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Medicas UIS

versão impressa ISSN 0121-0319

Medicas UIS vol.29 no.1 Bucaramanga jan./abr. 2016

 

Editorial


El olvido de una buena educación

Wellman Ribón*
Yeinner Tarazona**

*Profesor Escuela de Microbiología. Bacteriólogo y Laboratorista Clínico. Especialista en Química ambiental. Magister en Biología. Facultad de Salud. Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga. Santander.
**Estudiante VI año de Microbiología y Bioanálisis. Facultad de Salud. Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga. Santander.

Correspondencia: Wellman Ribón. Dirección: carrera 32 No. 29-37 Facultad de Salud. Universidad Industrial de Santander. Bucaramanaga. Correo electrónico: wellmanribon@yahoo.es


¿Cómo citar este artículo?: Ribón W, Tarazona Y. El olvido de una buena educación. MÉD.UIS. 2016;29(1):7-9.


No sorprende que en instituciones de educación superior como las universidades, y particularmente aquellas reconocidas como las más destacadas alma máter a nivel mundial, el olvido de una buena educación haya llegado a las aulas de clase. Tampoco asombra que entre sus principales propósitos se encuentre la formación de personas con los más altos niveles éticos, culturales, políticos y profesionales, herramientas de gran valor, a las cuales se suman las cualidades humanas, capacidades de sus empleados y la excelencia académica de sus profesores. Indiscutiblemente se cuenta con un exquisito cuerpo docente, hombres y mujeres altamente calificados y con experiencia, en ocasiones superior a la requerida, para ilustrar a la comunidad aprendiz con el contenido de determinados programas. Dado que actualmente se cuenta con acceso rápido a la información y al conocimiento, los estándares para la selección de profesores y alumnos incluye un alto grado de competencias, habilidades, conceptos y destrezas que desplazan el dominio y capacidad para transmitir el conocimiento aprendido por parte de los docentes y el interés de los estudiantes por aprender determinada profesión, quienes enfrentan situaciones difíciles por la falta de oportunidades.

Sin embargo, el asunto que hoy nos inquieta es determinar, si así como se cuenta con excelencia académica en el colectivo ilustrador, también se está realizando un apropiado esfuerzo para conquistar la excelencia académica del estudiantado y si estos realmente están motivados para lograr una alta calidad académica en compañía de su mediador. Sin discriminar, en las diferentes áreas de formación que se desarrollan en una universidad, siempre existen docentes que realizan su labor como pedagogos de una manera magistral y otros que lo hacen de un modo informal. De igual manera, tenemos al estudiante comprometido con su proceso de aprendizaje y algunos cuya actitud no le permite la interacción con el mediador y el mensaje o contenidos académicos son incomprendidos, convirtiéndose esta situación en un proceso fallido por múltiples causas.

La argumentación para que un proceso de docencia-aprendizaje no sea exitoso puede incluir varias consideraciones y no necesariamente es la razón que frecuentemente se expresa en torno a la escasez de formación y competencia por parte de los catedráticos o la falta de interés del estudiante; sino tal vez el hecho de que persiste ese habitual mal conformismo que los convierte en trabajadores y estudiantes ordinarios, que nunca anhelan algo más que compartir información y que jamás recuerdan que además de educar, el fin es también formar y dejarse formar como personas útiles en esta sociedad.

Se ha concebido que la buena educación, genera excelsos aprendices, prósperos resultados y crea un desmesurado conocimiento tanto al estudiante como al maestro. Es un trabajo que se realiza conjuntamente, ambas partes tienen la misma importancia y si alguno de los actores no se desempeña entregándolo todo, el desenlace sería no deseado, porque para enseñar, hay que desear hacerlo y ansiar compartir esa pasión que se siente por un conocimiento y para aprender debe existir la necesidad de requerir conocimientos y tener la particular disposición de codiciar y enamorarse de un saber. Por consiguiente, cualquiera puede aprender y no solo es suficiente querer hacerlo, es necesario un mediador comprometido y una infraestructura básica natural o artificial que favorezca el proceso. Estos componentes aparentemente simples o básicos hacen la diferencia entre las alma máter más reconocidas a nivel mundial y el proceso amplio y complejo para lograr una buena educación, que incluye como garantía la participación de un mediador, un estudiante y un mensaje comprendido así no sea aceptado. De esta manera, la diferencia o coincidencia de opinión entre el mediador y el estudiante determina el desarrollo de nuevas hipótesis por parte del aprendiz y la consistencia de la tesis del mediador.

Para lograr el objetivo de formar personas con los más altos niveles profesionales, éticos y de excelencia, académicamente hablando, se debe trabajar consistentemente y de manera equitativa en todos los componentes de cada área de estudio, para que el resultado de todo el trabajo sea la obtención de un profesional íntegro, completo, capaz de desempeñar de manera destacable su profesión. Cuando en una de estas áreas de formación se fracasa, el resultado no es más que un profesional truncado y evidentemente sin una excelencia académica. En un ejemplo práctico, esto sería similar al hecho de construir un automóvil con un neumático averiado, el cual puede avanzar con dificultades y no logrará llegar seguramente a la dirección que su conductor ha fijado. Así como en un automóvil todas y cada una de sus ruedas tienen exactamente la misma importancia, en la formación de una persona íntegra todas y cada una de las áreas objeto de su aprendizaje tienen una análoga e inmensa relevancia.

