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Universitas Humanística

versão impressa ISSN 0120-4807

univ.humanist.  n.71 Bogotá jan./jun. 2011

 

El egocentrismo en la teoría del desarrollo de Norbert Elias1

Egocentrism in Norbert Elias' theory of development

O egocentrismo na teoria do desenvolvimento de Norbert Elias

José Novoa Patiño2
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia3
joselorno1@gmail.com

|

1Este artículo se desprende de la investigación «Análisis comparado sobre el pensamiento de la conservación en Estados Unidos y Colombia desde un enfoque histórico-genético». John Muir (1830-1914) y Enrique Pérez Arbeláez (1896-1972).
2Candidato a Doctor en Historia, Universidad Nacional de Colombia, año 2007. Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos, año 2003.
3Docente. Miembro del grupo de investigación "Estudios histórico-genéticos".

Recibido: 1° de febrero de 2011 Aceptado: 29 de marzo de 2011


Resumen

En el ensayo que se presenta a continuación, se plantea la importancia del niño en la teoría del desarrollo de Norbert Elias. Este eje analítico ha sido escasamente desarrollado en la mayor parte de la interpretación sociológica de la obra de Elias. Trabajos como el de Vera Weiler han destacado la influencia de la psicología del desarrollo en la obra de Elias, en particular, de las investigaciones de Jean Piaget. Con este viraje en el estudio del pensamiento eliasiano, los aportes de este sociólogo alemán se ubican más allá de considerarlo como el teórico del Estado que integra la sociogénesis y la psicogénesis en lo comportamental retomando a Freud. Al incorporar la psicología del desarrollo de Jean Piaget se amplía el concepto de psicogénesis con implicaciones para la compresión tanto del desarrollo social como de las ciencias sociales.

Palabras clave: teoría piagetiana, psicogénesis, sociogénesis.


Abstract

This essay conceptualises the importance of children in Norbert Elias' theory of development. This analytical axis has been barely developed in most of sociologic interpretations on Elias' work. Studies like that of Vera Weiler have brought into focus the influence of development psychology in Elias' work, particularly in Jean Piaget's research. With this turn on Elias thought studies, the Geman sociologist's contributions are placed beyond considering him as a state theoretician integrating sociogenesis and psychogenesis in the behavior aspect coming back to Freud. By incorporating Jean Piaget's development psychology, the concept of psychogenesis gets broader so as to encompass both social development and social sciences understanding.

Keywords: Piaget's theory, psychogenesis, sociogenesis.


Resumo

Neste ensaio, é apresentada a importância da criança na teoria do desenvolvimento de Norbert Elias. Este eixo analítico tem sido pouco desenvolvido na maior parte da interpretação sociológica da obra de Elias. Trabalhos como o de Vera Weiler têm destacado a influência da psicologia do desenvolvimento na obra de Elias, em particular, das pesquisas de Jean Piaget. Com esta virada no estudo do pensamento eliasiano, as contribuições deste sociólogo alemão o levam mais longe que somente considerá-lo como o teórico do Estado que integra a sociogênese e a psicogênese no comportamental retomando a Freud. Ao incorporar a psicologia do desenvolvimento de Jean Piaget se amplia o conceito de psicogênese com implicações para a compreensão tanto do desenvolvimento social como das ciências sociais.

Palavras chave: teoría piagetiana, psicogênese, sociogênese.


Presentación

El interés de Elias por establecer los elementos que provocan el cambio social, lo condujo a investigar el desarrollo cognitivo como componente central de las investigaciones psicogenéticas y sociogenéticas. Para Elias es imposible comprender la evolución social y el desarrollo cognitivo partiendo de adultos plenamente formados. Las estructuras operacionales y las categorías con las cuales se construye el pensamiento se han transformado a lo largo de la historia. Es imprescindible remitirnos a las primeras estructuras de pensamiento si queremos comprender el desarrollo social. Las investigaciones sobre el pensamiento en los primitivos y en los niños se convierten en la pieza clave para responder a la pregunta por el desarrollo del pensamiento a nivel de grandes sociedades. La importancia del niño como aspecto central para comprender el cambio social, había sido abordada como estrategia de investigación por el historiador Alemán Karl Lamprecht desde fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. (Weiler, 2010, p. 235).

