Introducción
La práctica clínica es un escenario complejo y emocionalmente desafiante, especialmente cuando la pandemia por SARS-CoV-2 ha llevado a los trabajadores de la salud a enfrentar circunstancias sin precedentes en la historia de la Medicina moderna. Como consecuencia, la capacidad de resiliencia de los diferentes actores es puesta a prueba constantemente, con potenciales implicazciones psicológicas y clínicas a largo plazo 1-3.
Existen razones para reconocer al personal de la salud como población vulnerable en situaciones como esta. En primer lugar hay una mayor proporción de personal asistencial afectado por el síndrome de burnout en comparación con la población general, estando presente en 30-70% de médicos y enfermeras 4. En segundo lugar, porque se ha observado un aumento relativo en la incidencia de síndrome de burnout y otros trastornos mentales en el personal de salud durante brotes epidémicos previos 5.
En consecuencia, temas como la inteligencia emocional y su relación con el desempeño profesional y la seguridad del paciente, tienen cada vez mayor relevancia en el mundo académico y en la formación de futuros profesionales de la salud. A continuación, describimos la relación de cuatro habilidades de la inteligencia emocional con el bienestar del personal de la salud y el desempeño profesional.
Definiendo la inteligencia emocional, el síndrome de burnout y cómo se relacionan con la seguridad del paciente
Si bien desde los años 60 se habla de inteligencia emocional, fue en la década de 1990 cuando los sicólogos norteamericanos Peter Salovey y Jhon D. Mayer propusieron la idea de un conjunto de habilidades que son necesarias para la adecuada identificación y expresión emocional de los seres humanos 6. La inteligencia emocional se define como la capacidad de reconocer, entender y controlar las emociones propias y el impacto que pueden tener en los demás, usando la información que proveen para orientar nuestros pensamientos y acciones 6,7. Otros autores, como Reuven Bar-On y Daniel Goleman han expandido el concepto, considerando la inteligencia emocional como un conjunto de habilidades que pueden ser aprendidas y fortalecidas 8,9.
Existen cuatro atributos de la inteligencia emocional que resultan de especial relevancia en la práctica clínica 10, los cuales están agrupados en dos categorías: atributos individuales y atributos sociales 9. En los primeros se incluyen la auto-conciencia -entendida como la capacidad de reconocer los estados de ánimo propios, fortalezas, debilidades, motivaciones y metas. La autorregulación -la capacidad de mantener la calma ante emociones fuertes y usarlas de forma constructiva y no impulsiva-. Dentro de los atributos sociales se encuentran la conciencia social-capacidad de identificar y entender las emociones, necesidades y preocupaciones de los demás, y, el manejo de relaciones, que consiste en la capacidad de construir vínculos saludables por medio de una comunicación asertiva que permita tener influencia en otros 11. Adicionalmente, se han desarrollado herramientas de medición para determinar qué tan desarrolladas están dichas habilidades en las personas, lo cual recibe el nombre de coeficiente emocional (EQ) 12. Si bien pueden tener algunas diferencias, dichos instrumentos de medición concuerdan en determinar que tan hábil es una persona para percibir, regular y utilizar las emociones 13.
El burnout es un síndrome sicológico que emerge como respuesta al estrés laboral crónico y comprende tres dimensiones claves: sensación de agotamiento, sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo y menor desempeño profesional 14. En este modelo tridimensional la experiencia estresante del individuo se desarrolla en un contexto social con los demás pares, en el que influye la concepción que se tiene de sí mismo y de los demás 15. La relevancia clínica de este fenómeno reside en la asociación con desenlaces desfavorables como mayor riesgo de cometer errores en la toma de decisiones clínicas 16, menor productividad laboral 17 e insatisfacción de los pacientes 18. La prevalencia de burnout en los profesionales de la salud se estima alrededor del 50% 19, alcanzando niveles más altos en personal médico en formación 20.
Se ha observado que aquellos trabajadores de la salud que están motivados a regular sus emociones y tienen un sentido de empatía desarrollado, tienen menor riesgo de experimentar insatisfacción laboral, lo que a su vez, se refleja en una mejor atención a los pacientes 21. Sahid et al. demuestran que las intervenciones educativas que buscan mejorar habilidades de autoconciencia, autorregulación, conciencia social y manejo de relaciones en médicos residentes se asocian con mayor percepción de bienestar y menor incidencia de síndrome de burnout (22); al igual que existe una relación inversamente proporcional entre el coeficiente emocional y la incidencia de agotamiento emocional entre residentes de cirugía general 23).
