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Revista de la Universidad Industrial de Santander. Salud

versión impresa ISSN 0121-0807versión On-line ISSN 2145-8464

Rev. Univ. Ind. Santander. Salud v.42 n.3 Bucaramanga sep./dic. 2010

 

Editorial


EL DIA PANAMERICANO DE MÉDICO

El 3 de diciembre se celebra en el continente americano un éxito mundial de la ciencia latinoamericana, cuando un modesto y paciente médico cubano hizo un descubrimiento que permitió erradicar una mortal enfermedad que todavía nos acecha en estos trópicos patrios.

Corría el año de 1.900 y las tropas norteamericanas estacionadas en Cuba, luego de la Guerra Hispano-Norteamericana, enfrentaron un enemigo peor que lo españoles: la fiebre amarilla. Esta afección no tenía cura y mataba a miles de personas en Norte, Centro y Suramérica.

Por muchos años se especuló sobre el origen de esta afección que para algunos era América y para otros el África pero recientemente, con el empleo de técnicas moleculares, se comprobó su proveniencia africana. Hoy se sabe que es ocasionada por un virus (arbovirus) y transmitida por un mosquito cuyas larvas viajaron en los barriles de agua de los barcos y se establecieron en las Américas extendiéndose en el continente hasta en sitios como Boston y causó epidemias en el siglo XIX en los Estados Unidos con 75.000 muertes en un año. Se manifiesta en dos formas: la selvática (transmitida por diversas especies de Haemagogus) y la urbana (por Aëdes aegipty).

Sin embargo en el siglo XIX ningún microscopio podía detectar los virus!

En la historia de la medicina se le ha acreditado al Dr. Walter Reed, cuyo nombre distingue a un famoso hospital del gobierno norteamericano donde se atiende oficialmente a su presidente, con la teoría original de la transmisión de la fiebre amarilla por los mosquitos. La verdad es que Reed solo confirmó la teoría. Carlos Juan Finlay y Barrés, un paciente Médico Cubano, fue el de la idea original.
En su tiempo la profesión médica mundial creía que ésta enfermedad era transmitida a través del aire o producida por una sustancia pútrida de organismos marinos muertos. La noción popular era que la enfermedad se contagiaba de las ropas de las víctimas, la sangre o el vómito. En 1.879 el Dr. Finlay sospechó que esta teoría era incorrecta y comenzó su investigación que duró dos años, concluyendo que era transmitida por los mosquitos. Durante los siguiente veintidos años los científicos americano, incluyendo al Dr. Reed, repetidamente refutaron los intentos del Dr. Finlay de convencerlos de su teoría. Durante ese tiempo la fiebre amarilla mató más soldados norteamericanos que la Guerra Española- Norteamericana y 52.000 trabajadores franceses murieron de ella intentando construir el Canal de Panamá.

El 18 de febrero de 1.881 en la Conferencia Internacional de Sanidad, celebrada en Washington, Carlos Finlay propuso la teoría avanzada para su época de que la fiebre amarilla era transmitida por la picadura de una especia de mosquito Aëdes pero fue ridiculizado por sus colegas médicos e incluso se le puso el sobrenombre de «El hombre mosquito». Su pionera concepción fue ignorada por veinte años. Finlay perspicazmente se había percatado de la presencia del mosquito Aëdes aegipty (conocido en ese tiempo como Culex fasciatus) en las casas durante las epidemias y había notado la coincidencia de la simultaneidad de la fiebre amarilla y el mosquito.

Su teoría dió paso a uno de los más grandes triunfos de la higiene moderna con la conquista de la erradicación de la fiebre amarilla lograda por el Consejo de la Fiebre Amarrilla del Ejército Norteamericano. Con el ánimo de proteger a las tropas norteamericanas y resolver este grave problema sanitario, el Ministro de Salud de los EE.UU. George Sternberg organizó un equipo científico liderado por Walter Reed, Mayor y Profesor de la Escuela de Medicina del Ejército, experto en Bacteriología y Patología, quien años antes había investigado la fiebre tifoidea, para que encontrara la causa de la fiebre amarilla. Esté equipo estaba conformado además por los Médicos Jesse William Lazear, Aristides Agramonte y James Carroll quienes se reunieron en junio de 1900 en un campo militar situado en las afueras de La Habana.