Importancia del desarrollo cognitivo en la obra de Norbert Elias

Estamos acostumbrados a pensar el individuo a la manera kantiana de adultos plenamente constituidos. Para nosotros es usual que pase inadvertido que los sujetos y las sociedades no han tenido el mismo desarrollo cognitivo a lo largo de la historia. El objeto, el tiempo, el espacio, la causalidad y las estructuras operacionales de las comunidades primitivas no son los mismos con los que cuenta hoy la sociedad occidental. Relegar el análisis al tratamiento de diferente o inferior obstaculiza las posibilidades de saber cuál ha sido nuestra línea evolutiva y de conocer cómo comenzamos a pensar sobre nosotros mismos. En términos piagetianos cómo se produjo el reconocimiento de nuestro yo, que significa profundizar en la transformación y desarrollo del egocentrismo primario. Si en el desarrollo cognitivo los individuos atraviesan una serie de etapas análogas a las etapas por las que atraviesa la sociedad, al observar a los infantes se encuentran algunas claves para comprender el desarrollo cognitivo en las etapas que precedieron nuestro desarrollo.

Así como todos los individuos -sostiene Elías- atraviesan por experiencias primarias, desde su niñez las sociedades han transitado este proceso como parte de su desarrollo. Al respecto, Elías plantea:

    En la aproximación de las sociedades humanas a la naturaleza, por lo tanto, el ser humano ha recorrido un largo camino desde las formas de pensamiento y comportamiento primarias, inocentemente egocéntricas y con una fuerte carga emocional, hoy apreciables en estado puro únicamente en los niños -camino que todo individuo debe volver a recorrer al ir haciéndose mayor-. Este camino y el motivo de la transformación aún están lejos de haber sido estudiados en detalle. Sin embargo, es posible reconocer los perfiles de algunos de sus mecanismos y estructuras característicos.

    Podemos asumir que en algún momento el ser humano dejó de emplear piedras sin trabajar como arma contra enemigos humanos o animales y aprendió a controlar sus impulsos momentáneos hasta el punto de ser capaz de convertir las piedras en armas y herramientas con antelación al momento en que las utilizaría, y que, luego, con creciente previsión, empezó a reemplazar la recolección de frutos y raíces silvestres por el cultivo planificado de vegetales; cuando sucedió esto, cada uno de estos cambios debió suponer una triple transformación: una transformación de los propios seres humanos en cuanto individuos, una transformación de éstos en cuanto sociedades, y una transformación de su relación con la naturaleza no humana (1990, p. 18).

La preocupación por el desarrollo cognitivo en los niños se encuentra estrechamente relacionada con las experiencias primarias, provenientes del egocentrismo que se produce tanto en los niños como en las sociedades primitivas. Egocentrismo en que la causalidad, el tiempo y el espacio se encuentran vinculados al sujeto, quien se sitúa a sí mismo como motor de los acontecimientos. En la lógica de la acción que caracteriza esta primera etapa del pensamiento, el sujeto ubica una voluntad detrás de los eventos.

Las investigaciones de Piaget sobre construcción de pensamiento en los niños permiten caracterizar el egocentrismo como aquella etapa de indiferenciación del mundo interno y externo del niño, de ausencia de reconocimiento del yo. El objeto, la causalidad, el tiempo y el espacio se diferencian profundamente en relación con individuos más desarrollados en los que el objeto es permanente; la causalidad no depende de la acción del sujeto sino de la comprensión de las interrelaciones; el tiempo y el espacio dejan de ser fragmentarios y parciales para convertirse en parte del tiempo y espacio homogéneos.

