SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.21 issue1 author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

Share


Revista colombiana de Gastroenterología

Print version ISSN 0120-9957On-line version ISSN 2500-7440

Rev Col Gastroenterol vol.21 no.1 Bogotá Mar. 2006

 

Medicina y sociedad: ¿El choque de trenes?

Fernando Sierra A. MD, MSc, FACG (1)

(1) Presidente Asociación Colombiana de Gastroenterología

La motivación fundamental para tratar este tema nace de la percepción personal pero compartida con varios colegas que reza: El descontento actual del médico es patético, así también lo es el de la sociedad con el accionar del médico. La explicación a este fenómeno dista mucho de ser sencilla; es probablemente la consecuencia de una cadena de eventos que interrelacionados han conducido a producir este sentimiento. En esa red causal quiero destacar el aspecto fenomenológico que en mi entender explica la raíz de esta anómala situación que nos está tocando confrontar.

Partimos de una premisa absoluta y poco refutable; los médicos somos parte activa de la sociedad, no debemos ser ni marginados, ni eximidos como todos los miembros de nuestro “gueto”; nacemos, crecemos y maduramos haciendo parte de los cambios inherentes que involucran el desarrollo colectivo y social, por eso debemos acoplarnos responsablemente a la “verdad” que con nuestros congéneres vamos construyendo poco a poco para que en conjunto podamos adaptarnos a la realidad cambiante y condicionada por las disponibilidades de los recursos naturales y por las necesidades subyacentes que poco a poco van apareciendo.

En occidente, las concepciones sobre el conocimiento, sobre lo social y lo cultural han evolucionado en tres fases: la premoderna o clásica, la moderna y el postmodernismo. La era clásica se basó en lo espiritual y lo mitológico. Los dioses, no la humanidad, fueron el centro del universo. El credo de Anselmo resume claramente esta era: “Yo creo y de esta manera yo puedo entender”. Los mitos fueron utilizados por los antiguos para explicar ciertos fenómenos naturales, como las tormentas, las sequías y los movimientos de la tierra. En esta época el médico tenía un rol de curandero, una figura prominente, mística y celestial, se le adoraba, se le consentía y admiraba como a un dios. La era moderna se caracterizó por la ilustración; en ésta se apreció un cambio radical en la perspectiva anterior donde la humanidad ocupó el centro del universo y la ciencia y la razón fueron las encargadas de otorgarle todo su poder. El axioma de Descartes “Yo pienso, por lo tanto existo y puedo ser importante’, refleja claramente esta posición. La humanidad tomó las llaves y abrió las puertas para descubrir toda la verdad que estaba detrás de ellas y así determinar los límites del conocimiento. En esta época el médico fue considerado un científico a carta cabal, poseedor de una autoridad científica raramente cuestionable que fundamentaba su vivir en el respecto y la admiración por una sociedad que lo encontraba a la vez sabio y lleno de humanidad.

Con el paso del tiempo la esperanza fundamentada en la ciencia del autodeterminismo, del progreso y la libertad absoluta no se dieron, la decepción y la desilusión invadieron el pensamiento colectivo de la sociedad. Es por esto que a finales del siglo pasado, los prospectos de la edad moderna otorgados por los avances tecnológicos estimularon la esperanza de un mundo mejor, libre de enfermedades, que pudiera lograr la equidad social.

Pero al amanecer del nuevo milenio, el hecho de que estas promesas no han sido alcanzadas ha puesto en duda la capacidad de la ciencia para curar y liberar. Aunque la ciencia ha mejorado algunos parámetros de la salud y el confort de la sociedad, algunos avances científicos como la prolongación de la vida han traído consigo un sinnúmero de nuevos problemas médicos costosos y molestos que ni la medicina científica ni los avances tecnológicos han podido resolver. Este hecho, en cierta medida, explica porqué en los últimos años se ha visto un incremento en el uso de medicinas no convencionales o “alternativas” para el tratamiento de enfermedades crónicas como el cáncer, el reumatismo y las enfermedades funcionales.

