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Iatreia

Print version ISSN 0121-0793

Iatreia vol.23 no.3 Medellín July/Sept. 2010

 

INVESTIGACION ORIGINAL

 

Caer en la trampa: el accidente por mina antipersonal.

La experiencia de los sobrevivientes, Antioquia, Colombia, 2007

 

Caught in the trap: Survivors experiences after landmine accidents, Antioquia, Colombia, 2007

 

 

Margarita Lucía Correa Restrepo1; María del Pilar Pastor Durango2

1 Fisioterapeuta, Especialista en Docencia Investigativa Universitaria, Estudiante de la Maestría en Salud Colectiva, Docente de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.macorpo@gmail.com

2 Enfermera, Magíster y Doctora en Salud Pública, Docente de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.

 

 


RESUMEN

Objetivo:este artículo es el resultado parcial de una investigación llevada a cabo en el contexto de la formación en una maestría en el área de la salud colectiva, cuyo propósito fue interpretar el proceso de integración a la vida cotidiana de los sobrevivientes a accidentes por mina antipersonal, a través de sus relatos para la reconstrucción de experiencias.

Metodología: el estudio se hizo con un abordaje metodológico cualitativo etnográfico particularista y focalizado; como técnicas para recolectar la información se utilizaron la entrevista semiestructurada a cuatro participantes y la observación durante la misma.

Resultados: en esta publicación se muestra la categoría caer en la trampa, en respuesta a la pregunta ¿cuál es la experiencia con el accidente de los sobrevivientes de minas antipersonal?, que describe el momento de la explosión e incluye el lugar donde sucedió, la actividad que realizaban en ese momento, el objeto con el que fueron heridos, los daños y las sensaciones que les produjo tanto a sí mismos como a sus acompañantes.

Conclusiones: la educación en el riesgo de minas es una estrategia adecuada para asegurar que las personas y comunidades se sensibilicen sobre los riesgos, reduciéndolos a un nivel en el que puedan recrear un entorno libre de las limitaciones impuestas por su presencia.

Palabras clave

Accidentes por explosivos, Colombia, Investigación cualitativa, Minas antipersonal, Sobrevivientes


SUMMARY

Objective: This report is the partial result of a survey carried out with the purpose of interpreting the process of reintegration to daily life of survivors after landmine accidents, through their testimonies when they recall their experiences.

Methodology: A qualitative methodological approach and an ethnographic particularistic focus were employed. The techniques for gathering information were semistructured interviews to four participants, and observations during them.

Results: This paper shows the category caught in the trap in response to the question: How is the experience of landmine accidents survivors? It describes the moment and place of the blast, the activity that was being carried out, the object responsible for the injuries, the harm caused, and the sensations of the survivors and their companions.

Conclusions: Education on the risk of landmines is an adequate strategy to make communities and persons aware of the dangers posed by those artifacts. Consequently, the possibility arises to reduce such dangers to levels consistent with the recreation of milieus free from the restrictions imposed by the presence of landmines.

Key words

Accidents caused by explosives, Colombia, Landmines, Qualitative research, Survivors


 

 

INTRODUCCIÓN

La problemática de las minas antipersonal es de orden mundial. Según el Informe Monitor de Minas Terrestres de 2006,1 se han plantado entre 65 y 110 millones de estas minas en 60 países y cada año se plantan casi 2 millones más; se han almacenado 100 millones para uso futuro y el número de víctimas crece día a día. En el mismo año, 8 áreas y 79 países presentaban problemas con minas antipersonal; 7 áreas y 58 países registraron nuevas víctimas, entre los cuales se encuentra Colombia, que en el mismo período registró el mayor número con 1.106.

En Colombia la Ley 759 de 20022 define mina antipersonal(MAP) como aquella que tiene la potencialidad de incapacitar, herir o matar a una o más personas por la presencia, la proximidad o el contacto. Según Altamar y Lahuerta,3 este es el único país de América Latina en donde se sigue produciendo y utilizando este tipo de minas. Se calcula que en el país hay más de 100.000 minas plantadas cerca de zonas residenciales, escolares, agrícolas, empresariales y militares y, aunque la mayoría del territorio afectado es rural, su presencia en zonas urbanas va en aumento.