El mejor desempeño profesional de aquellos con alto coeficiente emocional puede deberse en parte a que el proceso de toma de decisiones clínicas está influenciado por el tono emocional del médico 24. Las emociones son un determinante potente y común en los procesos de juicio y en situaciones de conflicto este proceso cognitivo se ve afectado 25,26. Sin embargo, incluso las decisiones clínicas en el día a día se toman en contextos emocionalmente desafiantes, lo cual requiere profesionales que sean conscientes de sus emociones y las de los demás. Por ejemplo, el dar una mala noticia al paciente es un evento percibido como estresante y se asocia con activación simpática y dificultad en el manejo de emociones como perdida, culpa y fracaso 27.
En una revisión publicada en 2016, Heyhoe et al. plantean que las emociones de los prestadores impactan la seguridad del paciente por tres razones: la presencia/ausencia de empatía hacia el paciente puede influir en la decisión terapéutica; un ambiente laboral hostil y conflictos con los colegas puede generar sentimientos que afectan el juicio individual y colectivo; y, las experiencias previas similares determinan una respuesta emocional y con ello el juicio sobre qué tanta información se requiere para llegar a una decisión clínica 28. Es decir, que la inteligencia emocional puede considerarse un factor a favor de la seguridad del paciente en la medida que su fortalecimiento contribuye al bienestar del profesional de la salud y a su vez, al desarrollo de un ambiente seguro para los pacientes.
Habilidades de autoconciencia y autorregulación para sentirnos menos fuera de control
Durante los últimos meses nos hemos enfrentado a emociones que son difíciles de ignorar. El cambio súbito en nuestro entorno laboral, tanto de las instalaciones físicas como la forma de relacionamos generan sentimientos de extrañeza e incertidumbre; los trabajadores de la salud tenemos la preocupación de adquirir la enfermedad y contagiar a nuestros seres queridos; así, por ejemplo, 65% de los cirujanos encuestados durante el inicio de la fase de confinamiento de la pandemia en Colombia consideraron que las recomendaciones de bioseguridad para procedimientos en pacientes sospechosos de infección se cumplían solo de manera parcial 29. También está el temor a ser estigmatizado y muchas veces maltratado física y sicológicamente por parte de la comunidad. Todo lo anterior hace que el día laboral sea emocionalmente intenso; sin embargo, el reconocimiento de lo que se está sin- tiendo, la reacción ante dichos sentimientos y evaluar cómo esto puede afectar su desempeño, es el primer paso para tener mayor control.
Las investigaciones coinciden en que cuando apartamos, negamos o ignoramos lo que sentimos, no resolvemos nuestros problemas 30. El primer paso para conectarnos con nuestra inteligencia emocional es reconocer nuestros sentimientos, sin juicio y sin tomar acción. Imágenes de resonancia magnética funcional han demostrado cómo al darle nombre a las emociones, la actividad neuronal aumenta en la corteza frontal donde se llevan a cabo procesos racionales y se atenúa la actividad límbica, lo cual genera una sensación de calma y auto control ante emociones difíciles y disminuye su intensidad 31.
En la práctica clínica, el énfasis en el paciente hace que muchas veces el profesional de salud olvide prestar atención a sus necesidades básicas y a sus emociones. Para ello incluir pausas cortas durante el día como micro-prácticas de bienestar puede ser de ayuda 32. Aproveche estas pausas para preguntarse: ¿Qué estoy sintiendo?, ¿tengo mis necesidades básicas satisfechas?, ¿en qué tono me estoy hablando a mi mismo?, ¿soy consciente de cómo estoy hablando a los demás y como esto puede afectarlos.
Estas prácticas de autoconciencia son especialmente importantes en espacios hospitalarios donde se trabaja en equipo, dado que el líder tiene gran influencia en el tono emocional de los integrantes y está demostrado que la inteligencia emocional del líder se relaciona directamente con la efectividad del grupo 33.
Una vez se logra identificar y reivindicar los sentimientos y necesidades propias, se cuenta con la información necesaria para regularlos y controlar las respuestas ante los estímulos del medio. Ese proceso de autorregulación voluntaria de las emociones tiene lugar en la corteza frontal, una región cerebral crítica para la generación, ex- presión y experiencia de las emociones negativas 34 e influye en la actividad de la amígdala evitando que en ante un evento detonante se pierda el control.
En este contexto es importante recordar que la capacidad de tomar la mejor decisión en un momento difícil radica en ese espacio que yace entre el estimulo y la respuesta 35. Al identificar un evento detonante deténgase un momento y permita que su sistema nervioso y sus respuestas fisiológicas se apacigüen; respirar profundo varias veces; entrar en movimiento y la música son herramientas que ayudan a regular las emociones y atenúan la descarga simpática 36-38. Utilice micro-pausas de bienestar para focalizar su atención en aquellas cosas que están en su zona de influencia, las decisiones que debe tomar hoy y el paciente que está frente a usted. Esto le ayudará a convertir la sensación de pérdida de control en una serie de acciones ejecutables, que una vez realizadas se traducirán en sensación de alivio y satisfacción 39.
