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Acta Neurológica Colombiana

versión impresa ISSN 0120-8748

Acta Neurol Colomb. vol.31 no.1 Bogotá ene./mar. 2015

https://doi.org/10.22379/2422402216 

Comunicación especial en neurología

Comunicación breve

Anotaciones para una historia de Acta Neurológica Colombiana

Annotations for a History of Acta Neurologica Colombiana

Germán Enrique Pérez (1)

(1) MD MSc. Profesor Titular (c) - Tenente de Cátedra. Universidad Nacional de Colombia: Facultad de Medicina - Bogotá, Colombia.

Recibido: 3/03/15. Aceptado: 3/03/15.
Correspondencia: Germán Enrique Pérez: geperezr@unal.edu.co/germanenrique@gmail.com


Resumen

La aparición de una publicación científica seriedad, reconocida como órgano oficial de una asociación de médicos especialista, consolida el ciclo de profesionalización de un saber o conocimiento y afianza su imagen social en la comunidad en general y en la comunidad científica en particular. Estas anotaciones para una historia de Acta Neurológica Colombiana cubren ese período inicial y establecen las condiciones profesionales y educativas en las cuales se creó y desarrolló la publicación oficial de la Asociación Colombiana de Neurología. Muestran, de forma paralela, cómo la comunidad científica y el país diseñaron y pusieron en marcha un sistema de ciencia y tecnología que entre sus primeras acciones adoptó un sistema de clasificación para las revista científicas que privilegió los criterios numéricos de la bibliometría como indicadores de visibilidad.

Palabra clave: Historia, Asociaciones Profesionales, Publicación Científica, Sociología, Bibliometría (DECS).


Summary

The appearance of a scientific publication, recognized as the official organ of an medical specialist association, strengthens the professionalization cycle of a field of knowledge or one career, and reinforces its social image in the general community and specifically in the scientific community. These annotations for a history of Acta Neurológica Colombiana, covering the initial period establish the professional and educational conditions in which it was created and developed as the official publication of the Asociación Colombiana de Neurología. Additionally it shows, in parallel, how in the scientific community and the Country a system of science and technology was designed and implemented having among its first actions the adoption of a classification system for scientific journals that favored the numerical criteria of bibliometrics as an indicator of visibility.

Key words: History, Professional Associations, Scientific Publication, Sociology, Bibliometrics (MeSH).


Escribir la historia de una publicación científica, en especial cuando ella es el órgano oficial de una asociación de profesionales, es rememorar las circunstancias que condujeron al reconocimiento social y científico de una profesión y de su consolidación en el marco de las profesiones, las ciencias y las tecnologías. Esta tarea requirió un trabajo de archivo que en una primera fase se limitó a la inspección y lectura de los números de la revista (en particular editoriales, notas del Editor, cartas al Editor etc.), y al escrutinio del concierto sociopolítico nacional que vio nacer a “Acta Neurológica Colombiana”. Muchos pensarán que tal visión apunta más a un aspecto externalista de la historia y que una historia completa requiere una visión interna, quizás intimista de sus protagonista; espero poder presentarla en una siguiente entrega. (1, 2).

La sociología general interesada en la descripción y análisis total de la sociedad, ha derivado hacia la sociología de los grupos sociales, en especial a la de aquellos que ejercen funciones de control: el derecho y la medicina. A pesar de las diferencias metodológicas, la disciplina ha logrado una buena caracterización de las profesiones y de los profesionales, de manera que, a riesgo de aceptar una simplificación extrema, bien puede decirse que una profesión es una actividad humana que goza al menos de tres características principales: un cuerpo definido de conocimiento que se reproduce formalmente en una institución educativa (la universidad), una organización académico-gremial y una o varias publicaciones especializadas. (3, 4)

Estas características pueden reconocerse bien en la crisis de la educación médica en Colombia a raíz de las medidas liberales de la primera mitad del siglo XIX que permitieron el libre ejercicio de las profesiones (salvo de la Farmacia) y vieron languidecer a la Universidad Central con su programa de medicina. Uno de sus alumnos, Antonio Vargas Reyes, santandereano de Charalá, a su regreso de Francia, donde rehizo sus estudios de Medicina, fundó una publicación seriada “La Lanceta” aparecida en 1852 y luego la “Gaceta Médica de Colombia” en 1864. Desde esta última impulsó la creación de una Escuela privada de Medicina (1864) y difundió el ideario de la medicina anatomoclínica y de la llamada clínica francesa. Buscaba, también, que se acogiera como en Europa el conocimiento de las enfermedades regionales y diera lugar a una geografía y a una patología nacionales, tal como él lo había aprendido con profesores como Velpoux, Chassaignac y Rostan, entre otros. En 1867 se fundó la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, que incluyó la Escuela de Medicina con Vargas Reyes como decano. Al final de su vida promovió la fundación de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá (1873), que en 1891 se transformó en la Academia Nacional de Medicina (5, 6).

