SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.27 issue2The concept of health and sickness: a philosophical reflection author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


CES Medicina

Print version ISSN 0120-8705

CES Med. vol.27 no.2 Medellín July/Dec. 2013

 

Documento de reflexión no derivado de investigación

Discurso de grados, Universidad CES, diciembre 2013

Palabras pronuncias por el Dr. José María Maya Mejía, rector de la Universidad CES, en las ceremonias de graduación de estudiantes en diciembre de 2013


La ceremonia de grado es un acto central en la vida académica de una universidad. En ella, además de dictar a los estudiantes la última lección de una etapa de su vida de estudios, nuestra Universidad entrega a través de su directivos, el diploma que da testimonio de su esfuerzo y certifica su capacitación profesional y humana para prestar con excelencia, un servicio cualificado a la aldea global que es el mundo contemporáneo, ya que en su misión el CES se propone formar profesionales "competentes en un mundo globalizado".

Hoy es mi responsabilidad impartirles en nombre de su Alma Mater, la última lección de sus estudios de pre o postgrado: la Lectio Finalis: la lección de clausura y de despedida. Antes de recibir el diploma con el cual la Universidad CES certifica ante la sociedad su idoneidad para el ejercicio profesional o de postgrado, permítanme hacer con ustedes una reflexión que espero sea un aporte útil, sin fundamentalismos, para su futuro como profesionales, ciudadanos y seres humanos.

La graduación es un momento importante en la vida, porque es una medida de nuestra fortaleza interior, de nuestra resiliencia frente a las dificultades. Graduación viene del latín gradus o escalón. Hoy ustedes están subiendo un escalón, pero cuidado: no puede ser solo un escalón para ascenso profesional y económico, tiene que ser también un ascenso hacia una mayor conciencia ética y de ciudadanía. Recuerden siempre que vivimos en sociedad y que nuestro bienestar está íntimamente ligado al de nuestros conciudadanos y que no somos importantes por lo que poseemos, sino por lo que somos y estamos dispuestos a compartir.

La misión del CES como universidad no es solo impartir conocimientos. La medida de nuestro éxito no son solo sus conquistas profesionales sino su conducta como profesionales y como ciudadanos. Sean exigentes con ustedes mismos, porque es un prerrequisito para tener autoridad ética para exigir a los demás. Dialoguen siempre en busca de la verdad, no en busca de imponer sus puntos de vista.

Como decía Martin Buber: "es más importante cómo uno cree, que lo que uno cree" y con ésto se refería a aprender a ver el mundo desde el punto de vista de los demás sin abandonar el propio. Continúen siempre aprendiendo porque en la sociedad del conocimiento es más importante lo que sabemos que lo que tenemos. Como decía Jorge Luis Borges: "uno llega a ser grande por lo que lee más que por lo que escribe" y Montaigne, en el siglo XVI: "el buen maestro enseña al discípulo a pasar por el tamiz todas las ideas que él mismo le trasmita, no a aceptar sus convicciones por la simple autoridad". Educar no es lograr que el alumno repita lo que los maestros sabemos, es que sea capaz de aprender lo que ignoramos.

En 1977 cuando la Universidad CES fue fundada, en el país se agudizaba la violencia y crecía la intolerancia. La decisión de crear un centro de estudios privado, no confesional, sin fines de lucro e independiente, en medio de esa difícil situación, no fue fruto del azar. Buscaba ofrecer alternativas a largo plazo a los profundos problemas del país, apelando al desarrollo riguroso de lo que se considera la base de una civilización: el conocimiento.

Su carácter no confesional y al mismo tiempo su independencia política le otorgó a la Universidad CES la autonomía que otras universidades no tenían; autonomía que ha logrado conservar a lo largo del tiempo y que le permite a su comunidad académica debatir sobre temas, problemas y soluciones de diversa naturaleza. Es lo que en la vida universitaria denominamos libertad de pensamiento y de cátedra contribuyendo al avance del conocimiento y, con él, de la sociedad. La formación que brinda el CES busca fomentar la excelencia académica y la actitud crítica y ética de los estudiantes. Estos rasgos, unidos a la consagración al conocimiento y su aplicación al desarrollo científico y social, implican una postura política frente a la realidad nacional.