Sobre los impactos del egocentrismo en la reflexión del sujeto, Piaget señala la diferencia que existe entre la objetividad y el realismo. En el primer caso, el individuo adquiere conciencia del yo y de su posición en el mundo; en el segundo caso el sujeto carece de una conciencia que le permita distinguir el mundo exterior del mundo interior. El mundo interior se presenta como un correlato indiferenciado del mundo externo. Al respecto, Piaget sostiene:

    [...] hay dos maneras de ser realista. O mejor: hay que distinguir la objetividad y el realismo. La objetividad consiste en conocer tan bien las mil intrusiones del yo en el pensamiento de todos los días y las mil ilusiones que de ellas se derivan -ilusiones de los sentidos, del lenguaje, de los puntos de vista, de los valores, etc.- que, para emitir juicios, se empieza por desprenderse de las trabas del yo. El realismo, por el contrario, consiste en ignorar la existencia del yo, y, desde luego, en tomar la perspectiva propia por inmediatamente objetiva y absoluta. El realismo es, por tanto, la ilusión antropocéntrica, es el finalismo, son todas las ilusiones de que abunda la historia de las ciencias. El pensamiento se expone, en efecto, a perpetuas confusiones entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo verdadero y lo inmediato, en la medida en que no ha adquirido conciencia del yo: presenta todo el contenido de la conciencia en un solo plano, sobre el cual las relaciones reales y las inconscientes emanaciones del yo están irremediablemente confundidas (1976, p. 17).

El tiempo, el espacio, la causalidad y el objeto están plenamente determinados por el egocentrismo. A lo largo de su desarrollo, el individuo transita de un tiempo y espacio fragmentarios a un tiempo homogéneo y general, de una causalidad ligada a un único motor de los acontecimientos a una causalidad de múltiples relaciones, de un objeto indiferenciado a un objeto estable y permanente. Sobre la construcción de lo real en el niño, Piaget establece:

    El primer problema que conviene plantearse, para comprender cómo la inteligencia naciente construye el mundo exterior, es saber si durante los primeros meses el niño concibe y percibe las cosas como lo hacemos nosotros mismos, bajo la forma de objetos sustanciales, permanentes y de dimensiones constantes. Suponiendo que no ocurra nada de esto, sería necesario explicar entonces cómo se construye la noción de objeto. Este problema está ligado al del espacio. Un mundo sin objetos no podría presentar el carácter de homogeneidad espacial y de coherencia en los desplazamientos que define nuestro universo. Un mundo compuesto por objetos permanentes constituye no sólo un universo espacial, sino también un mundo que obedece a la causalidad, bajo la forma de relaciones entre las cosas como tales, y ordenado en el tiempo, sin caídas en la nada ni resurgimientos continuos. Es un universo estable y exterior, relativamente distinto del mundo interior y en el que el sujeto se sitúa como un término particular entre el conjunto de los otros. Por el contrario, un universo sin objetos, es un mundo en el que el espacio no constituye para nada un medio sólido, sino que se limita a estructurar los actos mismos del sujeto (1976, p. 16).

De la ausencia del reconocimiento del yo se desprende la incapacidad de conocerse a sí mismo, derivando en que el sujeto no reconoce sus opiniones como parte de un conglomerado con diversos puntos de vista, y que se perciba al sujeto como el motor de la acción, la causalidad, el tiempo y el espacio. Estos elementos característicos del egocentrismo primario que se desarrollan en la niñez, son retomados por Elias para intentar comprender la construcción del objeto en las comunidades primitivas antecesoras de la actual sociedad occidental. Para los primitivos -sostiene Elias- el mundo debió aparecer como un objeto unitario indiferenciado. Mundo interior y mundo exterior conformaban una unidad desde la que se explicaba todo, no se diferenciaban la realidad de la fantasía, ni los sueños del mundo real, ni los seres inertes de los seres vivos. Si no existe diferenciación sujeto-objeto, mundo interior-mundo exterior, tampoco existe el reconocimiento del yo a pesar de que la causalidad toma al sujeto como motor principal.