La Neurología colombiana, como profesión, hizo su aparición en medio de una tensión no menos interesante. A comienzo del siglo XX en el país la llamada “Escuela Francesa”, más interesada en el diagnóstico diferencial que en la fisiología y la bioquímica, retrocedía frente a la vitalidad de las ideas médicas norteamericanas.

En 1910 se había publicado el Informe Flexner, años después se produjo la visita de la misión Tulane encabezada por su decano ME Lapham, y la callada, pero paciente y continua acción de la Fundación Rockefeller en Colombia; habían creado su ambiente propicio para otra reforma en la educación médica (De hecho ya se había pasado del Ministerio de Higiene al de Salud Pública - 1953).

Estas circunstancias aunadas a una larga y a veces azarosa formación de especialistas en la línea de internos, agregados de clínica etc., frente a una sociedad cada día más demandante de medicina especializada, se crearon las condiciones propias para que en la segunda mitad del siglo XX, el país virara de manera casi abrupta a una educación médica caracterizada por un ciclo de ciencias básicas y otro de clínicas, enseñadas todas por médicos especialistas.

Al calor de esta contienda paradigmática de la enseñanza médica, y como signo del cambo inexorable regresaron al país los fundadores de la neurología moderna colombiana: Andrés Rosselli, iniciador Servicio de Neurología del Hospital Militar (1956), Ignacio Vergara y Jaime Potes del servicio de la Universidad Nacional - Hospital San Juan de Dios (1962), Eduardo Palacios del Hospital San José, Arturo Morillo y Eduardo Vallejo en La Universidad Javeriana - Hospital San Ignacio, pocos años después el Dr. Vallejo pasó al Instituto Neurológico de Colombia (FINC).

En 1962 regresaron a Medellín los doctores Rodrigo Londoño (Neurólogo y electroencefalografista) y el Dr. Federico López G. (además Neuropatólogo) e iniciaron la enseñanza de la neurología clínica en la Universidad de Antioquia y en el Hospital San Vicente de Paúl, a donde años más tarde llegó el profesor Carlos Santiago Uribe. Todos ellos aunaron esfuerzos y fundaron la Asociación Colombiana de Neurología en Mayo de 1978 (en 1973 algunos de ellos participaron de la Sociedad Neurológica Colombiana), y sentaron las bases para la aparición de una publicación especializada y periódica. Múltiples conversaciones entre el profesor Ignacio Vergara y su exalumno del programa de Psiquiatría de la Universidad Nacional (HJSD) Dr. Humberto Marín, a la sazón director médico de Knoll-Colombia casa farmacéutica establecida en el país, consiguieron financiar la “aventura” editorial de la Asociación Colombiana de Neurología y apareció en abril de 1985, durante la presidencia del Profesor Eduardo Palacios S., “ACTA NEUROLÓGICA”. Esto contribuyó a completar el ciclo que dio identidad profesional a la Neurología Clínica en Colombia. Así lo decía el editorial del Dr. Palacio para la ocasión:

    “……en especial conseguir que al especialista en neurología se le dé el puesto que le corresponde dentro de la medicina en el país” (7-10)

Los doctores Mario Muñoz neurólogo de la Universidad Nacional (HSJD), por la época vinculado a la Fundación Clínica A. Shaio y Pablo Lorenzana Pombo médico internista de la Universidad del Rosario y neurólogo de la Universidad de Londres a su vez Instructor Asociado, del programa de Neurología, en la Universidad Nacional de Colombia fueron los primeros editores. Los casi obligados temas del primer número cubrieron la historia de la Neurología (A. Rosselli) y la visión de la profesión y de la Asociación en el país (E. Palacios). En 1987 el Dr. Jimmy Schiemman (Neurólogo Javeriano -FINC), reemplazó al Dr. Lorenzana, quien pasó a ser editor asociado en compañía de los doctores Germán E Pérez R (UN-HSJD), Miguel Dávila S, y Guillermo Gómez (UR). La publicación misma tenía un aspecto muy juvenil, 8 caras compaginadas sin lomo ni costura, de papel amarillo y letras impresas en sepia, sin índice, ni tablas, ni figuras. Los artículos se solicitaban a los neurólogos (en particular a los profesores de los diversos servicios) y solían tener al final algunas bibliografías, casi siempre ordenadas alfabéticamente. El número 2 del volumen 2 de 1986 apareció con un grupo editorial nacional y un grupo de editores consultores internacionales, entre ellos Gustavo Román-Campos y Jorge Kattah, y estaba acompañado de un índice que avisaba secciones novedosas con artículos originales estructurados como el escrito por Palacios Leonardo con Resumen y Palabra clave (11). Contaba también con una “Página del Residente” que inauguraron Raúl Palma y Jairo Lizarazo del programa de la UN-HSJD con un artículo también organizado a la manera de las revistas internacionales (12). En junio de 1987 al final del número 2 del volumen 3, los editores expresaron su adhesión a los Requisitos Unificados para trabajos presentados a las Revistas Biomédicas (también conocidos como Requisitos Estilo Vancouver, desarrollados por la Biblioteca Nacional de Medicina (NIH-NL) a partir de la reunión de 1978 y publicados por vez primera en 1979, y transcribieron lo publicado por Acta Médica Colombiana (1983;8:43-47) (13).