Política no quiere decir filiación partidista, porque la Universidad, como institución, conserva siempre su independencia frente a los partidos y frente a las religiones. Político significa, en este caso, el deber que tenemos, como ciudadanos libres, de seguir la marcha de los asuntos públicos que tienen impacto sobre toda la sociedad. El ejercicio de este deber hace parte de nuestra responsabilidad, mucho más si tenemos en cuenta el privilegio de haber recibido educación de alta calidad. En este marco entenderán ustedes la reflexión que hago hoy, sobre un grave problema que vive el país: la pérdida de institucionalidad.

Los seres humanos, tanto en nuestra individualidad como en nuestra vida colectiva, necesitamos certidumbres. La vida en sociedad se basa en unas normas que proporcionan dicha certidumbre y que en los países occidentales garantizan lo que se conoce como derechos individuales. En la mayoría de nuestras naciones las normas fundamentales están consagradas en la Constitución, concebida como el eje normativo que rige a una sociedad en particular.

La Constitución de Estados Unidos está vigente desde hace más de 200 años y los cambios que se le han realizado han atendido a situaciones de interés público, incorporadas en sus conocidas enmiendas. Muy al contrario, pareciera que en nuestro país necesitáramos inventar y cambiar normas permanentemente, en vez de construir sobre los acuerdos a los que ya hemos llegado. No es de extrañar entonces que a diario asistamos a discusiones como la de convocar nuevos referendos, bajar o subir el umbral de los votos necesarios para que una colectividad política siga vigente o salga del debate electoral, nuevas reformas políticas y tributarias, etc.

Detrás de esos debates que muchas veces se quedan en las cuestiones de forma lo que está en juego es la estabilidad institucional. Si una Constitución se ve sometida al cambio constante por la presión de vaivenes ideológicos o de intereses particulares, ¿puede creerse en la primacía de los valores democráticos y en la defensa del interés público que los acompaña?

Tan grave como la fragilidad institucional es la actitud de concentrarse en lo superficial de una situación en vez de identificar el problema de fondo y sus posibles causas. A un escándalo se sucede otro. A una acusación se superpone otra. Todo ello termina formando un enorme conjunto de distractores que hace invisibles los graves problemas que nos afectan. Así, por ejemplo, la corrupción, la grave inequidad y la incapacidad de un gobierno para realizar las grandes reformas que el país requiere, quedan ocultas bajo escándalos mediáticos.

La inestabilidad institucional incide gravemente en el desarrollo de nuestra sociedad. El equilibrio entre los poderes se deteriora, hace carrera la "cultura del atajo". Cada vez más, las relaciones entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial están mediadas por el clientelismo y el llamado "choque de trenes". Gana más terreno la idea de que el interés privado es más importante que el público y que el objetivo es satisfacer las necesidades particulares sin importar cómo se logre.

Esta cultura del "sálvese quien pueda" favorece la corrupción y las soluciones inmediatistas en vez de las respuestas estructurales, que son las que fundamentan el desarrollo. Por ello se le da más importancia a repartir casas gratis que a construir las autopistas para el desarrollo que mejorarán nuestra competitividad. Es inconcebible que por no tenerlas, un flete entre Bogotá y Cartagena sea más costoso que entre esta ciudad y China y que para viajar por tierra entre la capital del país y la segunda ciudad (246 km en línea recta), se requieren ocho o nueve horas. Esto sí es subdesarrollo.

En el ámbito externo, esa fragilidad institucional se traduce en falta de confianza, tanto política como económica. El riesgo de caer en extremos ideológicos es alto y bien sabemos que, por lo menos en política, los extremos tienden a tener más similitudes que diferencias. Esa fragilidad, que lleva a la incertidumbre, dificultará que nuestra nación se inserte adecuadamente en el concierto mundial.

Si bien la riqueza del país y su posición geográfica ofrecen condiciones muy favorables para el desarrollo, la desalentadora expectativa sobre el futuro, la falta de confianza institucional y la escasa actitud crítica -necesaria para identificar los problemas estructurales y sus causas- no permiten focalizar nuestros esfuerzos colectivos.

