INTRODUCCIÓN
Las tecnologías de optimización corporal remiten al conjunto de ensamblajes técnicos, materiales, discursivos y simbólicos que los seres humanos han desarrollado para intervenir en sus cuerpos con fines de mejoría 1,2. En las sociedades actuales, esta temática ha tomado especial atención dentro de diferentes áreas disciplinares como la filosofía de la técnica, los estudios de la “gubernamentalidad”* 3,4 y los históricos y sociales de las ciencias 5-7. El tema del cuerpo y su relación con los artefactos es una preocupación filosófica de vieja data 5.
Durante la primera mitad del siglo XX, hubo una proliferación nada desdeñable de trabajos provenientes de las ciencias sociales y las humanidades, que pusieron en cuestión las comprensiones anatómicas y fisiológicas heredadas de la medicina del siglo XIX y que abrieron múltiples posibilidades a la hora de pensar la cuestión de lo corporal 8,9.
Posteriormente, los enfoques fenomenológicos y las concepciones constructivistas pondrían sobre el debate la hegemonía de las ideas mecanicistas y organicistas en el cuerpo para resaltar, por una parte, la cuestión del “cuerpo subjetivo”, de la vivencia y, por otra, la historicidad de lo somático y el influjo de las estructuras de poder en las concepciones modernas del cuerpo 10,11.
Desde el ámbito de la filosofía de la técnica, la mayoría de las reflexiones y trabajos que comenzaron a circular después de la segunda guerra mundial solían asumir posiciones “tecnofóbicas” 12, cuestión que no será ajena en el ámbito de la salud 13. El predominio de la sociedad tecnológica era visto como un peligro, como una forma de “colonizar al ser” y reducir al hombre a un agregado de piezas mecánicas. De hecho, el constructo “bioética” y la aparición de una concepción “principialista” de lo ético, dentro del ámbito de las ciencias de la salud en la década de los setentas del siglo pasado, podría entenderse parcialmente como una forma de resolver este problema 14,15. Por su puesto, esta no fue la única reflexión acerca de la tecnología que apareció en el siglo XX. La filosofía francesa, a partir de los trabajos de Canguilhem, Simondon, Foucault y, actualmente, Bruno Latour, verá en la tecnología no un complejo de mecanismos que niega y reduce lo humano a estructuras mecánicas, sino un nuevo campo de posibilidades para pensar el tema de la humanidad y su ser material, asunto que será vital dentro de muchas de las reflexiones actuales provenientes de la filosofía y la sociología sobre las técnicas en el ámbito de la salud 16.
Dicho esto, llama la atención que desde la salud pública y la medicina no se le haya dado un lugar importante a la reflexión filosófica sobre un concepto como el de estilo de vida, completamente capturado por el paradigma de los factores de riesgo y la llamada Surveillance Medicine17.
Las reflexiones ontológicas y éticas acerca de temáticas como las del cuerpo y los estilos de vida, ampliamente naturalizadas en estos campos, han sido nulas. Las tendencias poblacionales y epidemiológicas de los factores de riesgos en esta área de conocimiento han presupuesto estas nociones y las han confinado a comprensiones estrictamente individualistas, expresando una suerte de “vacío social” dentro dicha racionalidad 18.
Realidades como el fitness, entendidas como aquellas prácticas que se llevan a cabo para estar en forma 19, suelen comprenderse desde la óptica individualizada de los estilos de vida, lo que representa una reducción importante a la hora de abordar filosóficamente estos fenómenos. Por otra parte, es importante decir que el tema de la tecnología desde la óptica filosófica ha sido una categoría poco explorada en salud pública. Incluso nociones importantes como las tratadas en Determinantes y determinación social de la salud como confluencia de la salud pública, la epidemiología y la clínica no se contemplan dentro de los ámbitos interactivos en los que se mueven los seres humanos, pues enfatizan categorías clásicas como las de territorio, etnia, clase social, género y un entorno mucho más amplio como el de las políticas macroeconómicas 20.
Proponemos una reflexión** que permita pensar en la importancia de las Tecnologías de optimización corporal en el marco del fitness 21. Creemos que desde la filosofía de la técnica se ofrecen indagaciones y desarrollos importantes sobre el tema que pueden resultar de mucho interés para la medicina, la salud pública y sus iniciativas políticas. Buscamos en ese sentido cuestionar las concepciones individualistas de los estilos de vida y vincularlas a consideraciones más amplias que resultan determinantes en su configuración: no solo desde lo social, sino especialmente desde una comprensión de la tecnología que vincula cuestiones materiales, discursivas y políticas.
TECNOLOGÍA, OPTIMIZACIÓN CORPORALY FITNESS
La filosofía, al ocuparse de la técnica, ha recorrido varias de sus nociones y prácticas. En el presente texto nos interesa considerar algunas de esas elaboraciones para comprender y sustentar el impacto en lo que aquí desarrollamos como Tecnologías de optimización corporal.
