucrativo y por medio de empresas, cualquiera que sea la necesidad de que se trate; especialmente diremos que una explotación racionalmente capitalista es una explotación con contabilidad de capital, es decir, una empresa lucrativa que controla su rentabilidad en el orden administrativo por medio de la contabilidad moderna, estableciendo un balance.

El capitalismo es visto a partir de entonces como un sistema cuya base se soporta en la existencia de empresas que persiguen el lucro, propósito éste que es la esencia del sistema; y lo que habría de garantizar la consolidación de esa práctica lucrativa, indica Weber (2001), habría sido el desarrollo de la contabilidad moderna, ya que como técnica ocupó el lugar para ser el medio por excelencia de control de las prácticas de mercado, asegurando así una estrategia sólida destinada a calcular las cifras que serían asignadas entre los socios integrados en todo negocio comercial y financiero.

Ese sistema perfiló el nacimiento de la llamada satisfacción de necesidades, que en el nuevo modelo se empezó a solventar a partir de las producción de mercancías que colocaban las nuevas empresas en el mercado. Para su consolidación, indica Weber (2001), las empresas señalaron seis condiciones:

• Apropiación de todos los bienes materiales de producción.
• Alcance de la libertad mercantil o evitación de la limitación al tráfico14.
• Desarrollo de la técnica racional a través de contabilizar, tanto la producción como el cambio15.
• Organización del derecho racional como derecho calculable o condición para que la justicia de la administración siguiera ciertas pautas16.
• Promoción del trabajo libre que permitiese a las personas vender su actividad en un mercado17.
• Comercialización de la economía a través del uso de títulos valor para definir los derechos de partición en las empresas, al igual que para definir los derechos patrimoniales.

Mercado e intercambio son así en Weber (2001) asuntos especiales en su propósito de explicar el cambio de mentalidad en Occidente, pues según desveló, sólo allí se desarrollaron recorridos particulares que no se presentaron en ningún otro lugar del planeta para la época en que ello ocurrió en Europa. De este modo ni en China, India, Japón, Corea, ni en ningún otro territorio se conjugaron aspectos particulares que favorecieran el surgimiento en pleno del modelo del sistema de mercado occidental; fue sólo en las ciudades europeas donde, según él, se forjaron y aceptaron las estrategias que hicieron posible la apropiación de los medio materiales de producción por parte de algunos comerciantes e inversores.

Sólo allí se promovió, dice Weber, una libertad mercantil que animó el comercio y el interés por invertir dinero en proyectos dirigidos a la venta y compra de productos que debían ser trasladados desde y hasta regiones distantes, en medio de múltiples peligros que hacían de aquellas empresas una apuesta incierta y llena de posibilidades de fracaso.

Occidente fue igualmente, según Weber, el único lugar donde se desarrolló una técnica racional para manejar los flujos de las mercancías y los dineros que, presentes en distintas formas, servían para hacer los cálculos para los intercambios, ya no dirigidos a garantizar la subsistencia de los grupos sociales, sino bajo la intención de captar y acumular riquezas por parte de los nuevos grupos emergentes, los burgueses, que desde ese momento se constituyeron en un conjunto de personas movidas por objetivos particulares y organizados a la luz de promover cambios en las estructuras sociales, cambios que favorecieran sus pretensiones; de allí su preocupación por encontrar métodos de contabilidad que ayudasen a registrar tanto las cantidades empleadas en la producción como las ganancias o pérdidas surgidas con los intercambios. Igualmente Weber, como refiere Kateb (1997), fue uno de los primeros que pensó desde el plano filosófico, en el papel de la tecnología moderna y su incidencia en las condiciones que la acompañaron.

Teniendo en cuenta lo dicho hasta acá, indica Weber (2001), fue sólo en Occidente donde se desarrolló un sistema jurídico-racional que separó las relaciones entre los poderes mágicos, religiosos, míticos y de la brujería, de las acciones ciudadanas18. Fue entonces en Europa donde se superaron las premisas definidas por la existencia de poderes metafísicos que regían al mundo, organizándose una regulación legal basada en principios calculables, donde se definían las penas y las infracciones de acuerdo con el grado de las mismas19; así se hizo plausible tener una organización capaz de seguir pautas racionales y no aquellas surgidas por los designios de la naturaleza o las deidades.