Sean críticos estimados graduandos y ayuden a nuestro país a recuperar los valores democráticos que caracterizan a un Estado social de derecho antes de que se pierdan por completo. Valores como la transparencia, la honradez, la defensa del bien común, el respeto por la diversidad y el pluralismo debe ser una prioridad en su actuación diaria.

Empecé estas palabras aludiendo a la fundación de la Universidad CES por una sencilla razón: la educación de calidad es una de esas medidas estructurales que necesita una sociedad para generar cambios positivos. Esta idea era válida hace 36 años y lo sigue siendo hoy. La educación de calidad no consiste simplemente en formar excelentes profesionales sino además ciudadanos y seres humanos integrales. Conlleva entender el cambio como parte fundamental del conocimiento.

Esto implica asumir que no hay verdades establecidas, que los acuerdos se respetan en cuanto respondan al bien común, que la crítica rigurosa y racional es un bien y no un perjuicio. Esto se logra alentando a los estudiantes a pensar por sí mismos, a formular argumentos para sostener sus ideas, a regirse por sólidos principios éticos. Se trata de aprender a decidir por sí mismo con base en el conocimiento. Se trata de usar la razón para argumentar y contraargumentar, para construir y evolucionar.

Además de ello, las universidades debemos propiciar espacios de debate sobre los problemas que afectan al país en todos sus ámbitos: la infraestructura, la economía, la salud, la educación, la gobernabilidad política, la violencia. Todo ello debe ser objeto de análisis, lo cual implica la confrontación de distintas posturas, en un clima de profundo respeto.

A su vez, ésto exige una postura activa de la academia en la socialización de sus investigaciones, de tal manera que ellas aporten significativamente a la sociedad. Por su parte, los estudiantes tienen el compromiso de ser ciudadanos preocupados por los asuntos públicos que impactan el interés general. Esto es, ciudadanos que opinan críticamente sobre los problemas que aquejan al país y que proponen, desde su conocimiento, soluciones a los mismos. Tarea nada fácil. Es mucho más cómodo limitarse al progreso individual que ocuparse del progreso social. Deben ustedes tener un compromiso más decidido y enérgico, una acción pública que trascienda la academia y llegue más directamente a la sociedad y a sus gobernantes.

El reto para ustedes es enorme. Mucho más teniendo en cuenta que heredan problemas tremendamente más complejos que los que heredamos nosotros. Sin embargo, tienen también más y mejores herramientas. Y, ante todo, tienen la posibilidad de interactuar y compartir conocimiento de manera más eficiente y creativa. Usen esta ventaja no solo a su favor sino en bien de nuestra sociedad. El primer paso que deben dar es reconocer los problemas que tenemos como sociedad y para ello debe servirles la formación recibida en la Universidad CES.

Para terminar permítanme enfatizar algo. Nuestro país parece está avanzando hacia un sociedad emergente y luego desarrollada. Queremos entrar a la OCDE pero al mismo tiempo parece que no podemos escapar a nuestras pulsiones históricas de enfrentamientos internos, liderazgos débiles y resistencia al cambio.

Parece que viviéramos en dos países diferentes al mismo tiempo. ¿Vivimos en el país donde baja la inflación, crece el empleo, se negocia la paz y se dan amplias libertades y donde se entregan computadoras a cada vez más niños y escuelas? ¿O vivimos en el país en que los miles de bachilleres de estratos 1, 2 y 3 no pueden ir a la universidad, los ciudadanos tienen miedo de la violencia barrial, y la producción nacional depende en buena parte de productos primarios sin valor agregado? Es desconcertante.

Pero, no estamos solos en este desconcierto. Las estrellas emergentes de años recientes: Chile, Brasil, Turquía, se despertaron súbitamente a la nueva realidad de una sociedad hiperconectada, donde los ciudadanos ya no aceptan pasivamente ser ignorados. Este es el desconcierto del poder.

La hiperconectividad es esencial para una economía moderna, pero por otro lado esa misma conectividad les da voz y convocatoria a los ciudadanos como nunca antes en la historia. Se ha vuelto más difícil dividir para reinar cuando a los que se busca manipular y enfrentar entre sí están hiperconectados. No es posible decir a cada grupo lo que quiere oír porque la información se distribuye instantáneamente.