Es necesario precisar en este apartado que si bien Elias retoma para su teoría de la evolución social los descubrimientos de Piaget sobre la psicología del desarrollo, sus consideraciones sobre la sociedad cortesana y el proceso de la civilización Occidental, están lejos de ser considerados simples analogías construidas a partir del desarrollo en los niños. El aporte de los estudios psicogenéticos y sociogenéticos de la teoría de Elias consiste en el establecimiento de la evolución social teniendo en cuenta las condiciones antropológicas e históricas en relación con el desarrollo de las estructuras cognitivas de una sociedad determinada, además de los cambios en el comportamiento señalados por gran parte de las interpretaciones sobre la obra de Elias.

El egocentrismo y el cambio social

Sobre el cambio social en relación con el desarrollo cognitivo, Elias plantea la dificultad de comprender estas transformaciones en razón de la tendencia a situar a las sociedades anteriores en el mismo nivel de desarrollo con el que en el presente construimos nuestra visión de mundo. Si se quiere saber cómo era el conocimiento de nuestros antecesores, la estrategia metodológica debe partir de las estructuras cognitivas y de las condiciones materiales de esta sociedad y no de las nuestras. Elias señala:

    No es tarea fácil determinar la estructura de no saber de personas, utilizando palabras de personas que ya saben. Todas esas palabras encarnan un nivel de síntesis, o, si se prefiere, de abstracción, propio de una etapa posterior de un proceso de adquisición de conocimiento. Así, uno puede preguntarse, por ejemplo, cómo experimentaba la naturaleza la gente de sociedades anteriores. Pero como esa gente no sabía todo lo que sabemos nosotros, no percibían a los pájaros, elefantes, árboles, montañas, nubes, o cualquier otra cosa, como un conjunto unitario de fenómenos cuyas relaciones tienen la forma de causas y efectos mecánicos y que sigue leyes impersonales; en pocas palabras, no los percibían como "naturaleza". No poseían símbolos conceptuales del elevado nivel de síntesis y abstracción característico de conceptos como "causa", "tiempo" o "naturaleza". De ahí que, al preguntar cómo experimentaban esas personas la naturaleza, la respuesta ya esté determinada de antemano. Su modo de pensar y hablar acerca del mundo que los rodeaba no estaba orientado según esas categorías. No percibían el mundo como algo dividido en mundo del hombre y mundo de la naturaleza, en "sujeto" y "objeto". Lo veían como un mundo de criaturas más o menos vivientes, que tenía su centro en su propio grupo y estaba dividido según grandes diferencias de poder y posición (1990, p. 50).

En los niños, como lo plantea la epistemología genética, no existe causalidad en el comienzo, fuera de sus propias acciones: el universo inicial no es una red de secuencias causales, sino una simple conexión de acontecimientos que surgen como prolongación de la actividad propia. Eficiencia y fenomenismo son los dos polos de esta causalidad elemental en la que permanece ausente tanto la espacialidad física, como el sentimiento de un yo actuando como causa interna. En el otro extremo del desarrollo sensorio-motor el universo se convierte en un conjunto coherente, en el cual los efectos suceden a las causas independientes del sujeto, y en cuyo seno la actividad propia debe, para intervenir en la contextura de las cosas, someterse a leyes objetivas espaciales y temporales.

La causalidad que se deriva del egocentrismo primario no establece interrelaciones entre los fenómenos, ni leyes; los fenómenos suceden por la voluntad de los sujetos a partir de la acción. No se presentan procesos como tal, estos se encuentran predeterminados, no son algo impersonal. Comenta Elias cómo los Mayas no sabían si el sol volvería a aparecer en el cielo después de ocultarse. Los Aztecas pensaban que en determinadas épocas del año no existía la certeza de si el sol retornaría al día siguiente o si abandonaría a los hombres a su suerte; se creía que su reaparición dependía de la realización de unos ritos concretos, en especial, de sacrificios humanos.

En cuanto al tiempo, en el egocentrismo primario de comunidades primitivas o en los niños es inexistente el tiempo homogéneo. El tiempo se caracteriza por ser fragmentario y por estar ligado a la acción del sujeto. No existe la larga duración; se desarrollan series cortas acordes con la actividad del sujeto que se caracteriza por su inmediatez, mientras que en otros estadios más avanzados del desarrollo, el tiempo se coloca en el rango de estructura objetiva del universo; la sucesión de actos del sujeto se inserta en un marco de tiempo más global no vinculado simplemente a la acción del sujeto. El desarrollo de la memoria ayuda al individuo a establecer series temporales de mayor amplitud que las relativas simplemente a la acción particular.