Se debe destacar el hecho de que muchos de los docentes adscritos a una universidad desempeñan una labor extraordinaria educando a sus estudiantes y aunque quienes cumplen ese perfil son una gran mayoría, no todos realizan un trabajo tan ecuánime, unos pocos pareciesen no tener esa predisposición al enseñar, ese deseo de compartir sus destrezas y conocimientos con todos sus estudiantes, lamentablemente pareciera que realizan un trabajo cualquiera y no enseñan anhelando que sus pupilos aprendan de sus saberes, sino porque es su trabajo y deber hacerlo; se limitan a ejecutar un cargo ordinario como cualquier otro y en consecuencia trasmiten su desmotivación laboral al proceso del aprendizaje incrementando las deficiencias del mediador y del aprendiz.

Aunque es inconcebible, jamás se conoció a alguien tan mezquino y pobre de amor por su trabajo, si puede designarse así, como un docente, al que un estudiante en medio de un salón de clase preguntó por algo que no comprendía y cuya apenada respuesta del docente fue sugerir devolverse a la institución de donde provenía, debido a que esos conocimientos debieron enseñárselos allá, en el colegio y a él ya no le competía enseñarle lo que ignoraba. Indiscutiblemente una actitud poco acertada del educador, el hecho de negar el conocimiento a uno de sus estudiantes, teniendo la posibilidad de ilustrarlo. Lo más pesaroso es que posturas como estas, inmensamente irracionales y egoístas, demuelen la idea de formar en la excelencia al estudiantado. No es que situaciones como esta ocurran todos los días en una aula de clase, pero no se puede desconocer el impacto que tiene en la mentalidad de una persona que presencie una atrocidad de tal talante, que así como pueden despojar el interés de aprender, también logra truncar su mentalidad causando, sin lugar a dudas, que sea mucho más difícil la adquisición del conocimiento. Finalmente, entendemos que tanto educador como estudiante son víctimas de las fallas de un largo proceso de formación que detiene la marcha del educador en su proceso de enseñanza y desmotiva al estudiante por no recibir la información de la cual carece.

No se puede negar, que existen estudiantes que no están comprometidos y que muchos no ansían aprender. Si bien es cierto, cada quien tiene gustos y afinidades diferentes y a muchos no les nace el interés por instruirse en ciertas áreas, pero sin la existencia de un docente, de un modelo que cree esa necesidad de educarse, que infunda ese amor por aprender, difícilmente se logrará la educación deseada.

No todas las personas son idólatras de las humanidades, ni poseen esa tendencia e interés, por ejemplo, de aprender sobre leyes y políticas, debido a que desconocen la importancia y el impacto que tienen en nuestra sociedad. Sin embargo, al haber personas que instruyan y fomenten la necesidad de conocer la sustancial importancia de estos temas, sin cuestión alguna se despertará el interés y la curiosidad por aprender, debido a que a nadie le agrada la idea de ser usurpado, por lo que así se iniciaría la construcción del saber y la formación de personas en leyes y política, no sólo con el fin de promover la jurisprudencia y enseñar a la sociedad a defender sus derechos sino también con el fin de impedir que no se apodere de los bienes y derechos que le corresponden a los demás.

Si se considerase el universo de personas que por uno u otro motivo toman la decisión de formarse y estudiar, fácilmente se deduciría la veracidad de que no todas las personas tienen ese mismo deseo y con más facilidad aún se podría decir, con unos pocos prejuicios, que algunos países cuentan con un sistema de educación pobre donde se posee un sinnúmero de falencias en la formación y el conocimiento, y que el entorno en que se cree afecta el interés por aprender. Sin embargo, teniendo las cartas sobre la mesa, nunca será una opción quedarse cruzados de brazos y hacer el mismo pobre y débil esfuerzo por cambiar las cosas. Siempre ha sido y será necesaria la presencia de hombres y mujeres que deseen enseñar y su insistencia por incurrir poco a poco a las personas en las diferentes áreas del saber, con la capacidad de enamorar al alumno del conocimiento.

Aunque existan personas que poseen mucho conocimiento y son inusitados eruditas en el saber, algunos olvidan que si no hubiesen tenido la magnífica fortuna de poseer unos mentores que le enseñasen con argumentos concretos y verídicos y fomentasen su raciocinio e intelecto, muy posiblemente no tendrían las espléndidas capacidades con las que cuentan y no gozarían de la inteligencia y el discernimiento que poseen el día de hoy.

No creemos que todos lo hayamos olvidado y echado de menos la importancia que tiene la educación en nuestra sociedad, en que todavía existen seres humanos que reconocen la importancia que tiene una buena enseñanza para las personas y que quienes ignoren esa vital importancia o la hayan olvidado, la contemplen y la consideren como la única llave para renovar y edificar una mejor educación.

La distancia es larga frente al objetivo de lograr la excelencia académica en el alumnado; el reto de lograr una buena educación y formar grandes estudiantes no es tarea fácil, labor similar a la de pulir diamantes, una ardua tarea que no cualquiera puede realizar, pues en esta, donde además de tener la fortuna de poseer rocas y las herramientas para pulirla, debe haber otro diamante, alguien que tenga la vocación, las aptitudes y el deseo de pulir esas piezas, ya que de otro modo, estos seguirían siendo únicamente simples rocas, o lo que se asemeja más a nuestra realidad, simples diamantes mal pulidos.

Para concluir, se denota la importancia indiscutible de un armonioso proceso de educación, no todo esta definido, carecemos injustamente de oportunidades, pocos cupos para estudiantes, una planta de profesores mínima, recursos limitados y un mercado laboral que no retribuye el compromiso y dedicación que la formación a nivel profesional ha requerido desde su inicio en la básica primaria. Por esto es destacable que aquellos privilegiados profesores y estudiantes se comprometan y no se alejen de ese compromiso social y ético que los une entorno a un mismo fin: la buena educación.