Sin que mediara explicación, el número 3 de este mismo volumen apareció como “ACTA NEUROLÓGICA COLOMBIANA” y por segunda vez apareció con una carátula de fondo amarillo, recuadro sepia y con el contenido en ella; el interior pasó a ser en papel blanco brillante e impresión en negro. La causa de tal cambio solo se advierte en una nota del presidente aparecida en diciembre de 1988, el otrora boletín era ahora revista, tenía identificación de publicación seriada y había agregado Colombiana a su nombre:

    “…. A partir del número 1 del volumen 3, en marzo de 1987, se obtuvo la identificación para la revista ISSN (0120-8748) y en el número siguiente el nombre también creció y desde entonces pasó a ser Acta Neurológica Colombiana con una nueva carátula” (14)

Entre otros elementos, como el económico, en parte derivado de un patrocinador único que hacía coincidir la aparición de la publicación con sus ciclos promocionales (esquema de financiación que ya había hecho crisis en otras publicaciones científicas del país); el editorial, por ausencia de una política establecida, y el interés de la nueva Junta Directiva de la ACN gestaron el cambio plasmado en el número 4 de 1988: los doctores Muñoz y Schiemman fueron reemplazados por los doctores Rodrigo Pardo T (Neurólogo U. Javeriana-FINC) y Camilo Fadul (Neurólogo del Rosario y especialista en Epidemiología de la Universidad de Toronto) y fueron editores asociados los neurólogos Guillermo Gómez de la Universidad del Rosario-Hospital Militar, Gustavo Pradilla de la Universidad Javeriana-FINC ya profesor en la Universidad Industrial de Santander, Luis Morillo neurólogo y fisiólogo y Diego Rosselli neurólogo, ambos de la Universidad Militar Nueva Granada . El año 1989 fue difícil en lo científico y lo económico; en este aspecto se decidió abandonar el esquema del patrocinador único y la Asociación debió asumir otro sistema de financiación ya enunciado en el referido saludo presidencial de 1988. Los nuevos editores expresaron estas circunstancias así:

    “……..Se ha pretendido dotar a la revista de una identidad propia con total autonomía en su contenido y una mayor eficiencia comercial que nos permita llegar cada día a mas lectores comprometidos con la tarea de difundir y acrecentar el interés por la Neurología Clínica en nuestro medio…..”

Ingresó al cuerpo editorial el señor Hernán Tascón, conocido entre los neurólogos pues había representado algunas casas farmacéuticas. A partir de entonces sería el encargado del aspecto comercial y financiero de lo que desde entonces ya se conocía como “Acta Neurológica Colombiana” (15).

En 1990 por vez primera se vincularon dos neurólogas a la plantilla editorial: la doctora María Isabel Medina (U: Javeriana-FINC) y la doctora Yuri Takeuchi (U. Militar NG-Hospital Militar), quienes aparecieron como editoras asociadas. Comenzó a incluirse en la revista una sección de “Comentarios a la Literatura” cuyo editor fue el Dr. Gustavo Pradilla. En 1991 el doctor Pablo Lorenzana reemplazó al Dr. Camilo Fadul, con la continuidad el Dr. Pardo como editor principal.