La memoria también se construye. El desarrollo de la memoria no puede verse como la simple acumulación de conocimientos. Para que la memoria esté en función de la construcción de un tiempo homogéneo es necesaria la transformación de la estructura del conocimiento humano, y, por tanto, como afirma Elias, también de la forma de pensar y de la percepción. Con la transformación del egocentrismo primario y el reconocimiento del yo aparece el tiempo homogéneo como objeto independiente en series de larga duración.

Al igual que el tiempo, el espacio es inexistente en un marco global; el espacio no existe como marco de relaciones, los desplazamientos que realiza el niño de sí mismo y de los objetos son los momentos pretéritos de construcción del espacio, pero obviamente ligados a la acción del sujeto. El espacio particular donde se desarrolla la acción del sujeto se presenta como el origen de los fenómenos, incluido el origen del Universo, como lo testimonian diferentes mitos y leyendas de comunidades primitivas. Elias plantea que es posible que aquellas personas en una etapa inicial de su desarrollo no supieran representarse distancias entre lugares como lo hacemos nosotros, esto es, mediante conceptos muy precisos e impersonales -como kilómetros o millas- que implican una elevada generalización. Sin embargo, cuando las distancias poseían importancia para ellos, eran perfectamente capaces de hacer gestos de comunicación para expresar 'dormir', con cuya ayuda informaban a otros sobre la distancia entre dos lugares; les transmitían el número de veces que había que dormir, la cantidad de veces que la luz dejaba paso a la oscuridad durante el camino.

Las transformaciones cognitivas nos llevarían a definir el cambio social como aquel proceso de transformación del egocentrismo primario, de permanente constitución del objeto, de desarrollo de la causalidad, el tiempo, el espacio. Estas transformaciones hacen parte de transformaciones individuales, de transformaciones sociales y de relación de las sociedades con la naturaleza no humana. Transformaciones en las que no es posible determinar un punto de partida o un único motor de cambio. El desarrollo cognitivo no se interpreta como determinante ni como contexto o condición; hace parte de un proceso conjunto donde se relacionan multiplicidad de elementos.

Al analizar el cambio en la sociedad cortesana en el proceso de la civilización, Elias plantea que, además del cambio en los comportamientos, la transformación se ha producido en lo cognitivo. Las transformaciones de la agresividad, de los hábitos y las costumbres han ido aparejadas de los cambios en la observación y la reflexión sobre los demás. Existe un mayor distanciamiento en el que el control de las emociones es mayor que en otros tiempos. La sociedad cortesana se distancia lentamente del egocentrismo de las experiencias primarias, gracias, en gran parte, al mayor grado de interdependencia ente los sujetos.

La creciente interdependencia, la búsqueda de prestigio, estatus y seguridad hacen que los individuos se comiencen a sentir parte de los demás y que deban tener en cuenta sus opiniones y criterios. Claramente se observa que en la sociedad cortesana se está produciendo una mayor autonomía del objeto, está surgiendo una causalidad que integra variados elementos; el individuo ha comenzado a reconocerse a sí mismo en medio de los demás. La acción en respuesta a las emociones se va transformando por la acción con base en la racionalización. La transformación de hábitos y comportamientos no es solo un proceso de inhibición y de cambios en la estructura de la personalidad, significa también un cambio en el desarrollo cognitivo. En la investigación sobre la sociedad cortesana Elias establece con detalle cambios cognitivos en la observación, la reflexión, que dejan ver la transición de los individuos y las sociedades que van superando el egocentrismo primario para pasar a una etapa de mayor conciencia reflexiva, fruto, entre otros factores, de la interrelación social. Los sujetos han comenzado a tomar distanciamiento y a avanzar en otro nivel de reflexión. Las luchas con la espada son reemplazadas en la mayoría de los casos por la luchas con las palabras, en las que se deciden asuntos de carrera y de éxito social. Estas luchas exigen y fomentan propiedades distintas respecto de las que se libraban con las armas en la mano: reflexión, cálculo a más largo plazo, autodominio, regulación más exacta de las propias emociones, conocimiento de los seres humanos y del medio en general, se convierten en presupuestos inexcusables del éxito social. En El proceso de la civilización Elias concluye:

