El oftalmólogo Li Wenliang, a finales del año pasado, visitaba frecuentemente el mercado mayorista de mariscos de la ciudad de Wuhan, China. Le preocupaban las pésimas condiciones sanitarias de más de 1000 puntos de venta de animales tradicionales como mariscos, pescados, cerdo y pollos, así como un sinnúmero de animales silvestres y exóticos. El doctor Li empezó a observar una serie de pacientes con cuadros respiratorios severos y advirtió sobre el riesgo de pandemia. Fue censurado rápidamente; falleció de 33 años 1,2,3. Todavía no se conoce exactamente de dónde proviene el SARS-CoV-2. Las versiones están en el espectro entre el origen zoonótico -la más sustentada- hasta teorías conspirativas de cepas salvajes que se guardan con propósito investigativo en algunos laboratorios del mundo 3.
Según información del Centers for Disease Control and Prevention (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 78 %-81 % de los pacientes infectados tienen un cuadro leve 4,5, el 13,8 % de los casos presentan una condición severa (disnea, polipnea, desaturación) que requiere hospitalización, y el 6,1 % tendrá una condición crítica (falla respiratoria, choque séptico, y/o falla multisistémica) 6,7.
Los síntomas respiratorios, incluidos fiebre (87 %) y tos (67,8 %), están presentes en la mayoría de los casos de COVID-19. Sin embargo, las manifestaciones clínicas son variables, ya que pueden aparecer entre 2-14 días después de la exposición 3,4. Dentro de las manifestaciones digestivas se incluyen pérdida de peso (39,9 %-50,2 %), diarrea (2,0 %-49,5 %), náuseas (1,0 %-29,4 %), vómito (3,6 %-15,9 %), dolor abdominal (2,2 %-6,0 %) y sangrado gastrointestinal (4,0 %) en casos graves 4-7.
En el 20 % de los pacientes con COVID-19, el ARN viral se encuentra positivo en materia fecal, lo que abre la posibilidad de transmisión vía fecal-oral sobre todo en la fase presintomática; se sabe que dura mucho más tiempo en las heces, pero no se ha documentado si es infeccioso en esa fase 1,2,4,8. Gu y colaboradores encontraron que los datos de la inmunofluorescencia mostraron que la proteína de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ECA2), un receptor celular para el SARS-CoV-2, se expresa abundantemente en las células glandulares de los epitelios gástrico, duodenal y rectal, lo que respalda la entrada de SARS-CoV-2 en las células huésped 4.
En gastroenterología, debido a que las implicaciones no solo son clínicas sino intervencionistas, estos cambios patológicos pueden ser fatales 1,4,8. Al comienzo del cuadro clínico, el 39,1 % de los pacientes pueden tener una elevación de las pruebas funcionales hepáticas en grado variable, mientras que el 39,9 % presentan una elevación de la deshidrogenasa láctica 1,9-12. Otras manifestaciones identificadas como la anosmia, la disgeusia o la ageusia pueden estar relacionadas por el tropismo del SARS-CoV-2 con el tejido cerebral, lo que lo convierte en un virus neuroinvasivo 13,14.
Es importante contextualizar dos pandemias que han ocurrido en el último siglo: la de la influenza (1918-1919) y la del SIDA en la década de 1980; en cada una murieron millones de personas 15 y la sociedad experimentó gran ansiedad y miedo. La ansiedad es parte de la esencia humana, y se define como “una sensación (interna) de una expectativa dolorosa frente a algo desconocido” 16. En muchas ocasiones se confunde con el miedo, el cual es un temor ante situaciones externas. Sin embargo, en ambos pueden ocurrir manifestaciones corporales como sudoración, taquicardia, disnea, sensación de vacío epigástrico, entre otros.
En cuanto a las vivencias personales y familiares, antes de la pandemia el miedo a morir por un acto médico realizado por nosotros era casi inexistente. China fue el primer país que evidenció más de 1700 médicos infectados por el virus 17. En Colombia -al momento de escribir estas notas- aproximadamente el 4 % del personal sanitario está infectado y han muerto 4 médicos 18. Se han realizado varios estudios sobre las implicaciones emocionales para los médicos en el contexto de una pandemia 19, en los que se encontró que diagnósticos de ansiedad, depresión, reacciones adaptativas, entre otros, son los más comúnmente reportados, que incluyen síntomas como irritabilidad, insomnio, clinofilia, disfunción familiar e incluso suicidio, especialmente cuando los médicos -de primera línea- pueden cursar con estrés postraumático. Más allá de lo evidente, la sobreexposición a dar malas noticias puede ser un reto, pues implica un desgaste emocional extra.