El postmodernismo se fundamenta en el entendimiento de “saber la manera de cómo permanecer y perdurar”, ahora nos corresponde aprender haciendo y fabricar conocimiento a base de la experiencia, es por eso que el credo actual es “Yo experimento, de esta manera yo trato de ser lógico”, los parámetros modernos de “Ciencia” y “Verdad” se han cambiado por la vida del caos y la dinámica fractal, donde la complejidad y la incertidumbre son la esencia de nuestra esencia vital. En el enfoque actual, la experiencia personal destaca el carácter propio, único e individual, que además se distingue por lo complejo y subjetivo del cada cual que llevamos adentro. El postmodernismo no puede aceptar que todas las cosas pueden ser entendidas y resultas por la ciencia, en otras palabras la ciencia tiene sus límites. La validez de la intuición y la experiencia es considerada de igual importancia a los métodos tradicionales empleados por la ciencia: observación, inducción y experimentación.

En este contexto: ¿Dónde se establece el choque de trenes? Mientras la sociedad se montó en el tren del postmodernismo, la medicina sigue cabalgando en el tren del modernismo. La sociedad que exige a la profesión médica resolver los nuevos retos que ella misma impone, a la vez ha sido incapaz de proporcionarle los mecanismos para desarrollar un método que le permita cubrir sus nuevas exigencias, y a pesar de entender lo incierto en la certeza, demanda del médico exactitud extrema y rendimiento máximo punificando brutalmente las falencias y potenciales errores que nuestro ejercicio conlleva, en otras palabras: es la paradoja de la realidad; “viva en el realismo crudo del postmodernismo, pero rinda como en el surrealismo del modernismo mágico”.

Más aún, la sociedad postmoderna con el cambio de valores ha beatificado al hedonismo y el consumismo como su bandera y su esencia. El dinero es el dios y la acumulación económica la meta, un mundo donde el envase es la esencia y el contenido basura; la mentira se hace virtud, y la honestidad vicio. Ahora importa lo que brilla no lo que ilumina, la apariencia es la gracia y la autenticidad defecto. Con esta “agenda”, no procuramos satisfacer sólo nuestras necesidades, vivimos tiranizados por la esclavitud que proporciona colmar nuestros deseos y peor aún, esos deseos no son los propios, no son los que nacen genuinamente desde nuestro ser, esos deseos son los que nos fabrican, los que manipulan la información mediática, los dueños del poder que a través de los temibles medios masivos de comunicación realizan su soborno. En este contexto, la medicina es simplemente otro negocio, el médico un obrero y el paciente un consumidor, la ciencia médica como tal no evoluciona teniendo como foco central las necesidades del paciente y las capacidades del médico, sino con base en las proyecciones económicas y caprichos de los diferentes actores económicos del acto médico (compañías de seguros, fabricantes de medicamentos y/o de pruebas diagnósticas, empresas de medicinas prepagas, adjudicatarios de contratos estatales que la mayoría de las veces ni siquiera son médicos, etc.); el hospital, sitio en el cual se debe generar el conocimiento médico, ha sido reemplazado para ese fin por las bolsas de valores del mundo “desarrollado”. Como un “buen empleado”, que más parece una mascota bien ‘amaestrada o domesticada’ que un ser sagaz, auténtico y humano, el médico actual so pena de ser despedido de su empleo si no sigue los parámetros de sus patronos o, en ocasiones, también vale la pena decir víctima de cierta “esquizoidia intelectual” es presionado en forma sutil a veces y en otras en forma descarada a ejercer su profesión bajo la tiranía del rendimiento económico lejos de los preceptos y valores fundamentales de nuestra profesión: responsabilidad ética, conocimiento actualizado, altruismo y bondad. Entre los métodos sutiles empleados, los que tienen el poder utilizan estrategias fundamentadas básicamente en la manipulación de la información “científica” que a diario “infecta contaminando” la literatura médica. Es más, existe un patrocinio irrestricto a actividades de educación médica por las que además debemos estar terriblemente agradecidos. Testimonio de lo que acá afirmo es el hecho de que estudios patrocinados por la industria que produzcan resultados negativos difícilmente son publicados, es más, una gran mayoría de las guías de manejo que se han publicado en la literatura mundial se han hecho bajo el control de grandes compañías interesadas en la promoción de sus productos. El Internet y los anuncios televisivos presionan al público a consumir innumerable cantidad de productos innecesarios. Se crea la falsa creencia de una vida perdurable y sana. Pero esto en sí no es malo, ellos están en su derecho, esa no sólo es su tarea sino su obligación, incluso puede ser una necesidad del postmodernismo. La parte mala es que nosotros como profesionales médicos no hemos sido capaces de adaptarnos al cambio y responder al mismo con carácter y creatividad; en un acto de cobarde economía intelectual, nos hemos dejado arrastrar por la corriente desastrosa de lo que llamamos evolución y desarrollo.

