Son muchas las palabras que podrían escribirse y pronunciarse sobre mi hermano Eduardo Palacios Sánchez. Este obituario pretende brindar una aproximación a su vida, a algunos de sus logros profesionales, pero sobre todo a sus admirables y excepcionales cualidades humanas.

Nació en Bogotá el 9 de agosto de 1941 siendo el primogénito de siete hermanos. Sus padres, Eduardo Palacios Rodríguez y Ana Elisa Sánchez de Palacios tenían una especial afinidad hacia la lengua y cultura francesas, por lo que llevó a cabo sus estudios de primaria y bachillerato en el Liceo Francés Louis Pasteur. Su vocación lo llevó a estudiar medicina en la Pontificia Universidad Javeriana donde obtuvo el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1968. Ese año fue determinante en su vida ya que se casó con Perla Espinosa Rausch, con quien formó una hermosa familia compuesta por tres hijos, Ximena, Mónica y Eduardo. Más adelante vendrían dos nietos, Alicia y Pedro, hijos de Mónica y su esposo Wilson Terán. Una vez culminada la carrera ingresó al programa de especialización en Neurología en el Hospital Militar Central que para ese entonces contaba con el aval académico de la Universidad del Rosario. Sus profesores fueron los doctores Andrés Rosselli Quijano, padre de la Neurología en Colombia, Jaime Potes Gutiérrez y Francisco Barón Cuervo, por quienes sentía gran admiración y respeto. Obtuvo el título de especialista en Neurología en diciembre de 1974. Una vez finalizada su especialización realizó una pasantía en la Universidad de Cornell, en la ciudad de Nueva York, bajo la tutoría de Jerome Poser y Charles Posner ¹.

A su regreso se vinculó como especialista del servicio de Neurología del Hospital Militar Central e inició la carrera docente en la Universidad del Rosario, donde llegó a ser profesor titular y Catedrático Honorífico. Los alumnos de pregrado del Rosario llevaban a cabo una rotación durante sexto semestre por el "sexto sur" el área del hospital donde se ubicaba el servicio. Continuaba, además, siendo el hospital base del programa de especialización en Neurología. Estuvo vinculado a dicha institución, donde llegó a ocupar la jefatura del servicio,entre 1979 y 1984. A partir de 1982, la Universidad Militar Nueva Granada que ya tenía abierto el programa de Medicina, abrió también el de especialización en Neurología por lo que fue nombrado profesor de esa universidad. En 1977 se vinculó al Hospital San José de Bogotá, en el cual la Neurología era practicada por distinguidos neurocirujanos entre ellos los doctores Antonio Becerra Lara y Manuel Roberto Palacios Palacios. La cátedra de semiología neurológica era impartida por el profesor Juan Mendoza-Vega, neurocirujano, bioeticista e historiador. A su llegada al hospital, el doctor Juan Consuegra Zulaica, jefe del departamento de Medicina Interna le encomendó la responsabilidad de organizar el servicio de Neurología, labor que aceptó. Tan sólo un año después de su vinculación, se llevó a cabo visita de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina con el objeto de obtener la aprobación de un programa de especialización en Neurología en asocio con la Universidad del Rosario. El concepto fue favorable y el primer residente del programa fue Agustín Gutiérrez Garavito, quien ejerce la profesión exitosamente en la ciudad de Villavicencio. Posteriormente ingresarían muchos más, que obtuvieron una excelente formación y una vez egresados, ocuparon importantes cargos como neurólogos, algunos como académicos e investigadores en nuestro país y otros allende las fronteras. Con el paso del tiempo, en calidad de docentes se vincularon importantes neurólogos entre los que en se cuentan Gustavo Román Campos, Jimmy Schiemman Delgado, Ernesto Potes Sánchez, y varios egresados de esa primera etapa del servicio, entre ellos Edgar Osuna Suárez, Leonardo Palacios Sánchez, Luis Carlos Mayor Romero, Patricia Mendoza Rodríguez, Roberto Suárez Ariza, Marcela de la Ossa y Manuel Guillermo Uribe Granja. Colaboraron también en actividades docentes en pre y postgrado, Guillermo Marroquín Gómez, oftalmólogo y neuroftalmólogo, Miguel Rueda Serbausek, y Jorge Eslava Cobos ^1-3.