    Lo que sí se manifiesta con claridad absoluta es el hecho específico de la mayor diferenciación y división del ser humano. En cierto modo, el ser humano parece enfrentarse a sí mismo. "Oculta sus pasiones", "desmiente a su corazón" y "actúa contra sus sentimientos" [...]. El sistema emotivo del individuo se transforma de acuerdo con los cambios de la sociedad y la transformación de las relaciones interhumanas: en la sociedad aumenta la cantidad de acciones y de individuos de los que dependen permanentemente las personas y sus actos; en el individuo se convierte en costumbre la capacidad de prever las consecuencias de prolongadas cadenas de acciones. Y al igual que se transforman el comportamiento y el sistema emotivo del individuo, también cambian consecuentemente la consideración recíproca que las personas se profesan; la imagen que el individuo tiene del individuo se hace más matizada, más libre de emociones momentáneas, es decir, se "psicologiza" (1989, p. 482).

En El proceso de la civilización Elias registra e interpreta la relación existente entre observación y causalidad respecto a la interiorización del yo, al tiempo que se reconoce al conjunto de los seres humanos.9

Elias argumenta:

    Al igual que el comportamiento en su conjunto, la observación de las cosas y de las personas en el curso de la civilización va haciéndose más neutral desde el punto de vista afectivo. También la "imagen del mundo" se independiza progresivamente de los deseos y de los miedos humanos y se orienta cada vez más a lo que acostumbramos a llamar "experiencias" o "empirismo", a cadenas de causalidad que tienen sus propias leyes [...]. Especialmente en los círculos más o menos cercanos a la Corte, se desarrolló lo que hoy llamaríamos una observación "psicológica" del ser humano, una observación exacta del otro y de su yo, en series prolongadas de motivaciones y en secuencias de conexiones, precisamente porque la vigilancia de uno mismo y la observación permanente de los demás se contaban entre los presupuestos elementales de la conservación de la posición social (1989, p. 483).

El egocentrismo y las ciencias sociales

La mayoría de las interpretaciones sobre la obra de Elias destaca la influencia de Freud en obras como El proceso de la civilización y La sociedad cortesana. Autores como Korte sitúan la relevancia de Freud en la obra de Elias en lo concerniente a la transformación de hábitos y comportamientos; el pudor y la vergüenza son los correlatos de las transformaciones que los individuos viven en cierta etapa de su desarrollo personal. Es cierto que la influencia de Freud en la obra de Elias es importante. Freud dedica gran parte de su obra a observar la evolución del comportamiento y el desarrollo de la personalidad. En La sociedad cortesana se muestra cómo se desarrollan estas transformaciones a nivel social. Las transformaciones de la personalidad o del comportamiento se desarrollan conjuntamente con el desarrollo cognitivo de la época, donde, como lo menciona Elias, se presenta un creciente proceso de psicologización y, por ende, de desarrollo de la racionalización en la sociedad.

En las ciencias sociales se han llevado a cabo grandes esfuerzos - señala Elias- para buscar explicaciones globales o procesuales a la dinámica social. Este proceso se ha desarrollado con avances y retrocesos debido a la ausencia de autonomía del objeto, a la existencia de una causalidad que separa los elementos de análisis e impide ver la integración del conocimiento. La causalidad en las ciencias sociales se encuentra atada a la acción del sujeto, el vínculo con las emociones, el compromiso con los intereses de grupos, clases, partidos o ideologías; entretanto las ciencias naturales han avanzado en mayor medida hacia el distanciamiento emocional, con lo cual han logrado un mayor control y avance científico.