La llegada de la pandemia tomó por sorpresa a la mayoría de las instituciones, aun a pesar de los elementos de protección personal necesarios hay incertidumbre en el personal de salud que está expuesto a una posible infección, y que puede ser un foco de trasmisión para sus familias. En Cartagena, por ejemplo, el 92 % de los médicos tenían esa preocupación después de conocer los casos extranjeros de infección en dicha ciudad 18. El SARS-CoV-2 ha obligado a los profesionales de salud a vivir en una circunstancia desconocida e inesperada y en un entorno muy diferente al habitual, en ocasiones separados de sus seres queridos, lo que resulta en un alto costo emocional. El incremento en la autoexigencia para responder ante las demandas que produce la pandemia conlleva cansancio físico y psíquico, que a su vez incrementa los cuadros de ansiedad, estrés y/o depresión 20. Hemos visto también que, en muchos países, ha existido rechazo al personal sanitario y amenazas de muerte por parte de la comunidad debido al temor de ser contagiados 19,21,22.
En relación con la población, los síntomas emocionales son similares a los anteriormente expuestos. El aislamiento social y las pérdidas en diferentes áreas de la vida -especialmente económicas y laborales-, tienen el riesgo potencial de incrementar los síntomas digestivos, como se ha observado 10.
Aunque en el área de soporte emocional -incluyendo psiquiatría y psicología- múltiples estudios han evaluado los logros de la telesalud ya que no requiere de manera regular un contacto físico con el paciente; en gastroenterología, la teleorientación en pacientes evaluados por largo tiempo, apoyados en la historia clínica previa, es útil en el seguimiento de enfermedades gastrointestinales funcionales como síndrome de intestino irritable (SII), dispepsia funcional y dolor torácico no cardiogénico, etc. 1,8,12; no obstante, tiene la limitación de no poder “examinar” al paciente, además muchas personas tienen dificultades con el manejo de la tecnología, aunque se pueden seguir haciendo impresiones diagnósticas, solicitar exámenes de laboratorio e imágenes diagnósticas. El reto es en pacientes no conocidos o que consultan de novo, ya que no se puede acceder a los signos vitales y al examen físico en quienes se requiere tomar decisiones con ayuda de la experiencia y una alta sospecha clínica para definir una evaluación en urgencias o continuar el seguimiento de manera ambulatoria.
En este sentido, la teleorientación es una herramienta valiosa para el paciente, dado que permite perder el miedo a consultar, a contagiarse en un hospital a través del personal asistencial, ahorra desplazamientos, respeta la cuarentena y, finalmente, tiene una respuesta calificada de su enfermedad. En gastroenterología, esta herramienta ha sido utilizada previamente en otros países en el seguimiento a pacientes con cáncer colorrectal, con excelentes resultados 23,24. En pacientes con SII de difícil manejo es un método seguro, efectivo y aceptado por el paciente y el médico tratante 25,26. Por su parte, existen avances prometedores y costo-efectivos en el manejo y el seguimiento de pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (EII) 27,28.
Respecto a los procedimientos en gastroenterología, el mayor problema son las áreas contaminadas de las salas de procedimientos endoscópicos, debido a que se generan aerosoles, al contacto estrecho de persona a persona y con entornos contaminados por salpicaduras de fluidos gastrointestinales (camilla, almohada, sábanas, cobijas, piso, paredes), y al retirar o insertar accesorios a través del canal de trabajo de los endoscopios. Estos procedimientos solo se deberían realizar en casos de urgencia, aunque la reapertura de salas de endoscopia ya se está reglamentando para servicios ambulatorios (Guías Clínicas de la OMS, Organización Mundial de Endoscopia [WEO] y comunicaciones de Ministerios de Salud y Sociedades científicas de diferentes países y continentes, Sociedad Americana de Gastroenterología, Sociedad Interamericana de Endoscopia Digestiva, Sociedad Española de Endoscopia Digestiva, y la Revista Colombiana de Gastroenterología). Las indicaciones de procedimientos que se pueden realizar en esta pandemia son 29:
Sangrado digestivo agudo.
Cuerpo extraño en vías digestivas.
Ingestión de cáusticos.
Colangitis aguda.
Obstrucción gastrointestinal que requiera tratamiento.
Complicaciones posoperatorias como fístulas y perforaciones.
Conclusiones
La pandemia por COVID-19 ha generado, aparte de las evidentes consecuencias médicas, compromisos emocionales no previstos. Más allá de los síntomas digestivos, tanto pacientes como médicos estamos intentando adaptarnos a la situación. El miedo al contagio por la cercanía a los profesionales de la salud ha causado un estigma solo entendible a través de mecanismos defensivos inconscientes que usamos los humanos. Quizás una de nuestras responsabilidades de protección es continuar siendo creativos para resolver nuestras pérdidas en medio de la cuarentena; por ahora, la teleorientación ha sido una herramienta de mucha utilidad. Teniendo en cuenta las perspectivas en relación con la pandemia, que conlleva un largo proceso de adaptación, sería prudente buscar la unificación de criterios que limiten un exceso de información, el cual incrementa no solo la angustia social, sino que limita nuevas opciones prácticas de solución para la población.