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CES Medicina

versão impressa ISSN 0120-8705

CES Med. vol.34 no.1 Medellín jan./abr. 2020

 

Editorial

¿Para qué somos médicos?

Ricardo Posada Saldarriaga1 

1. Pediatra, especialista en Neumología Pediátrica. Decano Facultad de Medicina de la Universidad CES


La Medicina sólo sirve para servir al otro con bondad, altruismo, entrega y disciplina. Muchos han pretendido cambiar el fin último de la Medicina, pero nosotros como profesionales de la salud no podemos permitir que esto pase. El neoliberalismo económico, los intermediarios económicos de la salud, la comercialización de la enfermedad, entre otros, han hecho que la Medicina pase de ser una profesión de servicio, liberal, a una profesión comercial, neoliberal. A pesar de ser conscientes de esta dura y triste realidad, los médicos no reaccionamos ante ella y seguimos como borregos los dictados que nos imponen las empresas comerciales de la salud (EPS, industria farmacéutica, etc.)

Cada uno de nosotros puede hacer algo al respecto y aunque suena iluso pretender que podamos cambiar estas tendencias de la salud, sí lo podemos hacer, sí lo podemos lograr. Si cada uno de los médicos entiende su papel en la sociedad y atiende a cada uno de sus pacientes como un individuo diferente al anterior y no como una enfermedad o un “cliente” más, y piensa solo en su beneficio y no en el comercio con la enfermedad y la salud, podemos cambiar el desprestigio en que ha caído nuestra profesión y cumplir las razones para las que estudiamos Medicina.

Actualmente, la labor del médico es aún más difícil y encomiable cuando el egoísmo y la comodidad priman sobre muchas otras condiciones y las sociedades actuales forman a las personas para la búsqueda constante del confort y una felicidad mal entendida, pues se cree que la felicidad está en las cosas materiales, la diversión, los viajes y la vida fácil.

La felicidad del médico radica en servir al otro, en aliviar el dolor y la enfermedad. Nada produce mayor alegría que la sonrisa de agradecimiento de un paciente cuando recupera su salud. Un médico que no esté dispuesto a hacer sacrificios y a renunciar muchas veces a su comodidad por el bien del otro, debería replantearse su profesión y dedicarse a otra actividad. El egoísmo no cabe en las profesiones de la salud.

La disciplina y la dedicación son dos virtudes inseparables en un médico bueno. Para ser dedicado a sus semejantes el médico debe tener una férrea disciplina que impida que consideraciones diferentes a la atención del ser humano distraigan su atención. Un médico dedicado tiene que ser disciplinado y viceversa.

El médico debe tener una disciplina de estudio constante, tiene que mantenerse actualizado, pues los avances científicos son tan acelerados que incluso dos años después de salir de la universidad, gran parte de sus conocimientos ya están desactualizados y obsoletos. El Dr. Luis Alfonso Vélez decía que “el saber médico es como el pescado, rápidamente se pudre”. El médico debe estudiar todos los días de su vida, pues de sus conocimientos actualizados depende la vida de sus pacientes. Si por culpa de conocimientos obsoletos y no pertinentes fallece un paciente la culpa es única y exclusivamente del médico.

Quiero ejemplificar la satisfacción que siente un médico ante la curación de la enfermedad de su paciente, con un ejemplo de la vida real que me contaron hace pocos días. Para conservar el secreto profesional y garantizar la intimidad del paciente y su médico, cambiaré los nombres de los protagonistas de esta bella y conmovedora historia. Este relato es la demostración tangible de que la mayor recompensa para un médico es la gratitud de sus pacientes, no lo es el reconocimiento académico, ni el dinero, ni la posición social o la fama que alcance.

Un amigo recibió el siguiente correo electrónico, un correo que alegró su alma y que le mostró que el trabajo hecho con amor y bondad tiene su premio a pesar de haber pasado muchos años. El día que lo recibió entendió la razón por la cual dedicó su vida al servicio a los demás:

“Buenas noches Doctor:

Soy A…, mejor conocida como paciente de 16 meses con anillo vascular en el esófago. Ahora soy antropóloga, pinto, escribo, ando por la vida con un oso de peluche y vivo en Medellín desde el año pasado porque me colonizó un amor paisa. Cumplí 30 años en octubre y desde entonces no he dejado de pensar que jamás hubiera llegado a grande sin su trabajo y el del Dr. N… Esta semana en una cita médica ocurrió una linda coincidencia. Fui a que me hicieran un eco- cardiograma en la Clínica X, y allá resulté conociendo un compañero de estudio suyo, quien me explicó algunas cosas de mi operación del anillo, y de paso me confirmó que sumercé sigue ejerciendo su profesión. No supe cómo se llama, pero el hombre me revivió las ganas de buscarlo que tengo hace rato. Todo eso para decir que, si no le parece muy raro, quiero invitarlo a un café, un jugo o lo que prefiera y agradecerle por salvar mi vida. Tenga linda noche”

La alegría y sorpresa del médico fue inenarrable, inmediatamente le contestó:

“Hola A…, me acuerdo perfectamente de ti y tu familia y te quiero como a una hija... sería fabuloso que fueras con tu esposo a mi casa para que conozcas a mi familia... Para mí sería una emoción enorme verte. Que emoción... Aún no salgo de mi asombro... 30 años sigo preguntándome que habría sido de tu vida. Saludos a tus padres a quienes recuerdo con cariño”.

Forma de citar: Posada-Saldarriaga R. ¿Para qué somos médicos? Editorial. Rev CES Med 2020; 34(1): 1-2.

Recibido: 28 de Noviembre de 2018; Revisado: 12 de Noviembre de 2019; Aprobado: 29 de Noviembre de 2019

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