El año 1665 marca un hito trascendental en la historia de la ciencia; de manera casi simultánea aparecieron en Francia e Inglaterra las dos primeras revistas científicas. Journal des sçavans, apareció en enero en París, y aunque sobrevive en la actualidad, ha pasado por varias interrupciones, incluyendo una larga pausa por la Revolución Francesa. Mientras tanto Philosophical Transactions of the Royal Society^*, que apareció en marzo de ese mismo año en Londres ¹, sobreviviría hasta el presente. El primer editor de la revista británica se llamaba Henry Oldenburg. Oldenburg había nacido en Bremen hacia 1619, se había formado como teólogo y había viajado extensamente por Europa, antes de emigrar a Inglaterra como diplomático ante el gobierno de George Cromwell. Oldenburg fue miembro fundador de la Royal Society en 1660 y luego, como editor de su revista, adoptó la costumbre de enviar los manuscritos a reconocidos científicos europeos para tener su opinión antes de su publicación ². Con Oldenburg nació no solo el concepto de revista científica sino el de revisión por pares.

Tres siglos y medio han pasado desde entonces y muchas de las tradiciones de la ciencia siguen inmutables. Una de ellas es la independencia que las publicaciones científicas deben tener frente a sus dueños, o frente a los intereses comerciales de quienes patrocinan la publicación. El Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (ICMJE), a cuyas recomendaciones se acoje Acta Neurológica Colombiana, define y detalla el concepto de la independencia editorial de las revistas con respecto a sus propietarios, y dedica toda una sección a este tema ³.

Son muchas las ocasiones en que una revista puede ser objeto de presiones por parte de los propietarios de la publicación, ya sea por razones comerciales, por razones de prestigio o reputación, o incluso por razones políticas. En 2005, poco después de que la revista Lancet hubiera sido adquirida por la empresa comercial Elsevier, surgió una controversia en su sección de correspondencia ⁴. Cómo era posible, decían sus autores, que el holding empresarial Reed Elsevier por un lado publicara importantes revistas de temas de salud, mientras que otra de sus empresas estuviera a cargo de organizar la más importante feria exposición de armamento del mundo. El editor de Lancet Richard Horton fue cuestionado no solo por dar eco en su revista a los ácidos comentarios del Royal College of Physicians o la luondon School of Hygiene and Tropical Medicine⁵ sino por escribir un editorial de apoyo a los que criticaban a la empresa que le pagaba su salario ⁶. Al final, Horton se mantuvo en su cargo y Reed Elsevier dejó de organizar su feria bianual de armas ⁷.

Otro debate sobre la independencia editorial surgió en 1999 en la revista JAMA, propiedad de la Asociación Médica Americana (AMA), cuando su editor George Lundberg fue removido de su cargo por, supuestamente, meter a la revista en un debate político que "no tenía nada que ver con ciencia o con medicina" ⁸. El "error" de Lundberg, que llevaba 17 años en el cargo, fue publicar un estudio que indagaba entre estudiantes universitarios qué pensaban ellos que era "tener sexo" ⁹. El tema parecería trivial, de no ser porque Estados Unidos vivía el escándalo político de Bill Clinton y Monica Lewinsky ¹⁰. La AMA es una organización de tendencia política republicana, y la publicación en cuestión, que mostraba que para 60% de los encuestados tener sexo oral no clasificaba como "tener sexo", podría ser visto como un punto a favor del presidente demócrata cuestionado por sus prácticas sexuales.

La importancia de los intereses comerciales de las revistas fue la fuente de otro escándalo que se vivió en ese mismo año 1999, esta vez en el New England Journal of Medicine (NEJM). Su editor de ocho años Jerome Kassirer fue despedido por "razones administrativas". La Massachusetts Medical Society, propietaria de la revista, estaba en desacuerdo con Kassirer sobre su interés en ampliar el espectro de publicaciones del NEJM para incluir otras revistas de subespecialidades ¹¹, algo similar a lo que hacían por entonces otros grupos editoriales como BMJ, Lancet, Nature y JAMA. Kassirer salió y el NEJM siguió con una única publicación, en lo que algunos describieron como un enfrentamiento entre profesionalismo y mercantilismo ¹¹.

Otro riesgo ampliamente discutido tanto en el mundo académico como en la prensa es el de la posible interferencia de la industria farmacéutica o de dispositivos médicos en los contenidos de las revistas ^12,13. En aras de mantener la credibilidad y la transparencia es fundamental que los temas comerciales de la revista (y de sus propietarios) sean manejados de manera independiente de sus contenidos editoriales, y que se insista en la declaración de posibles conflictos de interés en la autoría de los artículos ³. En el contexto internacional, la influencia de estos intereses comerciales no solo en las publicaciones científicas sino en la educación médica ha sido tema de análisis, y merece más atención y estudio en nuestro medio ¹⁴.

En resumen, el poder de los editores y de su equipo cercano es quizás la herencia del poder autoritario que en el siglo XVII tenían los capitanes de los grandes barcos de ese siglo de exploración y descubrimiento. Sin duda ellos también tendrán sus sesgos personales y quizás sus propios conflictos de interés. Pero en la mente de los editores deben estar presente las necesidades de sus lectores, por un lado, y su papel prioritario en defensa de la credibilidad del pensamiento científico.