Según datos del año 2007 del Observatorio de Minas de la Vicepresidencia de la República,4 Colombia tiene problemas por MAP y munición sin explotar(MUSE) en 31 de 32 departamentos(96,8%) y en 584 de los 1.076 municipios(54,3%). Entre los años 1990 y 2007 se han presentado 10.817 eventos, de los cuales el 29,5% han sido accidentes y el 70,5%, incidentes. En este mismo período se presentaron 6.117 víctimas.

De los 125 municipios de Antioquia, 97(77,6%) están afectados por minas MAP y MUSE. Según datos registrados por la Secretaría de Gobierno de Antioquia y homologados con los del Observatorio de Minas de la Vicepresidencia de la República del año 2007,4 en este Departamento entre 1990 y 2007 ocurrieron 2.256 eventos, de ellos 38,1% accidentes y 61,9% incidentes, que generaron 1.429 víctimas.

La vida útil de una mina puede llegar a ser hasta de 30 años, lo que representa una amenaza de larga duración. Sumado a esto, el conflicto en curso en el mundo y en Colombia hace casi imposible identificar con plena certeza todas las zonas minadas, hecho por el cual la sola sospecha de su presencia, transforma grandes territorios en zonas inutilizables y, desafortunadamente, retirar o limpiar las minas es un proceso largo, peligroso y costoso. Solo para limpiar las zonas actualmente minadas, se gastarían entre 500 y 850 años, a la tasa actual de limpieza.3 Como la tasa a la cual se plantan las minas es mayor que la de desactivación, el problema tiende a empeorar, por lo tanto representan un riesgo significativo y directo para toda la población que habita espacios ubicados en su mayoría en áreas de conflicto armado, donde diversos grupos se disputan los dominios territoriales, ya que están generando un número creciente de personas muertas o en situación de discapacidad.

Ocampo5 afirma que los ejércitos regulares utilizan las minas para detener, retrasar o causar traumas sicológicos al enemigo, mientras que los actores armados no estatales del conflicto colombiano, las emplean para defenderse, es decir, para impedir el acceso del enemigo a sus zonas de dominio, o con el propósito de concentrar la acción en áreas donde se lo pueda atacar más eficazmente, para dificultar sus movimientos durante un ataque o el aprovechamiento de recursos en zonas que van a ser abandonadas por el enemigo; para reforzar obstáculos naturales o artificiales; o, finalmente, para debilitar la infraestructura socioeconómica y sociopolítica del Estado.

Pero la ventaja principal que buscan los actores no estatales, al utilizar MAP, es causar víctimas, por su efecto desmoralizador en la población civil, en las tropas militares y en los frentes insurgentes; es un efecto indiscriminado y de larga duración en la persona afectada, su familia y la comunidad. Además, al no ser reconocidos como beligerantes por el Estado nacional y la Comunidad internacional, estos grupos insurgentes no tienen que reconocer y acatar el Derecho Internacional Humanitario y acuerdos como el Tratado de Ottawa.6

El empleo de MAP está limitado según este Derecho Internacional;7 dos de sus disposiciones más importantes surgen de las normas consuetudinarias de la guerra en las que se obliga a las partes en conflicto armado a diferenciar entre civiles y combatientes. De otra parte, prohíbe emplear armas que causen males superfluos o sufrimientos innecesarios. Este es un canal de protección cuando las situaciones se tornan inmanejables en el marco de un conflicto armado interno o internacional; sin embargo, se carece de mecanismos para hacer viable ese derecho; situación evidente en Colombia, a pesar de ser parte de los convenios.