Fue también en Occidente donde se promovió de forma única el ejercicio del trabajo libre basado en la "opción dada a cada persona" para vender su fuerza laboral en un mercado; algo que con el pasar del tiempo se articuló a las exigencias de, por ejemplo, el sistema burocrático donde las demandas se sujetaron, como indica Merton (1992) al retomar a Weber, a una división y asignación de papeles soportados en ciertas aptitudes técnicas. Este tipo de acciones tardaron más de un siglo en configurarse como una actividad naturalizada en el tejido social, pero finalmente se impusieron como fórmula valiosa dentro de la racionalidad capitalista, ya que permitieron contar de forma permanente con cierta fuerza laboral disponible para trabajar, dada la necesidad personal y familiar de conseguir el sustento; algo que en el feudalismo se suplió a través del modelo rural autárquico, pero que poco a poco se transformó, transformándose al tiempo el campesinado europeo que en palabras de Rösener (1995) al retomar a Weber, cada vez estaba menos disponible. Y que tal como lo menciona Warren (1988), en Weber el uso de esa idea de racionalidad instrumental se relacionó así con el uso de los medios como la manera más efectiva de alcanzar las metas.

Igualmente, indica Weber (2001), sólo en Occidente se generó la emisión y aceptación de títulos valor que empezaron a ser usados bajo el propósito de animar la creación de asociaciones de productores, quienes requirieron y promovieron esta estrategia con el propósito de salvaguardar sus inversiones al organizar empresas; de este modo los títulos se convirtieron poco a poco en la base para definir los derechos de partición en los negocios.

Sobre estos pilares se fundamenta, en la perspectiva de Weber, la consolidación, apogeo y permanencia del sistema de mercado e intercambio capitalista, completamente nuevo y completamente diferente a lo que había existido previamente en cualquier lugar; se trata de un modelo absolutamente centrado en el desarrollo de una mentalidad racional que sólo se alcanzó con ese grado de articulación pragmática en Europa20. Y si bien otras culturas desarrollaron y mantuvieron estructuras para favorecer el intercambio y el comercio, estas nunca se encaminaron hacia la organización de un sistema basado en una separación radical entre el mundo material, fáctico y racional, y el pensamiento metafísico, religioso y ese mágico, que sí siguió estando presente en las instituciones económicas, sociales y culturales de esos otros lugares21.

En el camino seguido por Weber, finalmente se estructura el surgimiento de un esquema articulado a un modelo extendido de autoridad y amparado en las figuras nacidas del seno de la burocracia que perfilaron una construcción particular para el mundo occidental, y que tal como lo indican Evans y Rauch (1999) se relaciona estrechamente con la organización y el funcionamiento del Estado en el mundo capitalista. De esta manera, como lo refiere Nelson (1993), en esa parte del mundo se presentó una especial forma de relacionarse la sociedad, la autoridad y la organización22, forma que confluyó hacia la constitución de un modelo burocrático, que como lo menciona Deflem (2000) al retomar a Weber, empezó a operar sobre una base impersonal orientada hacia la búsqueda de la mayor eficiencia posible de los medios empleados23.

 

4. Elementos de Weber para la delimitación del campo de estudio de la mercadología

Pensar desde Weber sobre la teoría del intercambio y del mercado, y de la relación entre ambas, es abrirse camino al entendimiento de los factores históricos que acompañaron el surgimiento de la racionalidad del capitalismo occidental, en comparación con los demás mecanismos que existieron en el resto del planeta, sin importar que se trató, en algunos casos, de regiones privilegiadas de la Antigüedad y del período medieval. Basta que se pregunte, a partir de lo dicho por el sociólogo alemán, qué sería del mundo actual si en Occidente no se hubiese presentado la separación entre lo místico y lo terrenal, interrogante que obviamente cae en un terreno especulativo, pero que sin lugar a dudas lleva a suponer un Occidente y un mundo completamente distinto al actual. Este ejercicio se pensó como una elucubración que permite imaginar diferencias en distintos niveles con relación a lo que terminó alcanzándose por el camino de la lógica racional -sin querer significar con ello que se trate de un esquema mejor o peor que el logrado desde otras opciones de vida sociocultural-24.

Esos cambios y su florecimiento se forjaron como proceso dentro de un nuevo pensamiento llamado moderno, y esa modernidad se consolidó como proyecto ideológico en términos de la primacía de la "razón" sobre la "emoción", lo que encaminó al mundo occidental hacia la búsqueda de imaginarios colectivos articulados a ideas como las de "progreso" y "desarrollo", fines teleológicos hacia donde debía encaminarse la existencia de la especia humana en tanto "dominadora" del mundo.