Ser autocompasivos también es importante, separar espacio para el descanso, la alimentación y el ejercicio contribuyen a fortalecer la resiliencia frente a los retos laborales y personales 40, como también lo hace el permitirse recibir apoyo de su familia, colegas y profesionales de la salud mental para lidiar con el día a día en las circunstancias actuales 41. Permítase un momento para preguntarse: ¿Puedo reconocer aquellas cosas que me detonan?, ¿cuáles son algunas cosas en mi vida que puedo controlar?, ¿estoy cuidando de mi permitiéndome descansar, alimentarme y ejercitarme?, ¿necesito apoyo para asumir los retos que enfrento hoy?
Habilidades de conciencia social y manejo de relaciones de cara a la adversidad
Una vez el profesional de la salud cuida de si mismo mediante la autoconciencia y la autorregulación, estará en capacidad de cuidar a otros. El tener empatía por los colegas, pacientes y familiares es fundamental especialmente en circunstancias como las que se viven actualmente. La empatía caracteriza la conciencia social y es el atributo de la inteligencia emocional que permite reconocer y validar las emociones y necesidades de los demás 42.
Mayor empatía por parte del médico hacia el paciente se relaciona con mayor adherencia terapéutica y mejores desenlaces 43, mientras también contribuye a la prevención y resolución de conflictos en la práctica clínica 44. Tener en cuenta las emociones de los demás y cómo sus respuestas y acciones influyen en ellas le permitirá identificar la mejor manera de proceder, de forma que sus relaciones laborales sean productivas. Podemos incrementar la empatía mediante la escucha atenta del otro identificando sus necesidades en un momento determinado 45, lo cual permitirá tener una comunicación clínica efectiva, caracterizada por ser respetuosa, clara, directa y explicita que contribuya a la seguridad del paciente 46
Para fortalecer su conciencia social y empatía pregúntese: ¿Realmente estoy es- cuchando a los demás para entenderlos o solo para saber que responder?, ¿Puedo identificar y nombrar las emociones de los demás?, ¿hay alguien cuyo trabajo no he reconocido hoy?
Una vez se tiene conciencia social se puede usar dicha información para tener interacciones sociales asertivas que le permitan motivar e influenciar a otros, lo cual se traduce en un mejor manejo de relaciones 47. Dado el aumento en la carga laboral y la ansiedad por la pandemia, el manejo de relaciones puede ser particularmente desafiante en el ámbito hospitalario; además, es común encontrarse con personal que ha sido reasignado a otras áreas y con el cual nunca se ha trabajado antes, siendo preciso fortalecer dichas relaciones para garantizar la productividad del equipo.
En cuanto a los pacientes, en el contexto de COVID-19 el manejo de relaciones también resulta fundamental, ya que la mayoría de pacientes se cuidarán a sí mismos en casa y un paciente satisfecho tendrá mayor adherencia al tratamiento y las medidas de protección las cuales son cruciales para el control de la enfermedad 48,49.
Ser paciente en las interacciones con el equipo y los pacientes, prestar atención al lenguaje corporal y expresiones faciales de forma que inspiren confianza y atención, son formas de fortalecer las relaciones con los demás.
Como líder que es, trate de incluir en estos momentos expresiones como “Hagamos esto despacio porque es importante” y “Gracias”. Para tener mejores relaciones con los demás en momentos difíciles puede preguntarse: ¿Estoy transmitiendo paciencia y asumiendo que los demás están haciendo su mejor esfuerzo?, ¿como líder, estoy siendo transparente con la información?, ¿es la comunicación con mi equipo frecuente, clara y abierta a la retroalimentación?
Conclusiones
Si bien la pandemia por COVID-19 ha sido una gran prueba para los profesionales de la salud, también presenta una oportunidad para fortalecernos como individuos y como grupo. La resiliencia que se requiere para enfrentar circunstancias como las actuales es un proceso dinámico y en constante evolución que requiere no solo de una actitud positiva sino también de estrategias efectivas. El bienestar de los profesionales de la salud es un elemento fundamental a la hora de desarrollar estrategias para afrontar la pandemia que garanticen la integridad del acto médico y los actores involucrados. Desde la inteligencia emocional podemos desarrollar mayor tolerancia al estrés, preservar el bienestar individual y crear ambientes laborales seguros para el paciente. Aplicamos la inteligencia emocional cuando afrontamos los desafíos de la práctica clínica desde el auto cuidado, con empatía, apertura y disposición a trabajar en equipo.