 

METODOLOGÍA

Este estudio se llevó a cabo con una perspectiva cualitativa, que permitió el abordaje de las realidades subjetivas e intersubjetivas de los sobrevivientes de accidentes de MAP, haciendo especial valoración de su propia experiencia.8 Además, mediante la etnografía particularista y enfocada se favorecieron la descripción y la interpretación de los relatos de experiencia de los sobrevivientes, llenos de sentido, al constituirse en su modo de captar la cotidianidad que los rodea.8,9

Los participantes clave para el proceso de recolectar y generar la información fueron sobrevivientes de accidentes de MAP y MUSE. Se concretaron cuatro participantes adultos hombres, dos de ellos civiles y dos militares, tres oriundos del departamento de Antioquia y uno del departamento del Chocó. Para efectos del trabajo de investigación se seleccionó una muestra basada en criterios de oportunidad y disponibilidad.8 Es preciso señalar, que solo fue posible hacer una entrevista semiestructurada a cada participante, porque varios de ellos manifestaron que no deseaban ser contactados nuevamente o no pudieron ser localizados para un segundo encuentro; por lo tanto, no se tuvo como criterio la saturación de categorías.10Es importante anotar que el tiempo transcurrido desde el momento del accidente hasta la entrevista estuvo entre 4 y 14 años; todos los sobrevivientes recibieron atención en el Departamento de Antioquia.

Las técnicas de recolección utilizadas fueron la entrevista individual semiestructurada audiograbada y la observación durante la entrevista. La primera permitió develar a través del discurso las percepciones que los sobrevivientes de accidentes de MAP atribuyeron a su experiencia en el proceso de integración. La segunda, como técnica complementaria y simultánea a la entrevista, sirvió como un universo de referencia del conjunto de códigos no verbales que se producen en la interacción y que dan cuenta de las vivencias individuales y de las marcas sociales que origina el ser víctimas de este tipo de accidentes, y como estrategia de contextualización de la entrevista y validación entre el entrevistado y el entrevistador.8

La sistematización de la información se llevó a cabo de la siguiente manera: para la entrevista semiestructurada y la observación durante la misma se aplicó una guía que luego se transcribió. Además, se elaboró el diario de campo durante todo el proceso.8 El análisis de la información tuvo varios momentos: primero se hizo la transcripción, luego se pasó a la lectura y escucha rigurosa y continua de las entrevistas, a continuación se realizaron la precodificación línea por línea10 y la selección de párrafos significativos; en otro momento se hizo la codificación abierta y axial10 de la información asignando códigos emic y etic9, e inmediatamente se agruparon y reagruparon estos en familias; posteriormente se elaboró una matriz de resultados10 que permitió jerarquizar la información en categorías y subcategorías emergentes con las cuales se construyó un plan de escritura;11 por último se escribió el informe final, en el que se describieron y analizaron los hallazgos, se incluyeron los testimonios y se vinculó la teoría. Se retoman elementos de la hermenéutica para la interpretación comprensiva de la experiencia de los sobrevivientes, a partir de la reconstrucción de sus relatos. Esta estrategia se complementó con la revisión documental de fuentes secundarias y permitió la confrontación y la triangulación adquiridas por medio de otras técnicas.12

Como criterios para asegurar el rigor metodológico en este estudio, además del registro y del análisis descritos previamente, se utilizó la revisión rigurosa y permanente de la coherencia interna por parte del investigador, del asesor y de los evaluadores internos y externos.8

En relación con el rigor ético, el presente estudio se enmarcó dentro de la categoría de estudios con riesgo mínimo según la resolución 008430 de 1993,13 por tratarse de una investigación que abordó sujetos vulnerables por ser sobrevivientes de accidentes de MAP inmersos en diversos y complejos contextos cuya participación podía generar algún cambio en su condición psicológica o social como consecuencia inmediata o tardía del estudio. Igualmente, se garantizaron la privacidad de los participantes y la confidencialidad de la información mediante la utilización de seudónimos en las transcripciones y los testimonios y el uso de la información solo para los fines propuestos en el estudio. Además, se garantizó el respeto a la autonomía de los participantes en la investigación mediante la elaboración y obtención del consentimiento informado escrito o verbal y, finalmente, se hizo devolución de los resultados por la presentación oral y la entrega escrita a los sobrevivientes y las instituciones participantes; y la divulgación y publicación de resultados en espacios académicos e investigativos.8