Inicialmente trataron, infructuosamente, de buscar una bacteria como la causa de esta afección y posteriormente exploraron la teoría de que los mosquitos eran el vector y se usaron a sí mismos como sujetos de prueba, dado que no se tenía un modelo animal para esta mortal enfermedad. Lazear, Carroll y un voluntario llamado James Dean capturaron mosquitos que habían estado en contacto con pacientes hospitalizados por fiebre amarilla y se hicieron picar de los mosquitos en sus brazos. Agramonte no participó porque creía que era inmune. Carroll contrajo la enfermedad y se recuperó lo mismo que Dean. Lazear murió de esta patología el 28 de septiembre de 1.900 pero irónicamente aparentemente se enfermó, no como resultado del experimento del grupo, sino por una picadura ulterior de un mosquito. Posteriormente se hicieron más pruebas en un número mayor de voluntarios y se aceptó por la comunidad científica la teoría del mosquito como vector.

Al destruir los mosquitos La Habana se vio libre de la fiebre amarilla por primera vez en 150 años, con cifras de 200.000 muertes en Cuba durante la Colonia, siendo el último caso reportado en ese país en el año de 1908. La construcción del Canal de Panamá fue posible empleando el mismo método. Antes de esto, el istmo era un área no habitada por la raza blanca y se conocía como el «Cementerio de los hombres blancos».

En el año 1.927, tres Médicos Nigerianos, Adrian Stokes, Johannes H. Bauer y N. Paulson Hudson, confirmaron que el agente de la fiebre amarilla era un virus filtrable y en 1.937 Max Theiler, un microbiólogo Sudafricano trabajando en la Fundación Rockefeller desarrolló una vacuna efectiva.

En palabras de A. McGehee Harvey, Profesor Emeritus de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, el trabajo de la comisión fue «uno de los más grandes logros de la ciencia médica».

En 1.901 los científicos norteamericanos, siguiendo la conducta de sus colegas de México, Cuba y Europa finalmente aceptaron la teoría del Dr. Finlay. Cuántas vidas se hubieran salvado si se hubiese escuchado tempranamente a este científico cubano?.

Con la aplicación de la vacuna, eficaz y segura, la fiebre amarilla quedó circunscrita a las regiones selváticas pero en las dos últimas décadas ha vuelto a emerger y según la Organización Mundial de la Salud anualmente se presentan 200.000 casos de fiebre amarilla con 30.000 muertos, el 90% de los casos en África. En Colombia su comportamiento ha sido endemo-epidémico con tendencia al ascenso desde el año 2.000 hasta constituirse en un problema de salud pública en el 2003, cuando se diagnosticaron 104 casos de fiebre amarilla selvática.

Carlos Finlay continuó su ejercicio profesional y a los setenta años de edad desarrolló una gran labor como higienista social al fundar, organizar y dirigir el naciente sistema sanitario estatal cubano y se retinó a los 76 años de edad, muriendo en 1.915.

En 1.933 en Dallas, Texas, el mundo rindió un homenaje al Dr. Juan Carlos Finlay y Barres, cuando los líderes de la medicina del hemisferio occidental reunidos en un Congreso, declararon el 3 de diciembre, día de su nacimiento, como el «Día de la Medicina Americana». Por ello en esa fecha en Colombia y en el continente americano celebramos los Médicos nuestro día y honramos la ilustre memoria del sabio colega cubano que con su sagaz observación, su investigación científica y su tenacidad descubrió la transmisión de la temible y mortífera fiebre amarilla, permitiendo su erradicación.


GUSTAVO PRADILLA ARDILA, MD.
Profesor Titular Laureado,
Escuela de Medicina
Facultad de Salud
Universidad Industrial de Santander.

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