En las ciencias sociales la autonomía del objeto se ha presentado de manera parcial; la superación del adualismo y del egocentrismo a este nivel ha sido débil. De otro lado, ha sido difícil consolidar una teoría e investigación que no estén predeterminadas o distanciadas de los intereses de los sujetos, ni atribuyan a un absoluto el motor inicial y final de los procesos. En esto han jugado un gran papel las fuertes tensiones entre los actores, que han impedido pensar los procesos como algo ciego, es decir, sin fines preestablecidos.

La ausencia de autonomía del objeto en las ciencias sociales ha creado la falsa idea de determinismos que oscilan entre el individuo y la estructura en la explicación de los fenómenos sociales dejando explicaciones parciales, equívocos institucionalizados por el conocimiento social. El derrumbe de los metarrelatos y la predominancia del lenguaje en el postmodernismo han significado un retroceso en el conocimiento global y articulado.

Las ciencias naturales, como afirma Elias, se han distanciado en mayor medida de las emociones en su quehacer diario, con lo que han adquirido un mayor dominio y control sobre la naturaleza e incrementado los beneficios para los seres humanos. Por el contrario, en las ciencias sociales los sentimientos, afectos, intereses, miedos, alegrías y, en general, las emociones, han provocado que el doble enlace fisiopsicológico y sociopsicológico esté más en favor del primero que del segundo.

Las dicotomías son el hecho predominante; sociedad y naturaleza son vistas como si fueran fenómenos separados en el desarrollo. Elias, al referirse a las interdependencias, señala:

    Quienes esto afirman no parecen advertir que los seres humanos se encuentran en contacto con su mundo -sus pulmones con el aire, sus ojos con la luz del sol, sus piernas con la tierra firme, su corazón con otras personas-. La interdependencia es fundamental y determina la manera en que los "objetos" actúan sobre los "sujetos", los "sujetos" sobre los "objetos", los fenómenos naturales no humanos sobre las personas, y las personas sobre la naturaleza no humana. Como quiera que se quiera llamar, se trata de una interdependencia ontológica, existencial (1990, p. 70).

En los desarrollos que desde finales de la década de los ochenta se vienen llevando a cabo desde la teoría histórico-genética en relación con la construcción de pensamiento, se plantea que debido a experiencias de diverso orden, se constata en las transformaciones del sujeto el desarrollo de una lógica subjetivista postmetafísica en la que el sujeto adjudica a una entidad el origen de los fenómenos, bien sea una clase social, el lenguaje, una teoría. Günter Dux plantea que las transformaciones del sujeto constatan la transición entre una lógica subjetivista y una lógica relacional procesual; el motor subjetivista no ha sido desplazado totalmente.

La superación del egocentrismo primario en todos los individuos y en todas las culturas se inicia en el contacto madre-hijo. A través de esta relación el sujeto inicia su contacto y conocimiento del mundo real. En esta etapa de la ontogénesis temprana la lógica del pensamiento es la lógica de la acción, el sujeto construye esquemas de comportamiento que le permiten integrarse con el mundo exterior. El primer concepto de objeto que construye el sujeto es el de sujeto; al objeto se le considera dotado de vida y movimiento. El egocentrismo primario es superado con la llegada a la fase operacional del pensamiento. El objeto, la causalidad, el tiempo y el espacio se liberan de la lógica de la acción centrada en el propio comportamiento del sujeto, como ya fue mencionado en párrafos anteriores (Ibarra, 1995, p. 142).

La superación de la lógica subjetivista metafísica ligada al egocentrismo primario se presentó en el desarrollo social con el advenimiento de la modernidad. La revolución política, la revolución científica y la revolución industrial junto con las transformaciones que se produjeron en la lógica del pensamiento, significaron la convergencia del mundo en el sujeto. Convergencia y autoconciencia del sujeto sobre su capacidad de decidir sobre todos los asuntos del mundo real. Estas transformaciones, como anota Dux, no son solo en el contenido sino en la forma de interpretación de los asuntos; están ligadas a las transformaciones de las estructuras cognitivas (Dux, 2011, p. 23).