En mayo de 1978, junto con otros visionarios, entre ellos Eduardo Vallejo Mejía, Jaime Potes Gutiérrez y Gustavo Pradilla Ardila, se fundó la Asociación Colombiana de Neurología (ACN), y Eduardo Palacios fue nombrado secretario ejecutivo de la primera junta directiva, que fue presidida por el doctor Andrés Rosselli Quijano. Posteriormente ocuparía la presidencia de la ACN durante el período 1984-1986, y fue distinguido como miembro honorario en 1992. Durante su período como presidente, se lanzó la revista Acta Neurológica (hoy Acta Neurológica Colombiana), como órgano de difusión científica y cuyo primer número data de abril de 1985. La especialidad se consolidaba en nuestro país, y en el editorial del primer número, acorde con el momento, escribió la siguiente frase: ".. .en especial conseguir que al especialista en Neurología se le dé el puesto que le corresponde dentro de la Medicina del país" ^4,5.

Su inmensa vocación docente lo llevó a publicar el libro Guía para el manejo del paciente neurológico que tuvo dos ediciones, en 1984 y 1987. Se trata de un texto especialmente diseñado para los estudiantes que rotaban por el servicio. En 1993 se publicó Guías terapéuticas en Neurología del cual Leonardo Palacios es coautor. Otros libros publicados por los doctores Palacios incluyen Epilepsia, pasado y presente publicado en 1992, y Semiología neurológica integral en 1994. Por invitación de su alumno y amigo Jaime Toro Gómez fue editor del libro Neurología, junto con Manuel Yepes Sanz, en sus dos ediciones (2001 y 2010). La primera fue publicada por Mc Graw Hill Interamericana y estuvo destinado a la comunidad médica hispanoamericana. En las dedicatorias Eduardo Palacios dejó la siguiente frase: "A mi familia por su paciencia, y a mis alumnos, a quienes estoy seguro este libro les será de gran utilidad" ⁶. Como único autor o en coautorías, publicó más de cien artículos y capítulos de libros científicos y fue invitado a dictar numerosas conferencias en eventos nacionales e internacionales.

En 1993 ingresó como miembro de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, propietaria del Hospital San José, que le confirió en 1995 la Orden al Mérito. Dicha sociedad y la Universidad del Rosario realizaron modificaciones al convenio con la Universidad del Rosario en 1994 por lo que los programas de especialización que se llevaban a cabo en el Hospital de San José continuaron con el aval académico de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS), y la Universidad del Rosario trasladó el campo de acción de sus programas a otras instituciones hospitalarias. El de Neurología fue trasladado a la Fundación Cardio Infantil Instituto de Cardiología que aún sigue siendo la institución base del programa ⁷. Luego de la separación de la Sociedad de Cirugía de Bogotá y la Universidad del Rosario, la FUCS y el Hospital continuaron con el nivel de excelencia que los ha caracterizado y Palacios fue nombrado Rector de la institución universitaria, cargo que ocupó entre 1996 y 2000, obteniendo grandes logros, entre ellos la apertura del programa de Medicina. Nunca dejó la docencia, a pesar de la gran carga administrativa que implica un cargo como la rectoría.

Estuvieron transitoriamente al frente del servicio otros prestigiosos neurólogos, Marcela de la Ossa Rodríguez, Paulo Vega Mateus y Jorge Eslava Cobos, pero luego Palacios volvió a la jefatura ocupando dicho cargo hasta diciembre de 2019 ³. Continuó al frente del programa, formando decenas de neurólogos, y algunos egresados del programa egresados de la FUCS, han sido o son profesores del servicio, entre ellos Carlos Navas Cardozo, Martin Vicuña de la Rosa (qepd) Leonardo Hernández Reina, Ramón Quintero, Miguel Silva Soler, Iván Gaona y Jean Paul Vergara. Otros docentes de diferentes escuelas se unieron al programa y se abrieron servicios adicionales como neurofisiología, video EEG y medicina del sueño. Algunos de los colegas que han contribuido y enriquecido el servicio son, Daniel Nariño González, Natalia Shroeder Lanao, Luis Roa y Claudia Lucía Moreno López, quien actualmente es la presidenta de la ACN. En la actualidad el servicio cuenta con el talento de distinguidos neurólogos, varios de ellos con segundas especialidades: Miguel Arturo Silva Soler, Javier Triana, Iván Gaona, Mauricio Patiño, Juan Diego Vargas, Angela Navas, Jean Paul Vergara, Javier Triana, Gabriel Castillo, Claudia Lucía Moreno, Armando Dumar, Sergio Ramírez y Julio Moreno. Como un servicio hermano, se fundó el del Hospital Infantil de San José, que estuvo dirigido durante tres años por Sergio Ramírez García, neurólogo y neurofisiólogo, y desde entonces por el Iván Augusto Gaona Barbosa, neurólogo y epileptólogo.

