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Iatreia

Print version ISSN 0121-0793

Iatreia vol.21 no.4 Medellín Oct./Dec. 2008

 

ARTÍCULO DE REVISIÓN

Enfermedad renal crónica asociada a diacetilmorfina (heroína)

Heroin–associated chronic kidney disease

 

Jon Kepa Balparda Arias1

1 Estudiante de Medicina, monitor editorial de la Escuela de Ciencias de la Salud, traductor inglés español de la Revista Medicina UPB, miembro avanzado del Semillero de Investigación SIFAM, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia.

Dirección de contacto: jonbalparda@gmail.com

 


Resumen

El abuso de sustancias sicoactivas es un problema mundial de grandes proporciones, y no es infrecuente que se asocie a daño renal crónico. Los principales cuadros patológicos renales asociados al uso de heroína son: el síndrome nefrótico, la amiloidosis, la nefritis intersticial y la glomerulonefritis aguda. El cuadro clínico y el tratamiento son los mismos de la enfermedad renal crónica en general, sea primaria o secundaria, según el estadio en que se encuentre. Se presenta en este artículo una revisión de la nefropatía asociada al consumo de heroína; se incluyen aspectos químicos y biológicos de la heroína, así como la epidemiología y la fisiopatología de la enfermedad.

Palabras clave: Dependencia a la heroína, Enfermedad renal crónica, Insuficiencia renal


Summary

Abuse of psychoactive substances is a huge worldwide problem, and its association with chronic renal damage is not an uncommon complication. The main pathologic syndromes which have been associated with heroin abuse include: nephrotic syndrome, amyloidosis, interstitial nephritis and acute glomerulonephritis. From the clinical and therapeutic points of view, the chronic renal damage associated with heroin abuse does not differ from the chronic kidney disease in general, regardless of its etiology. In this article a review is presented on chemical and biological aspects of heroin, as well as on the epidemiology and physiopathology of the heroin–associated nephropathy.

Key words: Chronic kidney disease, Heroin dependence, Renal insufficiency


 

INTRODUCCIÓN

El abuso de sustancias psicoactivas es un problema mundial común e importante;1–3 estudios recientes demuestran que hasta el 46% de las personas se expondrán a ellas por lo menos una vez en la vida, y que 19 millones de estadounidenses mayores de 12 años han usado algún tipo de alucinógeno en el último mes.4 En Colombia hay datos similares: Martínez y colaboradores5 demostraron que las frecuencias de uso de marihuana y tranquilizantes en adolescentes son de 4,4% y 3,1%, respectivamente. No es raro el daño renal crónico en pacientes abusadores de sustancias alucinógenas:6 se ha demostrado una relación importante entre el uso a largo plazo de heroína y la posterior aparición de síndrome nefrótico, amiloidosis, nefritis intersticial y glomerulonefritis aguda.7–13

 

Heroína, aspectos químicos y biológicos

La heroína (diacetilmorfina) es un opiáceo semisintético14,15 derivado de la morfina, una sustancia natural extraída de la Papaver somniferum, planta común en Europa y Asia.4 Con un tiempo de vida media de 3,3 minutos, la concentración sérica máxima se obtiene después de 1 minuto de haberla administrado por inhalación, según lo informado por Jenkins y colaboradores.16 Se han obtenido datos similares con estudios sobre la administración parenteral del mismo compuesto:16 es importante mencionar que la droga administrada por vía intravenosa genera efectos euforizantes4 hasta cuatro veces más potentes que la misma dosis por vía intranasal.17 Una vez absorbido por cualquiera de las rutas, este compuesto cruza rápidamente la barrera hematoencefálica para transformarse en su metabolito activo, la morfina, y activar los receptores del sistema opioide para ejercer su acción a nivel central.4

El sistema opioide contiene tres subtipos de receptores cerebrales: mu (μ), kappa (κ) y delta (δ).18 Se ha postulado que los principales en la génesis de la adicción a estos compuestos son los del subtipo mu, por cuanto ratones transgénicos (knockout) cuyo sistema nervioso central carece de ellos no muestran ningún efecto de recompensa o refuerzo frente a la administración de morfina.19 Igualmente, estudios de neuroimaginología y genética han demostrado que alteraciones en el nivel de receptores mu son factores predisponentes fundamentales en la adicción a la heroína y a compuestos opiáceos similares.20–24 También es evidente el rol de los receptores kappa y delta: los kappa reducen la función dopaminérgica en el núcleo accumbens,25,26 (característica de la que carecen los mu) lo que parece estar implicado en las reacciones de disforia características del ictus en el consumo de heroína. En cuanto a los receptores delta, están implicados en reacciones disfóricas intensas y pueden participar en el cuadro clínico del paciente agudamente intoxicado por opiáceos.