En lo editorial la revista no intercaló más los anuncios entre los artículos, pero los usó a manera de separadores entre ellos, su carátula continuó siendo de color sepia y ya no enunciaba el contenido en ella, aunque le agregó una plastificación brillante. Fue un cambio interesante pues adicionó al sepia que usaba desde su aparición, el azul que adoptó desde entonces la Asociación para su logo institucional (presidencia del Dr. Carlos Santiago Uribe): un mapa del país con un cerebro en su centro colocado en la esquina inferior derecha de la carátula. El último número de este año apareció con un índice de contenido de materias, de autores, de colaboradores y de anunciantes. El permanente interés de los editores se dirigía a la consecución de colaboradores internacionales, a la ampliación del número de lectores y a dinamizar la educación en neurología, como lo expresaron en su editorial de 1992.

    ….” corresponsales extranjeros a continuar brindándonos su apoyo. Se trata de escribir la historia actual, de registrar nuestros esfuerzos, de formular hipótesis, de asistir al cambio y al progreso y lo mas importante de formar nuevas generaciones, …. Por ello iniciamos el proceso de suscripciones regulares que interpretamos además como un apoyo a nuestro trabajo editorial

A finales de 1992 el Dr. Lorenzana reemplazo al Dr. Pardo como editor principal y el Dr. Germán E Pérez (UN-MSc en Epidemiología y Estadística de la Universidad Libre de Bruselas) vinculado por varios años a la redacción de Acta Médica Colombiana y a la actividad editorial en el departamento de Medicina Interna de la Universidad Nacional de Colombia regresó como editor principal, fueron entonces editores asociados la Dra. Olga Lucía Pedraza (U. Militar NG-Hospital Militar y Master en Neurociencias de la Université de Montreal) y el Dr. Erick Sánchez (U. Javeriana -FINC). Este grupo dirigió la revista hasta finales de 1994 cuando el Dr. Pérez asumió como único editor, e ingresó al grupo editorial el Dr. Alberto Vélez especialista en neuropediatría (Universidad Autónoma de Madrid).

En lo editorial, la carátula continuó en fondo sepia, letras azules y logos de la ACN ahora centrado y abajo para dar cabida a una imagen relacionada con alguno de los artículos originales y a sus títulos abreviados. Por primera vez la revista contó con un asistente editorial, Myriam H. Chaparro (Odontóloga UN) quien llevó a cabo ad honorem y en forma sistemática la revisión de la redacción, la diagramación y las pruebas azules de los diversos números de la revista hasta la supresión de este cargo. La diagramación de la revista se confió a Ícono Editores con la Sra. Hilda Jaramillo como responsable de ella y la impresión, que por años se realizó en Editorial Guadalupe, pasó a Editorial Presencia, muy conocida entre los editores de revistas científicas por su calidad.

Es interesante anotar que durante todo este período ANC publicó bajo el acápite de “Editorial” algunos comentarios sobre los artículos que presentaba, en menos ocasiones sobre temas de discusión en la comunidad médica, sobre el diagnóstico en medicina y en particular en neurología por ejemplo, y en escasas ocasiones sobre asuntos que influyeron de forma crucial en la práctica médica y de la especialidad de la época. Ahora podemos decir, y para siempre, cómo la aparición de la llamada “Medicina Prepagada” que enunció los cambios ya operados en el sistema de prestación de salud del país. Correspondió al Dr. Carlos Santiago Uribe, presidente de la Asociación entre 1990 y 1992, registrar este crucial momento en el Editorial del número 1 del volumen 8 (1992), con la prudencia y profundidad analítica que le son características escribió:

    “….Es una excelente idea y hace de los costos de la atención médica puedan quedar al alcance de la mayoría de la gente, al menos de la clase media económica………Los médicos contratados que son los motores deberán ser bien remunerados. No es válido esgrimir el argumento de que es por el volumen de pacientes…Hoy en día la gente exige calidad y no cantidad……Desafortunadamente los directores de estas compañías no piensan en esto”

Las circunstancias para la práctica neurológica y médica en general parecen no haber cambiado de manera sustancial desde entonces; se ha impuesto una salvaje economía de mercado, debidamente auxiliada por la denominada “Economía de la Salud” que solo recientemente ha aceptado que la salud es un derecho y no un bien de consumo que se brinda o vende y comprar en proporción a los ingresos económicos. Este asunto pleno de debate bien puede considerarse, por algunos, como una digresión en la historia de ANC.

Al exterior de la Asociación y de su cada día más consolidada publicación, se desarrollaba una interesante disputa ideológica sobre el papel que el Estado debía desempeñar en los campo del saber y de la industria (es decir, de la producción), para aclimatar el modelo desarrollista impulsado por los organismos internacionales y las élites políticas y económicas del país.