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Las MAP se plantan en lugares cotidianos tales como potreros, riberas, lagunas, canchas, patios y caminos, así estos lugares se convierten en campos de batalla.14 Las explosiones de estas minas ocurren en lugares conocidos y frecuentados por los sobrevivientes quienes viven o trabajan en áreas lejanas, solitarias y montañosas, lo que por supuesto hace difíciles y prolongados tanto el acceso como la salida de ellas, así lo relata Crisanto:

''Era un lugar conocido, muy lejano, una zona montañosa trajinada por nosotros desde niños con mi papá''.

Comunidades de todas las regiones del país viven bajo la constante amenaza de las MAP, con efectos tan nefastos como el desplazamiento forzado, el desempleo y la deserción escolar.14 Frente a esto, Jacobo menciona cómo el fenómeno del desplazamiento ha obligado a las personas y a sus familias a abandonar sus hogares en zonas de conflicto armado, donde las explosiones son frecuentes:

''La vereda estaba totalmente deshabitada porque había habido un desplazamiento masivo por causa de la violencia que había en ese municipio''.

No es extraño tampoco que las explosiones ocurran en zonas donde hay presencia del Ejército Nacional, la que origina cierto grado de confianza, o incluso en caminos construidos por los mismos sobrevivientes lo que produce una sensación de desconcierto. Aunque por la presencia de militares y grupos armados no estatales, es común la existencia de campos minados, las explosiones siempre serán inesperadas, este es el caso de Jacobo:

''No es que uno sea perfecto, es que es algo muy duro, muy difícil. Ese camino lo hice yo mismo, ¿por qué estaba minado? Lo que yo me pregunto es, ¿por qué si ellos [Ejército] sabían de pronto que el campo estaba minado, me dieron el permiso para subir a ese sitio?''.

De otro lado, no es raro que los sobrevivientes se hayan encontrado con las minas en los momentos en que realizaban actividades de ocio y tiempo libre, como paseos y caminatas ecológicas en compañía de familiares o allegados. Sin embargo, la mayoría de las explosiones ocurren mientras las personas laboran en el campo, en distintos tipos de actividades, como lo confirma Roa.14 Más allá de las secuelas obvias que dejan las minas en sus sobrevivientes, el daño generado por estas armas alcanza a familias y comunidades enteras, para las cuales el trabajo se convierte en una situación de alto riesgo, Jacobo lo describe de esta manera:

''Me encontraba trabajando ese día, estaba desempeñando un cargo como cadenero, estábamos construyendo una red eléctrica que iba a ser interna del Chocó, me encargaba de hacer los huecos donde van las estructuras metálicas de las torres y de subirlas e instalarlas también''.

En el caso de los militares, la posibilidad de encontrarse con una MAP es un riesgo siempre latente por su trabajo en zonas donde es frecuente la presencia de grupos armados no estatales, pero no por ello se está lo suficientemente preparado para aceptar cada nuevo herido que las minas dejan a su paso. Las explosiones suelen suceder durante el cumplimiento de actividades rutinarias como registros o enfrentamientos en zonas apartadas y deshabitadas, distantes de las carreteras principales y las cabeceras municipales, tal como ocurrió con Marcos y Elías:

''El accidente mío fue una operación muy grande a nivel Ejército, nos dieron una orden que teníamos que registrar esa zona y estaba llena de guerrilla y de minas, uno sí sabía que ahí había minas, pero exactamente no sabía uno en qué punto, entonces nosotros tirábamos por ahí y dio el caso que nos encontramos con esos manes y como que nos iban a tirar por ahí y ya nos estaban esperando, tenían una emboscada[...]. Esa vereda que eso ya era monte, que no había ni casas de campesinos, ni nada, mejor dicho, rancho que uno viera por ahí, eso era [...]. Y siempre estábamos me imagino como a unas 6, 7 horas de la carretera, ya en la carretera a coger el carro estábamos por ahí a hora y media, o sea que siempre estábamos bastante adentro''.