Para un Estado alejado del ciudadano, incapaz de garantizar servicios públicos básicos como un derecho, enredado en disputas entre los poderes y en la corrupción, las movilizaciones súbitas de los ciudadanos aparentemente sin agenda y sin líderes visibles son incomprensibles. Lo único que atinó a decir el Sr. Erdogan, el primer Ministro de Turquía, cuando cientos de miles de ciudadanos llenaban las ciudades de su país, es que él había ganado las elecciones.

Pero estos fenómenos no son electorales. Estos ciudadanos no buscan ejercer el gobierno, no se niegan a reconocer la autoridad ni a pagar impuestos. Se niegan a ser ignorados. Exigen ser respetados, consultados y servidos como contrapartida a sus aportes al funcionamiento del Estado.

La democracia no es solo una sucesión de elecciones. En América Latina tenemos muchos gobiernos electos pero en muchos casos poca democracia. Muchos de nuestros gobernantes siguen regidos por impulsos populistas, demagógicos y autoritarios. No entienden o no respetan la separación de poderes, son intolerantes con las minorías y consideran al Estado como un bien de uso propio. No entienden que la inclusión no es solo subsidiar la subsistencia día a día.

La inclusión se transforma en reclusión si no se democratiza el acceso a los servicios y a las oportunidades educativas como un derecho ciudadano. Las expectativas se transforman en frustraciones ya que las personas se sienten recluidas en viviendas insalubres, transportes ineficientes, servicios de salud erráticos y en crisis económica y educación básica y media de baja calidad que no preparan para el mundo y nos condena a pobres resultados de las pruebas internacionales del saber.

El desarrollo no es solo la ausencia de pobreza, por eso me preocupa el empobrecimiento cultural de nuestra sociedad. No somos un país pobre de recursos: somos un país pobre de ideas. Me preocupa la nueva generación de colombianos que no ingresa a la universidad o deserta de ella y me preocupa que estemos ocultando a esta nueva generación cuáles serán las terribles consecuencias para su vida de no acceder a la educación superior en la sociedad del conocimiento.

Como ciudadanos y como graduados universitarios no acepten afirmaciones infundadas. Exijan evidencia. Evalúen resultados. No admitan que nuestra vida en sociedad se guíe por la ignorancia y la improvisación. La sociedad civil que ustedes representan no debe tercerizar la gestión del país mientras se dedica a sus proyectos. Debemos ejercer críticamente el derecho a elegir a nuestros gobernantes.

El voto no puede ser hereditario o tribal basado en himnos o slogans. Cuando les pidan el voto exijan planes, cronogramas, personas. Voten por los mejores proyectos, no por los mejores discursos. Ustedes pueden con su influencia etica y con su ejemplo facilitar el deshielo de nuestra sociedad y promover un país más dinámico, más emprendedor y más generoso para esas grandes mayorías que escuchan discursos solidarios pero reciben limosnas en lugar de oportunidades.

Les espera una era muy distinta de nuestro país y del mundo. Existen menos certezas pero también menos límites. Nunca hubo antes tantas oportunidades para personas cada vez más jóvenes de saltar jerarquías, de lanzar emprendimientos, de proyectarse mucho más lejos de su punto de origen. Gracias a la conectividad global, pueden conquistar el mundo desde Colombia. Pueden llegar tan lejos como quieran sin abandonarnos.

Estamos en un punto de inflexión para nuestro país en el cual los más educados pueden hacer la diferencia. Colombia los necesita. Triunfen desde Colombia y hagan triunfar a su país. Sigan su camino, pero sepan que la Universidad CES siempre será su casa y que el apellido CES los acompañará toda la vida como manifestación de su familia académica, su Alma Mater.

Estimados graduandos. El CES, quería hoy además de ponerlos a pensar, recordarles en este acto de graduación que deben ser excelentes académicamente, capaces de realizar una seria reflexión crítica sobre la realidad nacional, ejercitados para innovar en el ejercicio de su profesión, socialmente responsables y comprometidos con los verdaderos cambios que requiere la sociedad colombiana.

Felicitaciones por esta meta parcial que han alcanzado y por los éxitos que van a cosechar como Egresados CES. Esperamos una fructífera labor personal y social y un gran compromiso con la sociedad colombiana. Si así lo hacen, su Alma Mater se sentirá siempre orgullosa de ustedes.

Sinceras felicitaciones