Bruno Latour abrió un camino, articulando la tecnología con la cultura, al mostrar cómo los artefactos que aquella produce están vivos: interactúan con el cuerpo y lo modifican 7. De acuerdo con esto, lejos de entenderse lo somático como un objeto aislado y estático, habría que pensarlo como una materialidad que interactúa con aparatos, dispositivos y artefactos produciendo nuevas “ontologías humanas”.
En esta misma línea, otras concepciones explican la tecnología como un saber no puramente instrumental: “Las tecnologías son, propiamente hablando, ontotecnologías” 22. En efecto, las tecnologías no solo remiten a los meros aparatos. Se trata de sistemas de relaciones, disposiciones entre elementos diversos encaminados hacia la racionalización y la producción con fines económicos, políticos y sociales; fines en los que resulta necesario gobernar los cuerpos y producir clases de personas.
No se trata de un asunto menor, se interviene y produce una subjetividad, una identidad, la forma como nos vemos, nos pensamos y representamos a nosotros mismos, cuestión que la investigadora Rosi Braidotti actualiza hoy en el concepto de ciborg, como un ensamble de cuerpos orgánicos constituidos por un agenciamiento político, social, tecnológico, económico y subjetivo 23. En ese sentido, Foucault nos recuerda que existe una concepción aún más diversificada de tipos de tecnología, cuya acción es acoplada. Describe las que se refieren al gobierno, enfocadas en la conducción de la conducta de unos hombres sobre otros, las propuestas para la producción de sentido, que se refieren al lenguaje que instaura significados de valor compartidos culturalmente y, las de producción material, referida a los artefactos propiamente 2.
¿Cómo operan estas concepciones en la definición de los dispositivos de optimización corporal? Por un lado, le dan fundamento material en tanto diseño de técnicas y artefactos para el mejoramiento del cuerpo (mecanismos de producción material que diseñan centros de acondicionamiento físico, mejoramiento genético, entre otras), articuladas a un cuerpo de enunciación que las promulga y difunde en el marco de aquello que garantiza el bienestar físico y mental; enunciados que se experimentan y legitiman en la medida en que se incorporan en el lazo social, instaurando un significado de valor frente a lo orgánico. Se trata de un aparato epistémico (científico) que establece sobre lo somático unas regiones de lo cognoscible que permiten la captura, intervención y mejoramiento de nuestra materia; pero también político, en la medida en que se dispone del “medio cultural” para modular tendencias, gustos, estéticas y estilos a través de saberes expertos ajustados a la producción de bienes y mercancías.
Por otra parte, es el mercado, a través de formas de gobierno (específicamente el neoliberalismo*** 3,24, surgido a partir de la década de 1970), que se incorpora en este ensamble para satisfacer su demanda. Esta tecnología de gobierno moduló la mirada sobre el cuerpo como capital, convirtiéndolo en un indicador de éxito cuyo valor giraría en torno a la posesión de ciertos atributos uniformizados previamente con criterios de salud, bienestar y calidad de vida legitimados por autoridades sanitarias, cuya adopción implicaría modelar lo corporal bajo el eslogan de “estilo de vida saludable” 25. Este ensamble, bajo el nombre de tecnologías de optimización, fue definido por Nikolas Rose como:
...tecnologías que no buscan meramente curar una enfermedad sino controlar los procesos vitales del cuerpo y la mente: sugiero que son tecnologías de optimización [...] Suponen modos de pensar, la formación de determina-dos especialistas, generan rutinas y rituales, técnicas de examen, prácticas de visualización, modos de brindar asesoramiento, etc. [...] establece una relación con diversos especialistas “expertos” acerca de los procedimientos, tratamientos [...] implica relaciones financieras e institucionales [...] como nuevos sentidos en relación al cuerpo, como concepciones respecto a lo saludable... 1.
Nos interesa para el caso, las tecnologías de mejoramiento del cuerpo en una de sus expresiones contemporáneas: el fitness, llevado a cabo en centros de acondicionamiento físico como parte de la puesta en marcha de estilos de vida saludables, cuya elección, aunque apareciendo como “individual”, son analizados aquí como parte de la biopolítica**** 26 neoliberal (con efectos en la demanda y crecimiento de este mercado), es decir, como parte de las políticas de vida promulgadas masivamente frente a lo corporal.
La práctica del acondicionamiento físico explicita su ascenso y masificación en los últimos años como afirmación de lo que Raymond Williams ha denominado “estructura de sentimiento”: una forma de materialización de la sensibilidad colectiva, que implica procesos formativos y formadores en instancias como la autopercepción emocional y valoración positiva de la propia experiencia, que operan como “formas fijas”, naturalizadas, con enormes efectos sobre la cultura, ya que producen modelos de cómo debemos ser 27, una naturalización de la conducta cuya difusión incide en el direccionamiento del consumo hacia la elección y promulgación de los llamados estilos de vida saludables, que hoy son el rótulo común para su venta como servicio en los centros de acondicionamiento físico.