Los sobrevivientes encuentran los objetos en lugares que, aunque los hacen visibles, del mismo modo los vuelven peligrosos, pues se encuentran camuflados en objetos cotidianos que pueden ser activados por diversos mecanismos igualmente ocultos en zonas verdes donde hay árboles y plantas. Relacionado con lo anterior, lo último que esperaban los sobrevivientes civiles y sus acompañantes era encontrarse en el camino con artefactos explosivos desconocidos que no pasan desapercibidos a la mirada curiosa y desprevenida de quien se acerca a ellos e incluso los manipula, creyendo de manera ingenua que se trata de objetos extraños y llamativos con los que se puede hasta jugar; a manera de ejemplo Crisanto narra:

''Los niños se dispersaron a jugar entre el bosque, yo vi que empezaron a jugar con algo que se tiraban todos encima, se lo metían entre la ropa, se peleaban por lo que era, no les paré bolas [...]. Al rato yo vi que se agruparon, se vinieron y me dijeron, tío, mire que juguete tan extraordinario el que nos encontramos, era un objeto muy grande en forma de botella metálica, grisáceo hasta la mitad, blanco metal brillante hasta arriba [...] .Cuando se dispersaron allá en la zona donde llegamos, la vieron armada en la base de un árbol con muchos hilos de nailon regados por el camino a su alrededor camuflados en la hierba, pero pegados de la mina [...]. Ellos jalaron las cuerdas, fueron y la bajaron, la desamarraron y no pasó nada, no sé si tenía o no tenía seguro''.

La problemática de las MAP es tan compleja que incluso se puede utilizar cualquier objeto para fabricar uno de estos artefactos explosivos, por lo que detectarlos se convierte en una labor aún más difícil; por ejemplo las minas quiebrapatas o artesanales generalmente activadas con mecanismos de presión o alivio de presión, se fabrican con materiales baratos y fáciles de conseguir como pilas, alambres, tubos, bolsas, puntillas, entre otros, es decir que se puede usar casi cualquier cosa para fabricar una mina que incluso se camufla aprovechando objetos aparentemente inofensivos como electrodomésticos, juguetes o hasta alimentos.14

El tipo de herida que produce una MAP es complejo pues, además de la amputación que genera, se produce contaminación con diferentes elementos que pueden ser nocivos si se tiene en cuenta la posibilidad de infección; al respecto, Marcos refiere:

''La mina me sacó un bocado de pierna. Yo casi no hablaba porque me reventó todo esto [muestra su rostro]. No veía porque cuando la explosión, la tierra me tapó los ojos totalmente, me quemó todo esto [toca su rostro nuevamente], me quemó todo''.

Ahora bien, la onda expansiva que genera el artefacto explosivo es tan fuerte, que alcanza a mover y lanzar violentamente al sobreviviente, como lo manifiesta Jacobo:

''Bajando la loma como a unos 10 metros de la carretera, mandé el pie derecho, cuando sentí yo fue una explosión y me elevó y me tiró como a unos cuatro metros fuera del camino''.

A propósito, Roa14 indica que las heridas causadas por MAP se pueden definir como las más complejas y dramáticas de todas las heridas de guerra. Son sucias y contaminadas, afectan a varios miembros y órganos a la vez. La onda expansiva entierra fragmentos óseos, metálicos y plásticos en el cuerpo de la víctima. Pedazos de ropa y calzado, tierra y esquirlas se internan en el miembro afectado causando, casi invariablemente, la amputación adicional. Además, la onda expansiva desgarra los tejidos y causa quemaduras graves.

Los sobrevivientes perciben la explosión como un momento aturdidor, inicialmente escuchan una detonación fuerte y ensordecedora que es posible asociar con el tipo, el tamaño y el peso del objeto y con la cantidad de explosivos que contiene; ejemplo de esto es el testimonio de Crisanto:

''Sólo sé que se la recibí con la mano derecha, la pasé a la izquierda y la explosión más aterradora, una carga tremenda tenía de metralla''.