Un análisis profundo acerca del mecanismo de acción neuronal de la heroína y de los procesos que regulan su efecto de recompensa se encuentra claramente por fuera de los alcances de este manuscrito. Para el lector interesado en el tema, es recomendable el artículo de Lingford–Hughes y Nutt,18 publicado en 2003 en el British Journal of Psychiatry.

 

EPIDEMIOLOGÍA

A pesar del marcado aumento mundial en el consumo y abuso de heroína,27 la incidencia de nefropatía asociada a ella (NAH) ha disminuido, paradójicamente, desde 1992 por razones aún desconocidas.4

Resulta de interés mencionar las importantes diferencias raciales y de sexo informadas en el abuso de esta droga y en la nefropatía crónica asociada a ella. Lebeau–Craven28 y colaboradores reportaron que, en Estados Unidos, los adolescentes blancos no hispánicos son más propensos que los de otras razas al uso de cocaína, heroína y otros alucinógenos. Un estudio adicional halló que, en un determinado momento, hay tres veces más blancos que negros adictos a la heroína.4 Por otra parte, en un estudio llevado a cabo en Massachussets29 se halló que los adolescentes blancos no hispánicos eran 4,5 veces más dados que los blancos de ascendencia latina a comportamientos de alta peligrosidad con el uso de drogas IV, tales como compartir agujas.

En cuanto a la diferencia por sexos en la población abusadora de heroína, Soza–Zapata30 y colaboradores encontraron, en una cohorte de 412 abusadores de esta droga en forma no inyectada, que solo el 18% eran mujeres. Es de destacar que, en esta cohorte, el 26% de las mujeres y solo el 3% de los hombres tenían antecedentes de infecciones de transmisión sexual.30 Investigadores en Israel31 y Estados Unidos32 han informado resultados similares en cuanto a las diferencias por sexo en el abuso y el manejo de esta droga. Sin embargo, se ha encontrado que las mujeres tienden a utilizar dosis mucho más altas (hasta el doble) de opiáceos que los hombres.33

A pesar de los datos expuestos, es de notar que los índices de NAH son considerablemente más altos en los negros que en los otros grupos raciales.34,35 En 1983, un estudio hecho por Cunningham y colaboradores34 reportó que el 93,9% de los pacientes con NAH eran de raza negra. En un estudio similar que evaluó la etiología de la insuficiencia renal crónica (IRC) en minorías de Estados Unidos35 se encontró igualmente que la NAH era de 'gran importancia en los jóvenes negros'. La NAH es más común en hombres: en efecto, solo el 24,5% de los casos reportados de esta complicación se presentan en mujeres.4

Desde 1980 se ha considerado que la NAH es una causa relativamente importante de insuficiencia renal crónica en hombres jóvenes de raza negra;8,34–37 en la actualidad se estima que una persona consumidora de esta droga tiene 19,1 veces más probabilidad de desarrollar IRC u otro tipo de nefropatía crónica que una no consumidora.38 Sin embargo, se carece de datos específicos acerca de su incidencia y prevalencia reales.

 

FISIOPATOLOGÍA

Los primeros informes de cambios renales secundarios al uso parenteral crónico de heroína, cocaína y anfetaminas aparecieron a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970.12,39–46 Desde entonces, se ha visto un aumento exponencial en el número de investigaciones centradas en este fenómeno, lo que concuerda con un marcado crecimiento mundial del abuso de estas sustancias.1,3

Aún no existe un modelo in vivo de la NAH, pero ha habido estudios in vitro que han dado alguna información acerca de la fisiopatología de este síndrome.47–49 En dichos modelos experimentales se ha encontrado una interacción directa de la morfina (metabolito activo de la diacetilmorfina) con las células intersticiales del riñón provocando, especialmente, una proliferación de los fibroblastos renales por medio de la activación patológicamente temprana de genes de crecimiento celular.47 Este elemento celular puede ser importante, dado que la fibrosis intersticial es uno de los componentes esenciales que se observan en la biopsia renal en pacientes con IRC.50