Todos los egresados, más de 90, prestan un importante servicio a sus pacientes, gozan de gran prestigio y un número significativo de ellos ocupan o han ocupado cargos de gran importancia a nivel nacional e internacional. Palacios estuvo al frente del programa hasta diciembre de 2019 completando 43 años asistiendo puntualmente al Hospital San José. En dicho año, por razones de salud se retiró del servicio cuya jefatura pasó a su alumno y amigo Miguel Silva Soler, neurólogo y especialista en medicina del sueño quien venía desempeñándose como coordinador del servicio desde 2017, y tiene junto con los demás profesores del programa, la enorme responsabilidad de mantener viva la escuela fundada por el profesor Eduardo Palacios.

Sus membresías a asociaciones nacionales e internacionales fueron muchas, al igual que las distinciones que recibió, y a las que era casi imposible lograr que asistiera, pues su sencillez y humildad hacían que en cuanto se enteraba que iba a ser objeto de un reconocimiento, buscaba la forma de eludir su presencia en el evento. Por lo anterior, era necesario recurrir a diferentes estrategias, invitándolo a dictar una conferencia, a un almuerzo o reunión de amigos y ya en medio del acto académico, le era imposible huir del lugar.

Fueron muchos sus pasatiempos, y aficiones, entre ellas la buena mesa y los buenos vinos, la música, la filatelia y los caballos de carreras, llegando a ser propietario de dos bellos ejemplares, Platónico y Mariela, que le dieron muchas satisfacciones en el hipódromo de Techo y en el de los Andes. Fue un gran jugador de ajedrez y de billar. Gran lector, poseedor de una gran biblioteca, conocedor y coleccionista de obras de arte, en particular de pinturas. Perla, su esposa, es una gran artista plástica y varias de sus obras lucen en su apartamento y en los de sus seres más queridos, entre los que muy honrosamente me encuentro. Los perros fueron sus mascotas favoritas, y nunca dejó de tenerlos. Los tuvo de diversas razas, tamaños, temperamentos y condiciones, pero sus favoritos fueron los lebreles afganos de los cuales tuvo tres, Salomón, Salomé y Hassam. El último es Kylo, que le brindó su afecto y compañía hasta sus últimos momentos. Es un bello criollo adoptado por su hijo Eduardo, y como un designio del destino, Kylo padece un temblor cefálico de difícil manejo. Fue un viajero incansable y recorrió diversos lugares del mundo, pero con frecuencia iba a Barcelona para visitar tan hermosa ciudad, pero sobre todo para asistir al Camp Nou a partidos de su equipo favorito, el Barça. Gran conocedor de vinos, de una generosidad inmensa compartía con los invitados su morada, sirviendo él mismo ese y otros licores espléndidos en su bar estilo español. Disfrutaba mucho más compartiendo que tomando él mismo tan agradables bebidas.

Su amor a su familia y sus seres queridos fue inmenso. Su vocación docente inagotable, incluso en medio de la pandemia, y hasta un mes antes de su partida, seguía llevando a cabo seminarios con sus queridos residentes por la plataforma Zoom que ha entrado a formar parte de nuestras vidas en estos momentos. Su amor al Hospital San José fue infinito, nunca dejó de asistir a ese maravilloso templo de la Medicina por el que hemos pasado varios miles de profesionales de la salud en calidad de estudiantes, y varios centenares en calidad de docentes, sintiendo e impregnándonos de la energía positiva que sus fundadores supieron infundirle y que después de más de un siglo sigue estando viva.

No dejó de hacer lo que deseaba y lo que amaba. Afortunadamente se puede decir que no le faltó nada y cumplió todos sus sueños. Nos deja imborrables recuerdos y enseñanzas que van mucho más allá de la Medicina y la Neurología. Fue ejemplo de vida, rectitud, elegancia, de amor a los suyos, generosidad infinita y humildad sin par. Se nos fue ese gran caballero y amigo, ese maestro que nunca olvidaremos y que vivirá por siempre en nuestras mentes y nuestros corazones.