¿Y cuál sería la solución que propongo para resolver este choque de trenes? En primer lugar, yo considero que debemos amalgamar la realidad actual con el gran número de retos que el ejercicio de nuestra práctica exige, pero conservando los valores ancestrales y fundamentales de la profesión: integridad, compasión, altruismo y excelencia. La respuesta la tenemos creo yo en el ejercicio de una medicina auténtica, coherente, responsable, adecuada, que sepa afrontar la incertidumbre pero por encima de todo, humana. Este tipo de práctica médica se caracteriza, entre otras cosas, por varios principios básicos entre los que se incluyen educar a nuestros estudiantes no sólo para que sean competentes, que es la habilidad de un individuo de realizar sus labores asistenciales con fundamentos sólidos en conocimientos básicos, aptitudes ortodoxas y desempeño hábil; capaces, que es la extensión a la cual los individuos pueden adaptarse al cambio, observar nuevos fenómenos y a partir de ellos fabricar novel conocimiento procurando constantemente mejorar su desempeño, sino también creativos recordando que en nuestra profesión debemos tomar decisiones en medio de las aguas turbias de la incertidumbre y que muchas veces no se puede esperar a que ésta sedimente y deje el medio transparente. El médico debe comprender que para asistir a un paciente debe entender que los datos suministrados por un experimento clínico son promedios obtenidos en una muestra de pacientes que podrían ser parecidos a su paciente, que además, su paciente en particular es un individuo único e irrepetible, en él sus decisiones deben tener como punto de referencia esos datos promedios obtenidos de la experimentación científica, su decisión particular debe considerar otros aspectos como los valores y preferencias de su paciente y su familia, además del contexto social donde practica, con los recursos y limitaciones existentes.

Debemos además procurar trabajar formando grupos armónicos no sólo de compañeros, sino de amigos; la unión definitivamente es la que crea la fortaleza. Debemos procurar no ser víctimas del mercado voraz, que los economistas y mercantilistas de nuestra profesión nos quieren imponer, debemos ser capaces de salir de esa prisión consumista y mediática. Da lástima y asco ver colegas enfrascados en conflictos laborales, donde la deslealtad y el abuso destruyen amistades sólidas de un antaño reciente. Hay que fabricar solidaridad y trabajar en conjuntos coherentes, donde el respeto y la equidad predominen, luchando en grupo por la reivindicación de nuestra especialidad y el reconocimiento económico y moral justo que nos seguimos mereciendo. Es probable que con el nuevo ordenamiento de las políticas de nuestro país, donde estamos ad portas de procesos tan importantes como el establecimiento del piso tarifario y la recertificación, la Asociación Colombiana de Gastroenterología debe tomar un papel primordial en la composición de un grupo sólido y capaz que, basado en los principios presentados en los parágrafos precedentes, pueda con la unión de todos hacerla lo suficientemente compacta para que unidos a otros grupos de profesionales de la salud como por ejemplo Asosalud, Colegio Médico o Sociedades Científicas, podamos enfrentar con carácter e inteligencia los retos que se nos vienen.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License