En otro estudio in vitro, publicado en 1997,48 se buscó evaluar el efecto de la morfina en la proliferación de células intersticiales renales y de la matriz extracelular en células renales derivadas de ratas. Se encontró que el opiáceo en cuestión aumentaba la proliferación de las células intersticiales renales con respecto al control por medio de un efecto dependiente de la dosis y del tiempo (p < 0,001). La administración de morfina causó también la acumulación de colágeno de los tipos I y III en la matriz extracelular, dando lugar a una extensa fibrosis dependiente de la dosis.48 Estos hallazgos sustentan aún más la noción de que la fibrosis y la glomeruloesclerosis secundarias pueden ser elementos fundamentales en la fisiopatología de la NAH.47,51

La lesión de las células mesangiales también parece desempeñar un papel en el desarrollo del daño renal secundario a opiáceos: Shingal y colaboradores51 demostraron que la morfina induce la producción de superóxido por las células mesangiales, lo que provoca un daño celular importante, con una reacción de estrés oxidativo; se sabe que esto lleva a una reacción inflamatoria y al ulterior reclutamiento de fibroblastos.52

Se ha demostrado que en las células glomerulares epiteliales la heroína tiene un doble efecto dependiente de la dosis: si es baja, estimula la proliferación mientras que si es más alta, induce la apoptosis.53 En este mismo estudio se halló que el uso de antioxidantes hacía disminuir estos efectos de la heroína sobre las células glomerulares epiteliales, lo que sugiere que el estrés oxidativo tiene una función importante en este punto.53

En resumen, los estudios in vitro señalan al menos dos procesos clave en la patogenia de la NAH: el aumento de células y compuestos inflamatorios47–49 y el estrés oxidativo crónico;51,53 ambos llevan a un final común que es la fibrosis renal crónica, con la subsiguiente merma de la función renal global del paciente,4 (Figura n.º 1) lo que acarrea, en último término, los cambios fisiológicos clásicos de la insuficiencia renal crónica.50

 

CUADRO CLÍNICO

La presentación clínica del paciente con nefropatía crónica asociada al uso de diacetilmorfina (NAH) es similar a la de quien sufre de una enfermedad renal crónica (ERC) de cualquier otra etiología,32 y depende esencialmente del estadio de la enfermedad.54 Por ello es pertinente mencionar algunos elementos generales de la ERC y la IRC como estados finales comunes de un sinnúmero de elementos que pueden atacar el riñón.55,56

Se define la enfermedad renal crónica como la pérdida progresiva e irreversible de la función renal, que puede ser secundaria a muchas causas; se expresa inicialmente como un aumento en los niveles séricos de creatinina y nitrógeno ureico (BUN).54 Para que se pueda establecer el diagnóstico, se debe encontrar un daño renal que date, al menos, de tres meses, demostrado por histopatología o por marcadores de dicho daño con o sin disminución de la tasa de filtración glomerular (TFG).50 También se puede hacer el diagnóstico de enfermedad renal crónica si se encuentra una disminución de la TFG por un período de tres meses o más, incluso si no se cuenta con otros marcadores de daño renal como el histopatológico.50

Los pacientes con ERC pueden no presentar ningún síntoma o signo clínico que la haga sospechar,57 pero en los estadios más avanzados se pueden desarrollar, entre otras, las siguientes complicaciones: hipertensión arterial,57 azoemia,58,59 hiperkalemia,60–62 anemia,50,63,64 sobrecarga de volumen,58 edema pulmonar,58,65,66 acidosis metabólica67,68 y muerte.50,69–71 Por lo anterior, es de importancia tener en cuenta los factores individuales de riesgo y tamizar adecuadamente por medio de pruebas de laboratorio costo–efectivas con el fin de hacer el diagnóstico lo más tempranamente posible.60

La estratificación de los pacientes con ERC se lleva a cabo midiendo la tasa de filtración glomerular72,73 en la muestra de orina de 24 horas;50 también es posible hacerla de manera rápida por medio de la fórmula de Cockroft–Gault,54,74 como se muestra en la figura n.º 2.