Esta demanda creciente pone de manifiesto su instauración en la cultura, asunto evidente en el ascenso sostenido de ganancias millonarias que su uso reporta en el mercado global del fitness, fortalecido a su vez por el discurso académico-científico, quien ha legitimado su puesta en marcha a través de la investigación que avala sus desarrollos, dos asuntos que pueden apreciarse en los siguientes gráficos:
Las ganancias obtenidas en los centros de acondicionamiento físico (Figura 1) delatan en su uso la reconfiguración de un deseo masificado en torno a lo corporal: una demanda sobre el cuerpo en términos de su autorrealización física y mental, amparada e impulsada por un gobierno de la conducta que lo vincula a estilos de vida saludable. Como bien lo expresaran Christian Laval y Pierre Dardot: “Actualmente el cuerpo es producto de una elección, de un estilo, de un modelado. Cada uno es accountable de su cuerpo, que reinventa y transforma a su manera” 24. El efecto en la demanda y adopción del fitness implica una relación mediada por un sujeto consumidor y un contrato económico por el servicio que revela una cartografía específica del mercado global.
Fuente: Base de datos Statista: ganancias en millones de dólares por parte del mercado mundial del fitness a partir de 2009 28
Aunado a lo anterior, se reafirma una biopolítica sobre lo corporal, en la que los saberes científicos (Figura 2) y la biomedicina han sido determinantes en su legitimación en tanto autoridades constituidas que, para el caso, ahondan en estas prácticas contribuyendo a su promulgación y adopción al incorporarlas en su agenda de investigación. Para Peter Conrad este último acontecimiento da cuenta de un rostro de los procesos de medicalización, entendida esta noción como una injerencia de la autoridad médica en asuntos que no tratan de la enfermedad y su cura (su escenario tradicional), sino en la satisfacción de demandas del sujeto en torno a su inconformidad con lo corporal, satisfaciendo sus deseos frente a un tipo de modelado en particular (cirugías estéticas, eficacia y rendimiento en el fitness, por ejemplo) 29.
CONCLUSIONES
El concepto de estilo de vida saludable, como el de fitness promulgado hoy, aparece en la práctica social como una elección y decisión exclusivamente personal. Sin embargo, lo que hemos planteado a lo largo de la reflexión, es que dicha práctica es el resultado de una biopolítica contemporánea, lo que implica una modulación, un direccionamiento político sobre el cuerpo de la población; la materialización de un dispositivo frente a lo corporal. Este dispositivo biopolítico es un ensamble que articula diversas formas de la tecnología: se estructura a través de enunciados que aseguran su legitimación, dotándose de componentes normativos mediante los cuales el sujeto se autoevalúa y se hace responsable frente a su bienestar corporal. Igualmente, se configura a partir de saberes científicos que lo legitiman, y de una infraestructura en el marco de la proliferación de centros de acondicionamiento físico. En definitiva, nos referimos a un conjunto articulado que pone en la agenda del sujeto su adopción para capitalizar lo corporal. El cuerpo, su materialidad orgánica, no preexiste a las intervenciones que lo producen, más bien, es el producto de fuerzas que sobre él recaen. Es el resultado de una biopolítica que hoy lo enmarca como objeto de rendimiento en tanto capital a mantener y aumentar.
Las Tecnologías de optimización corporal involucran, entonces, una interacción entre diversas tecnologías que modela los cuerpos produciendo un tipo orgánico de sujeto, de ahí la importancia de incorporar su efecto en el análisis más general de lo que se analiza tradicionalmente como los estilos de vida en el ámbito de la salud pública y la práctica médica.
La relación entre cultura, técnica, tecnologías de gobierno, subjetividad y estilos de vida saludables es condicionante. Las prácticas individuales, en tanto que sociales, son intervenidas por la cultura y ambas por el alcance que supone el desarrollo de la tecnología. En suma, el sujeto es el producto de prácticas que lo anteceden y que se instauran naturalizadas en el clima cultural, social, técnico, económico y afectivo en el cual deviene.
Las fuerzas transformadoras del capitalismo hoy han generado la conversión de todo lo que toca en valor de cambio y no como valor en sí mismo, tal y como debería corresponder a estilos de vida saludables por su mera implicación en mantener la vida de las personas, y no enmascarados en lógicas del rendimiento del cuerpo como capital, tal como sucede ahora: un signo e indicador de éxito, en tanto que la falta de salud se experimenta como carencia de “activos”, lo cual ha de solucionarse como parte de la gestión sobre los trayectos vitales. Es allí donde cobran importancia los centros de acondicionamiento físico, a los que se acude como recurso para paliar las bajas vitales, pero sobre todo y también para responder a una demanda que sobre lo corporal instaura hoy la cultura de mercado.