Los sistemas de ciencia y tecnología promovidos por la UNESCO y LA OEA, intentaban aumentar la pobre inversión nacional en estas acciones (Colombia invirtió el 0,1% del PIB en 1990), casi en su totalidad dinamizadas por las pocas universidades que disponían de grupos de investigación y por los mismos investigadores. Algunos de ellos, reunidos en la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (ACAC), realizaron un foro en 1987 sobre "La investigación científica y el investigador en Colombia". En sus conclusiones propusieron un sistema o infraestructura para la investigación y un reconocimiento para los investigadores.

De otro lado, COLCIENCIAS creado en 1968, durante la presidencia de Carlos Lleras Restrepo, avanzaba en la estructuración de un sistema de ciencia y tecnología. Este año fue declarado “Año Nacional de la Ciencia y la Tecnología”. Estas circunstancias y el ejemplo de países como México, Argentina y Brasil, que auspiciados por el BID avanzaban en el desarrollo de sus propios sistemas de ciencia y tecnología, desembocaron en la Ley 29 de 1990 creadora de Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología 'Francisco José de Caldas' - Colciencias, en un comienzo adscrito a Planeación Nacional (DPN) (16).

Con la intención de racionalizar la inversión (a manera de financiación de algunos números) que Colciencias realizaba en las publicaciones científicas nacionales, se creó un grupo encargado de analizar y regularizar la divulgación de la ciencia nacional, con el énfasis especial de aumentar su visibilidad. Esto en el comienzo apuntó hacia la producción en inglés, pues se consideró el idioma “universal de la ciencia” y a la publicación en revistas internacionales de los productos de investigación del país. La existencia de publicaciones de tradición en Colombia, la relativa lentitud de integración de la llamada “ciencia periférica” a las corrientes principales de la ciencia y la presión en especial de los investigadores vinculados a las universidades públicas, (por la incidencia que las publicaciones tenían en sus salarios en concordancia con el decreto 1444 de 1992), entre otras razones hicieron que esta inicial directriz cambiara hacia una política de estímulo a las publicaciones nacionales, para que fortalecieran sus calidades científicas y editoriales. Se diseñó entonces una estrategia para crear un sistema de clasificación y reconocimiento de esas calidades que, a semejanza del ya existente en México, creó una clasificación de las revistas seriadas del país. Nació así el sistema PUBLINDEX, cuya primera convocatoria, en 1996, consiguió la información necesaria para establecer un formulario electrónico que apareció de manera periódica a partir de 1988 y dio lugar a la ya conocida clasificación en cuatro categorías (A1, A2, B, C). Esta clasificación, siempre con el interés de aumentar la visibilidad, se fusionó más tarde al proyecto LATINDEX liderado desde la Universidad Autónoma de México, a su vez creado como resultado del I Taller de Publicaciones Científicas de América Latina, celebrado en noviembre de 1994 en Guadalajara, México (17-19).

Esta discusión, que vinculaba la visibilidad de la ciencia, y por tanto de las publicaciones y de las revistas seriadas en especial, descansaba en gran parte en las ideas, quizá podría decirse en la filosofía, de la cienciometría y en particular de la bibliometría (denominada por Hulme en 1923 como estadística bibliográfica); ya no era suficiente publicar, ahora no bastaba con aparecer, era necesario que este “producto” fuera citado (visibilizado como suele decirse en el argot de las publicaciones) por la comunidad científica nacional e internacional. Sobre esta idea elemental se comenzaron a levantar indicadores e índices y a construir bibliotecas supranacionales que agrupaban los productos de investigación. El ideal de una ciencia global, pero en especial de participar en ella, se adicionó a los ya mencionados criterios de calidad exigidos por el sistema de C y T (20, 21).

Sin importar mucho que los varios sistemas derivados de esta concepción convirtieran la producción científica en números, se insistió siempre en que ello permitía comparaciones, análisis y facilitaba la obtención y visibilización de la producción. Colciencias incluyó entre los criterios de calidad científica la inclusión en estos índices, política que más temprano que tarde aceptaron los editores de las revistas científicas del país. En lo relacionado con la salud, la Organización Mundial de la Salud y su política de bibliotecas regionales brindaron importante apoyo a esta iniciativa organizando foros y talleres para cualificar a los editores y facilitarles la participación en las ya permanentes convocatorias del Colciencias y su Publindex, cortes que se desarrollaron con la colaboración del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología creada en 1999 y auto descrito como: “asociación civil de participación mixta y de carácter privado, sin ánimo de lucro” (22).

Con los varios y valerosos esfuerzos de los Editores de ANC y de la Juntas Directivas de la Asociación para lograr la inclusión de la revista en el Publindex comenzará la parte final de estas anotaciones para una historia.


Referencias

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