Los distintos estadios de la enfermedad renal crónica con base en la tasa de filtración glomerular se muestran en la tabla n.º 1;74 se debe tener en cuenta que un paciente con ERC en estadio 4 se considera en riesgo inminente de requerir tratamiento de reemplazo renal, por lo que es obligatoria su pronta remisión a un nefrólogo para evaluación y tratamiento prediálisis.75

El paciente en estadio 5 se considera en falla renal y requiere terapia permanente de reemplazo renal (hemodiálisis o diálisis peritoneal).50

Para el lector interesado en ahondar más en el tema de la ERC se recomiendan las guías publicadas por el Colegio Real de Médicos (Royal College of Physicians) y el Colegio Real de Médicos Generales (Royal College of General Practitioners) en la página web de la Asociación Renal (Renal Association).76

 

TRATAMIENTO

El tratamiento de la NAH es el mismo de la enfermedad renal crónica de cualquier otra etiología.4 Al respecto, resulta ineludible que el paciente suspenda el uso de la heroína;6 se ha recomendado, igualmente, la suspensión del uso del tabaco si el individuo es fumador.76,77 Johnson y colaboradores6 aconsejan también la pérdida de peso si el paciente se encuentra por encima del ideal. Las guías británicas76 recomiendan incentivar el ejercicio aeróbico y disminuir el consumo de bebidas alcohólicas.

Es importante tratar adecuadamente las enfermedades concomitantes, tales como la diabetes mellitus78–80 y la hipertensión arterial.80,81 Cabe mencionar que algunos antihipertensivos, especialmente los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y los antagonistas del receptor de angiotensina II (ARAII) poseen 'una acción de protección orgánica independiente del efecto [...] hipotensor', al reducir esencialmente la presión intraglomerular.82

Se ha demostrado desde hace décadas83–86 que la estricción de proteínas en la dieta es una medida válida para retrasar la tasa de pérdida de la función renal.83 Al respecto, según D'Achiardi y Ariza,82 'una dieta con aporte proteico de 0,58 g/kg/día en pacientes con insuficiencia renal crónica avanzada, retarda la pérdida de la tasa de filtración glomerular'.

Sin embargo, recientemente se ha puesto en tela de juicio la verdadera efectividad de esta restricción dietética, especialmente en pacientes con cuadros renales leves a moderados82,87,88 y en niños.89

El tratamiento inicial de la anemia secundaria a la enfermedad renal crónica se hace con suplemento oral o parenteral de hierro.82 Si el enfoque inicial no da los resultados que se esperan, se puede recurrir a la eritropoyetina administrada por vía subcutánea o intravenosa90 a la dosis de 50 a 150 UI/kg/semana.84

Con el fin de corregir la osteodistrofia renal, se requiere normalizar los niveles séricos de paratohormona, calcio y fósforo,91,92 principalmente en quienes se encuentran en un estadio avanzado de la enfermedad.84 Se recomienda la administración de calcio oral a las dosis usuales y el uso de quelantes de fósforo, además de la administración de vitamina D3 y calcitriol en pulsos orales.84 Schlosser y colaboradores92 recomiendan la paratiroidectomía en pacientes con cuadros clínicos refractarios, 'en vista del riesgo de calcificaciones vasculares potencialmente letales que se desarrollan en la mayoría de los adultos que desarrollaron enfermedad renal crónica en la infancia'.

 

CONCLUSIÓN

Es común el daño renal secundario al abuso de sustancias psicoactivas, incluyendo la diacetilmorfina,6 y representa una carga social y económica en vista de su relación con el desarrollo de enfermedad renal crónica avanzada.13 El médico debe estar atento a las posibles complicaciones derivadas del abuso de estas sustancias, y hacer evaluaciones seriadas de los marcadores de daño renal,11 especialmente de los niveles séricos de creatinina y nitrógeno ureico (BUN) por su facilidad y confiabilidad.50

No existe un tratamiento específico para la nefropatía asociada a la heroína,4 diferente del cese en el uso de la droga.6 Se debe enfocar al paciente como a cualquier otro individuo con ERC según las guías internacionales disponibles,76 y remitirlo prontamente al médico especialista en caso de que se encuentre en estadio prediálisis.84

 

AGRADECIMIENTOS

El autor agradece la asesoría y apoyo oportunos e incondicionales de las siguientes personas: doctores John Mauricio Lopera, Margarita María Agudelo y Mónica Uribe; bacterióloga especialista Lina María Martínez Sánchez; estudiante de medicina María Elizabeth Gaviria Barrera.

 

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Recibido: mayo 24 de 2008

Aceptado: julio 16 de 2008

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