Estas transformaciones del pensamiento, como lo demuestra la investigación histórico-genética, han devenido en el desarrollo de una lógica subjetivista postmetafísica. Las entidades metafísicas han sido desplazadas por entidades de tipo postmetafísico a las cuales el sujeto adjudica el origen de los eventos. El lenguaje, una clase social, una teoría, la naturaleza, el sujeto empírico, son algunos de los ejemplos de esta lógica subjetivista.

En las investigaciones histórico-genéticas de Andreas Weber, Klaus Jorg Ruhl y Laura Ibarra se ha confirmado la hipótesis de Elias. No obstante los avances en las ciencias sociales, la autonomía del objeto sigue siendo un propósito no alcanzado. Andreas Weber demuestra cómo Niklas Luhmann en aras de superar un subjetivismo metafísico y construir una teoría de la sociedad, elimina al sujeto empírico en la teoría sociológica, apoyado en la categoría de sistema utopoiético proveniente de los desarrollos de la biología cognoscitiva. Así, pasa de un subjetivismo metafísico a un subjetivismo postmetafísico de las ciencias sociales, convirtiendo al sistema autopoiético en el motor central del desarrollo social.

Klaus Jorg Ruhl y Laura Ibarra en su análisis sobre el papel de la teoría marxista reconocen en la misma su gran contribución a las ciencias sociales al situar el desarrollo histórico en un plano objetivo de formas de vida socioculturales. Sin embargo, planteamientos en referencia a la relación ser social y conciencia social dejan ver la existencia de una lógica subjetivista que coloca un motor central de los acontecimientos: el proletariado, la economía y el socialismo como origen y final último. Estas consideraciones, herederas de la forma de reflexión de la dialéctica hegeliana y de la preocupación política de Marx por la liberación de la humanidad, hacen parte de la lógica subjetivista que en relación con la causalidad considera que en el origen se encuentra contenido lo existente. Esta perspectiva corresponde, como afirma Laura Ibarra, a una lógica mítica en la concepción dialéctica de la historia (Ibarra, 1998, p. 35).

Sin embargo, en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte el análisis sobre la lucha de clases se traslada al terreno político por fuera de determinismos económicos y con desarrollos contingentes. El peso de la historia, la autonomía relativa de lo político y la inexistencia de un devenir unilineal de los acontecimientos son testimonio de una lógica de pensamiento que lucha por desprenderse de la lógica subjetivista. En términos histórico-genéticos el pensamiento marxista se encuentra en el tránsito entre el desarrollo cognitivo de una lógica subjetivista -lógica que explica los fenómenos a partir de un absoluto determinante-, y una lógica relacional procesual en la que la causalidad se aborda con base en la interdefinibilidad de múltiples relaciones de un sistema complejo.

La autoconciencia de la existencia en las ciencias sociales de una lógica subjetivista heredera del egocentrismo se presenta como requisito para el avance de las mismas. La negativa de las actuales modas de las ciencias sociales a aceptar la evolución del pensamiento a través de la historia, hecho demostrado científicamente, hace difícil la tarea de desubjetivación de las ciencias sociales. Es más fácil para la reflexión atrincherarse en entidades absolutas metafísicas o postmetafísicas como origen y fin último de los eventos que otorguen seguridad al entendimiento, que enfrentarse a la incertidumbre del conocimiento y al desarrollo social como un orden de lo sucesivo sin fines preestablecidos.

Conclusión

La sociología figuracional de Norbert Elias abre un amplio programa de investigación en ciencias sociales, que trasciende la comprensión del proceso de la civilización y de la sociedad cortesana exclusivamente como transformación del Estado. Al incluir la psicología del desarrollo en la comprensión de las estructuras cognitivas se constatan las transformaciones del sujeto y el desarrollo social. El desarrollo cognitivo permite entender en gran medida el conflicto en el que se debaten las ciencias sociales por su adhesión a la lógica subjetivista. Las ciencias sociales no han logrado el distanciamiento que les permita reflexionar procesualmente.


Referencias

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