El momento posterior a la explosión no es menos complejo, sensaciones contradictorias de vida y de muerte, de supervivencia y de incertidumbre, de gratitud y de pérdida se conjugan en una sola. Algunos sobrevivientes manifiestan con frecuencia experimentar un estado de total desconexión con la realidad, otros solo tienen vagos recuerdos llenos de preocupación y temor; así, la imagen de pérdida traumática y llamativa al mismo tiempo, el sentimiento de gratitud ante la ausencia de lesiones mortales qué lamentar en otros y en sí mismos, la sensación de ausencia de dolor físico a pesar de la magnitud de las heridas y la imagen de los seres queridos y su constante pregunta por un futuro incierto para los suyos, se constituyen en emociones persistentes en ellos; en relación con esto, Crisanto cuenta:

''Vi que la mano colgaba aquí, la sangre volaba porque las arterias disparaban la sangre. De los 3 dedos no quedaron sino 3 cartílagos como escobas blancas, la carne, el cartílago y el hueso se pulverizaron, se perdieron, no quedó nada [...]. Pero yo muy contento, yo dije, gracias a Dios fue a mí y no a ellos, pues donde ellos queden heridos se mueren todos, así de sencillo [...]. Yo quedé borrado, yo quedé inconsciente, no se siente nada en ese momento, el dolor lo sentí por ahí a las 4 horas, a las 24 horas, pero en ese momento nada porque el sistema nervioso queda golpeado y anulado porque todos los nervios se le trozaron''.

Continuando con lo anterior, las sensaciones que acompañan a los sobrevivientes son tan intensas y profundas como las heridas físicas, psicológicas y emocionales que permanecerán por siempre; el sufrimiento por el miedo a morir, a ser heridos por segunda vez, a confirmar la dimensión de las lesiones, unido a la imposibilidad de hacer algo en el momento para cambiar la situación, crean una fuerte tensión que hace pensar en la muerte como alternativa; de esta manera las secuelas para quienes sobreviven después de ser víctimas de una MAP son tan intensas, que llegan a pensar en la muerte como la única opción para aliviar los dolores físicos y psicológicos;14 así lo afirma Marcos:

''Yo me acuerdo que yo me rodaba así de espaldas, entonces oí un compañero, no, que no se ruede porque al lado hay otra mina, entonces estuve así todo el tiempo quietecito[...]. Yo pensaba, ya perdí mis piernas y solamente me atrevía a tocarme de aquí pa’arriba [muestra su tronco superior] porque yo sé que de los pies pa’abajo yo no los tenía, pues yo sentía miedo, pero no era capaz de tocármelos, entonces solamente me tocaba como por aquí así [vuelve y muestra su tronco superior] y tenía las manos [...]. En ese momento pues yo pensé cuando perdí los pies, a lo bien, que me dejaran ahí, tanto que yo le dije a un compañero mío, ¿J sabe qué?, cuídese usted y ya, pues yo ya estoy como estoy.''.

Es preciso decir que si las sensaciones del sobreviviente son complejas de describir, las de sus acompañantes no son menos confusas. Según ellos, la presencia de personas, niños o adultos atemorizados e impotentes, hace que la escena sea aún más complicada, como lo relata Crisanto:

''Los niños aterrorizados, yo capté lo que pasó ahí mismo y pregunté, quién más estaba herido. El hermano mío que estaba muy descontrolado me dijo, no, nadie más está herido, pero había mucha sangre, mucha sangre y los niños aterrorizados, gritando, espantados, paralizados porque algunos ni podían caminar''.

