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Revista de la Universidad Industrial de Santander. Salud

Print version ISSN 0121-0807

Rev. Univ. Ind. Santander. Salud vol.49 no.1 Bucaramanga Jan./Mar. 2017

 

Editorial

La anti-ciencia y el populismo en el siglo XXI

The anti-Science and the populism in the XXI century

Julián Alfredo Fernández Niño1 

1 Editor asociadoUniversidad Industrial de SantanderSalud UIS


En su última entrevista, el célebre astrónomo y divulgador científico Carl Sagan, pronosticaba que sin la ciencia, las personas estaríamos a “la merced del próximo tirano y farsante”, que pudiera aprovecharse de nosotros. La ciencia que defendía Sagan, y que hoy miles de científicos sienten amenazada, no se refiere a un cuerpo específico de conocimientos, o la comunidad científica per se - aunque esta también está directamente amedrentada-, sino a la ciencia como una actitud. Esto es: la búsqueda, siempre inacabada, perfectible y falible de la verdad, comprometida con la defensa de unos ideales tales como: la objetividad (diría Popper, al menos como un “ideal regulatorio”), la reproducibilidad y el auto-revisionismo, que se oponen diametralmente a los discursos de autoridad, a los “hechos alternativos”, y en general, a la aceptación de afirmaciones que no provean evidencia suficiente, e incluso cuando esta nueva evidencia exista, esta aceptación de lo “verdadero” es temporal, hasta tanto no tengamos mejor evidencia, o un sistema explicativo más parsimonioso para explicar la realidad.

En este sentido, es importante recordar en estos días las diferencias entre el escepticismo y el negacionismo. En filosofía, el escepticismo, es una postura frente a la realidad, transversal a una buena parte de la tradición de la ciencia empírico-positivista, donde lo que damos como cierto demanda siempre evidencia que lo sustente, y entre más extraordinarias sean estas afirmaciones, mayor evidencia debe ser demandada. Así, mientras el escepticismo es no aceptar nada que no sea lo suficiente evidente, en contraste, el negacionismo, es una postura, en la cual se niega aquello que es evidente. El cambio climático, la inocuidad para la infancia de la adopción homoparental, y los beneficios de la liberalización del aborto, son realidades que tienen evidencia científica que la respalde, al menos la mejor que puede ser obtenida científicamente en la actualidad, y es por esto, es tan lamentable que haga carrera en pleno siglo XXI, un discurso populista que pretende no sólo ignorar, sino acallar esta evidencia.

Como señala el heredero intelectual de Sagan, el Dr. Neil Tyson, el cambio climático como hecho no debería ser algo frente a lo que tener una postura política, es decir debe demostrarse que este existe o que no existe con evidencia, pero el hecho de que su negación o aceptación esté relacionada con la ideología política o peor aún al partido al que pertenece alguien, es algo que completamente absurdo, y muestra que no hay una búsqueda honesta de la verdad, sino una mezcla en los negacionistas de prejuicios ideológicos con interés implícitos y explícitos, para juzgar lo que es verdadero. Es decir, la postura frente a qué hacer frente al cambio climático es política, es decir: qué valores defender, qué priorizar en la relación economía-ambiente, individuo-sociedad, todo eso son consideraciones ideológicas, pero definitivamente, la existencia o no del cambio climático, es una pregunta científica no política.

Cuando dejamos las discusiones científicas en manos de los políticos, los riesgos podrían ser enormes, como lo ha mostrado la historia. No estoy negando con esto que en nombre la ciencia, y que determinados científicos, han sido históricamente a veces, cómplices de los interés políticos, como bien nos enseñaros los historiadores de la ciencia, pero sí creo que los valores científicos, están por encima de estas personas, y las prácticas de la ciencia moderna de escrutinio, búsqueda empírica de la verdad, replicación, verificación, nos han permitido acercarnos más a la verdad y a tener un mejor conocimiento de la naturaleza, como un primer paso para intervenirla. La ciencia, sabemos que nos puede decir cómo es el mundo, aunque tal vez no cómo debe ser, pero definitivamente primero debemos saber cómo es, para pensar en cómo hacerlo mejor.

Las consecuencias más evidentes a corto plazo para la salud del discurso anti-científico son amplías e imprevisibles, pero las primeras serán la negación de la evidencia científica, que sustenta muchos progresos en diversidad sexual y derechos reproductivos tales como: la liberalización del aborto, la despenalización del consumo de la marihuana, la adopción homoparental y el ya mencionado cambio climático. Muchos avances se han dado en estos frentes en pocas décadas, pero la historia no es lineal, y corremos el riesgo de perder estas conquistas, si no existe una respuesta efectiva y contundente.

En “la sociedad abierta y sus enemigos”, Popper ponía como enemigos de la sociedad abierta (libre, diversa y plural), a los añorantes de una sociedad homogénea, controlada, que en el fondo calificaba como “tribal”. Estos enemigos incluyen según Popper, a los religiosos radicales enemigos del Estado secular, así como a los defensores de doctrinas como el comunismo, o el fascismo. Una sociedad libre sin duda plantea dilemas mucho más difíciles de

resolver, que una en la que todos se sometan todos a los mandatos de un tirano, así mismo es mucho más complicado incluir a los diversos, que imponer, por lo general fallidamente, la homogeneidad por la fuerza. Pero una sociedad libre, permite incluir y desarrollar, a todos los individuos como son, y como centro de la sociedad.

La ciencia plantea herramientas técnicas, pero también filosóficas para reflexionar nuestro universo. Entenderlo mejor, nos permitirá tener una base para tomar mejores decisiones. Podemos sentirnos hoy preocupados, por el avance del discurso anticientífico, pero a todos ellos debemos recordarles, que esto ya sucedió varias veces, y que una vez más, la ciencia saldrá victoriosa.

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