Otras posibilidades se agotaron o truncaron, dada la esfera de la conquista y colonización de todo aquello que a los ojos de la "razón europea" se veía ahora como "inferior"; de allí los procesos de dominación en todos los puntos cardinales del planeta, y de allí la posibilidad de las empresas comerciales para animar el flujo de mercancías desde cualquier rincón de la tierra en pos de favorecer las demandas de las monarquías y las clases emergentes del viejo continente. El mundo fue en definitiva otro desde aquel momento, cuando floreció una Europa convertida por los europeos en el centro del mundo, al concentrarse en ese territorio las decisiones sobre la organización geopolítica del planeta.

Intercambio y mercado fueron en este contexto elementos creadores del nuevo esquema racional, fórmula que se extendió por todo el orbe con o sin la aceptación de las culturas y sociedades diferentes. Ello produjo una diferencial medida del grado de penetración de ese modelo europeo en aquellos sitios a donde se extendió; de esta manera fueron muy proclives a ese esquema los enclaves donde se impuso la fuerza de los colonos sobre la de las poblaciones de origen.

De este modo, en el presente momento se privilegian allí modelos que tratan de integrar la economía global con la cultura local, reto surgido de la dicotomía de avanzar por la senda del crecimiento económico mundial o permanecer a la saga del dominio que ejerce el eje euro-norteamericano en la geopolítica global.

Para el campo de la mercadología y de las demás disciplinas económico-administrativas es pues preponderante retomar a Weber (2001) como un pensador que conserva una vigencia inusitada después de cien años de cambio social, ya que su exposición contiene una claridad conceptual excepcional en términos de haber reconocido el lugar de los jugadores planetarios en el nuevo mundo de la razón. Para este caso, se constituyen en referentes geográficos marginales dentro de las dinámicas centrales de la economía mundial. De este modo, la mirada histórica de Weber (2001) ayuda a comprender que nuestra posición actual no obedece a condiciones de inferioridad biológica o cultural, y más bien remite a revisar la dimensión histórica de los procesos de larga duración, fundada en innumerables eventos que han llevado al mundo a ser lo que actualmente es.

Por tanto, con Weber (2001) logra generar para la mercadología tomada como campo interdisciplinar -interesado en el estudio del mercado-, la necesaria constitución de una memoria de orden institucional-social, indispensable para identificar con argumentos históricos, las raíces del presente cultural, económico y político, en un escenario marcado por transiciones que algunos han referido como propias de un nuevo período -postmodernidad- y otros lo asocian a la idea de construirse como la fase última de la modernidad.

Weber (2001) es así para los mercadólogos -estudiosos del mercado- un aporte de gran consistencia en relación con permitirnos comprender el nacimiento de la lógica del cálculo racional moderno, anclado a sus explicaciones sobre el papel de la contabilidad tomada como técnica de medida para las acciones de la vida social. Esa estrategia que en principio se articuló a la dinámica del comercio y de la producción artesanal destinada a mercados reducidos, poco a poco se convirtió en eje de un pensamiento que hoy privilegia el cálculo aplicado a las diversas actividades que se realizan en el mundo.

 

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* Este artículo ha sido desarrollado por investigadores adscritos al grupo clasificado en Colciencias en categoría D denominado: Mercado, Intercambio, Cultura y Organizaciones, quienes participan en el desarrollo de la línea de investigación Dinámicas contemporáneas de los mercados y de las relaciones de intercambio, adscrito al Departamento de Mercadología de la Universidad Central, entidad que financió la indagación realizada durante el año 2009. El proyecto base se tituló Estado del conocimiento sobre el concepto intercambio y su relación con el mercado en Max Weber y Pierre Bourdieu, tratándose de una fase avanzada que ha buscado profundizar en el conocimiento sobre la producción académica existente en torno a las teorías del intercambio y del mercado, ámbitos centrales para la consolidación del campo de estudio de la mercadología, por lo que se trata de un documento que integra el ejercicio investigativo basado en la revisión bibliográfica. En fases previas se reviso distintos enfoques conceptuales nacidos de disciplinas como la antropología, la economía, la sociología, la historia, la administración de empresas y el marketing; y al mismo tiempo nos hemos ocupado por comprender los aportes de autores como Karl Polanyi, Marcel Mauss, Arjun Appadurai, George Homans y Karl Marx, entre otros destacados estudiosos de las ciencias sociales interesados en este asunto.

[1] En torno a la trayectoria y biografía de Maximilian Carl Emil Weber se recomienda consultar los siguientes trabajos: Medina Echavarría (2004); Sancho (2005); Symonds y Pudsey (2006); Rutgers y Schereurs (2006); y especialmente el de su esposa Marianne Weber (1975). De entre sus obras se destacan: La decadencia de la cultura antigua (1896), La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), Economía y sociedad (1922) -obra póstuma- e Historia económica general (1923); sobre su producción académica se puede profundizar en Warner, 2007.