Lo descrito antes deja ver el impacto que originan las MAP. Sin embargo, este va más allá de la tragedia personal, pues afecta a familias y comunidades enteras que vivirán bajo la amenaza constante y que tendrán que transformar su forma de vida, tanto en los contextos en los que habitan como en sus comportamientos cotidianos.14

 

CONCLUSIONES

En los últimos años, el Estado, las instituciones, las víctimas, las familias y la sociedad han avanzado en la acción contra las minas; sin embargo, estas continúan siendo una amenaza significativa, duradera y no discriminatoria que afecta los cimientos políticos, sociales y económicos del país, y obliga incluso a quienes no han sido sus víctimas a vivir con miedo, a pasar necesidades o a abandonar su tierra obligándolos a huir e impidiendo su regreso; y además, dejan un número de víctimas que sigue aumentando significativamente; es importante mencionar aquí que las cifras reportadas no consideran el número de sobrevivientes; por lo que existe la probabilidad de información subestimada e insuficiente, y de datos incompletos e imprecisos que afectan en definitiva la posibilidad de mejorar la acción, cuantificar los avances en su cumplimiento y movilizar los recursos pertinentes. A pesar de que los datos distan de ser completos, sí dan una idea de dónde se puede necesitar atención adicional.15

Quienes han sobrevivido a un accidente de MAP narran la experiencia intensa que vivieron al ser mutilados y, con ello, al tener que vivir con huellas emocionales tan profundas como sus cicatrices físicas, al cambiar de manera brusca la relación con su cuerpo, al perder su autonomía e independencia y al tener que observar cómo la vida cotidiana se transforma radicalmente no solo para ellos y sus familias, sino también para las comunidades y personas que aunque no han sido víctimas del enemigo silencioso y permanente que representan las minas, viven con el temor constante de serlo. Así, los lugares donde se teje la vida personal y social de pueblos enteros se convierten en espacios de temor y amenaza en los que hay que aprender a vivir o de los que hay que huir dejándolo todo.14

La experiencia de los sobrevivientes de MAP pone de manifiesto la urgencia de continuar fortaleciendo los programas y proyectos educativos para la prevención de este tipo de accidentes, sobre todo en aquellas comunidades donde el riesgo es inminente. Por educación en el riesgo de minas se entienden todas aquellas actividades que buscan reducir los daños ocasionados por ellas y por las municiones sin explotar mediante la sensibilización, la promoción de cambios de comportamiento, incluyendo la difusión de información pública, la educación y capacitación, y el enlace con las comunidades en actividades relativas a las minas.16 Este tipo de acciones permitirá en primera instancia disminuir el riesgo de accidentes, pero sobre todo el número de víctimas y de lesiones y, además, reducir el impacto que estos accidentes generan en la persona, su familia y su comunidad. Así, la habilidad de las personas y comunidades para apropiarse de la información y disminuir la vulnerabilidad frente al riesgo, será clave en el proceso de acción contra las minas que vienen adelantando distintos sectores del país. Para ello será necesario crear estrategias que prevengan este tipo de accidentes, ayudando a identificar los lugares más comunes de ocurrencia y los objetos que pueden ser utilizados como minas, pero también y principalmente ayudando a actuar cuando se sospecha la existencia de estas; igualmente, se deben brindar herramientas para afrontar este tipo de accidentes, sobre todo en Colombia donde la amenaza por MAP crece cada día más. Paralelo a esto, es necesario continuar avanzando en el proceso de desminado humanitario, pues solo así se podrán eliminar los peligros derivados de la sospecha o la presencia de MAP.

La problemática de las MAP más visible en estos últimos tiempos requiere una mirada aún más compleja y comprensiva, es decir más real y comprometida con los colombianos que sobreviven todos los días a la tragedia de haber sido sus víctimas, pero que también deben vivir con la perversidad de los que aún las fabrican y utilizan y permanecen indiferentes ante la calamidad personal y social que generan; con la incapacidad del Estado para proveer protección efectiva a todos y cada uno de los ciudadanos; con la impotencia de las instituciones frente a una realidad que desborda sus posibilidades y, por último, con la apatía de un pueblo que perdió la cuenta de las guerras vividas y, con ella, la capacidad de asombro y la necesidad de asumir la responsabilidad que tiene en la construcción del proyecto colectivo de país.

 

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Recibido: noviembre 28 de 2009
Aceptado: marzo 8 de 2010

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