El reciente asesinato del médico rural Cristián Camilo Julio Arteaga en el municipio de El Bagre, Antioquia, es un hecho lamentable que demuestra la pérdida de valores de nuestra sociedad y el grado de intolerancia al que hemos caído. El respeto por la vida ajena es la esencia del desarrollo de un país y una sociedad. La humanidad ha tratado de defender a los profesionales de la salud por todos los medios posibles, pues ha comprendido que estos dedican su vida a servir a los demás de manera altruista y desinteresada y que sin ellos la supervivencia de la especie sería imposible y el promedio de vida (en años) de la población sería muy bajo.
Aún en tiempos de guerra, la misión médica es protegida y defendida por los propios y no atacada por los ejércitos enemigos. Las cuatro Convenciones de Ginebra (1864, 1906, 1929 y 1949) especifican la protección y respeto por la misión médica en tiempos de guerra. Nuestro país es firmante de la Convención de 1949 y de los protocolos que le siguieron y actualmente nuestro país reconoce lo siguiente:
Es así como Colombia adopta el emblema de Misión Médica a través de la Resolución 1020 de 2002 del Ministerio de Protección Social y en el 2012 a través de la Resolución 4481 del Ministerio de Salud y Protección Social, se adopta el Manual de Misión Médica y se establecen normas relacionadas con la señalización y divulgación de su emblema. En esta última, se específica que la Misión Médica comprende el conjunto de bienes, instalaciones, instituciones, transporte terrestre, aéreo, fluvial y marítimo, equipos y materiales necesarios para llevar a cabo las actividades propias de la prestación de servicios de salud, tales como, asistencia sanitaria, salud preventiva, educación en salud, administración y apoyo en las prestación de los servicios de salud, atención pre hospitalaria y extramural, conformado a su vez, por el personal profesional de la salud y otras disciplinas, con vinculación laboral o civil, que ejercen funciones sanitarias, en el marco de la misión humanitaria en situaciones o zonas de conflicto armado u otras situaciones de violencia que afecten la seguridad pública, desastres naturales y otras calamidades1.
Pero más allá del marco legal que protege al personal de la salud están los valores y principios humanos y filosóficos. Los seres humanos estamos condenados a morir, nadie se escapa de esta realidad y los enfermos pueden fallecer a pesar de los avances técnico-científicos de la Medicina y de la adecuada atención sanitaria. Los médicos se forman y entregan su vida para ayudar a los demás a recuperar la salud (cuando es posible) con altruismo y empatía, a mejorar las condiciones de salud de sus semejantes, a disminuir el dolor y el sufrimiento de sus pacientes, a acompañarlos con bondad y amor durante sus enfermedades y, finalmente, a consolar y ayudar a bien morir a aquellos que no tienen remedio para sus padecimientos.
Los médicos siempre obran de buena fe para conseguir esto y jamás actúan con descuido y desinterés por sus pacientes. Entregan su vida por los demás, sacrifican horas de sueño, calidad de vida, actividades recreativas, sociales y familiares, fiestas especiales y muchos otros sacrificios para servir a los demás. Los pacientes no son como un carro, que se le cambia una pieza y sigue funcionando como nuevo, son seres humanos con diferentes evoluciones de sus enfermedades y complicaciones inesperadas que los pueden llevar a la muerte. A pesar de esto, el médico está siempre dispuesto y preparado para los imprevistos de sus pacientes y atenderlos de la mejor manera posible. Adolphe Marie Gubler resume el papel de la Medicina con la siguiente frase: «Curar pocas veces, aliviar a menudo, consolar siempre».
No existe ninguna justificación para atentar o acabar con la vida de un médico por una complicación o el fallecimiento de un paciente. Repito: ¡ninguna! Jamás el médico tiene la intención de hacerle mal a un paciente o a su familia, jamás trata de hacer daño a alguien de manera voluntaria. Su misma profesión y la ética médica se lo prohíben. El médico está hecho, por naturaleza, para servir al otro. La ciencia es solo un camino para lograr el objetivo primordial de su profesión: “servir a los demás”. Hemos repetido miles de veces que “la Medicina solo sirve para servir”. Esta es la realidad y no es justificable la agresión contra el personal de salud por causa de complicaciones o muerte de un enfermo. La culpa no es del médico, no es un acto voluntario, simplemente es la consecuencia de la evolución de una enfermedad o de las complicaciones naturales de esta. No puedo dispararle a las nubes porque un rayo mató a un familiar. La culpa no es del médico, él solo trató de salvar la vida del enfermo y ayudarlo a no sufrir. Matar un médico, como ocurrió en El Bagre, es, repito, la mayor muestra de barbarie e intolerancia de una sociedad.