[2] Se puede consultar al respecto el trabajo de Axtmann (2006).

[3] Al respecto es oportuno mencionar la crítica de Andreski, (1973, p.71) quien considera que este criterio fue dado no por Weber sino por algunos de sus intérpretes. García, Muñoz y Gómez (2006) definen la sociología comprensiva de Weber como la búsqueda por captar el carácter significativo de las acciones humanas -culturales, sociales y psicológicas-; búsqueda rigurosamente formulada desde una piedra angular que como menciona Gurov (2007) llamó acción social o teoría de la acción.

[4] Como ejemplos de su enfoque están los estudios de mirar la educación política en las aulas de clase, labor adelanta por Weaver (1998); o el tema de estudiar la función de la religión en sociedades no occidentales, tal como lo han hecho Sharot (2002); Keyes (2002); y en las sociedades occidentales Ghosh (2005); Jacob y Kadane (2003).

[5] Estudios de este tipo se aprecian frente a lo que fue la situación rusa vista por Weber en Mommsen (1997), también Velychenko (2005); o el caso de Estados Unidos a donde fue invitado en 1903 por Hugo Munsterberg, abordando Weber en esa ocasión el tema de la relación entre puritanismo y capitalismo, tal como lo menciona Mommsen (2000).

[6] Al respecto del cual menciona Novak (2005) que Weber no centró su mirada acerca del sentido del capitalismo en relación con aspectos como la riqueza y la innovación tecnológica, sino que vio su base en factores como el papel que cumplieron la obligación y el servicio, el ascetismo y la negación del sí en tanto elementos que promovieron el surgimiento de la uniformidad propia del capitalismo (Novak, 2005). Pero aclaran Bakshi y Chen, (1996) que sí los tuvo en cuenta. Este tema es también tratado por Jones (1997); al igual que por Ryman y Turner (2007).

[7] Al respecto ver Calva (1988) al tratar este tema desde Weber.

[8] Al respecto ver Jones (1997).

[9] Este tipo de trabajo de sociología comparativa, según Andreski (1973) sólo se encuentra en Weber para la época en relación con las estructuras de las sociedades orientales.

[10] Ver Parsons (1932 y 1929).

[11] Ver Wiley (1967).

[12] Ver Parson (1932 y 1929).

[13] Este tema en Weber se articula de forma recurrente al asunto de la autoridad anudada a sus tres modelos -racional, tradicional y carismática. En torno a este tema, como lo indica Gajduschek (2003), Weber introdujo el concepto de burocracia en las ciencias sociales, y de allí surgió su estudio sobre este tema y la importancia posterior que su trabajo ha alcanzado. Al respecto ver también Jackson (2005) y Lenard (1988).

[14] Ver Parsons (1932).

[15] Ver Parsons (1929).

[16] Ver Greenspon (1963).

[17] Ver Merton (1992); Wiley (1967).

[18] Ver Behnegar (1997) y Jones (1997).

[19] Ver Jones (1997).

[20] Este asunto es debatido y contradebatido por autores que establecen sus consideraciones con respecto a si sólo fue el modelo occidental el que ha cobijado las condiciones que llevaron al desarrollo del modelo preponderante que hoy se conoce o si ello también surgió en otras culturas desde sus propias formulaciones culturales-religiosas; entre ellos se puede apreciar la mirada de pensadores como Tu Wei-Ming, Yu Ying-Shi o Seong Hwan Cha (2003), quienes se han planteado este debate en relación con las condiciones del confucionismo asiático. Para nuestra región, desde la perspectiva de pensadores postcoloniales como Dussel (1999), se generan dudas frente a la idea de Weber de querer elaborar un paradigma global en el sentido de tomar a occidente como caso excepcional en el surgimiento de fenómenos culturales que poseerían un valor y significado universal, pretensión que hoy es duramente cuestionada desde nuestras latitudes al igual que desde otros lugares ubicados en los márgenes.

[21] Se trata, según Sharot (2002), de asuntos que han sido estudiados en la perspectiva de, por ejemplo, la toma de las decisiones racionales y las críticas a tal formulación tomando como base la propuesta weberiana.

[22] Ver al respecto también a Warren (1988).

[23] Consultar este asunto también en Merton (1992).

[24] Para un análisis crítico sobre la mirada de la racionalidad en Weber ver Turner (2003).

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